EL INVENTO DE LA HISTORIA DE LAS BIBLIOTECAS






Las bibliotecas, en su calidad de depósitos de información escrita, surgieron en las propias coordenadas cronológicas y espaciales en que nació la escritura misma: aproximadamente entre los años 3000 y 2000 a.C., en Oriente Próximo.
3.1
Bibliotecas de la antigüedad
Biblioteca de Alejandría
La más famosa de las bibliotecas de la edad antigua fue la que fundó el rey egipcio Tolomeo I Sóter en la ciudad de Alejandría a comienzos del siglo III a.C. Convertida en el principal núcleo de erudición del periodo helenístico, fue definitivamente destruida a mediados del siglo VII durante la expansión del islam por el norte de África.

Las primeras bibliotecas surgieron en Sumer para guardar tablillas de arcilla que, por medio de inscripciones en escritura cuneiforme, registraban información acerca de cuestiones comerciales y legales. Muchos de estos primigenios centros “bibliotecarios” resultaron destruidos en terremotos e incendios, aunque gran parte de las tablillas que albergaban se ha conservado hasta la actualidad. La primera biblioteca egipcia, que custodiaba 20.000 papiros, fue establecida por el faraón Ramsés II en el año 1250 a.C. La más importante del mundo antiguo fue la Biblioteca de Alejandría. Fundada en dicha ciudad egipcia por el rey Tolomeo I Sóter y ampliada por su hijo Tolomeo II Filadelfo en los primeros años del siglo III a.C., llegó a ser el principal centro de erudición de todo el mundo helenístico; constaba de un museo, una biblioteca de 700.000 pergaminos en papiro o lino, y salas para copiar y traducir textos a muchas lenguas. Hacia el siglo I a.C., los romanos acaudalados empezaron a crear bibliotecas privadas con obras griegas y latinas. La creciente demanda de libros originó negocios paralelos de copistas y librerías, así como la aparición de bibliotecas públicas, surgidas en el siglo II d.C. en Roma.
3.2
Bibliotecas de la edad media
Monje en el scriptorium
En la Europa medieval los libros eran reproducidos por monjes que copiaban textos completos en una dependencia del monasterio llamada scriptorium, dispuesta para tal fin.

Muchos textos de carácter científico fueron copiados y conservados por los musulmanes y los cristianos desde los siglos VIII y IX. Los árabes habían adoptado los métodos chinos de fabricación del papel, lo que abarató el coste de los libros y permitió la difusión de éstos por todos los territorios que se encontraban bajo influencia islámica. En el siglo X, en al-Andalus, la Biblioteca de Córdoba contaba con 400.000 libros.
Biblioteca de la catedral de Hereford
La biblioteca de la catedral de Hereford, Inglaterra (siglos XII-XIII), es famosa por albergar el Mappa Mundi realizado por Ricardo de Haldingham a finales del siglo XIII. Una peculiaridad de esta biblioteca es que guarda sus preciadas obras encadenadas a las librerías.

En Europa occidental resultó fundamental la actividad realizada para preservar la literatura por las bibliotecas de los monasterios (por ejemplo el de San Millán de la Cogolla y el de Ripoll en la península Ibérica o el germano de Fulda). Cada una incluía una sala llamada scriptorium en la que los monjes realizaban copias manuscritas de obras clásicas y de temática religiosa. Estas bibliotecas se vieron enriquecidas con la llegada de obras desconocidas hasta entonces y que formaron parte del botín capturado en los siglos XI y XII durante las primeras Cruzadas. El auge de las universidades italianas de Salerno y Bolonia, en el siglo XI, potenció también la creación de colecciones bibliográficas destinadas a alumnos y estudiosos. Durante el siglo XIII, en la península Ibérica, la Escuela de traductores de Toledo realizó una importante labor científica y cultural, auspiciada por el rey castellano-leonés Alfonso X el Sabio, que permitió traducir y rescatar para la Europa medieval textos clásicos fundamentales. El siglo XIV, al margen de episodios catastróficos como la guerra de los Cien Años y la expansión de la peste negra, supuso un periodo importante para el establecimiento de bibliotecas en Europa. En Francia, Carlos V el Sabio reunió una colección que constituyó la base de la primera biblioteca real francesa, constituida como tal por el Rey en 1367. Durante el siglo XV, en Inglaterra, Richard de Bury, obispo de Durham, describió en su obra Philobiblon (1473) un método para coleccionar y clasificar libros considerado uno de los primeros tratados de bibliofilia. En la península Itálica, los primeros representantes del humanismo comenzaron a copiar y a coleccionar textos clásicos abandonados desde hacía mucho tiempo.
3.3
Desde el renacimiento hasta el siglo XIX
Biblioteca Laurenciana
Miguel Ángel diseñó en la década de 1520 la Biblioteca Laurenciana de Florencia. En la imagen se puede contemplar su vestíbulo y la escalinata de acceso, donde el artista italiano alternó curvas y ángulos rectos, y formas cóncavas y convexas, para crear una sensación de movimiento y tensión.

Con la invención de la imprenta en el siglo XV y una economía en expansión, los libros se hicieron más asequibles y la lectura aumentó. Durante este periodo se amplió la Biblioteca Vaticana de Roma, el bibliófilo Jean Grolier reunió una importante colección privada y se fundó la Biblioteca Laurenciana (en Florencia, para albergar la colección de la familia Medici). En España hay que destacar la Biblioteca del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, creada por el rey Felipe II. Las colecciones occidentales se beneficiaron de la caída de Constantinopla en poder del Imperio otomano en 1453 y de la consiguiente dispersión de los tesoros literarios bizantinos.
Durante los siglos XVII y XVIII empezaron a crearse bibliotecas nacionales en toda Europa. La Biblioteca Bodleyana de la Universidad de Oxford fue establecida por el estudioso y diplomático inglés sir Thomas Bodley, quien dispuso que se depositaran en ella ejemplares de todos los libros publicados en Inglaterra. Diversas sociedades culturales, como por ejemplo la Royal Society, creada en 1660 en Londres, constituyeron colecciones especializadas para apoyar la investigación. Felipe V fundó en 1712 la Biblioteca Pública de Palacio, a partir de la cual nacería la actual Biblioteca Nacional de España, así llamada desde 1836, año en que dejó de ser propiedad de la Corona y pasó a depender del Ministerio de Gobernación. Surgió además una nueva modalidad de biblioteca, la biblioteca itinerante de literatura popular, gestionada por los libreros con fines lucrativos, que gozaba de gran aceptación por parte del público. La primera biblioteca pública, financiada por el gobierno y diseñada para la formación de la población, abrió sus puertas hacia el año 1850 en Manchester (Gran Bretaña). Aunque siempre se ha criticado el insuficiente número de bibliotecas (y la escasez de sus dotaciones), tanto en España como en los países de Latinoamérica, a lo largo del siglo XIX, empezaron a fundarse bibliotecas públicas y nacionales en todos ellos. Distintos movimientos educativos, pedagógicos y filosóficos han apoyado, en España y en Latinoamérica, la multiplicación, el cuidado y las dotaciones de las bibliotecas nacionales y de las bibliotecas populares.

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