Guerras Balcánicas





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Guerras Balcánicas

Guerras Balcánicas, nombre por el que son conocidas las dos contiendas consecutivas libradas entre Serbia, Montenegro, Grecia, Rumania, Bulgaria y el Imperio otomano durante 1912 y 1913 por la posesión de los territorios de este último en la península de los Balcanes. Estas guerras perjudicaron gravemente las alianzas europeas y contribuyeron a avivar la ya candente situación que en 1914 llevó al estallido de la I Guerra Mundial.

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ANTECEDENTES
Al término de la Guerra Turco-rusa que había dado comienzo en 1877, el Tratado de Berlín, firmado el 13 de julio de 1878, otorgó la condición de principado autónomo a Bulgaria, en tanto que las regiones de Rumelia oriental y parte de Macedonia (pertenecientes hasta entonces a la Gran Bulgaria) quedaron bajo el control de los turcos otomanos. En 1885 estalló una rebelión en Rumelia oriental que concluyó con la unificación de la región con Bulgaria. Rusia se opuso a esta anexión y ordenó la retirada de sus oficiales alistados en el Ejército búlgaro. El rey serbio Milan Obrenovic aprovechó esta circunstancia para intentar ver cumplidas sus aspiraciones territoriales, y el 14 de noviembre de 1885 Serbia declaró la guerra a Bulgaria. Serbia fue derrotada en una campaña que duró menos de cinco meses, pero se salvó de una aniquilación total gracias a la intervención del Imperio Austro-Húngaro. A este episodio bélico le siguieron varias intrigas de carácter internacional. Conspiradores rusos y búlgaros secuestraron al príncipe Alejandro de Battenberg (soberano del principado de Bulgaria), quien fue rescatado pocos días después. Se vio obligado a abdicar y finalmente abandonó el país en septiembre de 1886. El príncipe Fernando, miembro de la dinastía de Sajonia-Coburgo-Gotha (desde 1908 Fernando I, rey de Bulgaria), sucedió a Alejandro un año después.
El Imperio Austro-Húngaro desempeñó un papel destacado en los levantamientos de los Balcanes. Los distintos ministros de Asuntos Exteriores austriacos intentaron sembrar la discordia entre los países eslavos (Bulgaria y Serbia) y los demás (Grecia y Rumania). En 1908 estuvo a punto de producirse otra guerra cuando Austria-Hungría se anexionó Bosnia-Herzegovina, una acción que ofendió profundamente a Serbia.

