Caricatura





Fiesta
Este cuadro del pintor Theo L´Herminez, del año 1986, caricaturiza los gestos y las actitudes de los participantes de una fiesta, acentuando los estereotipos propios de la solemnidad y la convención social. La caricatura es, en este caso, una variante de la ironía, ya que las expresiones no son, precisamente, "festivas".

Caricatura, retrato, u otra representación, que exagera los rasgos físicos o faciales, o bien el comportamiento, la vestimenta o los modales característicos de un individuo, con el fin de producir un efecto grotesco. La caricatura (del italiano caricare, ‘cargar’, ‘exagerar’) puede ser también el medio de ridiculizar situaciones e instituciones políticas, sociales o religiosas, y los actos de grupos o clases sociales. En este caso, suele tener una intención satírica más que humorística, con el fin de alentar el cambio político o social. La forma más común de las caricaturas políticas y sociales es la viñeta. Si bien el término caricatura es extensible a las exageraciones por medio de la descripción verbal, su uso queda generalmente restringido a las representaciones gráficas. En América Latina se denomina también caricatura a los cortometrajes de dibujos animados.
La caricatura, en su sentido moderno, nació en Bolonia a finales del siglo XVI, en la escuela de arte fundada por una familia de pintores, los Carracci. Los estudiantes de esta academia se divertían haciendo retratos de los visitantes bajo la apariencia de animales u objetos inanimados. El grabador Pier Leone Ghezzi, que trabajaba en Roma, continuó esa tradición y, por un módico precio, caricaturizaba a los turistas. Lo que estos artistas italianos hacían eran retratos humorísticos para uso privado y casi nunca resultaban satíricos o maliciosos.

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LA CARICATURA EN EUROPA
Max Beerbohm
El ensayista, crítico y caricaturista inglés Max Beerbohm caricaturizó a todos sus conocidos, riéndose también de la sociedad británica. Trabajó como crítico de teatro de la revista Saturday Review desde 1898 hasta 1912 y publicó varias colecciones de ensayos.

La caricatura política de amplia difusión nació en Inglaterra a mediados del siglo XVIII. Uno de los primeros artistas que caricaturizó a personajes conocidos fue George Townshend, que distribuía folletos con sus dibujos impresos. El pintor y grabador William Hogarth, quizá el mayor autor de sátiras inglés, caricaturizaba lo absurdo de las costumbres sociales y la corrupción moral de los londinenses de su época. Entre 1761 y 1770, los artistas hallaron en publicaciones como The Town and Country Magazine, The Political Register y The Universal Museum, un nuevo medio para satirizar a las personalidades más destacadas, así como las decisiones políticas. Los caricaturistas más importantes fueron el grabador Thomas Rowlandson, que ridiculizaba el irrisorio comportamiento de aristócratas y pedantes; el ilustrador James Gillray, que representaba de forma cómica a los personajes públicos de su tiempo con trajes fantásticos y cabezas enormes; y el grabador George Cruikshank, que extendió sus sátiras a todas las clases e instituciones de la vida inglesa.
Los placeres del que visita el campo
Esta litografía de Honoré Daumier es una caricatura de la clase alta, blanco frecuente de las sátiras del artista. La obra está dibujada con trazo rápido y espontáneo, y fue creada para la revista La caricature, de la que era colaborador.

El semanario humorístico Punch, fundado en 1841, llegó a ser una de las publicaciones más conocidas del mundo en el campo de la caricatura, sobre todo por sus bromas contra la familia real inglesa. Entre sus colaboradores estaban George du Maurier, que satirizaba la vida social elegante de las clases media y alta; John Leech, que pormenorizaba la carrera de los hombres de estado más notables de su tiempo; y John Tenniel, cuyos cartones eran una crónica de los acontecimientos internacionales de la época. Después de 1868, la revista Vanity Fair presentó caricaturas litográficas en color de personalidades importantes, destacando las de Leslie Ward, que utilizaba el seudónimo de Spy. Entre los caricaturistas destacados de finales del siglo XIX y principios del XX, se encontraban Max Beerbohm, especializado en personajes sociales y literarios, y David Low, que a través de sus caricaturas ejerció una gran influencia como comentarista político. A finales del siglo XX, el principal mercado de la caricatura política en Inglaterra fueron los diarios y la revista satírica Private Eye, y su mayor exponente Gerald Scarfe.
El sueño de la razón produce monstruos
El sueño de la razón produce monstruos (1797-1799) pertenece a Los caprichos, serie de grabados en la que Francisco de Goya hace una sátira de la sociedad y de la Iglesia y da rienda suelta a su fantasía. Se cree que la figura dormida es un autorretrato de Goya.

