El invento del Boliviano





Boliviano, unidad monetaria de Bolivia. El boliviano se divide en 100 centavos y tiene una paridad equivalente a un millón de antiguos pesos bolivianos. En mayo de 2007, un dólar estadounidense equivalía a 7,995 bolivianos.
El boliviano fue creado como nueva unidad del sistema monetario del Estado a raíz de la ley número 901, de 28 de noviembre de 1986. Su puesta en circulación ocurrió el 10 de enero de 1987, en sustitución de la antigua moneda, el peso boliviano, que dejó de tener curso legal a partir del 10 de enero de 1988.
El Banco Central de Bolivia, fundado en 1928, es el organismo económico responsable de la emisión de moneda. En la actualidad circulan monedas de 2, 5, 10, 20 y 50 centavos, así como de 1 y 2 bolivianos. Por lo que respecta a los billetes, se emiten de 2, 5, 10, 20, 50, 100 y 200 bolivianos.

El invento del Bolívar moneda, Venezolana





Bolívar (moneda, Venezuela), unidad monetaria de Venezuela desde 1823. El bolívar se divide en 100 céntimos. En mayo de 2007, 2.147,3 bolívares equivalían a un dólar estadounidense. En enero de 2008 comenzó su sustitución progresiva por una nueva moneda llamada ‘bolívar fuerte’, creada para luchar contra la elevada inflación que ha asolado al país en los últimos años. El tipo de cambio oficial es de 2,15 bolívares fuertes para un dólar.
El Banco Central de Venezuela es el organismo económico responsable de la emisión de moneda. Circulan monedas de oro de 10, 20 y 100 bolívares (muy escasas), monedas de plata de 0,25, 0,50, 1, 2 y 5 bolívares, y monedas de cobre-níquel de 5 y 12,5 céntimos de bolívar. Por lo que se refiere a papel moneda, existen billetes de 10, 20, 50, 100, 500, 1.000, 2.000 y 5.000 bolívares. En cuanto al bolívar fuerte, circulan monedas de 1, 5, 10, 12,5, 25, 50 céntimos y una unidad. Por su parte, se emiten billetes de 2, 5, 10, 20, 50 y 100 unidades de la nueva moneda.

El invento de la Balboa moneda de Panamá





Balboa (moneda, Panamá), unidad monetaria de Panamá. El balboa se divide en 100 centésimos y equivale a un dólar estadounidense.
En Panamá, los billetes y monedas de dólar estadounidense se utilizan como moneda de curso legal y no se practica control cambiario. En virtud del poder liberatorio total del dólar en territorio panameño, reconocido por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Nacional de Panamá no emite balboas en papel moneda. Sí se acuñan, en cambio, monedas de plata de uno, medio, cuarto y un décimo de balboa, monedas de cobre de un centésimo y de cobre-níquel de cinco centésimos.


El invento de la Acuñación de moneda





Acuñación de moneda, en su sentido primigenio, acción de prensar metal para fabricar monedas (del latín moneta, apodo de la diosa Juno, cuyo templo en Roma se utilizaba para acuñar monedas). La Casa de la Moneda es el lugar donde se diseñan, graban y fabrican las monedas, que son medios de pago de curso legal, es decir, dinero. Antes de la aparición de las monedas, el comercio se llevaba a cabo mediante el intercambio de bienes (trueque) o utilizando lingotes de oro y plata. Este sistema resultaba poco práctico porque era necesario pesar y evaluar la calidad del metal, en cada intercambio se establecía el valor de los lingotes, por lo que se dificultaba el crecimiento del comercio y la industria. La invención del sistema de acuñación de monedas, cuyo valor era siempre el mismo, resolvió los inconvenientes anteriores.
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HISTORIA DE LA ACUÑACIÓN
Se cree que las primeras monedas acuñadas con carácter oficial aparecieron durante el siglo VI a.C. en la zona de Lidia (en Asia Menor) y en China. A partir de entonces empezaron a surgir monedas en Grecia y en otras ciudades-estado. Sin embargo, con el Imperio romano se empezó a acuñar una única moneda, homogeneizando los tamaños, pesos y valores de todas las monedas existentes, y prohibiendo la acuñación de monedas por parte de individuos particulares, pues era monopolio del Estado. China conservó su sistema de acuñación homogénea centralizada durante su época imperial, pero con la desintegración del imperio empezaron a surgir distintas monedas en los diferentes principados.
Con la caída del Imperio romano desapareció el sistema de acuñación centralizado en Europa. Durante la edad media se acuñaban distintas monedas en los cientos de pequeños feudos, de forma que los distintos señores feudales, reyes y nobles, emitían cada uno una moneda distinta sin tener en cuenta ni el interés general ni lo que acuñaban los demás. La aparición del papel moneda en la China de la dinastía Tang en el siglo IX marcó un hito en la historia monetaria. Al principio, el papel moneda lo emitían bancos privados hasta que, en el siglo XI, bajo la dinastía Song, se convirtió en un monopolio estatal. En Europa se introdujo muy tardíamente, en el siglo XVIII, y lo emitía cada banco, respaldando sus emisiones con sus reservas de oro y plata. No fue hasta mediado el siglo XIX, con la aparición de los bancos centrales, cuando el papel moneda empezó a emitirse con el respaldo del gobierno de cada país.
La aparición de los Estados centralizados modernos posibilitó la homogeneización de la acuñación de monedas en grandes áreas. Sin embargo, existían numerosas excepciones. Por ejemplo, durante el siglo XVI España y Portugal crearon casas de la moneda independientes en Sudamérica y América Central para acuñar el oro y la plata que importaban de sus colonias del Nuevo Mundo. En Japón, durante la época Tokugawa, cada daimio podía emitir sus propias unidades monetarias. Sólo se ha conseguido uniformar la acuñación de monedas en la actualidad.
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ACUÑACIÓN ACTUAL
El uso del papel limitó las monedas a valores pequeños. Éstas, sin embargo, seguían siendo de metales preciosos. A comienzos del siglo XX se empezó a extender el uso de aleaciones de valor propio inferior al facial. La mayoría de los países disponen ahora de una Casa de la Moneda única, aunque la creación de dinero puede depender de varias instituciones. Por ejemplo, aunque la creación de dinero en España depende únicamente del Banco Central Europeo, las monedas las acuña el Tesoro, en la Casa Real de la Moneda, y los billetes los emite el Banco de España directamente. Otros países no tienen Casa de la Moneda propia, pero contratan el servicio en exclusiva con otra de otro país. Esto puede deberse a razones técnicas (que no se tenga la tecnología suficiente) o por razones políticas, cuando la demanda de dinero nacional no justifica una oferta independiente que resultaría enormemente cara.
La Casa de la Moneda suele encargarse de retirar de la circulación el dinero antiguo y de poner en circulación nuevas monedas y billetes, destruyendo los antiguos y refundiendo las monedas viejas. Muchas también realizan otro tipo de actividades, como es la refundición de metales preciosos, el diseño de grabados de alta calidad o la creación de medallas y monedas de colección.