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PRIMERA GUERRA BALCÁNICA
Primera Guerra Balcánica
La tensión acumulada en la península de los Balcanes a lo largo del verano de 1912 estalló en octubre de ese año, cuando Montenegro declaró la guerra al Imperio otomano. Poco después, otros estados de la zona apoyaron la causa montenegrina, originándose así la primera Guerra Balcánica. Los otomanos firmaron un armisticio con Bulgaria, Grecia y Serbia el 19 de abril de 1913. Montenegro aceptó la tregua pocos días después. Entre el 20 y el 30 de mayo se celebró una conferencia de paz que dio como resultado el Tratado de Londres: el Imperio otomano cedía la isla de Creta a Grecia, abandonaba todos los territorios europeos situados al oeste de una línea imaginaria trazada desde el puerto de Midia (Mydie), en el mar Negro, hasta Enos (Enez), en el mar Egeo, y consentía que Albania pasara a ser un
Hulton-Deutsch Collection/Corbis
La revolución de los Jóvenes Turcos (iniciada en 1908 y que un año después logró destronar al sultán Abdülhamit II) y la victoria italiana en la Guerra Ítalo-turca (1911-1912), al acrecentar la debilidad del Imperio otomano, proporcionaron a los estados balcánicos la oportunidad de desquitarse de sus antiguos opresores. Serbia forjó una alianza con Bulgaria en marzo de 1912 y Grecia firmó un convenio militar con este país en mayo del mismo año. La tensión fue incrementándose progresivamente en la península de los Balcanes a lo largo del verano de 1912, especialmente después del 14 de agosto, fecha en la que Bulgaria envió una petición al gobierno del sultán Mehmet V en la que reclamaba la concesión de la autonomía de Macedonia, entonces parte del Imperio otomano. Los estados balcánicos comenzaron a movilizarse el 30 de septiembre y, ocho días después, Montenegro declaró la guerra al Imperio otomano. El 18 de octubre, los aliados balcánicos entraron en el conflicto en apoyo de la causa montenegrina, originándose así la primera Guerra Balcánica.
La alianza balcánica obtuvo varias victorias decisivas sobre los turcos durante los dos meses siguientes, lo que obligó a éstos a renunciar a Albania, Macedonia y prácticamente a todas sus posesiones en el sureste de Europa. A finales de noviembre, los otomanos solicitaron un armisticio cuyo acuerdo fue firmado el 3 de diciembre por todos los aliados balcánicos a excepción de Grecia, que prosiguió las operaciones militares contra los turcos. Avanzado ya el mes, los representantes de las facciones enfrentadas se reunieron con las principales potencias europeas en Londres para discutir la cuestión balcánica. Los turcos rechazaron las condiciones de paz reclamadas por los estados balcánicos, de manera que las reuniones de Londres concluyeron sin éxito el 6 de enero de 1913. El 23 de enero, un grupo nacionalista radical tomó el poder en el Imperio otomano a través de un golpe de Estado, por lo que la lucha se reanudó al cabo de una semana.
En los siguientes enfrentamientos, los griegos tomaron Ioanina (en la región de Epiro, hoy perteneciente a Grecia) y Bulgaria conquistó Adrianópolis (la actual ciudad turca de Edirne). Los otomanos firmaron un armisticio con Bulgaria, Grecia y Serbia el 19 de abril de 1913. Montenegro aceptó la tregua pocos días después. El 20 de mayo se celebró en Londres una nueva conferencia de paz en la que las principales potencias europeas actuaron nuevamente como mediadoras. En el Tratado de Londres —fruto del encuentro que finalizó el 30 de mayo— se estipulaba que los turcos debían ceder la isla de Creta a Grecia y abandonar todos los territorios de Europa que quedaban al oeste de una línea imaginaria trazada desde el puerto de Midia (Mydie), en el mar Negro, hasta Enos (Enez), una ciudad de la costa del mar Egeo (ambos en la actual Turquía). Albania, que había estado bajo la soberanía turca, pasó a ser un principado musulmán independiente. Las negociaciones referentes a cuestiones fronterizas y al estatus de las islas del Egeo y de la propia Albania se encomendaron a una comisión internacional.

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SEGUNDA GUERRA BALCÁNICA
El Tratado de Londres creó fricciones entre los aliados balcánicos, especialmente entre Serbia y Bulgaria. Una de las causas de la desavenencia fue la negativa de Bulgaria a reconocer la reivindicación serbia sobre la posesión de determinadas áreas de Macedonia que se hallaban bajo control búlgaro. Además, Serbia deseaba vengarse por no haber podido conseguir ningún territorio en la costa adriática. El 1 de junio de 1913, Grecia y Serbia pusieron fin a su alianza con Bulgaria, lo que provocó el estallido de la segunda Guerra Balcánica el 29 de junio. En esta fecha, un general búlgaro, que no actuaba bajo las órdenes de su gobierno, lanzó un ataque sobre las posiciones defensivas serbias. Aunque el gobierno búlgaro negó tener conocimiento alguno de esta ofensiva, Grecia y Serbia le declararon la guerra el 8 de julio. Dos semanas después, Montenegro, Rumania y el Imperio otomano también declararon la guerra a Bulgaria. El 30 de julio, los búlgaros, incapaces de enfrentarse a esta coalición, solicitaron un armisticio que les fue concedido.
Según el acuerdo de paz resultante, denominado Tratado de Bucarest y firmado en la capital rumana el 10 de agosto, Bulgaria perdió una parte considerable de su territorio, incluidos unos 7.700 km cuadrados asignados a Rumania. Entre otras compensaciones, la mayor parte de Macedonia pasó a manos serbias y griegas. Bulgaria tuvo que ceder una gran extensión de su territorio a los turcos en virtud de posteriores acuerdos.
Las Guerras Balcánicas influyeron profundamente en el curso posterior de la historia de Europa. El desmantelamiento del Imperio otomano y de Bulgaria originó tensiones igualmente peligrosas en el sureste europeo. Los tratados de paz facilitaron la formación de un Estado serbio fuerte y ambicioso, pero también infundieron temor y un resentimiento antiserbio en el vecino Imperio Austro-Húngaro. En 1914, el asesinato de Francisco Fernando de Habsburgo, archiduque de Austria y heredero del trono imperial, proporcionó a Austria-Hungría un pretexto para invadir Serbia, lo que motivó el estallido de la I Guerra Mundial.

