Toxicomanía




Éxtasis
Esta droga de diseño, el 3,4-metilendioximetanfetamina, más conocida como éxtasis, proporciona a sus consumidores una intensa sensación de bienestar. Sin embargo, su consumo provoca diversos efectos adversos.

Toxicomanía, consumo regular de una droga que produce adicción.
La adicción a una droga es la necesidad compulsiva de consumir una sustancia de forma regular (para experimentar sus efectos o disminuir el malestar producido por su ausencia) sin que sea posible moderar o suprimir su consumo. Las drogas alteran nuestra propia capacidad para controlar su consumo.
La adicción es un proceso complejo, en el que se origina dependencia física y psicológica de una sustancia. La adicción está relacionada no solo con el tipo de droga sino también con otros factores, como características individuales, circunstancias personales y sociales, frecuencia o dosis de consumo.
Cuando una persona siente la necesidad imperiosa de consumir una droga para conseguir un estado afectivo agradable o aliviar un estado emocional desagradable, se produce una dependencia psicológica de esa sustancia. Además, en muchos casos, el uso regular de una sustancia química produce alteraciones fisiológicas en el organismo que originan también una dependencia física de esa sustancia. El organismo se ‘acostumbra’ a la presencia de la droga y la ‘necesita’ para funcionar con normalidad; su ausencia produce un conjunto de síntomas que reciben el nombre de síndrome de abstinencia. Algunas de las drogas con un alto poder adictivo son la cocaína, el crack, la heroína, el tabaco, el alcohol, las anfetaminas, la ketamina y el PCP o fenciclidina.
A medida que se establece la dependencia, se produce una disminución progresiva de los efectos de la droga. Aparece el fenómeno de la tolerancia, la necesidad de consumir dosis cada vez mayores para conseguir los mismos efectos. El fenómeno de la tolerancia depende de las características del propio individuo y del tipo de sustancia, ya que no todas producen ese fenómeno. Algunas de las drogas que producen tolerancia con rapidez son el crack, la heroína, las anfetaminas, la ketamina, el LSD y los poppers.
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SÍNDROME DE ABSTINENCIA
Cuando existe una situación de dependencia de una sustancia y esa droga se suprime o se reduce, el organismo responde con un conjunto de síntomas físicos y psíquicos que reciben el nombre de síndrome de abstinencia. El síndrome de abstinencia varía con cada droga. Algunos de los síntomas que comparten los distintos síndromes son ansiedad, irritabilidad, insomnio, fatiga o náuseas. Ciertos síndromes requieren asistencia médica y se controlan con medidas terapéuticas sintomáticas o sustitutivas (sustancias menos nocivas, de efectos parecidos, que se retiran progresivamente). Por ejemplo, la retirada brusca de barbitúricos o benzodiazepinas puede dar lugar a un síndrome de abstinencia de graves consecuencias. Ejemplos conocidos son los síndromes de abstinencia provocados por el alcohol y la heroína.
En una persona alcohólica, el síndrome de abstinencia aparece entre doce y dieciséis horas después de interrumpir el consumo de alcohol y se caracteriza por ansiedad e irritabilidad, seguidas de temblores, calambres musculares, sudoración, náuseas y vómitos, que se hacen más intensos entre el segundo y tercer día. A veces, se produce un delirium tremens, un cuadro grave que requiere asistencia médica y se caracteriza por un estado de confusión (delirio) con alucinaciones terroríficas y excitación intensa.
El síndrome de abstinencia de la heroína, también conocido como ‘mono’, dura entre cinco y diez días y aparece aproximadamente a las ocho horas de interrumpir el consumo, aumenta su intensidad entre 36 y 72 horas después y luego disminuye. Al principio, se caracteriza por rinorrea, lagrimeo, sudoración y después ansiedad intensa, irritabilidad, temblores, insomnio, dolores musculares, escalofríos, dilatación de las pupilas y agitación; más adelante se producen náuseas, vómitos, diarrea, fiebre e intensos dolores y calambres en las extremidades.
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TRATAMIENTO
Adormidera
Esta adormidera muestra una cápsula verde que contiene las semillas, con una flor madura en segundo término. El opio se recoge después de que todos los pétalos de la flor han caído. Se efectúan unos cortes a lo largo de la circunferencia de la cápsula que permiten que el látex lechoso fluya y se endurezca. Después de extraer el opio en forma de goma viscosa, se puede refinar en heroína, morfina y derivados de la codeína; todos crean dependencia a los narcóticos. El opio se utiliza mucho como sedante y analgésico.

Las drogodependencias constituyen uno de los problemas más importantes a los que se enfrenta nuestra sociedad. La adicción a la que conducen las drogas es difícil de superar de forma individual y origina graves conflictos familiares, de pareja, escolares, laborales e, incluso, problemas legales. En la mayoría de los casos, es imprescindible la ayuda externa, los programas asistenciales y el apoyo de la familia para abandonar ese hábito. Para luchar contra las drogas se han creado organismos y centros de asistencia a drogodependientes formados por profesionales (médicos, psicólogos, personal de enfermería, trabajadores sociales, monitores) preparados para informar, ayudar y apoyar a los drogodependientes.

