Ecología. (De eco-1 y -logía). f. Ciencia que estudia las relaciones de los
seres vivos entre sí y con su entorno. || 2. Parte de la sociología que estudia la
relación entre los grupos humanos y su ambiente, tanto físico como social. || 3. Defensa y protección
de la naturaleza y del medio ambiente. La juventud está
preocupada por la ecología.
Ecología, estudio de la relación
entre los organismos y su medio ambiente físico y biológico. El medio ambiente
físico incluye la luz y el calor o radiación solar, la humedad, el viento, el
oxígeno, el dióxido de carbono y los nutrientes del suelo, el agua y la atmósfera.
El medio ambiente biológico está formado por los organismos vivos,
principalmente plantas y animales.
Debido a los diferentes
enfoques necesarios para estudiar a los organismos en su medio ambiente
natural, la ecología se sirve de disciplinas como la climatología, la
hidrología, la física, la química, la geología y el análisis de suelos. Para
estudiar las relaciones entre organismos, la ecología recurre a ciencias tan
dispares como el comportamiento animal, la taxonomía, la fisiología y las matemáticas.
El creciente interés de la
opinión pública respecto a los problemas del medio ambiente ha convertido la
palabra ecología en un término a menudo mal utilizado. Se confunde con
los programas ambientales y la ciencia medioambiental (véase Medio
ambiente). Aunque se trata de una disciplina científica diferente, la ecología
contribuye al estudio y la comprensión de los problemas del medio ambiente.
El término ecología fue
acuñado por el biólogo alemán Ernst Heinrich Haeckel en 1869; deriva del griego
oikos (hogar) y comparte su raíz con economía. Es decir, ecología
significa el estudio de la economía de la naturaleza. En cierto modo, la
ecología moderna empezó con Charles Darwin. Al desarrollar la teoría de la
evolución, Darwin hizo hincapié en la adaptación de los organismos a su medio
ambiente por medio de la selección natural. También hicieron grandes
contribuciones naturalistas como Alexander von Humboldt, profundamente
interesados en el cómo y el por qué de la distribución de los vegetales en el
mundo.
2
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LA BIOSFERA
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Biosfera terrestre
La biosfera terrestre contiene numerosos
ecosistemas complejos que engloban, en conjunto, todos los organismos vivos del
planeta. Esta perspectiva única de la Tierra permite apreciar la inmensidad y
complejidad de la biosfera terrestre. En dirección a la Luna en diciembre de
1972, el Apolo 17 tomó esta imagen de la Tierra, en la que se ven la península
de Arabia y el continente africano.
El delgado manto de vida
que cubre la Tierra recibe el nombre de biosfera. Para clasificar sus regiones
se emplean diferentes enfoques.
2.1
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Biomas
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Biomas o formaciones vegetales
Los ecólogos norteamericanos llaman
biomas a los grandes grupos vegetales, que en Europa reciben el nombre de
formaciones. Los biomas incluyen las comunidades animales asociadas a ellos y se
ven influenciados por muchos factores como son: la latitud, la altitud, la
humedad y la temperatura (las formaciones sólo incluyen la vida vegetal). Ambos
términos toman su nombre de la forma de vida vegetal dominante.
Las grandes unidades de
vegetación son llamadas formaciones vegetales por los ecólogos europeos y
biomas por los de América del Norte. La principal diferencia entre ambos
términos es que los biomas incluyen la vida animal asociada. Los grandes
biomas, no obstante, reciben el nombre de las formas dominantes de vida
vegetal.
Pradera
Las praderas forman una zona ecológica
que se extiende entre los desiertos y los bosques templados, e incluyen gran
variedad de comunidades vegetales. Propias, por lo general, del interior de los
continentes, las praderas se componen de hierbas, vegetación herbácea perenne y
gramíneas. Se cultivan y explotan como pastos. Si se sobreexplotan, el suelo
puede quedar denudado y expuesto a la erosión, proceso llamado desertización.