Guerra Ruso-japonesa





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Guerra Ruso-japonesa

Guerra Ruso-japonesa, conflicto armado entre Rusia y Japón ocurrido en 1904-1905. La causa de la guerra fue que la expansión rusa en Asia oriental chocó con los planes japoneses de tomar posiciones en el continente asiático. Rusia y otras potencias europeas consiguieron evitar que Japón lograra el control sobre Corea después de la Guerra Chino-japonesa (1894-1895). En 1898, Rusia arrebató Port Arthur a China, con la intención de convertirlo en importante puerto asiático y cuartel general de la potencia marítima rusa en el Pacífico. Rusia envió numerosas tropas a Dongbei Pingyuan (Manchuria) durante la rebelión Bóxer de 1900, pero, debido a la alianza anglo-japonesa de 1902, prometió abandonar el territorio chino. Sin embargo, no mantuvo su promesa y en junio de 1903 Japón propuso un acuerdo mutuo que reconocía los intereses de Japón en Corea y los de Rusia en Dongbei Pingyuan (Manchuria), y aseguraba la integridad de China y Corea, pero Rusia lo rechazó. En la noche del 8 de febrero de 1904, la armada japonesa lanzó un ataque sorpresa contra Port Arthur y después bloqueó la flota rusa, bastante perjudicada. El 10 de febrero se produjo la declaración oficial de guerra por parte de Japón.

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PRIMERAS BATALLAS
En marzo de 1904, el Primer Ejército japonés desembarcó en Corea en Chemulpo (actualmente Inch'ŏn) y en Nampo. Se enfrentó a los rusos a finales del mes de abril en el río Yalu. El comandante en jefe ruso, el general Alexéi Nikoláievich Kuropatkin, decidió mantener una postura defensiva en la península de Liaodong hasta que llegaran los refuerzos suficientes que le permitieran lanzar la ofensiva. Sus fuerzas se hallaban desplegadas ocupando una distancia de unos 24 kilómetros. El comandante japonés, el general Tamemoto Tamesada Kuroki, logró una superioridad numérica de 4 a 1 en la ciudad de Uiju, y el 1 de mayo tomó por asalto uno de los puentes del río Yalu. Las pérdidas japonesas alcanzaron a unos 1.100 hombres de un contingente de 40.000 combatientes. Los rusos perdieron unos 2.300 hombres de unas tropas de 7.000 combatientes.
En el mes de mayo el Segundo Ejército japonés, a las órdenes del general Yasukata Oku desembarcó en la península de Liaodong, cortó las comunicaciones entre Port Arthur y las principales fuerzas rusas en Dongbei Pingyuan (Manchuria), tomó la ciudad de Kinchow (actualmente Jing Xian, o Ching Hsien), venció en la batalla de Nanshan (30 de mayo) y sitió Port Arthur. El Tercer Ejército japonés, bajo el mando del general Maresuke Nogi, desembarcó en la costa oriental de Corea, y el Cuarto Ejército, a las órdenes del general Michitsura Nodzu, desembarcó en Gushan (Kushan) en la costa de Dongbei Pingyuan (Manchuria).
Nicolás II, emperador de Rusia, ordenó a Kuropatkin defender Port Arthur, y envió sus principales fuerzas a Liaoyang. Tras derrotar a un contingente ruso formado por 25.000 hombres en Wafangu (Wafangtien) el 14 de junio, los japoneses comenzaron a converger en Liaoyang. Kuropatkin atacó las fuerzas de Kuroki a finales de julio y después regresó a Liaoyang. La batalla de Liaoyang se libró entre el 25 de agosto y el 4 de septiembre. A pesar de que los efectivos japoneses eran menos numerosos (130.000 frente a 180.000), derrotaron a los rusos, que tuvieron que retirarse a Shenyang (Mukden).
La campaña japonesa había tenido éxito, pero cada vez contaba con menos hombres bien adiestrados. Por otra parte, el ejército de Kuropatkin recibía refuerzos a través de la línea del ferrocarril Transiberiano (unos 30.000 hombres al mes), y el comandante en jefe decidió atacar. La primera ofensiva rusa fue un ataque fluvial emprendido en el Sha He (Sha Ho), que duró desde el 5 hasta el 17 de octubre, y un segundo ataque en Sandepu los días 26 y 27 de enero de 1905. Sin embargo, ambas ofensivas fracasaron y ninguna de ellas resolvió la situación.

