La guitarra




Guitarra clásica


La guitarra clásica de seis cuerdas tiene ambos lados planos. Sus características han cambiado poco desde que apareció a mediados del siglo XVI. Las cuerdas, que antes se fabricaban con tripa, hoy son de nailon.



Paco de Lucía
El guitarrista español Paco de Lucía se ha aproximado a otros ritmos, como el jazz o la salsa, en una búsqueda incesante de nuevos elementos que sirvieran para enriquecer el flamenco. Su extraordinario sentido del ritmo y de la armonía le sitúan en un lugar prominente en la historia de este instrumento.

Guitarra, instrumento musical de la familia de los cordófonos. Tiene un cuerpo plano y entallado, con un agujero redondo y un mástil con trastes, a lo largo del cual hay seis cuerdas, número no obstante que puede variar según el tipo de instrumento, sujetas por un extremo con clavijas de tornillo y por el otro a un puente pegado a la caja del instrumento. Las tres cuerdas agudas son normalmente de tripa o nailon; las otras de metal. Se afinan mi2, la2, re3, sol3, si3 y mi4, con una extensión de tres octavas y una quinta según un acorde tipo. Los dedos de la mano izquierda del intérprete presionan las cuerdas en el traste adecuado para producir las notas deseadas, los de la derecha pulsan las cuerdas. Algunas guitarras con cuerdas metálicas, como sucede con las eléctricas, se pueden puntear con un plectro o púa.
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HISTORIA
Instrumentos como la guitarra existen desde tiempos antiguos, de hecho algunas teorías sostienen que su antepasado fue el laúd caldeo-asirio y otras que provienen de la cítara griega. Etimológicamente el término proviene de kithara (egipcio) o de kezarah (asirio). La primera referencia escrita data del siglo XIII y se encuentra en las Cantigas de Santa María del rey Alfonso X el Sabio. En su forma antigua tenía tres pares de cuerdas más una sencilla (la más aguda). Se desarrolló probablemente en España, donde en el siglo XVI fue el equivalente en las clases bajas y medias de la aristocrática vihuela, instrumento de similar forma y origen, con seis cuerdas dobles.
La guitarra se popularizó en otros países europeos en los siglos XVI y XVII. A finales de este siglo se le añadió un quinto par de cuerdas debajo de los otros cuatro. A mediados del siglo XVIII la guitarra adopta su forma moderna, cuando las cuerdas se hacen sencillas y se añade una sexta por encima de las otras. Los guitarreros del siglo XIX ensancharon el cuerpo, aumentaron las escotaduras laterales, engrosaron la caja y cambiaron la barra armónica. Las viejas clavijas de madera fueron reemplazadas por tornillos metálicos.
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LA GUITARRA ELÉCTRICA
La guitarra eléctrica, utilizada en la música moderna de todo el mundo, tiene normalmente un cuerpo macizo no resonador. El sonido de sus cuerdas es amplificado y manipulado electrónicamente por el intérprete. Básicamente, las únicas similitudes entre la guitarra clásica y la eléctrica radican en la digitación sobre los trastes y en la afinación de las cuerdas. El músico e inventor estadounidense Les Paul popularizó el instrumento a partir de la década de 1940 tras desarrollar varios prototipos para el cuerpo de este tipo de guitarra.
También se ha popularizado la que comúnmente se denomina guitarra acústica, que a pesar de poseer un cuerpo acústico similar al de la guitarra clásica, tiene la posibilidad de poderse conectar mediante un jack a un amplificador de forma parecida a una eléctrica.
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LA GUITARRA CLÁSICA
Partes de la guitarra clásica
La guitarra clásica es un instrumento de cuerda pulsada compuesto por una caja de resonancia plana, fabricada normalmente en madera de picea o cedro, y un mástil de caoba, nogal o arce. Alrededor del oído lleva un rosetón decorativo realizado en taracea. A finales del siglo XVI alcanzó su forma actual y a partir de entonces pocos han sido los cambios operados en su construcción. En esta ilustración se señalan las distintas partes de este instrumento.

Como instrumento de música clásica, la guitarra adquirió importancia gracias a la obra del compositor español Fernando Sor, a quien François Fétis llamaba el ‘Beethoven de la guitarra’, así como del también español Francesc Tárrega, a veces apodado el ‘Chopin de la guitarra’. El excepcional guitarrista Andrés Segovia llevó su música por todo el mundo. Han escrito obras para este instrumento compositores como Manuel de Falla, Joaquín Turina, Joaquín Rodrigo (autor del famoso Concierto de Aranjuez), Albert Roussel, Alexander Tausman, Mario Castelnuovo-Tedesco y los latinoamericanos Manuel María Ponce, Heitor Villa-Lobos y Leo Brouwer. Destacadísimo intérprete del instrumento, este compositor cubano ha escrito numerosas obras para guitarra, sola y con acompañamiento de orquesta.


Andrés Segovia interpreta a Albéniz
El músico español Andrés Segovia desarrolló una nueva técnica para la guitarra que ha ejercido una influencia decisiva en las nuevas generaciones de intérpretes. También es una de las figuras que más contribuyó al renacimiento de la guitarra como instrumento de concierto.

