La Ciencia ficción




Ciencia ficción, género literario que parte de las ideas científicas para narrar una historia sobre sociedades futuras o mundos paralelos. El género se ha cultivado tanto en la literatura como en el cine. Más exactamente, la ciencia ficción se ocupa de sucesos que aún no han tenido lugar, ofreciendo un análisis racional de sus causas y consecuencias. La ciencia ficción aborda los efectos que los cambios producen sobre las personas en particular y sobre la especie humana en general. Sus temas predilectos son el mundo del futuro, los viajes a través del espacio o el tiempo, la vida en otros planetas y las crisis generadas por la tecnología o la presencia de criaturas y entornos extraños.
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ANTECEDENTES DEL GÉNERO
Ilustración para Veinte mil leguas de viaje submarino
Ilustración de Alphonse de Neuville (1835-1885) para Veinte mil leguas de viaje submarino (1870), de Jules Verne. Nemo, capitán del Nautilus, el arponero Ned Land y sus compañeros observan un cefalópodo gigante salido de las profundidades.


El tema de la ciencia ficción en un sentido amplio ha sido abordado por la literatura fantástica desde tiempos remotos. Así por ejemplo, la epopeya babilónica de Gilgamesh habla de la búsqueda del conocimiento verdadero y la inmortalidad; mientras que el mito griego de Dédalo abre las puertas a la posibilidad de volar; y la Verdadera Historia (c. 160 d. C.) de Luciano de Samosata relata un viaje a la Luna. Los viajes imaginarios y los cuentos de seres extraños que habitan en tierras lejanas fueron comunes en las literaturas griega y romana y hallaron una nueva forma de expresión en los libros de viajes del siglo XIV escritos en francés bajo el seudónimo de John Mandeville. El tema del viaje a la Luna fue tratado por personajes tan dispares como el escritor francés Cyrano de Bergerac y el astrónomo alemán Johannes Kepler en el siglo XVII; o el filósofo novelista británico William Godwin en el siglo XIX. Otro de los temas generalmente tratados en los relatos de ciencia ficción es la estructura de sociedades o mundos mejores. En este sentido cabe considerar La República de Platón (siglo IV a. C.) como una primera muestra del género, que revivió posteriormente con la publicación de la Utopía (1516) de Tomás Moro. Las historias basadas en viajes imaginarios tenían por lo general una finalidad satírica; tal es el caso de los Viajes de Gulliver (1726), obra del escritor satírico inglés Jonathan Swift y acaso uno de los ejemplos más logrados y exquisitos del género. Pero la ciencia ficción no habría podido existir en su vertiente moderna sin el reconocimiento de los profundos cambios sociales derivados de la Revolución Industrial (c. 1750). La novela gótica del siglo XVIII tiene uno de sus más brillantes ejemplos en Frankenstein (1818) de la novelista británica Mary Shelley, una obra impregnada por la creencia en las infinitas posibilidades de la ciencia. Numerosos autores del siglo XIX escribieron relatos o novelas de ciencia ficción en uno u otro momento. Sin embargo, el gran maestro del género fue sin lugar a dudas el escritor francés Jules Verne, que aborda cuestiones como la geología y la espeleología en Viaje al centro de la tierra (1864), el viaje espacial en De la tierra a la luna (1865), y describe las maravillas de las profundidades oceánicas en Veinte mil leguas de viaje submarino (1870).
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LA MODERNA CIENCIA FICCIÓN
Aldous Huxley
Como todas las novelas buenas de ciencia ficción, Un mundo feliz de Aldous Huxley es una utopía del mundo futuro, pero que premonitoriamente cada vez se hace más realidad.


El principal autor de ciencia ficción en lengua inglesa, que comparte con Jules Verne la distinción de máximo creador del género fue H. G. Wells. Más interesado por la biología y la evolución de las especies que por las ciencias físicas, y más preocupado por las consecuencias sociales de la tecnología, Wells escribió numerosas novelas de carácter científico, aderezadas de ironía y realismo. Su fama creció rápidamente tras la publicación de La máquina del tiempo (1895), y de las novelas La isla del doctor Moreau, El hombre invisible, La guerra de los mundos y El primer hombre en la luna.
H. G. Wells
Escritor, historiador y filósofo, H. G. Wells cuestionó las posibilidades de supervivencia del orden social en un mundo en el que los avances tecnológicos sobrepasaran a los intelectuales. Recordado por sus utopías fantásticas y futuristas, describió de una manera tan realista una invasión marciana a la Tierra en La guerra de los mundos (1898), que la versión radiofónica que Orson Welles llevó a cabo cuarenta años más tarde, sembró el pánico en Estados Unidos.


