El invento del:
Arte mesopotámico
Relieve asirio
Unos soldados
asirios llevan un carro a la otra orilla del río, mientras que un hombre
(arriba a la izquierda) flota sobre una piel inflada. Los relieves de estas
características informan sobre interesantes aspectos de la civilización asiria.
Arte
mesopotámico, conjunto de obras realizadas por las
civilizaciones del antiguo Oriente Próximo que habitaron la región comprendida
entre los ríos Tigris y Éufrates, actual Irak, desde la prehistoria hasta el
siglo VI a.C. Las tierras bajas de Mesopotamia abarcan una llanura fértil, pero
sus habitantes se tuvieron que enfrentar al peligro de las invasiones, las
extremas temperaturas, los periodos de sequía, las violentas tormentas y los
ataques de las fieras. Su arte refleja al mismo tiempo su adaptación y su miedo
a estas fuerzas naturales, así como sus conquistas militares. Establecieron
núcleos urbanos en medio de las llanuras, cada uno dominado por un templo, que
fue el centro del comercio y la religión hasta que fue desbancado en
importancia por el palacio real. El suelo de Mesopotamia proporcionaba el barro
para los adobes que fueron el material constructivo más importante de esta
civilización. Los mesopotámicos también cocieron esta arcilla para obtener
terracota, con la que realizaron cerámica, esculturas y tablillas para la
escritura. Se conservan pocos objetos en madera. En la escultura emplearon
basalto, arenisca, diorita y alabastro. También trabajaron algunos metales como
el bronce, el cobre, el oro y la plata, así como nácar y piedras preciosas en
las piezas más delicadas y en las labores de incrustación. En sus sellos
cilíndricos usaron piedras de todas las clases, como lapislázuli, jaspe,
cornalina, alabastro, hematites, serpentina y esteatita. No obstante, algunas
de estas piedras escaseaban en la zona, por lo que tuvieron que importarlas.
El arte de Mesopotamia
abarca una tradición de 4.000 años que en estilo e iconografía es aparentemente
homogénea. De hecho, fue creada y mantenida por las sucesivas oleadas de
pueblos invasores, diferentes tanto étnica como lingüísticamente. Hasta la
conquista por los persas en el siglo VI a.C. cada uno de esos grupos hizo su
propia contribución al arte mesopotámico. Los sumerios fueron el primer pueblo
que controló la región y estableció su arte, seguidos por los acadios,
babilonios y asirios. El control político mesopotámico y sus influencias
artísticas se extendieron a las culturas vecinas, llegando incluso en ocasiones
a zonas tan alejadas como la costa sirio-palestina, de modo que los motivos
artísticos de estas áreas lejanas influyeron en los centros mesopotámicos y
viceversa.
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EL PERIODO
PREHISTÓRICO
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Vasija mesopotámica
Esta vasija
mesopotámica de terracota (Museo de Irak, Bagdad) está fechada entre el 5000 y
el 3000 a.C. Está decorada en un estilo animalista, donde los animales se
representan de forma esquemática. Ese estilo está asociado con las tribus
nómadas del periodo neolítico y se extendió en una zona que abarca desde Oriente
Próximo a la Rusia meridional.
Los vestigios artísticos
y arquitectónicos más antiguos conocidos hasta la fecha proceden del norte de
Mesopotamia, del asentamiento proto-neolítico de Qermez Dere en las colinas de
Jebel Sinjar. Niveles arqueológicos fechados en el noveno milenio a.C. han
revelado que existieron cabañas de planta circular, con uno o dos pilares de
piedra enlucidos en yeso. Además, cuando se abandonaron estas construcciones,
se colocaron sobre el suelo calaveras humanas, hecho que indica alguna práctica
ritual.
