El invento del:
Arte persa
Arte
persa, conjunto de manifestaciones artísticas que se
desarrollaron en la antigua Persia, territorio que a partir de 1935 pasó a
conocerse como Irán. No obstante, y de acuerdo a su uso más extendido y
popular, el término persa se utilizará en este artículo para referirse al
periodo anterior a la llegada del islam en el siglo VII d.C. —es decir, la
época del antiguo Imperio persa— así como también para los tiempos
prehistóricos.
2
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PERIODO ANTIGUO
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Los principales trabajos
artísticos de la época prehistórica fueron las piezas de cerámica y pequeñas
figuras de arcilla, mientras que la arquitectura y la escultura predominaron a
lo largo de los dos imperios persas, el Aqueménida y el Sasánida (siglos VI
a.C.-VII d.C.). Tras la conquista árabe y la introducción del islam en el siglo
VII d.C., la escultura cedió su lugar en favor de la arquitectura, que entró
así en un periodo de gran esplendor. La pintura llegó a ser importante entre
los siglos XIII a XVII. Ya en el siglo XX se recuperaron estas antiguas formas
artísticas combinándose los modelos tradicionales con la tecnología occidental
y los nuevos materiales.
2.1
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Arquitectura
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Entre los primeros ejemplos
de arquitectura persa destacan un grupo de pequeñas viviendas construidas con
mortero y ladrillos de barro no cocido y secados al sol (adobe) descubiertas en
varios yacimientos neolíticos del occidente de Irán: Tepe Alí Kosh, Tepe Guran,
Ganj Dareh Tepe y Hajji Firuz Tepe. Estos yacimientos demuestran el
asentamiento de pequeños poblados formados por casas de una única habitación y
dependencias para almacenaje a lo largo de la frontera occidental del país en
torno al año 6000 a.C. Las excavaciones en Tal-i Bakun, cerca de
Persépolis, y en Tal-i Iblis y Tepe Yahya, cerca de Kermān, muestran cómo hacia
el 4000 a.C. se levantaron edificios con un mayor número de estancias,
agrupados además en pueblos o pequeñas ciudades. Todas estas estructuras
arquitectónicas indican que las técnicas tradicionales de construcción mediante
mortero y ladrillos de adobe se encontraban ya en pleno desarrollo. En Shahr-i
Sokhta en Sistán se ha estado excavando un interesante palacio de la edad del
bronce (c. 2500 a.C.). Su estructura y tipología evidencian un
acusado incremento de la complejidad en consonancia con el establecimiento de
importantes centros comerciales sobre la meseta iraní.
A finales del 2000 a.C.,
grupos tribales arios, entre los que se encontraban los medos y los persas, se
extendieron por la meseta desplazando o absorbiendo a los primitivos
pobladores. La arquitectura y artesanía de este periodo conocido como edad del
hierro, precedente inmediato de la fundación del Imperio persa por Ciro II el
Grande, ha podido conocerse gracias a las excavaciones llevadas a cabo cerca de
Kangavar (Godin Tepe y Babajan Tepe), en las proximidades de Hamadān (Nush-i
Jan Tepe), y en Zendan-i Suleiman y Tepe Hasanlu al noroeste de Irán. Estos
yacimientos revelaron por primera vez la utilización de largos corredores de
columnas como característica principal de la nueva tipología constructiva. Las
columnas eran de madera y se levantaban sobre losas de piedra, mientras que los
edificios se construyeron con piedras sin tallar y ladrillos. Las escaleras y
las terrazas, junto con otros elementos, constituyeron los prototipos
desarrollados más tarde por la arquitectura imperial de Pasargada y Persépolis.
Si, como se cree, los edificios de Nush-i Jan Tepe y Godin Tepe son ejemplos de
arquitectura meda, nos hallamos ante las primeras estructuras arquitectónicas
de los medos que se han excavado hasta el momento actual. Estos descubrimientos
confirman las frecuentes descripciones que sobre almacenes y palacios aparecen
en las fuentes literarias, especialmente en el historiador griego Herodoto.
2.1.1
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Periodo Aqueménida
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Relieve del palacio
de Darío
Este relieve del
palacio de Darío, en Persépolis, muestra probablemente al rey Darío recibiendo
regalos de sus súbditos. El palacio fue construido entre el 518 y el 460 a.C.,
durante el periodo aqueménida, y los relieves esculpidos en sus pilares de
caliza muestran la influencia de la escultura asiria.
