La Jardinería




Jardinería
Jardinería, arte u oficio de crear espacios donde se cultivan plantas con fines ornamentales.
HISTORIA
Jardines colgantes de Babilonia
Este grabado, pintado a mano por el artista holandés Martin Heemskerck en el siglo XVI, representa los jardines colgantes de Babilonia, una de las ‘siete maravillas del mundo’. El rey Nabucodonosor II mandó plantar estos jardines hacia el año 600 a.C.

Los orígenes de la jardinería se remontan a unos 7.000 años. Los restos más antiguos se encuentran en Mesopotamia y parecen estar relacionados con la invención del riego artificial, que permitió la plantación de bosques sagrados sobre montículos. A esta cultura pertenecían los jardines colgantes de Babilonia, construidos hacia el año 600 a.C., que constaban de una serie de terrazas. Sobre los jardines egipcios, sin embargo, existen más datos. Los primeros fueron construidos entre el año 1504 y 1483 a.C. Normalmente eran de forma rectangular y estaban atravesados por un pequeño canal; a veces tenían un estanque. En ellos se cultivaban muchas plantas medicinales y ornamentales. Además era muy común el cultivo en recipientes como grandes vasijas de arcilla.

Jardín japonés
El paisajismo japonés varía desde los jardines esencialistas de los monasterios budistas hasta los ostentosos jardines palaciegos. En la mayoría de ellos, las plantas, las piedras y el agua están dispuestos para simular formaciones naturales.

Es posible que los primeros jardines chinos fueran aún más antiguos que los mencionados más atrás. Las primeras noticias que se tienen de ellos son del año 200 a.C., pero ya entonces se creía que era un arte muy antiguo. Eran jardines menos estructurados que los egipcios y trataban de imitar la naturaleza. Los elementos más destacados eran el agua y las piedras; las plantas se elegían por su forma y por su aroma, no por su color. Nunca sembraban césped, pero en todos los jardines había color verde. Esta costumbre desaparecería después en los jardines japoneses, los cuales se consideraban como un lugar de meditación, lleno de simbologías religiosas taoístas y budistas.

Taj Mahal y sus jardines
Los jardines que rodean al Taj Mahal son un ejemplo de la arquitectura paisajística musulmana, caracterizada por la abundancia de surtidores y estanques de agua y por los fuertes contrastes entre las zonas soleadas y las umbrías.

En la antigua Grecia, la jardinería comenzó con la plantación de árboles en las calles, sobre todo los que se conocían como árboles del pueblo, los del género Populus (véase Álamo). Pero la jardinería como tal no apareció hasta que Alejandro Magno entró en contacto con Egipto. Entonces comenzaron a construirse jardines en los que era frecuente la utilización de plantas procedentes de otros países. Los romanos, gracias a su organización social, y partiendo como modelo de las villas rústicas, dedicadas al cultivo de hortalizas, crearon las villas urbanas rodeadas de jardín. La casa se situaba en el lugar más alto y a sus pies se extendían las terrazas con sus plantas y diferentes construcciones. El conjunto continuaba siendo muy geométrico.

Jardines de Versalles
André Le Nôtre proyectó los jardines que rodean el palacio de Versalles, cercano a París. Están organizados a lo largo de grandes avenidas y su carácter geométrico se acentúa gracias a los setos perfectamente recortados y otros elementos artificiales como esculturas, terrazas, canales y fuentes monumentales.

Los árabes comenzaron construyendo jardines geométricos, con mucha utilización del agua, siguiendo el estilo de los jardines egipcios y romanos. Con el tiempo fueron introduciendo nuevos elementos. En general los jardines se rodeaban de altas tapias y estaban divididos por setos podados.

Jardines de Sabatini en Madrid
Los jardines de Sabatini, situados junto al Palacio Real de Madrid (1737-1764) son una muestra del rigor formal de los jardines franceses, caracterizado por los parterres geométricos, los setos perfectamente recortados, los estanques artificiales y la disposición de estatuas clásicas.


Durante la edad media los jardines más característicos fueron los de los monasterios, que parecían estar inspirados en los jardines romanos y estaban dedicados al cultivo de hortalizas, árboles frutales y plantas medicinales. Durante esta época aparecieron los laberintos, que consistían en un entramado de setos, y los primeros libros de jardinería, que ayudaron a la planificación de los jardines.
Durante el renacimiento, con el auge de la botánica, surgieron los jardines botánicos dedicados al estudio de las plantas. Tenían un trazado muy simétrico e incorporaban escaleras, estatuas y surtidores de agua. Estaban completamente separados del paisaje que los rodeaba. Se utilizaban poco las flores.
Ya con el barroco, el jardín se integró más en el paisaje; siguió siendo muy geométrico, pero daba más prioridad a la arquitectura. Se utilizaron mucho más las flores. En la época del romanticismo hubo una vuelta a la naturaleza, se apreciaba la planta en su individualidad y se perdió la simetría. Esta corriente tuvo especial importancia en Inglaterra. Las plantas no se podaban y los caminos se volvieron sinuosos.
En la época moderna y, debido al aumento de la clase media, a la existencia de grandes ciudades y a la necesidad de espacios abiertos, surgieron los jardines públicos a cargo de las administraciones y se abrieron al público jardines privados. En la actualidad, con el aumento del número de viviendas unifamiliares permanentes o de fin de semana se dispone de espacios ajardinados. La jardinería también aparece unida a la arquitectura (véase Paisajismo) y está presente a la hora de diseñar comunidades de vecinos, urbanizaciones y grandes centros comerciales. Este tipo de jardinería es difícil de encuadrar dentro de algún estilo conocido.
3
EL JARDÍN
Reales Jardines Botánicos de Kew
Los Reales Jardines Botánicos de Kew, cerca del Támesis (Londres), constituyen un importante centro de investigación científica. Fundados en 1759, conservan la mayor colección de plantas vivas del mundo.

En jardinería se pueden distinguir diferentes aspectos: la construcción de un jardín nuevo, su mantenimiento y su estructura.
3.1
Construcción
El jardín de nueva construcción requiere una serie de trabajos que son diferentes a los de su mantenimiento posterior. Lo primero que se lleva a cabo es un proyecto que tenga en cuenta el tipo de jardín que se va a construir, la disponibilidad de agua, el clima de la zona, el tipo de suelo, la distribución de los espacios y los tipos de plantas que se van a utilizar. En la elección de las plantas es fundamental tener en cuenta las plantas vivaces, porque son las que van a permanecer muchos años en el jardín, especialmente los árboles y arbustos. Después se realizan las obras de infraestructura, que consisten en todas aquellas labores de movimiento de tierras y ubicación de los elementos que van a formar parte de la construcción, como fuentes, jardineras fijas, caminos de piedra o instalación de las bocas o sistema de riego. Además, hay que limpiar el terreno de escombros y de plantas no deseadas. Finalmente, se procede a la plantación y siembra prevista. Las plantas y muchos de los materiales que sirven para adornar el jardín se obtienen en los viveros, que son lugares en los que se reproducen las plantas para su posterior venta al público.
3.2
Mantenimiento
El mantenimiento de un jardín consiste en la realización de todas aquellas labores que tienen como finalidad cuidar, conservar y mejorar el jardín. Las más importantes son la reposición de plantas anuales y bienales, el riego, la poda, el abonado, la eliminación de malas hierbas, el tratamiento de las enfermedades y plagas, y la limpieza. Para ello se utilizan herramientas manuales, como la manguera, tijeras de podar, la azada, la pala jardinera, el rastrillo y la carretilla. En superficies grandes o para labores de cierta envergadura se emplean máquinas apropiadas, como motocultores, tractores, remolques y motosierras. Además, es necesario tener herramientas y útiles específicos para determinadas partes del jardín, como son el césped, los setos, las jardineras y las plantas trepadoras. Para ello se utilizan la segadora, el rastrillo de airear el césped, la tijera de dos manos o la perfiladora mecánica, paletines, plantadores y escaleras. El tratamiento de plagas y enfermedades también requiere herramientas apropiadas, como la mochila de fumigar (véase Control de plagas).
3.3
Estructura
Jardín francés
Los jardines franceses se extendieron por toda Europa durante el siglo XVII. Su traza consiste en una serie de parterres de formas geométricas organizados por ejes de simetría de diversa importancia. Los setos de arbustos se recortan perfectamente y todo el conjunto se planea para que se pueda observar desde las terrazas de la residencia o del palacio.