El invento de la Moneda fuerte





Moneda fuerte, unidad monetaria intercambiada en el mercado de divisas que se enfrenta a una demanda elevada, por lo que es improbable que su cotización baje repentinamente. Por el contrario, una moneda débil es aquella cuya cotización está sujeta a fuertes oscilaciones, debido principalmente a incertidumbres políticas del país o a un empeoramiento de su situación exterior reflejada por un déficit de su balanza de pagos; también puede deberse a un persistente déficit presupuestario que el Gobierno decide financiar emitiendo más dinero, lo que perjudica su tipo de cambio (al perder la moneda valor). Los países prefieren tener reservas de monedas fuertes. El marco alemán era una de las más débiles durante la Gran Depresión que tuvo lugar durante la década de 1930; posteriormente, y hasta su sustitución por el euro en 2002, se convirtió en una de las monedas más fuertes del mundo, sirviendo de anclaje al mecanismo de tipos de cambio del Sistema Monetario Europeo (SME). Una unidad monetaria no convertible, como, por ejemplo, el rublo de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), nunca puede ser, por definición, una moneda fuerte. De esta forma, cuando los turistas visitaban la URSS tenían que comprar en las llamadas tiendas de divisas, que sólo aceptaban monedas fuertes como el dólar o el marco alemán. Actualmente se consideran monedas fuertes el dólar, el euro y el yen.

El invento del Dinero





Dinero, cualquier medio de cambio generalmente aceptado para el pago de bienes y servicios y la amortización de deudas. El dinero también sirve como medida del valor para tasar el precio económico relativo de los distintos bienes y servicios. El número de unidades monetarias requeridas para comprar un bien se denomina precio del bien. Sin embargo, la unidad monetaria utilizada como medida del valor no tiene por qué ser utilizada como medio de cambio. Durante el periodo en que América del Norte era una colonia, por ejemplo, la moneda española era un importante medio de cambio mientras que la libra esterlina británica era el patrón de medida del valor.
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DINERO Y ECONOMÍA
Las funciones del dinero como medio de cambio y medida del valor facilitan el intercambio de bienes y servicios y la especialización de la producción. Sin la utilización del dinero el comercio se reduciría al trueque o intercambio directo de un bien por otro; éste era el método utilizado por la gente primitiva y, de hecho, el trueque se sigue empleando en algunos lugares. En una economía de trueque, una persona que tiene algo con lo que comerciar ha de encontrar a otra persona que quiera eso mismo y que tenga algo aceptable para ofrecerle a cambio. En una economía monetaria, el propietario de un bien puede venderlo a cambio de dinero, que se acepta como pago, y así evita gastar el tiempo y el esfuerzo que requeriría encontrar a alguien que le ofreciese un intercambio aceptable. Por lo tanto, el dinero se considera como la pieza clave de la vida económica moderna.
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CLASES DE DINERO
Primeros tipos de moneda
Antes de que el papel y las monedas se convirtieran en las formas más usadas de dinero se utilizaron una gran variedad de objetos como medio para cambiar bienes. Los primeros tipos de moneda (algunos de los cuales aparecen en la imagen) fueron el arroz (China), dientes de perros (Papúa-Nueva Guinea), pequeños utensilios (China), guijarros de cuarzo (Ghana), fichas de juegos (Hong Kong), conchas de cauri (India), discos metálicos (Tíbet) y discos de piedra caliza (isla de Yap).

