Teatro indio y del Sureste asiático




El invento del Teatro indio y del Sureste asiático


El teatro indio en sánscrito floreció en los siglos IV y V. Las piezas, complejas y épicas, estaban estructuradas sobre la base de nueve rasas, o humores, más que en los personajes, ya que el eje de las obras eran las cuestiones espirituales. Sin embargo, se utilizaban historias extraídas de la gran épica hindú, el Mahabharata y el Ramayana. Los escenarios tenían una decoración laboriosa, pero no se usaban técnicas representacionales. Los movimientos de cada parte del cuerpo, la recitación y la canción estaban rígidamente codificadas. Las marionetas y el teatro danzado, especialmente el kathakali, han sido también muy apreciados en varios momentos de la historia de la India. Véase Danzas clásicas de India.
En otros lugares del Sureste asiático, el teatro de marionetas es la forma dominante, en especial el wayang kulit, o marionetas de sombras, en Java. En algunos sitios las marionetas son tan apreciadas que los actores estudian sus movimientos para imitarlos.
5.2
Teatro chino

Ópera china de Pekín
La ópera de Pekín es la forma teatral china más famosa y combina la danza, el teatro, la música y la acrobacia. En ella los personajes se relacionan con tipos de voz: los protagonistas masculinos son barítonos; los secundarios masculinos (generalmente amantes o estudiantes imberbes) cantan en falsete; y los personajes femeninos virtuosos, en alto falsete. Los actores utilizan un elaborado maquillaje o máscaras. Entre los instrumentos se incluyen el laúd de arco y el punteado, tambores, campanas, gongs, címbalos, flautas de bambú y oboes. Este fragmento pertenece a la ópera regional Chaozhou Bai Lixi se reconcilia con su mujer.

El teatro chino empezó a desarrollarse en el siglo XIV; era muy literario y tenía convenciones muy estrictas. Desde el siglo XIX, sin embargo, ha sido dominado por la ópera de Pekín. En ella se da una importancia primordial a la interpretación, el canto, la danza y las acrobacias más que al texto literario. De hecho, la representación puede describirse como una colección de extractos de varias obras literarias combinados con una exhibición acrobática. La acción tiende a ser oscura y el énfasis se centra en la habilidad de los actores. El escenario es una plataforma desnuda con el mobiliario estrictamente necesario. Las acciones son estilizadas, los papeles codificados y el maquillaje es elaborado y grotesco; los colores son simbólicos. Bajo el gobierno comunista la temática ha cambiado, pero el estilo ha seguido siendo más o menos el mismo.
5.3
Teatro japonés

Escena de Suicidio doble
Masahiro Shinoda dirigió, en 1969, Shinju ten no amijima (Suicidio doble), utilizando la técnica japonesa del bunraku, que consiste en manipular títeres o muñecas mediante cables y palancas.

El teatro japonés es quizá el más complejo de Oriente. Sus dos géneros más conocidos son el teatro nō y el kabuki. Nō, el teatro clásico japonés es estilizado; la síntesis de danza-música-teatro extremadamente controlada intenta evocar un ánimo particular a través del relato de un hecho o historia. Está muy relacionado con el budismo Zen. El apogeo del nō tuvo lugar en el siglo XV. El kabuki data del siglo XVI y es más popular en estilo y contenido. Otros géneros dramáticos japoneses son el bugaku, un refinado teatro danzado, así como un teatro de marionetas o muñecos llamado bunraku, en el que los intérpretes sobre el escenario manipulan unas marionetas casi de tamaño natural. Todas las formas dramáticas se apoyan en el ritual, la danza y la tradición. Son elegantes y bellas, y ponen el énfasis en valores opuestos a los del teatro occidental.


Teatro contemporáneo




El invento del Teatro contemporáneo


Peter Handke
La narrativa de Peter Handke se caracteriza por un atento estudio psicológico de los personajes, a menudo inmersos en situaciones de raíz autobiográfica en las que se entrecruzan miedos, inquietudes, desatinos.

Aunque el realismo puro dejó de dominar la escena popular después de la I Guerra Mundial, el teatro realista continuó vivo en el ámbito comercial, sobre todo en Estados Unidos. Sin embargo, el objetivo parecía ser el realismo psicológico, y se emplearon para este fin recursos dramáticos y escénicos no realistas. Las obras de Arthur Miller y Tennessee Williams utilizaban, por ejemplo, escenas basadas en la memoria, secuencias sobre sueños, personajes puramente simbólicos, proyecciones y otros recursos similares. Incluso los trabajos tardíos de O'Neill (obras claramente realistas como Largo viaje de un día hacia la noche, producida en 1956) incorporan diálogos poéticos y un fondo sonoro cuidadosamente orquestado para suavizar el realismo crudo. La escenografía era más sugerente que realista. El teatro europeo no se hallaba tan mediatizado por el realismo psicológico y su preocupación se centraba más en los juegos de ideas, tal y como evidencian las obras del dramaturgo italiano Luigi Pirandello, los autores franceses Jean Anouilh y Jean Giraudoux y el belga Michel de Ghelderode.