Bajo la influencia de la
latitud, la elevación y los regímenes asociados de humedad y temperatura, los
biomas terrestres varían geográficamente de los trópicos al Ártico, e incluyen
diversos tipos de bosques, praderas, monte bajo y desiertos. Estos biomas
incluyen también las comunidades de agua dulce asociadas: corrientes, lagos,
estanques y humedales. Los medios ambientes marinos, que algunos ecólogos
también consideran biomas, comprenden el océano abierto, las regiones litorales
(aguas poco profundas), las regiones bentónicas (del fondo oceánico), las
costas rocosas, las playas, los estuarios y las llanuras mareales asociadas.
Pluvisilva, Costa Rica
Cada año, las talas y la agricultura
destruyen una superficie de bosques tropicales equivalente a la de Bélgica,
amenazando la supervivencia de los bosques tropicales húmedos en todo el mundo.
Éstos son el hogar de miles de especies, conocidas o no, de animales y plantas.
Su destrucción está eliminando, a un ritmo alarmante, a muchas de estas
especies irremplazables.
Véase también Chaparral; Arrecife de coral; Estuario; Comunidades marinas;
Pantanal; Turbera; Sabana; Comunidades de la zona intermareal; Tundra.
2.2
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Ecosistemas
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Niveles tróficos de un ecosistema
La ilustración representa los distintos
niveles tróficos que pueden encontrarse en un ecosistema. Descomponedores,
productores y consumidores establecen relaciones alimentarias entre ellos, ya
que unos organismos se alimentan de otros y a su vez sirven de alimento a
terceros. Haz clic en cada etiqueta para saber más de cada nivel trófico.
Resulta más útil considerar
a los entornos terrestres y acuáticos, ecosistemas, término acuñado en
1935 por el ecólogo vegetal sir Arthur George Tansley para realzar el concepto
de que cada ecosistema es un todo integrado. Un sistema es un conjunto
de partes interdependientes que funcionan como una unidad y requiere entradas y
salidas. Las partes fundamentales de un ecosistema son los productores (plantas
verdes), los consumidores (herbívoros y carnívoros), los organismos
responsables de la descomposición (hongos y bacterias), y el componente no
viviente o abiótico, formado por materia orgánica muerta y nutrientes presentes
en el suelo y el agua. Las entradas al ecosistema son energía solar, agua,
oxígeno, dióxido de carbono, nitrógeno y otros elementos y compuestos. Las
salidas del ecosistema incluyen el calor producido por la respiración, agua,
oxígeno, dióxido de carbono y nutrientes. La fuerza impulsora fundamental es la
energía solar. Por último, en un nivel de organización superior se encuentran
las relaciones entre los diferentes elementos o partes del ecosistema.
2.3
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Energía y nutrientes
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Los ecosistemas funcionan con
energía procedente del Sol, que fluye en una dirección, y con nutrientes, que
se reciclan continuamente. Las plantas usan la energía lumínica
transformándola, por medio de un proceso llamado fotosíntesis, en energía
química bajo la forma de hidratos de carbono y otros compuestos. Esta energía
es transferida a todo el ecosistema a través de una serie de pasos basados en
el comer o ser comido, la llamada red trófica. En la transferencia de la
energía, cada paso se compone de varios niveles tróficos o de alimentación:
plantas, herbívoros (que comen vegetales), dos o tres niveles de carnívoros
(que comen carne), y organismos responsables de la descomposición. Sólo parte
de la energía fijada por las plantas sigue este camino, llamado red alimentaria
de producción. La materia vegetal y animal no utilizada en esta red, como hojas
caídas, ramas, raíces, troncos de árbol y cuerpos muertos de animales, dan
sustento a la red alimentaria de la descomposición. Las bacterias, hongos y
pequeños animales (generalmente invertebrados) que se alimentan de materia
muerta se convierten en fuente de energía para niveles tróficos superiores
vinculados a la red alimentaria de producción. De este modo la naturaleza
aprovecha al máximo la energía inicialmente fijada por las plantas.
