Metalistería, nombre dado en el campo de las bellas artes y las artes decorativas al trabajo de objetos de valor artístico, decorativo o utilitario, realizado a base de uno o varios tipos de metal —incluidos los preciosos— por fundido, martillado, soldadura o combinación de esas técnicas.
2 | | ORÍGENES DE LA METALISTERÍA |
A lo largo de la historia los metales se han utilizado como material para la elaboración de objetos tanto utilitarios como decorativos. En el siglo I a.C. el trabajo de los metales de mayor uso actual —hierro, cobre, estaño, plomo, oro y plata— ya tenía tras de sí una larga historia que había comenzado unos diez mil años antes con el trabajo del cobre. La distinción entre metales preciosos (oro, plata y, desde el siglo XVIII, platino) y no preciosos (hierro, cobre, estaño y plomo) procede de las antiguas civilizaciones del Oriente Próximo y de la Europa prehistórica. El oro y la plata, considerados sagrados por los adoradores del Sol y la Luna, estaban en un principio reservados para usos religiosos rituales, fabricación de objetos para templos y para la joyería, así como para los utensilios ceremoniales de figuras semisagradas como los faraones del antiguo Egipto, los reyes-sacerdotes de Oriente Próximo y los jefes tribales europeos desde España hasta el Cáucaso. A medida que estos materiales tan apreciados se hicieron más abundantes sirvieron para proclamar el rango social de un grupo más amplio, la elite de cada sociedad: su nobleza y sus grandes guerreros. El uso del oro y de la plata se extendió al adorno personal, a las pertenencias de cada uno como los utensilios para comer y beber, las armas y a otros objetos, e incluso a piezas de mobiliario como espejos, pies de lámpara, sillas y camas. Poco a poco fueron adquiriendo un valor intrínseco que acabó por expresarse en las primeras monedas, discos de oro y plata con una estampación que emitieron los lidios en Asia Menor en el siglo VII a.C. Pronto el concepto de acuñación se extendió por todo el Oriente Próximo y llegó a Grecia y desde entonces las monedas siempre han sido consideradas en la doble vertiente de objetos bellos al mismo tiempo que valiosos. Los metales no preciosos como el hierro y el bronce eran apreciados por su resistencia, en especial para armas y herramientas; el cobre, el estaño y el plomo empezaron a emplearse, sobre todo por su utilidad o durabilidad, para objetos de cocina, almacenamiento o para reforzar todo tipo de construcciones de madera. En la antigüedad se descubrió que los metales tenían la propiedad particular de poder mezclarse o alearse en diversas combinaciones y proporciones para conseguir materiales mejores para fines diversos. De la mezcla de cobre y estaño se obtenía bronce y de la de plomo y estaño, peltre. El ingenio y el conocimiento científico cada vez mayor han explotado esta propiedad de los metales durante los últimos 2.000 años, de tal forma que, aunque todavía es común el uso de las denominaciones hierro, cobre, plomo, plata y oro, casi todos los productos metálicos son, en realidad, de aleaciones muy cuidadas y complejas. Sin embargo, dentro de las bellas artes y las artes decorativas los metales se han utilizado en su estado natural o en aleaciones sencillas.
3 | | CARACTERÍSTICAS DE LA METALISTERÍA |
Hay ciertas características que comparten todos los metales: superficie lisa uniforme, gran resistencia y durabilidad, así como maleabilidad (capacidad de poder trabajarse para obtener casi cualquier tipo de forma). Esta maleabilidad inherente a los metales hace que se puedan trabajar por presión cuando están en estado sólido o con moldes cuando se licúan por calentamiento. Además, los metales son reciclables (a diferencia de la piedra o la madera) ya que pueden fundirse y aprovecharse para hacer nuevos objetos. Esta propiedad fue muy valorada tras el descubrimiento de la fundición (extracción del metal calentando el mineral), que data de mediados del quinto milenio a.C.
4 | | TÉCNICAS DE LA METALISTERÍA |
Las técnicas para trabajar los metales se desarrollaron muy lentamente y, durante mucho tiempo, estuvieron en relación con el progreso de la metalurgia (extracción de una masa de metal de la tierra). Hoy día los expertos sostienen que la metalurgia no se desarrolló hasta que los seres humanos no adoptaron un tipo de vida sedentario, caracterizado por la agricultura y la cría de ganado. Parece ser que donde primero se dieron estas condiciones fue en la zona del noreste de Persia, donde abundaba el cobre, las rocas ricas en metal, la malaquita (de la que se puede obtener cobre) y los bosques que proporcionaban madera, es decir, energía para los hornos. Los persas desarrollaron los fundamentos de la metalistería utilizando el cobre de la zona y variando las técnicas para aplicarlas a otros metales a medida que los fueron descubriendo. Hoy, por lo general, se acepta la teoría de la difusión: las técnicas se desarrollaron en el noreste de Persia pero los productos, y probablemente también los productores, se fueron desplazando poco a poco hacia otras áreas gracias al comercio y a la emigración. Las técnicas se difundieron hacia las civilizaciones del valle de Mesopotamia, a través de la zona occidental de Persia y la costa mediterránea oriental hasta llegar a Egipto, hacia el norte de África y de allí hasta España. Una segunda ruta partía del oeste de Persia a Anatolia y desde allí, cruzando el Helesponto, hacia Europa. Esta difusión comenzó alrededor del quinto milenio a.C. y continuó durante más de 2.000 años.
