El invento del Psicoanálisis
Pioneros del psicoanálisis
En 1909 los pioneros del naciente
movimiento psicoanalítico se reunieron en la Universidad de Clark (Worcester,
Massachusetts) para escuchar una conferencia de Sigmund Freud, fundador del
psicoanálisis. El grupo estaba formado por, fila de arriba, de izquierda a
derecha, Abraham Arden Brill, Ernest Jones, Sandor Ferenczi, y, fila de abajo,
Sigmund Freud, C. Stanley Hall (presidente de esta universidad) y Carl Gustav
Jung. La presencia de Freud en Estados Unidos, única vez que visitó este país,
amplió la influencia y popularidad de este movimiento.
Psicoanálisis, nombre que se da a un
método específico para investigar los procesos mentales inconscientes y a un
enfoque de la psicoterapia. El término se refiere también a la estructuración
sistemática de la teoría psicoanalítica, basada en la relación entre los
procesos mentales conscientes e inconscientes.
2
|
TEORÍA
PSICOANALÍTICA
|
Sigmund Freud
El médico austriaco Sigmund Freud
desarrolló teorías centrales para el psicoanálisis, la psicología de la
sexualidad humana y la interpretación de los sueños. A pesar de que sus
teorías, aparecidas a finales del siglo XIX, fueron muy controvertidas en su
época, su trabajo se aceptó posteriormente. Quizás su contribución más
importante sea el haber establecido una conexión entre los comportamientos
humanos anómalos y el inconsciente.
Las técnicas del psicoanálisis y gran
parte de la teoría psicoanalítica basada en su aplicación fueron desarrolladas
por el neurólogo austriaco Sigmund Freud. Sus trabajos sobre la estructura y el
funcionamiento de la mente humana tuvieron un gran alcance, tanto en el ámbito
científico como en el de la práctica clínica.
2.1
|
El
inconsciente
|
La primera de las aportaciones de
Freud fue el descubrimiento de la existencia de procesos psíquicos
inconscientes ordenados según leyes propias, distintas a las que gobiernan la
experiencia consciente. En el ámbito inconsciente, pensamientos y sentimientos
que se daban unidos se dividen o desplazan fuera de su contexto original; dos
imágenes o ideas dispares pueden ser reunidas (condensadas) en una sola; los
pensamientos pueden ser dramatizados formando imágenes, en vez de expresarse
como conceptos abstractos, y ciertos objetos pueden ser sustituidos y
representados simbólicamente por imágenes de otros, aun cuando el parecido entre
el símbolo y lo simbolizado sea vago, o explicarse sólo por su coexistencia en
momentos alejados del presente. Las leyes de la lógica, básicas en el
pensamiento consciente, dejan de ejercer su dominio en el inconsciente.
Comprender cómo funcionan los procesos
mentales inconscientes hizo posible la comprensión de fenómenos psíquicos
previamente incomprensibles, como los sueños. A través del análisis de los
procesos inconscientes, Freud vio que este estado servía para proteger el sueño
(el reposo) del individuo contra los elementos perturbadores procedentes de
deseos reprimidos, relacionados con las primeras experiencias del desarrollo
que afloran en ese momento a la conciencia. Así, los deseos y pensamientos
moralmente inaceptables, es decir, el ‘contenido latente’ del sueño, se
transforman en una experiencia consciente, aunque no inmediatamente
comprensible, a veces absurda, denominada ‘contenido manifiesto’. El
conocimiento de estos mecanismos inconscientes permite al analista invertir el
proceso de elaboración onírica, por el que el contenido latente se transforma
en el contenido manifiesto, accediendo a través de la interpretación de los
sueños a su significado subyacente.
2.2
|
Pulsiones
|
Una suposición esencial de la teoría freudiana
es que los conflictos inconscientes involucran deseos y pulsiones (instintos),
originadas en las primeras etapas del desarrollo. Al serle desvelados al
paciente los conflictos inconscientes mediante el psicoanálisis, su mente
adulta puede encontrar soluciones inaccesibles a la mente inmadura del niño que
fue. Esta descripción de la función que cumplen las pulsiones básicas en la
vida humana es otra de las aportaciones cruciales de la teoría freudiana.
