Literatura mística




Santa Teresa de Jesús
Teresa de Jesús (1515-1582), monja carmelita, escribió El libro de mi vida por imposición de su confesor. Por lo tanto no se trata ni de un diario personal ni de una autobiografía voluntaria; es un texto escrito sabiendo que alguien lo va a leer y analizar buscando la causa y razón de los arrebatos místicos que la santa decía pasar. En este fragmento, leído por una actriz, Teresa de Ávila cuenta de una manera ingenua y chispeante lo que de niña entendía que pudiera ser el martirio.

Mística (literatura), término derivado del adjetivo latino mysticus, tomado del griego mystikós ‘relativo a los misterios religiosos’. La mística está vinculada con una práctica interior de lo religioso que supera y no puede explicarse sólo desde el punto de vista racional, doctrinal o dogmático. Presente en la religión hebrea, en la musulmana, a través de corrientes como el sufismo, en la católica o en el budismo zen, participa de la experiencia de lo extremo.
San Juan de la Cruz
San Juan de la Cruz (1542-1591) es el poeta místico más puro y de expresión más intensa de la literatura española. Su poesía se centra en la reconciliación de los seres humanos con Dios a través de una serie de pasos místicos que se inician con la renuncia a las distracciones del mundo. Se ha señalado la riqueza y variedad de su léxico, sorprendente dentro de una obra tan breve, pero que explota a fondo las posibilidades de fervor religioso y estético que inspira el misticismo español, al que lleva a cumbres inalcanzables. El audio recoge el inicio del Cántico espiritual.

En la historia de la mística y su literatura habrá que tener en cuenta la mística alemana del siglo XIV, con su máximo representante, Maestro Eckhart (1260-1328), autor de Tratados y Sermones. Su actividad como predicador, que prolongaba el deseo de las órdenes mendicantes de transmitir la verdad divina, le exigió hacerse de un lenguaje capaz de apresar y comunicar lo inefable de la verdad de Dios que, según él, es “inteligencia pura”. Al hablar del desasimiento, por ejemplo, afirma que consiste “en el hecho de que el espíritu se halle tan inmóvil frente a todo cuanto le suceda, ya sean cosas agradables o penosas, honores, oprobios y difamaciones, como es inmóvil una montaña de plomo ante el soplo de un viento leve”.
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LITERATURA MÍSTICA ESPAÑOLA
Dos siglos después se desarrolló la literatura mística española, representada sobre todo por san Juan de la Cruz (1542-1591) y santa Teresa de Jesús (1515-1582). En el primero, autor de poemas como el Cántico espiritual, recreación del Cantar de los cantares de Salomón, y Llama de amor viva, se encuentran huellas de las interpretaciones bíblicas cristianas o judías, de la literatura mística del catalán Ramon Llull (1232-1316), del alemán Eckhart (“Mi alma está desasida / de toda cosa criada”, dice san Juan), de san Bernardo y san Buenaventura, pero sobre todo de la poesía mística musulmana de autores como Ibn Arabi de Murcia e Ibn al Farid.
En el misticismo sufí, san Juan de la Cruz encontró símbolos como el vino o la embriaguez mística, la noche oscura del alma, el pájaro solitario, el alma como jardín místico. Desde el punto de vista del lenguaje, la investigadora Luce López-Baralt ha destacado la “poética del delirio”: así como Eckhart se esforzaba por comunicar lo inefable, san Juan de la Cruz recupera las imágenes desconcertantes, los cambios abruptos y hasta la incongruencia de los tiempos verbales. Esta poética aún se mantiene en las prosas en las que el poeta pretende explicar el Cántico espiritual en función de la doctrina, otorgando a una misma imagen distintos valores simbólicos.
Éxtasis de santa Teresa
El Éxtasis de santa Teresa, obra realizada en el siglo XVII por el escultor italiano Gian Lorenzo Bernini, constituye uno de los ejemplos más dramáticos de la escultura barroca, en la que aparece la santa en trance místico, atravesada más por los rayos metálicos de la luz divina que por la flecha del ángel.

En Las virtudes del pájaro solitario, Juan Goytisolo recupera novelísticamente esta tradición y la poesía de san Juan, como en la imagen del vino mezclado con la saliva del Amado: “Bébelo puro o mézclalo con la saliva del Amado, cualquier otra mixtura sería sacrilegio”.
Santa Teresa, en cambio, adopta un estilo más sencillo y expone directamente sus incomprensiones o sus dificultades para expresar la experiencia de Dios. El padre Jerónimo Gracián, que la estimulaba para que escribiera Las Moradas, justificaba la tendencia de santa Teresa a la imprecisión en el uso de las palabras relacionadas con la experiencia mística: “Una éxtasis, en cuanto en ella se junta nuestra voluntad con la de Dios, se llama unión; en cuanto eleva las potencias y las levanta, se llama vuelo del alma; en cuanto es altísimo conocimiento de Dios, se llama mística teológica, etc. Todos estos nombres son verdaderos y declaran algo deste espíritu”. Lo que Jerónimo Gracián se ve obligado a justificar es, en rigor, la gran riqueza de la literatura de santa Teresa. A esos términos deberán añadirse otros como embebecimiento, arrebatamiento, arrobamiento.
Si la experiencia mística es la de la unión definitiva con Dios, el grado superlativo de tal arrobamiento es la supresión de la palabra, el silencio. Mientras la unión y la quietud del desasimiento y la inmovilidad no llega, sólo queda el camino del vértigo verbal. Despojada de sus connotaciones religiosas, ésta es la gran enseñanza de la mística en la búsqueda de la Palabra: que todo lo diga en el terreno literario. Así parecen haberlo entendido muchos poetas contemporáneos, desde Mallarmé a un poeta español, estudioso de san Juan de la Cruz, como José Ángel Valente. En ese estadio, el fervor místico, otra forma de la comunicación erótica (“Amada en el Amado transformada”), se confunde con ese otro rasgo de la plenitud latente en la palabra poética.


