El invento de la Censura cinematográfica






Mae West
La actriz Mae West, una de las primeras 'vampiresas' de la historia del séptimo arte, fue víctima de la férrea censura impuesta al cine estadounidense en la década de 1920.


Censura cinematográfica, conjunto de reglas que establecen lo que está prohibido mostrar en el cine. Desde sus comienzos, el cine estuvo sujeto a la censura de la policía y las autoridades locales, que aplicaban las disposiciones preexistentes para los lugares y espectáculos de entretenimiento. Desde 1906, con la extensión del cine por todo el mundo como espectáculo y medio de comunicación de masas, los productores comenzaron a tener problemas con las diferentes regulaciones de los distintos países o incluso de los distintos lugares de un país. Al mismo tiempo, comenzaron a surgir ataques de las ligas puritanas y de organismos privados moralistas y religiosos, que consideraban inmoral y peligroso el nuevo espectáculo. Para evitar estos problemas, la industria del cine de los países con mayor producción estableció de forma voluntaria su propia censura. En 1922, en respuesta a la creciente preocupación por las cuestiones morales, se fundó en Estados Unidos un nuevo organismo censor, en sustitución del creado en 1909, más estricto que el anterior y encabezado por el presbiteriano Will Hays. Bajo su férreo control desaparecieron de la pantalla actrices como Mae West, o incluso el personaje de dibujos animados Betty Boop. Se trataba, además de controlar la moralidad, de bloquear la difusión del cine soviético y del alemán, cuya exhibición pasó a realizarse en los cineclubes vanguardistas parisinos.
En la mayoría de los países europeos la censura permaneció como una competencia de la policía local, aunque en los Estados totalitarios (donde la libertad de expresión no era un derecho reconocido), se realizó un control central gubernativo de todo lo que se exhibía en los cines, además de una censura previa a la producción. Este fue el caso de España durante las dictaduras del general Primo de Rivera y de Francisco Franco, y de algunos países latinoamericanos que en largos periodos de su historia han estado sujetos a dictaduras militares. La censura ha sido un elemento central tanto en los contenidos de las producciones cinematográficas, como en el modo de eludir sus exigencias por parte de los realizadores, que les ha llevado a las más variadas soluciones, entre ingeniosas y descabelladas. Pero, sobre todo, la censura ha sido una limitación crucial al desarrollo de las modestas industrias cinematográficas nacionales en todo el mundo hispanohablante. Además, en buena parte de estos países, como también sucedió en Italia o allí donde el poder de la Iglesia era fuerte, a la censura gubernativa se añadía la de las autoridades religiosas, estricta con los contenidos eróticos del cine hasta extremos grotescos.
Los organismos de censura han tenido a menudo reglas escritas sobre lo que estaba prohibido en las películas, reglas sujetas a cambios, teóricamente dependientes de las preocupaciones de los ciudadanos y educadores, pero en realidad lo eran de lo que el gobierno o la iglesia dominante necesitaba. Por otra parte, estas reglas no han evitado la arbitrariedad constante en su aplicación, implícita en el fondo a la idea de la censura. La propaganda de guerra o la política, más o menos explícitas, el encubrimiento de ideas contrarias al poder, y en general todo lo que supone manipulación e intervención, han sido ejercidos no sólo abiertamente en regímenes autoritarios, sino incluso en los supuestamente democráticos, como mostró la “caza de brujas” llevada a cabo por el Comité de Actividades Antiamericanas, dirigido por Joseph R. McCarthy en los años 1950, y que interrumpió la carrera de directores y actores del cine estadounidense, obligando a varios de ellos a marchar al exilio por sus ideas izquierdistas.
En los últimos años, los organismos de la censura han desaparecido o han perdido parte de su poder, no sólo en los países que han avanzado en su democratización, sino también en aquellos con una larga tradición democrática. En Estados Unidos la censura ha vuelto a ser competencia de las autoridades locales, limitándose el organismo central gubernativo a una clasificación respecto a la adecuación de los contenidos a las diferentes edades de los espectadores. Algo semejante sucede en España, donde sólo se apartan de la exhibición películas que por sus contenidos violentos o pornográficos pueden herir la sensibilidad del espectador (las llamadas películas X), que son relegadas a salas especiales. Las películas en vídeo son clasificadas del mismo modo, aunque la dificultad de control sobre esta forma de distribución (existen incluso compras por correo) lo hace poco efectivo.

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