Según su teoría sobre la sexualidad
infantil, la sexualidad adulta es el resultado de un complejo proceso de
desarrollo que comienza en la infancia, pasa por una serie de etapas ligadas a
diferentes funciones y áreas corporales (oral, anal y genital), y se
corresponde con distintas fases en la relación del niño con los adultos,
especialmente con sus padres. En este desarrollo es esencial el periodo edípico
(véase Complejo de Edipo), momento en el que el niño por primera vez es
capaz de establecer un vínculo afectivo con su progenitor del sexo opuesto, semejante
a la relación de un adulto con su pareja, con lo que el progenitor del mismo
sexo es considerado un rival. La inmadurez psíquica del niño condena al fracaso
los deseos infantiles y malogra su primer paso hacia lo adulto. Además, la
inmadurez intelectual del niño complica aún más la situación porque le hace
temer sus propias fantasías. El grado en el que el niño supere este trauma y en
el que estos vínculos, miedos y fantasías pervivan de modo inconsciente será
decisivo en su vida posterior, especialmente en sus relaciones afectivas.
Los conflictos que ocurren en las
etapas iniciales del desarrollo no son menos significativos como influencia
formativa, porque representan los prototipos iniciales de situaciones sociales
tan básicas como la dependencia de otros o la relación con la autoridad. Por
ello, en estas primeras etapas de su desarrollo, también será básico en la
formación de la personalidad del niño el comportamiento de los padres. Sin
embargo, el hecho de que el niño reaccione no sólo ante la realidad objetiva,
sino también ante la distorsión fantástica de la realidad, complica
significativamente incluso los esfuerzos educativos mejor intencionados.
2.3
|
El
ello, el yo y el superyó
|
El esfuerzo por clarificar el
desconcertante número de observaciones interrelacionadas puestas a la luz por
la exploración psicoanalítica, condujo al desarrollo de un modelo de estructura
del sistema psíquico. Tres sistemas funcionales, o instancias, se distinguen en
este modelo: el ello, el yo y el superyó.
La primera instancia se refiere a las
tendencias impulsivas (entre ellas, las sexuales y las agresivas) que parten
del cuerpo y tienen que ver con el deseo en un sentido primario, contrarias a
los frutos de la educación y la cultura. Freud llamó a estas tendencias triebe,
que literalmente significa ‘pulsión’ pero que a menudo se traduce con
impropiedad como ‘instinto’. Estas pulsiones exigen su inmediata satisfacción,
y son experimentadas de forma placentera por el individuo, pero desconocen el
principio de realidad y se atienen sólo al principio del placer (egoísta,
acrítico e irracional).
Cómo conseguir en el mundo real
las condiciones de satisfacción de esas pulsiones básicas es tarea de la
segunda instancia, el yo, que domina funciones como la percepción, el
pensamiento y el control motor, para adaptarse a las condiciones exteriores
reales del mundo social y objetivo. Para desempeñar esta función adaptativa, de
conservación del individuo, el yo debe ser capaz de posponer la satisfacción de
las pulsiones del ello que presionan para su inmediata satisfacción, con lo que
se origina la primera tensión. Para defenderse de las pulsiones inaceptables
del ello, el yo desarrolla mecanismos psíquicos específicos llamados mecanismos
de defensa. Los principales son: la represión —exclusión de las pulsiones de la
consciencia, para arrojarlas a lo inconsciente—, la proyección —proceso de
adscribir a otros los deseos que no se quieren reconocer en uno mismo— y la
formación reactiva —establecimiento de un patrón o pauta de conducta contraria
a una fuerte necesidad inconsciente. Tales mecanismos de defensa se disparan en
cuanto la ansiedad señala el peligro de que las pulsiones inaceptables
originales puedan reaparecer en la conciencia.
Una pulsión del ello llega a hacerse
inadmisible, no sólo como resultado de una necesidad temporal de posponer su
satisfacción hasta que las condiciones de la realidad sean más favorables,
sino, sobre todo, debido a la prohibición que los otros (originalmente los
padres) imponen al individuo. El conjunto de estas demandas y prohibiciones
constituye el contenido principal de la tercera instancia, el superyó, cuya
función es controlar al yo según las pautas morales impuestas por los padres.
Si las demandas del superyó no son atendidas, la persona se sentirá culpable,
culpabilidad que también se manifiesta como ansiedad y/o vergüenza.