El primer momento de esplendor
de la arquitectura persa tiene lugar durante la dinastía Aqueménida, cuyo
reinado se extiende aproximadamente desde el 550 al 331 a.C. Los restos de
arquitectura Aqueménida son bastante numerosos, siendo los más antiguos las
ruinas de la capital fundada por Ciro II el Grande, Pasargada, declaradas
Patrimonio cultural de la Humanidad en 2004. Los restos incluyen dos palacios,
un recinto sagrado, una ciudadela, una torre y la tumba de Ciro. Los palacios
estaban tapiados y tenían en su centro una gran galería de columnas, la más
larga de las cuales medía 37 metros de longitud. La distribución y el diseño de
las habitaciones principales oscilaba entre la forma cuadrada y la rectangular;
todas estaban iluminadas por un sistema de claraboyas. Los muros se
construyeron de ladrillos de adobe; los cimientos, pórticos, columnas y
pedestales se hicieron en piedra. Las columnas se cubrieron con bloques de
piedra tallada que representaban figuras de caballos o leones enfrentados
espalda con espalda. Para los suelos se utilizó, probablemente, la madera. El
recinto sagrado estaba formado por un patio tapiado dentro del cual se
disponían dos altares y una tribuna escalonada de forma rectangular. La torre
era una elevada estructura arquitectónica levantada a base de piedra caliza de
color amarillento; por contra, la caliza negra se utilizó para las puertas de
acceso y para las dos filas de ventanas cegadas. La tumba de Ciro era un
pequeño mausoleo de piedra, en forma de cilindro, colocado sobre una plataforma
escalonada. Las columnas que lo rodean se han ubicado allí en época reciente.
Darío I el Grande construyó
una nueva capital en Persépolis, ciudad que sería más tarde ampliada por Jerjes
I y Artajerjes I (465-425 a.C.). Sobre una zona rocosa se abrieron y
nivelaron tres amplias terrazas en las que se fueron levantando edificios de
ladrillo y piedra similares a los de Pasargada. Entre las edificaciones de
Persépolis y Pasargada existen, no obstante, varias diferencias. Los patios de
columnas eran cuadrados, en los muros se abrían ventanas y nichos de piedra
simulando vanos, y dejaron de utilizarse los pedestales de piedra. Las puertas
presentan una cornisa de cuarto bocel (tipo de moldura con un perfil de cuarto
de círculo) decorada con motivos vegetales de probable origen egipcio. Los
fustes de las columnas eran estriados en lugar de lisos, las basas y molduras
de los plintos se ornamentaron con motivos decorativos de tipo floral, y el
remate de las columnas (capitel) tomó formas naturalistas reproduciendo los
cuartos delanteros de toros que a veces aparecían alados. Estos edificios
tenían los techos de madera de cedro apoyados sobre robustas vigas y escuadras
que descansaban en los capiteles de piedra de las columnas.
Otros restos de arquitectura
Aqueménida podemos encontrarlos en la ciudad de Susa, donde Darío I construyó
un gran palacio reconstruido posteriormente por Artajerjes II (409-358 a.C.).
La arquitectura vinculada a la dinastía de los Aqueménidas abarca también
tumbas excavadas en la roca, como los hipogeos egipcios, de entre las que
destacan las de Naqshah Rostam, cerca de Persépolis. Apenas se conocen ejemplos
de arquitectura popular o doméstica, aunque los arqueólogos creen que la
vivienda típica se construía con ladrillos de adobe.
Brazalete de grifos
Este brazalete de
oro fue realizado en Persia durante la dinastía Aqueménida (c. 550-330áa.C.) y
forma parte del tesoro del Oxus, colección de objetos decorativos del Imperio
persa que se encuentra en el Museo Británico, Londres. El brazalete está
formado por dos grifos cuyas cabezas constituyen los extremos de la pieza.
Tras la conquista de Persia
por Alejandro Magno en el 331 a.C. y la toma del poder por parte de la dinastía
Seléucida, la arquitectura persa imitó las formas del mundo griego. De este
estilo es el gran templo de Kengavar, que fue excavado por el Servicio
Arqueológico de Irán para su eventual restauración. El templo había sido
destruido en la antigüedad por un fuerte terremoto.
Más tarde, bajo la dinastía
de los partos Arsácidas, entre el 250 a.C. y el 226 d.C., se construyeron en el
primitivo estilo persa un pequeño número de edificios. El monumento más
importante de este periodo, declarado Patrimonio cultural de la Humanidad en
1985, es el palacio de Hatra (hoy al-Hadhr, en Irak), fechado entre los siglos
I y II d.C., en el que se ejemplifica perfectamente la utilización a gran
escala de la bóveda de medio punto. Los abovedamientos, los robustos muros y
las pequeñas dependencias de este palacio indican una continuidad de las
primitivas tradiciones asiria y babilónica.