En la configuración de los jardines se pueden encontrar diferentes elementos. Los más comunes suelen ser los caminos o paseos que forman glorietas en sus cruces y donde suelen estar situados los bancos. El término parterre se aplica para denominar a todo un jardín o a una parte grande de él en la que suele haber césped, plantas con flores y paseos. Los arriates son franjas estrechas donde se cultivan plantas. Los cuarteles son partes de un jardín bien definidas que tienen plantas con flores o césped y que en muchas ocasiones están limitados por setos o flores. Los macizos son grupos homogéneos de plantas. El bosquete es una plantación de árboles que aparece en ciertos jardines, y es una aportación típica española a la jardinería. Las jardineras son muebles o instalaciones fijas donde se ubican plantas. Las rocallas están formadas por un conjunto de piedras y plantas.
La combinación de unos elementos u otros da lugar a los diferentes tipos de jardines. Su elección depende de factores como la climatología, la capacidad de mantenimiento, los estilos y el uso a que estén destinados.
4
LAS PLANTAS EN JARDINERÍA
Rosal
Los rosales comprenden numerosas variedades muy utilizadas en jardinería. Son arbustos muy vistosos durante la floración.

En jardinería las plantas se suelen clasificar según la función que van a desempeñar o por el lugar que van a ocupar. Las plantas de parterre comprenden las que forman el césped, los bordes y las que se cultivan por la flor. Las plantas para recubrir el suelo son rastreras, que van enraizando según crecen, o ciertas leñosas, que tienen un crecimiento horizontal. Las trepadoras son aquellas que recubren vallas y paredes. En el caso de la formación de setos se suelen emplear las leñosas, que soportan la poda y que tienen follaje abundante. Las plantas solitarias son las que se cultivan aisladas, árboles o arbustos o incluso plantas anuales o bienales. Las utilizadas para bordes son las que sirven para formar setos o bien anuales. Las plantas con flor suelen ser anuales y se utilizan para formar macizos, para las jardineras y para adornar los cuarteles. Las acuáticas se cultivan en las fuentes y en los estanques de los jardines. Las empleadas para rocalla son vivaces, muchas veces crasas; en general no suelen tener un tamaño grande. Los céspedes suelen estar compuestos por gramíneas y leguminosas.
5
JARDINES DE PATIOS, TERRAZAS Y AZOTEAS

Patio de los Arrayanes, Granada
Ésta es una de las imágenes más emblemáticas del palacio Nazarí de la Alhambra, en Granada. En primer término se observa el patio de los Arrayanes, con los dos setos de arrayanes o mirtos que flanquean la alberca, sobre la que se reflejan los soportales de la sala de la Barca y la monumental torre de Comares.

Debido a la escasez de espacio y al atractivo por las plantas, surgieron lo que se ha dado en llamar jardines de patios y terrazas, cuando el tipo de construcción disponía de dichos elementos. En la actualidad se han generalizado también los jardines en las azoteas, especialmente en las ciudades. Todos ellos tienen en común que utilizan recipientes para el cultivo. Cuando éstos son individuales o sólo para algunas, como las macetas, se trata de jardines móviles, ya que pueden cambiar de sitio según las preferencias, o incluso colgarlos de las paredes. Cuando se cultiva en espacios construidos para tal función se denominan jardineras y no son móviles. En los patios, terrazas y azoteas se cultivan plantas no muy grandes, o arbustos o árboles que no alcanzan un gran tamaño debido a que las macetas y jardineras no suelen superar la profundidad de 40 o 50 cm y las raíces no pueden desarrollarse. Como la capa de sustrato es relativamente delgada, no es posible la acumulación de grandes cantidades de sustancias nutritivas y de humedad, por lo que las exigencias fundamentales de este tipo de cultivos suelen ser el riego y el abonado apropiados.