Las clases más importantes de dinero son el dinero material, el dinero crediticio y el dinero fiduciario. El valor de un bien considerado como dinero material es el valor del material que contiene. Los principales materiales utilizados en esta clase de dinero han sido el oro, la plata y el cobre. En la antigüedad varios artículos hechos con estos metales, así como con hierro y bronce, eran utilizados como dinero, mientras que entre los pueblos primitivos se utilizaban como medio de cambio bienes tales como las conchas, las perlas, los colmillos de los elefantes, las pieles, los esclavos y el ganado. El dinero crediticio consiste en un papel avalado por el emisor, ya sea un gobierno o un banco, para pagar el valor equivalente en metal. El papel moneda no convertible en ningún otro tipo de dinero y cuyo valor está fijado meramente por decreto gubernamental es lo que se conoce como dinero fiduciario. La mayoría de las monedas en circulación son también un tipo de dinero fiduciario, porque el valor del material con el que están hechas suele ser inferior a su valor como dinero.

Billetes del mundo
A pesar de su primordial función utilitaria, a menudo se diseñan monedas y billetes para conmemorar acontecimientos o personas ilustres, o para expresar un sentimiento. Los billetes y las monedas son símbolos culturales e históricos que reflejan importantes elementos de comunidades de todo el mundo a lo largo de la historia. En esta foto se puede ver una colección de billetes europeos, en su gran mayoría desaparecidos tras la llegada del euro.


