Durante varias décadas después de la Independencia (1821), las repúblicas hispanoamericanas continuaron ejerciendo la medicina basada en las instituciones procedentes de la época anterior, como el Protomedicato y los hospitales de las órdenes religiosas.
Con el paso de los años y al regresar de las universidades y hospitales europeos los primeros médicos hispanoamericanos que se habían trasladado a Europa a formarse en las nuevas corrientes de la medicina moderna, introdujeron en estos países métodos del diagnóstico anatomo-clínico, como la auscultación, la percusión y la exploración ordenada; se fueron conociendo mejor las funciones fisiológicas, la anatomía patológica o la terapéutica racional.
Hacia 1850, en casi todos los países se empleaba la anestesia quirúrgica con éter o cloroformo, y se construían hospitales con quirófanos, que adoptaron la cirugía aséptica, lo que permitió realizar intervenciones cavitarias.
Los avances y los descubrimientos más recientes llegaron con prontitud y su aplicación se fue haciendo más intensiva, especialmente en las ciudades y centros de mayor contacto con el exterior.
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