LA EVOLUCIÓN DE LA CONDUCTA CULTURAL




La historia de la evolución humana se ocupa tanto del desarrollo de la conducta cultural como de los cambios en el aspecto físico. El término cultura, en antropología, se refiere tradicionalmente al conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan a una sociedad o grupo social humano, e incluye elementos tales como la tecnología, el lenguaje y el arte. El comportamiento cultural humano depende de la transferencia social de información de una generación a la siguiente, lo que a su vez depende de un sistema sofisticado de comunicación como el lenguaje.
Con frecuencia se ha utilizado el término cultura para distinguir el comportamiento humano del de otros animales. Sin embargo, algunos animales no humanos también parece que tienen formas de comportamiento cultural aprendido. Así, por ejemplo, grupos de chimpancés utilizan diferentes técnicas para capturar termitas con palos para alimentarse. Asimismo, en algunas regiones los chimpancés utilizan piedras o trozos de madera para partir nueces. Existen chimpancés en otras regiones que no practican este comportamiento, aunque tengan bosques con árboles similares y dispongan de materiales para fabricar utensilios. Estas diferencias regionales se parecen a las tradiciones que el hombre pasa de generación en generación. Las costumbres son un aspecto fundamental de la cultura y los paleoantropólogos asumen que los homínidos primitivos también tenían algún tipo de tradiciones.
Sin embargo, los humanos modernos difieren de otros animales y probablemente de muchas especies humanas primitivas en la capacidad de enseñarse de forma activa unos a otros y de transmitir y acumular grandes cantidades de conocimientos. El hombre también precisa un periodo excepcionalmente largo de aprendizaje antes de llegar a adulto, y tiene la capacidad física y mental del lenguaje. El lenguaje en todas sus formas —hablado, por signos o escrito— proporciona un medio de comunicación de enormes cantidades de información, muy superior a lo que cualquier animal parece poder transmitir a través de gestos y vocalizaciones.
Los científicos han seguido la evolución de la conducta cultural humana a través del estudio de restos arqueológicos tales como utensilios o residuos carbonizados de alimentos cocinados. Estos objetos muestran que durante gran parte de la evolución humana la cultura se ha desarrollado con lentitud. Durante el paleolítico, o edad de piedra, las técnicas básicas para fabricar utensilios de piedra variaron muy poco durante periodos de más de un millón de años.
Los fósiles humanos también proporcionan información sobre la forma de evolución de la cultura y los efectos que ésta ha tenido en la vida humana. Así, por ejemplo, durante los últimos 30.000 años la anatomía del ser humano sólo ha experimentado un cambio importante: los huesos del esqueleto se han reducido mucho en cuanto a tamaño y espesor. Las innovaciones en la fabricación y el uso de utensilios y en la obtención de alimentos —como resultado de la evolución cultural— pueden haber llevado a formas de vida más eficaces y que requieren un esfuerzo físico menor, lo que habría dado lugar a cambios en la estructura ósea.
La cultura ha desempeñado un papel fundamental en la evolución del Homo sapiens. En los últimos 60.000 años el ser humano ha emigrado para colonizar casi todas las regiones deshabitadas del mundo como, por ejemplo, pequeños archipiélagos o los continentes de Australia y las Américas. Estas migraciones dependieron del desarrollo de aspectos tales como el transporte, los utensilios de caza y pesca, los refugios y la indumentaria. En los últimos 30.000 años la evolución cultural se aceleró de forma sorprendente. En el registro arqueológico este cambio se observa en la rápida expansión de los diferentes tipos de utensilios de piedra y de las técnicas de fabricación de los mismos o en las obras de arte y en los indicios de evolución religiosa como, por ejemplo, los enterramientos. Hace 10.000 años el ser humano comenzó por primera vez a recolectar y cultivar granos y a domesticar animales —cambio fundamental en la relación ecológica entre el ser humano y otros seres vivos de la Tierra. El desarrollo de la agricultura proporcionó al hombre mayor cantidad de alimentos y mayor estabilidad en su abastecimiento, permitiendo así la aparición de las primeras civilizaciones. Actualmente, la cultura —y particularmente la tecnología— dominan la vida humana.
Los paleoantropólogos y los arqueólogos han estudiado los aspectos más significativos de la evolución de la conducta cultural humana como, por ejemplo, la evolución de la vida social, la subsistencia (adquisición y producción de alimentos), la fabricación y el uso de herramientas, la adaptación al medioambiente, el pensamiento simbólico y su expresión a través del lenguaje, el arte y la religión y el desarrollo de la agricultura y la aparición de las civilizaciones.
8.1
Vida social
La mayoría de las especies de primates, incluidos los simios africanos, viven en grupos sociales de diferente tamaño y complejidad. Dentro de los grupos, los individuos a menudo tienen papeles multifacéticos de acuerdo con su edad, sexo, estatus, habilidades sociales y personalidad. El descubrimiento en 1975 en Hadar, Etiopía, de un grupo de varios individuos Australopithecus afarensis que habían fallecido juntos hace 3,2 millones de años parece confirmar que los homínidos primitivos vivían ya en grupos sociales. Los científicos han denominado a esta colección de fósiles La primera familia.
Uno de los primeros cambios físicos en la evolución de simios a humanos —la reducción del tamaño de los caninos en el macho —indica asimismo un cambio en las relaciones sociales. Los simios machos a veces utilizan sus grandes caninos para amenazar (o a veces luchar con) otros machos de su especie, normalmente para acercarse a las hembras o luchar por territorios o alimentos. La evolución de los caninos pequeños en los australopitecinos implica que los machos o bien habían desarrollado otros métodos de amedrantamiento o se habían hecho más cooperativos. Además, tanto las hembras como los machos tenían caninos pequeños, lo que indicaba una reducción del dimorfismo sexual con respecto a los simios. Sin embargo, aunque en los australopitecinos disminuyó el dimorfismo sexual en cuanto a tamaño de los caninos, los machos todavía eran mucho más grandes que las hembras. Así, los australopitecinos machos puede que compitieran de forma agresiva entre sí basándose puramente en su tamaño o fuerza. Hasta mucho tiempo después puede que la vida social humana no comenzara a diferenciarse mucho de la de los simios.
Los científicos piensan que algunos de los cambios más significativos que posibilitaron el paso de la vida social simiesca a la típicamente humana tuvieron lugar en especies del género Homo, cuyos miembros muestran un dimorfismo sexual todavía menor. Estos cambios, que debieron tener lugar en diferentes momentos, incluyen un prolongado tiempo de maduración de los recién nacidos que comprende un periodo posterior durante el cual éstos requieren un intenso cuidado por parte de los progenitores, vínculos especiales que llevan a un macho y una hembra a compartir actividades y aparearse, lo que recibe el nombre de emparejamiento y la focalización de la actividad social en un campamento o refugio seguro situado en un lugar especial conocido por miembros del grupo o de la familia.
8.1.1
Cuidados paternales
El ser humano, aunque tiene un cerebro grande, requiere, sin embargo, un periodo prolongado de desarrollo posterior al nacimiento y durante su primera infancia ya que su cerebro tarda bastante tiempo en madurar. Dado que el cerebro del australopitecino no era mucho mayor que el de un chimpancé, algunos científicos piensan que los homínidos primitivos tenían una velocidad de crecimiento más parecida a la de los simios y mucho más rápida que la del hombre moderno. Esta hipótesis está apoyada por estudios de fósiles de australopitecino en los que se ha analizado el desarrollo de la dentición —buen indicador del desarrollo general del cuerpo.
Además, el cerebro humano va aumentando a medida que el feto se va desarrollando, de forma que la mujer debe dar a luz en una fase temprana del desarrollo del bebé para que su cabeza pueda pasar por su conducto pélvico. Así, los bebés humanos requieren un largo periodo de cuidados hasta alcanzar una fase de desarrollo a partir de la cual ya reducen la dependencia de sus padres. Al contrario de lo que ocurre con la mujer moderna, la australopitecina podía dar a luz a un bebé en una fase avanzada de desarrollo porque su cráneo podía pasar perfectamente por su conducto pélvico. La necesidad de dar a luz en una fase temprana del desarrollo del feto —lo que requiere un periodo posterior prolongado de cuidados al recién nacido— puede haberse iniciado hacia la época del Homo medio con la especie Homo ergaster que tenía un cerebro claramente mayor que el de los australopitecinos y un conducto pélvico estrecho.
8.1.2
Emparejamiento
El emparejamiento, normalmente de duración bastante breve, tiene lugar en diferentes especies de primates. Algunos científicos piensan que en el ser humano se desarrollaron vínculos más prolongados al comenzar a compartir cada vez más los alimentos. Entre los primates, los humanos presentan un comportamiento diferente a la hora de compartir alimentos. El hombre retrasa la ingestión de los mismos hasta no haber vuelto al punto de reunión de los demás miembros de su grupo social. Esta forma de repartición puede haber surgido al mismo tiempo que la necesidad de atender durante un tiempo prolongado a los recién nacidos, probablemente hacia la época del Homo ergaster. El macho, al dedicarse a una única hembra y compartir alimentos con ella, podía aumentar las posibilidades de supervivencia de su prole.
8.1.3
El campamento
El ser humano vivió como cazador-recolector durante millones de años. Los miembros del grupo se iban desplazando por el territorio para recolectar los alimentos en el momento y en el lugar donde se encuentran disponibles. Hoy día, los pueblos que practican esta forma de subsistencia —tales como el pueblo san en el desierto de Kalahari al sur de África— también establecen campamentos centrales u hogares y dividen el trabajo entre hombres y mujeres. Las mujeres recolectan alimentos vegetales y animales, mientras que el hombre asume la tarea de cazar, a menudo con menos éxito. Los hombres y las mujeres de la familia juntan sus alimentos para compartirlos en el campamento. Éste —que también se utiliza como refugio para criar a los hijos y cuidar a los enfermos y a los ancianos— puede haberse desarrollado por primera vez en la época del Homo medio hace unos 1,7 millones de años. Sin embargo, la primera evidencia de hogares y refugios —comunes a todas los campamentos modernos— data de hace sólo 500.000 años. Así, puede que hasta una época tardía de la evolución humana no se haya desarrollado una forma moderna de vida social.
8.2
Subsistencia