Tom Stoppard
Tom Stoppard, dramaturgo inglés de origen checo, es célebre por el ingenio y complejidad de sus obras, así como por incorporar con suma naturalidad una apabullante diversidad de ideas en sus argumentos cómicos. Este pasaje pertenece a Rosencrantz y Guildernstern han muerto, obra basada en dos personajes secundarios de Hamlet, de Shakespeare. Stoppard lleva al escenario aquello que debería estar sucediendo entre bastidores, presentando a través de los diálogos una gran variedad de problemas filosóficos.

En Inglaterra, durante la década de 1950, la obra Mirando hacia atrás con ira (1956), de John Osborne, se convirtió en estandarte de la protesta de jóvenes airados en el periodo de la posguerra; en la década de 1970, una trilogía sobre Vietnam del autor estadounidense David Rabe, expresaba la ira y la frustración de muchas personas contra esa guerra. Bajo la influencia de Brecht, muchos dramaturgos alemanes escribieron obras documentales que, basadas en hechos reales, exploraban las obligaciones morales de los individuos con ellos mismos y la sociedad. Un ejemplo es la obra El vicario (1963), de Rolf Hochhuth, que provocó una gran polémica en su época ya que se acusa al papa Pío XII de haberse inhibido ante el exterminio de seis millones de judíos en los campos de concentración nazis.

Jean Giraudoux
La obra del novelista y dramaturgo francés Jean Giraudoux muestra un gran ingenio y un estilo elegante.

Muchos dramaturgos de las décadas de 1960 y 1970 —Sam Shepard en Estados Unidos, Peter Handke en Austria, Tom Stoppard en Inglaterra— creaban obras en torno al lenguaje: el lenguaje como juego, el lenguaje como sonido, el lenguaje como barrera, el lenguaje como reflejo de la sociedad. A veces, en sus obras, el diálogo puede leerse como un mero intercambio racional de información. Muchos autores teatrales reflejaron también la frustración del individuo social frente a un mundo destructivo aparentemente incontrolable.

Dennis Potter
Dennis Potter fue uno de los dramaturgos ingleses más ingeniosos y controvertidos. Sus obras para televisión eran provocadoras y trataban temas moralmente complejos, con montajes donde mezclaba clichés visuales, canciones populares, realismo y secuencias oníricas con gran efectividad.

Entre 1970 y 1990 se produjo un retorno al naturalismo que se hacía eco de un movimiento artístico conocido como hiperrealismo, ejemplificado por obras como American Buffalo (1975), de David Mamet, donde la acción es mínima y el centro de interés se sitúa en personajes mundanos y en los hechos que los circundan. El lenguaje es fragmentario, como la conversación cotidiana. Los escenarios no se distinguen de la realidad. El énfasis sobre fragmentos de realidad en apariencia sin significado propicia una cualidad de absurdo, semejante a la pesadilla; podemos encontrar características similares en autores como Stephen Poliakoff. Un osado realismo social combinado con un humor negro ha sido asimismo muy popular; esta corriente puede observarse en trabajos muy diferentes como los de Alan Ayckbourn, Mike Leigh, Michael Frayn, Alan Bleasdale y Dennis Potter.

Tennessee Williams
En esta escena de la obra de Tennessee Williams Un tranvía llamado Deseo, Blanche intenta convencer a su hermana Stella de que abandone a Stanley, su rudo marido. Stella se niega diciendo que ama a Stanley y Blanche le responde con estas palabras sobre el Deseo, nombre del tranvía en el que Blanche acababa de llegar a Nueva Orleans. La conversación de las hermanas continúa con una gran carga de simbolismo y toca los temas característicos de Tennessee Williams: el deseo, la culpa, la sexualidad reprimida y la angustia espiritual.

Pero lo más destacado de estos años es la consolidación de los grupos teatrales que aparecieron en la década de 1960. El grupo español La Fura dels Baus se inició con espectáculos sorprendentes en los que la música cumplía un papel fundamental por la ausencia de texto y el espectáculo se montaba en grandes espacios sin separación entre actores y público.
4.6.9
Musical
Escena de A Chorus Line
Esta escena pertenece a uno de los musicales de Broadway de más éxito, A Chorus Line, y está tomada en el teatro Shubert de Nueva York, el 28 de abril de 1990, último día en el escenario, después de 6.137 representaciones.

