Pintura mural
La última cena, de
Leonardo da Vinci
La última cena (c.
1495-1497), en la iglesia de Santa Maria delle Grazie de Milán, es una de las
pinturas religiosas más famosas de Leonardo da Vinci. La obra sufrió serios
deterioros debido a la mala adherencia de la mezcla de óleo y pintura al temple
utilizada por el artista.
Pintura
mural, decoración de muros o techos mediante diferentes
técnicas, con fines ornamentales, religiosos o didácticos. Tradicionalmente se
ha utilizado en los interiores de edificios públicos, especialmente las
iglesias, y aborda temas religiosos, históricos, alegóricos o patrióticos
significativos para el público. La principal característica de la pintura mural
es su gran formato. Está estrechamente ligada a los planos arquitectónicos y
decorativos y puede servir para dar realce al diseño del interior o para
transformarlo, por medio del trampantojo, o trompe l´oeil, con el fin de
producir un efecto de dimensiones espaciales diferentes.
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TÉCNICAS
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Las técnicas de pintura
mural abarcan la encáustica, el fresco, el óleo y el temple; de hecho, el
término fresco se emplea de forma alternativa al de mural. Otras técnicas que
se emplean son la cerámica y, más recientemente, los silicatos líquidos, la
pintura acrílica y los esmaltes de porcelana al fuego, así como la fotografía,
que entra en la composición de muchos murales modernos. Los mosaicos,
utilizados con profusión en la ornamentación de paredes y techos, constituyen
un género aparte.
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HISTORIA
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Diego Rivera
La pintura mural
moderna alcanza su cénit con la obra de Diego Rivera, el más prolífico y
conocido de los muralistas mexicanos. Este fresco, La civilización tarasca,
muestra algunas de las costumbres de este pueblo indígena de México, en este
caso el teñido y dibujado de tejidos.
La pintura mural es una
forma de arte muy antigua. Se encuentra en las paredes de las cuevas
prehistóricas, como en las de Altamira, en España, y las de Lascaux, al
suroeste de Francia, y constituye un aspecto importante del arte paleolítico.
En el Lejano Oriente, la pintura mural se inició en China hacia el año
1700 a.C., de allí se extendió a Corea y Japón. Las paredes de las cuevas
de Ajanta, en India, muestran una notable serie de pinturas sobre temas budistas,
realizadas al temple (entre el 200 a.C. y el 650 de nuestra era).
La pintura mural era una
modalidad artística muy desarrollada en el antiguo Egipto; las paredes y techos
de las cámaras mortuorias estaban decoradas al temple con figuras y motivos que
simbolizaban la vida en el más allá. El palacio de Cnosos, en Creta, lucía
pinturas al fresco, de brillante colorido, que representaban flores, animales y
figuras humanas; en la antigua Grecia se acostumbraba a decorar tanto los
edificios públicos como las viviendas particulares con pinturas al temple y
encáustica y la tradición continuó en la época helenística y romana. Destacan
especialmente las pinturas ilusionistas de paisajes, naturalezas muertas, y
figuras humanas, halladas en las paredes de Pompeya y Herculano. En las
culturas prehispánicas mesoamericanas se realizaron extraordinarias pinturas
murales como las de Cacaxtla en Tlaxcala y las mayas de Bonampak (en México),
que conmemoran pasajes bélicos, junto a sus protagonistas, exquisitamente
ataviados.
Mural de la
Prehistoria (Cuba)
Esta pintura mural
de 120 m de alto y 180 m de ancho fue realizada por el pintor cubano Leovigildo
González, discípulo del muralista mexicano Diego Rivera, en la pared del mogote
Dos hermanas, en el valle de Viñales, provincia del Pinar del Río.
Al principio de los periodos
cristiano y bizantino se pintaban al temple y al fresco los interiores de las
basílicas; hacia el siglo IV, estas técnicas fueron sustituidas por los mosaicos,
si bien, a principios del siglo XIV, la pintura mural fue recuperada en las
iglesias del sur de Europa. En el norte, quedó desbancada por las vidrieras de
los templos góticos y por los tapices que cubrían los muros de los castillos.
Desde el siglo XVII al
XIX, pintores como el maestro flamenco del barroco Petrus Paulus Rubens, el
pintor italiano del rococó Giovanni Battista Tiepolo, y el artista español
Francisco de Goya, realizaron murales destinados principalmente a edificios
civiles y, con la notable excepción de la obra de Tiepolo en Alemania y la de
los frescos de Goya en la ermita de San Antonio de la Florida en Madrid, se
trataba generalmente de óleos sobre lienzo, que después se fijaban sobre los
muros o sobre los techos.
En el siglo XX, la resurrección
de la pintura mural se debió principalmente a tres artistas mexicanos, Diego
Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, quienes, desde la década
de 1920, trabajaron en distintas ciudades de la República Mexicana, de Estados
Unidos y en algunos países de América Latina. A grandes rasgos, su obra la
constituyen composiciones de vivos colores, que conmemoran la rebelión del
pueblo contra los sistemas opresivos, la formación del mestizaje por la unión
entre indígenas americanos y españoles, el pasado histórico y la proyección al
futuro, la naturaleza humana con sus contradicciones y, en síntesis, la
búsqueda de la esencia humana y su trascendencia hacia la divinidad, todo ello
dentro de un marco de monumentalidad. Véase Muralismo.