Tablas estadísticas




Tablas estadísticas, recopilaciones numéricas bien estructuradas y fáciles de interpretar de las que se vale el estadístico para sintetizar los datos obtenidos con el fin de hacer un uso sencillo de ellos o bien para darlos a conocer de forma comprensible.
Existen infinidad de tablas estadísticas, pero las más básicas son las tablas de frecuencias, las de frecuencias relativas y frecuencias acumuladas, las de frecuencias con datos agrupados en intervalos y las de doble entrada.
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TABLAS DE FRECUENCIAS
Estas tablas constan de dos columnas. En la primera se escriben los valores de la variable, xi. En la segunda las correspondientes frecuencias, fi. Estas sencillas tablas se utilizan, únicamente, cuando la variable es discreta y admite pocos valores (a lo sumo, de 12 a 16).
La tabla siguiente da la distribución de la variable “número de hijos” correspondiente a un conjunto de 43 familias:

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TABLAS DE FRECUENCIAS RELATIVAS Y FRECUENCIAS ACUMULADAS
Una tabla de frecuencias se puede ampliar con nuevas columnas con las frecuencias relativas y las frecuencias acumuladas. La tabla anterior con estos nuevos datos sería:

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TABLAS DE FRECUENCIAS CON DATOS AGRUPADOS EN INTERVALOS
Cuando la variable es continua, o es discreta pero toma una gran cantidad de valores, conviene dividir el rango de la variable en unos pocos intervalos (entre 6 y 12) y repartir los valores en ellos. El resultado será una tabla de frecuencias en la cual la variable, en lugar de tomar valores numéricos concretos, varía dentro de intervalos.
Cuando se necesita (por ejemplo para el cálculo de parámetros) que cada intervalo quede representado por un único número, se toma su punto medio, al que se llama marca de clase.
En la tabla adjunta se muestra cómo se han repartido 1.200 calificaciones entre 0 y 10, en 10 intervalos iguales —columna (a). Las marcas de clase (centros de los intervalos) están en la columna (b), las frecuencias en la (c), las frecuencias relativas en la (d), las frecuencias acumuladas en la (e) y las frecuencias acumuladas relativas en la columna (f).
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TABLAS DE DOBLE ENTRADA
En las distribuciones bidimensionales, en las que a cada individuo le corresponden dos valores, xi, yi, puede suceder que cada par de valores (xm, yn) ocurra varias veces, es decir, lleve apareada una frecuencia. En tal caso conviene disponer los resultados mediante una tabla de doble entrada como la que se muestra a continuación, correspondiente a los resultados de un colectivo de 125 personas puntuadas por su sensibilidad ecológica, xi, y por sus conocimientos de biología, yi:

Tabla de frecuencias con intervalos
Una tabla de distribución de frecuencias sirve para resumir un conjunto de datos estadísticos. Por ejemplo, esta tabla muestra las 1.200 notas o calificaciones recibidas en 4 exámenes por 10 clases de 30 alumnos cada una. La primera columna es la lista de los diez intervalos en que se han agrupado las notas. La segunda columna es el punto medio de cada intervalo. La tercera muestra el número de notas de cada intervalo, es decir, su frecuencia (por ejemplo, hay 20 notas entre 0 y 1). La cuarta es el cociente entre el número de notas en el intervalo y el número total, es decir, la frecuencia relativa (hay 0,017 notas entre 0 y 1 por cada una de las 1.200 notas). La quinta columna es el número de notas en un intervalo y los intervalos menores que él, es decir, la frecuencia acumulada (hay 35 notas menores o iguales que 2). La sexta columna es el cociente entre el número de notas menores o iguales que el intervalo y el número total, es decir, la frecuencia acumulada relativa (0,029 notas entre 0 y 2 por cada una de las 1.200).