2.1.2
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Periodo Sasánida
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Bajo la dinastía Sasánida,
que gobernó Persia desde el 226 d.C. hasta la conquista del islam en el 641,
tuvo lugar un importante renacimiento arquitectónico. Las construcciones fueron
totalmente diferentes de las del periodo Aqueménida. Los muros se levantaron a
base de ladrillo cocido y pequeñas piedras unidas con argamasa; también se
utilizó el ladrillo para las bóvedas de medio punto dispuestas sobre grandes
estancias y corredores; se construyeron grandes cúpulas. Se adaptaron los
diseños y principales características de los palacios de Persépolis, pero se
encerraron en un único edificio las numerosas dependencias y habitaciones. De
este modo, la misma obra incorporaba un lugar para las audiencias públicas,
otro más pequeño para las privadas, así como numerosas salas de menor tamaño.
Entre los principales restos conservados de arquitectura Sasánida están las
ruinas de los palacios cupulados de Firuzabad, Girra y Sarvestan, y las amplias
salas abovedadas del de Ctesifonte. El gran yacimiento de Bishapur ha sido
sistemáticamente excavado a mediados del siglo XX por el Servicio Arqueológico
de Irán. Se han realizado también excavaciones en otros palacios, como en Qais,
Hira y Damghan. En todos estos palacios aparece ya el iwán, como pórtico con
gran arco abierto a un patio, que se verá luego en el arte islámico. Además de
éstos, destacan también los puentes de Dizful y Shushtar, y diversos templetes
construidos en varias localidades destinados a la adoración del fuego que
formaba parte del zoroastrismo.
2.2
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Escultura
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En el primer gran periodo
del arte persa, durante el reinado de los Aqueménidas, la escultura se hizo a
escala monumental. Hacia el 515 a.C. Darío I el Grande mandó esculpir un gran
relieve y una inscripción grabada en la roca de los acantilados de Behistún. El
relieve muestra a Darío como Ahura Mazda (divinidad suprema del zoroastrismo)
venciendo a sus enemigos. Los diseños y el gusto por el detalle en el grabado
tienen claro antecedente en los modelos asirios, pero el tratamiento
naturalista de los ropajes superpuestos y los ojos es completamente novedoso.
En Persépolis la escultura
fue un importante complemento de la arquitectura. A los capiteles con formas
animales que fueron característica dominante en los interiores de los
edificios, hay que añadir los frisos con decoración de leones en las paredes
exteriores de los mismos. En las jambas de las puertas se tallaron relieves del
Rey, y las escaleras fueron decoradas con frisos en bajorrelieve representando
a la guardia real y a los portadores de tributos. La puerta principal de la
ciudad estaba flanqueada por una pareja de enormes toros con cabezas humanas
tallados en altorrelieve.
El palacio de Susa estaba
decorado con relieves en piedra al estilo de los de Persépolis y paneles de
ladrillo vidriado azul, verde, blanco y amarillo. La utilización de este
material viene de tradiciones anteriores, asiria y babilónica. En estos paneles
de Susa aparecen retratados soldados, toros alados, esfinges y grifos. El más
conocido de todos ellos es el denominado Friso de los Arqueros (Louvre, París).
Dentro de la escultura Aqueménida es importante destacar también las cuatro
tumbas reales excavadas en la roca de Naqshah Rostam. Cada tumba fue tallada en
la roca imitando la fachada de un palacio, con figuras sobre un estrado en el
que aparece el rey adorando a los dioses.
Después de la conquista
de Persia por Alejandro Magno la influencia griega, en su etapa helenística,
fue predominante dentro del mundo artístico. Entre otros ejemplos pueden
citarse los fragmentos de escultura en bronce hallados en Shami, y los relieves
de Behistún. El segundo gran periodo del arte persa comienza con el
advenimiento de la dinastía Sasánida en el 226 a.C. De este periodo sólo ha
sobrevivido un único ejemplo de escultura exenta o de bulto redondo, que es la
colosal figura de un rey aparecida cerca de Bishapur. Se conserva también un
reducido número de estatuillas, pero los mejores ejemplos escultóricos, como
sucedió también en época Aqueménida, están en los relieves grabados sobre la
roca. Los más conocidos son los gigantescos relieves de Naqshah Rostam, en los
que aparecen retratados los reyes persas Ardachir I y Sapor (o Sahpur) I (años
241 a 272) montados a caballo. Similar escena ecuestre ofrece el relieve de
Taq-i-Bustan, representando a otro rey persa de esta dinastía, Cosroes II. Tras
el periodo Sasánida la escultura dejó de ser importante dentro de las
producciones artísticas de Irán.