El magnífico desarrollo de la técnica guitarrística y el virtuosismo alcanzado por algunos de los grandes intérpretes de hoy día, como A. Lagoya, Narciso Yepes, Alirio Díaz, John Williams, A. Ponce u O. Ghiglia, han favorecido la producción de obras destinas a este instrumento por parte de compositores de vanguardia del siglo XX, como Pierre Boulez, Hans Werner Henze, Cristóbal Halffter o Georges Migot, entre muchos otros. De esta manera, el instrumento ha recobrado una importancia que durante el siglo XIX fue poco reconocida por parte de los grandes compositores.


Instrumento musical Cornamusa




Cornamusas de la Europa oriental
Las cornamusas son instrumentos folclóricos presentes en toda Europa. En la Ex-República Yugoslava de Macedonia existe una variante denominada gajde, que se diferencia de otras cornamusas de la región en que tiene un bordón además de un tubo melódico.

Cornamusa, instrumento musical donde el aire es suministrado desde una bolsa inflada (odre) por el intérprete a uno o más tubos de lengüeta, a través de un conducto (portaviento) por el que se sopla o por un fuelle. Al ser el flujo de aire continuo los tubos suenan sin interrupción. Las notas melódicas repetidas deben articularse introduciendo notas de adorno (de muy corta duración) entre ellas. Los instrumentos más sencillos constan de un tubo de caña con una sola lengüeta cortada en un lado. En otros casos tienen dos tubos paralelos, uno melódico (caramillo) y otro armónico (bordón). La cornamusa ya era conocida en Europa y en el Asia occidental en los tiempos del Imperio romano, a menudo como instrumento de pastores. Los caramillos y los bordones de lengüeta simple siguen siendo característicos de las cornamusas de Asia, del norte de África y de Europa oriental, como la gaida búlgara. Los instrumentos de la Europa occidental, como el biniou bretón, cuentan con dos caramillos de sección cónica y conservan los bordones cilíndricos de lengüeta simple. La mayoría puede producir una escala de hasta nueve notas.
En España, la cornamusa de Galicia y Asturias se conoce con el nombre de gaita. Consta de un tubo melódico y dos bordones, uno de ellos con lengüeta doble, y puede presentar embocadura o fuelle. Los ejemplares más antiguos que han llegado hasta nuestros días de la highland escocesa datan de 1409. Excepto por la ausencia de bordón recuerdan al modelo escocés actual. La union pipe de Irlanda es una complicada cornamusa de fuelle con un caramillo cónico de doble lengüeta y nueve llaves cerradas.
La pequeña northumbrian tiene siete llaves cerradas en un caramillo cilíndrico de lengüeta doble cerrado por su base, por lo que puede hacer silencios. Su probable antepasado, la musette cortesana de los siglos XVII y XVIII en Francia, tenía normalmente dos caramillos cilíndricos de lengüeta doble (la segunda con las notas más agudas). Sus cuatro bordones cilíndricos de doble lengüeta se montaban en un único tubo grueso. La zampoña del sur de Italia tiene dos caramillos y dos bordones, todos de lengüeta doble.


El Contrabajo




Charlie Mingus, contrabajista de jazz
En la década de 1940, músicos como Charlie Parker, Dizzy Gillespie y John Coltrane desarrollaron un nuevo estilo de jazz que se llamó bebop. En él se mezclaban las disonancias y los acordes comprimidos con la interpretación solista. Charlie Mingus experimentó hacia 1955 con nuevas digitaciones y complejas progresiones armónicas. Su labor rompió el estereotipo según el cual los contrabajistas sólo podían acompañar rítmicamente y aumentaron las posibilidades de interpretación solista.

Contrabajo, el instrumento más grande y grave de la familia de la cuerda frotada. Mide normalmente 1,8 m de alto, tiene cuatro cuerdas afinadas por cuartas en mi1, la1, re2 y sol2 y suena una octava por debajo de su notación. En algunos casos se añade una quinta cuerda grave afinada en si1. Hay instrumentos en los que la cuerda en mi1 se prolonga mecánicamente en el clavijero, con lo que llega a producir el do1. Existe también la llamada afinación solista fa#, si, mi1, la1. Su registro alcanza, junto a la tuba, la zona más grave de la orquesta.
En los siglos XVIII y XIX coexistieron tres bajos de cuerda (a menudo afinados en la2, re3 y sol3), que sobreviven en la música folclórica de la Europa del este. Los antiguos bajos de los siglos XVI y XVII tenían cuatro o cinco cuerdas (excepcionalmente seis). Aunque ya en una fecha tan lejana como 1493, el italiano Bernardo Prospero señala la presencia en Mantua de músicos españoles procedentes de Roma que tocaban “viole grande quasi como me”, lo que sugiere un posible origen español y una ulterior evolución a partir de la vihuela de arco del renacimiento. Puede considerarse un instrumento híbrido al poseer características de la familia de las vihuelas de arco (violas da gamba) junto a otras específicas de la familia de los violines, y algunas referencias históricas señalan la presencia simultánea de instrumentos de ambas familias.
Las orquestas de baile modernas añaden una cuerda aguda a los contrabajos, afinada en do3. Hasta el siglo XIX los contrabajistas usaron arcos con la vara curvada hacia afuera en relación con el encerdado; mucho después de que fuera normal el arco curvado hacia adentro en el violín, la viola y el violonchelo. El arco antiguo sigue en uso junto a los arcos modernos desarrollados en el siglo XIX. Entre los virtuosos del contrabajo debemos incluir al italiano Domenico Dragonetti, autor de conciertos, sonatas y diversas reducciones para el instrumento, al director ruso Serge Koussevitzki, que también ha escrito para contrabajo, y al contrabajista de jazz estadounidense Charlie Mingus.