También en Francia, el arte de la caricatura política empezó a florecer a principios del siglo XVIII. Numerosos libros y revistas vieron la luz entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, sobre todo durante el periodo revolucionario (1789-1792). El periodista francés Charles Philipon hizo de la caricatura una parte importante de la vida política a través de sus revistas satíricas La Caricature (fundada en 1830), Le Charivari (1832) y Le Journal pour rire (1848); entre sus colaboradores se contaban Honoré Daumier, Gustave Doré y Gavarni. Daumier, el más famoso del grupo, fue encarcelado por su cáustica caricatura del rey Luis Felipe I de Orleans. Entre los caricaturistas franceses que ejercieron más tarde gran influencia están Henri de Toulouse-Lautrec, que satirizó a los clientes asiduos al teatro y a las variedades, y Jean-Louis Forain, que destacó por sus ataques al sistema judicial francés.

Caricatura de Charles Darwin
Esta caricatura de Charles Darwin se publicó en el London Sketchbook en 1874, pocos años después de la aparición de El origen del hombre.

En España, uno de los países en los que la caricatura ha alcanzado mayor calidad artística, sobresale a finales del siglo XVIII el pintor aragonés Francisco de Goya. A través de sus series Los caprichos (c. 1793-1798) y Los desastres de la guerra (1810-1814), hizo una amarga crítica de las injusticias religiosas, políticas y sociales de su época. En la primera, compuesta por 82 planchas, refleja las costumbres y los abusos de la Iglesia y en la segunda denuncia las atrocidades cometidas durante la invasión napoleónica y la guerra de la Independencia española. Pero el siglo de oro del dibujo satírico en España fue el XIX, con la aparición de una serie de publicaciones como Madrid cómico y el Semanario pintoresco español, fundado por Mesonero Romanos en Madrid, o La Campana de Gràcia y L’esquella de la Torratxa en Cataluña. Dibujantes como Francisco Ortego, Leonardo Alenza o D. Urrabieta, alcanzaron enorme popularidad gracias a sus colaboraciones en esas revistas. A principios del siglo XX apareció una nueva generación de artistas que con sus trabajos trataron de rivalizar con las publicaciones extranjeras. Entre ellos destacan Xaudaró, K-Hito y el polifacético Alfonso Rodríguez Castelao, que a través de sus pintura y dibujos denunció las injusticias sociales de su época. Después de la Guerra Civil el campo habitual del humor gráfico se vio reducido, y aparecieron una serie de dibujantes al amparo de publicaciones como La codorniz o Don José, entre los que se encontraban Mingote, Chumy Chúmez y Serafín. Durante los últimos años del régimen del general Francisco Franco, la caricatura y el humor gráfico se centraron principalmente en el tema político. En los últimos años ha surgido una nueva generación de dibujantes como Forges, Máximo, Summers y Peridis, entre otros, que han extendido su humor de las revistas especializadas a la prensa diaria y a todo tipo de publicaciones.
En otros lugares de Europa, algunos artistas utilizaron la caricatura como un medio de crítica social. El pintor alemán del siglo XX George Grosz destaca en este aspecto. Su famosa colección de caricaturas titulada Ecce homo (1922) supuso un fiero ataque al creciente militarismo vigente en Alemania a raíz de la I Guerra Mundial. En la actualidad, Le Canard enchaîné encabeza la caricatura política francesa.
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LA CARICATURA EN EL CONTINENTE AMERICANO
Caricatura política, de Thomas Nast
Thomas Nast, uno de los más famosos caricaturistas estadounidenses, creó muchas imágenes que hoy son muy populares: el burro demócrata, el elefante republicano y Santa Claus. Este dibujo es una caricatura del senador por Delaware, Thomas Francis Bayard, considerado como posible candidato a la presidencia en las elecciones de 1880 pero que nunca llegó a ser nominado.