Tanto el crediticio como el fiduciario son formas de dinero que generalmente se han aceptado tras un decreto gubernamental según el cual todos los prestamistas tienen que aceptar el dinero como pago de lo que se les debe; el dinero se denomina entonces medio de curso legal. Si la oferta de papel moneda no es excesiva en relación con las necesidades del comercio y tanto la industria como la gente confían en la estabilidad de la situación, es probable que la moneda se acepte generalizadamente y mantenga relativamente estable su valor. Sin embargo, si esa moneda se emite en exceso para financiar las necesidades del gobierno, se destruirá la confianza en la moneda y ésta perderá rápidamente su valor. Esta depreciación de la moneda suele venir seguida de una devaluación formal o reducción del valor oficial de la moneda mediante un decreto gubernamental.
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PATRONES MONETARIOS
El dinero básico de un país, al cual pueden convertirse otras formas de dinero y que determina el valor de otros bienes, se denomina patrón monetario. El patrón monetario de una nación hace referencia al tipo de dinero que se utiliza en el sistema monetario. Los patrones modernos han sido o un bien, principalmente oro o plata, o patrones fiduciarios, consistentes en papel moneda no convertible. Las principales clases de patrones oro han sido la moneda de oro, los lingotes de oro con una determinada cantidad de oro y el patrón de cambio oro bajo el cual una moneda puede convertirse en la moneda de otro país en base al patrón oro. Los lingotes de oro fueron utilizados en Gran Bretaña desde 1925 hasta 1931, aunque una serie de países latinoamericanos han utilizado el patrón dólar. El patrón plata ha sido utilizado en nuestro tiempo principalmente en Oriente. También existe el patrón bimetálico; el sistema de bimetal se ha utilizado en varios países en los que las monedas podían ser tanto de oro como de plata. Estos sistemas raramente funcionaban, fundamentalmente debido a la ley de Gresham, que demuestra que la moneda barata tiende a desplazar y expulsar de la circulación a la moneda cara.
En la actualidad la mayor parte de los sistemas monetarios del mundo son fiduciarios, en los cuales no se permite la libre convertibilidad de la moneda en metales y el dinero tiene valor gracias a un decreto gubernamental y no por su contenido en oro o plata. Los sistemas modernos también se describen como sistemas de dinero gerencial, porque el valor de las unidades monetarias depende, en gran medida, de la gestión gubernamental y de las políticas económicas. Existe un problema recurrente en torno a la cuestión de si el valor de la moneda no convertible puede mantenerse a un nivel suficientemente estable durante largos periodos de tiempo.
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IMPORTANCIA ECONÓMICA
El crédito, o la utilización de una promesa de pago futuro, es un complemento valiosísimo del dinero en la actualidad. La mayor parte de las transacciones económicas se hacen mediante instrumentos crediticios más que con monedas. Los depósitos bancarios se introducen generalmente en la estructura monetaria de un país; el término ‘oferta monetaria’ refleja el dinero en circulación más los depósitos bancarios.
El valor real del dinero queda determinado por su poder adquisitivo, que a su vez depende del nivel general de precios. Según la teoría cuantitativa del dinero, los precios se determinan, en gran parte o en su totalidad, por el volumen de dinero en circulación. Sin embargo, la evidencia empírica demuestra que a la hora de determinar el nivel general de precios es igualmente importante la velocidad de circulación del dinero y el volumen de producción de bienes y servicios. El volumen y la velocidad de circulación de los depósitos bancarios también son relevantes.
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HISTORIA DEL DINERO
Ya en el año 1100 a.C. circulaban en China miniaturas de cuchillos de bronce, hachas y otras herramientas utilizadas para reemplazar a las herramientas verdaderas que servían de medio de cambio. Las monedas hechas con una aleación de oro y plata aparecieron por primera vez en el siglo VI a.C. en el distrito de Lidia, en Asia Menor, que era en aquella época un importante país industrial y comercial. Este dinero era genuinamente dinero material, cuyo valor venía determinado por su contenido en metales preciosos. Las monedas proliferaron rápidamente en todos los países desarrollados del mundo. Tanto los monarcas como los aristócratas, las ciudades y las instituciones empezaron a acuñar dinero con su sello identificativo para certificar la autenticidad del valor metálico de la moneda.
Algunas de las primeras monedas tenían una composición muy estable, como es el caso del dracma emitido en Atenas en el siglo VI a.C. y cuya composición era bastante estable, con un contenido en torno a los 65-67 granos de plata fina, o como la redonda qian moneda china de cobre aparecida en el siglo IV y que se mantuvo como moneda oficial durante dos mil años. Sin embargo, las monedas siempre se limaban o recortaban para sacar el metal precioso que contenían, por lo que las autoridades que las emitían estaban tentadas a rebajar la acuñación asegurándose beneficios a corto plazo al reducir el contenido de metales preciosos. Las monedas de baja calidad de bronce o cobre eran, de hecho, dinero fiduciario, cuyo valor dependía principalmente del número de monedas de oro o cobre por las que se podían intercambiar. Las monedas de oro y plata solían circular fuera del país que las emitía dado su valor intrínseco; así, el peso de plata español, cuyo material provenía de las minas del Perú y de México, se convirtió en una moneda de uso corriente en China a partir del siglo XVI.
Una vez creadas, las monedas originaron un sistema monetario cuyas características han permanecido, en esencia, constantes durante milenios; uno de los cambios que ha perdurado fue la introducción, en las monedas europeas del siglo XVII, de las ranuras en los bordes con el fin de evitar que se limasen. El papel moneda fue introducido por primera vez en China, en torno al siglo IX, como dinero en efectivo intercambiable por certificados emitidos para el gobierno de la dinastía Tang por los bancos privados. Respaldado por la potente autoridad del Estado chino, este dinero conservaba su valor en todo el imperio, evitando así la necesidad de transportar la pesada plata. Convertido en monopolio del Estado bajo la dinastía Song, el papel moneda ha pervivido durante toda la historia china a pesar de las perturbaciones causadas por los cambios políticos y de que la emisión del papel moneda no estaba respaldada ni por plata ni por otras reservas. El problema de la depreciación hizo que, a partir de entonces, se mantuviera la plata como patrón de cambio chino para las transacciones importantes. El papel moneda apareció por primera vez en Occidente en el siglo XVI, cuando se empezaron a emitir pagarés por parte de los bancos para respaldar los depósitos monetarios de sus clientes. Estos medios de cambio proliferaron y las autoridades coloniales francesas de Canadá utilizaban cartas de juego firmadas por el gobernador como promesa de pago desde 1685, ya que el envío de dinero desde Francia era muy lento.
El papel moneda se fue haciendo popular a lo largo del siglo XVIII, pero seguía siendo dinero crediticio que se emitía para respaldar los depósitos de oro o plata. El dinero fiduciario, cuando surgió, era normalmente una medida de urgencia para tiempos de guerra, como los papiros (greenback) americanos. Los bancos privados fueron sustituidos paulatinamente por bancos centrales como autoridades emisoras de papel moneda. A finales del siglo XIX la caída del valor del oro acarreó la creación de un patrón oro internacional en el que todas las monedas podían intercambiarse por oro, y el valor del dinero (más que los precios) estaba fijado por la paridad de la moneda con el oro. Casi todos los gobiernos suspendieron la convertibilidad de sus monedas durante la I Guerra Mundial, perdiéndose todo el interés por volver a introducir el patrón oro internacional tras la Gran Depresión. Gran Bretaña abandonó el patrón oro en 1931, y la transformación de las monedas mundiales a dinero fiduciario con valores fijados totalmente por la demanda del mercado culminó con el abandono de la vinculación del dólar estadounidense en 1971.
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DINERO REAL Y FIDUCIARIO
El dinero real se corresponde con la cantidad de metal precioso que incorpora a la moneda. El dinero fiduciario tiene un valor muy superior a su valor metálico o intrínseco; en este sentido es análogo al papel moneda. Las monedas suelen ser aleaciones de metales preciosos y metales básicos. Durante el siglo XIX casi todos los países acuñaban tanto dinero real como dinero fiduciario pero con el abandono generalizado del patrón oro entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial las monedas con valor real han desaparecido de la circulación en casi todo el mundo.
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ACUÑACIÓN E IMPRESIÓN
La moderna acuñación implica varios procesos diferenciados. Primero se funde el metal que se va a utilizar para hacer lingotes, que después se convierten en láminas de un determinado espesor y calidad. Estas láminas pasan a través de unas máquinas que con golpes y cortes sacan pequeños discos circulares de metal, denominados plaquetas. Se verifica que las plaquetas tengan el peso adecuado, y si son demasiado pesadas se les rebajan los bordes, si son demasiado ligeras se vuelven a fundir en lingotes. Los bordes de las plaquetas válidas se ruedan de forma que sobresalgan por encima de la superficie y protejan las monedas del desgaste. Después se limpian las plaquetas y, en la última etapa del proceso, se imprime mediante un troquel el dibujo que irá en la moneda terminada. Muchas monedas tienen también los bordes rayados para evitar que se limen o rellenen, en el caso de las monedas oficiales, y para facilitar su uso. A la hora de diseñar las formas y tamaños de las moneda se suele considerar cómo facilitar su identificación a las personas con deficiencias de visión.
Los billetes bancarios, que a menudo suelen ser imprimidos por empresas privadas por subcontratas, están fabricados con un papel especial de alta calidad, con marcas de agua, tiras metálicas y otros mecanismos que evitan la falsificación. Se utilizan también técnicas de impresión muy sofisticadas para evitar la falsificación y los diseños de los billetes bancarios suelen incluir elementos que intentan ser especialmente difíciles de copiar y las dos caras se imprimen por separado para después añadir los números de serie y tachar con estrellas la numeración de aquellos billetes dañados durante el proceso de producción.