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VICTORIAS JAPONESAS
El tiempo jugaba a favor de Rusia, y los japoneses, que habían sitiado Port Arthur desde mayo, trataron de tomarlo por asalto una vez más. Tras un sangriento ataque que duró diez días, en el cual perdieron 10.000 hombres, los japoneses tomaron la posición clave, llamada “la colina de los 203 metros”, el 5 de diciembre de 1904. El 2 de enero de 1905 se rindió el general ruso Anatoli Mijáilovich Stësel.
Kuropatkin y el comandante japonés, Iwao Oyama, podían ahora reunir a sus fuerzas alrededor de Shenyang. Entre el 19 de febrero y el 10 de marzo los japoneses tomaron la ofensiva. Aunque sus efectivos eran menos numerosos (270.000 frente a 330.000) e inferiores en artillería, los japoneses obligaron a los rusos a entregar Shenyang y a retirarse hacia el norte. Los rusos perdieron unos 90.000 hombres y los japoneses unos 50.000 combatientes. La batalla acabó prácticamente con las hostilidades en tierra, pero Japón aún se enfrentaba a la amenaza de la potencia marítima rusa.
Con sus fuerzas navales del Lejano Oriente contenidas por los japoneses, los rusos decidieron sacar la Flota Báltica de aguas europeas. La flota, formada por cuarenta y cinco barcos, partió el 15 de octubre de 1904 del puerto del mar Báltico de Liepāja a las órdenes del almirante Zinovy Petróvich Rozhdiéstvensky. Tras bordear África y cruzar el océano Índico, la flota alcanzó el mar de la China a principios de mayo de 1905 y se dirigió a Vladivostok. Los japoneses, a las órdenes del almirante Heihachiro Togo, interceptaron y aniquilaron la flota entre el 27 y el 29 de mayo en el estrecho de Tsushima, entre Corea y Japón. La flota japonesa, que era superior en velocidad y armamento, hundió, capturó o dañó 8 acorazados, 9 cruceros, 6 buques de vapor para servicios especiales y otros barcos de la Flota Báltica. Murieron unos 4.000 rusos, y 3 almirantes y 7.300 marineros fueron capturados. Los japoneses solo perdieron 3 torpederos, 116 hombres y contabilizaron 538 heridos.

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CONSECUENCIAS
Guerra Ruso-japonesa
La Guerra Ruso-japonesa comenzó el 8 de febrero de 1904 cuando los japoneses atacaron las naves rusas fondeadas en Port Arthur. A finales del siglo XIX, Rusia había negociado con China el derecho a ampliar la ruta del ferrocarril Transiberiano a lo largo de la zona china de Dongbei Pingyuan (Manchuria) para establecer una base estratégica en Port Arthur. Este conflicto asentó la posición de Japón como potencia mundial.