La Sinonimia




Sinonimia, coincidencia de significado entre dos o más palabras de diferentes significantes.
En español existen muchas palabras sinónimas, utilizadas frecuentemente en la lengua coloquial y literaria: borrachera, melopea, curda, embriaguez, mona, merluza, cogorza, tablón, moña, tranca, tajada, chispa, palabras que pueden aparecer en un mismo texto, estableciendo las mismas relaciones paradigmáticas y sintagmáticas y son conmutables, pero que nunca, semánticamente hablando, son sinónimos totales sino parciales, porque es muy difícil que coincidan todos sus semas y no existan diferencias notables entre ellos. Incluso cuando aparentemente son sinónimos casi totales, el uso de unos suele ser más frecuente en la lengua oral o escrita, coloquial o culta. Perro, can y chucho son sinónimos; perro puede aparecer en todas las variedades de lengua, can es un término casi exclusivo de la lengua escrita, chucho se emplea con mayor frecuencia en un registro familiar y despectivo.
Un término puede tener un significado más amplio que otro, ser más emotivo, más profesional, más local, jergal... En América, donde se han registrado a veces más de cincuenta términos para denominar una realidad, es muy frecuente el uso de la sinonimia, como ocurre en México con el pájaro carpintero, que recibe, entre otros, los nombres: barbiquín, bueyero, cuacheche, chacá, chejé, chojó, cholo, chujún, colonté, copete rojo, huilotero, picametate, picapalo, picapiedra, pitoduro, pitorreal, tepalsote, tica, ticusa, tienta... El número de sinónimos que posee una realidad o concepto está en relación con el interés que ésta despierta en la comunidad lingüística.
Se pueden establecer varios tipos de sinonimia:
Conceptual, completa o total: todas las palabras evocan un mismo significado y se toman por sinónimos ‘totales’ ya que son permutables en todos los contextos y tienen casi idéntico valor semántico: alegría, contento, satisfacción, placer, gozo.
Contextual: aquellos que, sin ser sinónimos en todos los contextos, lo pueden ser en alguno de ellos al poderse conmutar uno por otro: Voy, vuelo, navego, a/hacia Canarias.
De connotación: en frases en las que domina la afectividad, pero no en otras: eres un genio / un monstruo / una lumbrera.
Referencial: las palabras se asocian con el mismo referente en un momento determinado, aunque realmente no sean asociadas como sinónimos más que en esos casos concretos: El Fénix de los ingenios / Lope de Vega.
La aparición de unos términos sinónimos u otros en la lengua puede deberse a preferencias personales o locales, al tipo de texto del que se trate (prosa o verso, género literario), al contexto y la situación en el que se incluyan.


La Polisemia




Polisemia, propiedad que poseen las palabras que tienen varios significados.
Procede del griego poli, ‘mucho’ + sema, ‘significado’. Una palabra es polisémica cuando en distintos contextos tiene varios significados diferentes. La palabra llave, por ejemplo, la define el diccionario, entre otras acepciones, como: “1) Instrumento de metal, con guardas, para correr o descorrer el pestillo de la cerradura. 2) Aparato de metal que, movido por los dedos, abre o cierra el paso del aire en ciertos instrumentos músicos de viento. 3) Instrumento para facilitar o impedir el paso de un fluido por un conducto. 4) Interruptor de electricidad. 5) Clave (signo del pentagrama). 6) Principio que facilita el conocimiento de otras cosas. 7) Cosa que sirve de resguardo o defensa. 8) Instrumento para apretar y aflojar tuercas. 9) Corchete (signo). 10) Instrumento de metal para dar cuerda a los relojes...”.
La polisemia se produce por dos razones fundamentales. La primera razón reside en el hecho de que los hablantes establecen una relación entre dos o más realidades cuyos significados son diferentes, aplicando el significante de la primera para referirse al significado de una segunda o tercera, al igual que ocurre en el campo de la analogía, la metáfora y la metonimia (véase Figuras retóricas). Admitida esa forma de denominar a las otras realidades por los demás hablantes, la comunidad lingüística termina por aceptar que ese significante se refiera a los otros significados distintos. Así, la ‘lámpara o candelabro de techo de varios brazos’, por su semejanza con la araña, ‘insecto arácnido de cuatro pares de patas unidas al abdomen’, pasó a denominarse metafóricamente araña. Con el tiempo, el sentido metafórico se fue perdiendo, y puede que muchos hablantes no establezcan la relación entre los dos significados, pero el significante de la lámpara quedó unido al del arácnido.
La segunda razón surge cuando el significante de una palabra, cuyo significado cae en desuso, se utiliza para denominar un nuevo significado, que guarda alguna relación con aquél: pedante, antiguamente era ‘pedagogo’ y también ‘maestro que enseñaba a domicilio’, pero con el paso del tiempo ha pasado a significar ‘persona que hace inoportuno alarde de erudición’. La relación que se establece entre ambos significados es la de persona que tiene amplios conocimientos.
Todos los significados de las palabras polisémicas conviven armoniosamente en la lengua y no plantean nunca problemas de ambigüedad, ya que contexto y situación delimitan claramente el significado que le conviene al significante polisémico en cada caso concreto, es decir, la acepción en la que está empleada la palabra. Sin embargo, es frecuente que uno de los significados predomine sobre los demás cuando consideramos el significante fuera de todo contexto.
La polisemia es un recurso muy utilizado en todas las lenguas por lo que supone de economía lingüística y porque facilita el aprendizaje y la retención de los términos de ésta, ya que permite la multiplicidad de significados con un número limitado de significantes.


