Desarrollo y expansión de la lengua española




Desarrollo y expansión de la lengua española, evolución que ha experimentado la lengua española desde su origen romance hasta la actualidad, en todo el mundo.
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LAS LENGUAS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Aunque el latín no era autóctono de la península ibérica, a partir de su llegada a Hispania, en el año 218 a.C., se impuso a las lenguas de los iberos, celtíberos, cántabros y lusitanos, y pasó a usarse con propiedad por todos estos pueblos. Sin embargo, luego del debilitamiento, fragmentación y finalmente caída del Imperio de occidente, la lengua latina siguió su propio camino, en el cual confluyeron las formas tradicionales de expresión y los nuevos hábitos lingüísticos desarrollados por estos hablantes.
Precisamente, fue en este periodo, que va desde el siglo IX hasta el XII, cuando surgieron en la península unos romances, que darían paso a lenguas románicas —galaico-portugués, leonés, castellano, navarro-aragonés, catalán y mozárabe—, nuevas formas de hablar el latín, independientes ya de su lengua madre y convertidas cada una de ellas en un sistema propio. De todas, el castellano se convertiría en la lengua de transición entre la edad media y la edad moderna y, en su evolución a través de los siglos, en una de las más habladas del mundo.
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ORÍGENES DEL ESPAÑOL
El castellano, dialecto románico surgido en Castilla y origen de la lengua española, nació en una franja montañosa, mal y tardíamente romanizada, inculta y con fuertes raíces prerromanas (Burgos, Iria Flavia, Oviedo, Amaya, Pamplona), en la cual se desarrollaron algunos de los condados y reinos medievales españoles, y en torno a esos nuevos centros fueron afirmándose las variedades dialectales. El castellano, dialecto de los montañeses y vascos encargados, en el siglo IX, de defender de los árabes (en la península desde el año 711) la frontera oriental del reino asturleonés, toma su nombre de Castilla, del latín castella, plural de castellum, que en periodo visigótico significó ‘pequeño campamento militar’ (diminutivo de castrum) y luego ‘tierra de castillos’. Con respecto a los vascos, se sostiene que su lengua (véase Lengua vasca) influyó profundamente en esta nueva lengua románica.
La modalidad idiomática navarro-aragonesa, utilizada en el lugar en donde confluían tres reinos, Castilla, Navarra y Aragón, dio origen, en el siglo X, a los primeros documentos peninsulares en una lengua romance: las Glosas emilianenses y las Glosas silenses (véase Glosa). Del año 1042, por otra parte, datan las primeras jarchas escritas en romance castellano, aunque con caracteres árabes o hebreos.
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CONSOLIDACIÓN DEL CASTELLANO
El primer texto literario escrito íntegramente en castellano fue el anónimo Cantar de Mio Cid, cuya versión original data del siglo XII (1140 aproximadamente), aunque la que hoy se conoce es la de 1207, copiada por Per Abatt. Del siglo XIII es la Grande e General Estoria de España de Alfonso X, rey de Castilla entre 1252 y 1284. Estos primeros textos escritos en castellano no se ajustaban a una única norma ortográfica, ya que ésta no existía. Sin embargo, a partir de Alfonso X el Sabio —que publicó sus obras en castellano en vez de en latín— es posible detectar una cierta uniformidad y éste es, probablemente, un testimonio escrito decisivo en la historia del idioma; además, gracias a este monarca el castellano adquirió el prestigio de lengua nacional. De hecho, se considera que en la historia lingüística del castellano se pueden distinguir dos etapas: la primera, denominada “romance”, en la que se escriben las primeras muestras de la nueva lengua, donde las variedades se van homogeneizando en torno al habla de Burgos, primer centro de nivelación del idioma, y la segunda, denominada “castellana”, que comienza a partir de la obra del mencionado Alfonso X el Sabio. Más tarde, en el siglo XIV, aparece el Libro de Buen Amor, de Juan Ruiz, también llamado Arcipreste de Hita.
Por su parte, en el ámbito histórico, Castilla se consolidó como la monarquía más poderosa del centro peninsular. Ello le permitió, gracias al dominio que ejerció desde el siglo XIII sobre los reinos vecinos, convertirse en el único reino ibérico capaz de lograr la recuperación de los territorios bajo dominio musulmán, lo que equivale a asegurar, prácticamente, la expansión del castellano. Es entonces cuando este dialecto, eminentemente innovador e integrador, se hizo lengua de cultura, pues Castilla —convertida ya en una gran nación— necesitó de una forma lingüística común.
Además, fue la lengua a la que se tradujeron grandes obras históricas, jurídicas, literarias y científicas. Gracias a este fenómeno se conoció en toda Europa la cultura de Oriente. Para tal difusión del saber tuvo importancia radical Alfonso X y su corte de intelectuales agrupados en la Escuela de traductores de Toledo, integrada, entre otros, por judíos conocedores del hebreo y el árabe.
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EL CASTELLANO COMO LENGUA UNIFICADORA
Elio Antonio de Nebrija
Esta miniatura, que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid, representa, y lleva como título, Elio Antonio de Nebrija impartiendo su magisterio. A él se debe la primera gramática castellana, editada en 1492.

