Homo moderno




El origen de nuestra propia especie, el Homo sapiens, es uno de los temas más debatidos de la paleoantropología. Este debate se centra en si el hombre está directamente relacionado con el Homo erectus o con el de Neandertal, grupo más moderno y conocido de homínidos que evolucionaron en los últimos 250.000 años. Los paleoantropólogos utilizan por lo general el término de Homo sapiens sapiens para distinguir entre el hombre actual y estos antepasados similares.
Tradicionalmente los paleoantropólogos clasificaban como Homo sapiens cualquier fósil humano de menos de 500.000 años que tuviese un cráneo mayor que el del Homo erectus. Así, muchos científicos que piensan que el hombre moderno desciende de una única línea que se retrotrae al H. erectus utilizan el nombre de Homo sapiens para referirse a una amplia gama de fósiles más antiguos que los del Homo sapiens sapiens. El término primitivo indica un conjunto de características físicas típicas del hombre de Neandertal y de otras especies de Homo moderno anteriores al Homo sapiens. Entre estas características se encuentran la combinación de un esqueleto robusto, un cráneo grande pero achatado y una mandíbula inferior sin mentón prominente. En este sentido, el Neandertal es clasificado a veces como subespecie del H. sapiens primitivo —Homo sapiens neanderthalensis. Otros científicos opinan que los diferentes fósiles primitivos se agrupan realmente por conjuntos claramente identificables de características y que cualquier tipo de fósil que presente un conjunto único de rasgos debería recibir un nuevo nombre de especie. Según esta hipótesis, el hombre de Neandertal forma su propia especie, Homo neanderthalensis.
7.3.1
El Neandertal y otros homínidos primitivos
Cráneo del hombre de Neandertal
El cráneo del Homo sapiens neanderthalensis (en la imagen, a la izquierda), que presenta marcados arcos superciliares, difiere considerablemente del perteneciente al hombre actual, el Homo sapiens sapiens (al ampliar la fotografía, a la derecha), más redondeado y con las paredes óseas más delgadas.

El hombre de Neandertal vivió en áreas situadas entre el oeste de Europa y Asia central en una época comprendida entre hace 120.000 y 30.000 años. El nombre de Neandertal se debe a los fósiles encontrados en 1856 en la cueva Feldhofer del valle del Neander en Alemania (tal —forma moderna de thal— significa ‘valle’ en alemán). Los científicos se dieron cuenta varios años después de que algunos descubrimientos anteriores —realizados en 1829 en Engis, Bélgica, y en 1848 en Forbes Quarry, Gibraltar— también pertenecían a un Neandertal. Estos dos primeros descubrimientos se refieren a los primeros fósiles de humanos primitivos encontrados.
En el pasado, los científicos pensaban que existían grandes diferencias entre el hombre de Neandertal y del hombre moderno. Esta suposición se basaba en una reconstrucción defectuosa de un esqueleto de Neandertal que presentaba las rodillas dobladas y una forma de andar con la cabeza baja y los brazos caídos. Esta reconstrucción dio la impresión general, aunque errónea, de que el hombre de Neandertal era un individuo rudo de escasa inteligencia que vivía de forma tosca.
Por el contrario, el Neandertal, como las especies que le precedieron, caminaba totalmente erguido y no tenía la mirada baja ni las rodillas dobladas. Además, su capacidad craneana era bastante grande (aproximadamente de 1.500 cm3), ligeramente superior a la del hombre moderno (la diferencia se debe probablemente a su mayor masa muscular frente a la del hombre moderno, que normalmente va aparejada a un volumen cerebral mayor).
Comparado con los primeros homínidos, él tenía un alto grado de sofisticación cultural. Parece que realizaba rituales simbólicos como, por ejemplo, el enterramiento de los muertos. Los fósiles de esta especie —incluida una serie de esqueletos bastante completos— son bastante numerosos si se comparan con los de formas más primitivas de Homo, en parte debido a sus costumbres funerarias. También fabricaba sofisticados utensilios de piedra del tipo conocido como musteriense.
Junto a muchas similitudes físicas, el Neandertal difería, sin embargo, del hombre moderno en varios aspectos: poseía un cráneo achatado y alargado, senos nasales anchos (lo que sugería una nariz grande), mejillas prominentes, marcados arcos superciliares, mentón retraído y un espacio detrás del tercer molar.