La metalistería más antigua es la del cobre, que se remonta quizá a fechas tan lejanas como el 11000 a.C., utilizando pequeñas pepitas de cobre recogidas del suelo o del agua. Es probable que al principio esas pepitas se consideraran como un tipo especial de piedra de atractivo colorido, que podían afilarse o golpearse —métodos que ya se usaban para trabajar la piedra, el sílex y la obsidiana— para hacer adornos.
El siguiente paso fue el descubrimiento, alrededor del 5000 a.C., de que esas pepitas podían trabajarse mediante martillado si se las calentaba al rojo vivo y después se las dejaba enfriar; si esto se hacía varias veces, durante el martillado el material permanecía blando y fácil de trabajar. Los fuegos que se hacían con madera común producían el calor suficiente como para llevar a cabo este proceso, que se conoce como recocido. Si el metal se somete a un martillado constante sin haberlo recocido, se torna demasiado duro y quebradizo y aparecen las consiguientes grietas irregulares.
El siguiente descubrimiento tuvo lugar después de inventarse el horno cerrado de dos cámaras para la cerámica, en el que se logran temperaturas muchísimo más altas que las de los hornos abiertos utilizados para la alfarería a baja temperatura. Esto ocurrió probablemente, casi con seguridad, antes del 4000 a.C. y condujo, unos 500 años más tarde, primero a la fundición de pequeños trozos de cobre y malaquita (de la que, en determinadas condiciones, puede extraerse cobre) y, más adelante, a fundir grandes cantidades de mineral de cobre en hornos que al principio se parecían a los de dos cámaras para cerámica. Hasta el momento en que se pudo fundir, no se produjo un incremento importante en el suministro de cobre y objetos hechos con él.
Disco de bronce antiguo
La técnica para la elaboración del bronce, aleación de cobre y estaño, se remonta a la antigüedad. Este disco de bronce con la cabeza de Aqueloo, dios etrusco del río, data de principios del siglo V a.C. y procede de la necrópolis del monte Quaglieri, en Tarquinia.
Finalmente, el descubrimiento de la fundición llevó al desarrollo de aleaciones simples que se realizaban mezclando diferentes minerales durante el proceso de fundido. Esto ocurrió después de un periodo intermedio, alrededor del 3000 a.C., en el que se observó que los minerales compuestos —rocas que presentaban una o dos partículas metálicas diferentes— producían un metal superior. El cobre obtenido por fundición continuó dedicándose al principio a herramientas pequeñas y a adornos realizados con las antiguas técnicas de martillado o afilado que se habían aplicado para el cobre en estado natural. Sin embargo, se ha descubierto que las armas y herramientas del periodo pre-dinástico en Egipto (c. 3200-3100 a.C.) estaban hechas, sin lugar a dudas, con cobre fundido y vaciado. En Ur, Mesopotamia, se han extraído de las tumbas reales gran cantidad de objetos preciosamente trabajados en oro, plata, electro (aleación natural de oro y plata), cobre e incluso bronce primitivo. Muchos de estos objetos están hechos con el método de vaciado tanto a la cera perdida como a la arena.
4.1.4 | | Aplicación de técnicas |
Hacia el 2500 a.C. ya se llevaba trabajando el cobre al menos 3.000 años y las principales técnicas de la metalistería habían pasado por procesos de desarrollo muy lentos. Para entonces estas técnicas también se aplicaban a otros metales, como la plata, el oro y las aleaciones de cobre y estaño con las que se obtiene el bronce. Las técnicas utilizadas para dar forma eran la de forja y batido en frío o en caliente, que evolucionaron a las técnicas del martillado y relieve, utilizando martillos blandos de hematites; la del recocido; la del afilado, que dio paso al pulido y lijado fino (esmerilado) usado en la producción de espejos; la de unión de dos láminas de metal con junturas superpuestas o remaches y más tarde por soldadura; y la técnica de colada o fundición. Después de inventarse esta última se utilizó el batido para reducir una pieza de metal a planchas, técnica que hubo de seguir utilizándose hasta que, en el siglo XVII, se inventó el laminador que permitía obtener planchas de metal por medios mecánicos.
Aunque para el trabajo del metal a nivel industrial se han introducido otros métodos, como el torneado, han sido y siguen siendo la soldadura, el batido, el recocido, el relieve y la colada los métodos artísticos que se utilizan para dar forma a los metales. Se supone que estos fueron los métodos utilizados por primera vez por las comunidades agrícolas de fin del neolítico que habitaban en la región montañosa del noreste de Persia.
Se cree que la mayor parte de las técnicas decorativas se desarrollaron cuando el material crudo refinado llegó, gracias al comercio, a las civilizaciones urbanas más evolucionadas del suroeste de Persia, Mesopotamia y Egipto. Al mismo tiempo empezaron a surgir distintos tipos de artesanos como el orfebre, que labra objetos de oro, plata u otros metales preciosos, y el platero especializado el trabajar la plata.
Vasos de Vafió
Los vasos de Vafió (siglo XV a.C.) están realizados con dos láminas de oro superpuestas. La interior es lisa y la exterior presenta decoraciones repujadas con escenas rituales taurinas. Los vasos fueron hallados en una tumba de Vafió, cerca de Esparta, y están considerados ejemplos capitales del arte minoico.