El invento de las Unidades monetarias





Monedas del mundo
A pesar de su primordial función utilitaria, a menudo se diseñaban monedas para conmemorar acontecimientos o personas ilustres, o para expresar un sentimiento. Las monedas son símbolos culturales e históricos que reflejan importantes elementos de comunidades de todo el mundo a lo largo de la historia, constituyéndose en atractivas y preciadas obras de arte.

Unidades monetarias, término utilizado en Economía para referirse a todos los medios legales de pago en circulación existentes en un país. En este sentido, el término se refiere tanto a las monedas como al dinero en billetes. A veces también se incluyen los instrumentos de crédito. Normalmente, las monedas son la unidad monetaria metálica, y los billetes e instrumentos de crédito se denominan papel moneda. Dentro de este último tipo podemos distinguir entre la deuda del Estado, los billetes bancarios y los cheques contra depósitos bancarios. La utilización del término unidad monetaria es reciente, pues surgió a partir de la I Guerra Mundial. En el pasado se utilizaba el término en sentido estricto. En aquellos países en los que el gobierno no emitía dinero, el término papel moneda se aplicaba únicamente a los billetes de banco. Por el contrario, en otros países, el término unidad monetaria se aplica en exclusiva para designar el dinero emitido por el gobierno. La ampliación de su primera acepción a la segunda se debió, en parte, al enorme crecimiento de los instrumentos de crédito que siguió a la I Guerra Mundial.
La cantidad de dinero que necesitan los negocios de un país está determinada, principalmente, por la cantidad de bienes y servicios en circulación. Normalmente, cuanto mayor es el volumen de bienes y servicios, mayor cantidad de unidades monetarias se requiere. Durante los periodos de expansión de la producción, la cantidad de unidades monetarias en circulación tiende a aumentar, mientras que durante las recesiones disminuye.
Para facilitar el comercio internacional se utilizan determinadas unidades monetarias. Por ejemplo, todo el comercio de petróleo se realiza en dólares estadounidenses; en el seno de la Unión Europea (UE) se emplea el euro, moneda resultado de la fusión de distintas divisas nacionales de sus países miembros.

El invento de la Moneda española





Moneda española, medida común para fijar el precio de los bienes y facilitar el intercambio de los mismos, cuyo desarrollo histórico en los territorios que han terminado por configurar España ha dado origen a una serie de distintas unidades monetarias. Aunque la acuñación de moneda en la península Ibérica se remonta al siglo III a.C., el presente artículo analizará exclusivamente las diferentes unidades monetarias a partir de la edad media.
La universal utilización y demanda de monedas de oro y plata se debe a que satisfacían perfectamente las necesidades de un sistema monetario práctico mejor que cualquier otro artículo. Estos metales preciosos, limitados y con altos costes de extracción, siempre tuvieron una elevada equivalencia en mercancías. El alto valor de cambio del oro y la plata significaba que el volumen físico de una cantidad de valor muy elevada sería mínimo, lo que contribuiría a facilitar el transporte y almacenaje, y aumentaría su utilización en el comercio internacional o entre regiones muy distantes. Para su mejor conservación comenzaron a hacerse aleaciones con otros metales; así, la ley de una moneda es la proporción de metal precioso que contiene en relación con su peso total. Junto a las monedas de oro o plata se desarrollaron las de metal vil, como el cobre, cuya aleación con plata recibirá el nombre de vellón. Naturalmente, el vellón era una moneda cuya validez se limitaba, en principio, al territorio en que era acuñado. Entre diversos países se utilizaba exclusivamente la moneda de oro o plata, lo mismo que ocurría, dentro de un mismo reino o territorio, cuando se trataba de cantidades importantes. Las monedas de vellón dominaban en cambio las transacciones menudas, que eran las habituales entre la población.
La existencia de dos tipos básicos de moneda: la de metal precioso y el vellón, compuesto fundamentalmente de un metal vil, como era el cobre, hacía que, mientras las monedas de oro o plata, con independencia de su valor de cambio, se aceptaban por su valor intrínseco, las de vellón se cambiaban con las otras en la medida en que la cantidad circulante no fuera excesiva y la ley de las monedas de vellón se mantuviera estable. Si no ocurría así y se acuñaba mucho más vellón o se reducía su cantidad de plata, o su peso, tales monedas se depreciaban en relación con las otras, y aparecía el llamado ‘premio’ o cantidad adicional que el poseedor de moneda de oro o plata exigía por cambiarla por las de vellón. Desde la baja edad media, con los comienzos del capitalismo, comenzaron a utilizarse medios de pago no monetarios, como las letras de cambio, que en las grandes transacciones mercantiles evitaban el transporte continuo de oro o plata y los riesgos inherentes al mismo.
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MONEDA MEDIEVAL