El esqueleto del Neandertal también era de complexión más fuerte con huesos más gruesos que los del hombre moderno. Otras características esqueléticas eran la curvatura de los huesos de los miembros inferiores en algunos individuos, escápulas anchas, articulaciones de la cadera giradas hacia fuera, pubis largo y delgado y huesos cortos en las partes inferiores de piernas y brazos en comparación con los huesos superiores. En conjunto, estos rasgos componían un cuerpo potente y compacto de baja estatura —el hombre medía un promedio de 1,7 m de altura y pesaba 84 kg, mientras que la mujer medía un promedio de 1,5 m de altura y pesaba 80 kg.
La complexión baja y fuerte del Neandertal le permitía conservar el calor y le ayudaba a soportar condiciones extremadamente frías como las que comenzaron a imponerse en las regiones templadas hace unos 70.000 años. Los últimos fósiles conocidos de esta especie procedían del oeste de Europa y tienen más de 36.000 años de antigüedad.
Al mismo tiempo que las poblaciones de Neandertal crecían en número en Europa y en partes de Asia, surgieron otras poblaciones de homínidos casi modernos en África y Asia. Los científicos se refieren habitualmente a estos fósiles, que son distintos pero parecidos a los del Neandertal, como primitivos. Los fósiles de los yacimientos chinos de Dali, Maba y Xujiayao muestran el cráneo chato y alargado y el rostro ancho típicos de los primeros homínidos, aunque también presentan algunas características similares a las de los humanos modernos de la región. En la cueva del yacimiento de Jebel Irhoud, Marruecos, los científicos han encontrado fósiles con el cráneo alargado típico de los homínidos primitivos pero también con rasgos modernos como una frente algo más alta y rostro más plano. Los fósiles humanos procedentes de yacimientos de África oriental de hace más de 100.000 años —tales como Ngaloba en Tanzania y Eliye Springs en Kenia— también parecen mostrar una mezcla de rasgos primitivos y modernos.
7.3.2
Homo sapiens sapiens
Los fósiles más antiguos encontrados con características esqueléticas típicas del hombre moderno datan de hace unos 130.000 a 90.000 años. Varias características clave diferencian los cráneos del hombre moderno de los de las especies primitivas: arcos superciliares poco marcados, cráneo redondo y rostro aplanado o sólo ligeramente prominente de tamaño reducido situado bajo la parte frontal del cráneo. De todos los mamíferos, sólo el hombre tiene la cara posicionada directamente bajo el lóbulo frontal (el área más adelantada del cráneo). Como resultado, el hombre moderno tiende a tener una frente más alta que la que tenían el Neandertal y otros homínidos primitivos. La capacidad craneana del hombre moderno oscila entre aproximadamente 1.000 y 2.000 cm3, siendo la media de aproximadamente 1.350 cm3.
En los yacimientos de Singha en Sudán, Omo en Etiopía, Klasies River Mouth en Sudáfrica y Skhûl en Israel los científicos han encontrado restos de cráneos de los primeros Homo sapiens sapiens. Basándose en estos fósiles, muchos científicos concluyen que el hombre moderno ya había evolucionado en África hace unos 130.000 años y que en algún momento hace 90.000 años comenzó a dispersarse hacia diferentes partes del mundo por una ruta a través del Oriente Próximo.
7.4
Teorías sobre los orígenes y la diversidad del hombre moderno
Los paleoantropólogos siguen debatiendo sobre dónde evolucionó el hombre moderno y cómo se dispersó por el mundo. La cuestión es si la evolución tuvo lugar en una pequeña región de África o en una amplia área de África y Eurasia. Y aún más, si las poblaciones humanas modernas procedentes de África desplazaron a todas las poblaciones humanas allí existentes, llegando a producir en último término su extinción.
Aquellos que piensan que el hombre moderno tuvo su origen sólo en África para más tarde dispersarse por el mundo apoyan la denominada hipótesis de la emigración de África. Aquellos que piensan que el hombre moderno evolucionó por toda una gran región de Eurasia y África apoyan la denominada hipótesis multirregional.