La Homonimia




Homonimia, cualidad que se da en la lengua cuando unas palabras presentan la misma forma pero tienen significado diferente. A estas palabras se las llama homónimas.
La identidad en la forma se debe generalmente a la evolución fonética de las lenguas que hace posible que términos sin ninguna relación etimológica terminen con el tiempo coincidiendo en su significante, sin variar por ello su significado.
Algunos lingüistas establecen dentro de la homonimia la distinción entre homófonos, los términos cuya coincidencia es fonética pero no ortográfica: vaca, hembra del toro / baca, objeto que se instala en el techo de los automóviles para colocar sobre él bultos o equipaje; a, preposición / ha, forma verbal del verbo haber / ah, interjección, y homógrafos, términos cuya coincidencia es fonética y ortográfica a pesar de tener diferente origen y significado: gato, animal doméstico / gato, máquina compuesta de un engranaje de piñón y cremallera que sirve para levantar grandes pesos a poca altura; río, corriente de agua / río, forma verbal del verbo reír.
La homonimia no suele producir ambigüedades importantes, ya que la mayor parte de los homónimos no coinciden en su acentuación o pertenecen a categorías gramaticales diferentes, pero si en algún caso existe riesgo de confusión, al crear una ambigüedad que el contexto no puede por sí mismo resolver, la lengua recurre al cambio de significante de uno de los términos. Es lo que ocurrió con las palabras latinas oculum y oleum cuando evolucionaron en castellano hacia la forma ojo; al tratarse de voces relativamente frecuentes en el vocabulario cotidiano se eligió ojo para designar el órgano de la vista y se tomó del árabe la palabra aceite, evitándose así equívocos innecesarios; óleo se incorporó como cultismo dentro del lenguaje eclesiástico.
Menos frecuente es la homonimia semántica, muy relacionada con la polisemia y cuyos límites son tan difusos que algunos lingüistas la consideran polisemia. Son palabras homónimas semánticamente aquellas que tienen el mismo origen etimológico, pero cuyos significados actuales no guardan ninguna relación; es el caso de la palabra verdugo, que, en un origen tenía el significado de ‘vástago, rama verde y tierna’, de ahí pasó a significar ‘azote, vara flexible con la que se aplicaba un castigo’, de ahí, se atribuyó a la persona que daba ese castigo, y luego al funcionario de justicia que aplicaba cualquier pena; con el fin de que no se pudiera reconocer a esta persona se cubría la cabeza con un capuchón, al que también se le llamó ‘verdugo’, y por extensión, se dio este nombre al ‘pasamontañas’, un gorro de lana que ciñe cabeza y cuello y deja al descubierto la cara. Véase Polisemia.
Cuando dos o más personas se denominan de igual modo, son tocayos y no homónimos.


La Antonimia




Antonimia, capacidad que tienen algunas palabras, como sustantivos, adjetivos o verbos, que poseen rasgos cualitativos o cuantitativos, para oponerse a otras por su significado. También es la propiedad o conjunto de propiedades que permite definir una cosa como contraria a otra al compararlas.
Los términos antónimos son incompatibles semánticamente dentro de un predicado: blanco se opone a negro y gordo a delgado, excluyéndose entre sí en los textos.
Existen tres tipos de antonimia: a) Los antónimos propiamente dichos: caliente se opone a frío por ser contrarios, pero la afirmación de uno de ellos no supone la negación del otro; entre ambos términos pueden establecerse por sus cualidades otros estados intermedios: templado, tibio, cálido, e incluso, los dos términos admiten gradación relativa: poco, algo, bastante, muy caliente/frío. b) Los complementarios: establecen una oposición binaria en la que un término excluye sistemáticamente al otro, ya que entre los dos completan la totalidad: niño/niña, hombre/mujer; no admiten gradación. c) Los recíprocos: ambos se suponen entre sí al establecerse entre ellos una relación inversa: tío/sobrino, mortal/inmortal, comprar/vender.


Campo semántico




Campo semántico, sistema organizado de relaciones semánticas entre varias piezas léxicas.
Un campo semántico consiste en un conjunto de palabras que comparten un contenido común, pero cada una de esas palabras se opone a las demás por rasgos propios. Cada uno de estos rasgos semánticos diferenciales se llama sema y su formalización se suele hacer por oposiciones [+ masculino] frente a [- masculino], en vez de [masculino] o [femenino].
Los campos semánticos delimitan áreas concretas de un lexicón y sus integrantes son cohipónimos del hiperónimo que da nombre al campo semántico. Por ejemplo, un campo semántico bien definido es el de los colores (rojo, azul, verde, amarillo, etcétera). En las relaciones semánticas de este campo, los cohipónimos de color son cada uno de los colores (azul, verde, etcétera) y color es el hiperónimo de todos ellos. Véase Hiperonimia.
El concepto de campo semántico surge en los años 1930 y se basa en la idea de que el vocabulario de una lengua tiene una organización interna más allá del mero listado alfabético de un diccionario. El vocabulario posee unos rasgos semánticos y un sistema de relaciones que hacen posible la definición de una pieza léxica al ponerla en relación con los otros términos que ocurren en su campo semántico. Así, en el campo semántico de familia (padre, madre, hijo, sobrino, abuelo, suegra, etcétera), el rasgo de sexo femenino (sema [-masculino]) perteneciente a madre hace posible oponer su definición a la de padre, que posee un rasgo de sexo masculino (sema [+ masculino]).
Los campos semánticos tienen rasgos propios que pueden no compartir con otros campos. Para relacionar elementos léxicos muy diversos, estos deben pertenecer, al menos, al mismo campo conceptual (universal lingüístico o campo definido a través de un abanico de lenguas o etapas de una lengua). Así, el rasgo [+ oscuro] que separa el azul celeste del azul marino no es relevante en el campo semántico de familia, mientras que el rasgo de [- masculino] del campo de familia sí es aplicable al campo semántico de la ropa para definir falda, pollera, sujetador, braga, pantaleta, por ejemplo. En este caso, el rasgo [± masculino] mapea la distinción del campo conceptual ropa de hombre o ropa de mujer dentro del universo de la ropa.