Planta de la marihuana
La planta de la marihuana también conocida como hachís, cáñamo índico, cáñamo americano y grifa, fue utilizada en su origen como un sedante y un analgésico. En la actualidad se emplea como droga en muchas partes del mundo. Las hojas o los ápices florales secos se fuman o ingieren.

Cualquiera que sea el tóxico responsable de la dependencia, el objetivo de la gran mayoría de los programas de tratamiento es conseguir la abstinencia. Los programas se desarrollan en varias fases. La primera fase trata la dependencia física mediante un proceso de desintoxicación. La finalidad de la desintoxicación es que el organismo no ‘necesite’ la sustancia adictiva para funcionar con normalidad. En la segunda fase o fase de rehabilitación se pretende que la persona recupere las relaciones sociales y reestructure su vida. La tercera fase o reinserción trata que el individuo se readapte a la sociedad. La duración de los tratamientos es muy variable y depende de las circunstancias de cada persona, situándose en términos generales entre uno y dos años. Otro tipo de programas persiguen como objetivo reducir los daños que produce el consumo de la droga ofreciendo un sustituto. Es el caso, por ejemplo, de los programas de mantenimiento con metadona, un opioide sintético que bloquea los efectos de la heroína y alivia los síntomas del síndrome de abstinencia y la necesidad de consumir.
Las prestaciones médicas más habituales en el contexto de las toxicomanías se limitan, casi siempre, al control de los problemas de sobredosificación, de las reacciones adversas a la ingestión de tóxicos o de las eventuales complicaciones derivadas del consumo de drogas, como la malnutrición o ciertas enfermedades.


Psiquiatría




Psiquiatría, rama de la medicina especializada en las enfermedades mentales. Los psiquiatras no sólo diagnostican y tratan estos trastornos sino que también realizan investigaciones para comprenderlos y prevenirlos.
Un psiquiatra es un médico que ha completado una especialización de postgrado en psiquiatría. Muchos psiquiatras también se especializan en psicoanálisis, psiquiatría infantil u otras subespecialidades. Los psiquiatras tratan a los pacientes en consultas privadas, en hospitales generales, o en centros especializados para enfermos mentales (hospitales psiquiátricos, clínicas ambulatorias, o centros comunitarios de salud mental). Algunos dedican parte de su tiempo a investigar o participar en programas de salud mental. Por el contrario, los psicólogos, que suelen trabajar junto a los psiquiatras y tratan al mismo tipo de pacientes en ocasiones, no han recibido formación en medicina, y, por consiguiente, no pueden hacer diagnósticos ni recetar medicamentos.
El campo de la psiquiatría es muy amplio en comparación con otras especialidades médicas. Los trastornos mentales pueden afectar a la mayoría de los aspectos de la vida del paciente, como su actividad física, conducta, emociones, pensamiento, percepción, relaciones interpersonales, sexualidad, trabajo y ocio. Estos trastornos están producidos por una combinación poco conocida de determinantes biológicos, psicológicos y sociales. La tarea del psiquiatra consiste en identificar las distintas fuentes y manifestaciones de la enfermedad mental.
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DESARROLLO HISTÓRICO
Sigmund Freud
El neurólogo austriaco Sigmund Freud es considerado el fundador del psicoanálisis, método de fragmentación de la estructura psíquica cuyo objetivo es la investigación de los significados inconscientes del comportamiento, así como los sueños y fantasías del individuo. El psicoanálisis es un procedimiento curativo de los trastornos mentales, principalmente de las neurosis.

Los médicos del mundo occidental comenzaron a especializarse en el tratamiento de los pacientes con enfermedades mentales en el siglo XIX. Los psiquiatras de esta época, llamados alienistas, trabajaban en grandes centros, y practicaban lo que se denominaba entonces un tratamiento moral, un enfoque humanitario dirigido a apaciguar el estado mental y recuperar la razón. Durante la segunda mitad del siglo los psiquiatras abandonaron este tipo de tratamiento y, con ello, el reconocimiento tácito de que la enfermedad mental está producida por influencias tanto psicológicas como sociales. Durante un tiempo su atención se centró, casi de forma exclusiva, en los factores biológicos. Era frecuente el uso de medicamentos y otras formas de tratamiento somático (físico). El psiquiatra alemán Emil Kraepelin identificó y clasificó los trastornos mentales en un sistema que supuso el inicio del diagnóstico moderno. Otra figura importante fue el psiquiatra suizo Eugen Bleuler, que acuñó el término 'esquizofrenia' y describió sus características.
El descubrimiento del origen inconsciente de la conducta, una aportación de la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud a principios del siglo XX, enriqueció los conocimientos de la psiquiatría y cambió el enfoque de la misma. La atención se dirigió hacia los procesos en el interior de la mente individual, y el psicoanálisis se convirtió en el método preferido de tratamiento de la mayoría de los trastornos mentales. En las décadas de 1940 y 1950 las teorías cambiaron de nuevo, esta vez hacia el ambiente social y físico. Muchos psiquiatras despreciaban las influencias biológicas, pero otros estudiaban aquellas que podían estar implicadas en las enfermedades mentales y empleaban tratamientos físicos como el electrochoque y la psicocirugía.