Muchas formas tradicionales de entretenimiento han sido absorbidas por la televisión en los últimos treinta años. De las fórmulas populares, sólo el musical parece haber florecido. En la década de 1920 los musicales surgieron a partir de una libre asociación en forma de serie de canciones, danzas, piezas cortas cómicas basadas en otras historias, que algunas veces eran serias, y se contaban a través del diálogo, la canción y la danza. Un grupo a cargo de Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II perfeccionó esta forma en la década de 1940. Ya durante la década de 1960 gran parte del espectáculo había dejado el musical para convertirse en algo más serio, incluso sombrío. A finales de la década siguiente, sin embargo, posiblemente como resultado de crecientes problemas políticos y económicos (de los que el público deseaba escapar), volvieron los musicales (muchos de ellos reposiciones) bajo un signo de desmesura y lujo, haciéndose hincapié en la canción, el baile y la comedia fácil. La tendencia de espectacularidad continuó durante la década de 1980 con musicales como los de Andrew Lloyd Webber y producciones como Cats (1981) y El fantasma de la ópera (1986). El West End de Londres, punto de referencia teatral, no ha dejado de ver pasar musicales por sus salas, ya que muchos de ellos se han convertido en grandes éxitos de taquilla.

Teatro del siglo XX






El invento del Teatro del siglo XX


Largo viaje de un día hacia la noche
El Largo viaje de un día hacia la noche (1956), del dramaturgo estadounidense Eugene O´Neill, es considerada una de sus piezas más autobiográficas. Representa un día en la vida de la familia Tyrone, cada uno de cuyos integrantes vive el tormento de las ambiciones frustradas y los sueños malogrados.

Desde el renacimiento en adelante, el teatro parece haberse esforzado en pos de un realismo total, o al menos en la ilusión de la realidad. Una vez alcanzado ese objetivo a finales del siglo XIX, una reacción antirrealista en diversos niveles irrumpió en el mundo de la escena.
4.6.1
Precursores de vanguardia del teatro moderno
Muchos movimientos, normalmente agrupados bajo el término vanguardia, intentaron sugerir alternativas a la producción y al teatro realista. Varios teóricos pensaron que el naturalismo presentaba solamente una visión superficial y por tanto limitada de la realidad, que podía encontrarse una verdad o realidad más importante en lo espiritual, en el inconsciente. Otros sentían que el teatro había perdido el contacto con sus orígenes y no tenía sentido para la sociedad moderna más que como forma de entretenimiento. Alineándose con los movimientos artísticos modernos, se dio un giro hacia lo simbólico, la abstracción, lo ritual, en un intento de revitalizar el teatro.
El impulsor de muchas ideas antirrealistas fue el compositor de ópera alemán Richard Wagner. Él pensaba que el trabajo del dramaturgo/compositor era crear mitos, y al hacerlo, el autor de teatro estaba presentando un mundo ideal en el que el público compartía una experiencia común, quizás tal y como se había hecho en la antigüedad. Intentó representar el 'estado del alma', o fuero interno, de los personajes más que los aspectos superficiales o realistas. Además, Wagner estaba descontento con la falta de unidad entre las artes que constituían el teatro. Su propuesta era el Gesamtkunstwerk, u 'obra de arte total', en la que se integrarían todos los elementos dramáticos, preferiblemente bajo el control de un único creador artístico.
A Wagner también se le atribuye haber reformado la arquitectura teatral y la presentación dramática con su Festspielhaus en Bayreuth (Alemania), terminado en 1876. El escenario de este teatro era similar a otros del siglo XIX, incluyendo a aquellos mejor equipados, pero Wagner sustituyó los palcos y plateas y puso en su lugar una zona de asientos en forma de abanico sobre un suelo en pendiente, dando así igual visión del escenario a todos los espectadores. Un poco antes de empezar la función, las luces del auditorio reducían su intensidad hasta la oscuridad total, una innovación radical para la época.
4.6.2
Teatro simbolista

Tennessee Williams
El dramaturgo estadounidense Tennessee Williams recibió el Premio del Círculo de Críticos Teatrales de Nueva York por El zoo de cristal, estrenada en 1945.