La Voz en la gramática




Voz (gramática), categoría gramatical asociada al verbo que indica la relación existente entre el sujeto, el verbo y el objeto. La oposición se establece entre voz activa y voz pasiva.
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VOZ ACTIVA
El sujeto gramatical coincide con el agente de la acción expresada por el verbo, acción que se ejerce sobre un objeto: Luis compra unos libros.
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VOZ PASIVA
El sujeto gramatical recibe o padece la acción del verbo, coincide con el objeto. El agente puede estar especificado o no. La voz pasiva sólo puede darse con verbos transitivos: Unos libros son comprados por Luis. La construcción en voz pasiva supone que el objeto de la acción pasa a primer plano en la atención del hablante, en detrimento del agente de la misma: La casa fue construida por mi padre; Ha sido sitiada la ciudad.
La relación semántica existente entre sujeto, verbo y objeto es la misma en una y otra. La diferencia consiste en que se modifica el punto de vista, en la voz pasiva es el objeto el que atrae el interés del hablante.
En español no existen morfemas específicos de voz, la categoría se expresa mediante giros sintácticos. La voz pasiva se realiza mediante el auxiliar ser + participio concertado: Luis ama a Carmen, voz activa. Carmen es amada por Luis, voz pasiva. El complemento directo ‘Carmen’ pasa a ser sujeto en la transformación pasiva, mientras que el sujeto gramatical ‘Luis’ pasa a desempeñar la función del complemento agente, complemento exclusivo de las construcciones pasivas.
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PASIVA REFLEJA
Se da en ciertas construcciones en voz activa con el pronombre se, y que tienen significado pasivo: Se construyen pisos. El sujeto gramatical representa al ser que recibe la acción: ‘pisos’. Se es un morfema que pone de manifiesto que el sujeto gramatical debe interpretarse como objetivo, no desempeña ninguna otra función sintáctica, se puede analizar como morfema de voz pasiva. El agente de la acción no está especificado.
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VOZ MEDIA
En algunas lenguas, como la griega, existe una voz media con morfemas característicos para expresar acciones que realiza el sujeto en el interior de su conciencia sin que se manifiesten exteriormente para el interlocutor y sin que pueda concebirse un agente exterior. El español ha desarrollado una voz media para expresar las acciones inmanentes a base del morfema se, unido de tal forma al verbo, que sin él no tiene conjugación: atreverse, vanagloriarse, jactarse, esforzarse, arrepentirse, adherirse, acordarse, figurarse, asustarse, avergonzarse.
A este morfema se, se le llama dativo intrínseco, si se quiere recordar su origen pronominal, cuyo valor ha perdido, o se le llamará signo de voz media. Muchos gramáticos no consideran la existencia de la voz media, aunque algunos afirman que se la puede considerar como una categoría gramatical puramente semántica, propia de ciertos verbos intransitivos, y de determinadas construcciones reflejas con se: El culpable se avergüenza.
En el uso de la lengua predominan las formas verbales activas, la voz pasiva se utiliza muy poco en la lengua coloquial y su uso ha quedado reducido a la lengua escrita. Incluso hay gramáticos que niegan la existencia de la voz pasiva en español y consideran que las formas pasivas son estructuras atributivas o frases perifrásticas. Se usa poco en español porque no destaca el protagonismo del agente, sino la receptividad del paciente.