Los periodos neolítico
y calcolítico del arte mesopotámico
(c. 7000 a.C.-c. 3500 a.C.), anteriores a la aparición
definitiva de la escritura, se designan por el nombre de sus yacimientos
arqueológicos: Hassuna, en el norte, es una localidad donde se han hallado
algunas viviendas y cerámica pintada; Sāmarrā, cuyos diseños cerámicos
abstractos y figurativos parece que tuvieron significado religioso, y Tell
Halaf, lugar en el que se realizó cerámica decorada y estatuillas de mujeres
sedentes que se interpretan como diosas de la fertilidad. En el sur los
primeros periodos reciben las denominaciones de El-Obeid
(c. 5500-c. 4000 a.C.) y antiguo y medio Uruk
(c. 4000-c. 3500 a.C.). La cultura de El Obeid se caracteriza por
su cerámica brillante decorada en negro encontrada en dicha localidad, aunque
existen otros ejemplos posteriores en Ur, Uruk y Eridú. Uno de los rasgos
principales de la larga secuencia de niveles arqueológicos descubiertos en
Eridú es la existencia de un pequeño santuario cuadrado
(c. 5500 a.C.) reconstruido con una hornacina que pudo alojar la
estatua de culto, delante de un altar ritual. Los templos superpuestos
posteriormente son más complejos, presentando una cella central o verdadero santuario
rodeado por pequeñas habitaciones con pórticos. El exterior estaba decorado con
hornacinas y contrafuertes, elementos típicos de los templos mesopotámicos. En
cuanto a la escultura en barro del periodo de El Obeid, se conservan la figura
de un hombre de Eridú y de una mujer sujetando un niño en Ur.
En varios de los lugares
mencionados anteriormente se han encontrado diferentes objetos pertenecientes
al último periodo de Uruk y al Jemdet Nasr, también conocido como periodo
protoliteral (c. 3500-c. 2900 a.C.). La ciudad más importante
fue Uruk, la Erech de la Biblia, actual Warka en Irak. El templo de caliza fue
el edificio principal del quinto nivel en Uruk (c. 3500 a.C.). Aunque
su superestructura no se ha mantenido, se conservan algunos restos, en un
estrato de tierra compacta, que nos permiten intuir que fue un edificio con
hornacinas de tamaño monumental (76×30 m). Algunas construcciones del
cuarto nivel de Uruk estaban revestidas con mosaicos a base de conos de arcilla
policromada que se incrustaban en los muros formando diseños geométricos. Otra
de las técnicas decorativas fue el encalado o blanqueado de los muros. Esto ha
hecho que se denomine como templo Blanco a un edificio construido en el área de
Uruk, dedicado al dios sumerio Anu, que tuvo en su interior un santuario
encalado, estrecho y largo. Situado sobre un elevado podio, el templo medía 12
metros desde el nivel del suelo, prefigurando la típica construcción religiosa
mesopotámica, el zigurat o torre escalonada, cuya función consistía en acercar
un poco más a los sacerdotes o soberanos a los dioses celestiales, o servir de
estrado para que la deidad pudiera descender a comunicarse con los que la
adoraban.
En Uruk se han descubierto
excepcionales esculturas en piedra. La más hermosa es una cabeza de mujer o
diosa realizada en piedra caliza (c. 3500-c. 3000 a.C., Museo de
Irak, Bagdad), que supuestamente tuvo incrustaciones decorativas en las cejas,
en los grandes ojos abiertos y en la profunda raya central de su cabello.
También en el Museo de Irak se conserva una vasija ritual de alabastro
(3500-3000 a.C.) compartimentada en registros o bandas horizontales. La
banda superior representa una procesión en la que el rey ofrece a la diosa de
la fertilidad Inanna (véase Religión sumeria), o a su sacerdotisa, un
cesto de frutas; sacerdotes desnudos llevan ofrendas en la central y en la
franja más baja aparece una hilera de animales sobre formas vegetales. El
último periodo Uruk incorporó el sello cilíndrico, seguramente en estrecha
asociación con el primer uso de las tablillas de barro cocido. Su forma
cilíndrica permanecerá como prototipo de sello mesopotámico en los 3.000 años
siguientes. Estas pequeñas piedras grabadas se usaron como forma de
identificación personal en cartas y documentos, envolviéndose en una banda de
arcilla húmeda para obtener una impronta continua o escena simbólica en
miniatura. Los sellos más antiguos exhiben motivos decorativos: toros,
sacerdotes o reyes portando ofrendas, crías de ganado, motivos marinos o de
caza, arquitecturas, leones con cabeza de serpiente y otras figuras grotescas.