El Clarinete




El clarinete es un instrumento de lengüeta simple. El constructor de flautas alemán Johann Christoph Denner fabricó el primer clarinete a finales del siglo XVIII modificando el chalumeau, un instrumento folclórico. Los clarinetes antiguos que aquí aparecen son más sencillos que las versiones modernas. El fragmento que oímos pertenece al cuarto movimiento del Quinteto para clarinete en la mayor K 581 de Wolfgang Amadeus Mozart.


Clarinete, instrumento de viento-madera formado por un tubo cilíndrico con una sola lengüeta que se fija sobre una abertura en la boquilla en el extremo superior del tubo. Por el inferior termina en un pabellón acampanado. Los clarinetes modernos están fabricados con diversos materiales (plástico y madera, sobre todo), y tienen veinte o más agujeros para producir los diferentes sonidos; algunos están abiertos para taparse con los dedos del intérprete, otros se tapan con llaves.
El ámbito del clarinete más habitual, el soprano en si bemol, es de tres octavas y media; la nota más grave es re3 (escrito mi3). Las notas por encima de la fundamental se consiguen pulsando una llave y soplando con más fuerza. Esto produce que la columna de aire dentro del instrumento vibre a frecuencia más alta. Al terminar el tubo cilíndrico, el clarinete sube una duodécima sobre el sonido fundamental (a diferencia de flautas y oboes que sólo suben una octava). Otros tipos de clarinete soprano menos comunes son el soprano en la, el contralto en mi bemol, el bajo (una octava más grave que el soprano) y el contrabajo, (una octava más grave que el bajo). El corno di bassetto de finales del siglo XVIII es un precursor del clarinete contralto. La música para los clarinetes se escribe como si estuvieran afinados en do; en el soprano en si bemol se emite esta nota cuando está escrito do. Los intérpretes pueden tocar diferentes instrumentos sin aprender nuevas digitaciones. El término 'clarinete en si bemol' hace referencia a la notación, no a la nota fundamental del instrumento.
El clarinete se inventó hacia 1700 por el constructor alemán de flautas Johann Christoph Denner de Nuremberg, como modificación del chalumeau, instrumento folclórico de lengüeta. En torno a 1840 se habían desarrollado dos complejos sistemas de llaves: el sistema Böhm, utilizado en la mayoría de países, y patentado en 1844 por el francés Auguste Buffet, que adaptó los adelantos para la flauta del alemán Theobald Böhm; y el sistema del constructor belga Eugène Albert, desarrollado hacia 1860, de orificios más estrechos y sonido más oscuro.
Los clarinetes forman parte de la orquesta desde 1780 aproximadamente aunque la primera mención del clarinete en una partitura aparece en una misa de J.A.J. Faber, organista de Amberes, en 1720. Entre las obras antiguas en las que se incluya el clarinete destacan la Obertura para dos clarinetes y trompa (1748) de Georg Friedrich Händel y el Concierto para clarinete en la mayor, K.622 (1791) de Wolfgang Amadeus Mozart que también usó clarinetes en su sinfonía denominada Paris. Después del clasicismo el clarinete se convierte en característica indispensable de toda orquesta.


El Bandoneón




Bandoneón, instrumento musical cromático de fuelle y lengüetas libres parecido al acordeón. Fue inventado a mediados del siglo XIX por el alemán Heinrich Band de Krefeld.
Su forma es cuadrada y su tamaño mayor que el de la concertina, participando más de las características de ésta que de las del acordeón. En lugar de teclado utiliza botones, 38 para el registro agudo y medio y 33 para el grave. Cada botón emite un sonido, de forma que para producir un acorde se deben pulsar varios a la vez. Su sonido es limpio y de una gran extensión, lo que le ha convertido, sobre todo desde principios de siglo, en un instrumento solista muy apreciado por las orquestinas de tango en Argentina, Uruguay y Brasil.
El argentino Alejandro Barletta consiguió popularizarlo en sus largas giras por el mundo, elaborando un repertorio propio para el instrumento. El compositor argentino Roberto Caamaño tiene un concierto para bandoneón y orquesta.


El Arpa




Beganna
La beganna es un instrumento africano descendiente de la lira griega. Está fabricado de madera con una caja de resonancia cubierta de piel. La tocan solamente la aristocracia y los sacerdotes de Etiopía y de los países cercanos.