El primero en adoptar las ideas de Wagner fue el movimiento simbolista en Francia en la década de 1880. Los simbolistas hicieron una llamada a la 'desteatralización' del teatro, que se traducía en desnudar el teatro de todas sus trabas tecnológicas y escénicas del siglo XIX, sustituyéndolas por la espiritualidad que debía provenir del texto y la interpretación. Los textos estaban cargados de simbología de difícil interpretación, más que de sugerencias. El ritmo de las obras era en general lento y semejante a un sueño. La intención era provocar una respuesta inconsciente más que intelectual, y retratar los aspectos no racionales del personaje y los episodios en escena. Las obras simbolistas del belga Maurice Maeterlinck y el francés Paul Claudel, muy conocidas entre la última década del XIX y principios del XX, son raramente representadas hoy día. Sin embargo, pueden hallarse claramente elementos simbolistas en las obras de Chéjov y en los últimos trabajos de Ibsen y Strindberg. La influencia simbolista es también evidente en las obras de dramaturgos estadounidenses como Eugene O'Neill y Tennessee Williams y el inglés Harold Pinter, impulsor del 'teatro del silencio'.
También con influencias de Wagner, el teórico de la escena suizo Adolphe Appia y el diseñador inglés Gordon Craig introdujeron nuevos avances en las técnicas de escenificación e iluminación que supusieron una reacción contra los decorados realistas pintados. En su lugar, propusieron una decoración sugerente, abstracta, que creara a través de elementos escénicos y lumínicos la ilusión de un lugar real.
En 1896 un teatro simbolista de París produjo la obra de Alfred Jarry Ubu rey, una obra desconcertante y provocadora para su tiempo. Vagamente basada en Macbeth, de Shakespeare, la obra presenta unos personajes con características de títere en un mundo desprovisto de decencia. La obra está llena de humor y lenguaje escatológico. Su relevancia ha de buscarse quizá en el desconcierto que provoca y en la destrucción de casi todas las normas y tabúes del teatro contemporáneo. Ubu rey da al autor libertad de exploración en cualquier dirección. Asimismo, sirvió de modelo para futuros movimientos dramáticos de vanguardia y para el teatro del absurdo de la década de 1950.
Un ejemplo similar revolucionó la escena española dominada por el teatro realista y costumbrista: la figura de Ramón María del Valle-Inclán y su creación del esperpento. Para Valle el teatro debe ser ambiguo. Su técnica consiste en tomar un argumento de la vida social contemporánea y mediante la exageración hiperbólica y grotesca del tema y los personajes, deformarlo todo de una manera sistemática e irónica, lo que proporciona una absoluta libertad en el uso del lenguaje, registros, estilos, y en la crítica feroz de la realidad histórico-social de su época. El público reacciona como si se encontrara ante un espectáculo de marionetas, no ve una situación cercana —porque ha funcionado el distanciamiento— y se ve conducido a reflexionar sobre el discurso crítico y artístico expuesto. Luces de bohemia (1920) o Los cuernos de don Friolera (1921) son buenos ejemplos de este teatro.
4.6.3
Teatro expresionista
El movimiento expresionista tuvo su apogeo en las dos primeras décadas del siglo XX, principalmente en Alemania. Exploraba los aspectos más violentos y grotescos de la mente humana, creando un mundo de pesadilla sobre el escenario. Desde un punto de vista escénico, el expresionismo se caracteriza por la distorsión, la exageración y por un uso sugerente de la luz y la sombra. Las obras, de autores como Georg Kaiser y Ernst Toller, eran episódicas y empleaban un lenguaje entrecortado y de imágenes intensas. Los personajes individuales eran reemplazados por tipos de repertorio y figuras alegóricas, y las obras giraban en torno al tema de la salvación de la humanidad. O'Neill, que estaba bastante influido por Strindberg y los expresionistas, empleó muchas de sus técnicas en algunas de sus obras, como El emperador Jones (1920) y Extraño interludio (1928), para explorar la mente de sus personajes.
Otros movimientos de la primera mitad del siglo XX, como el futurismo, el dadaísmo y el surrealismo, buscaban llevar al teatro nuevas ideas artísticas y científicas.