Hacia la mitad de la década de 1950 se produjeron cambios muy importantes en el tratamiento de los pacientes afectados por una enfermedad mental con la introducción de los primeros fármacos eficaces en el tratamiento de los síntomas psicóticos. Junto con estos nuevos medicamentos, aparecieron nuevas tendencias más liberales y humanitarias y nuevas estrategias de tratamiento en los hospitales psiquiátricos; cada vez se trataba a más pacientes sin separarlos de su ambiente social en las décadas de 1960 y 1970. El apoyo a la investigación en salud mental contribuyó a nuevos descubrimientos importantes, en especial sobre el conocimiento de los determinantes bioquímicos y genéticos de la enfermedad mental y sobre el funcionamiento del cerebro. Así, hacia 1980, la psiquiatría centraba su interés en los factores biológicos, relativizando la importancia de las influencias psicosociales en la salud y enfermedades mentales.
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DIAGNÓSTICO
Los psiquiatras utilizan diferentes métodos para detectar trastornos específicos en sus pacientes. El más importante es la entrevista psiquiátrica, durante la que se recoge la historia psiquiátrica del paciente y se valora su estado mental. La historia psiquiátrica es una muestra de las características de la personalidad del paciente, de sus relaciones con los demás y de la experiencia pasada y presente con problemas psiquiátricos, todo ello en palabras del propio paciente. En ocasiones la historia se complementa con comentarios de otros miembros de la familia. Los psiquiatras utilizan la exploración del estado mental del mismo modo que los médicos de medicina general utilizan la exploración física. Identifican y clasifican los aspectos del funcionamiento mental del paciente.
Ciertos diagnósticos dependen de otros especialistas. Los psicólogos realizan las pruebas de inteligencia y personalidad, así como las pruebas diseñadas para detectar lesiones cerebrales o de otras partes del sistema nervioso central. Los neurólogos también hacen pruebas a los pacientes psiquiátricos para detectar evidencias de lesión del sistema nervioso. En ocasiones los pacientes que presentan síntomas físicos son atendidos por otros especialistas. Los trabajadores sociales en el ámbito psiquiátrico atienden los problemas de la familia y de la comunidad. El psiquiatra integra toda esta información para establecer un diagnóstico según los criterios establecidos por los profesionales de la psiquiatría.
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TRATAMIENTO
Los tratamientos psiquiátricos pueden ser de dos tipos: orgánicos y no orgánicos. Los tratamientos orgánicos, como los medicamentos, afectan al organismo de forma directa. Los tratamientos no orgánicos mejoran el estado del paciente por medios psicológicos, como la psicoterapia, o por introducción de cambios en su entorno social.
4.1
Fármacos
Los fármacos psicotrópicos son el tipo de tratamiento orgánico más utilizado. Los primeros que se descubrieron fueron los antipsicóticos, utilizados para tratar la esquizofrenia. Las fenotiazinas son los fármacos antipsicóticos más utilizados. Otros antipsicóticos incluyen los tioxantenos, butirofenonas e indoles. Todos estos fármacos disminuyen los síntomas como el delirio, las alucinaciones y los trastornos de pensamiento. Debido a que reducen la agitación, se emplean en ocasiones para controlar el estado maníaco en pacientes maníaco-depresivos y para tranquilizar a pacientes geriátricos. Algunos trastornos de conducta en la infancia responden a estos fármacos.
A pesar de su valor, los medicamentos antipsicóticos tiene efectos adversos. El más grave es el estado neurológico denominado disquinesia tardía, que aparece en pacientes que toman este tipo de medicamentos durante periodos de tiempo prolongados. El trastorno se caracteriza por movimientos anormales de la lengua, boca y cuerpo y cobra especial importancia porque estos síntomas no desaparecen siempre tras la retirada del fármaco y no tienen tratamiento conocido.
La mayoría de los medicamentos antipsicóticos son sintéticos. Sin embargo, el carbonato de litio es un elemento natural utilizado para prevenir, o al menos reducir, la gravedad de las oscilaciones del humor en la psicosis maníaco-depresiva (véase Depresión). Es sobre todo eficaz para controlar la fase maníaca. Los psiquiatras deben controlar de forma minuciosa las dosis de litio, porque el margen entre la dosis efectiva y la dosis tóxica es muy estrecho.
Los principales fármacos antidepresivos son de tres tipos. Los antidepresivos tricíclicos y tetracíclicos, los más utilizados, se emplean para las formas más frecuentes de depresión mayor. Los inhibidores de la monoaminoxidasa (IMAO) se utilizan en las depresiones atípicas. Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) son eficaces tanto en la depresión típica como en la atípica. Aunque los tres tipos son bastante eficaces para mejorar la depresión en los pacientes diagnosticados de forma correcta también presentan inconvenientes. Los tricíclicos y tetracíclicos pueden tardar entre dos y cinco semanas en ejercer su acción y producen efectos secundarios como la sedación excesiva y problemas cardiacos. Los inhibidores de la MAO pueden producir hipertensión grave en los pacientes que ingieren ciertos alimentos (como algunos tipos de queso, cerveza y vino) o medicamentos (como medicinas para el resfriado). Los ISRS, como la fluoxetina (Prozac) tardan entre dos y doce semanas en ser efectivos y pueden producir cefalea, náuseas, insomnio y nerviosismo.