Con la unión monárquica de Castilla y Aragón se cerró el proceso de la Reconquista, que se había iniciado en el siglo VIII y que concluyó con la recuperación del reino de Granada de manos de los musulmanes en 1492. Ese mismo año se decretó la expulsión de los judíos, los cuales hablaban una variedad del castellano: el judeoespañol o sefardí.
Según los especialistas, el castellano actuó como una cuña que, clavada en el norte, rompió con la antigua unidad de ciertos caracteres románicos comunes a toda la península; llegó hasta Andalucía; produjo divisiones en la originaria uniformidad dialectal; abandonó los primitivos caracteres lingüísticos desde el Duero a Gibraltar, borrando los dialectos mozárabes; y ensanchó cada vez más su acción de norte a sur para implantar la peculiar modalidad lingüística nacida en el rincón cántabro. A la vez, el castellano se enriqueció gracias a los regionalismos peninsulares; por ejemplo, del gallego y del portugués (bosta, corpiño, chubasco), del leonés (rengo ‘cojo’) o del andaluz (barrial ‘barrizal’, pollera ‘falda de mujer’). Así, el castellano unificó rápidamente a gran parte de la península: desplazó las hablas leonesas y aragonesas; se convirtió en la lengua romance propia de Navarra, en lengua única de Castilla, de Andalucía y del reconquistado reino de Granada. Tuvo tal fuerza que no sólo se consolidó como lengua de unidad, sino que también se vio definitivamente consagrada con la aparición de la primera gramática de una lengua romance: la Gramática de la lengua castellana de Elio Antonio de Nebrija, publicada en 1492 y, veinticinco años después, en 1517, con la obra del mismo autor, las Reglas de ortografía castellana, que compendia el texto anterior en su parte ortográfica.
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EL ESPAÑOL LLEGA A AMÉRICA
En 1492, cuando Cristóbal Colón llegó a América, el castellano se encontraba consolidado en la península, pero durante los siglos XV y XVI se produjo una verdadera revolución consonántica que afectó especialmente a las llamadas sibilantes, las cuales se redujeron. Ésa fue la variedad que llegó al Nuevo Mundo, generalmente conocida como español de América, que en este continente se enriqueció con el aporte de las lenguas aborígenes de Hispanoamérica.
A partir del siglo XVI, al convertirse en lengua nacional, se impuso el término español. De hecho, en 1536, es el emperador Carlos V, en presencia del Papa, quien utiliza por primera vez la expresión lengua española, la cual —según el monarca— “era tan noble que merecía ser sabida y entendida de toda la gente cristiana, hecha para hablar con Dios”. El término castellano subsistió como nombre del actual dialecto de Castilla.
Desde 1492 hasta la fecha, el español se ha extendido por los cinco continentes. Además de ser la lengua oficial de España y de diecinueve países de América y del Caribe (México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay, Uruguay, Argentina, Chile, Cuba, República Dominicana y Puerto Rico, en este último, junto con el inglés), es, también, la lengua materna de gran parte de la población de determinadas zonas de Estados Unidos (Nuevo México, Arizona, Texas, California y Florida), país en el cual ocupa, con 30 millones de hablantes según los datos aportados por el censo de 1999, la segunda posición. Otro importante ámbito de actuación de la lengua española es Brasil, donde su enseñanza es ya obligatoria.
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EL ESPAÑOL EN OTROS LUGARES DEL MUNDO
Se habla también en Filipinas (cerca de un millón y medio de hablantes en 1988), junto con el inglés y el tagalo, y en Trinidad, isla situada cerca de Venezuela. Por otra parte, debido a que la isla de Pascua (cuya lengua nativa es el rapa-nui) es territorio de Chile, también se puede decir que el español se habla en la Polinesia.
Se afirma que el español es asimismo la lengua materna de cientos de miles de judíos sefardíes o sefarditas descendientes de aquellos expulsados de España en 1492, quienes viven especialmente en Turquía, los Balcanes, Asia Menor, norte de África; pero también en Holanda, Grecia, Bulgaria, Yugoslavia, Egipto, Líbano y Siria; además, existen grandes comunidades en Francia, Estados Unidos e Israel.
En África, se habla español en el norte de Marruecos, y es lengua oficial y de instrucción en Guinea Ecuatorial, donde la hablan más de 300.000 habitantes, mientras que en Oceanía cada día crece el porcentaje de hispanohablantes, pues en Australia reside un gran número de inmigrantes de origen hispano. Finalmente, se estudia en colegios y universidades de casi todo el mundo y es lengua oficial de las Naciones Unidas, la Unión Europea y otros organismos internacionales.
En consecuencia, la lengua española tiene presencia en todos los continentes, lo que la convierte en la tercera lengua más hablada en el mundo y en una de las más extendidas geográficamente. De las aproximadamente 5.000 lenguas que existen en todo el orbe, el español ocupa un lugar de privilegio con más de 400 millones de hablantes. Las previsiones demográficas indican que a mediados del siglo XXI lo hablarán unos 500 millones de personas. En los últimos tiempos, el español se ha ido consolidando como de las grandes lenguas de comunicación internacional. En este sentido, en 1991 se constituyó el Instituto Cervantes, que tiene como principal objetivo impulsar la enseñanza del español y difundir la cultura española e hispanoamericana.


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