Después de Port Arthur y las derrotas de Shenyang y Tsushima, el zar aceptó la oferta de mediación del presidente de Estados Unidos Theodore Roosevelt. Los japoneses, que a pesar de la victoria se hallaban económicamente empobrecidos, también accedieron a negociar. El 5 de septiembre de 1905 se firmó el Tratado de Portsmouth. Rusia entregó Liaoyang y Port Arthur, cedió la mitad sur de la isla de Sajalín, abandonó Dongbei Pingyuan (Manchuria) y reconoció la influencia japonesa sobre Corea. Dos meses después de la firma del tratado, estalló la revolución de 1905 en Rusia. Japón convirtió a Corea en protectorado y en 1910 lo anexionó formalmente.

Guerra Mexicano-estadounidense





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Guerra Mexicano-estadounidense

Guerra Mexicano-estadounidense, conflicto bélico que enfrentó a Estados Unidos y México, desde 1846 hasta 1848, cuyo desenlace final supuso la pérdida de una inmensa cantidad de territorios de este último en beneficio de aquel país.

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LAS CAUSAS DEL CONFLICTO
Las causas principales de la guerra fueron: la anexión de la República de Texas llevada a cabo el 29 de diciembre de 1845 por Estados Unidos, que la convirtió en su 28º estado; las reclamaciones de aquellos ciudadanos estadounidenses contra el gobierno mexicano, que habían sido heridos y sus propiedades arrasadas durante los frecuentes enfrentamientos civiles entre liberales y conservadores mexicanos en esta época; y, por último, el deseo de Estados Unidos de adquirir California y Nuevo México (entonces provincias mexicanas), donde se había creado un grupo autonomista que se oponía a la centralización impuesta por los conservadores mexicanos a través de las denominadas Siete Leyes, de 1836, y de la consiguiente instauración de la República de carácter centralista en México. Dado que, al contrario que en Texas, no eran muchos los colonos estadounidenses que habitaban esos territorios, existía el temor en Estados Unidos a que cayeran bajo control británico o francés.

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EL ORIGEN INMEDIATO DE LA GUERRA
En noviembre de 1845, el presidente James K. Polk envió al diplomático John Slidell a México para negociar una modificación de las fronteras, a cambio de la asunción por el gobierno de Estados Unidos de las reclamaciones de los ciudadanos estadounidenses contra México, y también para hacer una oferta de compra de California y Nuevo México. Las autoridades mexicanas rehusaron negociar con Slidell a pesar de su debilidad interna, fruto del enfrentamiento abierto entre liberales federalistas y conservadores centralistas y del tesoro exhausto tras la guerra en Texas y la llamada guerra de los Pasteles, y del hecho de haber sofocado la sublevación de Yucatán y otros intentos secesionistas en Sonora y Tamaulipas. Además, el gobierno mexicano estaba totalmente pendiente de pronunciamientos militares, de distinto signo, que debilitaban su posición y su cohesión militar. Simultáneamente, tropas estadounidenses al mando del general Zachary Taylor avanzaron hacia la desembocadura del río Grande del Norte (río Bravo), que Texas consideraba su frontera meridional. México, que reclamaba como auténtica frontera el río Nueces (al noreste de río Grande del Norte), consideró la maniobra del ejército de Taylor como un acto de agresión, por lo que en abril de 1846 envió tropas hacia esa zona. A su vez, el presidente Polk afirmó que el avance mexicano era una invasión del territorio de Estados Unidos y presionó en el Congreso, que declaró formalmente la guerra a México el 13 de mayo de 1846. México, por su parte, hizo el 7 de julio de 1846 su propia declaración de guerra.

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EL DESARROLLO DEL CONFLICTO
Sitio de Veracruz
Durante la Guerra Mexicano-estadounidense, las tropas invasoras desembarcaron en la costa atlántica mexicana el 9 de febrero de 1847 y cercaron la ciudad de Veracruz, que fue conquistada el 29 de marzo siguiente por el general Winfield Scott.