Los investigadores han realizado numerosos estudios genéticos y han valorado cuidadosamente los fósiles para determinar cuál de estas hipótesis coincide más con la evidencia científica. Los resultados de esta investigación no confirman ni rechazan totalmente ninguna de ellas. Por lo tanto, algunos científicos piensan que la mejor explicación es un compromiso entre ambas hipótesis. El debate entre estas teorías tiene implicaciones en cuanto a qué entienden los científicos como raza humana. La cuestión que se plantea es si en el hombre moderno las diferencias físicas evolucionaron profundamente en el pasado lejano o lo hicieron en un pasado relativamente reciente.
7.4.1
La hipótesis de la emigración de África
De acuerdo con la hipótesis de la emigración de África, también conocida como la hipótesis de sustitución, las primeras poblaciones de hombres modernos procedentes de África migraron a otras regiones y sustituyeron por completo a las poblaciones hasta entonces existentes de homínidos primitivos. Entre las poblaciones sustituidas se incluye al hombre de Neandertal y a cualquier grupo superviviente de Homo erectus. Los defensores de esta hipótesis afirman que muchas características del esqueleto del hombre moderno evolucionaron en un pasado relativamente reciente —hace unos 200.000 años aproximadamente— lo que sugiere un origen único y común. Además, las similitudes anatómicas comunes a todas las poblaciones de hombres modernos superan de lejos las compartidas entre el hombre moderno y el hombre premoderno dentro de regiones geográficas determinadas. Numerosos estudios biológicos indican que la mayoría de las especies nuevas de organismos, incluidos los mamíferos, han surgido de poblaciones pequeñas y geográficamente aisladas.
7.4.2
La hipótesis multirregional
Según la hipótesis multirregional, también conocida como la hipótesis de continuidad, la evolución del hombre moderno comenzó cuando el Homo erectus se dispersó por gran parte de Eurasia hace 1 millón de años. Las poblaciones regionales retuvieron algunas características anatómicas únicas durante cientos de miles de años, pero ellos también se mezclaron con poblaciones de las regiones colindantes, intercambiando rasgos hereditarios entre sí. Este intercambio de rasgos se conoce como flujo genético.
A través del flujo genético las poblaciones de Homo erectus transmitieron una serie de características cada vez más modernas, tales como un mayor tamaño de cerebro, por todo su radio geográfico. Gradualmente esto habría dado lugar a la evolución de un homínido con aspecto más moderno en toda África y Eurasia. En este caso las diferencias físicas entre los hombres actualmente serían el resultado de cientos de miles de años de evolución regional. Este es el concepto de continuidad. Así, por ejemplo, las poblaciones modernas del este asiático tienen algunas características craneanas observadas también por los científicos en fósiles del Homo erectus de esta región.
Algunos detractores de la hipótesis multirregional sostienen que esta fomenta de forma indebida una creencia científica en el concepto de raza, lo que podría ser utilizado para fomentar el racismo. Sin embargo, los defensores de la hipótesis señalan que su postura no implica que las razas modernas evolucionasen aisladas unas de otras, o que las diferencias raciales justifiquen el racismo. Por el contrario, la teoría sostiene que el flujo genético vinculó a las diferentes poblaciones y que estos vínculos permitieron que características cada vez más modernas, independientemente de donde hubieran surgido, se dispersaran por las diferentes regiones y eventualmente llegaran a hacerse universales entre los seres humanos.
7.4.3
Contrastando ambas teorías
Los científicos han contrastado las hipótesis de la emigración de África y la multirregional tanto con las evidencias genéticas como con los fósiles encontrados. Aunque los resultados no apoyan definitivamente ninguna de las dos hipótesis, se inclinan a favor de la primera.
7.4.3.1
Evidencias genéticas
Los genetistas han estudiado las diferencias en el ácido desoxirribonucleico (ADN) de diferentes poblaciones humanas. El ADN es la molécula que contiene nuestro código genético hereditario. Las diferencias en el ADN humano se producen por mutaciones de su estructura. Las mutaciones pueden originarse por exposición a elementos externos tales como radiación solar o ciertos compuestos químicos, aunque otras veces se producen de forma natural al azar.