2.3
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Cerámica, metalistería
y tejidos
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Jarrón sasánida
Este jarrón de
bronce y piedra, realizado probablemente durante la dinastía Sasánida, fue
adquirido en el siglo XVI por un miembro de los Medici, quien grabó en él el
nombre de la famosa familia italiana.
Los primeros ejemplos
de artes decorativas persas datan de finales del VII milenio a.C. y consisten
en diseños de animales y figuras femeninas modeladas en arcillas. Las
figurillas femeninas encontradas en Tepe Sarab, cerca de Bajtaran, son
complicados objetos compuestos por múltiples piezas de reducido tamaño. Las
caderas y el pecho de estas figuras se representan de forma exagerada,
reduciendo las cabezas a la mínima expresión. En contraste con esta
estilización y abstracción de la figura humana están las múltiples figuritas de
animales modeladas con gran naturalismo.
El segundo gran momento
de esplendor dentro del arte prehistórico tuvo lugar durante el IV milenio,
cuando aparecieron en la meseta una gran variedad de cerámicas pintadas de
diferentes estilos. Por regla general, las vasijas eran rojas o ligeramente
amarillentas con figuras de animales, a menudo cabras, pintadas en negro. La
cerámica se encontró junto a otros pequeños objetos como sellos e instrumentos
de cobre (alfileres o cinceles, entre otros). Durante el tercer milenio se
fabricó cerámica gris bruñida en la zona noreste de Persia, así como también
gran cantidad de objetos o piezas de cobre como hachas, broches y figurillas.
La cerámica pintada continuó produciéndose en otras partes del país salvo en el
norte, el Azerbaiyán, donde aparecen vasijas y utensilios barnizados en gris y
negro con motivos decorativos geométricos mediante incisiones sobre la
superficie del objeto posteriormente rellenadas de pasta blanca. Hacia el año
1300 a.C. este tipo de cerámica gris aparece en toda la zona norte de Persia,
quizá con origen nororiental, y muy probablemente asociada con la expansión de
las tribus indo-iranias. Alrededor del año 800 a.C. florece de nuevo la
pintura, con representación de modelos geométricos, animales y figuras humanas.
Iniciado a finales del
segundo milenio y con un desarrollo cronológico que alcanza hasta mediados del
primer milenio, tuvo lugar en toda la zona montañosa al sur del Caspio y el
Luristán un importante florecimiento de los trabajos en bronce fundido. Se
hicieron en grandes cantidades arneses, enjaezados y bridas para los caballos,
hachas y objetos votivos, reflejando todos ellos un complejo estilo creado a
base de combinar fragmentos o partes animales con criaturas fantásticas de
variadas y extrañas formas.
Durante el periodo Aqueménida
las artes decorativas tuvieron una gran difusión dentro de los artículos de
lujo, como ornamentos y vasijas de oro y plata, jarrones de piedra y joyas con
decoración incisa. Una importante colección de todo este tipo de objetos,
denominada Tesoro de Oxus, se conserva en el Museo Británico de Londres. La
metalistería Sasánida alcanzó un gran desarrollo, siendo sus objetos más
frecuentes las copas y platos de plata y los aguamaniles de bronce con profusa
decoración repujada. Los temas más frecuentes fueron escenas cortesanas,
cazadores, animales, pájaros y plantas. La mejor colección de este tipo de
piezas se encuentra en el Museo del Ermitage, en San Petersburgo; otros
ejemplos los podemos localizar en los museos de París, Londres y Nueva York.
La producción de tejidos
fue una industria muy destacada dentro del periodo Sasánida. Los diseños
incluían sobre todo motivos animales, vegetales y de caza dispuestos de forma
simétrica, situados dentro de medallones; fueron muy imitados en todo el
Oriente Próximo y también en la Europa medieval. Incluso después de la
conquista árabe las sedas y la metalistería Sasánidas se continuaron
fabricando, influyendo fuertemente en el arte bizantino, en China y en la zona
del Turkestán.