La decoración de los metales depende de su relativa maleabilidad. Probablemente la forma de decoración más antigua surgió de los propios procesos de batido que se empleaban para dar forma al objeto, ya que es posible hacer surcos o aristas golpeando la superficie o, en el caso de láminas de metal, el envés del material. De esta forma se obtiene el agradable efecto de nervaduras paralelas como las que presentan los vasos y otros recipientes encontrados en las tumbas reales de Ur. Mediante un martilleo más localizado y específico puede realizarse todo tipo de relieves, desde sencillas protuberancias hasta acabados de efecto pictórico. Esta técnica, conocida como repujado, se ha utilizado durante más de 4.000 años y alcanzó su apogeo en los utensilios religiosos y de uso doméstico realizados en oro y plata en la Europa de los siglos XVI y XVII.
4.2.2 | | Grabado y cincelado |
También pueden realizarse diseños sobre la superficie, bien sea eliminando una franja angosta de metal con una herramienta de corte o grabado, o bien presionando la superficie con una punta roma y martillando a lo largo de la línea del dibujo sin eliminar metal. La primera opción se llama grabado y la segunda cincelado, técnicas reservadas principalmente para el trabajo de los metales preciosos.
4.2.3 | | Deslustrado, grabado al agua fuerte y oxidación |
Otro método de decoración de la superficie es imprimir un diseño repetitivo de líneas (suele utilizarse para los metales preciosos), creando así zonas rayadas o mates que contrastan con las que mantienen su brillo y reflejos. Otro consiste en oscurecer algunas zonas del objeto aplicándole un ácido, o aguafuerte, que se suele utilizar en las armaduras de acero y en las partes de este metal de las armas. En el siglo XIX se inventó un proceso de oxidación intencionada que consistía en aplicar azufre sobre una superficie de plata pulida, con lo que se obtenía un sutil efecto de oscurecimiento.
4.2.4 | | Dorado y damasquinado |
Pueden conseguirse efectos decorativos muy lujosos cubriendo un metal con otro, como en los objetos de plata, bronce y acero que han sido dorados total o parcialmente, o incrustando un metal en otro, como por ejemplo incrustando hilos de plata y oro en bronce, acero, oro, cobre y latón. Este último método fue perfeccionado en el mundo árabe durante la edad media y se llama damasquinado puesto que la ciudad siria de Damasco era famosa por este tipo de trabajo. Las vasijas ceremoniales chinas de bronce del primer milenio a.C. presentaban exquisitos damasquinados en oro y plata. En Europa durante el siglo XVI se empleó para decorar armas y armaduras. Más tarde, su uso quedó limitado al adorno de pequeños objetos, técnica muy practicada en España, sobre todo en Toledo y Granada.
4.2.5 | | Granulación y filigrana |
Otras técnicas de decoración de la superficie que utilizan un metal sobre otro son el granulado y la filigrana. La granulación, que se utiliza en joyería, sólo puede hacerse con el oro y consiste en soldar partículas de oro sobre superficies del mismo metal. Los mejores ejemplos de este trabajo son los que realizaron los etruscos en los siglos VI y V a.C. Las partículas eran tan diminutas que parecía que la superficie tenía una pelusa de oro.
La filigrana puede realizarse con oro o plata y consiste en confeccionar diseños calados con dos o tres hilos finísimos de oro o plata entrelazados o trenzados. En los siglos XVI y XVII la filigrana tuvo gran difusión en la decoración de jarras, vasos y copas, sobre todo en Italia, España y Alemania, y durante los siglos XVIII y XIX en Latinoamérica. En Rusia y en los países escandinavos la filigrana se continúa utilizando en la artesanía local para realizar cajas, estuches de espejos y joyas de inspiración campesina. Es, obviamente, un trabajo de gran fragilidad y suele llevar, excepto en joyería, un material de refuerzo. También se realizan trabajos de filigrana en España e Italia, aunque fundamentalmente como recuerdo turístico.
El trabajo de efectos similares al calado. Utilizado sobre todo para adornos de objetos de plata y algunas joyas, se denomina ajouré y se logra cortando y perforando el metal para obtener el diseño deseado. El ajouré gozó de gran aceptación desde finales del siglo XVII hasta comienzos del siglo XIX. También pueden aplicarse pequeños motivos recortados o calados sobre una superficie plana para obtener una decoración en relieve, método que se ha venido utilizando durante más de 4.000 años.
4.2.6 | | Ornamentación con otros materiales |
Joyería franca
Estas dos fíbulas, o broches, del siglo VI, se usaban para sujetar la ropa. Miden cerca de 10 cm y están realizadas en oro y bronce y decoradas con granates y nielado. Fueron halladas en la zona de Charente, en Francia, y actualmente se encuentran en el Museo Británico, en Londres.
Todas las civilizaciones en las que existe una clase social alta o acaudalada han utilizado, desde hace más de cuatro milenios, la metalistería decorativa enriquecida con otros materiales, entre los que se incluyen las piedras preciosas o semipreciosas, los esmaltes y una amplia variedad de materiales como maderas exóticas, marfil, jade, ámbar y niel (lámina de plata esmaltada en negro). En tiempos remotos, los objetos ceremoniales a veces estaban decorados con tanto exotismo como las joyas y los instrumentos del culto. En épocas más recientes, este tipo de metalistería decorativa ha quedado reservada a los objetos personales y a la joyería.
4.3 | | La metalistería como arte |
Cuando se considera el uso de los metales dentro de las manifestaciones artísticas, no hay que olvidar que hasta la Revolución Industrial no se distinguía entre objetos utilitarios fabricados a máquina y objetos decorativos hechos a mano. Durante miles de años, hasta mediado el siglo XVIII, todo se hizo necesariamente a mano y, aunque tuviesen un propósito práctico, los objetos se hacían y decoraban de modo que tuviesen un atractivo estético.