Los animales, reales o imaginarios, se reprodujeron con gran vitalidad, incluso
cuando fueron interpretados de forma estilizada. El arte de los grabadores de
sellos fue una expresión de la cultura mesopotámica tan importante como las
artes monumentales.
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EL PERIODO
PROTODINÁSTICO
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La primera época histórica
del dominio sumerio se extendió desde aproximadamente el 3000 a.C. al
2340 a.C. Al mismo tiempo que se continuaron las antiguas tradiciones
constructivas se introdujo una nueva tipología arquitectónica: el templo oval,
un recinto con plataforma central que sustenta un santuario. Las
ciudades-estado dirigidas por gobernantes o soberanos que no eran considerados
seres divinos se localizaron en Ur, Umma, Lagash (actual Tell al-Hiba), Kis y
Esnunna (actual Tell Asmar). Muchos de los objetos realizados en este periodo
son conmemorativos: relieves que describen escenas de banquetes, celebraciones
de victorias militares o construcciones de templos. Muchas de ellas, como la
estela de piedra caliza (conservada en el Museo del Louvre de París) del rey
Eannatum de Lagash, se utilizaban frecuentemente como mojones. Dicha estela
representa en uno de los lados al rey a la cabeza de su ejército en una batalla
y por el otro lado al dios Ningirsu sosteniendo una red que contiene al enemigo
derrotado. El Estandarte de Ur (c. 2700 a.C., Museo Británico
de Londres) es una tabla adornada con conchas marinas, esquisto, lapislázuli y
piedras rosáceas que muestra escenas religiosas o procesiones ordenadas en tres
bandas.
En los sellos cilíndricos
tallados, así como en la escultura en metal, los temas mitológicos son los
motivos más habituales de representación. En un gran relieve en cobre del
templo de El Obeid (c. 2340 a.C., Museo Británico), un águila con
cabeza de león o leontocéfala, con las alas extendidas, se cierne sobre dos
ciervos. Las figuras, mitad hombre, mitad toro, fueron motivos destacados, así
como las figuras femeninas luchando con leones. Sin embargo, hoy día no se
pueden identificar todos estos motivos mitológicos. Se han encontrado también
objetos refinadamente trabajados, como coronas, puñales, vasijas y otras piezas
decorativas. Leonard Wooley, entre los años 1926 y 1931, encontró muchos de
estos elementos en la necrópolis real de Ur (c. 2600 a.C.). Dos de
los más hermosos representan a dos cabras rampantes (Museo Universitario de
Filadelfia y Museo Británico de Londres) que descansan sus patas delanteras
sobre un árbol dorado que termina sus ramas en rosetas simbólicas. El árbol,
las cabezas y las patas de las cabras están cubiertas de oro repujado, los
vientres están hechos de plata, su piel con conchas marinas y las barbas,
pelaje y cuernos están tallados en lapislázuli.
La escultura sumeria,
generalmente de alabastro, exhibe una gran variedad de estilos, y sus formas
geométricas pueden ser muy expresivas. Incluye figuras oferentes, sacerdotes o
gobernantes, algunas de sexo femenino. En el templo de Abu en Tell Asmar se
encontraron doce de ellas. Estas esculturas de piedra
(c. 2740 a.C.-2600 a.C., Museo de Irak, Instituto Oriental de la
Universidad de Chicago, Museo Metropolitano de Nueva York), con sus brazos
dispuestos delante del pecho con las manos juntas, tienen ojos enormes,
redondos y desorbitados de mirada fija, realizados con conchas marinas y caliza
negra. Ligeramente más naturalista, el Museo del Louvre conserva una figura
masculina sedente (c. 2400 a.C.) de alabastro procedente de Mari. La arquitectura
de este periodo en Mari (actual Tell Hariri, Siria), muestra influencias del
área occidental de Mesopotamia.
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EL PERIODO ACADIO
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Cabeza de un rey
acadio
Esta cabeza de
bronce de Nínive, fechada aproximadamente hacia el 2300 a.C., y que representa
a un rey acadio, posiblemente a Naram-Sinm, mide 30 cm. Las cuencas de los ojos
estuvieron en su origen rellenas con piedras preciosas. El pelo y la barba
estilizados son típicos del arte mesopotámico.