La Persona en la gramática




Persona (gramática), categoría gramatical que presentan los pronombres personales, los posesivos (determinantes y pronombres) y el verbo y que remite a los interlocutores del discurso.
Los pronombres personales son las palabras que se utilizan para referirse a los términos que intervienen en el coloquio, y cuyo valor significativo es designar a las personas gramaticales. La primera persona es el emisor: yo, nosotros, nosotras. La segunda persona es el oyente: tú, vosotros, vosotras; la tercera persona en muchos casos no es persona, sino un elemento de referencia él, ella, ello, ellos, ellas.
Varían de forma según el género y el número: yo, mi, conmigo, nosotros, nosotras, y también según la función sintáctica que desempeñan: Vosotros os laváis, donde vosotros es sujeto y os complemento directo.
La fórmula de tratamiento usted procede de la fórmula de respeto vuestra merced, utilizada desde el siglo XV y que ha ido evolucionando, vuesa merced, usarced, hasta reducirse a usted; se utiliza con verbos en tercera persona: Usted viene. En Andalucía se usa ustedes por vosotros en la lengua hablada, e incluso ustedes con verbos en segunda persona de plural: Ustedes estáis bien. En gran parte de Hispanoamérica: México, Cuba, República Dominicana, Puerto Rico y en parte de Venezuela, Panamá, Colombia y Perú, no se utilizan las formas vosotros, vosotras en la lengua familiar, y es muy escaso su uso en la lengua escrita; en su lugar se utiliza ustedes. Se usa vos en el lugar de : vos querés, en Argentina; vos querías, en Chile; vos tomarés, en Colombia. En España, la fórmula vos ha dejado de utilizarse y ha quedado reducida a escasos usos literarios y formulísticos. Véase Fórmulas de tratamiento.
Los pronombres posesivos indican que lo nombrado por el sustantivo al que hacen referencia pertenece a la primera, segunda o tercera persona del coloquio, y también si la pertenencia corresponde a uno o varios poseedores: Este libro es mío, ése es tuyo. Es frecuente en el uso lingüístico el empleo de las expresiones como lo tuyo, lo nuestro, lo suyo como formas neutras.
Los morfemas de persona presentan sincretismo morfológico: un único formante representa también el número. Este morfema reitera la persona y el número del sujeto (véase Concordancia). Primera persona singular, el hablante; plural, cualquier conjunto que incluya al hablante. Segunda persona singular, el oyente; plural, cualquier conjunto que incluya al oyente y excluya al hablante. Tercera persona del singular, el que no es ni hablante ni oyente; puede no estar presente en el discurso.
El verbo varía de acuerdo con las personas gramaticales que el sujeto presenta, igual que los pronombres personales y los posesivos. En cuanto al verbo, hay que señalar algunas excepciones de verbos y formas verbales: los verbos unipersonales sólo se utilizan en tercera persona de singular: nieva. Ciertos verbos defectivos sólo tienen tercera persona: Esto os afecta a vosotros. Las formas verbales no personales: infinitivo, gerundio y participio carecen de persona: saltar, saltando, saltado. El imperativo sólo tiene segunda persona: ven tú, venid vosotros.
En el uso de la lengua hay una relación especial de concordancia, cuando al referirse a la segunda persona, se utiliza el verbo en tercera persona, en fórmulas de tratamiento de respeto, usted, ustedes: Ustedes cantan, o fórmulas reverenciales: vuestra merced, vuestra señoría: Vuestra señoría lo sabe. Esta relación de concordancia se debe a que al dirigirse a la segunda persona con tratamiento de respeto, se hace referencia, no a la persona misma, sino a lo que esa persona representa, tercera persona.