El plan de la campaña militar estadounidense constaba de tres objetivos: la invasión del norte de México llevada a cabo por Taylor; la ocupación de Nuevo México (agosto de 1846) y California (julio de 1846) por tropas al mando del coronel Stephen Watts Kearny; y, por último, el bloqueo de las costas mexicanas. Incluso antes de que se declarara oficialmente la guerra, Taylor ya había derrotado a los mexicanos en las batallas de Palo Alto (8 de mayo de 1846) y Resaca de la Palma (9 de mayo), obligándoles a retroceder hacia el río Grande del Norte; sólo entonces se adentró en México, ocupó Matamoros (en Tamaulipas) el 18 de mayo, conquistó Monterrey (24 de septiembre) y se enfrentó a las fuerzas mexicanas, al mando del general y presidente Antonio López de Santa Anna, en la tenazmente disputada batalla de Buena Vista (22 y 23 de febrero de 1847). Kearny ocupó lo que hoy es Nuevo México, e, internándose en California, participó en la conquista de ese territorio. Bajo el mando del comodoro John Drake Sloat y del capitán John Charles Frémont, California ya había declarado su independencia de México, siendo declarado en julio de 1846 territorio de Estados Unidos.
Batalla de Chapultepec
La Guerra Mexicano-estadounidense, que acaeció desde 1846 hasta 1848, tuvo en el asalto al cerro de Chapultepec (en la ciudad de México) uno de sus hechos más famosos. La defensa del castillo que corona el cerro, ejercida por cadetes (que son conocidos como los Niños Héroes) el 13 de septiembre de 1847, ha pasado a formar parte de la memoria histórica de todos los mexicanos. Esta litografía en color, de 1847, es obra de Nathaniel Currier (quien, diez años más tarde se uniría a James Merritt Ives para formar la empresa de litógrafos estadounidense Currier & Ives).

A pesar de estas victorias estadounidenses y del éxito del bloqueo, México se negó a reconocer su derrota, por lo que Estados Unidos decidió enviar una expedición militar para conquistar la capital mexicana y poner así fin a la guerra. Tras un prolongado y cruento cañoneo de la ciudad, las tropas estadounidenses al mando del general Winfield Scott, que había desembarcado el 9 de febrero con 13.000 hombres, conquistaron Veracruz (29 de marzo de 1847) y derrotaron a los mexicanos —que al mando del general Santa Anna le esperaban— en Cerro Gordo, y posteriormente en Contreras y Churubusco. Más tarde, ocuparon Casa Mata y Molino del Rey; y, a continuación, tomaron al asalto el castillo situado en el cerro de Chapultepec —a pesar de la tenaz resistencia de los cadetes del Colegio Militar, popularmente conocidos como los Niños Héroes—, ruta de acceso a la ciudad de México, que cayó el 14 de septiembre de 1847.

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LAS CONSECUENCIAS DE LA GUERRA
Tratado de Guadalupe Hidalgo
Última página (con las pertinentes firmas de consentimiento de las partes) del Tratado de Guadalupe Hidalgo, signado por Estados Unidos y México el 2 de febrero de 1848. Este acuerdo puso fin a la guerra que ambos estados libraban desde 1846.

El Tratado de Guadalupe Hidalgo, firmado el 2 de febrero de 1848, restableció la paz, que supuso para México la pérdida de más de la mitad de su territorio original. El río Grande del Norte se convirtió en la frontera meridional de Texas, mientras que California y Nuevo México fueron cedidos a Estados Unidos. En contrapartida, Estados Unidos desembolsó a México la suma de 15 millones de dólares, pagaderos en cinco plazos anuales, y se comprometió a solucionar todas las reclamaciones de sus ciudadanos contra México, que superaban los 3,5 millones de dólares.
La guerra con Estados Unidos supuso para México la pérdida de más del 55% de su territorio (2.400.000 km2), en tanto que Estados Unidos, cumpliendo con la doctrina del destino manifiesto, proclamada por John L. Sullivan en 1845, se anexionó tierras de enormes riquezas agrícolas, mineras y petroleras, puertos excelentes y logró una dominante situación estratégica y geopolítica mundial.
En una época de graves convulsiones internas, de predominio conservador, clerical y centralista, la invasión estadounidense, y su entrada en la capital un 14 de septiembre, marcó el punto más bajo en la moral nacional mexicana. México celebra todos los años un homenaje a los Niños Héroes en recuerdo de los cadetes que entregaron su vida en el castillo de Chapultepec.

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