Arpa, instrumento musical en el que las cuerdas, que suenan al ser pulsadas, van verticalmente desde el cuello o consola hasta la caja de resonancia o tabla.
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TIPOS
Las arpas cuentan con tres modelos básicos: arpa arqueada, en la que el cuello y la tabla tienen forma de arco; arpa angular, en la que forman un ángulo recto y el arpa de marco, en el que la tercera pieza, la columna, se coloca en el lado opuesto al ángulo, entre el cuello y la tabla, con lo que forman un triángulo seguro para soportar la tensión de las cuerdas. El arpa de orquesta moderna es del tipo de marco, grande y con 46 o 47 cuerdas (seis octavas y media, con siete cuerdas por octava). Las cuerdas graves están entorchadas, las agudas son de tripa o nailon. Para producir alteraciones (sostenidos o bemoles), el instrumento tiene siete pedales de doble acción. Cada pedal controla una cuerda en cada octava. El arpa se afina en la escala de do bemol mayor: cuando se pisa el pedal un nivel, cada cuerda controlada por él sube un semitono, de do bemol a do natural; cuando se pisan dos niveles, sube un tono, de do bemol a do sostenido.
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HISTORIA ANTIGUA
Las arpas de arco, las más antiguas, fueron conocidas en Sumer y Egipto entre los años 3000 y 2000 a.C. aproximadamente. Las arpas angulares aparecieron algo después. Las primeras aún se encuentran hoy en Birmania, zonas de África, algunas de Siberia y en territorios aislados de Afganistán. Las angulares fueron importantes en la música medieval árabe y persa. Se utilizaron hasta finales del siglo XIX en este último país. Las arpas de marco, casi exclusivamente europeas, aparecieron en el siglo IX y se desarrollaron en dos versiones, una utilizada en Irlanda y Escocia, y otra en la Europa continental. El arpa irlandesa es un instrumento potente, con una caja de resonancia amplia y profunda, tallada en un bloque de madera, cuello fuerte y grueso, y una dura columna curvada. Cuenta con 30 a 50 cuerdas metálicas que se pulsan con las uñas y producen un sonido brillante. Se utiliza desde el año 1800 aproximadamente. Las arpas medievales en otros lugares de Europa fueron más pequeñas y ligeras, con unas 7 a 25 cuerdas aparentemente de metal, y una tabla más estrecha y plana. En torno al 1500 se empezaron a utilizar cuerdas de tripa, y apareció una forma más alta con columna recta que pudo soportar más tensión de las cuerdas que la columna curvada. Esta arpa gótica es el antecedente de las arpas folclóricas de Iberoamérica y de las arpas irlandesa moderna y de orquesta.
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DESARROLLO POSTERIOR
Partes de un arpa
Ilustración de las diferentes partes de un arpa.

Como la música desde el siglo XVI al XVIII fue demandando más notas que las siete del instrumento europeo, se hicieron intentos para producir las demás notas. Se incluyó una segunda fila de cuerdas afinadas con los bemoles y sostenidos (arpas cromáticas), se colocaron pequeños ganchos en el cuello que podían doblarse para acortar las cuerdas y subir su afinación y, por último, se conectaron esos ganchos (después discos rotativos) a pedales mediante palancas y alambres situados dentro de la columna. Inventada en 1720, la primera arpa de pedales simples pudo subir la afinación de determinadas cuerdas, lo que le permitió tocar en muchas tonalidades (no todas). Este sistema fue superado por el de doble acción, inventado en 1810 por Sébastien Érard en París.


El estudio de la Biodiversidad




Pinzón vegetariano
Al visitar las islas Galápagos en 1835, el naturalista británico Charles Darwin reparó en la diversidad de la vida animal y observó que en cada isla habitaban especies distintas de tortugas, burlones y pinzones, como el pinzón vegetariano ilustrado aquí. Darwin postuló que el aislamiento geográfico había estimulado la evolución gradual de estas especies diferentes. Esta teoría de la evolución por selección natural, tal como la expuso en 1859 en su obra El origen de las especies, revolucionó el conocimiento del mundo natural.

Biodiversidad, contracción de la expresión ‘diversidad biológica’, expresa la variedad o diversidad del mundo biológico. En su sentido más amplio, biodiversidad es casi sinónimo de ‘vida sobre la Tierra‘. El término se acuñó en 1985 y desde entonces se ha venido utilizando mucho, tanto en los medios de comunicación como en círculos científicos y de las administraciones públicas.
Se ha hecho habitual, por funcionalidad, considerar tres niveles jerárquicos de biodiversidad: genes, especies y ecosistemas. Pero es importante ser consciente de que ésta no es sino una de las varias formas de evaluar la biodiversidad y que no hay una definición exacta del término ni, por tanto, acuerdo universal sobre el modo de medir la biodiversidad. El mundo biológico puede considerarse estructurado en una serie de niveles de organización de complejidad creciente; en un extremo se sitúan las moléculas más importantes para la vida y en el otro las comunidades de especies que viven dentro de los ecosistemas. Se encuentran manifestaciones de diversidad biológica a todos los niveles. Como la biodiversidad abarca una gama amplia de conceptos y puede considerarse a distintos niveles y escalas, no es posible reducirla a una medida única. En la práctica, la diversidad de especies es un aspecto central para evaluar la diversidad a los demás niveles y constituye el punto de referencia constante de todos los estudios de biodiversidad.
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DIVERSIDAD DE ESPECIES
Al ser la unidad que más claramente refleja la identidad de los organismos, la especie es la moneda básica de la biología y el centro de buena parte de las investigaciones realizadas por ecologistas y conservacionistas. El número de especies se puede contar en cualquier lugar en que se tomen muestras, en particular si la atención se concentra en organismos superiores (como mamíferos o aves); también es posible estimar este número en una región o en un país (aunque el error aumenta con la extensión del territorio). Esta medida, llamada riqueza de especies, constituye una posible medida de la biodiversidad del lugar y una base de comparación entre zonas. Es la medida general más inmediata de la biodiversidad.
La riqueza de especies varía geográficamente: las áreas más cálidas tienden a mantener más especies que las más frías, y las más húmedas son más ricas que las más secas; las zonas con menores variaciones estacionales suelen ser más ricas que aquellas con estaciones muy marcadas; por último, las zonas con topografía y clima variados mantienen más especies que las uniformes.
Pese a la importancia que tiene la especie, no hay todavía una definición inequívoca de este término. Se han usado criterios distintos para clasificar las especies en grupos de organismos diferentes (así, las especies de bacterias y las de aves se definen de manera muy distinta) y, con frecuencia, diferentes taxónomos aplican criterios distintos a un mismo grupo de organismos y, por tanto, identifican un número de especies diferente. No obstante, no deben exagerarse estas diferencias; a muchos efectos, hay un acuerdo suficiente sobre el número de especies presente en grupos bien estudiados, como mamíferos, aves, reptiles o anfibios.
El número o riqueza de especies, aunque es un concepto práctico y sencillo de evaluar, sigue constituyendo una medida incompleta de la diversidad y presenta limitaciones cuando se trata de comparar la diversidad entre lugares, áreas o países. Además aunque es importante la diversidad como criterio de evaluación de una comunidad, un ecosistema o un territorio, no deben perderse de vista otros criterios complementarios, como la rareza o la singularidad.
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ESPECIES ENDÉMICAS
Lince ibérico
El lince ibérico, endemismo ibérico y considerado especie en peligro de extinción, se distingue del lince boreal en su tamaño algo menor y su piel más moteada. Hoy se encuentra en escasas zonas de la península Ibérica, en especial en los parques nacionales de Doñana (Huelva), Cabañeros (Ciudad Real) y


