El invento del:
Arte azteca
Calendario azteca
Este inmenso monolito se conserva en la
Sala Mexica del Museo Nacional de Antropología de la ciudad de México desde el
27 de junio de 1964. Para transportarlo desde el Zócalo se emplearon 30 días y
una enorme plataforma. En su superficie está tallado el compendio de los conocimientos
astronómicos y cosmogónicos de la civilización mexica.
Arte azteca, conjunto de manifestaciones
artísticas desarrolladas por el pueblo azteca entre el 1250 y el 1521 d.C. que
se cuentan entre las más importantes de Mesoamérica antes de la llegada de los
europeos.
El término azteca, junto
con los de mexica y tenochca, se utiliza hoy día para designar al pueblo que
llegó al valle de México procedente de Aztlán, lugar mítico situado al norte de
Mesoamérica. El arte azteca es, fundamentalmente, un arte al servicio del
Estado, un lenguaje utilizado por la sociedad para transmitir su visión del
mundo, reforzando su propia identidad frente a la de las culturas foráneas. De
marcado componente político-religioso, el arte azteca se expresa a través de la
música y la literatura, pero también de la arquitectura y la escultura,
valiéndose para ello de soportes tan variados como los instrumentos musicales,
la piedra, la cerámica, el papel o las plumas. Lo primero que llama la atención
es la asimilación azteca de las tradiciones artísticas anteriores y la impronta
personal que otorgaron a sus manifestaciones. El arte azteca es violento y rudo
pero deja entrever una complejidad intelectual y una sensibilidad que nos
hablan de su enorme riqueza simbólica.
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ARQUITECTURA
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El hecho de que la actual
capital de México cubra, en la práctica, la antigua Tenochtitlan, capital del
Imperio azteca, impide que tengamos una visión completa de las estructuras
arquitectónicas y, sobre todo, de la organización del espacio en los centros
ceremoniales, o la relación entre estructuras templarias y las construcciones
de carácter habitacional. De hecho, nuestro conocimiento de esta zona se limita
a algunos sectores en los que pudieron hacerse excavaciones de carácter
restringido o donde se produjeron hallazgos casuales. Así la llamada plaza de
las Tres Culturas, en el corazón de Tlatelolco; las excavaciones en el templo
mayor, en el subsuelo de la catedral metropolitana, o en los trabajos para la
construcción del metro, más algunos templos aislados, como los de Tenayuca o
Santa Cecilia, que nos proporcionan una idea de cómo fueron los templos en la
zona central del valle de México. A esto debemos añadir algunos otros
asentamientos, como los de Malinalco, Zempoala, Teopanzolco o Calixtlahuaca, en
los que se han descubierto importantes estructuras de época azteca.
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Arquitectura religiosa
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La arquitectura religiosa se
desarrolla siguiendo las pautas de la tradición mesoamericana, aunque existen
aportaciones importantes. El tipo de construcción más original es el de los
templos gemelos, con doble escalinata de acceso. Aunque el mejor conocido es el
de Tenayuca, a ese modelo responden también los templos principales de
Tlatelolco y Tenochtitlan. Se trata de una representación dual de las
divinidades que existía en Mesoamérica desde épocas remotas. La colocación de
parejas de dioses, como la de Huitzilopochtli–Tláloc del templo mayor de
Tenochtitlan, sobre una sola plataforma piramidal, hace que su estructura sea
alargada y presente una doble escalinata de acceso. En este caso, las
excavaciones realizadas por el doctor Eduardo Matos Moctezuma pusieron de
manifiesto una serie de hasta siete periodos o reconstrucciones sucesivas entre
1375 y 1520.
Otro modelo arquitectónico
relativamente frecuente es la pirámide de planta circular que tradicionalmente
se ha atribuido a santuarios del dios Ehécatl, deidad del viento, que en su
aspecto de remolino o huracán podría hacer lógica esta forma. Las más conocidas
son la de Calixtlahuaca y la de la estación de metro de Pino Suárez. Otra
construcción muy característica de los aztecas es un tipo de plataforma
decorada con calaveras, que constituían la base del tzompantli,
estructura donde se acumulaban los cráneos de los sacrificados. Sólo se
conserva un pequeño altar que se encuentra en el Museo Nacional de Antropología
de México y el descubierto recientemente en las excavaciones del templo mayor.
Entre los tipos arquitectónicos
más comunes no podemos dejar de mencionar los templos piramidales de planta
cuadrada o rectangular con una sola escalinata de acceso en la parte frontal,
delimitada por dos alfardas lisas. Muchas de las pirámides de Tenochtitlan
seguían este modelo.