El Número en la gramática




Número (gramática), categoría gramatical con la que se opone la singularidad a la pluralidad en las palabras flexivas (véase Flexión).
Dentro del número se distingue el singular, que designa un solo ser u objeto, y el plural, que indica más de uno. En las lenguas sánscrita, griega clásica y algunas eslavas, existe el número dual que engloba dos personas o cosas en los nombres o dos actividades o procesos en los verbos, por lo que la oposición que establecen es tripartita entre singular (un elemento), dual (dos) y plural (más de dos). En otras lenguas, como la de las islas Fiji, existe además un trial (tres elementos), que se opone a los anteriores, dándose una oposición cuatripartita: singular, dual, trial y plural.
Ciertos lingüistas afirman que frente al género, que el hablante lo piensa junto al lexema y está íntimamente ligado a él, la idea de número es secundaria, puesto que hace referencia a una información posterior acerca de la cantidad de unidades de la palabra a la que se une, es decir, su cuantificación.
En español, se distinguen dos números en el sintagma nominal: el singular, término no marcado que se caracteriza por la carencia de morfema, lo que se representa con el signo Ø, y el plural, término marcado, que presenta los morfemas - s o - es. Esta categoría gramatical afecta principalmente al sustantivo y, por la concordancia, a otras palabras flexivas de la oración como determinantes, pronombres y verbos. En los pronombres personales y en los verbos, el número se une a la categoría de persona.
Se puede expresar también la noción de número mediante la utilización de numerales y cuantificadores o a través de los sustantivos colectivos. Véase también Indefinidos.
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EL NÚMERO EN EL SUSTANTIVO
El singular no presenta ningún morfema, por lo que su ausencia se indica con la marca Ø; el plural se manifiesta con el morfema - s o con su variante - es:
Leónleón lexema, Ø, morfema gramatical de género, Ø; ausencia de morfema gramatical de número.
Niñasniñ - lexema, - a morfema gramatical de género femenino, - s morfema gramatical de número plural.
Balonesbalon - lexema, Ø, morfema gramatical de género, - es morfema gramatical de número.
Las reglas que rigen la formación del plural en los sustantivos españoles pueden resumirse en las siguientes:
a) Cuando el sustantivo finaliza en vocal átona o en una e tónica, el plural se forma añadiendo una - s al singular: pluma/plumas, café/cafés.
b) Si termina en vocal tónica que no sea e o en consonante que no sea s, el plural se forma añadiendo el morfema - es: tisú/tisúes, bombón/bombones; excepto papá, mamá, sofá y dominó, cuyo plural lo hacen en - s; sin embargo, en el uso cotidiano existen a veces vacilaciones entre los morfemas - s y - es. En América alternan papás, papaes y papases. También forman el plural en - es las palabras que terminan en diptongo cuya última vocal es y: buey/bueyes, ley/leyes, pero en la lengua hablada se dan algunas vacilaciones en palabras tomadas de otros idiomas, como jersey/jerséis, jerseises o jerseyes, aunque lo correcto es jerséis. Los plurales de las vocales forman el plural en - es: aes, íes.
c) Nombres cuyo singular termina en s: Si son nombres llanos o esdrújulos, la forma de marcar en ellos el plural es mediante el artículo: el jueves/los jueves, el miércoles/los miércoles; si son agudos el plural se forma añadiendo - es: país/países.
d) En las palabras latinas como memorandum o referendum, se oscila entre mantener en el plural la misma forma que en el singular: el referendum/ los referendum, o utilizar el plural latino: memoranda, referenda, o terminarlo en - os: referendos, memorandos. La Real Academia Española ha optado por la españolización de alguna de estas palabras en - o: estadio, simposio, currículo, cuyo plural lo forma añadiendo - s: estadios, simposios, currículos, o por mantener en el plural la misma forma que en el singular: ultimátum.
e) Los términos tomados de otros idiomas cuya terminación es en consonante oscilan a veces entre la formación del plural con - s o con - es: complot/complots, gol/goles, líder/líderes, club o clube/clubes ...
f) Los nombres propios de personas y los apellidos generalmente se usan en singular, pero admiten también el plural: Los Antonios, los Garcías, excepto los que terminan en - s, en - z, los esdrújulos que terminan en consonante o aquellos que no proceden del castellano: Los Gómez, los Valdés, los Schmidt. También se puede poner el artículo en plural y mantener la forma del apellido invariable: Los Yagüe.
g) Los nombres propios geográficos se usan generalmente en singular: Brasil, Acapulco, si bien alguno de ellos puede presentar la forma del plural y funcionar como singular: Buenos Aires, Las Vegas. Cuando aluden a islas, archipiélagos o cordilleras toman el plural: Las Antillas, los Andes.
h) Los nombres compuestos suelen formar el plural sobre el último componente: bocacalle/bocacalles; pero si el hablante los concibe como la suma de dos lexemas más que como una sola palabra, pueden tomar el plural los dos o sólo el primero: gentilhombre/gentileshombres, quienquiera/quienesquiera.
Al hablar del número del sustantivo, casi siempre, se piensa en sustantivos contables en los que es fácil distinguir su singularidad o pluralidad, pero existen otros sustantivos no contables, como vino, arena, sopa, que por su misma esencia son incompatibles con cualquier cómputo real, aunque se puedan pesar o medir, al igual que ocurre con los nombres colectivos, como muchedumbre o gente, por lo que si bien pueden adoptar la forma gramatical de plural, éste no será informativo, sino únicamente enfático o ponderativo. Lo mismo se puede decir de los nombres abstractos, como, por ejemplo, perfidia, amistad..., a no ser que el hablante los piense como una suma de individualidades referidas a acciones, hechos o personas, con lo que se transforman en concretos: perfidias (conjunto de acciones desleales), amistades (personas con las que existen lazos de afecto): Sus perfidias le han llevado a un total aislamiento; hemos conseguido muchas amistades en Perú.
Algunos sustantivos, como tez, ecuador, cenit, no admiten más que el singular; por el contrario, otros, como albricias, fastos, gárgaras, o los que designan objetos dobles: gafas, alicates, se usan siempre en plural. El uso ha fijado a veces la marca del plural o la del singular; se dice buenos días o buenas tardes cuando se saluda a alguien, pero se desea un feliz día o unos felices días.
En ocasiones el morfema de número se utiliza para diferenciar significados: el celo/los celos; la víspera/las vísperas; letra/letras, son palabras que en sus orígenes tuvieron alguna relación, que a veces siguen conservando.
Al formarse el plural, las palabras no suelen cambiar el acento de sílaba; no obstante, hay algunas en las cuales éste se desplaza: carácter/caracteres, régimen/regímenes, espécimen/especímenes, sénior/ seniores. Véase Acento.
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EL NÚMERO EN LOS ADJETIVOS CALIFICATIVOS
El adjetivo acompaña al sustantivo, concordando con él en género y número. Véase Concordancia.
Al igual que en el sustantivo, se establece la oposición entre singular, que carece de morfema y se representa con la marca Ø, y el plural, que presenta los morfemas - s, - es.
Buenobue - lexema, - o morfema gramatical de género masculino, Ø, morfema gramatical de número singular.
Los que terminan en vocal átona forman el plural añadiendo al lexema una - s: bueno/buenos; dulce/dulces; los que acaban en vocal tónica o en consonante, añadiendo al lexema el morfema - es: carmesí/carmesíes; cortés/corteses, y si en singular finalizan en una z, ésta se transforma en el plural en una c: veloz/veloces.
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EL NÚMERO EN LOS DETERMINANTES Y EN LOS PRONOMBRES
Tanto el artículo como los adjetivos determinativos presentan variación en el número debido a la concordancia que establecen con el sustantivo.
El artículo en realidad es un morfema del sustantivo, por lo que indica el género y número de éste cuando no lo manifiesta directamente el sustantivo o simplemente lo manifiesta de forma redundante.
En los demás determinantes y en los pronombres, la oposición que se establece entre singular y plural se manifiesta unas veces mediante Ø/- s o - es y otras cambiando la forma del singular por otra distinta para el plural.
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EL NÚMERO EN EL VERBO
Excepto en las llamadas formas nominales (las no personales o verboides), en todos los tiempos de indicativo, subjuntivo e imperativo, el verbo presenta los números singular y plural.