El superyó, que según la teoría
freudiana se origina en el esfuerzo de superar el complejo de Edipo, es
parcialmente inconsciente, debido a que tiene una fuerza semejante (aunque de
signo opuesto) a la de las pulsiones, y puede dar lugar a sentimientos de culpa
que no dependan de ninguna transgresión consciente. El yo, instancia mediadora
entre las demandas del ello, las exigencias del superyó y el mundo exterior,
puede no tener el poder suficiente para reconciliar estas fuerzas en conflicto.
Es más, el yo puede coartarse en su desarrollo al ser atrapado en sus primeros
conflictos, denominados fijaciones o complejos, pudiendo volverse hacia modos
de funcionamiento primarios en el desarrollo psíquico y hacia modos de
satisfacción infantiles. Este proceso se conoce como regresión. Incapaz de
funcionar normalmente, el yo sólo puede mantener su control limitado y su
integridad desarrollando síntomas neuróticos, a través de los cuales se expresa
la tensión del aparato psíquico.
2.4
|
Ansiedad
|
Piedra angular de la teoría y la
práctica del psicoanálisis moderno es el concepto de ansiedad, un tipo de
experiencia que implica una reacción contra ciertas situaciones peligrosas.
Estas situaciones de peligro, tal como las describe Freud, son el miedo a ser
abandonado, a perder el objeto amado, el miedo a la venganza y al castigo, y la
posibilidad de castigo por parte del superyó. En consecuencia, los síntomas,
los desórdenes de la personalidad y de los deseos, así como la propia
sublimación de las pulsiones, representan compromisos, diferentes formas de
adaptación que el yo intenta desarrollar con mayor o menor éxito, para reconciliar
las diferentes fuerzas mentales en conflicto.
3
|
ESCUELAS
PSICOANALÍTICAS
|
Varias escuelas psicoanalíticas han adoptado
otras denominaciones para indicar sus diferencias con las teorías freudianas
ortodoxas.
3.1
|
Carl
G. Jung
|
Carl Gustav Jung, uno de los primeros
alumnos de Freud, creó un movimiento que designó él mismo como psicología
analítica. Como Freud, Jung utilizó el concepto de libido; sin embargo, rechazó
el carácter exclusivamente sexual de la libido, y consideró que ésta constituía
una energía de carácter universal basada en el conjunto de los instintos y
pulsiones creativas que constituyen la fuerza motivadora de la conducta humana.
Según Jung, el inconsciente se compone
de dos partes: el inconsciente personal, que contiene el resultado de la
experiencia global de un individuo, y el inconsciente colectivo, reserva de la
experiencia humana. En el inconsciente colectivo hay una serie de imágenes
esenciales, a las que él denomina arquetipos, comunes a todos los individuos de
un país o de un momento histórico concreto. Los arquetipos se constituyen así
en unidades de conocimiento intuitivo que sólo existen en el inconsciente
colectivo del individuo y que se manifiestan en leyendas, obras artísticas,
prejuicios sociales... y, por supuesto, en los sueños.
Carl Gustav Jung
El psiquiatra y psicoanalista
suizo Carl Gustav Jung comenzó sus estudios sobre motivación humana en los
primeros años del siglo XIX, creando la escuela de psicoanálisis conocida como
escuela de psicología analítica. Jung fue contemporáneo del médico austriaco
Sigmund Freud, y en un principio colaboró con él. Más tarde, sin embargo,
comenzó a elaborar sus propias teorías, incluyendo la exploración de los tipos
de personalidad. Según Jung, hay dos tipos básicos de personalidad que se
alternan de forma equilibrada en los individuos normales: extrovertida e
introvertida. Jung creía, asimismo, que el inconsciente está constituido por el
inconsciente personal (ideas y sentimientos reprimidos que se desarrollan a lo
largo de la vida de un individuo) y el inconsciente colectivo (aquellos
sentimientos, ideas y recuerdos heredados y compartidos por toda la humanidad).
Cuando la mente consciente no contiene
imágenes propias, como durante el sueño, o cuando la conciencia es sorprendida
(al no estar en guardia), los arquetipos empiezan a funcionar. En su origen,
eran modos primitivos de pensamiento que tendían a personificar los procesos
naturales en términos mitológicos (como espíritus del bien y del mal, hadas y
dragones). La madre y el padre también se establecen como arquetipos básicos.