Ya en el siglo XX destacan especialmente las obras de Aldous Huxley, Un mundo feliz, y George Orwell, 1984, famosísimas utopías negativas que describen una sociedad terrorífica, asfixiante y deshumanizada, sometida a la tiranía de la ciencia y la política. Ambas obras se han convertido en clásicos del género. La explosión de la bomba atómica sobre Hiroshima en 1945 y el periodo posterior a la Guerra fría introdujeron en la ciencia ficción preocupaciones de tipo político. Entre los autores más relevantes de la posguerra destacan Isaac Asimov, sabio y prolífico divulgador científico, y Ray Bradbury, más conocido como escritor de literatura fantástica.
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EL CINE
Cine de ciencia ficción
Desde los clásicos en blanco y negro hasta las espectaculares películas de hoy en día, conozca algunas de las principales obras del cine de ciencia ficción.


El género de la ciencia ficción fascinó a los cineastas desde los primeros días del cine. La mayoría de las películas de ciencia ficción son adaptaciones de novelas o cómics. A diferencia de la literatura, la ciencia ficción cinematográfica se preocupó principalmente por crear monstruos alienígenas, lo que propició el nacimiento de un género conocido como cine de terror. Las películas basadas en seres de otros planetas, criaturas mutantes o humanos carentes de alma eran por lo general melodramas estereotipados. Entre los temas más frecuentes en la ciencia ficción cinematográfica figuran la falibilidad de los científicos, la urgente necesidad de cooperar en el ámbito internacional contra posibles invasiones extraterrestres, la hostilidad de la gente hacia cualquier criatura extraña y los aspectos perversos de la tecnología.

Kubrick: 2001: una odisea del espacio
El astronauta David Bowman dialoga con la computadora HAL 9000 en la película de Stanley Kubrick, 2001: una odisea del espacio, basada en la novela homónima de Arthur Charles Clark. La película está considerada como un clásico de la ciencia ficción por su realista descripción de un viaje espacial.


La primera muestra de cine fantástico, si bien no puede considerarse ciencia ficción propiamente dicha, fue El viaje a la luna (1902), del cineasta francés Georges Méliès. El fecundo movimiento expresionista alemán produjo en el cine dos obras maestras: El gabinete del Doctor Caligari (1919), de Robert Wiene, y Metrópolis (1926) de Fritz Lang. Entre las principales muestras del género en Estados Unidos cabe mencionar Frankenstein (1931), Drácula (1931), King Kong (1933) y El hombre invisible (1933). A partir de 1960 las películas de ciencia ficción se centraron ante todo en las aventuras espaciales, cosechando un éxito sin precedentes hasta la fecha.
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RADIO Y TELEVISIÓN
En 1938 el actor y director estadounidense Orson Welles hizo cundir el pánico entre los oyentes radiofónicos con su célebre retransmisión de La guerra de los mundos, que anunciaba con absoluto realismo la noticia de una invasión marciana de la Tierra. A partir de 1950 se realizaron series de televisión enormemente populares, entre las que destaca Star Trek. El éxito de ésta se ha convertido en un fenómeno social capaz de atraer a miles de seguidores a congresos, convenciones y eventos similares de carácter internacional.
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CIENCIA FICCIÓN Y CIENCIA
Entre los principales factores que contribuyeron al reconocimiento generalizado de la ciencia ficción en el ámbito literario cabe destacar dos acontecimientos claves en la historia del siglo XX: el lanzamiento de la primera bomba atómica en 1945 y la llegada del hombre a la Luna, el 20 de julio de 1969. La energía nuclear y los vuelos espaciales figuran entre los principales temas del género desde sus comienzos, si bien han sido objeto de las críticas y la ironía de numerosos científicos. El reconocimiento de los cambios introducidos en la vida de las personas por la ciencia y la tecnología ha contribuido a crear lo que Asimov llamó un mundo de ciencia ficción. Esta conciencia creció en julio de 1976 cuando un vehículo espacial culminó con éxito su travesía hasta Marte y transmitió hasta la Tierra las primeras fotografías de otro planeta tomadas sobre el terreno. El proceso se vio asimismo estimulado en noviembre de 1980, cuando la aeronave estadounidense Voyager I partió con destino a Saturno y envió desde allí una serie de fotografías de notable calidad tomadas a más de mil millones de kilómetros de nuestro planeta. Científicos y exploradores han reconocido y avalado la obra de Verne y otros autores por la demostración posterior de los hechos relatados, así como por el estímulo que ha supuesto para muchos científicos. La exploración del espacio por parte de los científicos soviéticos está directamente influida por las novelas de Konstantin Tsiolkovsky, mientras que la carrera espacial alemana extrae en parte su inspiración de las obras de Kurd Lasswitz.
El escritor polaco Stanislaw Lem, nacido en 1921, supo enriquecer la literatura de ciencia ficción con obras, como Un valor imaginario, donde el humor y la parodia conducen a una visión menos solemne (y no por ello menos rigurosa) de las relaciones entre lo científico y lo fantástico. En uno de los relatos incluidos en este libro, donde los géneros se entrecruzan, se habla de un método para enseñar a escribir a las bacterias. La novela Solaris, de 1961, fue llevada al cine por Andréi Tarkovski. Entre sus obras más conocidas figuran los Diarios de las estrellas (1957), las Memorias encontradas en una bañera (1961) y Ciberiada (1965), esta última una nueva versión, entre erudita y burlona, del viaje a través del tiempo.


