Iglesia católica apostólica romana, denominación de la iglesia cristiana de mayor importancia e implantación en el mundo. En cuestiones de fe, sus componentes reconocen la autoridad suprema del obispo de Roma, el papa. La palabra católico (del griego katholikos, ‘universal’) se utiliza para designar a esta Iglesia desde su periodo más temprano, cuando era la única cristiana. Gracias a una sucesión episcopal ininterrumpida desde san Pedro hasta nuestros días, la Iglesia católica apostólica romana se considera a sí misma la única heredera legítima de la misión que Jesucristo encomendó a los doce apóstoles así como de los poderes que les otorgó. Ha ejercido una profunda influencia en la cultura europea y en la difusión de los valores de ésta en otras culturas. Tiene gran importancia numérica en Europa y América Latina, aunque también es considerable su influencia en otras partes del mundo. Al comenzar el siglo XXI, contaba con 1.083 millones de seguidores (un 17% de la población mundial).
2 | | ORGANIZACIÓN Y ESTRUCTURA |
De acuerdo con la tradición cristiana primitiva, su unidad fundamental de organización es la diócesis, asignada a un obispo. La Iglesia católica está integrada por aproximadamente 1.800 diócesis y 500 archidiócesis, las cuales, en la actualidad, no son más que sedes más distinguidas sin la jurisdicción especial que mantenían antaño sobre los obispos cercanos. La iglesia más importante de una diócesis es la catedral, donde el obispo preside la misa y otras ceremonias. La catedral contiene la cátedra (del latín cathedra, ‘silla’) episcopal, desde donde el obispo predicaba a la comunidad en los primeros tiempos.
El obispo posee el oficio litúrgico más importante de la diócesis. En síntesis, se distingue de un sacerdote en la capacidad de conferir las órdenes sagradas y de otorgar de forma habitual el sacramento de la confirmación. El obispo también ostenta el más alto poder jurídico: tiene derecho a admitir sacerdotes en su diócesis y a prohibirles el ejercicio dentro de ella; se encarga asimismo de asignar parroquias u otras tareas a los sacerdotes que están a su cargo. Por lo general, el obispo delega los problemas administrativos en su vicario, su canciller u otros funcionarios. En diócesis muy amplias puede recibir la ayuda de obispos auxiliares.
El clero secular y regular se encuentra bajo la directa jurisdicción del obispo. No se compone de miembros de órdenes o congregaciones religiosas, sino de los que han sido incorporados de una forma permanente a la diócesis bajo la autoridad del obispo local. Lo forman los sacerdotes de las parroquias y los que en ellas se encuentran destinados.
Sin embargo, el clero regular se debe ante todo a sus órdenes o congregaciones, que generalmente van más allá de las fronteras de una sola diócesis. Mientras trabajen en ella deben respetar las decisiones del obispo en las cuestiones públicas referidas al culto, pero disfrutan de una gran libertad en el ejercicio de sus funciones. Lo mismo puede decirse de las monjas (y también, en su caso, las hermanas) y de los monjes, que pertenecen a una congregación pero que no forman parte del clero. Su tarea principal suele consistir en la atención a las escuelas, los hospitales y otras instituciones de caridad de la diócesis. Desde el Concilio Vaticano II, los laicos, es decir, los miembros de la Iglesia que no pertenecen a ninguna orden religiosa, han asumido un papel cada vez más importante ayudando a los sacerdotes y a los obispos, en especial en temas prácticos e incluso en el ejercicio pastoral, como la catequesis (formación religiosa).
Logia del palacio papal de Viterbo
Construido entre 1225 y 1267, el palacio papal de Viterbo representa uno de los más notables ejemplos de la arquitectura gótica conservada en esa ciudad italiana, capital de la provincia homónima y situada en el norte de la región del Lacio. Viterbo fue a menudo residencia papal durante la edad media. La logia palaciega (en la imagen), erigida en 1267, está sostenida por una amplia arcada y cuenta con una serie de estilizadas columnas sobre las que vuela una cornisa ornamentada con bajorrelieves.
El rango de mayor autoridad de la Iglesia católica apostólica romana es el papa, cuyas resoluciones son decisivas en cualquier materia. El papa asigna o traslada de diócesis a los obispos. Aunque éstos ejercen sus poderes gracias a su condición, no pueden hacerlo de una forma legítima sin el permiso del pontífice. El 15 de septiembre de 1965, Pablo VI instituyó el Sínodo de los Obispos, un cuerpo representativo de obispos y otros cargos que puede ser consultado por el papa sobre asuntos importantes. El primer sínodo se reunió en la Ciudad del Vaticano en 1967 y desde entonces se ha vuelto a reunir en varias ocasiones. Los sínodos no deben confundirse con los concilios ecuménicos, solemnes reuniones de todos los obispos del mundo. La Iglesia católica sólo ha celebrado 21 concilios de este tipo en toda su larga historia. El último fue el Concilio Vaticano II (1962-1965). Mientras se reúnen con el papa, los concilios ejercen la autoridad suprema dentro de la Iglesia.