Monedas califales
El califato de Córdoba supuso el periodo de mayor apogeo de al-Andalus y, a lo largo de un siglo de existencia, desde el 929 hasta el 1031, marcó el cenit de la influencia del islam andalusí dentro y fuera de la península Ibérica. La fotografía que aquí aparece muestra unas monedas acuñadas durante el gobierno del califa Hisam II (a finales del siglo X), que, en la actualidad, se encuentran en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid (España).

Durante la alta edad media, y debido a su economía primordialmente autárquica, apenas hubo circulación monetaria. La evolución hacia una economía de carácter comercial permitió el desarrollo de los intercambios, lo que exigió una mayor acuñación de metales preciosos.
Durante los siglos VIII y IX, la circulación monetaria fue escasa. Los reyes de Asturias y los de León no hicieron acuñaciones propias y en los condados catalanes se adoptó el sistema monetario Carolingio basado en la plata. A partir del siglo XI, el desarrollo económico que se produjo en los reinos cristianos peninsulares, al igual que ocurrió en toda Europa, permitió un incremento de las actividades comerciales y la utilización de la moneda como medio de pago comenzó a ser frecuente. Además, la sustitución del califato de Córdoba en 1031 por los reinos de taifas facilitó a los reinos cristianos un sistema de explotación financiera basado en las parias, tributos que pagaban los musulmanes en moneda de oro (dinares o metcales) y de plata (dirhemes). A partir de ese momento, todos los príncipes hispanocristianos comenzaron a acuñar moneda propia.
En los reinos de Castilla y León, el sistema monetario utilizado se inspiró en el de al-Andalus. El monarca castellano-leonés Alfonso VI fue probablemente el primer rey que acuñó moneda propia. Este monarca fundó una ceca o casa de la moneda en Toledo y otra en León, donde se acuñaba moneda regis o denarios regis, moneda de vellón acuñada con la plata procedente de las parias musulmanas mezclada con una cierta cantidad de cobre. Sin embargo, lo normal era imitar la moneda musulmana, de forma que durante este reinado circularon también los dirhemes de plata. Aunque la acuñación de moneda era un derecho regio, algunos grandes señores, como el obispo de Santiago de Compostela, Diego Gelmírez, obtuvieron por privilegio del Rey, en 1107, el derecho de acuñación.
A partir de la cuarta década del siglo XII, el papel del oro almorávide fue decisivo. El sistema monetario musulmán, basado en el oro, fue el que se adoptó en Castilla y León, donde el dinar almorávide pasó a ser la base del sistema monetario cristiano. Fue Alfonso VIII quien, a partir de 1172, acuñó la primera moneda de oro autóctona castellana, el maravedí de oro, que imitaba los dinares almorávides. También durante el siglo XII continuó la acuñación de dineros de vellón, lo cual facilitó la utilización de la moneda por un mayor número de individuos.
Durante el siglo XIII, el maravedí de oro dejó de acuñarse y fue Fernando III el Santo (en cuya persona tuvo lugar la definitiva creación de la Corona de Castilla) quien emitió una nueva moneda de oro, la dobla o castellano, basado en el dinar acuñado por los almohades. A partir de este momento, el maravedí de oro se convirtió en moneda de cuenta o imaginaria, y la dobla fue la pieza básica del sistema castellano. Esta moneda se acuñó abundantemente durante los siglos XIV y XV con una calidad excelente, llegando a equivaler en 1480 a cuatrocientos ochenta maravedís. Por su parte, desde el siglo XIII los intercambios menores se realizaron con moneda de vellón o con monedas acuñadas en plata. Con este último metal, Alfonso IX acuñó pepiones y Fernando III los llamados ‘dineros burgaleses’. Alfonso X el Sabio, en un intento de mejorar su situación financiera, acuñó en plata el ‘maravedí blanco’ y en vellón los llamados ‘dineros prietos’ y ‘dineros alfonsíes’. Pedro I intentó convertir la plata en patrón del sistema monetario y acuñó el ‘real’. Enrique III emitió la ‘blanca’, moneda de vellón de la que existieron numerosas variantes.
En definitiva, durante los siglos XIII y XIV no hubo escasez de metales preciosos, aunque ello no impidió una inestabilidad monetaria, sobre todo entre 1252 y 1286, a consecuencia de la conquista andaluza, lo que provocó fuertes devaluaciones monetarias. Desde 1350 hasta el reinado de los Reyes Católicos, el sistema monetario en la Corona de Castilla se basó en las doblas (oro), reales (plata) y las diversas monedas de vellón.
En el ámbito navarro y catalanoaragonés se adoptó el sistema Carolingio, basado en el monometalismo de la plata. La unión de los reinos de Navarra y Aragón en 1076 incrementó la percepción de las parias procedentes de los musulmanes y aumentó la circulación monetaria. Durante los siglos XI y XII, la unidad de cuenta fue el ‘sueldo’, mientras que se usó como moneda efectiva el denario o dinero. El oro se acuñó esporádicamente en el condado de Barcelona con los condes Berenguer Ramón I y Ramón Berenguer I, recibiendo el nombre de ‘mancus’.
Una vez creada la Corona de Aragón, la apertura de los comerciantes catalanes hacia el Mediterráneo necesitó de una moneda fuerte. Fue Jaime I el Conquistador quien acuñó en plata el ‘denario grossos’ o ‘gros’, que equivalía a doce denarios y medio. Inspirado en esta moneda, Pedro III acuñó un nuevo dinero cuya marca característica era una cruz y que se conocía como el ‘croat’. El croat se convirtió en el símbolo monetario de un periodo de brillantez económica, pero pronto fue necesario introducir el oro en el sistema monetario catalán y emplear una moneda aceptada en los circuitos comerciales mediterráneos. Por ello, Pedro IV cambió el patrón plata por el oro y acuñó el ‘florín de oro’, que imitaba la moneda de Florencia. Las crisis de la segunda mitad del siglo XIV provocaron numerosas devaluaciones de dicha moneda, por lo que la burguesía catalana volvió a recuperar su confianza en el croat, revaluándose la plata. Durante el siglo XV, lo más característico de estos núcleos orientales de la península Ibérica fue la fuga de moneda de oro y plata al extranjero, junto con una invasión de moneda francesa, fundamentalmente escudos y blancas.
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MONEDA MODERNA
Monedas de los Reyes Católicos
La foto muestra diversas monedas acuñadas en la época del reinado de los Reyes Católicos (cuyas respectivas efigies podemos observar en tres de ellas), hacia finales del siglo XV, que recibieron el nombre de excelentes y en la actualidad se encuentran depositadas en la Casa de la Moneda (Madrid, España).

