El invento de la Escuela de traductores de Toledo





Alfonso X el Sabio
En esta miniatura del Tumbo (Códice) de Tojos Outos (siglo XIII), que se conserva en el Archivo Histórico Nacional (Madrid, España), se representan (de izquierda a derecha) al rey castellano-leonés Alfonso X el Sabio; su esposa, Violante de Aragón (hija del rey aragonés Jaime I el Conquistador), y al hijo de ambos, el infante Fernando de la Cerda. El rey sabio fue uno de los motores de la Escuela de traductores de Toledo.


Escuela de traductores de Toledo, grupo de estudiosos cristianos, judíos y musulmanes que desarrolló una importantísima labor científica y cultural en Toledo, especialmente durante el reinado de Alfonso X el Sabio (1252-1284). Sus trabajos de investigación y traducción permitieron que obras fundamentales de la antigua cultura griega fueran rescatadas del olvido y transmitidas a la Europa medieval a través de España. A partir de estas versiones, y gracias a las mismas, España transmitió a Europa todos aquellos saberes que cubrían campos como la geografía, la astronomía, la cartografía, la filosofía, la teología, la medicina, la aritmética, la astrología o la botánica, entre otros. Esta escuela fue el origen y la base del renacer científico y filosófico de las famosas escuelas de Chartres y, más tarde, de la Sorbona.
Las grandes obras científicas y filosóficas griegas, conservadas y acrecentadas en Alejandría (verdadera encrucijada entre Oriente y Occidente), fueron salvadas del olvido gracias a los científicos musulmanes, cuyo florecimiento más acusado se dio en Bagdad a partir de la segunda mitad del siglo VIII. Los eruditos y traductores árabes lograron aglutinar las antiguas culturas griega, persa e india con las de los nuevos pueblos incorporados al gran imperio árabe.
Todo este acervo multicultural fue transmitido a la España musulmana y, de ella, a los reinos cristianos medievales. En la Córdoba califal de Abd al-Rahman III, de Al-Hakam II —cuya biblioteca llegó a contener 400.000 volúmenes— y de sus sucesores, el espíritu cultural importado de Oriente fue recreado, transformado, acrecentado y traducido en el seno de florecientes círculos culturales integrados por musulmanes, judíos y cristianos, de modo que Córdoba pasaría a ser la heredera científica y cultural de Bagdad.
Dentro de este ambiente cultural, la escuela de traductores de Toledo se inició en la primera mitad del siglo XII gracias al impulso del arzobispo don Raimundo, quien desarrolló su labor en Toledo entre 1130 y 1150. Su esfuerzo no hizo sino aglutinar la tradición que llevaba produciendo frutos muy valiosos desde tiempos anteriores con nombres como Pedro Alfonso (Mosé Sefardí), Abraham bar Hiyya o Abraham ibn Ezra, verdaderos iniciadores de la escuela. Ésta, llevó a su zenit toda esta tradición y Toledo se convirtió en el centro cultural más desarrollado de la Europa del momento. Entre sus nombres más preclaros pueden citarse los de dos personas que hicieron florecer la filosofía neoplatónica: Dominico Gundisalvo (arcediano de Segovia) y Juan Hispalense (judío converso de Sevilla), quienes, en equipo, tradujeron importantes obras de Avicena, Algazel, Ibn Gabirol o Averroes.
Por otro lado, importantes personalidades de la cultura y la ciencia europeas viajaron a Toledo para trabajar allí e integrarse en el ambiente cultural que floreció en esos años. Entre otros pueden citarse los nombres de Gerardo de Cremona (que tradujo más de ochenta obras); Adelardo de Bath, traductor junto a Pedro Alfonso de las Tablas astronómicas de Al-Jwārīzmī; Roberto de Retines; Rodolfo de Brujas; Alfredo de Sareschel; Miguel Scoto o Hermann el Alemán.


El invento de la Escuela salmantina





Universidad de Salamanca
A la sombra del poeta fray Luis de León, surgió un grupo de poetas líricos en la ciudad de Salamanca, preocupados tanto por las formas métricas como por contenidos poéticos de corte filosófico y moral. En la foto, la plaza de la Universidad de Salamanca de la que fueron asiduos visitantes.