3
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PERIODO ISLÁMICO
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Tras la conquista de Persia
por los árabes en el año 641, el territorio pasó a formar parte del mundo
islámico. Sus artistas se sometieron a los gustos y necesidades de la cultura
islámica, la cual a su vez recibió influencias de la tradición persa. La
arquitectura siguió siendo la principal forma artística; debido a la norma
islámica que condenaba como idólatra la representación tridimensional de seres
vivos y otro tipo de objetos, la escultura entró en una fase de declive. La
pintura, por el contrario, no sufrió los efectos de esta prohibición de
representar la figura humana, y logró así un auge importante.
3.1
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Arquitectura
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Patio de la
mezquita de Isfahan
La Masjid-i-Shah de
Isfahan, es una madrasa (escuela para estudiantes del islam) que incorpora
también una mezquita. Fue construida entre 1612 y 1637. Su impresionante cúpula
de azulejo es uno de los ejemplos de azulejería más delicados del mundo.
La mezquita fue la principal
tipología arquitectónica durante el periodo islámico. Se mantuvo la tradición
de los espacios abovedados; entre otras características destacan la importancia
de la madrasa con planta cruciforme, la utilización de los arcos de herradura,
de medio punto, conopiales y apuntados, así como también el uso de la cúpula
sobre tambor circular. Entre los ejemplos más destacados de la primera
arquitectura islámica de Irán se incluyen la mezquita de Bagdad, construida en
764; la gran mezquita de Sāmarrā, levantada el año 847, y la primera mezquita
de Na'in, del siglo X. Bajo la expansión del Imperio mongol, buena parte de la
arquitectura islámica se erigió en Persia, pero tras la conquista de Bagdad por
los mongoles en el 1258 se reanudó un tipo de construcción más apegada a las
antiguas tradiciones y se levantaron varios de los mejores edificios de toda la
historia de la arquitectura del país. Cabe destacar entre ellos la gran
mezquita de Veramin, edificada en el 1322; la mezquita del Imán Reza en
Meshad-i-Murghab, construida en 1418, y la mezquita Azul de Tabrīz. Otras obras
importantes son el mausoleo del conquistador mongol Tamerlán y su familia en
Samarkand, la mezquita real de Meshad-i-Murghab, y las grandes madrasas, o
escuelas coránicas, de Samarkand, todas ellas construidas en el siglo XV.
Bajo la dinastía Safawí
(1502-1736) se construyeron gran número de mezquitas, palacios, tumbas y otros
edificios. Los elementos característicos de las mezquitas fueron las cúpulas
gallonadas sobre tambores, los pórticos abovedados y las parejas de torres
minaretes. Sobre las cornisas y ménsulas se dispuso una sorprendente decoración
en zigzag o en hilera. Cuando estas formas decorativas aparecen formando
prismas o pequeños arcos agrupados a modo de estalactitas reciben el nombre de
mocárabes. El color fue parte importante de la arquitectura en este periodo, y
las fachadas de los edificios se cubrieron con resplandecientes azulejos de
tonos azules, verde, amarillo y rojo. Las construcciones más notables de la
época Safawí las encontramos en Isfahan, capital de dicha dinastía. La ciudad,
trazada sobre anchas avenidas, jardines y canales, cuenta con importantes
palacios, mezquitas, baños, bazares y caravasares (posadas).
3.2
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Pintura
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Laila y Majnum en
la escuela
Bihzād, uno de los
grandes miniaturistas persas de Herat (actual Afganistán), pintó Laila y Majnum
en la escuela (1494). La perspectiva plana muestra la influencia del paisajismo
chino. Hay que destacar la yuxtaposición de escenas de interior y exterior y la
forma en que algunas partes del cuadro se salen del margen del mismo.
La pintura al fresco y
los manuscritos miniados formaron parte de la tradición artística de Persia ya
desde el periodo Sasánida, aunque de estos primeros ejemplos apenas se han
conservado unos pocos fragmentos. En el periodo islámico la pintura fue una de
las artes plásticas más importantes. Se hicieron copias del Corán en letra
cúfica, forma de escritura de los primeros árabes, en los pergaminos y rollos
de al-Barah y al-Kufah a finales del siglo VII. Estos manuscritos no contienen
escenas pintadas, pero poseían, en su defecto, una hermosa caligrafía
ornamental, que fue ampliamente practicada durante los siglos VIII y IX. Gracias
a la introducción del papel en el siglo X, las formas y modelos de los libros
religiosos y seculares tuvieron un gran incremento.