Los Libros de viajes




Libros de viajes, género literario que ha gozado de una enorme popularidad durante siglos, pese a que su definición sigue resultando difícil. Por lo general se entiende como libro o relato de viajes el que se ajusta a una o más de las siguientes características: relato no ficticio escrito en primera persona del singular (o plural) que describe un viaje a través de un país extranjero con numerosas observaciones sobre el paisaje, la geografía, la flora, la fauna, los habitantes, el modo de vida, la historia y las costumbres sociales del país.
Además de toda esta información objetiva, el libro de viajes cuenta invariablemente una aventura. A menudo se basa en los emocionantes incidentes del itinerario o los dramas históricos relacionados con las localidades visitadas por el narrador. Otra sólida tradición del género es la nostalgia romántica del Edén perdido, desterrado en Occidente por la industrialización, pero aún discernible en las gentes y los paisajes de lugares remotos. En estos casos, y como suele ocurrir con las crónicas de los conquistadores y descubridores, cuyo relato es en principio no ficticio, lo literario y la imaginación desbordante de sus autores hacen que los datos reales e históricos se entremezclen con descripciones próximas a la ficción literaria.
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PRIMERAS MUESTRAS DEL GÉNERO
La idea de un viaje por tierras desconocidas ha resultado sumamente atractiva para los escritores desde los orígenes de la literatura occidental. El ejemplo arquetípico es la Odisea, la epopeya homérica del siglo IX a.C. que narra el largo viaje de Odiseo desde Troya, una vez terminada la guerra, hasta Ítaca, su isla natal.
Los escritores no han sido los únicos fascinados por el tema del viaje; también el público europeo ha acogido siempre con entusiasmo cualquier descripción de lugares o personajes exóticos. Gran parte del atractivo y la vitalidad de la que gozan las obras del historiador griego Heródoto, desde el siglo V a.C., reside en sus descripciones de primera mano de las observaciones realizadas durante sus viajes por Asia Menor, el norte de África y la región del mar Negro.
La obra que más ha contribuido a configurar el libro de viajes moderno y que ha generado el mayor número de imitadores ha sido Libro de las maravillas del mundo, de Marco Polo, una de las obras más difundidas durante la edad media y uno de los libros de viajes más famosos de todos los tiempos. Al aragonés se tradujo entre 1377 y 1396, y Juan I de Castilla ordenó su traducción al castellano en 1385. Narra la misión de un noble comerciante veneciano del siglo XIII en la corte china del emperador mongol Kublai Kan. Mediante una lograda combinación de aspectos sociales, hechos históricos y leyendas, como la descripción de hombres con rabo y cara de perro, esta obra proporcionó a Europa una valiosa información sobre el Lejano Oriente y la sociedad china, al tiempo que reavivó el interés de los europeos por los viajes.
Libro español de viajes es Liber Sancti Jacobi, una compilación del siglo XII atribuida a Aymerico Picaud sobre el Camino de Santiago, en el que se recogen descripciones de lugares, así como relatos, homilías y oraciones. Pero quizás el más interesante y novedoso sea el del andaluz Pero Tafur, Andanças e viajes de un hidalgo español (1454). Es el diario de un comerciante por los países del Mediterráneo.
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EL LIBRO DE VIAJES EN LA ÉPOCA COLONIAL
No es mera coincidencia que uno de los periodos de mayor popularidad del relato de viajes fuese precisamente la época de la expansión colonial y el desarrollo científico en Occidente. El género satisfacía plenamente las preocupaciones de la Europa del siglo XVII. Los libros de viajes, con sus historias ambientadas en tierras lejanas, habitadas por gentes exóticas y que reflejan otros modos de vida, lograron satisfacer el apetito de un público ávido de novedades y ansioso por descubrir nuevos horizontes. Destacan así las cartas de exploradores como Hernán Cortés, que ofreció a Europa una primera y seductora visión del extraordinario Imperio azteca mexicano. El anónimo Viaje de Turquía (1557), atribuido a Cristóbal Villalón pero también, según los estudios encabezados por Marcel Bataillon, a Andrés Laguna, es un libro original en el que un condenado a galeras dialoga sobre lo que ha visto y la filosofía de la época.
A lo largo del siglo XVIII, y sobre todo durante el reinado de Carlos III, la Corona española impulsó buen número de expediciones científicas, que sus protagonistas recogieron en sendos libros de viajes, como los de Jorge Juan y Santacilia, Malaspina y Alexander von Humboldt, a la vez que enriquecían el conocimiento científico de la realidad americana.
El libro de viajes, sin embargo, satisfacía algo más que una simple curiosidad de sillón. Este tipo de obras aportó a Europa una importante información práctica sobre geografía, navegación, rutas terrestres, productos comerciales y mercados potenciales, información que resultó sumamente valiosa para las aventuras comerciales y militares emprendidas por los europeos. Constituye un ejemplo significativo el Viaje por Marruecos del español Alí Bey, seudónimo del aventurero Domingo Badía, que en sus libros contó las experiencias de sus viajes por el norte de África como enviado de Godoy en misión diplomática secreta.
En la ciudad de Lima, en la época virreinal, se publicó en 1775 una obra anónima, Lazarillo de ciegos caminantes, en la que su autor narra, con toda clase de detalles, un viaje de Montevideo a Lima, con la descripción de las costumbres, curiosidades y datos que va encontrando, entre los gauchos y las comunidades negras, a lo largo de su camino. Tampoco faltaron las reseñas culturalistas que hicieron los intelectuales ilustrados sobre países y ciudades que consideraban más civilizados que el propio, como los retratos que hizo sobre Italia o Londres Leandro Fernández de Moratín. El romanticismo cultivó el género con extraordinario entusiasmo por todo lo que ofrecía de exotismo e idealización. Ciertamente no son libros realistas; es la anécdota, lo folclórico, el tópico lo que se busca y consolida. Stendhal, Prosper Mérimée, lord Byron son algunos de los ejemplos más notables.
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EL LIBRO DE VIAJES EN EL SIGLO XX
Los viajes de Paul Theroux
Las obras del escritor estadounidense Paul Theroux se basan en su experiencia como profesor en África y en Asia durante las décadas de 1960 y 1970. Su novela La costa de los mosquitos (1982) fue llevada al cine por el director australiano Peter Weir en 1986. Theroux ha registrado en varias obras, además, sus experiencias de viaje en tren.

Una vez concluida casi definitivamente la exploración del planeta a comienzos del siglo pasado, los escritores de libros de viajes se alejaron progresivamente de la forma tradicional del reportaje empírico.
Ilustración para Veinte mil leguas de viaje submarino
Ilustración de Alphonse de Neuville (1835-1885) para Veinte mil leguas de viaje submarino (1870), de Jules Verne. Nemo, capitán del Nautilus, el arponero Ned Land y sus compañeros observan un cefalópodo gigante salido de las profundidades.