La subsistencia en el ser humano está relacionada con los tipos de alimentos, la tecnología y los métodos para obtenerlos, así como con las formas en las que se organizan los grupos sociales o sociedades para producirlos y distribuirlos. Durante millones de años el hombre probablemente se alimentaba sobre la marcha, tal y como lo hacen otros primates. La forma de vida asociada a esta estrategia de alimentación se organiza, por lo general, alrededor de grupos sociales pequeños y familiares que se abastecen de diferentes fuentes según la época del año.
La dieta de los homínidos primitivos se parecía probablemente a la de las especies de primates estrechamente relacionadas con ellos. Los grandes simios comen en su mayor parte vegetales. Muchos primates comen asimismo alimentos animales de fácil obtención, tales como insectos y huevos de aves. Entre los escasos primates que cazan, los chimpancés se abastecen de monos e incluso de pequeñas gacelas. El ser humano probablemente también tenía una dieta basada principalmente en alimentos vegetales. Además, no cabe duda de que comía algunos alimentos animales y puede que también se dedicara de vez en cuando a la caza. La subsistencia humana comenzó a diferenciarse de la de otros primates con la fabricación y el uso de los primeros utensilios de piedra, lo que permitió que la carne y la médula (el tejido interior, rico en grasas, de los huesos) de grandes mamíferos entrasen a formar parte de su dieta. Así, con la aparición de los utensilios de piedra, la dieta de los primeros homínidos se distanció básicamente de la de los simios.
En los yacimientos arqueológicos más antiguos conocidos, que datan de hace unos 2,5 millones de años, los científicos han encontrado huesos fósiles rotos y machacados de antílopes, cebras y otros animales de tamaño parecido. Al evolucionar el Homo moderno, pudo comenzar a cazar incluso animales más grandes, como mastodontes y mamuts, ambos mamíferos pertenecientes a la familia de los elefantes. La agricultura y la domesticación de animales surgieron en un pasado más reciente, con el Homo sapiens.
8.2.1
Modelos de subsistencia en el Homo antiguo
Los paleoantropólogos han debatido profusamente sobre si los primeros miembros del género humano moderno eran cazadores agresivos, recolectores pacíficos de plantas o carroñeros oportunistas. En el pasado muchos científicos pensaban que la predación y la alimentación carnívora fueron un factor importante en los comienzos de la evolución humana. Esta hipótesis de la caza sugería que los primeros homínidos sobrevivieron en África a periodos especialmente áridos gracias a la caza de animales con utensilios primitivos de piedra o hueso. Los defensores de esta hipótesis pensaban que la caza y la competición con los animales carnívoros habían influido poderosamente en la evolución de la organización y el comportamiento social, la fabricación de utensilios, la anatomía (por ejemplo, la estructura única de la mano humana) y la inteligencia.
A comienzos de la década de 1960, estudios realizados en simios llevaron a poner en duda la hipótesis de la caza. Los investigadores descubrieron que los chimpancés cooperan en la caza de al menos animales pequeños como los monos. Por lo tanto, la caza no era un elemento totalmente diferenciador entre los homínidos y los simios y, por lo tanto, tal vez la caza por si sola no haya sido un factor determinante en los comienzos de la evolución. Otros científicos defienden la importancia que tuvo el hecho de compartir alimentos en los comienzos de la vida humana. De acuerdo con esta hipótesis, la cooperación y el compartir dentro de grupos familiares —en lugar de dedicarse a la caza— influyó fuertemente en la evolución humana.
Anteriormente, los científicos pensaban que los yacimientos arqueológicos de hasta 2 millones de años de antigüedad proporcionaban evidencias suficientes como para apoyar la hipótesis del reparto de alimentos. Algunos de los yacimientos arqueológicos más antiguos eran lugares donde el ser humano había reunido alimentos y utensilios de piedra. Los científicos pensaban que estos yacimientos representaban campamentos con muchas de las características sociales de los de los modernos de cazadores-recolectores, incluido el hecho de compartir los alimentos entre las parejas.
Las críticas a esta teoría surgieron de un estudio más cuidadoso de los huesos de animales procedentes de los primeros yacimientos arqueológicos. El análisis al microscopio de estos huesos reveló marcas de utensilios humanos y dientes carnívoros, lo que indicaba que en estos lugares habían estado presentes tanto el hombre como los predadores (hienas, gatos y chacales). Esta evidencia sugiere que lo que los científicos pensaban que eran campamentos donde los humanos compartían alimentos, en realidad eran lugares de transformación de alimentos que el hombre había abandonado a los predadores. Así, esta evidencia no apoyaba claramente la idea de que los primeros homínidos compartieran los alimentos.
Investigaciones más recientes sugieren una nueva hipótesis sobre la subsistencia humana: los homínidos extraían carne y médula de los huesos procedentes de animales muertos y dedicaba poco tiempo a la caza. De acuerdo con esta teoría carroñera, el ser humano se dedicaba a recoger trozos de carcasas de animales abandonados por los predadores y a continuación utilizaba utensilios de piedra para extraer la médula de los huesos.
La observación de que muchos animales como, por ejemplo, los antílopes, a menudo mueren en la época seca hace que esta teoría sea bastante plausible. Los primeros fabricantes de utensilios podrían haber gozado de multitud de oportunidades para obtener grasa y carne durante las épocas secas del año. Sin embargo, otros estudios arqueológicos —y una apreciación más exacta de la importancia de la caza entre los chimpancés— sugieren que la hipótesis carroñera resulta demasiado limitada. Actualmente muchos científicos piensan que los homínidos se dedicaban a recoger animales muertos y además cazaba. La evidencia de marcas de dientes carnívoros en huesos cortados por los primeros fabricantes de utensilios sugiere que al menos la mayor parte de los animales que comía el hombre los recogía ya muertos. Al margen de esto, también se alimentaba de diferentes plantas. Sin embargo, todavía no está claro hasta qué punto el ser humano dependía de la caza, especialmente de la caza de animales menores.
8.2.2
El inicio de la caza
Los científicos no están de acuerdo sobre el momento en que el hombre comenzó a cazar de forma regular. Así, por ejemplo, el descubrimiento de fósiles de elefante junto a utensilios fabricados por el Homo medio llevó a los investigadores a pensar que los miembros de esta especie eran cazadores de caza mayor. Sin embargo, el descubrimiento de huesos de animales y utensilios en un mismo yacimiento no implica necesariamente que hubiese matado a los animales o comido su carne, ya que éstos pueden morir por diferentes causas o las fuerzas de la naturaleza podrían situar de forma accidental fósiles en las cercanías de utensilios. Ciertas excavaciones realizadas recientemente en Olorgesailie, Kenia, han demostrado que el Homo erectus cortaba carne de carcasas de elefante pero no revelan si estos hombres eran cazadores accidentales o especializados.
Es casi seguro que el ser humano que vivía fuera de África —especialmente en climas más fríos— necesitaba comer más carne que su coetáneo africano. El hombre de la Eurasia templada debió tener que aprender a reconocer las plantas que podía comer de forma segura; además, el número de alimentos vegetales disponibles disminuiría de forma importante durante el invierno. Sin embargo, aunque los científicos han encontrado muy pocos fósiles de plantas comestibles o digeridas en los yacimientos, es probable que los primeros habitantes de Europa y Asia se alimentaran de plantas además de carne.
Entre los yacimientos en los que se ha encontrado una evidencia más clara de que el ser humano se dedicaba a la caza cabe citar Boxgrove, Gran Bretaña, lugar donde hace unos 500.000 años el hombre atrapaba animales de gran tamaño entre un bebedero y el lateral de una roca, para a continuación matarlos. En el yacimiento de Schöningen, Alemania, de unos 400.000 años de antigüedad, los científicos han encontrado lanzas de madera de extremos afilados especialmente diseñadas para ser lanzadas y que probablemente se utilizaban para cazar grandes animales.
Parece que tanto el Neandertal como otros homínidos primitivos comían los animales disponibles en un determinado lugar o en una determinada época. Así, por ejemplo, en los yacimientos europeos, el número de huesos de reno (animal de zonas frías) y de ciervo común (animal de zonas cálidas) cambiaba según el clima que hubiera reinado. Para obtener proteínas y grasas animales probablemente el Neandertal también combinaba las actividades de caza con las de rapiña de animales muertos.
Durante al menos los últimos 100.000 años algunos grupos humanos se alimentaron de frutos del mar o de la costa, tales como crustáceos y mamíferos y aves marinas, mientras que otros pescaban en ríos y lagos interiores. Hace probablemente unos 90.000 a 80.000 años el ser humano en Katanda, actualmente República Democrática del Congo, pescaba grandes barbos utilizando puntas de hueso con barbas, el aparejo de pesca especializada más antiguo conocido. Las puntas de piedra más antiguas para flechas o lanzas datan de hace unos 50.000 a 40.000 años. Estos avances tecnológicos, probablemente desarrollados por primera vez por los homínidos modernos, indican una ampliación de los tipos de alimentos disponibles.
Hace unos 40.000 años, el ser humano comenzó a hacer avances aún más significativos en la caza de animales peligrosos y en grandes manadas, así como en la explotación de los recursos marinos. Participaba en grandes expediciones de caza en las que mataba gran número de renos, bisontes, caballos y oros animales que vivían en aquella época en las amplias sabanas. En algunas regiones, se especializó en la caza de determinados tipos de animales. La familiaridad que estos humanos tenían con los animales que cazaban quedó reflejada en dibujos y pinturas en las paredes de las cuevas, datadas en unos 32.000 años de antigüedad. Los cazadores utilizaban asimismo los huesos, el marfil y las astas de sus presas para realizar obras de arte y bellos utensilios. En algunas zonas, tales como las planicies centrales de Estados Unidos en donde antiguamente abundaba un tipo de gran bisonte actualmente extinguido, la caza pudo haber contribuido a la extinción de especies completas.
8.3
Utensilios
Herramientas de caza y recolección
Estas herramientas muestran los métodos empleados por los cazadores-recolectores prehistóricos. A menudo se usaban trozos de corteza para guardar nueces y bayas, o como platos (arriba a la izquierda). Abajo a la izquierda se muestran reproducciones de aparejos de pesca y flechas empleados alrededor del 8000 a.C. Los mangos de madera de las herramientas para cortar y cavar (derecha) son reconstrucciones. Las azuelas y la herramienta para encender fuego que se muestra debajo son de sílex.

