Partido Progresista
Alegoría de la revolución de 1868
El triunfo del levantamiento revolucionario español de septiembre de 1868 acabó con el reinado de Isabel II y supuso el inicio del Sexenio Democrático. Los generales Juan Prim y Francisco Serrano, duque de la Torre, sus principales protagonistas, consiguieron el destronamiento de la Reina y exigieron una reforma constitucional que daría lugar al año siguiente a una nueva ley magna.
Partido Progresista, formación política española del siglo XIX, la segunda en importancia, tras el Partido Moderado, durante el reinado de Isabel II, nacida en 1834 como oposición liberal extremista al régimen preconstitucional de la regente María Cristina de Borbón y que se disgregó paulatinamente tras el inicio en 1874 del periodo conocido como Restauración.
Su origen se halla en los llamados ‘exaltados’, una de las tendencias en que el liberalismo constitucional se escindió durante el Trienio Liberal (1820-1823), opuestos a los ‘moderados’ que habrían de configurar el partido homónimo ya mencionado. En 1833, fallecido el rey Fernando VII e iniciada la regencia de su viuda, María Cristina de Borbón, ante la minoría de edad de la hija de ambos, Isabel II, comenzó a configurarse el radicalismo liberal defensor de la obra constitucional de las Cortes de Cádiz, especialmente cuando en 1834 se promulgó la carta otorgada conocida como Estatuto Real. Si bien comenzó su andadura gubernamental en 1835, cuando con Juan Álvarez Mendizábal dictó la desamortización eclesiástica, no fue sino hasta la sublevación de La Granja, de agosto de 1836, cuando tuvo lugar su primera labor constitucional. Ésta quedó plasmada en la Constitución del año siguiente, eje del sistema político propugnado por los progresistas, aunque matizando los avances de la Constitución de 1812, su verdadera referencia legislativa.
El partido gobernó durante la regencia del general progresista Baldomero Fernández Espartero, desde 1840 hasta la caída de éste, en 1843, provocada en parte por la conjunción de numerosos miembros de la formación con el Partido Moderado. Entre 1844 y 1854, durante la Década Moderada, encabezada por el general moderado Ramón María Narváez, el progresismo se escindió. Surgió así, en 1849, el Partido Demócrata, claramente diferenciado de los progresistas puros de Salustiano de Olózaga. De entre las principales figuras del partido durante la primera mitad del siglo XIX, además de las ya mencionadas, cabe citar a Joaquín María López y a Evaristo San Miguel.
Su nuevo apogeo se produjo, tras el triunfo de la Vicalvarada en 1854, durante el consiguiente Bienio Progresista (1854-1856), nuevamente con Espartero a la cabeza de los gobiernos progresistas. Entre otros logros se promulgaron las leyes generales de Desamortización, de Pascual Madoz, así como la de Ferrocarriles y la de Crédito y Finanzas, que sirvieron de estímulo al capitalismo español contemporáneo. En aquellos años, el progresismo hubo de compartir de alguna manera el poder con el general Leopoldo O’Donnell y su partido, la Unión Liberal. Relegado por ésta desde 1856, el Partido Progresista volvió a apartarse del sistema político del reinado de Isabel II y, en 1866, decidido a conspirar para derribar al régimen de ésta, firmó con el Partido Demócrata el Pacto de Ostende.
Con el general progresista Juan Prim fue el principal soporte de la triunfante revolución de 1868, motor inicial del Sexenio Democrático inmediatamente posterior al régimen isabelino derrocado, así como de la Constitución de 1869 y de la instauración de una verdadera monarquía democrática en la persona del rey Amadeo I. El progresismo histórico murió en 1870 con el asesinato de Prim. Su heredero fue, ya durante la Restauración, iniciada a finales de 1874, el Partido Fusionista de Práxedes Mateo Sagasta, que pronto pasaría a ser una de las dos fundamentales formaciones políticas del periodo, el Partido Liberal.