Posiblemente el caricaturista político estadounidense más notable del siglo XIX fue Thomas Nast, creador de los símbolos de los partidos Republicano y Demócrata, el elefante y el asno, respectivamente. En ese siglo también destacaron Joseph Keppler, fundador (en 1826) y editor del semanario humorístico Puck, y su socio Bernhard Gillam, quienes atacaron la corrupción de los dirigentes políticos, así como a los muchos empresarios adinerados de la época.

Calavera Catrina
La zincografía Calavera Catrina (11 × 15 cm) es uno de los miles de grabados que el artista mexicano José Guadalupe Posada realizó en la imprenta de Vanegas Arroyo sobre las vicisitudes y acontecimientos ocurridos en su país durante el mandato de Porfirio Díaz (1876-1880; 1884-1911). Como puede apreciarse en esta imagen, la caricatura y el humor negro eran los principales ingredientes de la obra de este autor.

Una de las tribunas más importantes de la sátira social de Estados Unidos en el siglo XX ha sido la revista The New Yorker, mientras que la más difundida en el ámbito internacional es Mad Magazine. Ranan Lurie, quizá el más famoso caricaturista de las últimas décadas del siglo XX, colabora, entre otros, con el semanario Time, a través de Cartoonews International Syndicate, con base en Nueva York.

Quetzalcóatl no era del PRI
El caricaturista Eduardo del Río, más conocido como Rius, es el autor de la famosa historieta Quetzalcóatl no era del PRI, título que hace referencia al legendario soberano de México y al partido político que gobierna el país desde 1929. En esta viñeta, ante la pregunta de dónde están los poetas, pintores, escultores, agricultores, actores, generales y sacerdotes de la antigua ciudad de Teotihuacán, Quetzalcóatl responde que quién sabe.

En México, se considera que la primera caricatura política, ‘Tiranía’, se publicó en 1826, en el periódico El Iris. En 1847 apareció en Mérida, Yucatán, el periódico Don Bullebulle en donde Gabriel Vicente Gahona, alias Picheta, publicó una serie de dibujos de tono crítico y satírico, posiblemente influido por su estancia en Europa, en donde conoció a los principales caricaturistas franceses. En 1861 se fundó La Orquesta, la primera publicación consagrada a la caricatura política. Le siguieron muchas otras; entre las más notables, El Ahuizote (1867), El Hijo del Ahuizote (1874) y Multicolor. Desde las páginas de estas publicaciones, en las que se ejercía una crítica feroz al poder, grandes dibujantes, como el joven Constantino Escalante, hacían gala de su talento y de su valor civil, ya que se exponían constantemente a la persecución de los gobernantes. Por ello, y por su enorme capacidad creativa, a Escalante se le ha llegado a llamar el Daumier mexicano. Otro gran artista de este género fue José Guadalupe Posada, que a través de sus grabados populares daba cuenta de los sucesos políticos y sociales de la época. Su obra tenía el poder y la fuerza natural del más genuino arte popular, a lo que se sumó el innato atractivo que ejerce la muerte sobre los mexicanos. Su mayor creación fueron las ‘calaveras’, unos esqueletos multifacéticos de los que se servía, al igual que Goya con sus Caprichos, para dar rienda suelta a sus conceptos críticos. Influyó notablemente en quienes llegarían a ser los grandes muralistas mexicanos, José Clemente Orozco y Diego Rivera. Otros caricaturistas sobresalientes han sido Miguel Covarrubias, Antonio Arias Bernal, Abel Quesada y Eduardo del Río (Rius).
En América del Sur sobresalen el brasileño Millor Fernándes (1923), el argentino Oski, el uruguayo Hermenegildo Sábat (1933) y el argentino-español Joaquín Salvador Lavado (Quino), famoso por los personajes de sus tiras cómicas y por sus cartones en los que cuestiona los valores establecidos y la hegemonía del poder político y económico.