Santiago Luis Copello
El religioso argentino Santiago Luis Copello (en la imagen, en una fotografía de 1961) se convirtió, en 1935, en el primer cardenal de origen hispanoamericano de la Iglesia católica.
Los cardenales son los más altos dignatarios de la Iglesia después del papa. Son nombrados por el sumo pontífice y forman el Sacro Colegio Cardenalicio. Al morir el papa eligen a su sucesor en un cónclave. La mayoría de los cardenales son obispos de diócesis situadas por todo el mundo y otros son jefes de congregaciones sagradas de la administración papal. El Sacro Colegio Cardenalicio estaba limitado a 70 miembros (6 obispos cardenales, 50 sacerdotes cardenales y 14 diáconos cardenales). En 2005 el número de cardenales era de 183, y la mayoría había sido nombrada por el papa Juan Pablo II.
Al papa le ayuda en la administración de la Iglesia una compleja burocracia denominada curia. De orígenes remotos, la curia reside en la Ciudad del Vaticano. Hoy está dirigida por el secretario de Estado, al que informan diferentes oficinas que son actualmente el Consejo para los Asuntos públicos de la Iglesia y otras 10 congregaciones, tres tribunales, tres secretarías y otros despachos.
2.6 | | Iglesias de rito oriental |
Casi todos los miembros de la Iglesia católica siguen una disciplina, un ritual y un canon tradicionales que se desarrollaron en los primeros años de la diócesis de Roma. Sin embargo, otros siguen sus propias tradiciones seculares. Éstos pertenecen a las Iglesias de rito oriental o Iglesias uniatas, como la maronita, la caldea, la rutena o la ucraniana. Algunas de estas Iglesias practican la comunión con vino y pan, el bautizo por inmersión y permiten que el clero contraiga matrimonio.
Concilio Vaticano II
El Concilio Vaticano II (1962-1965) cambió el rumbo de la Iglesia católica apostólica romana en muchos sentidos. Durante el transcurso de sus sesiones, el Concilio modernizó algunas creencias, subrayó el reconocimiento de la importancia del movimiento ecuménico y afirmó algunas de las viejas doctrinas católicas, como la de la transubstanciación. Convocado por el papa Juan XXIII, que murió poco antes de la primera sesión y a quién sucedió Pablo VI, el Concilio produjo numerosos documentos que recogieron los debates.
Aunque la Iglesia católica mantiene algunas doctrinas que la distinguen de otras iglesias cristianas, su característica más acusada es la amplitud y universalidad de su tradición doctrinal. La Iglesia católica fija sus orígenes en las primeras comunidades cristianas y no reconoce ninguna ruptura decisiva en su historia, con lo que se considera heredera de todo el legado teológico apostólico, patrístico, medieval y moderno. Aunque pueda parecer que esta universalidad doctrinal carece de coherencia interna, ayuda a legitimar el término “católico” (universal) que la Iglesia se atribuye incluso en cuestiones de doctrina. En principio la Iglesia no excluye ningún enfoque teológico y desde la encíclica Divino afflante spiritu (1943) de Pío XII ha reconocido de forma oficial los métodos modernos de exégesis en la interpretación de la Biblia. Su participación en el movimiento ecuménico desde el Concilio Vaticano II ha hecho que muchos católicos aprecien el punto de vista doctrinal incluso de los protestantes, que rompieron con la Iglesia en el siglo XVI.
Como las otras iglesias cristianas, la católica tiene en la Biblia el pilar de sus enseñanzas. Este punto nunca ha sido cuestionado y grandes teólogos como santo Tomás de Aquino sostienen que “sólo las Escrituras” son la fuente de la teología. Pero incluso desde este punto de vista muchos teólogos mantuvieron que algunas verdades o ritos (como el bautismo de los niños), aunque no se describen en las Escrituras, son válidos por su tradición dentro de la Iglesia. Acordaron además que las decisiones de la Iglesia, en especial las que toman los concilios ecuménicos, son interpretaciones auténticas de la doctrina cristiana y por tanto vinculantes para toda la Iglesia de Cristo.
Como reacción a la insistencia protestante durante la Reforma sobre el principio de las Escrituras como única fuente, el Concilio de Trento afirmó en su cuarta sesión que la verdad cristiana se encuentra en los “libros escritos” y en las “tradiciones no escritas”. Aunque en esta decisión se habla sobre todo y casi en exclusiva de la Biblia, la inserción de la expresión “tradiciones no escritas” se interpretó hasta hace poco tiempo como la existencia de “dos fuentes” para iluminar la doctrina. Hoy se debate sobre su sentido, pero su importancia ha sido reducida al haberse llegado a un acuerdo entre los estudiosos católicos y protestantes: se admite que los libros del Nuevo Testamento son por sí mismos fruto de varias tradiciones o escuelas de la Iglesia primitiva.