Los pueblos semitas acadios
alcanzaron gradualmente el dominio de la zona hacia finales del siglo XXIV a.C.
Bajo Sargón I el Grande, que reinó aproximadamente entre el 2335 a.C. al
2279 a.C., extendieron su dominio sobre Sumer, unificando toda Mesopotamia.
Aunque subsisten pocos vestigios de su arte, los restos conservados están
dotados de una maestría técnica y una fuerte energía. En las ciudades acadias
de Sippar, Assur, Esnuna, Tell Brak y en su aún no encontrada capital Acad, el
palacio se convierte en el edificio más importante en sustitución del templo.
Una magnífica cabeza de cobre de Nínive (Museo de Irak), que representa
probablemente a Naram-Sin, el nieto de Sargón que reinó durante los años
2255 a.C. al 2218 a.C., enfatiza la nobleza de estos soberanos
acadios, que asumieron el aspecto de semidioses. El propio Naram-Sin es el
protagonista de una estela en piedra arenisca, hábilmente realizada (Museo del
Louvre), que muestra una de sus victorias en las montañas. El rey viste la
tiara con cuernos, símbolo de la divinidad y, a diferencia de la iconografía de
la estela de Eannatum, el dios protector no se reconoce por su ayuda en el
éxito militar. Las fuerzas celestiales están simplemente insinuadas por
estrellas solares situadas en la cumbre. Perfectamente adaptado a la forma de
la piedra se destaca el movimiento rítmico del ejército triunfal de Naram-Sin
subiendo la montaña y haciendo caer al enemigo.
Los entalladores de sellos
aplicaron las innovaciones acadias más significativas. El pequeño espacio de
cada sello se rellena con escenas agitadas: dioses y héroes luchando cuerpo a
cuerpo contra animales salvajes, monstruos y carros procesionales. Las escenas
de presentación u ofrenda, en las que un intermediario o una deidad
personificada presenta a otra figura ante un dios sedente de mayor importancia,
constituyen una innovación temática acadia que evolucionó en los periodos
siguientes. Algunos de los temas descritos en los sellos acadios han sido
identificados con historias del Poema de Gilgamesh, aunque todavía
muchas de ellas no han sido interpretadas.
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EL PERIODO
NEOSUMERIO
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Después de un mandato
de siglo y medio, el Imperio acadio cayó bajo dominio de los gutis, pueblos
nómadas que no centralizaron su poder. Esto permitió reorganizarse a las
ciudades sumerias de Uruk, Ur y Lagash, iniciándose así la edad neosumeria o
tercera dinastía de Ur (c. 2121-2004 a.C.). En Ur, Eridú, Nippur y
Uruk se construyeron impresionantes santuarios que incorporaban zigurats
realizados con ladrillos y adobe. Gudea (c. 2144-2124 a.C.), soberano
de Lagash, contemporáneo de Ur-Nammu —el fundador de la tercera dinastía de Ur—
se conoce por más de 20 estatuas que lo representan, realizadas en dos tipos de
piedras negras y duras, la dolomita y la diorita. Sus manos están cruzadas al
viejo estilo sumerio, pero su cara redonda y su ligera musculatura en brazos y
hombros muestran el deseo del escultor por plasmar en este difícil soporte unas
formas más naturales. La excepción aparece en las figuras antropomórficas que
combinan rasgos zoomorfos, porque son más estáticas que el resto de las
representaciones escultóricas. Los más realistas son unos pequeños relieves y
estatuillas de terracota que representan a fieles haciendo sacrificios de
animales, héroes legendarios, músicos e incluso una mujer amamantando a su
hijo.
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PERIODO ARCAICO
BABILONIO O PERIODO PALEOBABILÓNICO
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Estela de Hammurabi
El Código de
Hammurabi, uno de los códigos legales más antiguos de la historia, está grabado
en esta estela de basalto negro que mide 2,2 m de altura y que fue realizada
hacia el 1780 a.C. La parte superior (en la imagen) muestra a Hammurabi con el
dios solar, Shamash, que le está dando un bastón y un anillo que simbolizan el
poder de administrar justicia.