Otro concepto importante en la teoría de Jung
es la existencia de dos tipos básicos y opuestos de personalidad, actitud
mental y función psíquica dominante: la extraversión y la introversión. Cuando
la libido y el interés general se vuelven hacia las personas y los objetos del
mundo exterior, se dice que la persona en cuestión es extrovertida. Cuando se
da la tendencia contraria, y la libido y los intereses se centran en el propio
individuo, se habla de personalidad introvertida. En una persona completamente
normal esas dos tendencias se alternan, sin que ninguna de ellas predomine
sobre la otra, pero la libido suele tener preferencia por una de ellas, por lo
que los dos tipos de personalidad son fácilmente reconocibles.
Jung rechazó la distinción freudiana
entre el yo y el superyó, pero reconoció una parte diferenciada de la
personalidad, con ciertas similitudes con el superyó, a la que denominó
persona, que consiste en lo que aparentamos frente a los demás, en oposición a
lo que en realidad somos. La ‘persona’ es el rol que los individuos eligen representar
en la vida, la impresión global que desean transmitir de sí mismos en el mundo
social exterior.
3.2
|
Alfred
Adler
|
Psicoanalista austriaco, Adler
formuló el concepto "sentimiento de minusvalía", más conocido como
"sentimiento de inferioridad".
Alfred Adler, otro de los discípulos de
Freud, se diferenció tanto de éste como de Jung al acentuar la importancia que
en la motivación humana tiene el sentimiento de inferioridad, que comienza
desde el momento en que el niño es consciente de la existencia de otros más
capaces de cuidar de sí mismos y de dominar su entorno. Desde que aparece el
sentimiento de inferioridad, el niño trata de superarlo, debido a lo
intolerable que le resulta, ya que puede ocasionar el descontrol de los
mecanismos compensatorios organizados por la estructura psíquica, determinando
actitudes neuróticas egocéntricas (véase Egocentrismo),
sobrecompensaciones e, incluso, la huida del mundo real y sus problemas.
Adler hizo hincapié en que los
sentimientos de inferioridad nacen de las que él consideraba las tres
relaciones más importantes: las que el individuo mantiene con su trabajo, con
los amigos y con su objeto amado. El intento de evitar el sentimiento de
inferioridad en estas relaciones conduce al individuo a adoptar objetivos vitales
poco realistas, que a menudo se manifiestan como una voluntad poco razonable de
poder y dominio que conduce a diversos tipos de comportamiento antisocial,
desde la intimidación y la presunción a la tiranía política. Adler creía que el
análisis podía fomentar un sentimiento sano y razonable de pertenencia a la
comunidad, más constructivo que destructivo.
3.3
|
Otto
Rank
|
El psicoanalista austriaco Otto
Rank se distanció de Sigmund Freud al otorgar una mayor importancia al análisis
del presente y del medio social que actúa sobre el individuo.
Otro discípulo de Freud, Otto Rank,
introdujo una nueva teoría de la neurosis, atribuyendo todas las perturbaciones
neuróticas al trauma inicial del nacimiento. En sus últimas investigaciones,
describe el desarrollo individual como una progresión desde la absoluta
dependencia de la madre y de la familia a la independencia física, que va unida
a la dependencia intelectual del entorno social, llegando finalmente a
completarse la emancipación intelectual y afectiva del individuo. Rank también
daba gran importancia a la voluntad, definida como la organización y la
integración positivas de la personalidad que utiliza de forma creativa los
impulsos instintivos, al tiempo que los controla e inhibe.
3.4
|
Otras
escuelas psicoanalíticas
|
Bruno Bettelheim
El psicoanalista Bruno Bettelheim
se ocupó en su trabajo de investigación de los graves problemas de la
personalidad, sobre todo en relación con el autismo infantil y, a partir de su
propia experiencia, con los desequilibrios generados por el encierro en campos
de concentración. Su obra más difundida, de 1976, es Psicoanálisis de los
cuentos de hadas.