3.3 | | La sucesión apostólica |
En relación con el concepto teológico de tradición se encuentra la doctrina referente a la sucesión apostólica, es decir, la transmisión sin interrupción de la función religiosa desde los tiempos de Jesús hasta la actualidad. La doctrina se encuentra ya en las Epístolas a los corintios, pero es atribuida, según la tradición, al papa Clemente I. Existe también en una versión revisada dentro de algunas confesiones protestantes, pero se sostiene con mayor intensidad dentro de la Iglesia católica. Se la considera como la fuente de la sucesión de los obispos en su ejercicio, y de su autoridad y liderazgo. El ejemplo más evidente es que el papa es el sucesor de san Pedro, elegido por Jesús como la máxima autoridad de su Iglesia (Mt. 16,16-18). Por tanto, el catolicismo le otorga la misma autoridad y los mismos dones espirituales en la Iglesia de hoy que en las primeras comunidades apostólicas.
Implícita en estas creencias está la idea de que la Iglesia tiene el derecho y el deber de enseñar la doctrina y la moral cristianas de forma autorizada. La corrección de estas enseñanzas viene asegurada por la presencia continuada del Espíritu Santo en el seno de la Iglesia. A efectos prácticos, la teología católica atribuye esta autoridad a los obispos, al papa y a los concilios ecuménicos. En ciertas circunstancias, sus enseñanzas se consideran infalibles; la autoridad de la Iglesia en sus enseñanzas se denomina de modo global como magisterio de la Iglesia desde el siglo XIX.
Dado el énfasis que la doctrina católica pone en la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia, la teología católica se ha ocupado más de los estudios eclesiásticos que la teología de otros credos cristianos. Para corregir una concepción demasiado jurídica de la Iglesia, el Concilio Vaticano II denominó misterio a esta presencia y favoreció expresiones como “pueblo de Dios” para describirlo. Una creencia fundamental de la Iglesia católica a lo largo de todos los tiempos es que el amor y la gracia divina sólo pueden ser transmitidos al mundo a través de la Iglesia.
Virgen con el Niño
El papel de la Virgen María y de los santos en el cristianismo ha sido a menudo un motivo de controversia en las distintas organizaciones e iglesias cristianas. Aunque el Nuevo Testamento reconoce la santidad de María y su importancia, su papel en la fe y liturgias cristianas se desarrolló con posterioridad. La Iglesia católica apostólica romana ha sido a menudo criticada por las distintas religiones protestantes por la importancia dada a María en el calendario eclesiástico (los días de la Anunciación, de la Purificación y de la Asunción son importantes en el calendario de la Iglesia católica apostólica romana) y en las ceremonias. El arte religioso pinta a menudo a María con Jesús, como se muestra aquí. Virgen con el Niño, del artista y monje italiano Fra Filippo Lippi, se pintó en 1455.
La Iglesia católica favorece la veneración de los santos y de la Virgen María con más entusiasmo que otras iglesias occidentales. En 1854, el papa Pío IX proclamó la doctrina de la Inmaculada Concepción de María y en 1950 el papa Pío XII proclamó su Asunción. Debido a las críticas que recibe la Iglesia católica por dejar que la veneración a los santos oscurezca la adoración debida a Dios, la Iglesia ha intentado limitarla reduciendo el número de santos con días señalados en la liturgia. Los católicos también creen que pueden ayudar a través de sus rezos y sus buenas acciones a quienes han muerto sin haber sido purificados de sus pecados. Esta creencia está muy relacionada con las doctrinas del purgatorio y de la indulgencia.
El culto católico está sin lugar a dudas centrado en la misa, a la que deben asistir los creyentes todos los domingos y en algunas celebraciones importantes del año. La misa se celebra a diario en la mayoría de las iglesias y es una parte esencial de los matrimonios, los funerales y otros ritos católicos.
La misa se compone de varias partes. Las más importantes son la liturgia del mundo y la eucaristía, durante la cual se realiza la comunión. Dentro de esta estructura puede haber muchas variantes en la utilización de la música, la pompa u otros métodos para hacer el servicio más apropiado a cada oportunidad.
Este potencial para la variación está ilustrado de forma gráfica en la historia de la misa y en las diferencias que existen hoy entre el rito romano y el oriental. Los cambios más radicales realizados en el rito romano fueron los que instituyó el Concilio Vaticano II en su Sacrosanctum concilium (4 de diciembre de 1963). La tendencia general de estas modificaciones era la de extirpar las complejidades litúrgicas de la misa que enturbiaban su objetivo y su estructura general. De todas las novedades del Concilio ninguna fue más espectacular que la traducción de la liturgia y de los ritos de la Iglesia del latín original a las lenguas vernáculas modernas.