Campana





Campana, instrumento musical de percusión en forma de copa invertida, por lo general metálica y a veces de madera, cerámica u otros materiales, que suena cuando se golpea con un badajo o con un martillo. El badajo debe ser accionado (tañido) desde dentro de la campana. También puede golpearse por el extremo inferior externo con un martillo separado que se maneja, de forma manual o mecánica (el mismo sistema que el timbre de una puerta). Se clasifican dentro de los idiófonos (instrumentos en los que el sonido se produce por la vibración del material del que están hechos). En las campanas la vibración comienza en la zona cercana al borde inferior.
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HISTORIA
Las campanas ya eran conocidas en China antes del año 2000 a.C., y en Egipto, la India, Grecia, Roma así como en otras culturas antiguas. Desde los primeros tiempos se emplearon para la comunicación, como objetos rituales y como amuletos mágicos protectores (colgados en las puertas de entrada o sujetos al cuello de los animales). Su uso en las iglesias se extendió en Europa durante los siglos VI al XI. Había llegado a Europa a través de Bizancio y las primeras noticias sobre ellas proceden de la provincia italiana de Campania, de ahí su nombre. La primera aparición en los templos cristianos de la Europa occidental data del siglo IX.
Las campanas metálicas más antiguas eran, al parecer, percutidas por dentro con una pieza plana también metálica. Cuando se descubrió el proceso de fundición de los metales, muchas campanas se fabricaron en bronce. La fundición cayó en desuso en la antigüedad tardía y comenzaron a utilizarse campanas del tipo cencerro que se hacían con finas planchas de metal forjadas en rectángulos y sujetas con remaches. Hacia el año 800 de nuestra era la fundición revivió y se hizo posible la fabricación de grandes campanas afinadas.
La pequeña campana semiesférica de fundición conocida en la antigüedad se desarrolló separadamente en Oriente y Occidente. En Oriente, la forma de copa se alargó conformando la campana de colmena (con lados convexos) o la de lados rectos, con paredes de grosor uniforme. En Occidente, hacia el año 800, se tocaban juegos de pequeñas campanas semiesféricas golpeadas con un mazo. También se colocaron campanas golpeadas con martillos en las torres del reloj. Para prevenir la frecuente fractura del borde los campaneros lo reforzaron con un grueso anillo. La forma característica estaba fijada en torno al 1400: hombros cuadrados con lados rectos, suavemente cóncavos, que se abren y engrosan cerca del borde. Esta sólida forma también mejoró la afinación. Los campaneros del siglo XVI en los Países Bajos fabricaron campanas que podían tocarse conjuntamente (véase carillón).
En el África sub-sahariana se desarrolló una campanilla que forma parte de muchas de las tradiciones musicales locales. Como no suelen tener badajo, se percuten con un mazo. El sonido penetrante de las campanillas metálicas pueden también escucharse, por influencia africana, en la música iberoamericana.
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LA FUNDICIÓN DE LAS CAMPANAS
Las buenas campanas fundidas están hechas de una aleación de bronce que suele constar de cuatro partes de cobre y una de estaño. Otros componentes tienden a producir un sonido de inferior calidad. El tono de la campana depende también de sus proporciones de altura, anchura, grosor y forma. Es una complicada mezcla de armónicos, cada uno producido por la vibración de diferentes partes del instrumento. Si la afinación de esas partes es inexacta se producen disonancias cuando la campana se toca en conjunto.
Para fundir una campana se construye un núcleo de barro según el tamaño y forma de su interior. Se levanta por encima una armazón de barro y otros materiales. La superficie interior de ésta se corresponde con el exterior de la campana proyectada. Entonces se vierte el metal fundido en el espacio entre el núcleo y la armazón. Cuando se ha enfriado se abre el molde y el exterior se alisa y pule. La superficie interior se lima para conseguir el grosor necesario para la correcta producción de los armónicos. La campana más grande del mundo, la Zar Kolokoi, se fundió en 1753, tiene 5,8 m de alto y 61 cm de grosor y pesa 181 t aproximadamente.
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OTROS INSTRUMENTOS DENOMINADOS CAMPANAS
Las campanas tubulares utilizadas en las orquestas son simplemente juegos de tubos metálicos afinados que se golpean con una baqueta. Las campanas electrónicas son pequeñas varillas de aleación de campana percutidas con martillos. Su sonido se amplifica con medios electrónicos.