Aunque tal vez la fabricación y la utilización de utensilios no era suficiente para distinguir a los homínidos de sus predecesores simios, en cambio, el ser humano realizó la importante proeza de utilizar una herramienta para fabricar otras y en particular desarrolló una técnica denominada quebrantamiento de piedras que consistía en golpear con precisión una piedra contra otra. La fabricación de utensilios líticos caracterizó el periodo denominado a veces edad de piedra, que se inició hace al menos unos 2,5 millones de años en África y se prolongó hasta el desarrollo de los utensilios de metal en los últimos 7.000 años (en momentos diferentes según las partes del mundo). Aunque tal vez los primeros homínidos fabricaran utensilios de piedra hace más de 2,5 millones de años, puede que sus artífices no permanecieran el tiempo suficiente en un mismo lugar como para dejar conjuntos de utensilios que un arqueólogo pudiera descubrir en la actualidad.
La primera forma sencilla de fabricación de utensilios líticos consistía en romper y conformar una roca angular golpeándola con otra roca redonda del tamaño de la palma de la mano, conocida como piedra martillo. Los utensilios realizados de esta forma reciben el nombre de oldowan por Olduvai Gorge, Tanzania, yacimiento de donde proceden muchos de estos utensilios. Esta tradición se prolongó durante aproximadamente 1 millón de años. Entre los utensilios oldowan se encuentran grandes piedras con un borde cortado y pequeñas y afiladas lascas que podían ser utilizadas para rascar, cortar o partir. A veces, sus autores utilizaban piedras yunque (rocas lisas encontradas o situadas en el suelo) sobre las cuales golpeaban y abrían frutos duros o nueces. En la actualidad esta técnica es utilizada por los chimpancés.
Los científicos pensaban antes que los fabricantes de utensilios oldowan realizaban de forma intencionada diferentes tipos de herramientas. Actualmente parece que las diferentes formas eran consecuencia de arrancar lascas de diferentes formas de rocas naturales. El aprendizaje de las habilidades necesarias para fabricar estos utensilios requería ciertamente dotes de observación aunque no necesariamente una instrucción o el lenguaje. Así, los utensilios oldowan eran sencillos y sus fabricantes los utilizaban para cortar carcasas de animales, romper huesos para sacar la médula, limpiar pieles y afilar palos para desenterrar raíces y tubérculos comestibles.