La eucaristía es uno de los siete sacramentos, que son los ritos simbólicos más importantes que la Iglesia dispensa a sus miembros. Los católicos creen en la presencia real de Cristo en la eucaristía a través del pan y el vino convertidos en su cuerpo y su sangre (transubstanciación) y se los anima a recibir la eucaristía en todas las misas a las que asistan. Los otros sacramentos son el bautismo, la confirmación, la penitencia, las órdenes sagradas, el matrimonio y la extremaunción. La teología católica enseña que estos símbolos, instituidos por Cristo, tienen un efecto espiritual beneficioso sobre el que los recibe al margen de la fe o la virtud del que los administra (ex opere operato).
La reforma litúrgica del Concilio Vaticano II modificó el sacramento de la penitencia, restándole importancia respecto a la confesión de una detallada lista de pecados para subrayar la naturaleza benefactora del perdón divino obtenido a través del sacramento. Para enfatizar este propósito, se optó por el término alternativo ‘sacramento de reconciliación’. Además de revisar otros sacramentos, el Concilio determinó que la extremaunción debe administrarse a cada enfermedad grave o al llegar a una avanzada edad con el objeto de que no se posponga hasta el momento de la muerte. Por tanto, ya no deberá llamarse extremaunción, sino en puridad, unción de los enfermos.
Pese a lo que se cree, el oficiante del sacramento del matrimonio no es el sacerdote, sino cada uno de los contrayentes. Según la teología católica, la unión que este sacramento crea entre dos personas bautizadas no puede ser rota. Sin embargo, existen numerosas condiciones para que una unión sea válida, por lo que a veces es posible que la Iglesia declare, tras estimarlo, que un matrimonio ha sido nulo y sin efecto desde el principio. La anulación, a veces considerada el equivalente católico del divorcio, se basa en diferentes principios. La Iglesia enseña que el propósito del matrimonio es el amor mutuo y la procreación.
Jubileo: recorrido por las siete basílicas
Uno de los actos finales de la peregrinación a Roma con motivo de un año jubilar es visitar las siete basílicas que muestra esta ilustración. Para ello, los peregrinos siguen un recorrido que fue trazado por san Felipe Neri en el siglo XVI.
Los católicos expresan su fe de muchas maneras además de asistiendo a la misa y recibiendo los sacramentos. El rosario de la Virgen María, por ejemplo, aún es muy popular. En las últimas décadas, la obligación de ayunar y de no comer carne en algunas fechas se ha hecho opcional, pero aún es respetada por muchos fieles. Aunque ha desaparecido la insistencia histórica de los obispos acerca de que los niños deben estudiar en centros dirigidos por la Iglesia católica, muchos católicos lo siguen haciendo, por lo que la Iglesia mantiene una importante red de escuelas primarias y secundarias, y financia un gran número de universidades en todo el mundo y un número aún mayor de cátedras de teología. La Iglesia católica es responsable de forma directa o indirecta de un gran número de publicaciones que comprenden desde periódicos populares hasta estudios muy complejos.
4.4 | | Cuestiones contemporáneas |
La Iglesia católica se ha caracterizado en los últimos tiempos por mantener posiciones inflexibles en cuestiones polémicas. Desde la encíclica Rerum novarum (1891) del papa León XIII, los pontífices han denunciado la injusticia de las condiciones sociales y económicas creadas por las sociedades industrializadas modernas, y han propuesto soluciones. Han denunciado la guerra nuclear, solicitado de modo reiterado el final de la carrera armamentística e intentado detener la explotación de las naciones pobres por las ricas. La protección a los derechos humanos en el campo social, económico y político ha sido la guía de estas declaraciones. La llamada teología de la liberación, articulada y defendida por numerosos intelectuales católicos latinoamericanos, ha intentado encajar estas preocupaciones en un marco de análisis menos tradicional, apelando incluso a ideas marxistas.
Desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia ha animado a los católicos a trabajar con miembros de otras confesiones para alcanzar fines comunes y para reunir a las diferentes iglesias cristianas. Aunque la Iglesia católica nunca se ha adherido al Consejo Mundial de las Iglesias, mantiene contactos con esta institución. En reconocimiento a los valores espirituales de otras religiones, las misiones católicas posteriores al Concilio han pasado del proselitismo disciplinario y excluyente a la práctica de un diálogo más respetuoso con esos valores.