Cualquier área contribuye a la diversidad mundial, tanto por el número de especies presentes en ella como por la proporción de especies únicas de esa zona. Estas especies únicas se llaman endémicas (véase Endemismo). Se dice que una especie es endémica de una zona determinada si su área de distribución está enteramente confinada a esa zona (el término se aplica también dentro del área de la medicina; se consideran enfermedades endémicas las limitadas a cierto territorio y epidémicas las muy extendidas). Así, las islas suelen tener menos especies que las zonas continentales de superficie equivalente, pero también suelen albergar más especies que no se encuentran en ningún otro lugar. En otras palabras: a igualdad de otras circunstancias, tienen menor riqueza de especies, pero mayor proporción de especies endémicas. Evaluar la importancia relativa de estos dos factores y, por tanto, comparar la importancia de la biodiversidad de las áreas isleñas y continentales no es cosa sencilla.
Las áreas ricas en especies endémicas pueden ser lugares de especiación activa o de refugio de especies muy antiguas; sea cual sea su interés teórico, es importante para la gestión práctica de la biodiversidad identificar estas áreas discretas con proporciones elevadas de endemismos. Por definición, las especies endémicas de un lugar determinado no se encuentran en ningún otro. Cuanto menor es el área de endemismo, mayor es el riesgo de que las especies endémicas sufran cambios de población de origen selectivo o aleatorio. Aunque todas pueden ser vulnerables a un mismo episodio de modificación del hábitat, por el mismo motivo pueden también beneficiarse de una misma medida conservacionista. Es deseable identificar estas oportunidades de emprender acciones de conservación rentables.
Los endemismos pueden también definirse en términos de límites nacionales. Esto tiene una importancia enorme para la conservación de la diversidad biológica, porque, casi sin excepción, las acciones de conservación y gestión ambiental se aplican y mantienen a escala de política nacional. Esto es así con independencia del origen del asesoramiento científico o el apoyo financiero de las medidas adoptadas.
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OTROS ASPECTOS DE LA DIVERSIDAD DE ESPECIES
Además de la riqueza de especies y las especies endémicas, una posible medida de la biodiversidad sería la magnitud de las diferencias entre especies. Una forma de evaluar este aspecto se basa en el contenido informativo del sistema de clasificación o taxonómico. Las especies similares se agrupan en géneros, los géneros similares en familias, las familias en órdenes y así sucesivamente hasta el nivel más elevado, que es el reino. Esta organización taxonómica es un intento de representar las verdaderas relaciones entre organismos, es decir, de reflejar la historia de la evolución, pues se considera que las especies agrupadas en un mismo género están más estrechamente relacionadas que las pertenecientes a géneros distintos, y lo mismo para los demás niveles taxonómicos. Ciertos taxones superiores tienen miles de especies (o millones en el caso de los escarabajos, que forman el orden de los Coleópteros), mientras que otros sólo tienen una. Las especies muy distintas (clasificadas en familias u órdenes diferentes) contribuyen por definición más a la biodiversidad que las similares (clasificadas dentro de un mismo género). Por tanto, según esta medida mejorada de la biodiversidad, si hay que elegir entre conservar uno de dos lugares con igual número de especies, sería mejor elegir el que alberga mayor número de especies esencialmente distintas frente al que mantiene especies más afines. Algunos científicos llevan este argumento más lejos y sugieren que la diversidad se mide mejor a niveles taxonómicos superiores (género o familia, por ejemplo) que al de especie.
La importancia ecológica de la especie puede ser también considerable, pues algunas especies clave desempeñan una importante función en el mantenimiento de la diversidad de una comunidad de otras especies. Estas especies clave agrupan los organismos descomponedores, los depredadores de nivel más alto y los polinizadores, entre otros. En general, los árboles grandes aumentan la biodiversidad local porque proporcionan numerosos recursos naturales para otras especies (aves nidificadoras, epifitos, parásitos, herbívoros que se alimentan de frutos, y muchos otros organismos). Pero todavía no hay forma de cuantificar esta clase de función de sostenimiento ni de comparar su magnitud para distintos grupos.
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DIVERSIDAD GENÉTICA
Diversidad genética en los guepardos
El guepardo es el mamífero que tiene el nivel más bajo de diversidad genética debido al alto grado de endogamia que se da en esta especie. Cuando se realiza un injerto de un tejido de un guepardo a otro, este último no experimenta ningún tipo de rechazo, pues las diferencias genéticas entre los tejidos son mínimas. Estos niveles de diversidad tan bajos hacen del guepardo una especie vulnerable a las enfermedades y pone en peligro su supervivencia. Las esperanzas están puestas ahora en los programas de cría en cautividad de la especie.

