El invento del naturalismo en la literatura




La regenta
Portada de la primera edición de La regenta de Leopoldo Alas Clarín, impresa en Barcelona en 1884. La verdad es que la ilustración del joven mancebo, que parece arrancado de un cancionero tardo medieval del amor cortés, en nada alude a algo que trate esta dura novela realista, la más naturalista de las que se escribieron en España.









Doña Emilia Pardo Bazán
Es curioso que fuera esta noble dama, Emilia Pardo Bazán (1852-1921), la que tuviera más claro, dentro de las letras españolas de final de siglo, que se estaba viviendo un momento naturalista. Hasta tal punto tuvo conciencia de este hecho, que escribió un libro, La cuestión palpitante, para negar que obras suyas, como La tribuna o Viaje de novios, tuvieran algo que ver con este descreído movimiento.

Naturalismo (literatura), teoría según la cual la composición literaria debe basarse en una representación objetiva y empírica del ser humano. Se diferencia del realismo en que incorpora una actitud amoral en la representación objetiva de la vida. Los escritores naturalistas consideran que el instinto, la emoción o las condiciones sociales y económicas rigen la conducta humana, rechazando el libre albedrío y adoptando en gran medida el determinismo biológico de Charles Darwin y el económico de Karl Marx.
El naturalismo surgió por primera vez en las obras de los escritores franceses Edmond Huot de Goncourt, su hermano Jules Huot de Goncourt y Émile Zola, en cuyo ensayo ‘La novela experimental’ (1880) expuso su teoría del naturalismo literario. El naturalismo en España, más que una corriente literaria, se plasmó en obras y periodos concretos de escritores como Benito Pérez Galdós, con La desheredada (1881); Leopoldo Alas Clarín en La regenta (1884); Armando Palacio Valdés, El señorito Octavio (1881) y Vicente Blasco Ibáñez en su llamado ‘ciclo valenciano’. Emilia Pardo Bazán fue probablemente la única escritora que defendió abiertamente el naturalismo en su ensayo La cuestión palpitante (1883). Sus novelas Los pazos de Ulloa (1886) y El cisne de Vilamorta (1885), entre otras, se consideran naturalistas. En Sudamérica, el naturalismo aparece en la novela hacia 1880 en una corriente que busca sobre todo analizar los problemas étnicos y sociales a través de la conducta de los personajes. En Argentina fue el escritor Eugenio Cambaceres el máximo representante de esta escuela, con obras como Sin rumbo (1885) o En la sangre (1887), a la que se adscribieron también Juan Antonio Argerich, Manuel T. Podestá y Francisco Sicardi. El mexicano Federico Gamboa publicó en 1903 Santa, que le dio renombre y le hizo conocido del gran público. El uruguayo Eduardo Acevedo Díaz escribió una trilogía sobre la independencia titulada Ismael (1888) y la peruana Clorinda Matto de Turner inició el naturalismo peruano con Aves sin nido (1889). En Chile, Baldomero Lillo publicó Sub-Terra (1904) y Sub-Sole (1907), y Augusto D’Halmar Juana Lucero (1902), ambos muy influidos por el naturalismo ruso y francés.


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