Durante los últimos 150 años no han cesado de lamentar la desaparición del auténtico viaje y la figura del viajero asfixiado por el turismo de masas, fenómeno que conduciría definitivamente a la muerte del género. Sin embargo, la variedad formal demostrada por éste a lo largo del siglo niega estas profecías y pone de manifiesto que el libro de viajes continúa gozando de gran vitalidad y popularidad.
Paul Bowles
Paul Bowles en Casablanca, en septiembre de 1989.

Con el siglo XX experimentó un nuevo cambio y se convirtió en un tema que se ceñía a cualquier género literario y movimiento o estilo artístico. Así nadie puede negar que Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca, o Diario de un poeta recién casado, de Juan Ramón Jiménez, son impresiones de viajes sobre Nueva York. El Viaje a la Alcarria (1948) de Camilo José Cela, en el que se observa y analiza más la persona que los paisajes propiamente dichos, inauguró y revitalizó el género, que no ha dejado de cultivarse.
Actualmente, el libro de viajes se confunde muchas veces con el reportaje periodístico o el libro memorialista de impresiones personales que un autor da sobre un lugar, generalmente resaltando aquello que tiene de diferente con respecto a su lugar de origen. Así hay que entender los libros de Julio Camba sobre muchas de las ciudades europeas en las que residió, o los de Paul Bowles sobre Marruecos y África, e incluso los trabajos de Elias Canetti, que en el fondo son estudios antropológicos. Una experiencia interesante, porque vincula la tradición con un enfoque lírico-narrativo, es la obra del escritor italiano Italo Calvino titulada Las ciudades invisibles (1972). En la línea propia del género fantástico y de un autor como Henri Michaux, Calvino construye un itinerario por ciudades imaginarias partiendo del pretexto histórico de los viajes de Marco Polo.
Habría que considerar dentro de los libros de viajes las narraciones de ciencia ficción, que no sólo introducen un nuevo espacio (estrellas, planetas, viajes a través del tiempo, mundos remotos e inexistentes) sino también anticipan deseos o proyectos que, tarde o temprano, se cumplen históricamente. Valga como ejemplo el viaje a la Luna, anticipado en el año 160 d.C. por Luciano de Samosata, en 1656 por Cyrano de Bergerac y en 1865 por Jules Verne.


Jitanjáfora o Limerick




Jitanjáfora o Limerick (verso), término adoptado por Alfonso Reyes, en 1929, a partir de una estrofa del escritor cubano Mariano Brull: 

“Filiflama alabe cundre
ala olalúnea alífera
alveolea jitanjáfora
liris salumba salífera”.
Designa aquellos poemas de creación popular o individual en los que prima el efecto fónico, el juego de palabras y el sinsentido. Su condición esencial es el humor, muchas veces la captación candorosa de un encuentro casual entre palabras dispares, y abarca variedades tales como las frases onomatopéyicas e interjectivas, trabalenguas, ciertas nanas, glosolalias pueriles, los ensalmos, las canciones populares que desdeñan la lógica y la gramática, las estrofas bobas, los gritos de guerra o de los equipos deportivos. Como antecedentes de este gusto por el disparate verbal se encuentran los Disparates trobados de Juan del Encina, el Convite a su madrastra de Jorge Manrique (“Verná luego un ensalada / de cebollas albarranas, / con mucha estopa picada / y cabeçuelas de ranas”) o las invenciones léxicas de Quevedo, entre otros.
En el siglo XIX inglés debe citarse el caso de Edward Lear, autor de los llamados limericks que, aunque absurdos, responden a una estructura precisa que ha estudiado Gianni Rodari en su Gramática de la fantasía. Entre sus obras figuran Libro del nonsense (1846) y Más sobre el nonsense (una selección de ambos se ha editado en castellano como Disparatario). Importante también en lengua inglesa es la contribución de Lewis Carroll. En el siglo XX, recuperando la propia tradición y la de los autores ingleses citados, sobresalen Ramón Gómez de la Serna y sus Greguerías; Oliverio Girondo (sobre todo En la masmédula); Federico García Lorca, quien, en 1928, pronunció una conferencia sobre las “Canciones de cuna españolas”, en la que incluyó varios ejemplos, entre ellos esta nana de Burgos:

“Échate, niño, al ron ron,
que tu padre está al carbón
y tu madre a la manteca
no te puede dar la teta”.


La Greguería




Greguería, género breve creado por Ramón Gómez de la Serna, próximo al epigrama y a la captación súbita de una imagen cuya gracia reside en la transgresión de la lógica previsible. También puede asociarse al chiste.
El mismo Gómez de la Serna define a la greguería como la suma del humorismo y la metáfora y como 'el atrevimiento a definir lo que no puede definirse'. Por su brevedad, se vincula también con el haiku, ese 'telegrama poético', según dice Ramón. Las primeras greguerías remontan a 1910. Su autor eligió este término —cuyo significado original es gritería confusa— por su valor eufónico. Citamos algunos ejemplos: 'Aparecen días tan húmedos que hasta los tenedores sienten reuma'; '¡Oh!: puñetazo por sorpresa en un ojo de lo escrito'; 'Las románticas se tocaban un bucle como si hablasen por teléfono con ellas mismas'. Pueden encontrarse greguerías en ciertas máximas de autores como Enrique Jardiel Poncela, Noel Clarasó, Ricardo Güiraldes y Oliverio Girondo, a quien Gómez de la Serna dedica el volumen de su selección de Greguerías de 1910 a 1960, calificándolo como el 'escritor más original y fantasmagórico de la literatura argentina'. Uno de los títulos de Girondo, “Membretes”, continúa la estética de las greguerías y ayuda a precisar aún más el significado de este género breve. Un membrete es, según la definición del Diccionario del español actual, de Manuel Seco, el “nombre o título de una persona o de una entidad, impreso o grabado en su papel de correspondencia”. Si al significado estricto, propio de la organización burocrática, se le añade humor, se afirma una tendencia propia de la literatura y el arte contemporáneos: la ruptura con la solemnidad y el gusto por la parodia de las convenciones.


El Género fantástico




Escena de El mago de Oz
El mago de Oz fue realizada en 1939, y es una de las películas más populares de todos los tiempos. Basada en el libro de L. Frank Baum, la historia gira alrededor de Dorothy, que es transportada por un ciclón desde Kansas al mundo de Oz. En esta escena, Dorothy acaba de abrir la puerta de su casa para descubrir Oz.

