Nanas y rimas infantiles, estrofa de versos, generalmente de arte menor (véase Versificación), que a menudo se acompaña por una melodía sencilla; se suelen cantar para dormir, entretener o educar a los pequeños. Federico García Lorca, en su conferencia titulada Canciones de cuna españolas, afirma que “la canción de cuna perfecta sería la repetición de dos notas entre sí, alargando sus duraciones y efectos”, y que en la melodía, mucho más que en el texto, “se refugia la emoción de la historia”.
Las rimas infantiles se utilizan como elemento lúdico y también como recurso didáctico. Conocidísima es la que distingue los meses por su duración:
Treinta días trae noviembre
con abril, junio y septiembre;
de veintiocho sólo hay uno,
los demás de treinta y uno,
que proviene de un poema medieval francés. Deben mencionarse también los juegos rimados para aprender a contar el tiempo, memorizar el alfabeto, los juegos ortográficos: Allá se lo haya el aya si no halla al niño debajo del haya, o las fórmulas mnemotécnicas ligadas con las operaciones como la suma: “dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho y ocho dieciséis”, donde la cadencia está asegurada por la medida silábica; en este caso, se trata de cuatro periodos hexasílabos. Autores como Rafael Alberti recurren a este tipo de rimas para otorgar valor poético a conceptos ligados con la enseñanza:
“Nadie sabe Geografía
mejor que la hermana mía”.
María Elena Walsh tiene una ‘Canción para comer puré’ que dice:
Una nube blanca
cayó en la cocina:
la recogeremos
con la cucharita.
Deben incluirse en este contexto las aleluyas o aucas, pareados octosilábicos que, de difusión popular, también instruyen y deleitan. Véase Literatura infantil.
Treinta días trae noviembre
con abril, junio y septiembre;
de veintiocho sólo hay uno,
los demás de treinta y uno,
que proviene de un poema medieval francés. Deben mencionarse también los juegos rimados para aprender a contar el tiempo, memorizar el alfabeto, los juegos ortográficos: Allá se lo haya el aya si no halla al niño debajo del haya, o las fórmulas mnemotécnicas ligadas con las operaciones como la suma: “dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho y ocho dieciséis”, donde la cadencia está asegurada por la medida silábica; en este caso, se trata de cuatro periodos hexasílabos. Autores como Rafael Alberti recurren a este tipo de rimas para otorgar valor poético a conceptos ligados con la enseñanza:
“Nadie sabe Geografía
mejor que la hermana mía”.
María Elena Walsh tiene una ‘Canción para comer puré’ que dice:
Una nube blanca
cayó en la cocina:
la recogeremos
con la cucharita.
Deben incluirse en este contexto las aleluyas o aucas, pareados octosilábicos que, de difusión popular, también instruyen y deleitan. Véase Literatura infantil.