En ambas redes alimentarias
el número de niveles tróficos es limitado debido a que en cada transferencia se
pierde gran cantidad de energía (como calor de respiración) que deja de ser
utilizable o transferible al siguiente nivel trófico. Así pues, cada nivel
trófico contiene menos energía que el que le sustenta. Debido a esto, por
ejemplo, los ciervos o los alces (herbívoros) son más abundantes que los lobos
(carnívoros).
El flujo de energía alimenta
el ciclo biogeoquímico o de los nutrientes. El ciclo de los nutrientes comienza
con su liberación por desgaste y descomposición de la materia orgánica en una
forma que puede ser empleada por las plantas. Éstas incorporan los nutrientes
disponibles en el suelo y el agua y los almacenan en sus tejidos. Los
nutrientes pasan de un nivel trófico al siguiente a lo largo de la red trófica.
Dado que muchas plantas y animales no llegan a ser comidos, en última instancia
los nutrientes que contienen sus tejidos, tras recorrer la red alimentaria de
la descomposición, son liberados por la descomposición bacteriana y fúngica,
proceso que reduce los compuestos orgánicos complejos a compuestos inorgánicos
sencillos que quedan a disposición de las plantas.
2.4
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Desequilibrios
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Bosque dañado por la lluvia ácida
Los bosques, lagos, estanques y otros
ecosistemas terrestres y acuáticos del mundo sufren graves daños ocasionados
por la lluvia ácida. Ésta se origina por la combinación, con la humedad
atmosférica, de los óxidos de azufre y nitrógeno que se emiten a la atmósfera,
originando ácidos sulfúrico y nítrico. La lluvia ácida, además de quemar las
hojas de las plantas también acidifica el agua de los lagos dejando sin vida
muchos de estos ecosistemas acuáticos.
Los nutrientes circulan en el
interior de los ecosistemas. No obstante, existen pérdidas o salidas, y éstas
deben equilibrarse por medio de nuevas entradas o el ecosistema dejará de
funcionar. Las entradas de nutrientes al sistema proceden de la erosión y
desgaste de las rocas, del polvo transportado por el aire, y de las
precipitaciones, que pueden transportar materiales a grandes distancias. Los
ecosistemas terrestres pierden cantidades variables de nutrientes, arrastrados
por las aguas y depositados en ecosistemas acuáticos y en las tierras bajas
asociadas. La erosión, la tala de bosques y las cosechas extraen del suelo una
cantidad considerable de nutrientes que deben ser reemplazados. De no ser así,
el ecosistema se empobrece. Es por esto por lo que las tierras de cultivo han
de ser fertilizadas.
Si la entrada de un nutriente
excede en mucho a su salida, el ciclo de nutrientes del ecosistema afectado se
sobrecarga, y se produce contaminación. La contaminación puede considerarse una
entrada de nutrientes que supera la capacidad del ecosistema para procesarlos.
Los nutrientes perdidos por erosión y lixiviación en las tierras de cultivo,
junto con las aguas residuales urbanas y los residuos industriales, van a parar
a los ríos, lagos y estuarios. Estos contaminantes destruyen las plantas y los
animales que no pueden tolerar su presencia o el cambio medioambiental que
producen; al mismo tiempo favorecen a algunos organismos con mayor tolerancia
al cambio. Así, en las nubes llenas de dióxido de azufre y óxidos de nitrógeno
procedentes de las áreas industriales, éstos se transforman en ácidos sulfúrico
y nítrico diluidos y caen a tierra, en forma de lluvia ácida, sobre grandes
extensiones de ecosistemas terrestres y acuáticos. Esto altera las relaciones
ácido-base en algunos de ellos, mueren los peces y los invertebrados acuáticos
y se incrementa la acidez del suelo, lo que reduce el crecimiento forestal en
los ecosistemas septentrionales y en otros que carecen de calizas para
neutralizar el ácido.
Véase Ciclo del carbono; Ciclo del nitrógeno.