Tras el declive de la
civilización sumeria, Mesopotamia fue una vez más unificada por gobernantes
semitas (c. 2000-1600 a.C.), como Hammurabi de Babilonia. La representación
en relieve del soberano en su famoso código legal (c. 1780 a.C.,
Museo del Louvre) no es muy diferente de las estatuas de Gudea, aunque sus
manos no estén cruzadas ni aparezca como intermediario ante el dios solar
Shamash. De Mari procede el arte más original del periodo babilónico,
incluyendo arquitectura, escultura, metalistería y pintura mural. La
representación de animales, como en la mayor parte del arte mesopotámico, es
más natural que la de los seres humanos. Los pequeños frisos de Mari y otras
ciudades muestran escenas de la vida cotidiana con músicos, boxeadores,
carpinteros y campesinos. Estas representaciones son mucho más reales que las
del solemne arte religioso u oficial.
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LAS DINASTÍAS
CASITA Y ELAMITA
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Los casitas, pueblo de
origen no mesopotámico, aparecieron en Babilonia poco después de la muerte de
Hammurabi en el año 1750 a.C., sustituyendo a los gobernantes anteriores
hacia el 1600 a.C. Los casitas adoptaron la cultura y el arte
mesopotámicos. Los elamitas del oeste de Irán destruyeron el reino casita hacia
el 1150 a.C. Su arte parece una imitación provinciana de los primeros
estilos mesopotámicos. De hecho, su admiración por el arte acadio y babilonio
les hizo llevarse la estela de Naram-Sin y el Código de Hammurabi a Susa, su
capital iraní.
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EL IMPERIO ASIRIO
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Relieve
mesopotámico
Los palacios de
Mesopotamia se revistieron con relieves narrativos esculpidos sobre láminas de
alabastro. Por lo general representaban escenas de las vidas de los reyes. Este
relieve que formó parte del palacio de Dur Sharrukin, actual Jorsabad, muestra
a Sargon II (721-705 a.C.) con uno de sus súbditos.
La primitiva historia
del arte asirio, desde el siglo XVIII al XIV a.C., es aún en gran parte
desconocida. El arte del periodo asirio medio o mesoasirio (1350 a.C. al
1000 a.C.) muestra su dependencia de las tradiciones estilísticas
babilónicas. Por ello, los temas religiosos se presentan de una forma solemne,
mientras que las escenas profanas se representan de una manera más naturalista.
El zigurat fue la principal forma de la arquitectura religiosa asiria. El uso
de ladrillos vidriados polícromos fue muy común en esta etapa mesopotámica. Con
el paso del tiempo se convirtieron en la típica decoración arquitectónica
neobabilónica, ya que las fachadas de los edificios se recubrieron con cerámica
vidriada. El árbol de la vida y los grifos (animales mitológicos con cabeza de
águila y cuerpo de león), que aparecen en los sellos cilíndricos y en las
pinturas murales de los palacios, pueden proceder del arte hurrita de Mitanni,
al norte de Mesopotamia. A diferencia de las antiguas, las decoraciones
vegetales se volvieron estilizadas y artificiosas. Las imágenes simbólicas
sustituyeron frecuentemente a las representaciones de los dioses.
Tukulti-Ninurta I, rey entre los años 1244 a.C. y 1207 a.C., encargó
gran parte de las obras artísticas y arquitectónicas que se realizaron en
Assur, donde también construyó su propio palacio-ciudad, Kar Tukulti-Ninurta.
En el arte de ambos asentamientos se acentúa la diferencia entre los dioses y
los seres humanos. El friso narrativo, derivado de las escenas de estelas y
sellos, será el elemento artístico más importante del arte asirio.
El arte asirio genuino
va a desplegarse en el periodo neoasirio o periodo asirio tardío
(1000-612 a.C.), en la época de los grandes constructores. El primero de
los últimos reyes asirios importantes fue Assurnasirpal II, que reinó del 883
al 859 a.C., y convirtió la ciudad de Nimrud (antigua Calach de la Biblia)
en capital militar. Dentro de los muros de Nimrud, que abarcaba un área cercana
a las 360 hectáreas, se alzaban la ciudadela y las principales construcciones
reales, como el palacio real del noroeste, decorado con esculturas en relieve.