El dramaturgo español Federico García Lorca fundió simbolismo, surrealismo, lirismo, realismo y populismo en un teatro cuyo eje es la libertad del autor para expresarse. Así, lo grotesco domina en la farsa Tragicomedia de don Cristóbal, lo simbólico en Así que pasen cinco años (1931) y lo rural lírico en Bodas de sangre (1933) o Yerma (1934).
4.6.4
Bertolt Brecht
El dramaturgo y teórico alemán Bertolt Brecht también reaccionó contra el teatro realista. Creía que el teatro podía instruir y cambiar a la sociedad; por tanto, debía ser político. También pensaba que el teatro eficaz debía conducir al público hasta el punto de decidir y pasar a la acción. Para llevar esto a cabo, escribió lo que él mismo denominó obras épicas —en oposición a dramáticas— que resaltaban continuamente los aspectos teatrales con el objeto de romper la ilusión de realidad; se le recordaba constantemente al público que estaba en un teatro y que podía, por tanto, juzgar de manera racional el material que se le presentaba. Brecht llamó a esto Verfremdungseffekt (efecto alienante o distanciador). El uso de un escenario desnudo, donde era visible la disposición de los elementos técnicos y la iluminación, las escenas cortas, la yuxtaposición de realidad y teatralidad (técnicas corrientes hoy día) son en gran medida un débito a Brecht. A pesar de todo, algunos críticos sostienen que incluso sus obras más apreciadas (por ejemplo, Madre Coraje y sus hijos, de 1941, y La ópera de los cuatro cuartos, de 1928, con música de Kurt Weill) no se ajustan del todo a sus propias teorías.
4.6.5
Antonin Artaud
Un contemporáneo de Brecht fue el teórico francés Antonin Artaud, cuya colección de ensayos El teatro y su doble (1938), ejerció una de las influencias más importantes en el panorama teatral después de la II Guerra Mundial. Artaud diagnosticó que la sociedad estaba enferma y necesitaba curación. Rechazaba el drama psicológico y buscaba en su lugar una experiencia teatral religiosa, comunal, que llevara a cabo esa curación. Contraponía su concepto del teatro 'puro' con la peste, con el fin de destruir las viejas formas y propiciar la aparición de algo transformado y nuevo. Basándose en su comprensión imperfecta de ciertas formas del teatro oriental y de rituales primitivos, hizo una llamada para crear un nuevo lenguaje teatral, el llamado teatro de la crueldad. Éste debía sacudir a los espectadores reduciendo al mínimo o suprimiendo las palabras y utilizando, en su lugar, sonidos puros, gestos y movimientos, redefiniendo la frontera entre actores y espectadores. Como los escritos de Artaud son muy ambiguos, y dado que él mismo casi no proporcionó ejemplos concretos, sus teorías dieron paso a muchas formas de teatro, a veces opuestas.
4.6.6
Grupos teatrales
Quizás se deba a la influencia de Artaud la aparición de una serie de grupos de teatro durante la década de 1960. Como ejemplo podemos citar al Teatro Laboratorio de Jerzy Grotowski, el Teatro de la Crueldad de Peter Brook, Le Théâtre du Soleil, una cooperativa de trabajadores franceses formada por Ariane Mnouchkine, y el Open Theatre, dirigido por Joseph Chaikin. En la escena española hicieron su aparición el TEI (Teatro Estable Independiente), el Teatro Tábano y Los Goliardos, en Madrid; Esperpento, en Sevilla; Teatro de la Ribera, en Zaragoza; y Comediants y Els Joglars, en Barcelona. Algunos de estos grupos siguen manteniendo la misma frescura y originalidad de sus inicios. La característica fundamental de este teatro reside en que no son autores de textos sino creadores de espectáculos. Las producciones, que por lo general eran el fruto de meses de trabajo, descansaban sobre el movimiento físico, un lenguaje y sonidos no específicos y, a menudo, sobre una organización poco común del espacio. Probablemente, la producción más importante influida por este movimiento sea Marat/Sade (1964), del dramaturgo alemán Peter Weiss y puesta en escena por la Royal Shakespeare Company bajo la dirección de Peter Brook. Aunque la obra emplea un diálogo y una acción relativamente convencionales (mostrando una gran influencia de las ideas brechtianas), el estilo de producción hacía uso de muchas técnicas inspiradas por una formación teatral basada en las ideas de Artaud.
4.6.7
Teatro del absurdo