Género fantástico, género literario que describe hechos sorpresivos o imprevisibles en la vida cotidiana y que se interesa, en consecuencia, por trascender los límites y obtener una percepción más aguda y menos superficial de la realidad inmediata. La fantasía puede ser un recurso placentero, que estimula el gusto por el vuelo imaginativo, o un medio tendente a exacerbar emociones como el miedo, la perplejidad, el terror, la incertidumbre. Desde el punto de vista conceptual, la fantasía puede entenderse como la forma antagónica del dogma, siempre que no se la someta a una interpretación unívoca y, por tanto, tendenciosa.
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ANTIGÜEDAD DE LA FICCIÓN FANTÁSTICA
Estatua de Gilgamesh
Esta estatua del palacio de Sargón II en Jorsabad representa a Gilgamesh domesticando a un joven león. Gilgamesh, rey babilonio, es el héroe del poema épico basado en la refundición de relatos sumerios. Según el mito, los dioses enviaron a Enkidu para desafiar a duelo a Gilgamesh. Ambos personajes acabaron trabando amistad y compartieron varias aventuras. Esta estatua se encuentra en el Museo del Louvre, en París.

Según el escritor argentino Bioy Casares, el género fantástico “es tan viejo como el miedo”. Definitivamente la ficción fantástica precede a la realista. El Poema de Gilgamesh de los antiguos sumerios es ya ficción fantástica y algunos papiros del antiguo Egipto contienen narraciones mágicas. Apuleyo, autor romano, trata en El asno de oro temas como la metamorfosis y la magia. Textos medievales como la Divina Comedia de Dante, La muerte de Arturo (1469-1470) de Thomas Malory o el Roman de la rose de Jean de Meun y Guillaume de Lorris entran de lleno en lo maravilloso, lo sobrenatural y lo monstruoso. De modo parecido se encuentran conjuntos de relatos fantásticos en la antigüedad de culturas alejadas de Europa, el Océano de historias de la India o Las mil y una noches árabes son dos ejemplos claros.
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ORÍGENES DEL GÉNERO
Edgar Allan Poe
Fragmento de El cuervo de Edgar Allan Poe recitado por un actor: "Una vez, en una aterradora medianoche, mientras yo reflexionaba, débil y cansado, / sobre un gran volumen de extrañas y curiosas materias de una ciencia olvidada, / mientras daba cabezadas, casi dormido, de pronto hubo unos golpecitos, / como de alguien que llamara suavemente, llamara a la puerta de mi cámara."

Los orígenes de lo fantástico, como género de la literatura occidental distinto del realismo convencional, pueden rastrearse hasta el siglo XVIII, cuando novelas góticas como El castillo de Otranto (1764) de Horace Walpole o Los misterios de Udolfo (1794) de Ann Radcliffe comenzaron a explotar ciertos temas extravagantes y sobrenaturales que serían retomados una y otra vez por escritores posteriores de literatura fantástica. Otras fuentes de inspiración llegarían de la búsqueda en baladas medievales, de la traducción que Antoine Galland hizo de Las mil y una noches al francés (1704-1717) y de los estudios y publicaciones sobre el folclore y las leyendas europeas. Los temas clásicos de la literatura fantástica, los que se han desarrollado desde el siglo XVIII hasta hoy, incluyen la aparición del llamado Doppelgänger (véase Fantasma), los mundos paralelos, los pactos con el diablo, las historias alternativas, las búsquedas mágicas, la realidad invadida por sueños o hechizos monstruosos. Entre las primeras obras maestras de la literatura fantástica figuran la fantasía oriental Vathek (1786), de William Beckford, los relatos dentro del relato de El manuscrito encontrado en Zaragoza (1804-1814) del aristócrata polaco Jan Potocki, o las colecciones de cuentos publicadas por el alemán E. T. A. Hoffmann en las primeras décadas del siglo XIX.
Aunque el novelista gótico Charles Brockden Brown fue probablemente el primer autor fantástico norteamericano, y Nathaniel Hawthorne produjo historias como “El joven Goodman Brown”, es Edgar Allan Poe el mejor de los iniciadores del género en América, tanto en prosa como en verso. También puede verse a Poe como un pionero de la literatura de terror y de ciencia ficción. Durante los siglos XIX y XX se va haciendo más borrosa la frontera entre los géneros, pero probablemente sea mejor considerar el terror y la ciencia ficción como subgéneros dentro del fantástico. En el siglo XIX, Edward Lear y Lewis Carroll jugaron y experimentaron con el lenguaje y las paradojas de la lógica. (En estos y en muchos otros casos es difícil trazar la línea que separa la ficción fantástica para niños de la escrita para adultos). Otros escritores, como Charles Dickens, George MacDonald o William Morris, hicieron un uso didáctico de la fantasía, poniéndola al servicio de la ética cristiana y la alegoría. Esta tendencia continuó durante el siglo XX con ejemplos tan notables como la novela de G. K. Chesterton El hombre que fue jueves (1908) y el ciclo de novelas para niños Historias de Narnia, de C. S. Lewis.
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TENDENCIAS MODERNAS
Iain Banks
El novelista y escritor escocés de ciencia ficción Iain Banks publicó en 1984 su primera novela, La fábrica de las avispas, una obra polémica sobre la depravación de la infancia. Banks ha publicado además, entre otras obras, El camino del cuervo (1992) y Complicidad (1993). Firma sus libros de ciencia ficción como Iain M. Banks.

En los tiempos modernos, los escritores americanos y británicos han tendido a cultivar una literatura fantástica destinada al consumo masivo. Escritores europeos y latinoamericanos como Jorge Luis Borges, Italo Calvino, Mijaíl Bulgakov o Michel Tournier se han centrado en la producción de obras más literarias e intelectuales que, a veces, coinciden con las ideas y la imaginería expresionista y surrealista. El realismo mágico, un tipo de fantasía en el que los acontecimientos más extraños se narran de forma llana y realista, ha estado dominado por los latinoamericanos, sobre todo Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes. De todos modos, otros escritores, como la británica Angela Carter, el checo Milan Kundera y el italiano Calvino, han escrito también obras pertenecientes a esta subcategoría de lo fantástico. Una obra de Italo Calvino como El caballero inexistente, título seguramente inspirado por el Museo de la novela de la Eterna de Macedonio Fernández, se sirve claramente del recurso de lo fantástico a través del humor: encuentro de lo visible (la armadura) y lo invisible (el cuerpo del caballero), de lo aparente y lo real, recurso que, a su vez, pone en cuestión los límites del realismo vulgar.
J. R. R. Tolkien
Un maestro del género fantástico fue este profesor de Oxford, gran especialista de literatura medieval, J. R. R. Tolkien. Su novela El Hobbit la escribió como una obra de literatura infantil. Pero es en El señor de los anillos (tres volúmenes), continuación de la anterior, donde perfeccionó el género narrando la eterna lucha entre el bien y el mal en un escenario mágico medieval entre hadas, elfos, enanos y elementos mágicos.

