El invento de la Literatura hondureña




Literatura hondureña, recorrido histórico a través de los autores y las obras literarias escritas en Honduras. No ofrece resultados de interés durante el periodo de la colonia y su primer escritor relevante fue José Cecilio del Valle (1780-1874), el lustrado soñador de una América Española unida, que redactó la declaración de independencia de Centroamérica en 1821. El poeta neoclásico José Trinidad Reyes (1797-1855) y los románticos Manuel Molina Vigil (1853-1883) y José Antonio Domínguez (1869-1903) constituyen lo más destacable de un pobre siglo XIX, y Juan Ramón Molina (1875-1908) fue el mejor representante del modernismo. La literatura empezó a salir de ese marasmo en la etapa posmodernista, bien representada en la poesía por Rafael Heliodoro Valle (1891-1959) y en la narrativa sobre todo por Froylán Turcios (1875-1943), un notable escritor que desde los refinados gustos finiseculares evolucionó hacia el encuentro con la realidad hondureña.
Desde entonces la poesía alcanza una importancia creciente. Jacobo Cárcamo (1914-1959), Ángela Valle (1927) y otros autores preparan el camino de una práctica que se consolida a partir de la década de 1950, impulsada con frecuencia por las circunstancias sociopolíticas. La poesía testimonial permitió destacar a Roberto Sosa (1930- ), y esa fue luego la línea a seguir entre escritores más jóvenes como Rigoberto Paredes (1948- ), Oscar Amaya (1949- ) y José Luis Quesada (1948- ). Nunca faltaron excepciones a esa orientación dominante: durante algún tiempo la más importante fue Óscar Acosta (1933- ), que residió algunos años en Perú donde inició una producción lírica de orientación intimista, lo más destacado de una obra que reúne también narrativa, teatro y crítica literaria. Juan Ramón Saravia (1951- ) y Rafael Rivera (1956- ) representan aperturas más recientes.
Marcos Carías Reyes (1905-1949), Argentina Díaz Lozano (1909- ), Víctor Cáceres Lara (1915- ) y otros narradores preparan el camino de los novelistas actuales. Entre éstos se han consolidado Marco Carías (1938- ) y Julio Escoto (1944- ), en un contexto que nunca ha favorecido el desarrollo de la literatura.


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