La ansiedad, tensión (u otras alteraciones producidas por el estrés) y el insomnio se tratan por lo general con medicamentos denominados tranquilizantes menores. Los barbitúricos se han utilizado durante mucho tiempo, pero producen efectos secundarios graves y es más frecuente la adicción a los mismos que a los nuevos fármacos ansiolíticos. Entre estos, las benzodiazepinas son las que se emplean con más frecuencia, muy a menudo fuera del ámbito psiquiátrico.
Los fármacos estimulantes, como las anfetaminas —un fármaco que puede crear dependencia— tienen indicaciones en psiquiatría. Ayudan a controlar la hiperactividad y la falta de concentración en niños hiperactivos y sirven para estimular a los que padecen narcolepsia, un trastorno caracterizado por episodios de sueño incontrolables y súbitos.
4.2
Otros tratamientos orgánicos
Otro tratamiento orgánico es la técnica terapeútica del electrochoque, o ECT, en la que se provocan convulsiones parecidas a las de la epilepsia mediante una corriente eléctrica que pasa a través del organismo. La ECT se utiliza con más frecuencia para el tratamiento de la depresión grave que no responde al tratamiento farmacológico. En ocasiones se emplea en el tratamiento de la esquizofrenia. Hay otras formas de tratamiento orgánico que se emplean con menor frecuencia que los medicamentos y la ECT. Incluyen la controvertida técnica denominada psicocirugía, en la que se seccionan fibras del cerebro. Una de estas técnicas, denominada lobotomía, se utiliza en muy raras ocasiones en la actualidad.
4.3
Psicoterapia
La forma más utilizada de tratamiento no orgánico es la psicoterapia. La mayoría de las psicoterapias dirigidas por psiquiatras son de orientación psicodinámica —esto es, se centran en el conflicto psíquico interno y en su resolución como base para recuperar la salud mental—. El tratamiento psicodinámico prototípico es el psicoanálisis, que se dirige a descubrir las fuentes del conflicto inconsciente en el pasado y a reestructurar la personalidad del paciente. El psicoanálisis es el tratamiento en el que el paciente yace sobre un sofá, con el psicoanalista fuera de la vista, y dice lo que le viene a la mente. El paciente relata sueños, fantasías y recuerdos, junto con los pensamientos y sensaciones asociados con estos. El psicoanalista ayuda al paciente a interpretar estas asociaciones y el significado de la relación entre el paciente y él mismo. Debido a que es largo y caro, a menudo de varios años de duración, el psicoanálisis clásico casi no se utiliza en la actualidad.
Hoy son más frecuentes otras formas de psicoterapia más breves, que complementan los principios psicoanalíticos con otras teorías e informaciones con base científica. En estos tipos de tratamiento, los psiquiatras aconsejan a los pacientes e intentan influir en su conducta. Algunos utilizan técnicas derivadas de la terapia de conducta, que se basa en la teoría del aprendizaje (aunque estos métodos son empleados con más frecuencia por los psicólogos).
Además de la psicoterapia, la otra forma principal de tratamiento no orgánico empleada en psiquiatría es la terapia ambiental. Se suele llevar a cabo en hospitales psiquiátricos y se dirige a las relaciones sociales con fines terapéuticos entre los pacientes y el personal. También se programan actividades intrahospitalarias para conseguir objetivos terapéuticos específicos.
En general, la psicoterapia se emplea para el tratamiento de las neurosis y otros trastornos no psicóticos, y es menos frecuente su uso en las psicosis. En los pacientes psicóticos, que suelen recibir fármacos psicoactivos, la psicoterapia se emplea para mejorar su adaptación social y profesional. La terapia ambiental se limita a los pacientes hospitalizados. Los psiquiatras utilizan cada vez más una combinación de técnicas orgánicas y no orgánicas para todos los pacientes, que dependerá del diagnóstico y la respuesta al tratamiento.


Primeros auxilios




Primeros auxilios, medidas terapéuticas urgentes que se aplican a las víctimas de accidentes o enfermedades repentinas hasta disponer de tratamiento especializado. El propósito de los primeros auxilios es aliviar el dolor y la ansiedad del herido o enfermo y evitar el agravamiento de su estado. En casos extremos son necesarios para evitar la muerte hasta que se consigue asistencia médica.
Los primeros auxilios varían según las necesidades de la víctima y según los conocimientos del socorrista. Saber lo que no se debe hacer es tan importante como saber qué hacer, porque una medida terapéutica mal aplicada puede producir complicaciones graves. Por ejemplo, en una apendicitis aguda un laxante suave puede poner en peligro la vida del paciente.
Cualesquiera que sean las lesiones, son aplicables una serie de normas generales. Siempre hay que evitar el pánico y la precipitación. A no ser que la colocación de la víctima lo exponga a lesiones adicionales, deben evitarse los cambios de posición hasta que se determine la naturaleza del proceso. Un socorrista entrenado ha de examinar al accidentado para valorar las heridas, quemaduras y fracturas. Se debe tranquilizar a la víctima explicándole que ya ha sido solicitada ayuda médica. La cabeza debe mantenerse al mismo nivel que el tronco excepto cuando exista dificultad respiratoria. En ausencia de lesiones craneales o cervicales se pueden elevar ligeramente los hombros y la cabeza para mayor comodidad. Si se producen náuseas o vómitos debe girarse la cabeza hacia un lado para evitar aspiraciones. Nunca se deben administrar alimentos o bebidas (si el paciente va a requerir cirugía hay que esperar hasta que se vacíe el estómago), y mucho menos en el paciente inconsciente. La primera actuación, la más inmediata, debe ser procurar al paciente una respiración aceptable: conseguir la desobstrucción de las vías respiratorias para evitar la asfixia, extrayendo los cuerpos extraños —sólidos o líquidos— y retirando la lengua caída hacia atrás. Si el paciente no respira por sí sólo habrá que ventilarlo desde el exterior mediante respiración boca a boca hasta disponer de un dispositivo mecánico.