La Canción de gesta




Pablo Neruda
El escritor chileno Pablo Neruda recita un fragmento de "América", poema que, escrito en 1960, está incluido en el libro Canción de gesta. El título representa la vigencia del género de origen medieval, entendido como exaltación de un acto heroico, en este caso la revolución triunfante en Cuba en 1959, sin olvidar a los "héroes" que luchan y se resisten en otros países latinoamericanos.


Canción de gesta o Cantar de gesta, género literario que floreció en Francia a finales del siglo XI. Se conservan unos 80 poemas épicos, en su mayoría de autores anónimos, con una extensión media de 8.000 a 10.000 versos. El origen de estos cantares en los que la leyenda se combina con una base histórica cierta ha sido muy discutido. Algunos consideran que sus precedentes inmediatos fueron los cantos épicos, posteriormente influidos por la tradición y el folclore germánicos; otros opinan que los cantares son exclusivamente fruto de la imaginación de los troveros y trovadores quienes se inspiraban en las historias que los monjes contaban a los peregrinos que visitaban los santuarios de antiguos héroes. Los manuscritos originales datan de los siglos XI a XV y en ellos se basan los romances en verso de Chrétien de Troyes.
Los poemas se ocupan principalmente de los acontecimientos heroicos ocurridos durante el reinado de Carlomagno y sus sucesores. Algunos de los temas más populares son las luchas entre nobles caballeros, la alianza entre Guillaume d'Orange y Luis I, hijo de Carlomagno, y las batallas libradas contra los moros invasores. En los primeros poemas predominan las hazañas caballerescas, mientras que los cantares posteriores se integran en la tradición del amor cortés.
Los troveros componían estas canciones para cantarlas con acompañamiento musical. El conjunto se agrupa en diferentes ciclos o gestas. El primer ciclo corresponde a la Gesta del rey, que incluye la Canción de Roldán (c. 1100), atribuida al poeta normando Turoldo. Notable por su belleza y su antigüedad, el poema relata la batalla de Roncesvalles (778) y las hazañas de un caballero de la corte de Carlomagno. Roldán, que encuentra la muerte en su heroica defensa de un paso de montaña, se convierte en una especie de mártir cristiano. El segundo ciclo se conoce como Chanson de Willelme, mientras que el tercero corresponde a Doon de Mayence. La influencia del género fue enorme en la poesía heroica española, así como en la épica italiana y alemana del renacimiento.


La Lengua rusa




Lenguas de Europa
Este mapa muestra la distribución de las lenguas habladas en Europa y la familia o subfamilia lingüística a la que pertenece cada una de ellas.