Se puede establecer una amplia distinción entre baja y alta fantasía. En la baja fantasía, lo fantástico irrumpe en el mundo real y cambia alguno de sus aspectos, como ocurre, por ejemplo, en La metamorfosis de Franz Kafka, donde un hombre se despierta convertido en un “monstruoso insecto”. La alta fantasía, al contrario, imagina un mundo completamente alternativo, generalmente muy detallado. El señor de los anillos de J. R. R. Tolkien es uno de los ejemplos más conocidos de alta fantasía. Junto con la serie de novelas de Robert E. Howard dedicadas a Conan, el bárbaro, la trilogía de Tolkien ha sido una de las principales fuentes de inspiración para el posterior desarrollo del subgénero fantástico de gran consumo conocido como “espada y brujería”. En años recientes, Terry Pratchett e Iain Banks han escrito parodias sobresalientes de los clichés más abundantes en este subgénero. Pese a todo, la trilogía de Gormengast (1946-1959) de Mervyn Peake y El rey que fue y será (1958) de T. H. White son ejemplos notables de alta fantasía que no cae en los tópicos.
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EL CINE FANTÁSTICO
El cine, gracias a su habilidad para representar lo extraordinario, se ha convertido en un vehículo importante para el género fantástico en el siglo XX. La película de Georges Méliès Viaje a la luna (1902), al igual que la mayoría de las que dirigió su autor, es una fantasía que se sirve de efectos especiales para simular lo inexistente. Muchos de los clásicos del primer cine pertenecen también al género fantástico, entre ellas El gabinete del doctor Caligari (1919, de Robert Wiene) o El Golem (1920, de Paul Wegener). La categoría de lo fantástico ha producido una amplia variedad de películas, desde las que provocan un gran desconcierto emotivo e intelectual hasta las que ofrecen la ocasión de un hilarante entretenimiento. Esta variedad sólo puede sugerirse citando algunos títulos: El mago de Oz (1939, de Victor Fleming), La bella y la bestia (1945, de Jean Cocteau), Giulietta de los espíritus (1965, de Federico Fellini), Céline y Julie van en barco (1974, de Jacques Rivette), Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores (1974, de Monty Python), Superman (1978, Richard Donner; 1980 y 1983, Richard Lester; 1987, Sidney J. Furie), La historia interminable (1984, Wolfgang Petersen; 1990, George Miller), El señor de los anillos: La comunidad del anillo (2001), basada en la obra del J.R.R. Tolkien.
Durante las últimas décadas del siglo XX, se ha desarrollado la creación de juegos de ordenador, que abundan en el uso de estos temas fantásticos, como las misiones mágicas, los combates con monstruos o las ciudades de laberintos.


Las Figuras retóricas




Figuras retóricas, palabra o grupo de palabras utilizadas para dar énfasis a una idea o sentimiento. El énfasis deriva de la desviación consciente del hablante o creador con respecto al sentido literal de una palabra o al orden habitual de esa palabra o grupo de palabras en el discurso. Las nuevas investigaciones retóricas y lingüísticas han analizado y revisado la clasificación de las figuras según la retórica tradicional. Es el caso, entre otros, de Roland Barthes, Jean Cohen, Tzvetan Todorov, Gérard Genette y el Grupo µ. Sin poner en discusión el mayor o menor rigor de las diferentes clasificaciones propuestas, para simplificar su estudio puede hablarse de figuras de significación o tropos (antítesis y oxímoron, antonomasia, comparación o símil, concepto, eufemismo, hipérbole y lítotes, ironía, metáfora, metonimia y sinécdoque, paradoja, personificación, sinestesia); figuras de dicción, que afectan a la composición de la palabra (calambur, metátesis, paragoge, paronomasia); figuras de repetición (anáfora, apóstrofe, clímax y anticlímax, exclamación, interrogación, onomatopeya); figuras de construcción, que afectan a la estructura sintáctica (anacoluto, asíndeton y polisíndeton, hipérbaton, pleonasmo, quiasmo, zeugma). Es importante tener en cuenta que, como en toda clasificación, no siempre son rígidos los límites entre unas y otras figuras. Por otra parte, la nueva retórica tiende cada vez más a buscar denominadores comunes en lugar de insistir en la aridez del mero catálogo.
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FIGURAS DE SIGNIFICACIÓN O TROPOS

2.1
Antítesis y oxímoron
En la antítesis se produce aproximación de dos palabras, frases, cláusulas u oraciones de significado opuesto, con el fin de enfatizar el contraste de ideas o sensaciones. Ejemplo de antítesis son los siguientes versos de Lope de Vega, en un poema que se refiere a la dificultad de consolar a un desdichado: “Fuego es el agua, el céfiro pesado,/ sierpes las flores, arenal el prado”. En el oxímoron se produce conjunción de opuestos, como ocurre con el adjetivo “agridulce”. Es también el caso de la “música callada” de san Juan de la Cruz. La palabra oxímoron es, ella misma, un oxímoron, ya que deriva del griego oxys, que significa ‘agudo’, y moron, que significa romo.
2.2
Antonomasia
Esta figura consiste en servirse de un adjetivo —que funciona como apelativo— o de una perífrasis que sustituyen a un nombre propio, partiendo de la idea de que le corresponde de manera incuestionable. Está muy relacionada con la metonimia y la sinécdoque, dado que implica una relación en la que lo específico (el individuo) es identificado mediante una fórmula genérica (la especie). Así, por ejemplo, Simón Bolívar es el Libertador; Jesucristo es llamado el Salvador; Aristóteles, el Estagirita; Alfred Hitchcock, el maestro del suspense. La antonomasia también incluye el procedimiento contrario: muchos nombres propios se han convertido en representación de los atributos del personaje originario y se utilizan como sustantivos comunes. En este caso, lo genérico es sustituido por lo individual. Así ocurre con ‘donjuán’, ‘quijote’, ‘celestina’, ‘hércules’, ‘tarzán’.
2.3
Comparación o símil
El símil establece un vínculo entre dos clases de ideas u objetos, a través de la conjunción comparativa ‘como’: “tu cabello sombrío/ como una larga y negra carcajada” (Ángel González); ‘cual’ y fórmulas afines como ‘tal’, ‘semejante’, ‘así’; flexiones del verbo ‘parecer’, ‘semejar’ o ‘figurar’. También deben tenerse en cuenta aquellos términos que indican parentesco o imitación. Entre otros ejemplos, se encuentra el tópico literario clásico del “sueño hermano de la muerte”; los versos de Luis de Góngora “Negro el cabello, imitador undoso/ de las obscuras aguas del Leteo”; o los de Francisco de Rioja “Pura, encendida rosa,/ émula de la llama que sale con el día”. La aposición también puede establecer una relación comparativa, como en este texto de Jorge Luis Borges: “esa ráfaga, el tango, esa diablura”.
2.4
Concepto
Baltasar Gracián
"Lo bueno, si breve, dos veces bueno", frase conceptista por excelencia, corresponde al escritor Baltasar Gracián. Sagaz escrutador de lo humano, llegó a igualar a los grandes maestros de la sátira con El criticón. Este fragmento pertenece a esta obra, considerada la más representativa de la novela alegórica española.

