El invento del Ballet del Teatro Kírov





Ballet del Teatro Kírov
El Ballet del Teatro Kírov, en la imagen, y el Ballet del Teatro Bolshói, han compartido durante mucho tiempo la fama de ser dos de las principales instituciones de la cultura rusa. Tras la desaparición del régimen comunista, que financiaba a las dos compañías, se han hundido en una profunda crisis que ha afectado, según algunos críticos, a su talento innovador.

Ballet del Teatro Kírov, compañía de ballet rusa conocida por sus representaciones de obras clásicas. La compañía data de 1738 cuando Jean-Baptiste Lande fundó una escuela para los niños de los sirvientes de la aristocracia rusa. Los maestros del ballet eran casi siempre de origen extranjero aunque había bailarinas rusas como Avdotia Istomina; además Charles Didelot alentó los ballets basados en temas rusos. Hacia 1840, las bailarinas rusas fueron relegadas por las grandes bailarinas románticas Maria Taglioni y Fanny Elssler. Los maestros del ballet de 1840 a 1860 fueron los franceses Jules Perrot, Arthur Saint-Léon y Marius Petipa. Petipa convirtió la compañía en un gran instrumento de la representación al ofrecer sus bien definidos y elaborados ballets para el entretenimiento de la corte. También desarrolló la técnica clásica hasta su forma más pura con la ayuda de los maestros extranjeros Christian Johansson y Enrico Cecchetti y con la de estrellas de la danza como Virginia Zucchi y Pierina Legnani. Además, creó una compañía de bailarines rusos quienes, a finales de 1890, eran comparados con los mejores bailarines extranjeros. Alrededor de 1890, Petipa, junto a Lev Ivánov, produjo los ballets de Chaikovski, La bella durmiente, El lago de los cisnes y El cascanueces.
La compañía sobrevivió a la Revolución y la década de 1920 fue un periodo de penalidades y experimentación. La década de 1930 vio producciones de ballet sobre temas rusos como Llamas de París (1932) de Vassili Vainonen, y Agrippina Vagánova desarrolló su sistema para la enseñanza de la técnica clásica. En 1935 la compañía recibió el nombre de Ballet Kirov en homenaje a Serguéi Kírov responsable del partido comunista de Leningrado. Más tarde tuvieron lugar las producciones Laurencia (1939) de Chabukiani y el Romeo y Julieta (1940) de Labrovski con Galina Ulánova.
Bajo la dirección de Konstantín Serguéiev y Natalia Dudinskaia la compañía realizó sus primeras giras por Occidente en la década de 1960. Con Natalia Makárova y Rudolf Nureyev como representantes de la nueva generación de bailarines, se llegó a apreciar por completo la pureza de la escuela de Vagánova. Las deserciones de estos bailarines trajeron repercusiones políticas en la compañía, aunque la escenificación de los clásicos continuó.

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