El segundo aspecto a corregir es el referente al sistema circulatorio, para evitar el shock. Se deben valorar la frecuencia cardiaca y la tensión arterial. Una valoración inicial se obtiene tomando el pulso: permite valorar la frecuencia y ritmo cardiaco, y su “fortaleza” nos indica una adecuada tensión arterial. El shock o choque es un trastorno hemodinámico agudo caracterizado por una perfusión inadecuada, general y duradera, de los tejidos que pone en peligro la vida. Los signos característicos son la piel fría y húmeda, los labios cianóticos (azulados), la taquicardia y la hipotensión arterial (pulso débil y rápido), la respiración superficial y las náuseas. Estos síntomas no son inmediatos; el shock puede desarrollarse varias horas después del accidente. Para evitarlo debe mantenerse abrigado al paciente e iniciar lo antes posible la perfusión de líquidos y electrolitos por vía intravenosa. Está prohibido administrar fármacos estimulantes y alcohol.
Las urgencias que requieren primeros auxilios con más frecuencia son los accidentes en los que se produce asfixia, parada e infarto cardiacos, sangrado grave, envenenamiento, quemaduras, golpe de calor e insolación, desvanecimiento, coma, esguinces, fracturas y mordeduras de animales.
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ASFIXIA
Maniobra de Heimlich
La fuerza necesaria para desalojar un cuerpo extraño de los pulmones de una víctima de asfixia puede provocar lesiones en los órganos. Esta técnica sólo se debe emplear si las palmadas en la espalda no son útiles. Como primera medida la persona consciente se debe inclinar de manera que la cabeza quede por debajo de sus pulmones. La persona que administra los primeros auxilios da un golpe brusco entre los omóplatos, hasta cuatro veces si es necesario.

En la asfixia, el aire no puede entrar en los pulmones y el oxígeno no llega a la sangre circulante. Entre las causas de asfixia se encuentran el ahogamiento, el envenenamiento por gases, la sobredosis de narcóticos, la electrocución, la obstrucción de las vías respiratorias por cuerpos extraños y la estrangulación. Para evitar un daño cerebral irreparable al detenerse la oxigenación tisular, se debe instaurar inmediatamente algún tipo de respiración artificial. La mayoría de las personas mueren cuatro a seis minutos después de la parada respiratoria si no se les ventila de forma artificial.
Se han diseñado muchas formas de respiración artificial. La más práctica para la reanimación de urgencia es el procedimiento boca a boca: el reanimador sopla aire a presión en la boca de la víctima para llenarle los pulmones. Antes de ello, debe retirarse cualquier cuerpo extraño que obstruya las vías respiratorias. La cabeza de la víctima debe ser inclinada hacia atrás para evitar que la caída de la lengua obstruya la laringe; para ello se tira hacia arriba de la barbilla con una mano mientras con la otra se empuja hacia atrás la frente. El reanimador obtura los orificios nasales pinzándolos con los dedos, inspira profundamente, aplica su boca a la de la víctima, y sopla con fuerza hasta ver llenarse el tórax; después retira su boca y comprueba cómo la víctima exhala el aire. Este proceso debe repetirse 12 veces por minuto en un adulto y 20 veces por minuto en un niño.
Si las vías respiratorias no están despejadas, debe comprobarse la posición de la cabeza de la víctima. Si todavía no se consigue permeabilidad se rota el cuerpo hacia la posición de decúbito lateral y se golpea entre los omóplatos para desatascar los bronquios. Después se vuelve a la respiración boca a boca. Si todavía no se consigue, se realiza la maniobra de Heimlich.
Ésta es una técnica que se ha desarrollado en los últimos años para tratar a los pacientes con las vías respiratorias obstruidas por un cuerpo extraño. Inventada por el médico estadounidense Henry Jay Heimlich, se llama maniobra de Heimlich o “abrazo de oso”, y consiste en la aplicación súbita de una presión sobre el abdomen de la víctima. El aumento de presión abdominal comprime el diafragma, éste a los pulmones, que expulsan aire a alta velocidad y presión, despejando las vías respiratorias. La maniobra se realiza situándose tras el paciente, rodeando su cintura con los brazos y entrelazando las manos, situando éstas entre el ombligo y la caja torácica, y presionando fuerte y de forma brusca hacia atrás y hacia arriba. Si la víctima está en posición horizontal, se presiona sobre el abdomen con la mano. Debe evitarse presionar sobre las costillas, pues se pueden romper, sobre todo en niños y ancianos.
Una vez iniciada, la respiración artificial no debe suspenderse hasta que el enfermo empiece a respirar por sí solo o un médico diagnostique la muerte del paciente. Cuando el paciente empieza a respirar espontáneamente no debe ser desatendido: puede detenerse de nuevo la respiración de forma súbita o presentarse irregularidades respiratorias. En casos de ahogamiento siempre hay que intentar la respiración artificial, incluso aunque el paciente haya presentado signos de muerte durante varios minutos. Se han descrito varios casos de pacientes sumergidos durante más de media hora, cianóticos y sin posibilidades de reanimación, que respondieron a los primeros intentos del socorrista.