Con los Reyes Católicos, en el arranque de la edad moderna, se inició la homogeneización del sistema monetario peninsular, a partir del modelo aportado por la economía más fuerte: la de la Corona de Castilla. Cada uno de los reinos no castellanos continuó teniendo sus monedas. Pero, en 1497, el patrón básico del sistema se fijó en torno al ‘excelente’ (de oro y llamado ducado desde 1504), el real (plata) y la blanca (vellón). La unidad de cuenta castellana, el maravedí, establecía la relación entre los diferentes tipos de monedas: el ducado valía 375 maravedís, el real 34 y la blanca 2’5. A partir de tales equivalencias, se acuñaron monedas diversas: de dos, cuatro o más ducados; los reales y sus múltiplos —el mayor de los cuales era el real de a ocho— o fracciones, como los medios reales; y otra serie de monedas de vellón. En 1535, se introdujo una nueva moneda de oro de menos peso y ley que el ducado, con la finalidad de igualar la moneda de oro castellana con la de otros países y evitar su fuga al exterior. Dicha moneda fue el ‘escudo’ o ‘corona’ (350 maravedís), con lo que el ducado dejó de acuñarse y se convirtió en moneda de cuenta. Los Reyes Católicos fijaron un límite máximo a la cantidad de vellón circulante, con lo que establecieron un sistema estable, que funcionó prácticamente durante todo el siglo XVI.
La acuñación de oro o plata era libre. La monarquía fijaba el peso, ley y valor de las monedas, y cualquier particular podía acudir a las diversas cecas existentes en Castilla y acuñar su oro o plata, de la misma forma que podía hacer fundir sus monedas y utilizar dichos metales preciosos para cualquier otro fin. A medida que avanzaba el siglo XVI, la plata, que llegaba en cantidades crecientes de las colonias americanas, principalmente de las minas de Potosí, fue imponiéndose como moneda de metal precioso más utilizada, mientras que el oro redujo su circulación. Centrándonos en Castilla, desde mediados del siglo XVI, la situación monetaria se caracterizó por una inflación importante, lo que incentivó la exportación de metales preciosos. La monarquía realizó múltiples esfuerzos para impedir la salida de metales preciosos del reino. No obstante, dichos intentos fueron inútiles, y la plata americana se dispersó rápidamente por toda Europa.
Entre las causas de este proceso destacaban las siguientes: la abundancia de metal en Castilla incidía en que el valor de la plata, expresado en bienes, fuese muy inferior al resto de Europa, por lo que aquí los precios eran muy superiores, lo que favorecía las importaciones y dificultaba las exportaciones de productos, y así el metal salía para hacer frente a los pagos del déficit. Al mismo tiempo, la propia infravaloración del metal en España respecto de cómo corría en las plazas extranjeras, favorecía directamente su salida hacia otros países (pues las cecas aplicaban tarifas muy bajas y el contenido de metal fino en las monedas castellanas era superior al de las extranjeras). A todo ello se añadían las licencias de exportación que la monarquía concedió a los prestamistas extranjeros, de quienes dependía financieramente, y la enorme salida de remesas monetarias para financiar la política internacional y los continuos enfrentamientos bélicos. En ese contexto, las bancarrotas oficiales fueron frecuentes.
En el siglo XVII, se agravó la situación. Al conocido como ‘siglo de la plata’ siguió una reducción de su cantidad y la consiguiente carestía de la misma, además de utilizarse, sobre todo, para saldar el déficit crónico de la balanza de pagos. Las necesidades dinerarias llevaron a la Monarquía Hispánica a abusar de las acuñaciones de vellón, con las que obtenía un beneficio inmediato, gracias a la reducción de su peso y a la eliminación de la plata que existía en el vellón anterior. Fue ‘la era del cobre’. Lógicamente, el ‘premio’ de la plata aumentó, pero este metal precioso seguía huyendo, puesto que la paridad oro-plata castellana continuaba siendo más alta que la francesa o inglesa. Esta situación de penuria y desorden monetario, que duró hasta la década de 1680, nacía de la crisis crónica de la Hacienda bajo el gobierno de la Casa de Austria.
Durante el siglo XVIII, no hubo novedades importantes en el sistema, aunque aparecieron nuevas monedas y correlaciones entre ellas. La nueva dinastía, la Casa de Borbón, trató de estabilizar el sistema monetario español, pero la tendencia inflacionista de la segunda mitad del siglo provocó las devaluaciones acometidas por Carlos III y por Carlos IV, así como la rebaja del contenido de metal fino y de la ley de las nuevas monedas. Sin embargo, tuvo una mayor trascendencia la abundante emisión de papel moneda, en forma de títulos de deuda pública (los vales reales) y la creación del Banco de San Carlos en 1782.
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MONEDA CONTEMPORÁNEA
Pesetas
La imagen muestra algunos de los últimos billetes y monedas de peseta que han estado en circulación. En el Estado español, la peseta ha sido la única moneda de curso legal desde 1868 hasta el 1 de enero del año 2002, día en el que empezaron a circular monedas y billetes de euro.