La Sintagma




Sintagma, palabra o grupo de palabras relacionadas entre sí y que forman una unidad funcional.
Un sintagma puede relacionarse con otro u otros que existan en la oración y en él puede haber, a su vez, otro u otros sintagmas. En El niño estudia la lección de Geografía, existen dos sintagmas constituyentes inmediatos de la oración: el sintagma nominal el niño, cuyo núcleo es el sustantivo, que hace la función de sujeto, y el sintagma verbal, estudia la lección de Geografía, cuyo núcleo es el verbo. Pero, a su vez, dentro del sintagma verbal hay otro sintagma nominal, la lección de geografía, que funciona como complemento directo y cuyo núcleo es el sustantivo lección, y dentro de este sintagma se halla otro preposicional, de Geografía, que funciona como complemento de nombre de lección.
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SINTAGMA NOMINAL
El sintagma nominal está integrado por un núcleo, que es un sustantivo o elemento nominal equivalente, que puede ir determinado o no por determinantes y acompañado de modificadores o subordinados que lo complementan: El niño moreno.
2.1
Forma
El núcleo es el único elemento necesario para la existencia del sintagma nominal; el núcleo del sintagma nominal es un sustantivo o un elemento léxico que esté sustantivado (véase Sustantivación). Como sustituto del nombre, puede utilizarse un pronombre: Alguien llamó; un infinitivo: El dormir es importante para la salud; u otros elementos sustantivados, como un adjetivo: Los buenos de la clase; un adverbio: El ayer recordado; una conjunción: Los porqués; o una interjección: Un ay penoso.
Los determinantes son palabras gramaticales, que identifican o cuantifican el concepto expresado por el núcleo y en español van antepuestos. Esta función es desempeñada por el artículo, los determinantes posesivos, demostrativos, indefinidos y numerales. Mediante el uso de un determinante, marcamos automáticamente la existencia de seres o realidades concretas: Un poema. Este libro. Mi pluma. Algún día. Ciertos determinantes marcan la especificidad y singularidad de lo determinado: El libro, este libro o mi libro.
Los modificadores del núcleo completan, precisan o restringen el significado de ese núcleo. Se les llama también complementos. La función de complemento del núcleo nominal o complemento del nombre es característica del adjetivo, aunque también puede ser desempeñada por un sustantivo, precedido de preposición: Una silla dorada; Una silla de madera; El arroz con leche; o también un sustantivo en aposición (el sustantivo se encuentra adjunto al núcleo sin preposición): El río Ebro; La ciudad dormitorio.
2.2
Función
Si el sintagma nominal es un constituyente inmediato de la oración, su función es la de sujeto; puede ser de dos clases: agente y paciente. Sujeto agente es quien realiza la acción verbal y concuerda con el verbo en número y persona: Luis come despacio. Sujeto paciente o receptor es el que recibe la acción del verbo: Los niños son amados por sus padres.
Si el sintagma nominal se encuentra dentro del sintagma verbal, formando parte de éste, puede desempeñar varias funciones, entre las que destacan:
Atributo, indica cualidades del sujeto a través de un verbo atributivo o copulativo, ser o estar: Luis es arquitecto.
Complemento directo, expresa lo que se dice del sujeto a través del verbo: Sergio estudia ‘lengua’; sirve para precisar, fijar o concretar el significado de los verbos transitivos; cuando el complemento directo se refiere a persona u objeto personificado, va precedido de la preposición a: María Jesús quiere ‘a’ sus padres.
Complemento indirecto, indica la persona o cosa personificada a quien va destinado el beneficio, provecho o daño de la acción verbal; va precedido de las preposiciones a o para: Sergio compró una casa ‘a’ sus padres. El niño compró un regalo ‘para’ su amigo.
Complemento circunstancial, indica en qué circunstancias, lugar, tiempo, modo, cantidad, compañía, medio... se desarrolla la acción verbal: Sergio estudia ‘cada día’ ‘dos horas’.
Aposición, función realizada por un sustantivo que complementa a otro sustantivo al que va apuesto, sin preposiciones: Sergio, tu vecino, ha venido; Lope de Vega, dramaturgo famoso, nació en Madrid.
Vocativo, forma expresiva que se utiliza con valor apelativo o exclamativo: Sergio, espérame. Complemento predicativo, complementa a la vez al verbo y a un sintagma nominal que funciona como sujeto o complemento directo: Nombraron a Sergio alcalde.
3
SINTAGMA VERBAL
El núcleo es el verbo en función de predicado y a él se refieren, directa o indirectamente, todos los complementos que forman el sintagma verbal.