3
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POBLACIONES Y COMUNIDADES
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Las unidades funcionales de un
ecosistema son las poblaciones de organismos a través de las cuales circulan la
energía y los nutrientes. Una población es un grupo de organismos de la misma
especie que comparten el mismo espacio y tiempo (véase Especies y
especiación). Los grupos de poblaciones de un ecosistema interactúan de varias
formas. Estas poblaciones interdependientes forman una comunidad, que abarca la
porción biótica del ecosistema.
3.1
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Diversidad
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La comunidad tiene ciertos
atributos, entre ellos la dominancia y la diversidad de especies. La dominancia
se produce cuando una o varias especies controlan las condiciones ambientales
que influyen en las especies asociadas. En un bosque, por ejemplo, pueden ser
dominantes una o más especies de árboles, como el roble o el abeto; en una
comunidad marina los organismos dominantes suelen ser animales, como los
mejillones o las ostras. La dominancia puede influir en la diversidad de
especies de una comunidad porque la diversidad no se refiere solamente al
número de especies que la componen, sino también a la proporción que cada una
de ellas representa.
La naturaleza física de una
comunidad queda en evidencia por las capas en las que se estructura, o su
estratificación. En las comunidades terrestres, la estratificación está
influida por la forma que adoptan las plantas al crecer. Las comunidades
sencillas, como los pastos, con escasa estratificación vertical, suelen estar
formadas por dos capas: suelo y capa herbácea. Un bosque puede tener varias
capas: suelo, herbácea, arbustos, árboles de porte bajo, árboles de porte alto
con copa inferior o superior, entre otras. Estos estratos influyen en el medio
ambiente físico y en la diversidad de hábitats para la fauna. La
estratificación vertical de las comunidades acuáticas, por contraste, recibe
sobre todo la influencia de las condiciones físicas: profundidad, iluminación,
temperatura, presión, salinidad, contenido en oxígeno y dióxido de carbono.
3.2
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Hábitat y nicho
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La comunidad aporta el
hábitat, el lugar en el que viven las distintas plantas o animales. Dentro de
cada hábitat, los organismos ocupan distintos nichos. Un nicho es el papel
funcional que desempeña una especie en una comunidad, es decir, su ocupación o
modo de ganarse la vida. Por ejemplo, el candelo oliváceo vive en un hábitat de
bosque de hoja caduca. Su nicho, en parte, es alimentarse de insectos del
follaje. Cuanto más estratificada esté una comunidad, en más nichos adicionales
estará dividido su hábitat.
3.3
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Tasas de crecimiento de la población
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Las poblaciones tienen una tasa
de nacimiento (número de crías producido por unidad de población y tiempo) una
tasa de mortalidad (número de muertes por unidad de tiempo) y una tasa de crecimiento.
El principal agente de crecimiento de la población son los nacimientos, y el
principal agente de descenso de la población es la muerte. Cuando el número de
nacimientos es superior al número de muertes la población crece y cuando ocurre
lo contrario, decrece. Cuando el número de nacimientos es igual al de muertes
en una población dada su tamaño no varía, y se dice que su tasa de crecimiento
es cero.
Al ser introducida en un
medio ambiente favorable con abundantes recursos, una pequeña población puede
experimentar un crecimiento geométrico o exponencial. Muchas poblaciones
experimentan un crecimiento exponencial en las primeras etapas de la
colonización de un hábitat, ya que se apoderan de un nicho infraexplotado o
expulsan a otras poblaciones de uno rentable. Las poblaciones que siguen
creciendo exponencialmente, no obstante, acaban llevando al límite los
recursos, y entran con rapidez en declive debido a algún acontecimiento
catastrófico como una hambruna, una epidemia o la competencia con otras especies.
En términos generales, las poblaciones de plantas y animales que se
caracterizan por experimentar ciclos de crecimiento exponencial son especies
con abundante descendencia y se ocupan poco de sus crías o producen abundantes
semillas con pocas reservas alimenticias. Estas especies, que acostumbran a
tener una vida corta, se dispersan con rapidez y son capaces de colonizar
medios ambientes hostiles o alterados. Se conocen como especies generalistas o
estrategas de la R, aunque a menudo reciben también el nombre de especies
oportunistas, y se caracterizan por presentar altas tasas de reproducción,
pocas exigencias ecológicas y no explotar con eficacia los recursos.