En otras cuestiones la Iglesia ha sido más conservadora y no menos inflexible. La prohibición de los métodos artificiales de control de natalidad fue reiterada por el papa Pablo VI en su encíclica Humanae vitae (1968). Este documento levantó objeciones en círculos teológicos e incluso episcopales, algo insólito para el pontificado moderno. Aunque su importancia aún se debate, es desde luego la afirmación más autorizada al respecto dentro de la Iglesia católica, cuya frontal oposición a las leyes de liberalización del aborto ha provocado respuestas políticas en contra de la voluntaria interrupción del embarazo en algunos países occidentales. Aunque la Iglesia permite que las mujeres administren la eucaristía y realicen otras funciones en circunstancias extraordinarias, prohíbe que sean ordenadas sacerdotes o diáconos. Para los sacerdotes del rito romano el matrimonio está prohibido de forma taxativa. El pontificado de Juan Pablo II no contribuyó a un cambio de postura en estas materias.
Hasta la ruptura con la Iglesia oriental en 1054 y con las Iglesias protestantes en el siglo XVI resulta imposible separar la historia del catolicismo de la historia del cristianismo en general. Sin embargo, la visión de su historia para la Iglesia está basada en lo que considera su continuidad sin interrupciones desde la Iglesia del Nuevo Testamento y, en consecuencia, acepta la legitimidad de la evolución de su doctrina y de su estructura desde entonces. Los grandes cambios culturales, teológicos y disciplinarios de la historia cristiana no se estiman por tanto desviaciones de una norma absoluta de la Iglesia apostólica. Se consideran más bien como la expresión de una forma diferente y más elaborada de impulsos que ya existían desde su principio.
San Clemente I
Clemente I, papa desde aproximadamente el 92 hasta el 101, fue también el primero de los denominados padres Apostólicos.
El primer gran cambio en la historia cristiana fue su expansión desde Palestina hasta el resto del Mediterráneo en las décadas que siguieron a la muerte de Jesús. En poco tiempo, el cristianismo adquirió el idioma y el vocabulario filosófico del mundo grecorromano para expresar y difundir su mensaje, así como los procedimientos y la organización del Imperio romano. Sin embargo, la característica figura del obispo ya había aparecido a mediados del siglo II. El reconocimiento de la Iglesia por el emperador Constantino I el Grande en el 313 consolidó esta evolución y proporcionó apoyos a la Iglesia en las grandes polémicas doctrinales de los siglos IV y V que determinaron su ortodoxia. En el siglo V, el papa León I, obispo de Roma, reclamaba y ejercía hasta cierto punto la primacía sobre congregaciones cristianas de otros lugares.
Gregorio VII y la Querella de las Investiduras
La fase más cruenta de la denomina Querella de las Investiduras, que enfrentó al emperador Enrique IV y al papa Gregorio VII, concluyó con el asedio al castillo de Sant'Angelo donde se refugió el Papa (1083) y la conquista de Roma (1084) por las tropas imperiales. Las fuerzas normandas de Roberto Guiscardo liberaron a Gregorio VII pero, tras expulsar al Emperador, saquearon la ciudad. Gregorio VII tuvo que huir y murió en Salerno en 1085. En esta miniatura del siglo XIII se representaron el ataque del Sacro Imperio al Papa (escena superior) y el fallecimiento de éste (escena inferior).
La caída del Imperio romano de occidente y la incorporación de los pueblos germánicos a la Iglesia tuvieron un gran impacto en todos los aspectos de la vida religiosa general, incluida una disminución del poder episcopal entre los siglos VII y XI. Bajo la dirección de un Papado reformado a finales del siglo XI se restauraron los derechos episcopales en medio de la amarga Querella de las Investiduras que los papas sostuvieron frente a varios emperadores. Como resultado de esto, el Papado emergió como el dirigente reconocido de la Iglesia de occidente. El papa disponía además de una curia cada vez más centralizadora y eficiente. El Derecho canónico fue revitalizado y puesto en práctica, enfatizando el papel del pontífice en el gobierno de la Iglesia. Estas transformaciones, sumadas a las Cruzadas, hicieron que la reconciliación con la Iglesia oriental, después del Gran Cisma de Occidente (1054), fuera más difícil.
Calixto III
En esta pintura, La Virgen encomendando Siena al papa Calixto III (Pinacoteca Nacional de Siena, Italia), el artista italiano Sano di Pietro representó a dicho pontífice, el cual, durante su papado (1455-1458), intentó recuperar Constantinopla (en poder otomano desde 1453) para la cristiandad.
En parte como reacción a los cambios que nacieron de la Querella de las Investiduras, la Reforma protestante estalló en pleno siglo XVI. La Iglesia católica respondió con la Contrarreforma, reafirmando las tradiciones que se habían implantado con el tiempo y en particular los elementos más atacados, como la teología escolástica, la eficacia de los sacramentos y la primacía del papa.