La forma, función y aspecto de los objetos de metal vienen dados en gran parte por el tipo de material utilizado. Los metales preciosos (oro y plata) son los más blandos; los metales no preciosos (cobre, estaño, plomo y hierro) y sus aleaciones (bronce, latón y peltre) pueden tener características muy diferentes entre sí. Sin embargo, en la metalistería del renacimiento y de los siglos posteriores, estas características se entremezclan como ocurrió, por ejemplo, en los siglos XVII y XVIII cuando se trabajó el hierro forjado con exquisito refinamiento.
Las pepitas y el polvo de oro se encuentran en muchas partes del mundo, ya sea en la superficie de la tierra o en arroyos y ríos poco profundos, y su belleza y relativa maleabilidad hicieron de él desde tiempos remotos un material atractivo para fines religiosos u ornamentales.
5.1.1 | | El oro en la antigüedad |
Máscara funeraria de Tut Anj Amón
La máscara del faraón egipcio Tut Anj Amón, que data de alrededor del 1325 a.C., está realizada en oro con incrustaciones de lapislázuli y cornalina. Procede del sarcófago donde se encontraba la momia, dentro de la tumba del faraón. Mide 54 cm de largo.
Los objetos de oro más antiguos son las cuentas halladas en tumbas prehistóricas en Egipto, probablemente anteriores al sexto milenio a.C. El oro abundaba en las zonas del desierto egipcio situadas entre la franja de tierra cultivada, sobre la margen oriental del Nilo, y el mar Rojo, así como en Nubia, al sur de Egipto. Gracias a las excavaciones arqueológicas realizadas en diferentes zonas durante los últimos 200 años, se tiene un conocimiento bastante amplio del trabajo del oro en la civilización del antiguo Egipto a lo largo de sus 4.000 años de historia. Durante el Imperio Antiguo (c. 2755-c. 2255 a.C.) el oro estaba reservado para uso de los faraones y en periodos posteriores para la nobleza y los sacerdotes. Se utilizaba en joyería —diademas, grandes pectorales, anillos, pendientes y brazaletes— y en objetos funerarios especiales que incluían los mencionados en joyería así como protectores para los dedos de las manos y los pies y sandalias ceremoniales. También se utilizaba para decorar las insignias del poder real —mayal, cetro y trono— y para vasos y armas de uso personal, como las dagas. El sarcófago de oro macizo (1360 a.C., Museo de El Cairo), descubierto en 1922 en la tumba del faraón Tut Anj Amón, que pesa 1.128,5 kg, demuestra la abundancia de oro durante la XVIII Dinastía. Los romanos que entraron en contacto con Egipto durante el reinado de Cleopatra en el siglo I a.C. quedaron asombrados por su riqueza. En ese tiempo se hacían en Alejandría grandes cantidades de objetos y adornos de oro, además de abundantes artículos de lujo. Cuando Egipto se convirtió en una provincia romana, la orfebrería y otros oficios afines llegaron a través de la inmigración a Roma y, más especialmente, a Pompeya.
La utilización del oro en las antiguas civilizaciones mesopotámicas de Sumeria, Babilonia y Asiria, y más adelante en las de Siria y Persia (actual Irán), así como en Anatolia y Grecia, igualó a la desarrollada en Egipto, aunque cada cultura presenta un estilo artístico característico. También poseían oro los grandes jefes de las tribus nómadas escitas que recorrían los territorios comprendidos entre la cuenca del bajo Danubio, en Europa, hasta el Kazajstán oriental, en Asia central. A través de los contactos comerciales con pueblos sedentarios del sur obtenían grandes cantidades de adornos de oro y objetos personales como vasos y puñales.
Salero de Francisco I
El salero realizado por Benvenuto Cellini para Francisco I está considerado como el máximo exponente de la orfebrería renacentista. La pieza (1540, Museo de Viena) mide 26 x 33 cm y está realizada en oro con incrustaciones de esmalte. Las figuras representan a los dioses del mar y de la tierra, cuya unión produce la sal.
Las restricciones en el uso del oro que existieron en la antigüedad continuaron durante los imperios romano y bizantino, así como en los reinos europeos subsiguientes. Las mismas restricciones se extendieron a las colonias y asentamientos europeos que luego se convertirían en los estados soberanos modernos del norte y del sur de América, Sudáfrica y Australia. Aún hoy, el oro se reserva para objetos religiosos y símbolos de poder estatal (sobre todo coronas, cetros y sellos), para anillos de matrimonio, joyería personal y para premios y trofeos.
El oro sigue imponiendo un respeto profundo, casi reverencial. La utilización de este material para hacer el gran salero de oro esmaltado (1540, Museo de Viena) que realizó Benvenuto Cellini para Francisco I de Francia, no se consideró como una escandalosa extravagancia, ya que en aquella época la sal era todavía considerada como un producto precioso, de importancia casi mística. En los casos en los que la fabricación en oro de una pieza hubiera resultado poco práctica —por ejemplo en las copas, que serían demasiado pesadas y se rayarían o abollarían con gran facilidad— fue muy común en Europa durante muchos siglos que se doraran vasijas de plata. Sin embargo, algunos reyes, príncipes y dirigentes religiosos y civiles todavía usan objetos de oro puro, como copas y cálices, en las grandes ceremonias.