Otras poblaciones tienden a
crecer de forma exponencial al comienzo y logísticamente a continuación, es
decir, su crecimiento va disminuyendo al ir aumentando la población, y se
estabiliza al alcanzar los límites de la capacidad de sustentación de su medio
ambiente. A través de diversos mecanismos reguladores, tales poblaciones
mantienen un cierto equilibrio entre su tamaño y los recursos disponibles. Los
animales que muestran este tipo de crecimiento poblacional tienden a tener
menos crías, pero les proporcionan atención familiar; las plantas producen
grandes semillas con considerables reservas alimenticias. Estos organismos
tienen una vida larga, tasas de dispersión bajas y son malos colonizadores de
hábitats alterados. Suelen responder a los cambios en la densidad de población
(número de organismos por unidad de superficie) con cambios en las tasas de
natalidad y de mortalidad en lugar de con la dispersión. Cuando la población se
aproxima al límite de los recursos disponibles, las tasas de natalidad
disminuyen y las de mortalidad entre jóvenes y adultos aumentan. Se conocen
como especies especialistas o estrategas de la K y se caracterizan por
presentar menor fecundidad, mayores exigencias ecológicas y mejor
aprovechamiento de los recursos.
3.4
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Interacciones en la comunidad
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Las principales influencias
sobre el crecimiento de las poblaciones están relacionadas con diversas
interacciones, que son las que mantienen unida a la comunidad. Estas incluyen
la competencia, tanto en el seno de las especies como entre especies
diferentes, la depredación, incluyendo el parasitismo, y la coevolución o
adaptación.
3.4.1
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Competencia
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Cuando escasea un recurso
compartido, los organismos compiten por él, y los que lo hacen con mayor éxito
sobreviven. En algunas poblaciones vegetales y animales, los individuos pueden
compartir los recursos de tal modo que ninguno de ellos obtenga la cantidad
suficiente para sobrevivir como adulto o reproducirse. Entre otras poblaciones,
vegetales y animales, los individuos dominantes se apoderan de la totalidad de
los recursos y los demás quedan excluidos. Individualmente, las plantas tienden
a aferrarse al lugar donde arraigan hasta que pierden vigor o mueren, e impiden
que sobrevivan otros individuos controlando la luz, la humedad y los nutrientes
del entorno.
Muchos animales tienen una
organización social muy desarrollada a través de la cual se distribuyen
recursos como el espacio, los alimentos y la pareja entre los miembros
dominantes de la población. Estas interacciones competitivas pueden
manifestarse en forma de dominancia social, en la que los individuos dominantes
excluyen a los subdominantes de un determinado recurso, o en forma de
territorialidad, en la que los individuos dominantes dividen el espacio en
áreas excluyentes, que ellos mismos se encargan de defender. Los individuos
subdominantes o excluidos se ven obligados a vivir en hábitats más pobres, a
sobrevivir sin el recurso en cuestión o a abandonar el área. Muchos de estos
animales mueren de hambre, por exposición a los elementos y víctimas de los
depredadores.
La competencia entre los
miembros de especies diferentes provoca el reparto de los recursos de la
comunidad. Las plantas, por ejemplo, tienen raíces que penetran en el suelo
hasta diferentes profundidades. Algunas tienen raíces superficiales que les
permiten utilizar la humedad y los nutrientes próximos a la superficie. Otras
que crecen en el mismo lugar tienen raíces profundas que les permiten explotar
una humedad y unos nutrientes no disponibles para las primeras.