Lengua rusa, idioma oficial de la Federación Rusa (véase Rusia). El ruso ha sido la lengua oficial del Imperio zarista ruso y de la antigua URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas); todavía hoy es la segunda lengua oficial de estas repúblicas.
Se le ha llamado también gran ruso o ruso mayor. Junto al bielorruso y el ucranio configuran la rama oriental de las lenguas eslavas. Se divide en tres grupos de dialectos: septentrional, meridional y central; este último es un grupo de transición porque combina rasgos de los dialectos del norte y del sur. Los grupos dialectales central y meridional se caracterizan por lo que se llama akan'je, que es la fusión de algunas vocales átonas. El ruso estándar, basado en la norma culta del habla de Moscú, es una de las cinco lenguas oficiales de la Organización de las Naciones Unidas.
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CARACTERÍSTICAS
El ruso utiliza el alfabeto cirílico, que posee 33 letras. Su ortografía es básicamente fonética y sus reglas de pronunciación son pocas y muy sencillas. Carece de artículos. Posee tres géneros, masculino, femenino y neutro, que se declinan con variaciones de caso y número. Los casos son seis: nominativo, acusativo, genitivo, dativo, instrumental y preposicional; los números son dos: singular y plural. Los adjetivos concuerdan con los nombres en género, número y caso. Los verbos tienen tres tiempos, pasado, presente y futuro, además de aspecto, que son dos, el imperfectivo, que presenta la acción como proceso repetido, y el perfectivo, que presenta la acción como única y en bloque, generalmente como acción concluida. La distinción aspectual se conserva en los tres modos, indicativo, subjuntivo-condicional e imperativo. Como posee declinación y conjugación, no es una lengua rígida en cuanto al orden de las palabras en la oración. Una nota característica de su léxico es la amplitud de las familias de palabras derivadas de una misma raíz por medio de prefijos y sufijos.
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HISTORIA
En el siglo X, tras la conversión de los pueblos eslavos al cristianismo, se inicia la escritura. La lengua escrita que introdujeron los misioneros fue el antiguo eslavo (o eslavonio) eclesiástico, también llamada antiguo búlgaro o eslavón antiguo. En el momento de su introducción, la comprendían prácticamente todos los eslavos orientales. Sin embargo, las diferencias entre la lengua hablada y la escrita fueron aumentando paulatinamente, y la lengua hablada fue sufriendo una simplificación de sus estructuras fonológicas y morfológicas.
Hasta finales del siglo XVII el antiguo eslavo eclesiástico se siguió empleando como lengua literaria y únicamente estaban libres de su influencia los documentos de carácter administrativo y legal.
En el siglo XVIII, durante el reinado de Pedro I el Grande, tuvo lugar la secularización de la cultura rusa y todo el Imperio miró hacia Occidente y recibió las influencias europeas, lo que provocó un verdadero cataclismo en el idioma. La lengua escrita, tanto la eclesiástica como la administrativa, no eran capaces de expresar la gran cantidad de conceptos nuevos procedentes de la vida científica, técnica, cultural y política, introducidos por las reformas de Pedro I. Esto hizo necesaria la creación de una nueva lengua escrita a partir de las formas existentes, que tomó palabras del eslavonio arcaico, la vernácula y ciertos elementos tomados de Occidente. En la primera mitad del siglo XIX la lengua rusa alcanzó su situación actual.


La Lengua latina




Lengua latina, idioma de la Roma antigua y de los territorios del Lacio. Gracias a la expansión del pueblo romano el latín llegó a todo el mundo entonces conocido y se convirtió en lengua predominante de Europa occidental. Se ha empleado el latín en la enseñanza superior y en las relaciones diplomáticas hasta el siglo XVIII y sigue siendo la lengua universal de la iglesia católica.
No era lengua nativa de Italia, sino que en tiempos prehistóricos el latín fue traído a la península Itálica por unos pueblos que procedían del norte. El latín pertenece a la familia de lenguas indoeuropeas y es miembro de la subfamilia itálica; por otro lado es el antecedente inmediato de las actuales lenguas románicas. En el conjunto de las lenguas indoeuropeas, que no eran itálicas, se encontraba relacionado con el sánscrito y el griego, y con las subfamilias céltica y germánica. Una vez introducido en Italia fue el dialecto de la región de Roma. Las lenguas itálicas están constituidas por el grupo latino al que pertenecieron los dialectos falisco, latino y algunos otros dialectos, y por otro lado el osco y el umbro menos documentados. Las primeras inscripciones en latín son del siglo VI a.C., en tanto que los primeros textos escritos son ligeramente anteriores al siglo III a.C. Sufrió la influencia de los dialectos célticos del norte de Italia, de la lengua etrusca, que no era indoeuropea, y se hablaba en el región central de la península Itálica, y del griego que se hablaba en el sur antes del siglo VIII a.C. Bajo la influencia de la lengua y la literatura griega, que se tradujo al latín ya en la segunda mitad del siglo III a.C., se convirtió en una lengua de cultura con literatura propia.
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LATÍN CLÁSICO LITERARIO
Lápida romana
Esta lápida romana muestra, al lado de la inscripción del fallecido, una escena costumbrista: un hombre sacando vino de un tonel y llenando una jarra.