5.1.3 | | El oro en África y el Nuevo Mundo |
Pendiente mochica
La existencia de oro permitió el florecimiento de la orfebrería de la cultura mochica, que habitaba el Perú precolombino. Este pendiente mochica representa una figura bicéfala con cabezas de pájaro y cuerpo de felino. Está datado entre los años 200 y 700 d.C. y se conserva en el Museo del Oro de Perú.
En los reinos del litoral de África Occidental, con los que entraron en contacto los exploradores portugueses en el siglo XV, había restricciones similares. El oro estaba reservado para los jefes y nobles, no tanto por razones de vanidad u orgullo, sino para que la atracción y los poderes místicos del oro estuvieran al alcance sólo de un determinado individuo o de una casta.
Los conquistadores españoles que llegaron a las Antillas, México y al imperio inca de América del Sur, movidos por el deseo de encontrar los lugares míticos en donde se aseguraba que abundaba el oro, tomaron cuanto les fue posible en forma de objetos relativamente pequeños que estaban hechos de oro aluvial.
En los primeros años posteriores a la invasión española se extrajeron cantidades considerables de los placeres del Nuevo Mundo pero, al cabo de dos décadas, el metal que tanto codiciaban estaba prácticamente agotado y no les quedó más remedio que extraerlo de las minas, lo que indujo a la creación de las llamadas ‘encomiendas de indios’ a los que se hacía trabajar en la extracción y la explotación de otro metal muy abundante: la plata.
En términos generales, el oro en el mundo prehispánico tenía un valor simbólico y estaba destinado a la producción de joyas, máscaras, algunos objetos rituales y recipientes para el uso de los sacerdotes, reyes y grandes guerreros; no estaba al alcance de las mayorías, pero tampoco despertaba un afán incontenible de poseerlo, puesto que estaba asumido que pertenecía al ámbito del poder y de la religión.
El maestro del renacimiento alemán Alberto Durero, que vio el oro y los tesoros llegados del Nuevo Mundo durante su estancia en Amberes en 1521, quedó sorprendido ante las formas inusuales y el arte con los que estaba trabajado el oro, y dejó constancia de la admiración que le producía la belleza de aquellos objetos, aun cuando el lenguaje artístico era radicalmente diferente al del arte europeo.
El oro, posiblemente proveniente de pepitas de oro de la región, se utilizó en pequeñas cantidades —sobre todo para labores de taracea— a finales de la dinastía Zhou (1122-221 a.C.). Sin embargo, al iniciarse los contactos con Occidente, entraron en China grandes cantidades de oro y plata que fueron trabajados con el refinamiento oriental característico. Los mercaderes de seda de comienzos de la dinastía Han (206 a.C.-220 d.C.) exigían el pago en oro a los intermediarios que abastecían al comercio romano de artículos de lujo. La orfebrería de la dinastía Han es especialmente exquisita; utilizaba la granulación, aprendida de los modelos europeos, y realizaba objetos con el método de colado a la cera perdida que se usaba en China para trabajar el bronce hacía ya mucho tiempo. Los objetos más característicos del periodo Ming (1368-1644 d.C.) son los adornos para el pelo y las tiaras de delicado calado, que solían estar decorados con filigrana y joyas sostenidas por hilos de oro que se agitaban con cada movimiento de la persona que los usaba.
Cubertería de plata
Este tipo de cuberterías de plata labrada son muy frecuentes entre las clases altas de Occidente, mientras que en Oriente, los utensilios utilizados para manipular la comida son los palillos, fabricados en madera o porcelana. Las piezas de la fotografía pertenecen a la firma estadounidense Tiffany.
En la antigüedad la plata comenzó a producirse en la región conocida como el Ponto, ubicada en la costa sur del mar Negro, donde hoy se encuentra la zona oriental de Turquía, y se produjo fundiendo galena, mineral que contiene plomo con una pequeña proporción de plata. Este hallazgo fue posterior a la primera fusión de minerales de cobre que tuvo lugar más al este, aunque es probable que no pasara mucho tiempo entre uno y otro, ya que el mineral de galena tiene un brillo evidentemente prometedor. Puede ser que los primeros en reconocer su potencial metálico fueran fundidores de cobre inmigrantes. Es probable que el descubrimiento de que, sometido a una calcinación prolongada, el plomo acaba quemándose y desapareciendo en su totalidad, dejando un pequeño glóbulo de plata, fuera accidental.
5.2.1 | | La plata en la antigüedad |
En apariencia, la extracción deliberada de la plata a partir del plomo se desarrolló a finales del tercer milenio a.C. En las tumbas reales de Ur se han encontrado objetos de plata que contenían diferentes proporciones de plomo, trabajados con las mismas técnicas utilizadas para el oro y el cobre. Entre los sumerios y las civilizaciones que les sucedieron en Oriente Próximo la plata se hallaba restringida a los mismos usos y clases sociales que el oro. Sin embargo, durante el segundo milenio, los sacerdotes del templo adjudicaron su uso a algunos mercaderes para poder comprar grandes cantidades de cobre en el extranjero, y las pequeñas piezas de plata con un peso determinado pasaron a tener un valor fijo. La etapa final de este proceso fue la acuñación de monedas. La plata continuó siendo un material de uso restringido hasta la última época de la República romana (hacia el 27 a.C.), cuando la gran cantidad de este material que había en Roma lo convirtió en vehículo de comercio, riqueza y ostentación. En la época del Imperio romano muchas clase sociales, incluidos los esclavos liberados que habían hecho dinero, poseían vasos, cucharas, jarras para el vino e incluso mesas y bañeras de plata maciza, que presentaban una elaborada ornamentación con repujado y colado.
