Sistema industrial





Sistema industrial
División del trabajo en la industria
La división del trabajo es un principio básico de la industrialización. En la división de trabajo, cada trabajador es asignado a un cometido diferente, o fase, en el proceso de fabricación, y como resultado, la producción total aumenta. Como muestra la ilustración, si una persona realiza las cinco fases en la fabricación de un producto puede hacer una unidad al día. Cinco trabajadores, cada uno especializado en una de las cinco fases, pueden hacer 10 unidades en el mismo tiempo.

Sistema industrial, acuerdo laboral en el que una serie de personas cooperan para producir bienes de consumo. Hoy en día, el término industria se emplea normalmente para referirse a un gran establecimiento que emplea a muchas personas para la producción en serie de bienes de consumo o industriales. Sin embargo, el sistema industrial existe desde hace mucho tiempo.
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HISTORIA
Se han descubierto alfarerías en Grecia y Roma. En varias zonas del Imperio romano las fábricas producían cristalería, artículos de bronce y otros productos similares, elaborados tanto para la exportación como para el consumo interno. En la edad media, en las ciudades de Antioquía y de Tiro existían grandes fábricas de seda; en Europa, durante la baja edad media se instalaron fábricas textiles en varios países, fundamentalmente en Italia, Flandes (la actual Bélgica), Francia e Inglaterra.
Durante el renacimiento los avances científicos, el contacto con el Nuevo Mundo y el desarrollo de nuevas rutas comerciales con el Lejano Oriente estimularon la actividad comercial y la demanda de bienes manufacturados, y de esta forma se promovió la industrialización. En Europa occidental, y concretamente en Inglaterra, durante los siglos XVI y XVII se crearon muchas fábricas para producir bienes tales como papel, armas de fuego, pólvora, hierro colado, vidrio, vestimentas, cerveza y jabón. Aunque en determinados establecimientos se utilizaban grandes máquinas, que funcionaban con sistemas hidráulicos en algunos lugares, los procesos industriales solían utilizar el trabajo como mano de obra y herramientas simples. A diferencia de las modernas fábricas mecanizadas con cadenas de montaje, las fábricas eran meramente grandes talleres en los que cada trabajador operaba independientemente. Tampoco eran las fábricas los lugares de producción habituales; aunque algunos trabajadores podían utilizar las herramientas de su patrón y trabajaban en su local, la mayor parte de la producción se llevaba a cabo siguiendo un sistema doméstico, mediante el cual los trabajadores recibían las materias primas, trabajaban en su casa, devolvían los artículos manufacturados y se les pagaba su trabajo.
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DESARROLLO DEL SISTEMA INDUSTRIAL
El sistema industrial, que en un momento dado reemplazó al sistema doméstico y se convirtió en el mecanismo típico de producción de las economías modernas, empezó a desarrollarse a finales del siglo XVIII, cuando una serie de inventos transformaron la industria textil británica marcando el inicio de la Revolución Industrial. Entre los inventos más importantes destacan la lanzadera volante patentada en 1733 por John Kay, la máquina de hilar spinning jenny de James Hargreaves, la máquina hiladora hidráulica (1769) de Richard Arkwright, la hiladora (1779) de Samuel Crompton y el telar mecánico (1785) de Edmund Cartwright. Estos inventos mecanizaron gran parte de los procesos manuales que se utilizaban para hilar y tejer y facilitaron la producción de textiles con mayor rapidez y más baratos. La mayoría de estas nuevas máquinas eran demasiado grandes y caras para que se utilizaran en los hogares, por lo que se hizo necesario el trasladar la producción a las fábricas.
Uno de los principales avances tecnológicos del principio de la Revolución Industrial fue la invención de la máquina de vapor. Cuando se mecanizaron por primera vez las fábricas textiles sólo se disponía de la energía hidráulica para hacer funcionar las máquinas y el propietario se veía obligado a situar la fábrica cerca de una fuente de agua, la cual, a veces, se encontraba en un área poco adecuada y lejos de la oferta de trabajo. Después de 1785, fecha en la que se instaló por primera vez una máquina de vapor en una fábrica de algodón, el vapor empezó a sustituir al agua como fuerza motriz. Los productores podían establecer fábricas más cercanas a la oferta de trabajo y a los mercados de bienes. El desarrollo de la locomotora y de los barcos de vapor a principios del siglo XIX permitió enviar los productos manufacturados hacia mercados lejanos más rápida y económicamente, y así se favoreció la industrialización.
El método de Arkwright para hilar fue introducido en los Estados Unidos en 1790 por Samuel Slater, quien estableció una fábrica en Pawtucket, Rhode Island. En 1814, en una fábrica de algodón de Waltham, Massachusetts, se combinaron por primera vez bajo el mismo techo todos los pasos de un proceso industrial; en esta fábrica el algodón llegaba como fibra en bruto y salía en forma de bienes manufacturados listos para su venta.