Edward Albee
El dramaturgo estadounidense Edward Albee recibió en tres ocasiones el premio Pulitzer por las piezas teatrales Un equilibrio delicado (1966), Seascape (1975) y Tres mujeres altas (1991). Está muy próximo al teatro del absurdo por su caracterización de las relaciones familiares.

El género no realista más popular del siglo XX fue el absurdo. Espiritualmente (si no directamente) desciende de las obras de Alfred Jarry, los dadaístas, los surrealistas y la influencia de las teorías existencialistas de Albert Camus y Jean-Paul Sartre. Los dramaturgos del absurdo vieron, en palabras del autor rumano-francés Eugène Ionesco, al 'hombre como perdido en el mundo, todas sus acciones se revelaron sin sentido, absurdas, inútiles'. Con sus mejores ejemplos en la obra de Ionesco El rinoceronte (1959) y la del escritor de origen irlandés Samuel Beckett Esperando a Godot (1952), el teatro del absurdo tiende a eliminar gran parte de la relación causa-efecto en los episodios y a negar el poder de comunicación del lenguaje, reduce los personajes a arquetipos, hace que los lugares donde se desarrolla la acción no sean concretos y muestra el mundo alienante e incomprensible. Al escritor y dramaturgo Fernando Arrabal también se le puede considerar representante de este teatro, aunque él prefiera hablar de teatro pánico.
El absurdo tuvo su apogeo en la década de 1950, pero de alguna manera siguió vivo hasta más allá de la década de 1970. Las primeras obras del autor estadounidense Edward Albee fueron clasificadas como absurdas debido a los elementos, en apariencia ilógicos e irracionales, que definían las acciones de sus personajes. El dramaturgo británico Harold Pinter también ha sido incluido en el grupo de autores del absurdo. Sus obras, como El retorno al hogar (1965), parecen oscuras, impenetrables y absurdas. El propio Pinter explicó, sin embargo, que son muy realistas porque evocan el mundo cotidiano en el que sólo se ven y oyen fragmentos no explicados de diálogo y acción. Entre los dramaturgos españoles seguidores de esta forma de teatro de vanguardia destacan Francisco Nieva, Alberto Miralles, Diego Salvador y Miguel Romero Esteo.

Teatro ruso




El invento del Teatro ruso


Antón Chéjov
El escritor ruso Antón Chéjov, uno de los más destacados de la literatura rusa de finales del siglo XIX y principios del XX, escribió relatos cortos y obras teatrales especialmente interesantes por su técnica narrativa. Su franqueza y su amor a la vida queda patente en sus relatos sobrios, eficaces y sin retórica alguna.

El teatro ruso empezó a desarrollarse en las postrimerías del siglo XVIII. El teatro de las figuras más representativas, como Alexandr Nikoláievich Ostrovski y Nikolái Vasílievich Gógol, era realista en lo que se refiere al estilo, pero el naturalismo se impuso a finales del XIX con las obras de Liev Tolstói y Maksim Gorki. Antón Chéjov, aunque más acertadamente considerado simbolista, tiene rasgos realistas en sus obras y fue interpretado con frecuencia como naturalista. Konstantín Stanislavski, un director que se hizo a sí mismo, en principio siguiendo los preceptos del duque de Saxe-Meiningen, fundó en 1898 el Teatro del Arte de Moscú con Vladimir Nemiróvich-Dánchenko para la producción de teatro realista. Tuvieron gran éxito con las obras de Chéjov. Stanislavski se dio cuenta pronto de que el vestuario y el mobiliario real eran insuficientes, y que se necesitaba un estilo de interpretación que permitiera a los actores sentir y proyectar emociones reales. Su deducción cuajó en un sistema, conocido hoy como el método Stanislavski, que aún es la base para la formación de muchos actores.
4.5.8
Entretenimiento popular
Aparte del teatro literario y serio existían, por supuesto, fórmulas populares en los teatros de los bulevares de París, en los teatros de variedades (music-halls) de Londres y en los locales de vodevil estadounidenses. La mayoría de estos establecimientos ofrecían variedades: una mezcla de música, danza, números de circo y pequeñas obras cómicas. El interés por la fantasía y el espectáculo se satisfacía con el mimo, la extravaganza y el género burlesco.