Escuela salmantina, grupo de poetas españoles del siglo XVI, cultivadores de una lírica en la que el sujeto expresa su intimidad ligada a cuestiones de índole religiosa, moral y filosófica. El modelo que los vincula es fray Luis de León. Entre ellos sobresalen Francisco Sánchez de las Brozas (El Brocense), fray Basilio Ponce de León, Malón de Chaide, Francisco de la Torre, Francisco de Figueroa, Francisco de Medrano. Se identifican por su búsqueda de un lenguaje ajustado, por la tendencia a las combinaciones estróficas breves (como la lira) y la alternancia de rimas consonantes y asonantes (véase Versificación). También se llama escuela salmantina la que prosperó a finales del siglo XVIII y que, presidida por José Cadalso y, en una segunda etapa, por Juan Meléndez Valdés, se guiaba por los principios de la poesía filosófica e ilustrada expuestos en la Epístola de Jovellanos. Además de su gusto por los temas mitológicos y la poesía de Anacreonte y Horacio, sus autores españoles predilectos eran Garcilaso de la Vega, fray Luis de León y Esteban Manuel de Villegas. 

El invento de la Escuela sevillana





La Giralda
En Sevilla se dio la escuela poética sevillana, caracterizada por el artificio y el brillo verbal. Esa brillantez y exuberancia se puede ver en otras manifestaciones artísticas de la ciudad del Guadalquivir. En la ilustración aparece la Giralda, un alminar árabe construido entre 1188 y 1198, y al que en el siglo XVI se le añadió el rico y personalísimo remate del que proviene su nombre.


Escuela sevillana, grupo de poetas coetáneos de los que constituían la escuela salmantina, cuya estética se basaba en las Anotaciones de Fernando Herrera a la poesía de Garcilaso de la Vega. Literariamente buscan el artificio y el brillo verbal, acudiendo a neologismos y cultismos y valiéndose de estrofas largas, en las que se manifiesta un cuidado riguroso de la rima. El espacio que los vincula es la Academia de Gramática y Humanidades, dirigida por el maestro Mal Lara, en la que coinciden Argote de Molina, Juan de la Cueva, Diego Girón, Francisco Pacheco y el mismo Herrera. La escuela se extiende a lo largo de un siglo dividido en dos etapas: la primera, hasta principios del siglo XVII; la segunda, hasta mediados de este siglo, representada por poetas como Jáuregui, Rioja, R. Caro y Quirós. También en el siglo XVIII se crea una escuela sevillana, representada por dos academias: la Horaciana y la Particular de Letras Humanas. Su poeta preferido es también Fernando Herrera. Entre sus miembros figuran Alberto Lista, Manuel María del Mármol, José María Blanco White, autor de un ensayo llamado Sobre el placer de las imaginaciones inverosímiles. Aunque la estética dominante es la neoclásica, los dos últimos autores citados tienen contactos con el romanticismo inglés y alemán.

El invento de la Escuela eleática





Escuela eleática, corriente griega de filosofía que tuvo su apogeo en los siglos VI y V a.C. El pensamiento eleático se opone tanto a la filosofía materialista de la escuela jónica como a la teoría del flujo universal formulada por el filósofo griego Heráclito. Según los eleáticos, el universo es en esencia una unidad inmutable, que, siendo infinita en tiempo y espacio, está más allá de la cognición proporcionada por los sentidos humanos. Sólo a través de la reflexión filosófica, afirmaban, se puede alcanzar la verdad última. Las observaciones sensoriales ofrecen tan solo una visión limitada y distorsionada de la realidad. El nombre de eleática viene de la ciudad griega de Elea, al sur de Italia, el hogar de Parménides y Zenón, máximos exponentes de la misma escuela. Los eruditos difieren en si la escuela fue fundada por Jenófanes o Parménides. Muchas de las doctrinas eleáticas se basaron en las enseñanzas de Jenófanes, mientras que Parménides desarrolló sus doctrinas dentro de un sistema de metafísica. La filosofía eleática sirvió como base para el sistema metafísico de Platón.

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