En el siglo XII llegó
a tener una gran resonancia la escuela de pintura de Bagdad, con sus
manuscritos sobre trabajos científicos, fábulas y anécdotas ilustrados con
miniaturas. En el siglo XIII se hizo muy evidente la influencia de la pintura
paisajística china, introducida en el país tras la toma del poder por los
mogoles. Los libros de poemas y de historias del mundo se ilustraron con
anécdotas, leyendas y acontecimientos históricos que a menudo ocupaban páginas
enteras y también páginas dobles. Los textos fueron escritos generalmente en
persa más que en árabe, como venía siendo habitual desde épocas anteriores. En
el siglo XIV Bagdad y Tabrīz fueron los principales centros de pintura. Más
tarde, Samarkand, Bujara y Herāt llegaron a ser también importantes centros.
Por regla general la temática incluía escenas de caza, guerreros, vida en
palacio y vistas de paisajes con escarpadas montañas, árboles y arroyos
rodeados de flores. A comienzos del siglo XIV se solía pintar sobre fondo rojo,
cambiándose después por tonos azules y, al final del siglo, dorados.
El miniaturista persa
más conocido fue Bihzād, el artista más importante de finales del periodo
mongol y comienzos del Safawí. Fue el director de la academia de pintura y
caligrafía de Herāt hasta 1506, año en el que marcha a Tabrīz como
bibliotecario real. La pintura de Bihzād se caracteriza por su rico colorido,
sus figuras realistas y sus paisajes. Diferenciaba las figuras en grupos de
escenas, realizando retratos de marcado individualismo. Muchos pintores
estudiaron con él, incluyendo los célebres artistas Mirak y Sultan Mohammed, y
su estilo fue imitado en todo Irán, Turkestán e India. Entre los pocos
manuscritos existentes ilustrados por Bihzād destacan la Historia de
Tamerlán (1467), hoy en la biblioteca de la Universidad de Princeton.
El retrato como género
pictórico llegó a ser muy importante a lo largo de todo el siglo XVI. Uno de
los principales retratistas fue Alí Reza Abbasi, que delineó sus figuras con
sobrios pero expresivos toques de pincel. Muchas de sus pinturas representan
figuras individuales, aunque también pintó realistas escenas de grupos de
peregrinos y derviches. A finales del siglo XVI y durante el siglo XVII los
dibujos monocromos a tinta con ligeros toques de rojo y dorado reemplazaron a
las brillantes policromías de los primeros manuscritos. Después del siglo XVII
los artistas de Irán copiaron la pintura y el grabado europeos, entrando así en
declive la tradición nacional. La pintura de cajas o estuches barnizados,
decorados con temas tradicionales iraníes, y la encuadernación de libros se
convirtieron en el siglo XIX en una próspera industria, exportándose en grandes
cantidades a los países de Europa occidental. Esta industria es todavía
floreciente a finales del siglo XX. Son frecuentes también las modernas
imitaciones de la miniatura del siglo XVI, aunque no se ha logrado imponer un
estilo contemporáneo nacional.
3.3
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Artes decorativas
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Alfombra Ardabīl
Esta alfombra
(actualmente en el Museo Victoria y Alberto de Londres) fue realizada para la
mezquita panteón del sha Tahmasp de Ardabīl, de Irán, entre 1539 y 1540. La
decoración es vegetal con un gran medallón en el centro y una elaborada orla,
debido a la prohibición coránica de representar la figura humana o animal en
los edificios religiosos.
Las técnicas de producción
de tejidos, metalistería y cerámica desarrolladas durante el periodo Sasánida
se utilizaron a lo largo de toda la historia de Persia. La elaboración de
alfombras, en la que es especialmente notable, fue fomentada por los Sasánidas,
y han continuado siendo importantes objetos artísticos hasta el presente. Se
fabricaron en pequeños pueblos y en los talleres de la corte. El diseño de las
alfombras utilizadas en las mezquitas o para el rezo consistía, por regla
general, en un medallón o arco dentro de un espacio rodeado por una orla
cubierta con delicadas formas florales. Las alfombras de uso seglar podían
decorarse con figuras humanas y animales.
La metalistería también
fue importante. En Mosul y otros centros se realizaron bellas vajillas y
vasijas en bronce, latón y cobre con incrustaciones de plata y grabadas.
Durante el periodo islámico
se hizo también cerámica de excelente calidad, especialmente en los siglos XI,
XII y XIII. Los alfareros de Rayy y Kasan destacan por sus cerámicas y lozas
tipo mina'i de reflejo metálico, con delicadas figuras polícromas, y también
por otras piezas con motivos naturalistas sobre fondos claros o turquesas.