Herramientas del paleolítico
Gran parte de la información que tenemos de las primeras fases de la evolución humana y de su cultura nos la proporcionan los útiles de piedra. El paleolítico, que abarca desde hace 2,5 millones de años hasta hace unos 10.500 años, ocupa el 99% del registro arqueológico mundial y sus inicios se corresponden con la aparición de las primeras herramientas de piedra. Los arqueólogos lo suelen dividir en tres subperiodos: inferior, medio y superior, cuya extensión guarda correlación con la aparición de nuevas especies de homínidos.

Los artífices buscaban las mejores piedras para hacer los utensilios y las transportaban a los lugares de transformación de alimentos. En estos lugares, abrían las carcasas y se comían la carne y la médula, evitando así que cualquier predador les arrebatase la presa. Este comportamiento contrasta con la estrategia de alimentación sobre la marcha que se observa, por lo general, en otros primates.
En la tradición de fabricación de utensilios achelenses, iniciada hace unos 1,7 a 1,5 millones de años, se realizaban piezas cada vez más simétricas, clasificadas por la mayoría de los científicos como hachas de mano y raederas. Sus artífices, como el Homo erectus, trabajaban con piezas de piedra de tamaño mucho mayor que los fabricantes oldowan. La simetría y el tamaño de los utensilios achelenses posteriores muestran una planificación y un diseño mejores —y tal vez, por tanto, una inteligencia mayor— por parte de sus autores. La tradición achelense se prolongó durante más de 1,35 millones de años.
El siguiente avance importante tuvo lugar hace al menos 200.000 años. Uno de los métodos de fabricación de esta época, conocido como técnica de levallois, consistía en arrancar con cuidado y de forma exacta pequeñas lascas alrededor de la superficie de una piedra y a continuación golpearla lateralmente para obtener un utensilio preformado, que a continuación podía ser mejorado. En los últimos 40.000 años el hombre moderno desarrolló las técnicas más avanzadas de fabricación de utensilios de piedra. El sistema denominado núcleo de hoja prismática consistía en eliminar la parte superior de una piedra dejando una plataforma plana y a continuación arrancar múltiples hojas en los laterales. Cada hoja tenía una sección transversal triangular, lo que la confería una resistencia excelente. Con estas hojas, como utensilios preformados, el ser humano podía fabricar con gran perfección puntas de lanzas, cuchillos y muchos otros tipos de herramientas. Los utensilios líticos más avanzados presentan asimismo diferencias regionales y coherentes que indican un elevado nivel de diversidad cultural. Véase Arte paleolítico.
8.4
Adaptación medioambiental
Los homínidos experimentaron profundos cambios en su entorno con el transcurso del tiempo. El polen vegetal y los huesos de animales fosilizados, junto con el análisis químico de suelos y sedimentos, aportan gran información sobre las condiciones medioambientales a las que tenía que adaptarse el ser humano.
Hace unos 8 millones de años los continentes, que se habían ido desplazando lentamente a lo largo de periodos muy largos de tiempo, se situaron definitivamente en las posiciones que ocupan en la actualidad. Pero, sin embargo, la corteza terrestre ha continuado moviéndose desde entonces y estos movimientos han alterado de forma profunda el paisaje en todo el mundo. Importantes cambios geológicos han afectado el curso de la evolución humana como, por ejemplo, los del sur de Asia que conformaron la cordillera del Himalaya y la meseta del Tíbet o los de África oriental que conformaron el valle del Rift. La formación de los principales valles y cadenas montañosas dio lugar a cambios en los patrones de vientos y lluvias. En muchas zonas las épocas secas se hicieron más pronunciadas y en África las condiciones se hicieron, por lo general, más frías y secas.
Hace unos 5 millones de años aumentaron las fluctuaciones en el clima global, siendo en el Plioceno (hace entre 5 y 1,6 millones de años) bastante pronunciadas las fluctuaciones de temperatura. Durante este tiempo el mundo entró en un periodo de intenso enfriamiento, iniciado hace unos 2,8 millones de años, y que consta de fases más frías conocidas como glaciaciones (épocas en las que se forman los glaciares) y fases más cálidas conocidas como interglaciaciones (épocas durante las cuales se funden los glaciares). Durante el Plioceno, las glaciaciones y las interglaciaciones duraban unos 40.000 años cada una. Por el contrario, durante el pleistoceno (entre 1,6 millones de años y 10.000 años) se produjeron fluctuaciones de estas fases glaciales mucho mayores y más largas. Así, por ejemplo, desde hace unos 700.000 años estas fluctuaciones se vienen repitiendo aproximadamente cada 100.000 años.
Hace entre 5 y 2 millones de años la mayor parte de África estaba cubierta por una mezcla de hábitats de bosques y praderas. Hace unos 1,7 millones de años el este de África entró en un periodo prolongado de sequía y al cabo de 1 millón de años grandes partes del paisaje africano se habían convertido en sabana. Por tanto, los primeros australopitecinos y el Homo antiguo vivieron en lugares relativamente boscosos, mientras que el Homo ergaster y el Homo erectus vivieron en zonas de África más abiertas. Las primeras poblaciones humanas encontraron entornos nuevos y diferentes cuando emigraron fuera de África como, por ejemplo, temperaturas más frías en el Oriente Próximo y bosques de bambú en el Sureste asiático. Hace al menos 1 millón de años las poblaciones se habían trasladado a zonas de climas templados de Europa y Asia, donde sufrieron largos periodos de tiempo muy frío.
Todos estos cambios —cambios profundos de paisaje, patrones cambiantes de lluvias y sequía y fluctuaciones de temperatura— supusieron retos para la supervivencia inmediata y a largo plazo de las primeras poblaciones humanas. Cada una desarrolló diferentes adaptaciones según su entorno, lo que en parte explica la existencia simultánea de varias especies durante gran parte de la evolución.
Algunas de las adaptaciones de los homínidos a los nuevos climas consistieron en cambios en su anatomía. Por ejemplo, un cuerpo alto y delgado como el del Homo ergaster —con una gran superficie de piel expuesta al viento— permite disipar el calor de forma muy eficaz. Probablemente esta adaptación ayudó a las especies a sobrevivir en los entornos más cálidos y más abiertos de África hace unos 1,7 millones de años. Por el contrario, el cuerpo bajo y ancho del Neandertal permitía conservar bien el calor, ayudándole a sobrevivir durante el periodo glacial en Europa y el oeste de Asia.
El aumento de tamaño y complejidad del cerebro permitió a los homínidos adaptarse cada vez mejor al entorno mediante cambios en su comportamiento cultural. El mayor aumento del tamaño del cerebro se produjo hace unos 700.000 años, periodo durante el cual el clima y el medio ambiente fluctuaron dramáticamente. Durante este periodo también evolucionó más rápidamente el comportamiento cultural humano, probablemente como respuesta a la necesidad de hacer frente a entornos imprevistos y cambiantes.
El ser humano siempre se ha adaptado a su entorno ajustando su comportamiento. Así, por ejemplo, los primeros australopitecinos se desplazaban por los árboles y por el suelo, lo que probablemente les ayudó a sobrevivir a fluctuaciones ambientales con hábitats boscosos y otros más abiertos. El Homo antiguo se adaptó fabricando utensilios líticos y transportando sus alimentos a lo largo de grandes distancias, aumentando así la variedad y la cantidad de su alimentación. Es posible que una dieta ampliada y flexible ayudase a estos fabricantes de utensilios a sobrevivir a cambios inesperados de su entorno y de los alimentos disponibles.
Cuando las poblaciones de Homo erectus se trasladaron a las regiones templadas de Eurasia tuvieron que enfrentarse a nuevos retos para poder sobrevivir. Durante las estaciones más frías tenían que emigrar o buscar refugio en, por ejemplo, cuevas. Algunas de las primeras evidencias definitivas de cavernícolas, datadas en hace unos 800.000 años, se han encontrado en el yacimiento de Atapuerca en el sur de España. Este yacimiento pudo haber sido el hogar de las primeras poblaciones de Homo heidelbergensis. El Homo erectus también utilizó cavernas como refugio.
Los homínidos aprendieron a controlar el fuego y a usarlo para generar calor, preparar alimentos y protegerse de otros animales. Los restos más antiguos de viviendas conocidos datan de hace unos 450.000 a 300.000 años y pertenecen a yacimientos tales como Bilzingsleben en Alemania, Verteszöllös en Hungría o Zhoukoudian en China. Los yacimientos africanos datados en unos 1,6 a 1,2 millones de años de antigüedad contienen huesos carbonizados y sedimentos coloreados, pero muchos científicos piensan que esta evidencia es demasiado ambigua y no permite demostrar que el ser humano controlaba el fuego. Las primeras poblaciones en Europa y Asia también tal vez también se abrigaban con pieles de animales durante los periodos de glaciación. Las agujas de hueso más antiguas conocidas, que indican el desarrollo de la costura y de la indumentaria, datan de hace unos 30.000 a 26.000 años.
8.5
El pensamiento simbólico: lenguaje, arte y religión
La evolución de la conducta cultural está directamente relacionada con el desarrollo del cerebro humano y en especial de la corteza cerebral, la parte del cerebro que hace posible el pensamiento abstracto, las creencias y la expresión a través del lenguaje. Los seres humanos se comunican mediante símbolos, referencias a objetos, ideas y pensamientos que transmiten un significado y que no tiene por qué tener relación formal con el símbolo. Por ejemplo, una palabra —un tipo de símbolo— por lo general no está directamente relacionada con el objeto o la idea que representa, es un concepto abstracto. El mundo de habla hispana utiliza el término león para referirse a un determinado animal, pero no porque este felino se parezca a las letras l-e-ó-n, sino porque estos símbolos juntos tienen un significado establecido y aceptado por nuestra cultura.
El ser humano también puede pintar cuadros abstractos o interpretar piezas de música que evoquen emociones o ideas, aunque las emociones o las ideas no tengan forma o sonido. Además, puede imaginar o creer en seres o poderes sobrenaturales —conceptos abstractos que simbolizan sucesos del mundo real tales como la creación de la Tierra, el Universo, el tiempo o la curación de los enfermos. Así, el pensamiento simbólico se encuentra en el corazón de las tres características claves de la cultura humana moderna: el lenguaje, el arte y la religión.
8.5.1
Lenguaje
En el lenguaje el ser humano puede unir de forma creativa palabras para formar una infinidad de frases —cada una de ellas con un significado distinto— de acuerdo con una serie de reglas o gramática. El lenguaje permite comunicar conceptos complejos o intercambiar información sobre eventos pasados y futuros, objetos que no están presentes o conceptos filosóficos o técnicos complejos.
El lenguaje confiere al ser humano enormes ventajas para su adaptación como, por ejemplo, la capacidad de planificar el futuro, de comunicar la ubicación de alimentos o de peligros a otros miembros de un grupo social o de contar historias que unen a un grupo, tales como mitologías o cuentos. Sin embargo, las palabras, las frases y los lenguajes no pueden ser conservados como los huesos o los utensilios, de forma que la evolución del lenguaje es uno de los temas más difíciles de ser investigados por la ciencia.
Parece que el hombre moderno tiene un instinto innato para el lenguaje. En condiciones normales resulta casi imposible para una persona no desarrollar un lenguaje y los humanos de todas partes del mundo pasan por las mismas fases de aprendizaje casi en las mismas edades. El hombre parece tener una información genética innata para desarrollar y aprender nuevos lenguajes.
Esta capacidad depende de la compleja estructura del cerebro que tiene numerosas áreas interconectadas y específicamente dedicadas al desarrollo y al control del lenguaje. La complejidad de las estructuras cerebrales precisas hace pensar que tal vez fuera necesario un largo periodo de tiempo para su evolución. Aunque a los paleoantropólogos les gustaría saber en qué momento evolucionaron estas importantes partes del cerebro, el interior de los cráneos humanos primitivos no permite obtener información suficiente como para aclarar esta cuestión.
Algunos científicos piensan que ya los primeros australopitecinos tenían cierta habilidad para comprender y utilizar símbolos. La defensa de esta hipótesis se basa en estudios realizados con chimpancés. Sin embargo, parece que el lenguaje —así como el arte y los rituales religiosos— sólo se convirtieron en aspectos vitales de la vida humana en los últimos 100.000 años, especialmente dentro de nuestra propia especie.
8.5.2
Arte
Cueva de Altamira
Los bisontes que se pueden observar en la imagen son sólo una pequeña muestra del conjunto de pinturas prehistóricas que la cueva de Altamira alberga. Datadas en más de 15.000 años de antigüedad, sus representaciones animalísticas, ejecutadas con un hábil estilo naturalista dominador del trazo y de la utilización de los colores, motivaron que esta gruta cántabra, ubicada en el término de Santillana del Mar, recibiera el apelativo de 'Capilla Sixtina del arte paleolítico'.