Tetera y soporte de plata
En el siglo XVIII las vajillas de plata eran muy apreciadas en Occidente. Esta tetera y soporte fueron diseñados por el platero londinense Hester Bateman en 1790. La forma simple y elegante, el diseño acanalado y la decoración neoclásica son característicos de la platería del siglo XVIII. El asa es de madera.
A principios de la edad media había muy pocas existencias de plata en Europa, aunque en muchos reinos se acuñaban monedas de plata y en el ámbito eclesiástico era frecuente que los cálices, las cubiertas de las Biblias y otros objetos litúrgicos se realizaran en este metal. En esa época, la mayor parte de este mineral provenía de las minas de Austria y Alemania, pero en 1550 las existencias aumentaron gracias a la plata que llegaba de las minas de los virreinatos españoles de América. Por este motivo, durante este periodo España destaca, de forma notable, en el arte de la orfebrería y se realizaron sobre todo custodias monumentales de plata, como la de la catedral de Toledo. Se utilizaron grandes cantidades de plata para la acuñación de monedas y más tarde para uso privado, como fondos de reserva o en una gran variedad de utensilios de uso doméstico. Las cucharas de plata o las vasijas de madera con borde de plata eran objetos comunes que muchos poseían, pero las personas acaudaladas hacían ostentación de sus riquezas con saleros, bandejas, platos, copas y elaboradas jarras con tapa, todo ello en plata. En la Europa del siglo XVII las vajillas de este metal adquirieron gran prestigio y durante un breve periodo a finales del siglo las lámparas, las bañeras y los muebles de plata tuvieron tal éxito que comenzó a escasear. En algunas zonas de América, como México, Perú y Ecuador, la plata era muy abundante, y se realizaron preciosas piezas dentro del espíritu barroco. A partir de entonces se restringió su uso a los utensilios de comer y beber. En el siglo XIX gozaron de gran popularidad los objetos de plata, tales como soperas, juegos de té y café, candelabros y centros de mesa. En la actualidad estos utensilios tienden a estar hechos con sustitutos de la plata, como el acero inoxidable, o con metales no preciosos bañados en plata, ya que casi toda la que se extrae se destina a procesos industriales. Durante siglos los artistas europeos también la utilizaron para realizar estatuas religiosas y profanas, figuras y ornamentaciones. Hoy día un número creciente de plateros vuelve a emplearla en sus obras.
En Extremo Oriente, durante la dinastía Tang (618-907) en China y, de nuevo, como resultado del contacto ininterrumpido con Occidente durante el siglo XVI, se vendieron productos comerciales a cambio de lingotes o monedas europeas. Estos metales preciosos se utilizaron en la elaboración de numerosos objetos, en particular los vasos, vasijas y fuentes de plata de la dinastía Tang que estaban trabajados con diseños grabados y pan de oro de extraordinaria belleza.
El bronce, aleación de cobre y estaño, comenzó a producirse alrededor del 1500 a.C. en todo el continente eurasiático. Es probable que el bronce primitivo encontrado en pequeñas cantidades en las antiguas tumbas sumerias provenga de la fusión de minerales relativamente raros que presentan una mezcla natural. Sin embargo, en Europa había gran abundancia de estaño y cobre. La mayoría de los expertos coinciden en afirmar que, aunque la fusión del cobre era muy practicada (probablemente debido a los contactos con Oriente Próximo), hacia finales del tercer milenio a.C. los minerales de estaño y cobre se aleaban para producir lo que se consideraba una forma superior de cobre (más fluido en caliente y más duro en frío). El bronce era más fácil de colar que el cobre y con él se conseguían mejores herramientas y armas. Pronto se refinó el método de aleación que consistía en fundir el estaño y el cobre por separado y después fusionarlos controlando las proporciones. Los contactos comerciales llevaron el estaño europeo hacia el Este.
5.3.1 | | El bronce en la antigüedad |
Tanto en Europa como en Oriente Próximo el bronce se utilizó sobre todo para hacer armas y herramientas cortantes —espadas, lanzas, puntas de flechas, escudos, azuelas y hachas— aunque también se utilizaba para cuencos y calderos. Durante el primer milenio, el bronce fue especialmente apreciado en Grecia y, más tarde, en Roma, para producir mobiliario y objetos elegantes, como trípodes, armazones de camas y mesas, pequeñas lámparas de aceite y altos pies de lámpara, que se decoraban con elaborados motivos en relieve de animales u hojas.
Bronce de la dinastía Shang
Los pueblos de la dinastía Shang (1480-1050 a.C.) ya conocían el bronce, aunque lo trabajaron de forma poco refinada. Esta pieza representa un tigre, o tal vez otro felino, atacando a un ciervo, cuya cornamenta sirve como diseño unificador de la pieza.
En China, el bronce se usaba para hacer campanas, espejos y vasijas con gran variedad de formas establecidas para las diferentes funciones dentro del ritual religioso, así como para hacer armas y decorar los arreos de caballos y carros. La primera edad del bronce china abarca desde mediados de la dinastía Shang (entre 1770 y 1500 a.C.) hasta finales de la dinastía Ch'in (221-206 a.C.). De dicho periodo destacan las vasijas rituales de bronce por la nobleza de sus formas y la fuerza de su decoración lineal de carácter abstracto basada en delicadas máscaras y en formas de animales míticos, como el dragón. Estas vasijas se hacían mediante vaciado en moldes cuyas caras interiores estaban decoradas con grabados incisos que luego quedaban grabados en la pieza.