Los genetistas han calculado la velocidad previsible para que se produzca una mutación a lo largo del tiempo. Dividiendo el número total de diferencias genéticas entre dos poblaciones por la velocidad esperada de mutación se obtiene una estimación del momento en el que ambas poblaciones compartieron un antepasado común. Muchas estimaciones de antepasados evolutivos se basan en estudios del ADN en estructuras celulares denominadas mitocondrias. Este ADN recibe el nombre de ADN mitocondrial (ADNm). A diferencia del ADN del núcleo de la célula, cuyos códigos para la mayoría de los rasgos hereda el organismo de ambos progenitores, la herencia mitocondrial pasa sólo de la madre a su descendencia. El ADNm también acumula mutaciones con una rapidez diez veces mayor que el ADN del núcleo de la célula (ubicación de la mayor parte del ADN). Su estructura cambia tan rápidamente que los científicos pueden medir fácilmente las diferencias entre una población humana y otra. Dos poblaciones estrechamente relacionadas deberían tener sólo pequeñas diferencias de ADNm. Por el contrario, dos poblaciones muy lejanamente relacionadas entre sí deberían presentar grandes diferencias.
Las investigaciones genéticas para el conocimiento de los orígenes del hombre moderno han dado lugar a dos importantes descubrimientos. En primer lugar, las variaciones del ADNm entre diferentes poblaciones humanas son mínimas en comparación con las de otras especies de animales. Esto significa que todo el ADNm humano se originó a partir de un linaje ancestral único —en particular, una primera mujer— en un pasado bastante reciente que desde entonces ha ido mutando. La mayoría de las estimaciones de la velocidad de mutación del ADNm sugieren que este antepasado femenino vivió hace unos 200.000 años. Además, el ADNm de las poblaciones del continente africano varía más que el de los pueblos de otros continentes. Esto sugiere que su ADNm ha ido cambiando durante un periodo de tiempo más largo que el de las poblaciones de cualquier otra región, y que todos los seres humanos actuales heredaron su ADNm de una mujer africana, que a veces recibe el nombre de Eva mitocondrial. A partir de esta evidencia algunos genetistas y antropólogos han llegado a la conclusión de que el hombre moderno tuvo su origen en una población pequeña de África para posteriormente dispersarse desde allí.
Sin embargo, los estudios del ADNm presentan, entre o tros, cuatro puntos débiles principales: primero, la velocidad estimada de mutación del ADNm varía de un estudio a otro y algunas estimaciones señalan la fecha de origen hace unos 850.000 años, la era del Homo erectus; segundo, el ADNm es sólo una pequeña parte del material genético total que hereda el ser humano, ya que el resto de nuestro material genético —aproximadamente unas 400.000 veces mayor que la cantidad de ADNm— procede de muchos individuos que vivían en la misma época de la Eva africana, posiblemente en muchas regiones diferentes; tercero, el momento en el que el ADNm moderno comenzó a diversificarse no coincide necesariamente con el origen de los rasgos biológicos y habilidades culturales del hombre moderno; y cuarto, la menor diversidad del ADNm moderno fuera de África puede proceder de épocas en las que se produjo una reducción de las poblaciones europeas y asiáticas tal vez debido a cambios climáticos.
A pesar de estas críticas, muchos genetistas continúan apoyando la hipótesis de emigración de África para el origen del hombre moderno. Algunos estudios del ADN nuclear también sugieren un origen africano para una serie de genes. Además, en un estudio muy interesante realizado a finales de la década de 1990, los científicos recuperaron ADNm del primer fósil de Neandertal encontrado en Alemania y encontraron que difería bastante del humano moderno. Este descubrimiento sugiere que al menos la población de este hombre de Neandertal se había separado de la línea del hombre moderno hace unos 600.000 años y que el Neandertal representa una especie separada del Homo sapiens sapiens.
7.4.3.2
Evidencias de fósiles
Al igual que ocurre con las evidencias genéticas, las evidencias de fósiles tampoco apoyan ni rechazan totalmente ningunas de las hipótesis sobre los orígenes del hombre moderno aunque muchos científicos piensan que favorece el origen africano del Homo sapiens sapiens durante los últimos 200.000 años. Los cráneos más antiguos con aspecto moderno conocidos proceden de África y datan de hace aproximadamente unos 130.000 años. El siguiente fósil en antigüedad procede de Oriente Próximo y está datado en unos 90.000 años de antigüedad. No existen fósiles de hombres modernos en Europa de más de 40.000 años. Además, el homínido moderno europeo —a menudo denominado hombre de Cro-Magnon— tenía los huesos de los miembros inferiores alargados, como las poblaciones africanas que estaban adaptadas a climas cálidos tropicales. Esto sugiere que las poblaciones de regiones más cálidas sustituyeron a las existentes en regiones europeas más frías, tales como los Neandertales.