Teatro romántico




El invento del Teatro romántico


En su forma más pura, el romanticismo proponía en el plano espiritual que la humanidad debía trascender las limitaciones del mundo físico y el cuerpo alcanzar la verdad ideal. La temática se extraía de la naturaleza y del hombre natural. Quizá uno de los mejores ejemplos de teatro romántico sea Fausto (Parte I, 1808; Parte II, 1832) del dramaturgo alemán Johann Wolfgang von Goethe. Basada en la clásica leyenda del hombre que vende su alma al diablo, esta obra de proporciones épicas retrata el intento de la humanidad por controlar conocimiento y poder en su constante lucha con el Universo.
Los románticos se centraron más en el sentimiento que en la razón, sacaron sus ejemplos del estudio del mundo real más que del ideal, y glorificaron la idea de artista como genio loco liberado de las reglas. Así, el romanticismo dio lugar a una amplia literatura y producción dramáticas que con frecuencia ignoraba cualquier tipo de disciplina.
El romanticismo apareció en primer lugar en Alemania, un país con poca tradición teatral antes del siglo XVIII, aparte de rústicas farsas. Alrededor de 1820, el romanticismo dominaba el teatro en la mayor parte de Europa. Muchas de las ideas y prácticas del romanticismo eran ya evidentes en un movimiento de finales del siglo XVIII llamado Sturm und Drang, liderado por Goethe y el dramaturgo Friedrich von Schiller. Estas obras no tenían un estilo en particular, pero sí eran emocionales en extremo y, en su experimento formal, abonaron el terreno para el rechazo del neoclasicismo.
Las obras del dramaturgo francés René Charles Guilbert de Pixérécourt abrieron el camino para el romanticismo francés, que previamente sólo tenía un punto de referencia en el estilo interpretativo de François Joseph Talma en las primeras décadas de siglo XIX. Hernani (1830) de Victor Hugo es considerada la primera obra romántica francesa.
El teatro romántico español buscó la inspiración en los temas medievales y presenta a un héroe individual dominado por las pasiones, ya sean éstas virtuosas o viciosas. Se recuperan las formas y estructuras del teatro del Siglo de Oro pero con una maquinaria escénica y efectos escenográficos suntuosos y aparatosos. La voz engolada y el verso rotundo triunfa en el teatro romántico español. Su gran figura es José Zorrilla, el autor de Don Juan Tenorio. El tema del burlador es retomado con gran libertad por Zorrilla y en su entusiasmo romántico hace que sea el amor quien redime al seductor. La fuerza y encanto de este personaje y obra ha conseguido que nunca haya dejado de representarse en algún teatro español. Pero el que tuvo un gran éxito en su época y se le considera el introductor del romanticismo en España es el duque de Rivas, autor de menor valía, pero al que se le debe la obra Don Álvaro o la fuerza del sino sobre la que años después Giuseppe Verdi compuso su ópera La forza del destino. La aparatosidad escénica de Don Álvaro era tan grande que en la escena final en medio de una tormenta se producen cuatro muertes violentas mientras unos monjes cantan un miserere de fondo.
4.5.2
Melodrama
Las mismas fuerzas que condujeron al romanticismo también, en combinación con varias formas populares, condujeron al desarrollo del melodrama, el género dramático más arraigado en el siglo XIX. El melodrama como literatura es a menudo ignorado o ridiculizado, cuando menos desdeñado por los críticos, porque aporta imágenes de villanos que se atusan el bigote o heroínas sujetas a vías de tren. Sin embargo, es incuestionable que representa la forma más popular de teatro jamás producida. Provee un vehículo para los efectos escénicos más espectaculares, así como para una interpretación efectista. Del mismo modo asienta las bases para la fórmula teatral más extendida hoy día: la televisión. La palabra melodrama tiene dos significados: combinación de comedia y tragedia (mezcla de géneros), y un drama acompañado de música. Esta última definición puede aplicarse fácilmente a la mayoría de películas y producciones televisivas, en las que los personajes son identificados a través de la temática, y las emociones del público manipuladas a través de la música.
El exponente máximo de este género fue el dramaturgo alemán August Friedrich Ferdinand von Kotzebue, el más popular en el siglo XIX. Sus más de doscientas obras fueron traducidas, adaptadas o imitadas en casi todos los países occidentales. Casi tan popular como él, fue el autor francés Pixérécourt.
Los melodramas se componen normalmente de tres actos en vez de utilizar la división clásica de cinco. La trama se centra en torno a un conflicto entre un protagonista virtuoso y un malvado villano. El héroe salva una serie de dificultades aparentemente insuperables antes del triunfo final. La trama se queda al servicio de una serie de momentos de clímax incluyendo muchas muestras del azar del destino. Los acontecimientos más importantes de la acción pueden incluir elementos espectaculares como inundaciones, terremotos, erupciones volcánicas, persecuciones a caballo o batallas, todo ello llevado al escenario con gran lujo de detalles. La combinación de una trama compleja e intrincada, unos personajes nítidamente delineados, fuerte carga emocional, espectáculo y un claro mensaje moral, hicieron del melodrama un género enormemente popular.
4.5.3
Teatro burgués