Sargón II, que reinó entre el 722 y el 705 a.C., llevó las riendas del
imperio desde una ciudad de nueva planta, Dur Sharrukin (actual Jursabad), que
abarcaba 2,6 km2 y estaba rodeada por una muralla con siete
puertas, tres de ellas decoradas con relieves y ladrillos vidriados. En el
interior de dicho recinto se encontraba el palacio de Sargón, que contaba con
más de 200 habitaciones y patios, un gran templo, residencias y templos de
menor categoría. A su muerte sólo se había terminado parte del complejo
arquitectónico. Su hijo y sucesor, Senaquerib, que reinó entre los años 705 y
681 a.C., trasladó la capital a Nínive, donde construyó su propio palacio
al que denominó ‘palacio sin rival’, también conocido como el palacio del
suroeste. Assurbanipal, que reinó del 669 al 627 a.C., construyó al norte
de Nínive otro palacio.
Los asirios adornaron
sus palacios con magníficos relieves escultóricos. El alabastro verdadero, una
piedra blanda que abundaba en la parte más alta del río Tigris, se podía tallar
más fácilmente que las piedras duras utilizadas por los sumerios y los acadios.
Para impresionar a los visitantes y realzar su poder ante los ojos de sus
súbditos expusieron en letra cuneiforme, talladas en bandas horizontales por
toda la superficie de los muros del palacio, crónicas que relataban su
superioridad en las cacerías y en los campos de batalla. Además, el visitante
que se acercara a las puertas de Nimrud o Jursabad, debía hacer frente a unas
enormes esculturas, guardianes antropomórficos, leones, esfinges aladas con
cabeza humana o toros con cinco patas para ofrecer un punto de vista frontal y
otro lateral. A veces estos seres mitológicos se representaban
iconográficamente en la figura de Gilgamesh y su cachorro de león o como
oferentes que llevan animales al sacrificio. Una de las mejores muestras es el
retrato idealizado de Sargón II en Jursabad, con un íbice entre sus manos
(Museo del Louvre, c. 710 a.C.). Sin embargo, el tema principal de
estos relieves de alabastro es puramente profano: el rey cazando leones y otros
animales, el triunfo de los asirios sobre el enemigo o el rey deleitándose en
su jardín. En la escena de Assurbanipal en Nínive (del siglo VII a.C., Museo
Británico), el arpista y unos pájaros desde los árboles interpretan música para
los soberanos, que están, reclinado él y sentada ella, bebiendo vino bajo una
parra, mientras sus sirvientes los protegen de las moscas con abanicos,
reconfortando así a la pareja real. La cabeza cortada del rey Elam, que cuelga
de un árbol próximo, recuerda discretamente el poder asirio.
Los escultores realizaron
excelentes escenas de caza. Las fieras se representaban con más esmero que los
seres imaginarios antropomórficos. El león y la leona moribundos, detalles de
una escena de caza del palacio de Assurbanipal en Nínive
(c. 668 a.C., Museo Británico), se consideran los más hermosos
estudios de animales del mundo antiguo. Otros relieves de este edificio
presentan escenas militares: batallas, asedio y asalto a ciudades, vida
cotidiana en los campamentos del ejército, captura de prisioneros o el trato
violento que se daba a los rebeldes.
Assurbanipal
Esta escena
pertenece a una serie de relieves que describen diferentes momentos de la vida
del rey asirio Assurbanipal (669-627 a.C.). El monarca está sentado en lo alto
de un diván en el jardín de su palacio de Nínive rodeado de palmeras, cipreses
y parras. A su lado está la reina Assursarrat y, detrás de ellos, varios
sirvientes les obsequian con frutos y música. Actualmente este relieve se
conserva en el Museo Británico de Londres.
Los relieves arquitectónicos
de los palacios de Nimrud, Jursabad y Nínive son importantes no sólo porque
representan el punto culminante del arte mesopotámico, sino porque son valiosos
documentos históricos. Aunque las ciudades, vistas marinas y paisajes no se
representaron con el realismo y la perspectiva del arte occidental posterior,
las construcciones fortificadas, los barcos, carros, trampas, sistemas de caza,
armas, libaciones rituales y el vestuario se describen con tal nitidez que el
observador actual puede hacerse una idea bastante exacta de su apariencia. Los
diferentes pueblos que habitaban Mesopotamia, Siria y Palestina en el primer
milenio a.C. están pormenorizados con gran realismo y pueden identificarse por
su vestimenta, rasgos faciales y peinados.