Se suelen considerar cuatro periodos que corresponden a los de la literatura latina.
2.1
Periodo antiguo
Se fija entre el 240 hasta el 70 a.C. En él se incluyen los autores Ennio, Plauto y Terencio.
2.2
Edad de oro
Abarca desde el año 70 a.C. hasta el 14 d.C. En este periodo se incluyen los prosistas Julio César, Cicerón y Tito Livio, los poetas Catulo, Lucrecio, Virgilio, Horacio y Ovidio. En esta época la lengua alcanza las más altas cotas de expresión artística tanto en prosa como en verso y permite una enorme riqueza y flexibilidad.
2.3
Edad de plata
Va desde el año 14 hasta el 130. Se caracteriza por permitir la expresión retórica y ornamental, así como la concisión y el epigrama, todo lo cual se encuentra en la obra del filósofo y dramaturgo Séneca y en los escritos del historiador Tácito.
2.4
Edad del bronce o periodo tardío
Se extiende entre el siglo II al VI (c. 636), en el se incluye la literatura de los santos padres de la Iglesia, también llamada la Patrística. En aquellos momentos las tribus bárbaras introducen en la lengua numerosos préstamos léxicos y sintácticos; a esta forma del latín se le ha llamado lingua latina opuesta a la lingua romana, que es la forma en que se estudia este idioma.
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LATÍN ORAL CLÁSICO
La forma culta de la lengua hablada aparece documentada en las comedias de Plauto y Terencio, así como en las cartas y discursos de Cicerón, las Sátiras y Epístolas de Horacio y el Satiricón de Petronio. Pudiera caracterizarse por la libertad sintáctica, la presencia de las interjecciones y el uso frecuente de helenismos. Esta forma culta de la lengua hablada, conocida como sermo quotidianus o coloquio habitual, no debe confundirse con el coloquio popular, o sermo plebeius, que era el nivel en el que hablaban las gentes no instruidas y que se caracteriza por un cierto desprecio por las reglas sintácticas, lo que se traduce en la búsqueda de la simplicidad en el orden de las palabras en la oración, y un gusto por los neologismos; a estos dos niveles de la lengua hablada, se les denomina latín vulgar, del que proceden las lenguas románicas, en la época en que ya se había desarrollado la lingua romana, que es la forma tardía del latín. Esto explica que muchas palabras románicas no procedan de un término culto o clásico sino del correspondiente del nivel coloquial popular. Así por ejemplo, la palabra latina equus que significaba 'caballo' cayó en desuso y fue sustituida por caballus que significaba 'rocín' y es de la que proceden la castellana caballo y la francesa cheval; otro tanto ocurrió con la palabra que significaba 'cabeza', caput forma del latín clásico, que fue sustituida por la vulgar testa, que significaba 'olla', de la que proceden la catalana testa y la francesa tête, en tanto que la castellana cabeza deriva de una deformación de la clásica caput.
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LATÍN MEDIEVAL
Durante la edad media, en Europa occidental las cartas se escribían en latín. Se denomina latín medieval o bajo latín a la lengua latina que se usa en este periodo. Era una lengua viva incluso para la gente no instruida y que no lo hablaba, porque era la lengua empleada por la Iglesia tanto en el culto diario como en los escritos. No obstante sufrió muchos cambios: la sintaxis se simplificó, se adoptaron numerosos neologismos de orígenes diversos y muchas palabras cambiaron de significado. A pesar de eso, el latín cambió menos que el francés o el castellano en este periodo.
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LATÍN MODERNO O EL NUEVO LATÍN
Aparece en los siglos XV y XVI lo que ha dado en llamarse latín moderno. Los autores del renacimiento dan lugar a una literatura nueva en latín que imitaba el estilo de los autores clásicos, sobre todo el de Cicerón. En aquel tiempo se escribían en latín casi todos los libros de importancia, científicos, filosóficos y religiosos, lo que supone las obras del pensador holandés Erasmo de Rotterdam, el filósofo inglés Francis Bacon y el físico de la misma nacionalidad Isaac Newton, así mismo fue la lengua en que se producía la comunicación diplomática entre las naciones europeas. A finales del siglo XVII pierde su condición de lengua internacional. No obstante, durante los siglos XVIII y XIX aún se conserva como lengua para los estudios clásicos, e incluso se han redactado en latín algunos tratados durante el siglo XX. Todavía hoy la Iglesia católica lo emplea como idioma oficial en sus documentos.
En la enseñanza de esta lengua se han aceptado varias formas de pronunciación que suelen acomodarse a la pronunciación de cada una de las lenguas europeas derivadas del latín, la más generalizada es la que usa la Iglesia católica, muy parecida a la del italiano. Lo que hoy se enseña es una reconstrucción del latín de la época de Cicerón. Hasta hace pocos años la enseñanza del latín en España se consideraba importante para conocer el patrimonio cultural y daba sentido a la enseñanza de la lengua vernácula. Se pronunciaban los nombres propios de forma análoga a como se hace en esta lengua lo mismo que ha ocurrido en otros países, y así el nombre de Cicero se ha pronunciado chíchero en italiano, zizéro y kíkero en español, tsítsero en alemán y sísero en inglés.
En la antigüedad, el latín poseía menos flexibilidad y riqueza que el griego; su vocabulario era más limitado y menos apto para la expresión de ideas abstractas. Los romanos, que conocían las limitaciones de su idioma, adoptaron numerosos préstamos griegos. Se trata de una lengua de sintaxis rígida y de dicción ampulosa, posee precisión y vigor, además se ha mostrado a lo largo de los siglos como un vehículo admirable para transmitir el pensamiento riguroso. Su supervivencia ha seguido dos caminos: no sólo el propio latín ha permanecido hasta el presente como lengua literaria, sino que también está vivo en las lenguas románicas que representan la evolución contemporánea del latín vulgar; hay quienes consideran el italiano como el latín actual (véase Lenguas románicas). Otras lenguas que no derivan del latín como el inglés o el alemán han incorporado a su léxico préstamos que proceden de aquella lengua, bien de forma directa, bien indirectamente a través del francés o del italiano o de cualquier otra lengua románica. Es una lengua importante no sólo por su literatura, sino también porque al estudiar su evolución se adquiere información general sobre la historia de la lengua y de forma concreta sobre el origen y la evolución de las lenguas europeas contemporáneas.