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PRODUCCIÓN EN SERIE
Los textiles, y concretamente los de algodón, fueron los principales productos manufacturados de principios del siglo XIX. En aquellos años se estaban inventando nuevas máquinas y técnicas que permitían extender el sistema fabril a otras industrias. El inventor norteamericano Eli Whitney, que promovió la producción de textiles en Estados Unidos al inventar la desmotadora en 1793, llevó a cabo otra contribución al menos igual de importante al sistema fabril al desarrollar la idea de utilizar partes recambiables para las armas. Estas partes recambiables, con las que Whitney empezó a experimentar en 1798, hicieron que en un determinado momento fuese posible utilizar la técnica de la cadena de montaje en vez de trabajar por encargos, y de reparar las armas rápidamente utilizando partes prefabricadas. La idea de los recambios se aplicó a la producción de relojes a partir de 1820. Posteriormente, en la década de 1850, en Waltham, Massachusetts, se utilizaron por primera vez máquinas automáticas para producir relojes en serie en una única fábrica. Así, a mediados del siglo XIX, las fábricas estadounidenses habían empezado a desarrollar el aspecto más destacable del sistema de producción moderno: la fabricación en serie de productos homogéneos.
La industria del vestido se revolucionó con la máquina de coser y experimentó una tremenda expansión durante la década de 1860. Espoleadas por la urgente demanda de uniformes durante la Guerra de la Independencia norteamericana, las fábricas de vestidos desarrollaron tallas en serie, un requisito indispensable para la producción en serie de vestidos. Al mismo tiempo, la demanda militar de zapatos favoreció la creación de una máquina para coser zapatos que permitía la producción en cadena de calzado.
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DESARROLLOS MODERNOS
Cuando empezó el siglo XX el sistema fabril predominaba en Estados Unidos y en gran parte de Europa occidental. Su mayor desarrollo en Europa se alcanzó en Alemania, Inglaterra, Holanda y Bélgica, que se convirtieron fundamentalmente en importadores de alimentos y materias primas y en exportadores de bienes manufacturados. En 1913 Henry Ford, el pionero fabricante de motores, realizó una enorme contribución a la difusión del sistema fabril cuando introdujo las técnicas de las cadenas de montaje en la producción de coches en la fábrica de motores Ford. Con el tiempo, el sistema fabril se extendió a Oriente, donde la mano de obra barata atraía al capital de los países industrializados de Occidente. Japón, que inició su industrialización a finales del siglo XIX, se convirtió rápidamente en una de las principales potencias industriales de Asia y en un serio competidor para los países occidentales.
El desarrollo del sistema fabril tiende, en general, hacia fábricas con mayores inversiones de capital por trabajador. Sin embargo, mediada la década de 1980 muchas fábricas occidentales empezaron a padecer serios problemas en las industrias manufactureras, especialmente en lo que concierne a la producción de textiles, aceros, coches, maquinaria y equipos electrónicos. Una de las principales preocupaciones era la proliferación de importaciones foráneas baratas. Los recortes en estas industrias han conllevado una reestructuración de los negocios y cierre de fábricas, con las consiguientes pérdidas de empleos e incluso la ruina económica de algunas regiones. Esto es el reflejo del desplazamiento del sistema fabril hacia países en desarrollo, donde los costes laborales son más baratos.
Otras tendencias importantes han sido la ascensión a posiciones de liderazgo de gestores profesionales que analizan la organización y el funcionamiento de las fábricas desde una óptica científica, y el desarrollo y utilización de equipos cada vez más sofisticados en el funcionamiento de las fábricas. Algunas máquinas, con la ayuda de ordenadores, semiconductores, robots y otras innovaciones tecnológicas de la segunda mitad del siglo XX, se autocontrolan de tal manera que se puede hacer funcionar una fábrica empleando a muy pocos trabajadores para manejar los paneles de control. Este método de producción ha implicado muchos cambios económicos, que pueden ser tan importantes como los que se derivaron de la Revolución Industrial.
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CONDICIONES LABORALES EN LAS FÁBRICAS
La introducción del sistema fabril tuvo importantes repercusiones en las relaciones sociales y en las condiciones de vida. Antaño, tanto el señor feudal como el maestro de un gremio asumían responsabilidades respecto al bienestar de los siervos, aprendices y jornaleros que trabajaban para ellos. Por el contrario, los propietarios de las fábricas consideraban que quedaban liberados de sus obligaciones hacia sus empleados con el mero pago de los salarios; así, casi todos los propietarios adoptaron una actitud impersonal hacia los trabajadores de sus fábricas. Esto se debía, en parte, a que no se requería una preparación o una fuerza especial para manejar las nuevas máquinas de las fábricas, y los propietarios de las primeras industrias, que solían estar más interesados en una mano de obra barata que en la cualificación de sus trabajadores, empleaban a mujeres y niños, que eran contratados con salarios menores que los hombres. Estos empleados mal pagados tenían que trabajar hasta dieciséis horas diarias y estaban sometidos a presiones, incluso a castigos físicos, en un intento de que acelerasen la producción. Puesto que ni las máquinas ni los métodos de trabajo estaban diseñados en aras de la seguridad, las mutilaciones y los accidentes mortales eran frecuentes. En 1802 la explotación de niños pobres provocó la primera legislación sobre la producción fabril en Inglaterra. Aquella ley, que limitaba la jornada laboral infantil a doce horas, y otras disposiciones posteriores que regulaban el trabajo infantil no fueron rigurosamente aplicadas.