Las diferencias entre organismos individuales tienen dos causas: las variaciones del material genético que todos los organismos poseen y que pasan de generación en generación y las variaciones debidas a la influencia que el medio ambiente ejerce sobre cada individuo. La variación heredable es la materia prima de la evolución y la selección natural y, por tanto, constituye en última instancia el fundamento de toda la biodiversidad observable actualmente. Depende en lo esencial de las variaciones que experimenta la secuencia de los cuatro pares de bases que forman los ácidos nucleicos, entre ellos el ácido desoxirribonucleico o ADN, base del código genético en la inmensa mayoría de los organismos. Los individuos adquieren nuevas variaciones genéticas por mutación de genes y cromosomas; en organismos que se reproducen sexualmente, estos cambios se difunden a la población por recombinación del material genético durante la división celular que antecede a la reproducción sexual.
Las poblaciones que forman una especie comparten una reserva de diversidad genética, aunque la herencia de algunas de tales poblaciones puede diferir sustancialmente de la de otras, en especial cuando se trata de poblaciones alejadas de especies muy extendidas. Si se extinguen poblaciones que albergan una proporción considerable de esta variación genética, aunque persista la especie, la selección natural cuenta con un espectro de variedad genética menor sobre el que actuar, y las oportunidades de cambio evolutivo pueden verse relativamente mermadas. La pérdida de diversidad genética dentro de una especie se llama erosión genética, y muchos científicos se muestran cada vez más preocupados por la necesidad de neutralizar este fenómeno.
La diversidad genética es particularmente importante para la productividad y el desarrollo agrícolas. Durante siglos, la agricultura se ha basado en un número reducido de especies vegetales y animales, pero, sobre todo en el caso de las plantas, se ha desarrollado un número extraordinariamente elevado de variedades locales. Esta diversidad de recursos genéticos vegetales tiene en muchos casos ventajas prácticas reales; si un agricultor de subsistencia, por ejemplo, planta cierto número de variedades de una especie, quedará en cierto modo asegurado frente al riesgo de perder toda la cosecha, pues es poco común que las condiciones climatológicas adversas o los parásitos afecten por igual a todas ellas. A medida que los hábitats naturales se han visto desplazados por otros usos del suelo, con la consiguiente destrucción de formas silvestres de plantas cultivadas que podrían ser necesarias con fines de selección, y a medida que los modernos sistemas de cultivo intensivo se han ido concentrando en un número muy reducido de variedades comerciales, se hace más urgente la necesidad de identificar y conservar los recursos genéticos vegetales y animales. Aunque, en este ámbito particular, es posible localizar y medir aspectos de diversidad genética, no hay forma práctica de responder a la pregunta general de cuál es la diversidad genética presente en una zona determinada, y mucho menos a escala global; por tanto, la pregunta no tiene sentido a este nivel.
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DIVERSIDAD DE LOS ECOSISTEMAS
Éste es sin duda el peor definido de todos los aspectos cubiertos por el término biodiversidad. Evaluar la diversidad de los ecosistemas, es decir, la diversidad a escala de hábitat o comunidad, sigue siendo un asunto problemático. No hay una forma única de clasificar ecosistemas y hábitats. Las unidades principales que actualmente se reconocen representan distintas partes de un continuo natural muy variable.
La diversidad de los ecosistemas puede evaluarse en términos de distribución mundial o continental de tipos de ecosistemas definidos con carácter general, o bien en términos de diversidad de especies dentro de los ecosistemas. Hay varios esquemas de clasificación mundial, que hacen mayor o menor hincapié en el clima, la vegetación, la biogeografía, la vegetación potencial o la vegetación modificada por el ser humano. Estos esquemas pueden aportar una visión general de la diversidad mundial de tipos de ecosistemas, pero proporcionan relativamente poca información sobre diversidad comparativa dentro de los ecosistemas y entre ellos. La diversidad de ecosistemas suele evaluarse en términos de diversidad de especies. Esto puede abarcar la evaluación de su abundancia relativa; desde este punto de vista, un sistema formado por especies presentes con una abundancia más uniforme se considera más diverso que otro con valores de abundancia extremos.
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¿CUÁL ES LA MAGNITUD DE LA BIODIVERSIDAD?
En esta sección se aborda la biodiversidad en términos de riqueza de especies. El número de especies que pueblan la Tierra es enorme, pero se desconoce incluso con un margen de un orden de magnitud. Hasta la fecha se han descrito cerca de 1,7 millones de especies. En este contexto, descripción significa que se han descubierto ejemplares, se han recogido muestras, se han llevado a un museo, se han identificado como especies nuevas y, por último, se han descrito y nombrado con carácter formal en una publicación científica. Las estimaciones del número total de especies que podría haber en el mundo se basan sobre todo en el número de especies hasta la fecha desconocidas que se han descubierto en zonas tropicales muestreadas meticulosamente y en la proporción que representan dentro del conjunto de muestras recogido. Estas estimaciones oscilan entre 5 y casi 100 millones de especies. Se ha propuesto un valor de aproximadamente 12,5 millones como estimación conservadora útil.
Sin duda, la mayor parte de las especies que viven en la Tierra continúan siendo desconocidas. El grupo mejor inventariado es, con diferencia, el de los animales vertebrados. En las últimas décadas se han descrito cerca de 200 nuevas especies de peces, frente a sólo una veintena de mamíferos y entre una y cinco especies de aves. Algunas de estas especies son realmente nuevas, pero muchas descripciones nuevas son consecuencia de la división en varias especies de lo que se tenía por una especie única. Pese a la idea generalizada de que no queda por descubrir ningún mamífero de gran tamaño, hace poco se han encontrado en Vietnam del Norte tres especies nuevas que responden a esta descripción.