3.4.2
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Depredación
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Una de las interacciones
fundamentales es la depredación, o consumo de un organismo viviente, vegetal o
animal, por otro. Si bien sirve para hacer circular la energía y los nutrientes
por el ecosistema, la depredación puede también controlar la población y
favorecer la selección natural eliminando a los menos aptos. Así pues, un
conejo es un depredador de la hierba, del mismo modo que el zorro es un
depredador de conejos. La depredación de las plantas incluye la defoliación y
el consumo de semillas y frutos. La abundancia de los depredadores de plantas,
o herbívoros, influye directamente sobre el crecimiento y la supervivencia de
los carnívoros. Es decir, las interacciones depredador-presa a un determinado
nivel trófico influyen sobre las relaciones depredador-presa en el siguiente.
En ciertas comunidades, los depredadores llegan a reducir hasta tal punto las
poblaciones de sus presas que en la misma zona pueden coexistir varias especies
en competencia porque ninguna de ellas abunda lo suficiente como para controlar
un recurso. No obstante, cuando disminuye el número de depredadores, o estos
desaparecen, la especie dominante tiende a excluir a las competidoras,
reduciendo así la diversidad de especies.
3.4.3
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Parasitismo
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Una lamprea se fija sobre un pez
La lamprea marina, un vertebrado
parásito, pertenece al grupo más primitivo de peces vivos, los agnatos o peces
sin mandíbulas. En esta especie falta la mandíbula inferior y la superior está
transformada en un disco chupador. El animal se alimenta de sangre taladrando
un pequeño agujero en la piel del pez con su pequeña y musculosa lengua. Rara
vez mata a su huésped, pero las heridas se infectan a menudo.
El parasitismo está estrechamente
relacionado con la depredación. En él, dos organismos viven unidos, y uno de
ellos obtiene su sustento a expensas del otro. Los parásitos, que son más
pequeños que sus huéspedes, incluyen multitud de virus y bacterias. Debido a
esta relación de dependencia, los parásitos no suelen acabar con sus huéspedes,
como hacen los depredadores. Como resultado, huéspedes y parásitos suelen
coevolucionar hasta un cierto grado de tolerancia mutua, aunque los parásitos
pueden regular la población de algunas especies huéspedes, reducir su éxito
reproductivo, modificar su comportamiento e incluso producir su muerte. Véase
Parásito.
3.4.4
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Coevolución
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Mariposas virrey y monarca
Las aves y otros animales insectívoros
rehúyen a la mariposa monarca (derecha), cuya dieta a base de asclepiadáceas le
da un sabor amargo. Aunque la virrey (izquierda) carece de ese sabor, los
depredadores, engañados por la similitud entre ambas, la rehúyen también.
La coevolución es la evolución
conjunta de dos especies no emparentadas que tienen una estrecha relación
ecológica, es decir, que la evolución de una de las especies depende en parte
de la evolución de la otra. La coevolución también desempeña un papel en las
relaciones depredador-presa. Con el paso del tiempo, al ir desarrollando el
depredador formas más eficaces de capturar a su presa, ésta desarrolla
mecanismos para evitar su captura. Las plantas han desarrollado mecanismos
defensivos como espinas, púas, vainas duras para las semillas y savia venenosa
o de mal sabor para disuadir a sus consumidores potenciales. Algunos herbívoros
son capaces de superar estas defensas y atacar a la planta. Ciertos insectos,
como la mariposa monarca, pueden incorporar a sus propios tejidos sustancias
venenosas tomadas de las plantas de las que se alimentan, y las usan como
defensa contra sus depredadores. Otros organismos similares relacionados con
ella (véase Mariposa virrey) pueden adquirir, a través de la selección
natural, un patrón de colores o una forma que imita la de la especie no
comestible. Dado que se asemejan al modelo desagradable, los imitadores
consiguen evitar la depredación. Otros animales recurren a asumir una
apariencia que hace que se confundan con su entorno o que parezcan formar parte
de él. El camaleón es un ejemplo bien conocido de esta interacción. Algunos
animales que emplean olores desagradables o venenos a modo de defensa suelen
exhibir también coloraciones de advertencia, normalmente colores brillantes o
dibujos llamativos, que actúan como aviso adicional para sus depredadores
potenciales. Véase Adaptación; Mimetismo.