En el siglo XIX, apareció por primera vez un sistema monetario español. El comienzo del siglo se caracterizó por el mantenimiento de las unidades monetarias anteriores, a las que se unió la circulación de monedas inglesas o francesas. En 1848, se implantó el sistema decimal; las unidades serían el doblón o centén isabelino de oro (igual a 100 reales o 10 escudos de plata); el medio duro de plata (10 reales o un escudo), el duro (20 reales), la peseta (4 reales), la media peseta y el real, así como una serie de monedas menores de cobre. Por decreto de 1854, se extinguió la unidad de cuenta tradicional: el maravedí, y se estableció como unidad efectiva el real, dividido en 100 partes o céntimos.
Finalmente, el sistema monetario español, bajo el influjo de la Convención Monetaria Latina (1865), consumó este proceso de simplificación al inicio del Sexenio Democrático, en 1868, con el Decreto Figuerola (así conocido por haber sido obra del ministro de Hacienda, Laureano Figuerola, durante la presidencia de gobierno del regente del reino Francisco Serrano, duque de la Torre), que fijó como unidad la peseta de plata de 100 céntimos, sobre la que habría varias monedas múltiplos, en oro y plata, y otra serie de ellas fraccionarias, las menores de las cuales eran de bronce, de 10, 5, 2 y 1 céntimo. En 1874, se concedió el monopolio de emisión al Banco de España.

Monedas de euro
En la imagen, aspecto de las distintas monedas de 1 euro que circulan en diez de los países de la Unión Europea. En el extremo inferior derecho, el euro "español", con la efigie del rey Juan Carlos I.

A partir de ese año, se consolidó el sistema monetario que habría de servir de base al utilizado en España durante el siglo XX, el cual se vio afectado por las fluctuaciones del sistema monetario internacional. En dicho siglo, fueron desapareciendo las monedas hechas con metal precioso para utilizarse metales de escaso valor, como el níquel, el cobre o el aluminio. Dicha evolución, unida al desarrollo del papel moneda para los valores más altos, se basa en la existencia a escala internacional de un patrón oro, cuyos depósitos en el banco emisor de cada país respaldan la moneda circulante.
Como consecuencia del proceso de Unión Económica y Monetaria, la sustitución de la peseta por la moneda única de la Unión Europea, el euro, culminó definitivamente el 1 de marzo de 2002.

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