Los ataques que la Iglesia recibió de la Ilustración y de la Revolución Francesa condicionaron la posición defensiva que el catolicismo mantuvo hasta mucho tiempo después. El Concilio Vaticano II intentó suavizar esta actitud. Aunque los cambios que este Concilio introdujo originaron una considerable confusión durante algunos años, la Iglesia católica mantiene su estabilidad y se expande en muchas regiones del mundo.
Papas y sus pontificados
PAPA | AÑO |
San Pedro | 42-67 |
San Lino | 67-79 |
San Anacleto (Cleto) | 79-92 |
San Clemente I | 92-101 |
San Evaristo | 101-105 |
San Alejandro I | 105-15 |
San Sixto I | 115-25 |
San Telesforo | 125-36 |
San Higinio | 136-40 |
San Pío I | 140-55 |
San Aniceto | 155-66 |
San Sotero | 166-75 |
San Eleuterio | 175-89 |
San Víctor I | 189-99 |
San Ceferino | 199-217 |
San Calixto I | 217-22 |
San Hipólito1 | 217-35 |
San Urbano I | 222-30 |
San Ponciano | 230-35 |
San Antero | 235-36 |
San Fabián | 236-50 |
San Cornelio | 251-53 |
Novaciano | 251 |
San Lucio I | 253-54 |
San Esteban I | 254-57 |
San Sixto II | 257-58 |
San Dionisio | 259-68 |
San Félix I | 269-74 |
San Eutiquiano | 275-83 |
San Cayo | 283-96 |
San Marcelino2 | 296-304 |
San Marcelo I2 | 308-9 |
San Eusebio | 309 |
San Melquíades | 311-14 |
San Silvestre I | 314-35 |
San Marcos | 336 |
San Julio I | 337-52 |
Liberio | 352-66 |
Félix II 3 | 355-65 |
San Dámaso I | 366-84 |
Ursino | 366-67 |
San Siricio | 384-99 |
San Anastasio I | 399-401 |
San Inocencio I | 401-17 |
San Zósimo | 417-18 |
San Bonifacio I | 418-22 |
Eulalio | 418-19 |
San Celestino I | 422-32 |
San Sixto III | 432-40 |
San León I | 440-61 |
San Hilario | 461-68 |
San Simplicio | 468-83 |
San Félix III (II) 3 | 483-92 |
San Gelasio I | 492-96 |
Anastasio II | 496-98 |
San Símaco | 498-514 |
Lorenzo 4 | 498; 501-5 |
San Hormisdas | 514-23 |
San Juan I | 523-26 |
San Félix IV (III) 3 | 526-30 |
Bonifacio II | 530-32 |
Dióscoro | 530 |
Juan II | 533-35 |
San Agapito I | 535-36 |
San Silverio | 536-37 |
Vigilio | 537-55 |
Pelagio I | 556-61 |
Juan III | 561-74 |
Benedicto I | 575-79 |
Pelagio II | 579-90 |
San Gregorio I | 590-604 |
Sabiniano | 604-6 |
Bonifacio III | 607 |
San Bonifacio IV | 608-15 |
San Deodato I | 615-18 |
Bonifacio V | 619-25 |
Honorio I | 625-38 |
Severiano | 640 |
Juan IV | 640-42 |
Teodoro I | 642-49 |
San Martín I | 649-55 |
San Eugenio I | 654-57 |
San Vitaliano | 657-72 |
Deodato II | 672-76 |
Donino | 676-78 |
San Agatón | 678-81 |
San León II | 682-83 |
San Benedicto II | 684-85 |
Juan V | 685-86 |
Conón | 686-87 |
Teodoro | 687 |
Pascual | 687 |
San Sergio I | 687-701 |
Juan VI | 701-5 |
Juan VII | 705-7 |
Sisinio | 708 |
Constantino | 708-15 |
San Gregorio II | 715-31 |
San Gregorio III | 731-41 |
San Zacarías | 741-52 |
Esteban (II) 5 | 752 |
Esteban II (III) | 752-57 |
San Pablo I | 757-67 |
Constantino | 767-69 |
Felipe | 768 |
Esteban III (IV) | 768-72 |
Adriano I | 772-95 |
San León III | 795-816 |
Esteban IV (V) | 816-17 |
San Pascual I | 817-24 |
Eugenio II | 824-27 |
Valentín | 827 |
Gregorio IV | 827-44 |
Juan 6 | 844 |
Sergio II | 844-47 |
San León IV | 847-55 |
Benedicto III | 855-58 |
Anastasio | 855 |
San Nicolás I | 858-67 |
Adriano II | 867-72 |
Juan VIII | 872-82 |
Marino I9 | 882-84 |
San Adriano III | 884-85 |
San Esteban V (VI) | 885-91 |
Formoso | 891-96 |
Bonifacio VI | 896 |
Esteban VI (VII) | 896-97 |