Otra relación coevolutiva es el
mutualismo, en el que dos o más especies dependen la una de la otra y no pueden
vivir más que asociadas. Un ejemplo de mutualismo es el de las micorrizas,
relación forzosa entre determinados hongos y las raíces de ciertas plantas. En
uno de los grupos, el de las ectomicorrizas, los hongos forman una capa o manto
en torno a las radicelas. Las hifas de los hongos invaden la radicela y crecen
entre las paredes celulares, además de extenderse suelo adentro a partir de
ella. Los hongos, que incluyen varias setas comunes de los bosques, dependen
del árbol para obtener energía. A cambio, ayudan al árbol a obtener nutrientes
del suelo y protegen sus raicillas de ciertas enfermedades. Sin las micorrizas,
algunos grupos taxonómicos, como las gimnospermas y algunas angiospermas
(aliso, árbol del paraíso), no pueden sobrevivir y desarrollarse. Por su parte,
los hongos no pueden existir sin los árboles. El ejemplo más concluyente de
simbiosis mutualista lo constituyen los líquenes: una asociación entre un hongo
y un simbionte fotosintético, un alga, de cuya interacción se origina un talo
estable con estructura y fisiología específicas. Véase Simbiosis.
3.5
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Sucesión y comunidades clímax
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Sucesión de las comunidades vegetales
Un campo devastado por el fuego o
despejado para el uso agrícola recupera la vegetación con rapidez en ausencia
de erosión. En los primeros años, surgen praderas, pobladas por especies
oportunistas capaces de tolerar las condiciones ambientales. Después surgen
arbustos y plantas más competitivas que no tardan en ser dominantes. Luego
brotan los primeros árboles y, tras el primer siglo, un bosque de coníferas
ocupa lo que fue una superficie sobreexplotada o calcinada. El bosque crea un
nuevo entorno que, tras otro medio siglo, permite la competencia de otras
especies de árboles que pueden llegar a reemplazar a las iniciales. En el ejemplo,
la comunidad clímax está dominada por árboles caducifolios. La sucesión debida
a cambios ambientales es un proceso recurrente e inacabable.
Los ecosistemas son dinámicos
en el sentido de que las especies que los componen no son siempre las mismas.
Esto se ve reflejado en los cambios graduales de la comunidad vegetal con el
paso del tiempo, fenómeno conocido como sucesión. Comienza por la colonización
de un área alterada, como un campo de cultivo abandonado o un río de lava
recientemente expuesto, por parte de especies capaces de tolerar sus
condiciones ambientales. En su mayor parte se trata de especies oportunistas
que se aferran al terreno durante un periodo de tiempo variable. Dado que viven
poco tiempo y que son malas competidoras, acaban siendo reemplazadas por
especies más competitivas y de vida más larga, como ocurre con ciertos arbustos
que más tarde son reemplazados por árboles. En los hábitats acuáticos, los
cambios de este tipo son en gran medida resultado de cambios en el medio
ambiente físico, como la acumulación de sedimentos en el fondo de un estanque.
Al ir haciéndose éste menos profundo, se favorece la invasión de plantas
flotantes como los lirios de agua y de plantas emergentes como las espadañas.
La velocidad de la sucesión depende de la competitividad de la especie
implicada; de la tolerancia a las condiciones ambientales producidas por el
cambio en la vegetación; de la interacción con los animales, sobre todo con los
herbívoros rumiantes, y del fuego. Con el tiempo, el ecosistema llega a un
estado llamado clímax (estado óptimo de una comunidad biológica, dadas las
condiciones del medio), en el que todo cambio ulterior se produce muy
lentamente, y el emplazamiento queda dominado por especies de larga vida y muy
competitivas. Al ir avanzando la sucesión, no obstante, la comunidad se vuelve
más estratificada, permitiendo que ocupen el área más especies de animales. Con
el tiempo, los animales característicos de fases más avanzadas de la sucesión
reemplazan a los propios de las primeras fases.