Dos de las más extraordinarias
creaciones arquitectónicas de los aztecas fueron Tepoztlán y Malinalco, ambas
excavadas en la roca y terminadas con construcciones de mampostería. El templo
de Tepoztlán es de planta rectangular y tiene dos salas: a la primera se accede
por una puerta dividida por dos pilastras, mientras que en la del fondo hay un
banco corrido decorado con relieves que muy bien pudieran ser insignias
funerarias. El conjunto del templo descansa sobre una plataforma piramidal con
escalinatas limitadas por alfardas. Malinalco, por su parte, es un conjunto
irregular de construcciones templarias excavadas en la roca madre, compuesto
por seis unidades de las que cuatro al menos presentan una forma circular. La
estructura I es la más elaborada del yacimiento y representa un conjunto
escultórico de una impresionante belleza. En ambos caso nos encontramos ante un
tipo de construcción religiosa que tiene la función de expresar el poder
militar y religioso de los aztecas.
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ESCULTURA
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Escultura de Xochipilli
La escultura en piedra de pequeño tamaño
tuvo una gran importancia en el arte azteca. La escultura de Xochipilli (Museo
Nacional de Antropología, México), sentada sobre un gran taburete recubierto de
flores, representa de manera realista y majestuosa a la divinidad de la
juventud, de la belleza, de las flores y de la música.
Era fundamentalmente monumental
y aparecía asociada a las grandes construcciones arquitectónicas. Muy realista
en su concepción, contenía un componente simbólico y abstracto de gran
importancia relacionado con su universo religioso. Existen piezas de gran
tamaño que representan a los dioses, los mitos, los reyes y sus hazañas. De las
obras que han llegado hasta nosotros y que se encuentran en el Museo Nacional
de Antropología de México destacaremos la imponente Coatlicue (diosa serpiente
de la tierra), de relieve plano y repleta de símbolos; la cabeza de
Coyolxauhqui (diosa de la Luna e hija de Coatlicue); la Piedra del Sol o
Calendario azteca, enorme bloque circular trabajado en relieve y dedicado a la
divinidad solar Tonatiuh que algunos investigadores atribuyen al señor de la
tierra Tlaltecuhtli, y la Piedra de Tizoc, enorme disco que narra en un friso
las conquistas del que fuera famoso tlatoani (emperador) de los aztecas entre
1481 y 1486.
Chalchiuhtlicue
Esta máscara representa a
Chalchihuitlicue, 'la que tiene falda de jade', diosa de ríos, mares y lagos y
pareja de Tláloc, deidad de la lluvia. Tenía a su cuidado las aguas que corren
o se estancan en la tierra. El pendiente que adorna su nariz y el cabello
trenzado eran típicos entre las mujeres aztecas.
Existen obras escultóricas de
menor envergadura entre las que destacaremos el llamado Caballero Águila en la
que se representa el rostro de un guerrero surgiendo del pico de un águila y
algunas imágenes del dios Tláloc y de la diosa Chalchiuhtlicue. La más conocida
es la imagen del dios de las flores Xochipilli, sentado sobre un gran sitial,
con todo el cuerpo cubierto por flores tatuadas.
Bajorrelieve azteca
Los artesanos aztecas fueron bastante
diestros en el arte de la cantería. Esta obra del 1500, esculpida en piedra,
representa al dios azteca Quetzalcóatl, la serpiente emplumada que, de acuerdo
con la mitología azteca, creó todas las formas vivientes.
La escultura de pequeño
tamaño en piedra tuvo también una gran importancia. Suele pertenecer más al
ámbito de lo cotidiano, reproduciendo, generalmente, animales y objetos
comunes. Algunas piezas conservan restos de pintura e incrustaciones realizadas
con piedras diferentes. La técnica mexica creó obras extraordinarias con
materiales muy difíciles de labrar. Entre ellas debemos destacar una vasija de
obsidiana que representa a un mono, o una excepcional calavera de cristal de
roca que se encuentra en el Mankind Museum de Londres, donde se percibe el
detallado conocimiento anatómico que poseían los mexicas, así como su pericia
en el trabajo de la piedra, presentando una pieza casi transparente de un
pulido perfecto.
Los trabajos escultóricos en
madera y turquesa, aun siendo mucho menos numerosos, supusieron un aporte
interesante. Encontramos tambores con relieves muy complejos, marcos para
espejos de obsidiana y los llamados mosaicos de turquesas (esculturas en madera
cubiertas con mosaicos de piedras) que continúan la antigua tradición
mesoamericana y de los que sólo se conservan algunas cabezas zoomorfas y
máscaras.