Las últimas innovaciones a la teoría
psicoanalítica que merecen mención son las de los psicoanalistas Erich Fromm,
Karen Horney y Harry Stack Sullivan. Las teorías de Fromm hacen especial hincapié
en la idea de que el individuo y la sociedad no son fuerzas opuestas ni
separables, en que la naturaleza de la sociedad viene determinada por su pasado
histórico y en que las necesidades y deseos de las personas están en gran
medida determinados por su contexto social. Como resultado de este punto de
vista, Fromm creía que el problema fundamental de la psicología y del
psicoanálisis no era resolver los conflictos entre los fijos e inamovibles
impulsos instintivos del individuo y las exigentes e inamovibles leyes y normas
sociales, sino armonizar y comprender las relaciones entre ambos. Fromm también
hizo hincapié en la importancia que tiene para los individuos desarrollar su
capacidad para utilizar plenamente su potencial perceptivo, emocional e intelectual.
Horney trabajó básicamente en el terreno de
la psicoterapia (en concreto con las neurosis), estableciendo una distinción
básica entre situación neurótica y carácter neurótico. La primera nace de la
ansiedad asociada a un conflicto simple, como la necesidad de enfrentarse a una
decisión difícil. Aunque pueda paralizar al individuo temporalmente, haciéndole
imposible pensar o actuar de forma eficaz, tales neurosis no están
profundamente enraizadas. Por el contrario, la personalidad neurótica posee, debido
a su carácter, una ansiedad y una hostilidad básicas, fruto de la carencia
afectiva durante la infancia.
Por último, Sullivan creía que todo el
desarrollo podía describirse exclusivamente en términos de las relaciones con
los demás. Los distintos tipos de personalidades, así como los síntomas
neuróticos, se explican como resultado del combate contra la ansiedad que nace
de las relaciones con los demás, actuando como un sistema de seguridad que se
mantiene con el propósito de mitigarla.
3.5
|
Melanie
Klein
|
Otra importante escuela de pensamiento
psicoanalítico, especialmente en Europa y Latinoamérica, es la conocida como
‘escuela inglesa’, que se basa en las enseñanzas de esta autora británica, que
provienen básicamente de sus observaciones en el campo del psicoanálisis
infantil.
Klein postuló la existencia de
complejas fantasías inconscientes en los niños, incluso de menos de seis meses,
cuya principal fuente de ansiedad es la amenaza sobre la propia existencia por
el instinto de muerte. Dependiendo de cómo se materialicen las representaciones
concretas de las fuerzas destructivas en la vida inconsciente fantaseada por el
niño, aparecerían dos primeras actitudes básicas que Klein denominó ‘posición
paranoide’ y ‘posición depresiva’. En la paranoide, la defensa del yo se
realiza proyectando los objetos internos peligrosos hacia algún elemento
exterior que los represente, elemento que pasará a considerarse como una
amenaza procedente del mundo exterior. En la depresiva, el objeto amenazador es
retenido dentro del propio individuo, con lo que aparecen los síntomas de la
depresión y de la hipocondría. Aunque hay serias dudas de que tales complejos
infantiles actúen realmente en la mente del niño, estas observaciones han
tenido bastante importancia en el desarrollo de la psiquiatría y la psicología
de las fantasías inconscientes, delirios paranoides y teorías vinculadas en
general con las primeras relaciones objetales.
4
|
EL
PSICOANÁLISIS EN EL ÁMBITO HISPANO
|
En España, la favorable acogida de la
obra de Freud propició la rápida asimilación de la corriente psicoanalítica a
principios del siglo XX. Tras la Guerra Civil española, diversos profesionales
tuvieron que exiliarse a Latinoamérica, éxodo que se vería compensado a finales
de la década de 1970 con la llegada a España de numerosos psicólogos y
psicoanalistas, que contribuirían a la consolidación de esta ciencia. En
Latinoamérica, el país en el que el psicoanálisis ha tenido una mayor
implantación es Argentina, con figuras de la talla de Arminda Aberastury,
introductora de la escuela inglesa de psicoanálisis en su país, y Enrique
Pichon-Rivière. El psicoanálisis ha tenido también una gran difusión en otros
países como Chile, México y Venezuela. Destacados psicólogos en el ámbito
hispano son también el español de origen cubano Emilio Mira y López, el español
Ángel Garma, y los argentinos Arnaldo Rascovsky y David Liberman.