El ser humano también expresa el pensamiento simbólico mediante diferentes formas de arte como la pintura, la escultura y la música. El objeto más antiguo conocido con un posible valor simbólico y artístico data de hace unos 250.000 años y procede del yacimiento de Berekhat Ram en Israel. Los científicos han interpretado este objeto, una figura esculpida en una pequeña pieza de roca volcánica, como una representación del contorno de un cuerpo femenino. Entre los escasos posibles objetos de arte del periodo comprendido entre hace 200.000 y 50.000 años, procedentes del oeste de Europa y atribuidos normalmente al hombre de Neandertal, se encuentran dos colgantes sencillos —un diente y un hueso con agujeros taladrados— y varios fragmentos estriados o pulidos de dientes y huesos.
En yacimientos de hace más de 400.000 años se han encontrado fragmentos de pigmentos rojos y negros que pueden haber sido utilizados para decorar el cuerpo u objetos perecederos tales como utensilios de madera o indumentaria confeccionada con pieles de animales, aunque esta evidencia no ha llegado hasta nuestros días. Pruebas del uso sofisticado de pigmentos para fines simbólicos —tales como rituales religiosos— sólo se ha encontrado en restos de hace unos 40.000 años. Del inicio de este periodo se han hallado diferentes tipos de lápices de cuidadosa factura que se utilizaban para pintar así como evidencias de que el ser humano quemaba pigmentos para fabricar diferentes colores.

Pintura rupestre, Lascaux
Las pinturas prehistóricas de las cuevas de Lascaux, Francia, datan aproximadamente del 13000 a.C. y fueron realizadas con pigmentos (rojo y ocre) soplados a través de huesos huecos sobre la roca, o aplicados con juncos o ramas aplastadas después de mezclarlos con grasa animal.