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REANIMACIÓN CARDIOPULMONAR
La reanimación del paciente con parada cardiaca está muy relacionada con la reanimación respiratoria. Ha de aplicarse masaje cardiaco externo para mantener el flujo sanguíneo y combinarlo con las técnicas descritas de respiración artificial. Se sitúa a la víctima sobre una superficie firme y se confirma la permeabilidad de las vías respiratorias. El reanimador sitúa sus manos sobre el esternón del paciente; éste se deprime 5 cm, por lo que se comprime el corazón y se fuerza a la sangre a salir por las arterias. Cuando se afloja la presión, el corazón se expande y vuelve a llenarse de sangre procedente de las venas. El masaje se aplica en forma de compresiones cortas y rítmicas de un segundo de duración. Se aplica una respiración boca a boca cada cinco golpes cardiacos. Para esta operación son ideales dos reanimadores. Si sólo hay uno se aplican dos respiraciones boca a boca cada 15 compresiones cardiacas. El procedimiento debe aplicarse, aunque no haya signos de vida, hasta conseguir ayuda médica.
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HEMORRAGIA
Vendaje compresivo
La mejor manera de detener la hemorragia de un vaso sanguíneo de tamaño medio es la aplicación de presión directa. La compresión del vaso sanguíneo lesionado ralentiza el flujo de sangre facilitando la formación del coágulo. La zona de la herida se debe elevar y cubrir con compresas y un vendaje limpio, ejerciendo presión con los dedos durante 5 a 15 minutos hasta que el sangrado se detiene. Si existe un cuerpo extraño en la herida, se debe efectuar la presión en un lado. Si el sangrado continúa, es necesario añadir nuevos vendajes sin sustituir el primero impregnado, ya que su retirada puede romper el coágulo que se está formando. Una vez que la hemorragia se ha interrumpido, asegurar las gasas y el vendaje manteniendo la presión sobre la herida para disminuir la posibilidad de que el sangrado se reanude.

El sangrado “en surtidor”, “a chorro” o “a golpes” es signo inequívoco de hemorragia grave. La simple presencia de sangre sobre una superficie corporal grande no es signo de hemorragia. Puede haber salido sangre de múltiples heridas pequeñas, o puede haberse extendido. La cantidad de sangre que se pierde por una herida depende del tamaño y clase de los vasos lesionados. La lesión de una arteria produce sangre roja brillante que fluye a borbotones, mientras que la lesión de una vena produce un flujo continuo de sangre roja oscura. Si se rompe una arteria principal, el paciente puede morir desangrado en un minuto. Las lesiones de arterias de calibre medio y las lesiones venosas son menos críticas, pero si no se tratan también pueden ser fatales. Una complicación grave de la hemorragia es el shock hipovolémico, que debe ser prevenido y tratado lo antes posible.

Puntos principales de presión
Las arterias principales pueden ser comprimidas contra el hueso subyacente para detener una pérdida grave de sangre de un miembro. En la figura superior, el punto en el que la arteria humeral pasa más cerca de la piel está a una distancia media entre el codo y el hombro. La presión ejercida por los dedos sobre este punto interrumpe el aporte de sangre a una herida de la mano o del antebrazo. En la imagen inferior, el punto principal de presión para las lesiones de la pierna está donde la arteria femoral cruza la articulación entre la pelvis y la pierna. La presión de la mano sobre este punto reducirá el flujo de sangre. Se debe tener en cuenta que debido a que estas maniobras privan del aporte sanguíneo a toda la extremidad, sólo se deben usar en casos de urgencia absoluta.

El procedimiento a utilizar para detener la hemorragia (hemostasia) depende del tamaño de la herida y de la disponibilidad de material sanitario. El mejor método es la aplicación de presión sobre la herida y la elevación del miembro. Esto es suficiente en lesiones de vasos de calibre medio. Lo ideal es utilizar compresas quirúrgicas estériles, o en su defecto ropas limpias, sobre la herida y aplicar encima un vendaje compresivo. Cuando este apósito se empapa de sangre no debe ser retirado: se aplican sobre él más compresas y más vendaje compresivo. Si el sangrado de una extremidad es muy abundante se puede aplicar presión sobre el tronco arterial principal para comprimirlo sobre el hueso y detener la hemorragia.
La arteria braquial, que irriga la extremidad superior, debe ser comprimida en una zona intermedia entre el codo y la axila en la cara medial (interna) del brazo. La arteria femoral, que irriga la extremidad inferior, puede ser comprimida en el centro del pliegue inguinal, donde la arteria cruza sobre el hueso pélvico.
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ENVENENAMIENTO
Una sustancia venenosa por vía oral produce náuseas, vómitos y calambres abdominales. Los venenos ingeridos por accidente o con fines suicidas incluyen: medicaciones a dosis tóxicas, herbicidas, insecticidas, matarratas y productos químicos o productos de limpieza.