Metáfora elaborada, a menudo extravagante, que establece una analogía entre cosas totalmente disímiles. El uso de conceptos es especialmente característico de la poesía metafísica inglesa del siglo XVII y ha dado el nombre al conceptismo español (Véase también Barroco: Culteranismo y conceptismo), representado especialmente por Francisco de Quevedo y por Baltasar Gracián. La imagen de la ‘plaga’ le sirve a Quevedo para hacer una analogía entre langostas y letrados: “y todos se gradúan de doctores, bachilleres, licenciados y maestros, más por los mentecatos con quien tratan, que por las universidades; y valiera más a España langosta perpetua que licenciados al quitar”.
2.5
Eufemismo
Sustitución de un término o frase que tiene connotaciones desagradables o indecorosas por otros más delicados o inofensivos. Puede rozar a veces el lenguaje pretencioso o lisa y llanamente cursi, tendencia que el mismo Quevedo ridiculiza en La culta latiniparla (llamar “calendas purpúreas” a la menstruación). Tiene también connotaciones irónicas, como cuando designa ese lugar “donde la espalda pierde su honesto nombre”. Sirve, en muchos casos, como refuerzo de la doble moral y atenuación de los prejuicios: “una mujer de color” (negra); “la tercera edad” (la vejez). Una fórmula heredada de la edad media para designar la homosexualidad, el “pecado nefando” (el pecado que no debe mencionarse), se convirtió en el amor que no osa decir su nombre (Oscar Wilde) o el “amor oscuro” (Federico García Lorca).
2.6
Hipérbole y lítotes
La hipérbole consiste en exagerar los rasgos de una persona o cosa, ya por exceso (“veloz como el rayo” o “Érase un hombre a una nariz pegado”, Francisco de Quevedo), ya por defecto (“más lento que una tortuga” o “¿Qué me importaban sus labios por entregas...?”, Oliverio Girondo), y que lleva implícita una comparación o una metáfora.
La lítotes (o lítote o litotes), también llamada atenuación, consiste en decir menos para decir más. El procedimiento de la disminución es complementario del aumento propio de la hipérbole. Es muy frecuente en la lítotes el recurso de la negación: “no fue poco lo que hablaron” o, como en el siguiente ejemplo de Miguel de Cervantes: “Vio (D. Quijote) no lejos del camino una venta que fue como si viera una estrella que no a los portales, sino a los alcázares de su redención le encaminaba”. A veces la entonación marca el énfasis de la lítotes. Después de una enumeración de esfuerzos y actividades realizadas, el emisor pregunta: “¿Te parece poco?”, con lo que se aproxima a la ironía.
2.7
Metonimia y sinécdoque
Uso de una palabra o frase por otra con la que tiene una relación de contigüidad, como el efecto por la causa (la “dolorosa”, por la cuenta que hay que pagar), lo concreto por lo abstracto (“unos nacen con estrella...”), el instrumento por la persona que lo utiliza (“una de las mejores plumas del país” por un escritor determinado) y otras construcciones similares. Borges cita dos ejemplos de Lugones: “áridos camellos” y “lámparas estudiosas”, y uno de Virgilio: “Ibant obscuri sola sub nocte per umbras” (Iban oscuros bajo la noche sola entre las sombras). En todos ellos puede hablarse de desplazamientos metonímicos. El efecto metonímico puede observarse en los cuadros del pintor Giuseppe Arcimboldo, en los que cada personaje es retratado a través de los objetos que representan su función: el busto de El bibliotecario está formado por libros, por ejemplo.
Mientras que la metonimia se rige por relaciones de contigüidad, en la sinécdoque dominan las de inclusión: el todo por la parte, la parte por el todo, la especie por el género y viceversa, el singular por el plural. Puede estudiarse, como todas las demás figuras, en otras artes y no sólo en la literatura: la mano que aprieta el gatillo (es una parte del todo, persona), los pies suspendidos del ahorcado.
2.8
Paradoja
Enunciado que resulta absurdo para el sentido común o para las ideas preconcebidas. Ejemplos: “vivo en conversación con los difuntos/ y escucho con mis ojos a los muertos” (Quevedo); “murió mi eternidad/ y estoy velándola” (César Vallejo).
2.9
Personificación
Ejemplo de personificación
En este fragmento, recitado por un actor, de Alocución a la Poesía, el escritor y político venezolano, Andrés Bello habla a la Poesía, un nombre abstracto, como si fuera una persona, figura retórica que se llama personificación.