Los fósiles también muestran que las poblaciones de homínidos modernos vivían al mismo tiempo y en las mismas regiones que las poblaciones de Neandertales y Homo erectus, pero que cada una de ellas mantuvo unas características físicas diferenciales. Los diferentes grupos se solaparon en Oriente Próximo y en el Sureste asiático durante unos 30.000 a 50.000 años. El mantenimiento de diferencias físicas durante todo este tiempo implica que los homínidos primitivos y modernos, por lo general, no podían o no llegaron a mezclarse. Para algunos científicos, esto también significa que el hombre de Neandertal pertenece a una especie separada, Homo neanderthalensis, y que las poblaciones migratorias del hombre moderno sustituyeron totalmente a las de individuos primitivos tanto en Europa como en el este de Asia.
Por otro lado, los fósiles de hombres modernos y homínidos primitivos en algunas regiones muestran una continuidad de determinadas características físicas. Estas similitudes pudieran indicar una evolución multirregional. Así, por ejemplo, tanto los cráneos primitivos como los cráneos modernos del este de Asia tienen pómulos y huesos nasales menos pronunciados que los de otras regiones. Por el contrario, las mismas partes del rostro sobresalen más en los cráneos de los humanos primitivos y del hombre moderno europeo. Asumiendo que estos rasgos estuvieron más determinados por la herencia genética que por los factores ambientales, un homínido primitivo pudo haber dado origen al hombre moderno en algunas regiones o al menos haberse cruzado con emigrantes de aspecto moderno.
7.4.4
Una teoría de compromiso
Línea de evolución humana
Los paleoantropólogos continúan debatiendo la posible línea de evolución humana. Los que defienden la idea de que el Homo sapiens evolucionó de forma gradual en todo el mundo, sin extender sus actividades a otras especies diferentes, apoyan el 'modelo multirregional'. Los que defienden la tesis de un origen único o 'central', postulan que la evolución humana se dio en poblaciones aisladas que se desarrollaron de forma diferenciada en las distintas partes del mundo, hasta que la especie Homo sapiens demostró mayores éxitos que las anteriores extendiéndose por todo el mundo.

Cada una de las hipótesis en litigio sobre los orígenes del hombre moderno tiene sus puntos fuertes y sus puntos débiles. La evidencia genética parece apoyar la hipótesis de la emigración de África. En la mitad occidental de Eurasia y en África esta teoría también parece ser la mejor explicación, especialmente con respecto a la aparente sustitución del Neandertal por poblaciones modernas. Por otro lado, la hipótesis multirregional parece explicar en parte la continuidad regional encontrada en las poblaciones de Asia oriental.
Por esta razón, muchos paleoantropólogos defienden una teoría sobre los orígenes del hombre moderno que combina elementos de la hipótesis de la emigración de África y elementos de la hipótesis multirregional. Un homínido con rasgos modernos pudiera haber surgido por primera vez en África o haberse unido allí, como resultado del flujo genético, con poblaciones de otras regiones. Estas poblaciones africanas pueden a continuación haber sustituido al homínido primitivo en determinadas regiones, tales como el oeste de Europa y Oriente Próximo. Pero en los demás lugares —especialmente en Asia oriental— puede haber tenido lugar un flujo genético entre las poblaciones locales de homínidos primitivos y modernos que hubiese dado lugar a características regionales diferenciadoras y permanentes.
Estas tres hipótesis —las dos en litigio y la de compromiso— reconocen la fuerte unidad biológica de todos los hombres. En la hipótesis multirregional, esta unidad es el resultado de cientos de miles de años de flujo genético continuo entre todas las poblaciones humanas. Por otra parte y de acuerdo con la hipótesis de la emigración de África, las similitudes entre las poblaciones humanas actuales resultan de un origen común reciente. La postura de compromiso acepta ambas hipótesis como explicaciones razonables y compatibles sobre los orígenes del hombre moderno.

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