Romano | 897 |
Teodoro II | 897 |
Juan IX | 898-900 |
Benedicto IV | 900-03 |
León V | 903 |
Cristóbal | 903-04 |
Sergio III | 904-11 |
Anastasio III | 911-13 |
Landón | 913-14 |
Juan X | 914-28 |
León VI | 928 |
Esteban VII (VIII) | 928-31 |
Juan XI | 931-35 |
León VII | 936-39 |
Esteban VIII (IX) | 939-42 |
Marino II9 | 942-46 |
Agapito II | 946-55 |
Juan XII | 955-64 |
León VIII7 | 963-65 |
Benedicto V7 | 964-66 |
Juan XIII7 | 965-72 |
Benedicto VI | 973-74 |
Bonifacio VII | 974; 984-85 |
Benedicto VII | 974-83 |
Juan XIV | 983-84 |
Juan XV | 985-96 |
Gregorio V | 996-99 |
Juan XVI 3 | 997-98 |
Silvestre II | 999-1003 |
Juan XVII3 | 1003 |
Juan XVIII | 1004-9 |
Sergio IV | 1009-12 |
Benedicto VIII | 1012-24 |
Gregorio VI | 1012 |
Juan XIX6 | 1024-32 |
Benedicto IX8 | 1032-44 |
Silvestre III | 1045 |
Benedicto IX8 (2ª vez) | 1045 |
Gregorio VI | 1045-46 |
Clemente II | 1046-47 |
Benedicto IX8 (3ª vez) | 1047-48 |
Dámaso II | 1048 |
San León IX | 1049-54 |
Víctor II | 1055-57 |
Esteban IX (X) | 1057-58 |
Benedicto X | 1058-59 |
Nicolás II | 1059-61 |
Alejandro II | 1061-73 |
Honorio II | 1061-72 |
San Gregorio VII | 1073-85 |
Clemente III | 1080-1100 |
Beato Víctor III | 1086-87 |
Beato Urbano II | 1088-99 |
Pascual II | 1099-1118 |
Teodorico | 1100 |
Alberto | 1102 |
Silvestre IV | 1105-11 |
Gelasio II | 1118-19 |
Gregorio VIII | 1118-21 |
Calixto II | 1119-24 |
Honorio II | 1124-30 |
Celestino II | 1124 |
Inocencio II | 1130-43 |
Anacleto II | 1130-38 |
Víctor IV 3 | 1138 |
Celestino II | 1143-44 |
Lucio II | 1144-45 |
Beato Eugenio III | 1145-53 |
Anastasio IV | 1153-54 |
Adriano IV | 1154-59 |
Alejandro III | 1159-81 |
Víctor IV 3 | 1159-64 |
Pascual III | 1164-68 |
Calixto III | 1168-78 |
Inocencio III | 1179-80 |
Lucio III | 1181-85 |
Urbano III | 1185-87 |
Gregorio VIII | 1187 |
Clemente III | 1187-91 |
Celestino III | 1191-98 |
Inocencio III | 1198-1216 |
Honorio III | 1216-27 |
Gregorio IX | 1227-41 |
Celestino IV | 1241 |
Inocencio IV | 1243-54 |
Alejandro IV | 1254-61 |
Urbano IV | 1261-64 |
Clemente IV | 1265-68 |
Beato Gregorio X | 1271-76 |
Beato Inocencio V | 1276 |
Adriano V | 1276 |
Juan XXI | 1276-77 |
Nicolás III | 1277-80 |
Martín IV9 | 1281-85 |
Honorio IV | 1285-87 |
Nicolás IV | 1288-92 |
San Celestino V | 1294 |
Bonifacio VIII | 1294-1303 |
Beato Benedicto XI | 1303-4 |
Clemente V | 1305-14 |
Juan XXII | 1316-34 |
Nicolás V | 1328-30 |
Benedicto XII | 1334-42 |
Clemente VI | 1342-52 |
Inocencio VI | 1352-62 |
Beato Urbano V | 1362-70 |
Gregorio XI | 1370-78 |
Urbano VI | 1378-89 |
Bonifacio IX | 1389-1404 |
Inocencio VII | 1404-6 |
Gregorio XII | 1406-15 |
Clemente VII | 1378-94 |
Benedicto XIII | 1394-1423 |
Alejandro V | 1409-10 |
Juan XXIII 3 | 1410-15 |
Martín V | 1417-31 |
Eugenio IV | 1431-47 |
Félix V 3 | 1440-49 |
Nicolás V | 1447-55 |
Calixto III | 1455-58 |
Pío II | 1458-64 |
Pablo II | 1464-71 |
Sixto IV | 1471-84 |
Inocencio VIII | 1484-92 |
Alejandro VI | 1492-1503 |
Pío III | 1503 |
Julio II | 1503-13 |
León X | 1513-21 |
Adriano VI | 1522-23 |
Clemente VII | 1523-34 |
Pablo III | 1534-49 |
Julio III | 1550-55 |
Marcelo II | 1555 |
Pablo IV | 1555-59 |
Pío IV | 1559-65 |
San Pío V | 1566-72 |
Gregorio XIII | 1572-85 |
Sixto V | 1585-90 |
Urbano VII | 1590 |
Gregorio XIV | 1590-91 |
Inocencio IX | 1591 |
Clemente VIII | 1592-1605 |
León XI | 1605 |
Pablo V | 1605-21 |