Representación de objetos inanimados o ideas abstractas como seres vivientes. Es frecuente en la fábula. Hay personificación en: “La memoria tocará las palabras que te oí” (Andrés Sánchez Robayna) y en “Como una mariposa/ la viola apenas viola/ el reposo del aire (Ángel González).
2.10
Sinestesia
La sinestesia consiste en la unión de dos imágenes que pertenecen a diferentes mundos sensoriales, como “verde chillón”, donde lo visual se une con lo auditivo. Algunos estudiosos la consideran una variante de la metáfora.
3
FIGURAS DE DICCIÓN

3.1
Calambur
Se produce cuando las sílabas de una o más palabras agrupadas de otra manera dan un significado diferente y hasta contradictorio. Además de su uso literario también se utiliza mucho en retahílas, adivinanzas y juegos de palabras, propios del lenguaje oral, como “Y lo es, y lo es, quien no lo adivine tonto es” (Hilo es, hilo es...); “Lana sube, lana baja” (la navaja). Un ejemplo literario se encuentra en la frase mordaz que utilizó Francisco de Quevedo para referirse a Lope de Vega: “A este Lopico” (A éste, lo pico).
3.2
Metátesis
Es una figura en la preceptiva tradicional y se produce cuando un sonido cambia de lugar en una palabra. También es un fenómeno frecuente en el habla vulgar, como “Grabiel” por Gabriel o “cocreta” por croqueta. Esta transposición era muy frecuente en latín vulgar y a ella se deben muchas voces del léxico español: así, la palabra latina perículu(m) en latín vulgar era periglo, y ésta en castellano derivó, por metátesis, en peligro; el mismo fenómeno se produjo en spatula(m) > espadla > espalda.
3.3
Paragoge
Se considera figura retórica, licencia métrica o expresión coloquial y consiste en añadir un sonido al final de una palabra, así “huéspede” por huésped. Entre otros ejemplos literarios pueden citarse el “Ay mísero de mí/ay infelice” de Calderón de la Barca y los siguientes versos de un texto medieval: “De las dos hermanas, dose,/ ¡válame la gala de la menore!”. En español, la paragoge ha sido muy utilizada para la incorporación de vocablos extranjeros que acababan en una consonante extraña en esa posición. así, de club, ‘clube’; de telephon, ‘teléfono’; de diskett, ‘disquete’. A veces, no obstante, se producen incorrecciones tratando de seguir esta tendencia de la lengua española y es considerado un vulgarismo decir ‘fraque’ por frac.
3.4
Paronomasia
Combinación de palabras que tienen una fonética parecida pero un significado distinto; por ejemplo, este verso de Francisco de Quevedo: “Con dados ganan condados”. Es un recuso muy utilizado en adivinanzas, retahílas, cuentos tradicionales y chistes: “Poco a poco hila la vieja el copo”.
4
FIGURAS DE REPETICIÓN

4.1
Anáfora
Ejemplo de anáfora
La repetición de la palabra mientras, al principio de cada verso, en la Rima 39, del escritor romántico español Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) es un perfecto ejemplo de anáfora.

La anáfora consiste en repetir una o varias palabras al principio de una frase, o de varias, para conseguir efectos sonoros o remarcar una idea. Sirvan como ejemplos de las dos posibilidades una canción de corro: “Bate, bate, chocolate,/ con harina y con tomate”; y un poema de Miguel Hernández: “Menos tu vientre/ todo es confuso./ Menos tu vientre/ todo es futuro/ fugaz, pasado/ baldío, turbio. Menos tu vientre/ todo inseguro,/ todo postrero/ polvo sin mundo./ Menos tu vientre/ todo es oscuro,/ menos tu vientre/ claro y profundo”. En los siguientes versos de Fuenteovejuna de Lope de Vega, puestos en boca de Laurencia, el énfasis anafórico se acentúa mediante el recurso enumerativo y el clímax implícito en los sustantivos utilizados: “Dadme unas armas a mí, pues sois piedras, pues sois bronces, pues sois jaspes, pues sois tigres...”.
4.2
Apóstrofe
Mediante el apóstrofe, el hablante interrumpe el discurso para dirigirse a una persona ausente o muerta, a un objeto inanimado, a una idea abstracta, a quienes lo escuchan o leen o a sí mismo. Es frecuente, por tanto, en la plegaria, en los soliloquios o monólogos, en las invocaciones, como en el siguiente ejemplo de Gustavo Adolfo Bécquer: “Olas gigantes que os rompéis bramando/ En las playas desiertas y remotas,/ En las playas desiertas y remotas,/ Llevadme con vosotras”.
4.3
Clímax y anticlímax
Ejemplo de anticlímax
En esta milonga del escritor, poeta y ensayista Jorge Luis Borges —que recita él mismo— la frase "que entenderán los más lerdos" rompe el tono lírico y nostálgico abruptamente, lo cual es un ejemplo de anticlímax.

El clímax o gradatio consiste en disponer palabras, cláusulas o periodos según su orden de importancia o según un criterio de gradación ascendente. Es frecuente en las enumeraciones, como en esta estrofa de César Vallejo: “Y todavía,/ aun ahora,/ al cabo del cometa en que he ganado/ mi bacilo feliz y doctoral,/ he aquí que caliente, oyente, tierro, sol y luno,/ incógnito atravieso el cementerio,/ tomo a la izquierda, hiendo/ la yerba con un par de endecasílabos,/ años de tumba, litros de infinito,/ tinta, pluma, ladrillos y perdones”.
En el anticlímax o degradatio se da una serie de ideas que abruptamente disminuye en dignidad e importancia al final de un periodo o pasaje, generalmente para lograr un efecto satírico. Como ilustración del anticlímax valga el siguiente fragmento de Enrique Jardiel Poncela hablando de sí mismo en Amor se escribe sin hache: “Gano mi dinero honradamente, con el trabajo de mi cerebro, lo cual es poco frecuente entre gente de pluma (literatos y avestruces)”.
4.4
Exclamación
Forma del lenguaje que expresa una emoción intensa como el temor, el dolor o la sorpresa. Se distingue por la entonación a la que normalmente acompañan, aunque no siempre, los signos exclamativos. De Vicente Aleixandre, que ha expresado el valor interjectivo del lenguaje poético, son estos versos: “¡Quién un beso pusiera en esa piedra,/ piedra tranquila que espesor de siglos/ es a una boca!/ ¡Besa, besa! ¡Absorbe!”. A Alejandra Pizarnik pertenece el ejemplo siguiente, donde se han eliminado los signos pero su entonación es claramente exclamativa: “Oh ayúdame a escribir el poema más prescindible/ el que no sirva ni para ser inservible/ ayúdame a escribir palabras/ en esta noche/ en este mundo”.
4.5
Interrogación
Ejemplo de interrogación retórica
No es que Jorge Manrique no sepa lo que ha sucedido con los caballeros y torneos del pasado, sino que está haciendo una interrogación retórica.