5.3.3 | | El bronce en Europa |
Puerta del Paraíso Las puertas de bronce dorado realizadas por Lorenzo Ghiberti para el baptisterio de Florencia marcan el comienzo de una tradición italiana de trabajos en bronce que se extendió durante todo el renacimiento y parte del barroco. Ghiberti comenzó las puertas en 1403. Acabó las primeras en 1424 y las segundas, a las cuales pertenece esta escena de José en Egipto, en 1452.
Después de que el hierro sustituyera al bronce para la elaboración de armas, éste continuó utilizándose en Europa como material artístico. Las estatuas de bronce griegas, así como sus vasos y recipientes para el vino —algunos de gran tamaño y dorados, muy trabajados— gozaron de gran admiración en Roma. Las tribus nómadas que acabaron poco a poco con el dominio romano en Europa (Italia incluida), también mostraron gran aprecio por el bronce, aunque lo utilizaron sobre todo para objetos como escudos y cuencos, así como para hebillas y broches (que también tenían incrustaciones de piedras de colores o esmaltes opacos). El bronce continuó utilizándose para los objetos religiosos de gran tamaño, como los candelabros, pilas bautismales y arcones. Quizá la escultura de bronce más famosas del renacimiento sean la Puerta del Paraíso (1425-1452) que Lorenzo Ghiberti realizó para el baptisterio de Florencia, y que son unas puertas de bronce, de suntuosa ornamentación dorada, que contienen diez paneles rectangulares con escenas bíblicas vaciadas en altorrelieve. Muchos otros artistas del renacimiento utilizaron el bronce para el vaciado de esculturas más pequeñas, inspiradas a menudo en las obras de la antigüedad clásica, y todavía hoy día se sigue utilizando en escultura.
Durante los siglos XVIII y XIX, sobre todo en Francia, se utilizaron accesorios de bronce dorado, denominados oro molido, para acabados ricamente decorados de marcos, cajones y patas de muebles de gran calidad.
5.3.4 | | El bronce en África |
Entre los siglos XIV y XVI se realizaron en Benín, Nigeria, esculturas vaciadas en bronce muy refinadas, con formas artísticas muy desarrolladas y muy diferentes a los estilos europeos.
La gran estatua del faraón Pepi (Piops) I de la VI Dinastía, que reinó alrededor de 2395-2360 a.C., realizada aproximadamente en el año 2300 a.C. (Museo de El Cairo) con láminas de cobre martillado, constituye la prueba de que el cobre pudo haberse utilizado en las obras artísticas más de lo que normalmente se supone.
5.4.1 | | El cobre en la antigüedad |
En Egipto, al igual que en el resto del mundo antiguo, el cobre fue sustituido por el bronce para la fabricación de armas y herramientas, aunque continuó utilizándose para platos, vasos y otros utensilios domésticos ligeros. Sin embargo, seguía siendo necesario como ingrediente para la obtención del bronce y, más adelante, como elemento endurecedor que se añadía, aunque en pequeñas proporciones, a la plata y al oro.
5.4.2 | | El cobre y el latón en Europa |
El cobre tuvo también gran importancia como base de las placas de esmalte campeado a partir de la edad media, ya que, al ser tan blando, permitía horadar con facilidad pequeñas zonas que luego se rellenaban con pastas de vidrio coloreadas. Combinándolo con el zinc se obtiene el latón. Durante la edad media, en la ciudad de Dinant (hoy en Bélgica), se fabricaban grandes platos de latón con decoración en relieve que se exportaban en considerables cantidades, aunque los Países Bajos eran los mayores productores de objetos de latón. En el este islámico el latón se utilizaba de forma parecida para grandes platos y braseros; los artesanos de esa zona que emigraron a Venecia en el siglo XV elaboraron cuencos, aguamaniles, platos y candelabros de excelente manufactura y damasquinados con una elaborada decoración oriental en oro y plata. Sus métodos fueron adoptados por los artesanos venecianos, que los incorporaron a los estilos decorativos renacentistas en la segunda mitad del siglo XVI. Durante el siglo XVII los Países Bajos e Inglaterra fabricaron grandes candelabros de latón que sostenían numerosas velas, que más tarde se encontrarían en las residencias coloniales del siglo XVIII en Estados Unidos y Canadá. El uso de tiradores de latón para los cajones de muebles también estuvo muy extendido en las colonias. En el siglo XX el latón continúa siendo utilizado para accesorios como aldabas y umbrales de puertas, buzones, candelabros y atizadores para chimeneas.
Los romanos, cuyo trabajo de refinamiento de la plata les proporcionó una superabundancia de plomo, lo destinaron sobre todo a fines utilitarios. Por ser un metal muy blando y fácil de trabajar se utilizó en los tejados, para ataúdes, cisternas de agua, conductos e instalación de cañerías.
En la edad media el plomo se utilizaba en la arquitectura europea para la decoración de exteriores. En Inglaterra se usó con profusión como cubierta de tejados y para los canalones de recogida de agua de lluvia. Entre los siglos XII y XV se fabricaron pilas bautismales de plomo con decoraciones en relieve realizadas por colado. En el siglo XVII se pusieron de moda las estatuas de plomo en los jardines, moda que continuó hasta principios del siglo XVIII, y durante el siglo XVI los orfebres y plateros alemanes usaron plantillas de plomo colado para proporcionar diseños a otros orfebres. Estas plantillas, que se exportaron a muchos lugares de Europa con los diseños más vanguardistas, tanto abstractos como figurativos, y que reproducían fielmente todos los detalles de originales tallados en madera o piedra blanda, constituyen en la actualidad objetos muy preciados para los coleccionistas.
