Rubén Darío
El poeta nicaragüense, Rubén Darío (1867-1916), es un hito en las letras hispanas. Fue el gran embajador del modernismo, un movimiento literario, netamente hispano, que se complace en una poesía esteticista, llena de musicalidad y temas inspirados en ambientes refinados, elegantes y etéreos rococós. El libro Azul… de Darío es una miscelánea de verso y prosa, publicada en 1888 en Chile y que está considerado como el primer gran libro modernista. El fragmento leído por un actor corresponde a Poemas. El retrato de la ilustración fue pintado por Daniel Vázquez Díaz.
Literatura nicaragüense, recorrido histórico a través de los autores y las obras literarias escritas en Nicaragua. Encuentra su primera manifestación significativa con El güegüense o Macho ratón, un bailete que mezcla el español con el náhuatl hablado por los indios de Nicaragua. Nada más ofrece de interés, hasta finales del siglo XIX, cuando entró en escena Rubén Darío (1867-1916), aunque escribiera casi toda su obra fuera del país. Azul... (1888), Prosas profanas (1896) y Cantos de vida y esperanza (1905) fueron hitos decisivos para el triunfo y la evolución del modernismo en la poesía de Hispanoamérica. También prosista notable, reunió muchos de sus artículos en Los raros (1896), España contemporánea (1901), Peregrinaciones (1901) y otros volúmenes.
Alfonso Cortés (1887-1963), Azarías H. Pallais (1886-1954) y Salomón de la Selva (1893-1959) ocupan el periodo que precede a las manifestaciones vanguardistas que pretendieron librarse definitivamente de Darío, y que inicialmente estuvieron a cargo de José Coronel Urtecho (1996-1994), cuando en 1927 regresó al país desde Estados Unidos. Junto a él destacaron pronto Joaquín Pasos (1915-1947) y Pablo Antonio Cuadra (1912), y a ellos se unieron luego otros poetas de gran calidad, como Ernesto Mejía Sánchez (1923-1985) y Carlos Martínez Rivas (nacido en Guatemala, 1924- ), para publicar los Cuadernos del Taller de San Lucas (1942-1945), donde conjugaron preocupaciones sociales, inquietudes religiosas e inspiración popular. De esas inquietudes participó Ernesto Cardenal (1925- ), cuyo exteriorismo ha sido una de las manifestaciones más difundidas de la poesía coloquial. Tras ellos llegarán otros con orientaciones menos fáciles de precisar: Fernando Silva (1927- ), Mario Cajina Vega (1929- ), Eduardo Zepeda (1930- ), Horacio Peña (1936- ), David Macfield (1936- ), Fernando Gordillo (1940- ). Su muerte en la lucha revolucionaria hizo famoso a Leonel Rugama (1950-1970), y los avatares de la historia reciente han dado a la poesía nicaragüense un sabor peculiar, al que no son ajenos los poetas de la generación traicionada, como Roberto Cuadra (1940- ) y Edwin Yllescas (1941- ). Las aportaciones de Vidaluz Meneses (1944- ), Ana Ilce Gómez (1945- ), Gioconda Belli (1948- ), Rosario Murillo (1951- ) y Julio Valle Castillo (1952- ) contribuyen a hacer de la poesía una de las más ricas en el panorama hispanoamericano del siglo XX.
La narrativa no ha alcanzado ese relieve. El regionalista (véase Regionalismo americano) Hernán Robleto (1895-1969) escribió las primeras novelas de interés, y posteriormente sobresalieron las aportaciones de Fernando Silva (1927- ), Lizandro Chávez Alfaro (1929- ) y Mario Cajina Vega (1929- ). Entre los narradores actuales no faltan los de obra ya consolidada: sobre todo Sergio Ramírez (1942- ), pero también Gioconda Belli. En el género testimonio ha destacado Omar Cabezas (1950- ). El teatro nicaragüense contó con Rolando Steiner (1936-1987), un dramaturgo de calidad notable.
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