Para atender a una persona envenenada es primordial la identificación del tóxico, preguntando a la víctima o buscando indicios como, por ejemplo, envases vacíos, que suelen mencionar la lista de antídotos en su etiqueta. Las quemaduras, las manchas o un olor característico también pueden servir para identificar el veneno.
La primera medida es diluir la sustancia tóxica haciendo beber a la víctima una gran cantidad de leche, agua o ambas. La dilución retrasa la absorción y la difusión del veneno a los órganos vitales.
Excepto en los casos de ácidos o bases fuertes, estricnina o queroseno, la medida siguiente es inducir el vómito para eliminar la mayor cantidad posible de tóxico antes de que se absorba. Se puede inducir haciendo beber a la víctima una mezcla de medio vaso de agua y varias cucharadas de bicarbonato de sodio o de magnesia, o introduciendo los dedos o una cuchara hasta estimular el velo del paladar y conseguir el vómito o la emesis. Se debe repetir este procedimiento hasta vaciar el estómago. Después conviene administrar un laxante suave.
El veneno se debe contrarrestar con un antídoto. Algunos de ellos aíslan la sustancia tóxica de las mucosas sensibles; otros reaccionan químicamente con el veneno y lo transforman; otros estimulan al organismo a contrarrestar la acción del tóxico. Si el antídoto específico no está disponible se utiliza uno universal que contrarresta la mayoría de los venenos. Un antídoto universal sencillo se puede obtener mezclando una parte de té fuerte, una parte de magnesia y dos partes de polvillo de pan quemado. Este antídoto también está disponible en los comercios.
Cuando el veneno es un ácido corrosivo (clorhídrico, nítrico, sulfúrico), una base fuerte (sosa cáustica) o amoníaco, no se debe estimular el vómito, pues se dañarían más aún los tejidos de la boca, la faringe y el esófago. Para intoxicaciones por ácidos se puede utilizar como antídoto una base débil, como la magnesia o el bicarbonato de sodio. Para intoxicaciones por bases son útiles los ácidos débiles, como el limón o el vinagre diluido. Tras su ingestión debe administrarse aceite de oliva o clara de huevo. En intoxicaciones por estricnina o queroseno se debe ingerir abundante agua o leche y después aceite de oliva o clara de huevo, sin provocar el vómito.
6
QUEMADURAS
Se producen por exposición al fuego, a metales calientes, a radiación, a sustancias químicas cáusticas, a la electricidad o, en general, a cualquier fuente de calor (por ejemplo el Sol). Las quemaduras se clasifican según la profundidad del tejido dañado y según la extensión del área afectada. Una quemadura de primer grado, que sólo afecta a la capa superficial de la piel, se caracteriza por el enrojecimiento. Una quemadura de segundo grado presenta formación de flictenas (ampollas), y una de tercer grado afecta al tejido subcutáneo, músculo y hueso produciendo una necrosis. La gravedad de una quemadura también depende de su extensión. Ésta se mide en porcentajes de la superficie corporal. Las quemaduras graves producen shock y gran pérdida de líquidos. Un paciente con quemaduras de tercer grado que ocupen más del 10% de la superficie corporal debe ser hospitalizado lo antes posible.
La finalidad de los primeros auxilios en los quemados es prevenir el shock, la contaminación de las zonas lesionadas y el dolor. La aplicación de bolsas de hielo o la inmersión en agua helada disminuye el dolor. Después se ha de cubrir la zona con un apósito grueso que evite la contaminación. No se deben utilizar curas húmedas, pomadas o ungüentos, y hay que acudir al especialista médico inmediatamente.
Las quemaduras del Sol pueden ser de primer o de segundo grado. Sus casos leves se pueden tratar con una crema fría o un aceite vegetal. Los casos graves conviene que sean atendidos por un especialista. Las quemaduras químicas deben ser lavadas inmediata y profusamente para diluir al máximo la sustancia corrosiva. Las lesiones dérmicas de las quemaduras eléctricas se tratan como las de exposición al fuego y, además, deben ser controladas en un centro hospitalario para valorar posibles lesiones cardiacas o nerviosas.
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GOLPE DE CALOR Y DESHIDRATACIÓN POR CALOR
El golpe de calor y la deshidratación por el calor están causados por un exceso de calor, pero sus síntomas son tan dispares que es muy difícil confundirlos. El golpe de calor, producido por un mal funcionamiento de los centros reguladores del calor, es una patología más grave que afecta principalmente a los ancianos. Sus síntomas son la piel caliente y enrojecida, la ausencia de sudoración, el pulso fuerte y contundente, la respiración dificultosa, las pupilas dilatadas y la temperatura corporal extremadamente alta. El paciente se encuentra mareado y puede perder la consciencia. La deshidratación por calor se debe a una pérdida excesiva de líquidos y electrolitos en el organismo. La piel está pálida y húmeda, la sudoración es profusa, el pulso débil y la respiración superficial, pero las pupilas y la temperatura corporal son normales. Pueden producirse cefaleas y vómitos.