Cuenco de estaño
Entre el siglo XVII y principios del XIX la mayor parte de la vajilla común de las clases medias era de estaño, como este cuenco francés del siglo XVI. Es probable que el rostro que lo decora sea un retrato de su primer dueño.
Los romanos obtenían el estaño en dos de sus provincias, la península Ibérica y las islas Británicas. Aunque se trataba de un ingrediente importante para la obtención de bronce, a partir del siglo III d.C. comenzó a mezclarse con plomo para conseguir peltre. Sin embargo, no se han conservado más allá de unos centenares de piezas de peltre de la época romana. Desde entonces hasta el siglo XIV no se conocen más obras en peltre que los cálices y patenas encontrados en las tumbas de sacerdotes de Metz, Francia. A pesar de ello, parece probable que se hicieran un número considerable de piezas de este material. A partir del siglo XI se autorizó a las iglesias más pobres a utilizar el peltre en lugar de la plata para fabricar bandejas para la comunión y, en el siglo XIV, cuando se reguló su uso en Inglaterra, el trabajo del peltre era un oficio floreciente. Se utilizaba habitualmente para los recipientes de comida y bebida de las clases sociales bajas de toda Europa.
Este metal, del color de la plata cuando está nuevo, se oscurece con el uso adquiriendo un atractivo lustre gris. Se trabajaba de la misma forma que la cerámica o la plata. Sin embargo, en los siglos XVI y XVII algunas piezas presentaban una decoración con motivos vaciados, sobre todo en las tapas y asas de las jarras (tarros) de cerveza. En Alemania, Suiza y Escandinavia era muy común la decoración incisa o las líneas ondulantes hechas con el torno.
El peltre estadounidense es muy apreciado por los coleccionistas por su magnitud y elegancia y por estar asociado a la historia de los comienzos de la nación. Es frecuente encontrar en las piezas la fecha y las iniciales de sus dueños. Las piezas antiguas son raras ya que era práctica común que, al estar viejas o deformadas, se entregaran a los artesanos que las fabricaban como parte del pago de las nuevas. En el siglo XIX el peltre fue sustituido por metales no preciosos con baño de plata, aunque actualmente ha vuelto a utilizarse en la fabricación de objetos de uso doméstico como jarras de cerveza y vajillas y cuberterías.
En las tumbas egipcias se han encontrado pequeñas joyas de hierro procedente de meteoritos y no cabe duda de que durante mucho tiempo se atesoró para ocasiones especiales. Pero parece ser que fueron los hititas de Anatolia quienes primero supieron controlar, hacia el 1400 a.C., la obtención del hierro a partir del mineral. Las armas de superior calidad que lograron hacer con el hierro les otorgaron una ventaja temporal sobre sus vecinos. Para ser un metal tan versátil, funcional y fuerte, resulta sorprendente que el hierro se haya utilizado a lo largo de la historia también con propósitos decorativos y artísticos.
Los chinos fueron los primeros en fundir el hierro; desde el siglo VI d.C. lo utilizaron para basamentos de pagodas y otros edificios. En Europa, el hierro era forjado —esto es, martillado en caliente para darle la forma deseada— por un grupo especial de trabajadores que en la actualidad se llaman herreros. Éstos forjaban cofres, armas y piezas de gran tamaño, como las enormes aldabas y argollas de las inmensas puertas de castillos y catedrales, así como franjas con hermosas volutas para el reforzamiento de las puertas. Durante los siglos XVI y XVII fueron célebres en Europa las fargues (forjas) catalanas y las ferrerías vascas. En los siglos XVII y XVIII se popularizaron las rejas de hierro forjado con soberbios trabajos que, vistos desde lejos, semejan un encaje. En Europa, España e Italia se distinguían especialmente por las soberbias piezas realizadas en este metal. En el siglo XVI las armaduras de acero se decoraban profusamente con motivos grabados o realizados al aguafuerte. Los armeros que las fabricaban utilizaban un acero derivado del hierro y aplicaban muchas técnicas de forjado en caliente promovidas por los herreros a lo largo de varios siglos. En Inglaterra, en el siglo XIX, cuando se implantó el movimiento Arts & Crafts, se realizaron algunas piezas excepcionales en hierro forjado.
Es posible que la fundición del hierro se introdujera en Europa tras conocerse el éxito alcanzado por los chinos. Durante largo tiempo tuvo pocas aplicaciones artísticas, aunque los cubrechimeneas de hierro colado introducidos en el siglo XV continuaron teniendo gran aceptación en los siglos posteriores. En Alemania, Suiza, Escandinavia y los Países Bajos se hacían placas rectangulares de hierro colado para las estufas de leña, que a menudo se decoraban en el momento del colado con un relieve figurativo o abstracto por medio de moldes. Hacia finales del siglo XVIII el hierro forjado empezó a ser sustituido por el hierro colado, que resultaba más barato, en rejas, balcones, barandillas, muebles y objetos decorativos para jardines; estas obras, que en otros tiempos fueron consideradas de mala calidad y escaso mérito artístico, han pasado en nuestros días a tener cierto atractivo para los coleccionistas.