Cada año se describen miles de insectos nuevos. De hecho, hay base para suponer que, con excepción de mamíferos y aves, el único factor que limita el número de especies nuevas descritas es el número de taxonomistas activos y el ritmo con el que son capaces de estudiar ejemplares nuevos.
Hay muchas más especies descritas de insectos que de cualquier otro grupo. Aunque recientemente se ha sugerido que los nematodos, hongos, microorganismos y coleópteros (los insectos más numerosos) engloban un número de especies muy superior al que antes se creía, según algunas estimaciones de la riqueza global de especies la mayor parte de la vida terrestre estaría formada por insectos.
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¿QUÉ ESTÁ OCURRIENDO CON LA BIODIVERSIDAD?
Es ahora motivo común de inquietud el hecho de que las actividades humanas han reducido la biodiversidad a escala mundial, nacional y regional y que esta tendencia continúa. Esto se manifiesta en la pérdida de poblaciones vegetales y animales, en la extinción y en el agotamiento de especies y en la simplificación de comunidades y ecosistemas. Hay dos formas de evaluar el agotamiento de la biodiversidad: la investigación y la observación directas y la elaboración de hipótesis de lo que puede ocurrir sobre la base de lo que actualmente se sabe.
El análisis de restos animales (sobre todo huesos y conchas de moluscos) y de datos históricos revela que desde el comienzo del siglo XVII se han extinguido unas 600 especies. Desde luego, esto no constituye el cuadro completo, pues muchas especies se han extinguido sin que la humanidad tenga conocimiento de ello. Cerca de las tres cuartas partes de estas extinciones conocidas han ocurrido en islas, como consecuencia de la ocupación por colonos; las causas han sido la sobreexplotación, la destrucción de hábitats y el impacto causado por la introducción de animales. Las extinciones registradas han aumentado mucho desde principios del siglo XIX hasta mediados del XX, y han disminuido desde entonces. Este descenso aparente puede ser consecuencia de las iniciativas de conservación adoptadas en el curso de las últimas décadas, o bien reflejar el hecho de que pueden pasar muchos años entre la última vez que se ve una especie y el momento en que puede registrarse como extinguida con cierta seguridad. De hecho, se han redescubierto varias especies que se consideraban extinguidas.
Cerca de 6.000 especies animales se consideran amenazadas de extinción porque está disminuyendo el número de individuos que las forman, porque se están destruyendo sus hábitats a consecuencia de la sobreexplotación o porque, sencillamente, se ha limitado mucho su área de distribución. Aunque es un número considerable, el estado de conservación de la mayor parte de las especies sigue sin evaluar. Se ha estudiado una parte importante de las aproximadamente 9.700 especies de aves que hay en el mundo, pero sólo cerca de la mitad de los 4.630 mamíferos y proporciones pequeñas de otros vertebrados. Se ha examinado un número relativamente reducido de las más de 280.000 especies de plantas superiores y, aunque se dispone de cierta información sobre mariposas, libélulas y moluscos, en términos reales no se ha evaluado el estado de conservación de la mayoría de las especies de invertebrados.
Observaciones de campo han confirmado que hay una relación entre el tamaño de un área y el número de especies que contiene. Una generalización sugiere que si una mancha de hábitat se reduce hasta la décima parte de su superficie original, es probable que pierda la mitad de las especies que tenía. Puede utilizarse esta relación entre área y especies para predecir las tasas de extinción. Como la mayor parte de las especies viven en las selvas tropicales húmedas, suscita especial inquietud la influencia que la tala y la modificación de estos hábitats pueda ejercer sobre la extinción de especies. Aunque no cuentan con mucho apoyo, si se toman como punto de partida las estimaciones más elevadas de riqueza de especies de los trópicos húmedos, la relación entre especies y área sugiere que las tasas mundiales de extinción podrían ser extremadamente altas. Los medios de comunicación han prestado mucha atención a estas tasas de extinción elevadas, pero es importante tener en cuenta el fundamento en que se basan.
Numerosos individuos, organizaciones y países han trabajado en las últimas décadas para identificar poblaciones, especies y hábitats amenazados de extinción o degradación y para invertir estas tendencias. Los objetivos comunes son gestionar más eficazmente el mundo natural para mitigar la influencia de las actividades humanas y, al mismo tiempo, mejorar las opciones de desarrollo de los pueblos desfavorecidos. Muchos conservacionistas esperan que la historia demuestre que el año 1992 ha constituido un punto de inflexión. En junio de ese año se presentó a la firma el Convenio sobre la Diversidad Biológica en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro. El Convenio entró en vigor a finales de 1993, y a principios de 1995 lo habían firmado más de cien países; esto significa que están de acuerdo con sus fines y que harán todo lo posible por cumplir con sus disposiciones.
Los objetivos generales del Convenio son: conservar la diversidad biológica, utilizar una biodiversidad sostenible a largo plazo y compartir lealmente las ventajas del uso de los recursos genéticos (en selección vegetal y biotecnología, por ejemplo). Las dificultades son muchas e imponentes, pero el Convenio constituye el único marco mundial amplio para planificar y emprender las acciones necesarias. En él se declara explícitamente que, aun cuando los países tienen la responsabilidad de la biodiversidad dentro de sus fronteras, la planificación eficaz exige tener en cuenta el contexto mundial y que los países en desarrollo necesitarán el apoyo de todos los demás.