A lo largo del primer cuarto del siglo XIX, tanto el melodrama como el romanticismo tendían a aportar una nota exótica, centrándose en hechos históricos o extraordinarios al tiempo que idealizaban o simplificaban demasiado al personaje. Sin embargo, alrededor 1930 en Inglaterra, las características y los elementos estilísticos de ambas corrientes empezaron a prestar atención a la vida del momento, a las cuestiones domésticas y, aparentemente, a temas más serios. El énfasis pasó del espectáculo y la emoción a la recreación de lo local y de la vida en el hogar. Este cambio requería nuevas prácticas de puesta en escena, las cuales allanarían el terreno hacia la escenografía moderna. La idea del escenario de caja se puso de moda; un entorno consistente en las tres paredes de un espacio con el objetivo de que el público observe a través de la imaginaria cuarta pared. Accesorios, atrezo y mobiliario tridimensional vinieron a reemplazar las representaciones pintadas anteriores. Como los decorados dejaron de ser un mero fondo, los actores interpretaban como si estuvieran en realidad en el lugar pretendido, ignorando en apariencia la presencia del público. Se desarrollaron nuevas actitudes, en vez de asumir una determinada pose y de recitar versos, los intérpretes creaban acciones realistas, apropiadas para el personaje y la situación. Se fue prestando progresivamente más atención al vestuario y al decorado. Asimismo, los autores fueron empleando más detalles realistas en sus guiones.
Al ir aumentando el público, cambiaron las cuestiones económicas. Mientras que antes los actores formaban parte de una compañía de repertorio que podía representar docenas de obras en rotación continua a lo largo de la temporada, los actores empezaron a ser contratados para intervenir en una sola obra y representarla tantas veces como el público estuviera dispuesto a pagar.
4.5.4
Naturalismo y crítica social
A mediados del siglo XIX el interés por el detalle realista, las motivaciones psicológicas de los personajes, la preocupación por los problemas sociales, condujo al naturalismo en el teatro. Acudiendo a la ciencia en busca de inspiración, los naturalistas sintieron que el objetivo del arte, como el de la ciencia, debía ser el de mejorar nuestras vidas. Los dramaturgos y actores, como los científicos, se pusieron a observar y a retratar el mundo real. Con una clara influencia de las teorías de Charles Darwin, los naturalistas ven en la herencia y el entorno la raíz de todas las acciones humanas y el teatro decidió ilustrarlo. Se abandonó la preocupación romántica por los valores espirituales. La figura más representativa del naturalismo en Francia, Émile Zola, comparaba el trabajo del autor teatral con el del médico que tiene que hacer aflorar la enfermedad para curarla. El teatro, por lo tanto, tenía que exhibir los problemas sociales.
El resultado de este planteamiento fue un teatro centrado en los elementos más sórdidos de la sociedad más que en lo bello o ideal. Los naturalistas buscaban, en palabras del dramaturgo Jean Jullien, presentar un 'trozo de vida, puesta en escena con arte'. Teóricamente una obra naturalista no tenía planteamiento, nudo y desenlace ni nada de invención dramática. En la práctica, desde luego, los episodios eran seleccionados y acomodados para facilitar el efecto dramático.
4.5.5
Aparición del director
El naturalismo es responsable en gran medida de la aparición de la figura del director teatral moderno. Aunque todas las producciones teatrales a lo largo de la historia fueran organizadas y unificadas por un individuo, la idea de un director que interpreta el texto, crea un estilo de actuación, sugiere decorados y vestuario y da cohesión a la producción, es algo moderno. Durante mucho tiempo, en la historia del teatro, la función del director era asumida por el autor de la obra. En el siglo XVIII y parte del XIX, el director era a menudo el actor principal de la compañía, el actor-gerente. La creciente dependencia de las cuestiones técnicas, los efectos especiales, el deseo de precisión histórica, la aparición de autores que no se involucraban directamente en la producción y la conveniencia de interpretar aspectos psicológicos del personaje, crearon la necesidad de un director. El duque Jorge II de Saxe-Meiningen, que regía sobre los actores en su teatro ducal de Meiningen (Alemania), está considerado como el primer director. El primer director naturalista en Francia fue André Antoine, cuyo pequeño Théâtre Libre produjo muchas obras naturalistas nuevas. Antoine intentó imprimir detalles realistas en todos sus decorados e instruía a sus actores para que se pudieran comportar sobre el escenario como si estuvieran en una habitación cualquiera.
4.5.6
Realismo psicológico
Henrik Johan Ibsen
El realismo y el simbolismo constituían las características principales de la obra de Henrik Ibsen, dramaturgo y poeta noruego del siglo XIX que se apartó de los temas románticos característicos de la época. Hoy está considerado como uno de los fundadores del teatro moderno.

Del mismo modo que el teatro comenzó a orientarse hacia el realismo en el retrato del mundo exterior, los estudios en el campo de la psicología, pioneros durante el siglo XIX, llevaron a un interés creciente en el realismo de las motivaciones psicológicas de los personajes. Los autores de finales del XIX crearon personajes tridimensionales colocados en situaciones y lugares que rezumaban realismo. Las figuras más relevantes de este estilo eran el dramaturgo noruego Henrik Ibsen y el autor teatral sueco August Strindberg, considerados con frecuencia como los fundadores del teatro moderno. Sus obras tratan problemas sociales como la enfermedad genética, la ineficacia del matrimonio como institución religiosa y social, y los derechos de las mujeres, pero también son valiosos por sus convincentes estudios de individuos. En manos de estos autores el teatro se volvió progresivamente más introspectivo. El autor de origen irlandés George Bernard Shaw recibió una clara influencia de Ibsen, pero ésta se tradujo más en el terreno del comentario social que en el realismo psicológico.

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