Los trabajadores de las primeras ciudades obreras no estaban en condiciones de luchar por sus propios intereses contra los propietarios de las fábricas. Las primeras fábricas de algodón se establecieron en pequeños pueblos en los que todas las tiendas y todos los habitantes dependían de la fábrica para vivir. Pocos eran los que se atrevían a desafiar la voluntad de la persona que poseía la fábrica y que controlaba la vida de los trabajadores tanto dentro como fuera del trabajo. Las largas horas de trabajo y los bajos salarios evitaban que el trabajador dejara el pueblo o pudiera ser influenciado desde fuera. Después, cuando las fábricas se establecieron en poblaciones más grandes, las desventajas de las ciudades obreras dieron lugar a aberraciones tales como la explotación en las fábricas y los barrios proletarios. Además, el fenómeno de los ciclos económicos empezaba a surgir, sometiendo a los trabajadores a la amenaza periódica del desempleo.
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REFORMAS Y CAMBIOS
A principios del siglo XIX las condiciones de vida de los trabajadores en el sistema fabril habían despertado la inquietud de algunos propietarios. Uno de los que abogaban por las reformas era Robert Owen, un capitalista británico propietario de una fábrica de algodón, que se había hecho a sí mismo. Owen quiso dar ejemplo transformando un pequeño pueblo obrero de Escocia llamado New Lanark en una comunidad industrial modélica entre 1815 y 1828. En New Lanark los salarios eran más elevados y se trabajaban menos horas, los niños permanecían lejos de las fábricas e iban a la escuela, las casas de los empleados eran las mejores de la época y, aún así, la fábrica conseguía sustanciosos beneficios. En esta época se estaban empezando a desarrollar los modernos sindicatos en las islas Británicas y Owen intentó organizarlos en un único movimiento nacional. Su objetivo era mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, así como provocar reformas sociales y económicas fundamentales. Su interés por las crecientes diferencias entre capitalistas y trabajadores era compartido por teóricos de la economía como los franceses Charles Fourier, Claude Henri de Saint-Simon y Pierre Joseph Proudhon y los alemanes Karl Marx y Friedrich Engels, cada uno de los cuales analizó los procesos de la moderna sociedad industrial y plantearon reformas industriales y sociales.
Con el tiempo, las protestas organizadas obligaron a los capitalistas a corregir algunos de los abusos más graves. Los trabajadores se manifestaban y lograron obtener el derecho al voto y crearon partidos políticos y sindicatos de trabajadores. Los sindicatos, no sin muchas luchas y contratiempos, consiguieron importantes concesiones de los empresarios y de los gobiernos, además del derecho a organizarse y representarse a sí mismos en las negociaciones, y los aspectos y problemas relacionados con el sistema fabril pasaron a formar parte prominente de las modernas formulaciones de la teoría económica y política, enmarcadas en la disciplina de las relaciones laborales. En la Unión Soviética, China y otros estados comunistas, la fábrica se convirtió en la unidad política, social y, también, industrial. No obstante, los abusos del sistema fabril siguen prevaleciendo en muchos países en desarrollo.
Una de las consecuencias importantes, a menudo olvidada, del sistema fabril es que facilitó la emancipación de la mujer. La fábrica, al proporcionar a las mujeres la ocasión de ganar un salario, les permitió ser económicamente independientes. Así, la industrialización empezó a cambiar las relaciones familiares y la situación económica de la mujer.
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LA INSPECCIÓN DE LAS FÁBRICAS
La inspección de las fábricas por parte de instituciones sociales empezó en Inglaterra a principios del siglo XIX, como respuesta a las protestas públicas por las condiciones laborales de las mujeres y los niños trabajadores. Posteriormente, en todos los lugares donde se difundió el sistema fabril los gobiernos adoptaron reglamentos contra las condiciones de insalubridad y de peligrosidad. Así, se unificó un código regulador de las fábricas en todos los países industrializados. Estos códigos establecían restricciones al trabajo infantil y limitaban las horas de trabajo, regulaban las condiciones sanitarias y la instalación de medidas de seguridad y reforzaban las reglas sobre seguridad, la vigilancia médica, la ventilación adecuada, la eliminación de la explotación en las fábricas y la puesta en práctica del salario mínimo. Una institución reguladora importante fue la Asociación Internacional para la Inspección de las Fábricas, creada en 1886 en Canadá y catorce estados de Estados Unidos. La Organización Internacional del Trabajo, en cooperación primero con la Sociedad de Naciones y después con las Naciones Unidas, unificó los reglamentos sobre las condiciones en las fábricas de todo el mundo, aunque no se ha llegado a garantizar la aplicación de estas medidas.

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