Gregorio XV | 1621-23 |
Urbano VIII | 1623-44 |
Inocencio X | 1644-55 |
Alejandro VII | 1655-67 |
Clemente IX | 1667-69 |
Clemente X | 1670-76 |
Beato Inocencio XI | 1676-89 |
Alejandro VIII | 1689-91 |
Inocencio XII | 1691-1700 |
Clemente XI | 1700-21 |
Inocencio XIII | 1721-24 |
Benedicto XIII | 1724-30 |
Clemente XII | 1730-40 |
Benedicto XIV | 1740-58 |
Clemente XIII | 1758-69 |
Clemente XIV | 1769-74 |
Pío VI | 1775-99 |
Pío VII | 1800-23 |
León XII | 1823-29 |
Pío VIII | 1829-30 |
Gregorio XVI | 1831-46 |
Pío IX | 1846-78 |
León XIII | 1878-1903 |
San Pío X | 1903-14 |
Benedicto XV | 1914-22 |
Pío XI | 1922-39 |
Pío XII | 1939-58 |
Juan XXIII3 | 1958-63 |
Pablo VI | 1963-78 |
Juan Pablo I | 1978 |
Juan Pablo II | 1978-2005 |
Benedicto XVI | 2005- |
* Los nombres de los antipapas aparecen en cursiva.
Beato es el segundo título que se confiere en el proceso de canonización, en el que se declara que a dicha persona puede rendírsele culto.
1 San Hipólito (217-35) fue antipapa bajo Calixto I, Urbano I y Ponciano. Exiliado a Cerdeña por Ponciano, se reconcilió con dicho papa y murió martirizado.
2 Existe una brecha de cuatro años entre Marcelino (296-304) y Marcelo I (308-9). Algunos historiadores sostienen que ambos papas fueron en realidad la misma persona. Otros, por su parte, disienten afirmando que Marcelo I dirigió la Iglesia desde 304 a 309.
3 Antiguamente, el antipapa Félix II (355-65) fue considerado un papa legítimo. Los dos numerales que siguen al nombre de Félix III (II), quien reinó desde 483 a 492, y Félix IV (III), que reinó desde 526 a 530, indican que Félix II fue legítimo (el primer numeral) o no (el segundo numeral). El uso de uno u otro refleja la aceptación o no del antiguo punto de vista. Considerando que Félix V (1440-49), que fue un antipapa, no se llamó a sí mismo Félix IV, es evidente que consideraba ilegítimo a Félix II. La lista de papas no es coherente en esta cuestión. Así, Juan XVI (997-98) fue un antipapa, y con todo el papa siguiente que adoptó ese nombre se llamó a sí mismo Juan XVII (1003). No obstante, también ha ocurrido lo contrario. Juan XXIII (1410-15) fue un antipapa; el moderno Juan XXIII (1958-63) lo ignoró y adoptó el mismo nombre y numeral.
4 El antipapa Lorenzo lo fue en dos ocasiones: en 488 y nuevamente en 501-5.
5 Esteban (II) fue elegido papa legítimo en 752, pero murió antes de su consagración episcopal. Debido a ello, no fue considerado como tal. No obstante, una doctrina más reciente del papado ha revertido esta opinión, y el Anuario Pontificio lo incluye como papa desde 1961. Por ello, los dos conjuntos de numerales de los últimos Esteban (entre paréntesis) reflejan esta nueva opinión.
6 Juan XIX: debido a algunos errores cometidos durante la edad media, algunas listas antiguas le atribuyeron el ordinal XX.
7 Las fechas del pontificado de Benedicto V (964-66) se superponen con las de su predecesor, León VIII (963-65), y con las de su sucesor, Juan XIII (965-72). No obstante, Benedicto es considerado un papa legítimo.
8 Benedicto IX (1032-44, 1045, 1047-48) fue elegido legítimamente tres veces y depuesto dos.
9 Martín IV (1281-85); no existe ni un Martín II ni un Martín III. Marino I (882-84) y Marino II (942-46) fueron incluidos por error como Martín II y Martín III, respectivamente. Por ello, en 1281 el papa electo Martín optó por ser llamado Martín IV. |