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ORFEBRERÍA
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Aunque los orfebres mixtecos
que realizaron las ofrendas de las tumbas de Monte Albán fueron los mejores de
Mesoamérica, los aztecas alcanzaron tal pericia en la fundición, combinando oro
y plata, que no se quedaron atrás. Los metales se utilizaban fundamentalmente
para hacer joyas: collares, pendientes, pectorales, orejeras, bezotes (adornos
que se colocaban en un orificio practicado bajo el labio inferior) y pulseras.
También se hacían figuras y recipientes. Utilizaban la cera perdida y eran
maestros en la fundición, hasta el punto de fabricar figuras articuladas.
Frecuentemente se combinaban los metales con piedras semipreciosas como el
jade, la amatista y la turquesa, formando collares y adornos de gran belleza.
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PLUMERÍA
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Escudo de Ahuizotl
Escudo decorado con plumas que
perteneció al soberano azteca Ahuizotl (1486-1502). Este tipo de trabajo
ornamental fue muy popular entre los pueblos indígenas americanos del periodo
prehispánico.
La plumería fue una de
las expresiones más originales y características de los aztecas, especialmente
en la elaboración de mosaicos. Las aves utilizadas para estos trabajos
procedían de los bosques tropicales del sur de México y Guatemala, o bien eran
criadas en cautividad y cazadas con técnicas refinadas que no dañaban el
plumaje de la presa. Eran clasificadas de acuerdo con el tamaño, calidad y
color, siendo las más apreciadas las verdes de quetzal (sobre todo las
larguísimas caudales); las rojas del tlauquecholli, parecido al flamenco, y las
azules turquesa del xiuhtótotl. Los especialistas dedicados a estas tareas se
llamaban amanteca y eran muy apreciados, destacando los de Tlatelolco, Texcoco
y Huaxtepec. Se conservan buenos ejemplares de escudos y tocados en museos de
América y Europa. Destacaremos el escudo del dios de la lluvia, que representa
un coyote (quizá el emblema del tlatoani Ahuizotl), pero, sobre todo, el gran
tocado de plumas de quetzal con adornos de oro, conocido como el penacho
(corona) de Moctezuma, conservado en el Museo Etnográfico de Viena.
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CERÁMICA
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Constituye la forma de
expresión más popular, sobre todo en lo relativo a las figuras de personas y
divinidades, entre las que destacan figurillas femeninas de fertilidad y
representaciones de dioses. Las figurillas femeninas aparecen de pie, con el
cabello dividido en dos crestas o bucles que se elevan sobre la cabeza, un
faldellín decorado que llega hasta los pies, y suelen llevar en sus brazos
otras dos figuras más pequeñas. Se ha interpretado como una representación de
la diosa madre azteca (Tonantzin, Xochiquetzal, Coatlicue o Cihuacóatl), aunque
en la actualidad son consideradas como un símbolo de la maternidad. Otras
figuras son representaciones de los dioses Tláloc y Quetzalcóatl Ehécatl.
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CÓDICES
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Códice Borbónico
El Códice Borbónico azteca muestra a los
dioses Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, éste en forma de serpiente verde que devora
a un hombre. La ilustración muestra la importancia del sacrificio humano en la
religión azteca, así como la leyenda de que Quetzalcóatl, el dios desterrado
por Tezcatlipoca, volvería para dirigir a los aztecas.
Eran libros en papel de
amate o en piel de venado, doblados a manera de biombo. Plasmaban dibujos
figurativos y una escritura pictográfica que servía como recordatorio de
narraciones históricas, religiosas o litúrgicas. La inmensa mayoría de los
códices aztecas son copias de códices antiguos o recopilaciones posteriores a
la conquista realizadas a requerimiento de los frailes. Los identificados
plenamente con el mundo azteca son el Códice Borbónico y el Tonalamatl
Aubin, los más antiguos, y los pertenecientes al grupo Magliabecchiano,
entre los que destacan el propio Magliabecchiano, el Códice Tudela,
el Códice Ixtlilxóchitl y el Códice Veitia. Véase Códices
precolombinos.
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LITERATURA Y MÚSICA
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A la llegada de los españoles
muchos de los textos de los códices prehispánicos fueron recopilados en libros
escritos en lengua náhuatl con caracteres latinos. Entre ellos destacan los
llamados Anales de Tlatelolco, los Códices Matritenses de fray
Bernardino de Sahagún y, sobre todo, por su gran calidad literaria, la Colección
de cantares mexicanos y Los romances de los señores de la Nueva España,
donde se ensalza lo bello, lo efímero y lo sutil de la vida. El mundo de la
música y la danza corría parejo al de la literatura. Por lo que sabemos
existieron gran variedad de instrumentos musicales de los que se sirvieron para
realizar escalas pentatónicas y, en ocasiones, de seis, siete o más tonos.