Símbolos y fórmulas químicas




Símbolos y fórmulas químicas, los símbolos químicos son los distintos signos abreviados que se utilizan para identificar los elementos y compuestos químicos en lugar de sus nombres completos. Algunos elementos frecuentes y sus símbolos son: carbono, C; oxígeno, O; nitrógeno, N; hidrógeno, H; cloro, Cl; azufre, S; magnesio, Mg; aluminio, Al; cobre, Cu; plata, Ag; oro, Au; hierro, Fe.
La mayoría de los símbolos químicos se derivan de las letras del nombre del elemento, principalmente en español, pero a veces en inglés, alemán, francés, latín o ruso. La primera letra del símbolo se escribe con mayúscula, y la segunda (si la hay) con minúscula. Los símbolos de algunos elementos conocidos desde la antigüedad, proceden normalmente de sus nombres en latín. Por ejemplo, Cu de cuprum (cobre), Ag de argentum (plata), Au de aurum (oro) y Fe de ferrum (hierro). Este conjunto de símbolos que denomina a los elementos químicos es universal.
Los símbolos de los elementos pueden ser utilizados como abreviaciones para nombrar al elemento, pero también se utilizan en fórmulas y ecuaciones para indicar una cantidad relativa fija del mismo. El símbolo suele representar un átomo del elemento. Sin embargo, los átomos tienen unas masas fijas, denominadas masas atómicas relativas, así que los símbolos representan a menudo una masa atómica del elemento o mol.
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FÓRMULAS QUÍMICAS
La mayoría de las sustancias son compuestos formados por combinaciones de átomos. La fórmula del agua, H2O, indica que por cada dos átomos de hidrógeno está presente un átomo de oxígeno. La fórmula muestra así mismo que el agua es eléctricamente neutra, e indica también que (debido a que las masas atómicas son H = 1,01, O = 16,00) 2,02 unidades de masa de hidrógeno se combinan con 16,00 unidades de masa de oxígeno para producir 18,02 unidades de masa de agua. Puesto que las masas relativas permanecen constantes, las unidades de masa pueden ser expresadas en toneladas, kilogramos, libras o cualquier otra unidad siempre que la masa de todas las sustancias sea expresada en las mismas unidades.
En forma similar, la fórmula del dióxido de carbono es CO2; la del octano, C8H18; la del oxígeno, O2 y la de la cera de velas (parafina) CH2. En cada caso, los subíndices (dado por supuesto que significa 1 si no aparece ningún subíndice) muestran el número relativo de átomos de cada elemento en la sustancia. El CO2 tiene 1 C por cada 2 O, y el CH2 tiene 1 C por cada 2 H.

Pero, ¿por qué escribir O2 y C8H18 en lugar de escribir simplemente O y C4H9, que indican las mismas relaciones atómicas y de masas? Los experimentos demuestran que el oxígeno atmosférico no consiste en átomos individuales (O), sino en moléculas formadas por parejas de átomos (O2); la relación entre el carbono y el hidrógeno en las moléculas de octano es de C 8 y H 18 y no otra combinación de átomos de carbono y de hidrógeno. Las fórmulas del oxígeno atmosférico y del octano son ejemplos de fórmulas moleculares. El agua está formada por moléculas de H2O, y el dióxido de carbono por moléculas de CO2. Por eso el H2O y el CO2 son fórmulas moleculares. Sin embargo, la cera de las velas (CH2), por ejemplo, no está formada por moléculas que contienen un átomo de carbono y dos átomos de hidrógeno, sino que en realidad consiste en cadenas muy largas de átomos de carbono, en las cuales la mayoría de éstos están unidos a dos átomos de hidrógeno además de estar unidos a los dos átomos de carbono vecinos en la cadena. Estas fórmulas, que expresan la composición atómica relativa correcta, pero no la fórmula molecular, se llaman fórmulas empíricas.
Se puede decir que todas las fórmulas que son múltiplos de proporciones más simples, representan moléculas: las fórmulas H2O2 y C2H6 representan a los compuestos peróxido de hidrógeno y etano. Y a su vez puede decirse que las fórmulas que presentan relaciones atómicas simples son fórmulas empíricas, a menos que la evidencia muestre lo contrario. Por ejemplo, las fórmulas NaCl y Fe2O3 son empíricas; la primera representa al cloruro de sodio (sal común) y la última al óxido de hierro (orín), pero en esos compuestos no están presentes moléculas individuales de NaCl o Fe2O3.


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