4
FORMA
El núcleo del predicado verbal es un verbo predicativo, que tiene contenido semántico pleno; si tiene otros elementos dependientes, son los complementos.
Estos complementos pueden ser sintagmas nominales, adjetivos, preposicionales o adverbiales.
Los verbos que llevan un complemento directo que complementa su significación son verbos transitivos, y son verbos intransitivos cuando poseen una significación completa, cerrada en sí misma, que no requiere de complemento directo: Sergio enseñó el traje (complemento directo). Luis duerme; aunque ambos llevan o pueden llevar otros complementos. Complemento indirecto, indica a quién va dirigida la acción del verbo: Compré una casa a Carlos o para Carlos, el uso de las preposiciones a o para en este ejemplo varía el significado de la oración. Complemento de régimen, su uso es imprescindible para la comprensión de algunos verbos: Creo en vosotros; Habla de ello. Complementos circunstanciales, formados por sintagmas preposicionales: Sergio juega en la calle, con sus amigos, por las tardes; por sintagmas nominales: Todos los días, esta semana; o por sintagmas adverbiales: Lo hice ayer; Estoy aquí. Pueden indicar lugar: Vivimos en Madrid; tiempo: Iré el martes; modo: Escribe con cuidado; materia: El pan se hace con harina; instrumento: Corta el pan con cuchillo; compañía: Saldré con Sergio; cantidad: Te lo dije dos veces; finalidad: Estudié para médico.
Predicado nominal, su núcleo sintáctico es un verbo, pero desde el punto de vista semántico, lo atribuido es una cualidad o característica expresada por un elemento nominal o adjetivo, que califica o clasifica al sujeto; el verbo sirve de enlace entre el sujeto y el atributo. A estos verbos se les llama copulativos o atributivos: El perro es un animal; La casa estaba vacía; Sergio es agradable.
En el orden de palabras habitual, el sintagma nominal precede al sintagma verbal: Ese chico te está mirando, pero estos elementos pueden invertirse en la estructura superficial: Te está mirando ese chico. El orden concreto de las palabras dentro del sintagma y el orden de los sintagmas dentro de la oración depende de cada hablante, de sus predilecciones. Una misma persona emplea diferente orden de palabras según el oyente a quien se dirija, su intención expresiva o la intensidad de los sentimientos expresados. La posición del sintagma nominal con respecto al sintagma verbal puede seguir varios órdenes. Orden lógico: el sintagma nominal va en primer lugar, seguido del sintagma verbal: Ese chico te está mirando. Orden invertido: sintagma verbal antepuesto, interesa marcar anticipadamente la acción verbal: Te está mirando ese chico. Orden rítmico: muy frecuente en la poesía y con el fin de destacar unas palabras determinadas: Allí estaban, en la plazuela, los muchachos. Orden impulsivo, se coloca en primer lugar el sintagma verbal, porque lo que importa es recalcar la acción, como expresión de sentimientos: ¡Qué te mira ese chico!
5
SINTAGMA ADJETIVO
Su núcleo es un adjetivo, tiene valor independiente y funciona como modificador de un sintagma nominal: Los turbios ríos descendían la montaña, como complemento predicativo: Los ríos descendían turbios, o como atributo: Sergio estaba feliz. En cualquiera de los dos casos, la dependencia de los adjetivos respecto de los sustantivos a los que se refiere se manifiesta por la concordancia en género y número: Ríos turbios; Sergio feliz.
6
SINTAGMA PREPOSICIONAL
Es el sintagma formado por una preposición seguida de otro sintagma, generalmente nominal. Complemento directo, lleva la preposición a cuando se refiere a persona u objeto personificado: Vi a tu tío. Complemento indirecto, lleva las preposiciones a y para: Compré un regalo a Luis, o para Luis. Complementos circunstanciales, admiten el uso de todas las preposiciones: Luis trabaja en un taller, con su tío, por las mañanas. Complemento del nombre, es un sustantivo precedido de las preposiciones de, con: cama de madera, té con limón. Complemento agente, utilizado en construcciones de voz pasiva, va introducido por la preposición por: La ciudad fue conquistada por los romanos. Complemento de régimen, va precedido de las preposiciones: a, de, en, con, que vienen determinadas por el verbo: Pienso en mi madre; Sergio habla de política; Acabó con sus pesadillas.
7
SINTAGMA ADVERBIAL
Es el sintagma que tiene como núcleo un adverbio que, en ocasiones, puede ir complementado por un sintagma preposicional: Vivo ‘lejos de aquí’. Su función es la de complemento circunstancial.


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