Entre los relieves de
Nimrud del siglo IX a.C. y los de Nínive del siglo VII se observan diferencias
estilísticas. En las escenas más antiguas los ejércitos se representan con
pocos soldados, sin tomar en consideración el tamaño diferente que existe entre
los seres humanos y los edificios. Las figuras se disponen en franjas
superpuestas para sugerir profundidad. En las escenas de Nínive, las figuras
talladas en bajorrelieve llenan todo el espacio pictórico, y no sólo hay un
mayor estudio de los detalles, sino que a veces las figuras sobresalen, dando
al espectador la impresión de que los personajes y los animales ocupan un
espacio tridimensional.
El arte de la glíptica
o de los entalladores de sellos del último periodo asirio es una combinación de
realismo y mitología. En las escenas naturalistas incluso aparecen símbolos de
los dioses. En esta etapa se hicieron en Nimrud y en Jursabad fabulosas
esculturas de marfil. En Nimrud se han encontrado miles de estas figurillas
elefantinas, que manifiestan una gran variedad de estilos. Muchas, como los
frisos de las leonas, quedaron abandonadas en los pozos del palacio del
noroeste cuando la ciudad fue saqueada hacia el 612 a.C. Entre las piezas
de Nimrud destacan un par de frisos que representan a leonas atacando un etíope
(Museo de Irak y Museo Británico). Están realizadas en marfil, miden
aproximadamente 10 cm de alto y presentan incrustaciones de lapislázuli y
cornalina roja para darles brillo. Estas delicadas esculturas, que guardan un
cierto parecido con los objetos sirio-fenicios encontrados en Arslan Tash, en
la parte más alta del Éufrates, y en Samaria, capital del reino israelita,
pudieron realizarse fuera de Asiria. Los bajorrelieves de las leonas incorporan
iconografía egipcia y se asemejan a los prototipos de la artesanía fenicia. La
que se conserva en el Museo Británico tiene en su base, presumiblemente como
marca del artífice, la letra fenicia aleph. Quizás se importaron de
Fenicia, o tal vez fueron realizadas por artesanos fenicios en tierras asirias.
El arte de los pueblos
que vivieron en la periferia del Imperio asirio suele carecer del atractivo
estético del realizado en la capital. En Tell Halaf el palacio de un gobernante
local fue decorado con extraños relieves y esculturas, entre cuyas figuras
aparece un hombre-escorpión. En Tell Ahmar, en el norte de Siria (antigua Til
Barsip, la ciudad asiria de Kar Salmanasar), se descubrió un palacio decorado
con pinturas murales asirias. Algunas se han datado a mediados del siglo VIII
a.C. y otras en el siglo VII a.C. en la reconstrucción realizada bajo
Assurbanipal. En los muros más antiguos aparecen escenas con genios alados, la
derrota y ejecución despiadada de tropas enemigas, audiencias concedidas a
oficiales y escribas consignando los botines de las naciones sojuzgadas. Las
decoraciones pictóricas de Jursabad, más formalistas, consistían en motivos
repetidos en franjas, rematadas por dos figuras rindiendo homenaje a la
divinidad. Las excavaciones en Luristán, región montañosa al oeste de Irán, han
sacado a la luz exquisitos bronces con criaturas fantásticas, probablemente
realizadas a mediados del último periodo asirio y utilizadas como ornamento en
arneses, armas y otros utensilios.