La Lengua japonesa




Lengua y vida cotidiana
La foto muestra el texto de una receta portuguesa para preparar un bizcocho, escrita en japonés. El manuscrito es del año 1888.

Lengua japonesa, lengua aglutinante que hablan más de 120 millones de personas que viven en Japón, Hawai, Estados Unidos y América del Sur, sobre todo en Brasil, además de los chinos y coreanos que vivieron en la época de la ocupación japonesa, durante la primera mitad del siglo XX.
No se ha establecido relación entre el japonés y otras lenguas. Parece que existen ciertas similitudes estructurales que la relacionan con el coreano y las lenguas altaicas, que incluyen el manchú, el mongol y el turco. Sin embargo, esta teoría parece poco probable, dado que no existen similitudes en el léxico, aunque sí con las lenguas del este de Asia, como las tibetano-birmanas y las austroasiáticas. La lengua que se habla en las islas Riu Kiu, el luchuánico, se parece bastante al japonés, por lo que se considera que la primera es un dialecto.
El japonés, comparado con las lenguas indoeuropeas, se caracteriza por su enorme capacidad polisémica. Esto es evidente en las impresiones visuales. Por ejemplo, la palabra japonesa aoi significa, azul, verde, pálido o mortecino y cambia de sentido según el lugar que ocupa en la oración. El idioma resulta minuciosamente exacto, en cambio, en lo que se refiere a las impresiones acústicas y táctiles. Contiene numerosas onomatopeyas y varias palabras diferentes para designar matices acústicos o táctiles muy sutiles. Por ejemplo, distingue con palabras diferentes el ruido de las patas de un animal y el ruido de las pisadas sobre un suelo de madera, y además existen muchas palabras para nombrar el ruido de la lluvia según caiga en sitios de distinta naturaleza.
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LÉXICO
En sus orígenes era muy limitado. Sin embargo, a principios del siglo III entraron muchas palabras chinas en el idioma. En la actualidad es mayor el número de palabras procedentes del chino que las de origen exclusivamente japonés. Las de procedencia china desempeñan en japonés una función análoga a los helenismos que tiene el español. Cuando el japonés las adoptó, conservó un patrón fonético parecido al chino pero, al incorporarse a la lengua japonesa, pasaron a tener su propia pronunciación. Los caracteres chinos han influido de forma decisiva en la formación del japonés escrito, lo que naturalmente tiene consecuencias en el hablado. Cada signo suele admitir dos o más lecturas que se asocian y alternan en cada caso para formar distintas palabras. Durante los últimos cien años, el japonés ha recibido muchos préstamos de léxicos de las lenguas europeas, la mayoría del inglés. Este proceso se ha visto especialmente acelerado a partir del fin de la II Guerra Mundial.
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FONOLOGÍA
El sistema fonológico es bastante sencillo. Consta de cinco vocales que, escritas en caracteres romanos, son a, i, u, e, o y se pronuncian de forma parecida a la del español; tiene 19 consonantes que se corresponden con k, s, sh, t, ch, ts, n, h, f, m, y, r, w, g, z, j, d, b, y p. La r se emite golpeando el interior de la boca con la punta de la lengua. En el interior de una palabra la g se nasaliza y suena de forma parecida al grupo ng como en la palabra tango. Este rasgo es característico del habla culta de Tokio. En el caso de la f, es distinta a la del español porque no se produce el contacto labiodental y muchos hablantes la pronuncian muy parecida a la h cuando es una aspiración sorda. Todos los fonemas pueden ser largos o breves. Determinadas sílabas se destacan en función del tono o de la altura debida al timbre, pero no puede decirse que se trate de una lengua que posea el acento de intensidad.
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GRAMÁTICA