Goma





Goma, sustancia gelatinosa exudada por ciertas plantas. Las gomas están compuestas por ácidos orgánicos complejos, llamados ácidos de la goma, o por sus sales. Cuando se hidrolizan, estos ácidos, como la arabina o ácido arábico, dan azúcares (arabinosa, galactosa, xilosa) y ácidos simples. Las gomas tienen consistencia similar a la cola cuando se mojan, pero son duras si están secas. Son incoloras e inodoras y no se disuelven en disolventes orgánicos, aunque son muy solubles en agua. Sirven de base para elaborar mucílagos, se usan en el apresto de tejidos, el estampado de géneros de algodón y como emulgentes y calmantes en medicamentos.
La goma arábiga, un exudado de distintas especies de acacia, es un ejemplo característico de las gomas que contienen arabina. La de mejor calidad se obtiene de las especies Acacia senegal y Acacia arabica, que crecen en el oeste y el norte de África. La goma forma en agua una solución espesa y límpida; si a esta solución se añade alcohol etílico ligeramente acidificado con ácido clorhídrico, se obtiene arabina. De parecidas características es la goma ceresina, exudada por la corteza de varias especies de Prunus, como el cerezo y el ciruelo.
El tragacanto, que se obtiene de varias especies de Astragalus nativas de Turquía e Irán, en particular Astragalus gummifer, es representativo de las gomas que contienen basorina. La gelatina, semejante al tragacanto, absorbe hasta 50 veces su peso en agua y forma un mucílago viscoso. El tragacanto es un tipo de sangre de dragón.
Muchas gomorresinas y otros exudados vegetales reciben a menudo el nombre de gomas. Las gomorresinas son sustancias que contienen goma y resina, por lo cual son sólo solubles en mezclas de agua y alcohol. Las principales gomorresinas son las llamadas gomas de amoníaco, asafétida, benzoína, gálbano, gutagamba, mirra y sandáraca. El látex, del cual proceden el chicle, el caucho y la gutapercha, es una mezcla de gomorresinas, ceras y grasas. Véase también Resinas.



Disolvente





Disolvente, sustancia líquida que disuelve o disocia a otra sustancia en una forma más elemental, y que normalmente está presente en mayor cantidad que esa otra sustancia. El agua, por ejemplo, es un disolvente de la sal común. Una cantidad de sal común (cloruro de sodio) mezclada con agua se disocia en sus componentes, iones sodio y cloro, que acaban por dispersarse en el agua. En este caso, el agua es el disolvente, la sal es el soluto y la mezcla es la disolución. Sin embargo, el soluto no es sólo un componente pasivo o inerte de la disolución. Tanto el disolvente como el soluto se pueden considerar activos. Un disolvente puede poseer una composición compleja, por ejemplo, el alcohol utilizado para fabricar las llamadas tinturas contiene siempre un 5% o más de agua. Los disolventes tienen un valor comercial particular. Son un componente importante de las pinturas, lacas y productos farmacéuticos, y se utilizan para producir materiales sintéticos.
Seleccionando el disolvente adecuado, se puede separar un ingrediente o grupo de ingredientes de un sustancia compleja. Este proceso se llama extracción con disolventes. Por ejemplo, un disolvente puede extraer una fragancia o sabor de una planta o sustancia animal. Una vez disuelta, se puede concentrar la fragancia o sabor evaporando el disolvente. En un proceso de extracción con disolventes bien diseñado, el disolvente se recupera y se vuelve a utilizar una y otra vez.
Los sistemas de extracción por medio de disolventes deben ser diseñados y manejados con mucho cuidado. Por ejemplo, el sabor de una fruta no se debe a una sustancia individual, sino a una combinación compleja de sustancias. La esencia de fresas tiene más de 80 componentes, y el sabor de naranja más de 90. Si las proporciones de esos componentes cambian debido al proceso de extracción con disolventes, el aroma o el sabor pueden ser alterados indebidamente.



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