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EL ARTE SIRIO,
FENICIO Y PALESTINO
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Al encontrarse Siria,
Fenicia y Palestina en la ruta terrestre entre Asia Menor y África, el arte
antiguo de estas regiones muestra la influencia de aquellos que la
conquistaron, la atravesaron o comerciaron con sus habitantes. Se han
encontrado sellos cilíndricos mesopotámicos del periodo artístico Jemdet Nasr
tanto en la ciudad israelí de Megiddo, como en Biblos, capital de Fenicia. Los
hurritas del norte de Siria se especializaron posteriormente en la talla de
estos sellos. Las estatuillas en bronce encontradas en Biblos, así como los
puñales y otras armas ceremoniales de comienzos del segundo milenio a.C., son
ya marcadamente fenicios. Aunque los motivos utilizados por los artistas
locales proceden de más allá de su región inmediata (Creta, Egipto, el Imperio
hitita y Mesopotamia), la técnica empleada en los objetos artísticos
encontrados en Biblos y Ugarit, con todo su significado cultural, es
específicamente fenicia. Los orfebres y plateros fenicios fueron diestros
artesanos, pero la calidad de su trabajo dependió de la sensibilidad de su
clientela. Quizás gracias a la competencia egipcia, el trabajo en marfil fue
siempre excelente. Los fenicios vendieron sus mercancías por todo Oriente
Próximo, y la expansión de su iconografía, como la de su alfabeto, puede
atribuirse a que fueron grandes comerciantes de la antigüedad.
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EL PERIODO
NEOBABILÓNICO
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Puerta de Istar
La Puerta de Istar
en Babilonia fue, en su origen, parte del templo dedicado a Bel, construido por
Nabucodonosor hacia el 575 a.C. Hoy, restaurada en su totalidad, y en el
Staatliche Museen de Berlín, está revestida con ladrillos vidriados que dan
forma a las figuras del toro Adad y del dragón Marduk, los cuales aparecen
alternados sobre toda la superficie.
Los babilonios, en coalición
con los medos y los escitas, derrotaron a los asirios en el año 612 a.C.,
saqueando las ciudades de Nimrud y Nínive. Ellos no establecieron un nuevo
estilo o iconografía. En los mojones de piedra, por ejemplo, se representaron
las antiguas escenas de los reyes acompañados por símbolos divinos. La
creatividad neobabilónica se manifiesta en la arquitectura de Babilonia, la
capital del reino, que alcanzó su máximo esplendor entre el 626 a.C. y el
539 a.C. Esta enorme ciudad, destruida en el 689 a.C. por Senaquerib,
rey de Asiria, se reconstruyó por iniciativa del rey Nabopolasar y su hijo
Nabucodonosor II. Dividida por el Éufrates, se necesitaron 88 años para
construirla y protegerla con doble muralla. E-Sagila, el templo de Marduk, fue
su edificio principal junto con Etemenanki, un zigurat cercano de siete pisos
conocido más tarde como la torre de Babel. El zigurat alcanzaba una altura de
91 metros; en el piso más alto se alzaba un templo construido con adobes
secados al sol y revestido de ladrillos cocidos. Al norte del templo de Marduk
se extendía un camino procesional de paredes decoradas con figuras esmaltadas
de leones. Atravesando la Puerta de Istar se llegaba a un pequeño templo, donde
se celebraban las ceremonias religiosas del año nuevo. Al oeste había dos
complejos palaciegos. Al este de la vía procesional se estableció, desde los
tiempos de Hammurabi, una zona residencial. Se conservan pocos vestigios de la
ciudad y de los famosos jardines colgantes del palacio de Nabucodonosor II, una
de las siete maravillas del mundo. La Puerta de Istar (c. 575 a.C.)
es una de las pocas estructuras conservadas.
El último rey babilonio,
Nabonides, cuyo reinado se extiende entre los años 556 a.C. y
539 a.C., reconstruyó la antigua capital sumeria de Ur, incluyendo el
zigurat de Nanna, que competía en esplendor con el zigurat de Etemenanki en
Babilonia. Su estado de conservación es bueno y la fachada de ladrillo ha sido
recientemente restaurada.
El año 539 a.C. el reino
neobabilónico cayó bajo el dominio de Ciro II el Grande, rey Aqueménida de los
persas. Mesopotamia se incorporó al Imperio persa, y en Babilonia, que se
convirtió en una de sus capitales administrativas, se construyó un palacio
real. Entre los vestigios babilónicos de los tiempos de Alejandro el Magno, el
conquistador del Imperio persa, se conserva un teatro en la actual localidad de
Humra. El esplendor de Babilonia acabó aproximadamente el 250 a.C., cuando
los habitantes de dicha ciudad se trasladaron a Seleucia, ciudad construida por
los sucesores de Alejandro.
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