La interrogación, desde el punto de vista retórico, es aquella que no se realiza para obtener información sino para afirmar con mayor énfasis la respuesta contenida en la pregunta misma o, en otros casos, la ausencia o imposibilidad de respuesta. Muy frecuente en la poesía de Juan Gelman, como lo demuestran estos versos del poema “Cartas”: “¿hay caballos para derrotar al enemigo?/ el que vivió 5 días/ ¿no es un caballo para derrotar al enemigo?/ ¿no está galopando o corriendo ahora entre tus brazos y mis brazos, amada?”.
4.6
Onomatopeya
Imitación con palabras de sonidos naturales: frufrú, tictac, tintineo. La armonía imitativa es una figura próxima a la onomatopeya y a la aliteración (véase Versificación) y permite reproducir ciertos efectos auditivos y hasta emotivos mediante la repetición de determinados fonemas. Un buen ejemplo de armonía imitativa y onomatopeya es el poema representable de Rafael Alberti “Buster Keaton busca por el bosque a su novia, que es una verdadera vaca”.
5
FIGURAS DE CONSTRUCCIÓN

5.1
Anacoluto
Consiste en abandonar la construcción sintáctica con la que se iniciaba una frase y pasar a otra porque en ese momento ha surgido una idea que se ha hecho dominante, con la consecuencia de una falta de coherencia gramatical. Fue un recurso muy utilizado en la literatura clásica por su expresividad y también es muy frecuente en el lenguaje coloquial: “Yo, no tienes razón porque...”, dice alguien en un coloquio al tomar la palabra y expresar su opinión. La frase sintácticamente correcta sería: “Yo no estoy de acuerdo contigo porque...”, pero con el anacoluto llama la atención del interlocutor sobre su persona y lo predispone a que lo escuche. Constituye un ejemplo literario esta estrofa de Jorge Manrique: “Aquel de buenos abrigo/ amado por virtüoso/ de la gente,/ el maestre don Rodrigo/ Manrique, tanto famoso/ y tan valiente,/ sus grandes hechos y claros/ no cumple que los alabe,/ pues los vieron,/ ni los quiero hacer caros,/ pues el mundo todo sabe/ cuáles fueron”. En esta oración en verso, la frase “Aquel de buenos amigos”, que se anuncia como sujeto, seguida de complementos y aposición, queda sin verbo, y se inicia otra cláusula que pone el acento en los “grandes hechos y claros” para dar paso al yo del poeta que, sirviéndose del tópico de la modestia, declara que no hace falta alabarlos ni encarecerlos.
5.2
Asíndeton y polisíndeton
Tanto el asíndeton como el polisíndeton podrían también ser incluidos dentro de las figuras de repetición. El asíndeton consiste en eliminar nexos sintácticos, generalmente conjunciones, entre términos que deberían ir unidos. Se usa mucho en el lenguaje literario y coloquial y produce un efecto de rapidez. Un ejemplo de asíndeton muy conocido es la frase de Julio César: Veni, vidi, vici (Vine, vi, vencí).
El polisíndeton, por el contrario, consiste en repetir conjunciones con el fin de dar más expresividad a la frase. Se usa mucho en los cuentos tradicionales e infantiles: “Cuando Alí Babá entró en la cueva quedó maravillado ante tantas riquezas: había monedas de oro y brillantes y ricas sedas y perlas y zafiros...”. Según la Real Academia de la Lengua, la construcción polisindética implica una intensificación creciente de sumandos.
5.3
Hipérbaton
Luis de Góngora
En estos primeros versos, recitados por un actor, de las Soledades de Luis de Góngora se aprecian una sucesión de metáforas, como estación florida: 'la primavera', robador de Europa 'Zeus', media luna las armas de su frente: 'cuernos', porque Zeus se transformó en toro para raptarla, el sol todos los rayos de su pelo: 'cabellos rubios' y también los rayos que en la iconografía de Zeus suelen representársele en la cabeza. El retrato de la ilustración fue pintado por Diego de Silva Velazquez.

Alteración del orden lógico de los términos en una oración (gramática). Suele usarse más en la lengua escrita que en la oral. Esta figura retórica es muy utilizada en el lenguaje literario, especialmente en la poesía y, sobre todo, por razones métricas y rítmicas, como en este verso endecasílabo de Garcilaso de la Vega: “de verdes sauces hay una espesura”. El orden lógico (“hay una espesura de verdes sauces”) no modifica la cantidad de sílabas pero hace que se pierda el acento normativo en la sexta sílaba —”hay” en el verso original— (véase Versificación). Desde el punto de vista semántico, el verso así dispuesto anticipa al lector la imagen visual de los sauces que forman la espesura. El hipérbaton es una figura muy frecuente, además, en la literatura barroca y en aquellos poetas que intentan reproducir el orden de la sintaxis latina.
5.4
Pleonasmo
Esta figura consiste en utilizar palabras innecesarias, es decir, que no añaden información a la frase, con el fin de enfatizar o realzar una idea, como: “lo vi con mis propios ojos”, aunque a veces es una incorrección lingüística: “subir arriba”.
Es un recurso muy utilizado en literatura, como “De los sus ojos tan fuertemiente llorando”, primer verso del Cantar de Mio Cid que enfatiza el llanto del héroe al abandonar su casa camino del destierro.
5.5
Quiasmo
El nombre de esta figura deriva de la letra griega ji, cuya grafía se parece a la de la equis, y consiste en presentar de manera cruzada dos ideas paralelas e invertidas. Siempre son cuatro elementos que se corresponden como los puntos extremos de un aspa: “Cuando tenía hambre, no tenía comida y ahora que tengo comida, no tengo hambre”.
5.6
Zeugma
Construcción sintáctica que consiste en utilizar una sola vez una palabra, aunque ésta se refiera a otras más del periodo. Un ejemplo de zeugma es el retrato que Miguel de Cervantes hace de Alonso Quijada en el primer capítulo de Don Quijote de la Mancha: “Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza”. La forma verbal “era”, usada una sola vez con la frase “de complexión recia”, está implícita en todos los rasgos que describen (y definen) al personaje.
Existe también el zeugma llamado complejo: al final de una serie de elementos del mismo nivel sintáctico se introduce una función gramatical diferente, que actúa como factor sorpresivo y de ruptura. El cuento “No se culpe a nadie”, de Julio Cortázar, se cierra con un zeugma complejo: “...un aire fragoroso que te envuelva y te acaricie y doce pisos”.


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