El orden que siguen las palabras en la oración es sujeto, objeto, verbo; los modificadores preceden al término que modifican. La oración “Naomi usa ordenador” se dice en japonés: Naomi-ga (Naomi) konpyuta (ordenador) tsukau (usa). Los verbos no tienen número ni persona, y no poseen el accidente de tiempo tal y como lo entienden las lenguas indoeuropeas. A pesar de carecer del tiempo futuro, en el verbo japonés se encuentran las llamadas marcas de perfectividad, que señalan si la acción está o no acabada. Existen tres conjugaciones con cinco formas básicas: la negativa, la condicional, la imperativa, la conclusiva, que indica acción acabada y la evolutiva, que indica la acción en su transcurso. Hay cuatro verbos irregulares muy empleados, incluido la cópula. Los nombres carecen de género y de número. Tampoco hay artículos y no tiene preposiciones, sino unas palabras que, colocadas detrás de los nombres, cumplen una función semejante: son las posposiciones, un reducido número de palabras que funcionan como las desinencias propias de caso de algunas lenguas indoeuropeas. Por ejemplo, la palabra no (de) en la frase mizu no oto, que literalmente se traduciría por 'agua de ruido', significa en realidad 'ruido de agua'. Existen muchos pronombres, aunque casi no se usan. Los auténticos adjetivos, como los verbos, son muy flexivos y en numerosas ocasiones funcionan como verbos, dado que incluyen la cópula y sus diferencias de flexión indican si el estado es presente, completo, durativo o inicial incoativo. Shiroi, por ejemplo, significa ‘es blanco´; shirokatta significa ‘fue blanco´. Algunos nombres se emplean para modificar a otros como si fueran adjetivos.
Seguramente el rasgo que distingue al japonés de otras lenguas sea el gran número de palabras, prefijos y sufijos que significan cortesía, condición honorífica o condición inferior. Sólo el coreano y el javanés contienen un número comparable de palabras que significan posición social. Aunque existen muchas variedades dialectales, el habla culta de Tokio se considera la norma activa.
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LENGUA ESCRITA
Periódico japonés
El japonés puede escribirse verticalmente de derecha a izquierda, u horizontalmente de izquierda a derecha. Los periódicos tienden a mezclar los dos estilos. El periódico de la foto tiene texto vertical en el cuerpo principal de la página, y texto horizontal en la columna de la derecha.

No existen datos que avalen la existencia de un sistema de escritura propio en el japonés antiguo. Hace 1500 años, los japoneses aprendieron a escribir, cuando chinos y coreanos les enseñaron el sistema chino con caracteres o ideogramas. Como este sistema, el kanji, representa cada palabra con un signo único, resultaba muy difícil emplear esos signos en una lengua tan flexiva. Durante un largo periodo utilizaron el método chino pero, a partir del siglo VIII, sólo usaron los caracteres chinos como signos fonéticos, donde cada signo representaba una sílaba. Un siglo después esos caracteres se habían abreviado y dieron lugar a la aparición de dos silabarios japoneses o kana, nombre que significa 'signo que representa una sílaba'. En ellos, llamados katakana e hiragana, cada sílaba se representaba por un símbolo que procedía de varios símbolos complejos chinos. En el silabario katakana, parte de un símbolo chino se usaba como símbolo fonético; en el hiragana, todo un símbolo se escribía en cursiva. De acuerdo con esta evolución, se usaron los kana para escribir japonés, pero poco a poco el sistema evolucionó y se usaron para representar lo que hiciera falta, y los kana, concretamente el hiragana, se emplearon para representar los elementos flexivos y las posposiciones. La escritura katakana sólo se empleaba para escribir japonés, aunque con el tiempo su uso se generalizó y sirvió para escribir las palabras que proceden de otras lenguas, los telegramas e incluso los documentos oficiales. Después de la II Guerra Mundial se redujo considerablemente el número de caracteres hasta llegar a 1850 (aumentados más tarde a 2000), lo que ha supuesto una considerable simplificación de la lengua escrita cotidianamente.


