El invento de la Iglesia de San Miguel de Lillo





San Miguel de Lillo
La iglesia de San Miguel de Lillo, en las afueras de Oviedo, formaba parte del conjunto palaciego del Naranco, construido por el rey Ramiro I. En la actualidad tan sólo se conserva una parte del edificio original, debido al derrumbe, en la edad media, de la nave oriental. En la imagen se observan las proporciones verticales características de la arquitectura prerrománica asturiana.

Iglesia de San Miguel de Lillo, iglesia localizada en el monte del Naranco, en las proximidades de Oviedo (España), que formó parte de un conjunto palatino construido por el rey asturiano Ramiro I en el año 848 (véase Prerrománico: arte y arquitectura).
Inicialmente la iglesia estaba dedicada a santa María, según reza una inscripción encontrada en un ara que se conserva actualmente en el Museo Arqueológico de Oviedo. Según las crónicas de la época, como la Crónica a Sebastián, debió de existir algún edificio anterior en el mismo lugar, que Ramiro I mandó renovar desde los cimientos. En el siglo XII, según la Crónica silense, el templo cambia de advocación, dedicándose al arcángel san Miguel, tras un derribo de gran parte del edificio. Del primitivo templo sólo ha llegado hasta nuestros días la parte occidental: el pórtico con dos cámaras laterales y el primer tramo de las tres naves de la iglesia.
Parece ser que la planta original derivaba de la usada en el templo de Santullano de los Prados, en Oviedo, siguiendo el modelo basilical habitual. Existen sin embargo algunas novedades constructivas: en primer lugar, la nave central se divide en cuatro tramos y se cubre con una bóveda de cañón seguido, mientras que las laterales, más bajas, se cubren con cañón perpendicular; por otro lado, las naves se separan con columnas y no con pilares rectangulares, que era lo habitual en la arquitectura astur de la etapa anterior.
Un elemento sobre el que se ha discutido largamente es la tribuna real que se sitúa sobre el portal en la parte occidental, y a la que se accede por dos escaleras ubicadas en las cámaras laterales. En la parte central de esta tribuna está el palco, y en los laterales, otras dos cámaras de función todavía desconocida. La tribuna se cubre con una bóveda de cañón longitudinal y se abre a la nave central a través de un arco toral.
La decoración del edificio se concentra en las jambas de la puerta de acceso bajo la tribuna real, las basas de las columnas (de las cuales sólo se conservan cuatro in situ; el resto se encuentra en el Museo Arqueológico de Oviedo), los fustes estriados, los capiteles y las celosías.
En la iglesia de San Miguel de Lillo son de gran importancia las celosías que cierran los vanos, y que funcionan como tamizador lumínico. Existen muchas en todo el edificio, con formas geométricas y con disposiciones radiales, que encuentran su precedente en el arte visigodo.
La decoración de las jambas parece inspirarse en el mundo clásico, concretamente, en los dípticos que los cónsules romanos enviaban cuando comenzaba su mandato: en este caso, se trata del díptico consular de Aerobindus, del año 506 d.C., que se conserva en San Petersburgo. En el centro de la imagen aparece el cónsul sedente, rodeado de dos funcionarios, e indicando el inicio de los juegos con su cetro. En la otra jamba aparece una escena circense: el domador enfrentándose al león, y al otro lado, un saltimbanqui saltando con la pértiga. Ambas jambas están profusamente decoradas en los bordes, y aunque la técnica es bastante ruda, se consideran uno de los primeros exponentes de portada historiada altomedieval.
También las basas presentan decoración: bajo arquerías sogueadas se pueden ver las cabezas de los cuatro evangelistas en sus pupitres y con su iconografía habitual, heredada del mundo visigodo. Se presenta pues una alegoría entre las basas como soporte del edificio y los evangelistas como soporte de la iglesia.
Por último, es importante aludir a la decoración pictórica que aún conservan los muros de San Miguel de Lillo. Además de restos aislados, se conserva en el muro sur una figura humana sentada en un trono color púrpura, de dudosa identificación, acompañada de otra figurilla de menor tamaño. La escena se enmarca con una magnífica cenefa a base de motivos geométricos.

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