El ser humano comenzó a crear y utilizar objetos simbólicos avanzados hace entre unos 50.000 y 30.000 años. Gran parte de este arte parece haber sido utilizado en rituales —posiblemente ceremonias para pedir a los espíritus éxito en la caza. El registro arqueológico muestra un enorme florecimiento del arte en el periodo comprendido entre hace 30.000 y 15.000 años. Durante este periodo el ser humano se adornaba con complicadas joyas de marfil, hueso y piedra y tallaba bellas figuras representando animales y formas humanas. Muchas tallas, esculturas y pinturas son representaciones estilizadas del cuerpo femenino. Algunos científicos creen que estas figuras femeninas representan la fertilidad.
En las primeras pinturas rupestres se hacía un uso sofisticado de la textura y el color. La zona de lo que actualmente es el sur de Francia contiene numerosos yacimientos famosos con este tipo de pinturas como, por ejemplo, las cuevas de Chauvet, con arte de hace más de 30.000 años, y Lascaux, con pinturas de hace más de 18.000 años. También es de gran importancia la cueva de Altamira, en España, que contiene restos datados en más de 15.000 años de antigüedad. En algunos casos los artistas pintaban en paredes que sólo podían alcanzar con gran esfuerzo, por ejemplo, arrastrándose. El acto de llegar hasta estas pinturas les confiere una sensación de misterio y ritual. Por ello los arqueólogos se refieren a algunas de las cámaras pintadas más extraordinarias como santuarios. Sin embargo, en la actualidad no se sabe con seguridad el significado que estas primeras pinturas y grabados podían tener para los artistas que las crearon.
8.5.3
Religión
Las tumbas encontradas en Europa y Asia occidental indican que el Neandertal ya enterraba a sus muertos. Algunos yacimientos contienen tumbas muy poco profundas, tal vez cavadas por miembros de un grupo o familia sencillamente para alejar a los cadáveres de su vista. En otros casos parece que ciertos grupos realizaban rituales para llorar por sus muertos o comunicarse con los espíritus. Algunos investigadores aseguran que los objetos encontrados en las tumbas, tales como flores o huesos de animales, habían sido colocados junto al cadáver, lo que sugiere que algunos grupos pudieron haber creído en una vida después de la muerte. En numerosos enterramientos neandertalenses el cadáver tenía las piernas y los brazos doblados sobre su pecho, lo que podría indicar un posición ritual de enterramiento.
Sin embargo, otros investigadores rechazan estas interpretaciones y sugieren que tal vez el Neandertal tenía razones más bien prácticas que religiosas para posicionar así los miembros de sus cadáveres. Así, por ejemplo, un cuerpo situado en posición fetal sólo necesitaría un agujero de tamaño reducido para su enterramiento, lo que facilitaría la tarea de cavar la tumba. Además, los huesos de animales y el polen de flores cerca de los cadáveres podían haber sido depositados allí por accidente o sin intención religiosa.
Anteriormente, numerosos científicos pensaban que los huesos fosilizados de osos de las cavernas (especie de gran oso actualmente extinguido) que se ha encontrado en las cuevas de Neandertal indicaban que estos homínidos practicaban lo que se ha denominado ‘el culto al oso de las cavernas’. Sin embargo, tras un estudio cuidadoso, se ha llegado a la conclusión de que aquellos animales murieron mientras estaban invernando y que el Neandertal ni recogía sus huesos ni los adoraba.
8.6
La domesticación, la agricultura y la aparición de las civilizaciones
Uno de los avances más importantes de la conducta cultural humana tuvo lugar cuando el ser humano comenzó a domesticar animales y a cultivar plantas. La domesticación y la llegada de la agricultura tuvieron como consecuencia el desarrollo de numerosos alimentos básicos (que forman la base de toda una dieta) en las regiones templadas y tropicales de todo el mundo. En la actualidad, casi la totalidad de la población depende de cuatro de estos alimentos básicos: trigo, arroz, maíz y patatas.
8.6.1
La manipulación humana del entorno
El desarrollo de la agricultura y de la ganadería dio lugar a uno de los cambios históricos más trascendentales en la relación entre el ser humano y su entorno natural. El cambio ya comenzó hace 10.000 años en Oriente Próximo, aunque también se produjo en otros lugares como zonas de México, China y Sudamérica, y desde entonces ha ido acelerándose muy rápidamente. Una vez que se comenzaron a cultivar plantas y criar animales, muchas especies quedaron bajo el control humano en grandes zonas del planeta. Aunque el número total de especies de plantas y animales ha disminuido, el cultivo de algunas especies necesarias para alimentar a grandes poblaciones humanas ha aumentado enormemente. En las zonas dominadas por el hombre, la interacción entre plantas y animales normalmente se encuentra bajo el control de una sola especie —el Homo sapiens.
En la época de transición inicial a la domesticación de plantas y animales los paisajes fríos y glaciales de hace 18.000 años ya hacía mucho tiempo que habían dejado paso a entornos más cálidos y húmedos. Al principio el ser humano se adaptó a estos cambios utilizando una gama amplia de recursos naturales, pero más tarde comenzó a centrarse en las especies animales y vegetales más abundantes y resistentes. Entre las plantas que el hombre comenzó a utilizar en grandes cantidades se encontraban cereales tales como el trigo en el oeste de Asia, variedades salvajes de arroz en el este de Asia o el maíz en lo que actualmente es México. Entre los animales que se comenzaron a criar se encontraban las cabras salvajes en el oeste de Asia, unos antepasados salvajes de los pollos en el este de Asia y las llamas en Sudamérica.
Con la recolección de plantas y la cría de animales salvajes en rebaños, se propició el desarrollo de especies con características favorables para la cría, el pastoreo y la alimentación. Este proceso de selección de ciertas especies y de control de su reproducción fue dando lugar a nuevas especies vegetales como la avena, la cebada y las patatas, y animales tales como las vacas, las ovejas y los cerdos. De estas especies domésticas de plantas y animales el ser humano obtuvo productos importantes como harina, leche y lana.
8.6.2
Efectos de la producción de alimentos sobre la sociedad humana
Al comenzar a cosechar y reunir en rebaños especies domesticadas, se pudo almacenar grandes cantidades de alimentos vegetales, tales como semillas y tubérculos, y disponer para su consumo de un suministro de carne y leche. La disponibilidad de estos suministros confirió al ser humano una cierta seguridad de poder alimentarse a largo plazo, mientras que con el estilo de vida de los primeros cazadores-recolectores no era posible disponer de un remanente importante de alimentos. Al disponer de mayores suministros de alimentos, el hombre agrícola pudo establecerse en pueblos y tener más hijos. Sin embargo, la nueva posibilidad de confiar en la agricultura y el cambio a la vida sedentaria para formar pueblos también tuvieron algunos efectos negativos. A medida que la dieta media se fue haciendo más dependiente de grandes cantidades de una o de varias de las cosechas básicas, el ser humano se fue haciendo más vulnerable a enfermedades causadas por la falta de determinados nutrientes. El estilo de vida sedentario aumentó asimismo tanto el contacto entre hombres como entre el hombre y sus desechos, lo que propició una mayor incidencia y transmisión de enfermedades.
El ser humano respondió al aumento de la densidad de población —con el consiguiente uso excesivo de tierras de labranza y pastoreo— de diferentes formas: algunos se trasladaron para asentarse en regiones totalmente nuevas y otros inventaron nuevas formas de producción de alimentos en cantidades mayores y con mayor rapidez. La forma más sencilla consistió en extender los campos de cultivo y de pastoreo para poder mantener rebaños cada vez mayores. Muchas poblaciones también desarrollaron sistemas de irrigación y fertilización que les permitieron reutilizar las tierras cultivadas y producir mayores cantidades de alimentos en las tierras existentes.
8.6.3
La aparición de las civilizaciones
Las civilizaciones —sociedades avanzadas que poseen una unidad histórica y cultural— se desarrollaron de la mano de la aparición de los excedentes de producción de alimentos. Las personas de estatus elevado utilizaron a veces los excedentes como forma para pagar el trabajo y crear alianzas entre grupos, a menudo para luchar contra otros grupos. De esta forma, los pueblos de mayor tamaño podían convertirse en ciudades-estado (centros urbanos que se autogobernaban) e incluso imperios que cubrían vastos territorios. Al disponer de un excedente de producción de alimentos, muchos individuos pudieron trabajar exclusivamente en puestos políticos, religiosos o militares, dedicarse a vocaciones artísticas o a otras habilidades. Esto también permitió a los gobernantes controlar a los trabajadores, como en el caso de los esclavos. Todas las civilizaciones se desarrollaron en base a este tipo de divisiones jerárquicas de estatus y vocación.
La primera civilización surgió hace unos 7.000 años en Sumeria en lo que actualmente es Irak. Sumeria siguió creciendo poderosa y próspera hasta hace aproximadamente unos 6.000 años, cuando se fundó la ciudad-estado de Ur. La región de Sumeria, conocida como Mesopotamia, era la misma región en donde los seres humanos habían domesticado por primera vez animales y plantas. También surgieron otras civilizaciones en el valle del Nilo, en el noreste de África, el valle del Indo, en el sur de Asia, el valle del río Amarillo, en el este de Asia, los valles de Oaxaca, México y la región del Yucatán, en Centroamérica, y la región de los Andes en Sudamérica.
Todas las civilizaciones iniciales tenían algunas características comunes como, por ejemplo, un cuerpo político burocrático, un ejército, un cuerpo de liderazgo religioso, grandes centros urbanos, edificios monumentales y otras obras de arquitectura, redes comerciales y excedentes de alimentos obtenidos mediante sistemas intensivos de labranza. Muchas de las civilizaciones iniciales también tenían sistemas numéricos, matemáticos, astronómicos (con calendarios) y de escritura, redes de carreteras, un cuerpo legislativo formalizado e instalaciones para la educación y para el castigo de infracciones.
Con la aparición de las civilizaciones la evolución humana entró en una fase totalmente diferente. Anteriormente el ser humano había vivido en grupos familiares pequeños básicamente expuestos a y controlados por las fuerzas de la naturaleza. En la actualidad, varios miles de años después de la aparición de las primeras civilizaciones, la mayoría de los humanos viven en sociedades de millones de individuos. Parece que la cultura seguirá evolucionando rápidamente y en direcciones imprevisibles y que estos cambios, a su vez, influirán en la evolución física del Homo sapiens y de cualquier otra especie humana futura.


Entradas populares

Me gusta

Seguidores