La Lengua italiana




Lenguas de Europa
Este mapa muestra la distribución de las lenguas habladas en Europa y la familia o subfamilia lingüística a la que pertenece cada una de ellas.

Lengua italiana, es una de las lenguas románicas de la familia indoeuropea. Sesenta millones de personas hablan este idioma en la Península Itálica, sur de Suiza, San Marino, Sicilia, Córcega, norte de Cerdeña y en la costa norte del mar Adriático. Se trata de una única lengua con muchos dialectos; como las demás lenguas románicas es heredera directa del latín que hablaban los romanos e impusieron a cuantos pueblos estuvieron bajo su imperio. La pugna que se produjo durante la edad media en muchos países europeos entre el latín como lengua culta escrita, aunque muerta, y las lenguas que proceden de él como populares y habladas, y por lo tanto vivas, en ninguna parte se dio con tanta intensidad como en Italia.
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ORÍGENES
Durante el periodo de evolución del italiano surgieron muchos dialectos. En el norte de la península abundan los de origen galo-itálico: son el piamontés, lombardo, ligur, y emiliano o boloñés, todos ellos muestran una clara afinidad con el francés por su pronunciación y sus terminaciones truncadas. En el Tirol italiano, así como en la Dalmacia, Istria y el área de Venecia se habla el veneciano. Por debajo de esta región se encuentran los dialectos centromeridionales: el toscano, corso, sardo, romano (que está íntimamente relacionado con el umbro y el marchigiano), los dialectos de la Campania, (con el abruzo y el apulio), el siciliano napolitano y calabrés. Los dialectos que se hablan en la Cerdeña central y meridional constituyen un grupo diferente y se les ha llegado a considerar como una rama autónoma dentro de las lenguas románicas, mientras que el italiano que se habla en la región alpina, al norte de Venecia, el friulano, se considera así mismo como dialecto del retorrománico.
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EVOLUCIÓN
La multiplicidad de los dialectos que surgieron en Italia, así como el afán de sus hablantes por reclamar que el suyo era el único italiano puro heredero del latín, han supuesto una peculiar dificultad para que surgiera una forma única del italiano que representara la unidad cultural de toda la península. Aunque los primeros documentos en romance sean del siglo X, eran dialectales, así como también lo fueron los escritos de los siglos posteriores, que indujeron a rivalizar a las escuelas literarias, tantas como regiones. El dialecto toscano alcanzó la preponderancia durante el siglo XIV, dada la situación geográfica central de la Toscana, y el que Florencia fuera la ciudad más influyente, porque realizó toda una actividad comercial de la máxima importancia. Además, el toscano es el dialecto que menos se aparta morfológica y fonológicamante del latín clásico. Junto a esto hay que añadir que la cultura florentina ha albergado en su seno a los tres grandes autores que mejor hayan comprendido el pensamiento y el alma italianos durante la edad media y el temprano renacimiento: Dante, Petrarca y Boccaccio.
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ITALIANO MODERNO
Durante los siglos XV y XVI las gramáticas han tratado de conferir al toscano la condición de idioma italiano clásico, en su pronunciación, sintaxis y léxico. Por lo que en ocasiones, al considerarlo clásico, pudiera haberlo convertido en otra lengua muerta, pero no ha sucedido así porque ha aceptado los cambios inevitables en cualquier lengua viva. Los diccionarios y las publicaciones de la Accademia della Crusca, que se fundó en 1583 y que es la autoridad oficial en materia lingüística para los italianos, realizaron con éxito una norma, que tuvo en cuenta tanto el purismo clásico como la lengua viva toscana.
El italiano contemporáneo conserva algunas propiedades del latín, pero su léxico ha sufrido los cambios necesarios para nombrar las condiciones de vida de sus hablantes. Los cambios fonéticos habidos desde el latín están reflejados en su ortografía, que es prácticamente fonética, por lo que cualquiera que sepa latín o cualquier lengua románica aprende italiano con facilidad. La diferencia más notable que existe entre el italiano y el francés o el español reside en la formación de sus plurales, que no se realizan añadiendo -s o -es, sino que los femeninos terminan en -e, y los masculinos en -i; la razón es porque los nombres no derivan del acusativo, sino del nominativo, y se han generalizado como formas plurales -ae y -e de la primera declinación (nombres femeninos), e i de la segunda declinación (nombres masculinos).


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