Los primeros auxilios necesarios para el golpe de calor y para la deshidratación por el calor también difieren. La víctima de un golpe de calor debe ser transportada a un lugar fresco a la sombra, y allí debe guardar reposo con la cabeza elevada. Se debe humedecer el cuerpo con alcohol o agua fría para bajar la temperatura y el enfermo debe ser trasladado a un hospital de inmediato. El paciente con deshidratación por el calor también debe guardar reposo, pero con la cabeza más baja que el cuerpo; conviene proporcionarle abrigo o calor. Al principio puede presentar náuseas, pero tras un tiempo de descanso puede ingerir líquidos: se ha de beber 4 vasos de agua con una tableta o media cucharadita de sal diluida, a intervalos de 15 minutos. Después debería beber zumos (jugos) de frutas para recuperar otros electrolitos. Si se produce una postración importante conviene buscar ayuda médica.
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LIPOTIMIA Y COMA
La sudoración fría y la palidez son típicas de la lipotimia, desmayo o desvanecimiento. Se produce por un aporte insuficiente de sangre al cerebro y es temporal. Para restaurar la circulación cerebral se elevan los miembros inferiores o se sitúa la cabeza más baja que el corazón. Es necesario evitar que la víctima se enfríe.
El coma es un estado de falta de respuesta a estímulos externos. Viene provocado por una enfermedad o un traumatismo. El paciente comatoso sólo responde a determinados estímulos intensos; en el coma profundo no responde siquiera al dolor. Puede ser debido a un fallo cardiaco, a una hemorragia cerebral, a una epilepsia, a una descompensación diabética, a una fractura craneal, o a muchas otras situaciones urgentes. Los primeros auxilios se deben limitar a mantener tranquilo y cómodo al enfermo, aflojándole sus vestimentas y buscando ayuda médica. Si la cara enrojece, se pueden elevar ligeramente la cabeza y los hombros, y si palidece se pueden elevar los miembros inferiores. En la epilepsia hay que evitar las autolesiones (mordeduras de lengua) y los traumatismos. Si por cualquier motivo cesa la respiración se debe aplicar respiración artificial. Los diabéticos a menudo portan tarjetas de identificación que permiten identificar la posible causa del coma.
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ESGUINCES Y FRACTURAS
Tanto el esguince como la fractura se acompañan de gran dolor e inflamación, pero la impotencia funcional (incapacidad para mover la zona afectada) y la deformidad son propias de las lesiones óseas. Hasta que se descarte una fractura, los esguinces graves se deben tratar como lesiones óseas; sólo la radiografía puede confirmar el diagnóstico.
En la fractura, el hueso absorbe la energía del traumatismo, perdiendo su integridad estructural. En el esguince el traumatismo es absorbido por una articulación, distendiéndose o rompiéndose las fibras de un ligamento o la cápsula articular. Como un movimiento muy leve produce dolor intenso, no se debe manipular la extremidad afectada ni intentar “enderezarla” ni corregir la deformidad. Esto, además, puede aumentar la lesión de partes blandas, producida por los extremos óseos fracturados al moverse; este fenómeno cobra especial importancia en el caso de los vasos y los nervios. La incorrecta manipulación de un miembro fracturado puede hacer que los picos y biseles de la fractura desgarren arterias, venas o nervios. Sólo se debe inmovilizar el miembro en la posición en que se encuentra, preferiblemente con férulas. Éstas se pueden improvisar con tablas o cartón y afianzarlas al miembro con tiras de tela.
Si la cabeza o el tronco de la víctima se encuentran doblados o torsionados en posición antinatural se debe sospechar inmediatamente de una fractura o luxación de la columna vertebral. De ningún modo se debe intentar corregir la deformidad o mover el tronco. Otros síntomas de lesión vertebral son el dolor agudo en la espalda o el cuello y la parálisis en las extremidades inferiores. Todo accidentado sospechoso de presentar una lesión vertebral debe ser manejado en estricta inmovilidad, transportado “en tabla”, preferiblemente por varios socorristas, y mejor aún sobre una superficie dura y plana (una puerta, por ejemplo).
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MORDEDURAS
Las mordeduras más frecuentes son de perros, gatos, serpientes y pequeños roedores como las ratas y las ardillas. También se ven en ocasiones mordeduras humanas.
Las mordeduras de serpientes no venenosas no requieren más que el tratamiento habitual de las mordeduras: no suturarlas, limpieza e irrigación, aplicación de antisépticos, profilaxis antitetánica y vigilancia de la herida. Como cualquier mordedura puede infectarse, es recomendable en ellas la profilaxis antibiótica. Las mordeduras de serpientes venenosas requieren primeros auxilios y atención hospitalaria de la máxima urgencia.
Los síntomas de una mordedura de serpiente venenosa dependen de la especie del reptil. Los crótalos, como la cabeza de cobre (Agkistrodon contortrix) y una especie de mocasín (Agkistrodon piscivorus), inyectan un veneno que destruye los vasos sanguíneos; la herida desarrolla inmediatamente un dolor intenso e inflamación. Si la cantidad de veneno es grande la hinchazón llega a ser tan pronunciada que rompe la piel. La decoloración de los tejidos circundantes es un signo patognomónico de mordedura por estas serpientes. El paciente se siente mareado y con náuseas y puede desarrollar un shock. La mordedura de las serpientes del género Micrurus no causa dolor inmediato, pero su veneno ataca el sistema nervioso central paralizando órganos vitales como los pulmones. La identificación del tipo de serpiente es muy útil para administrar la antitoxina correspondiente.
El objetivo del socorrista es evitar la difusión del veneno. Es necesario mantener inmóvil al paciente para evitar el aumento de la circulación local o sistémica. Si la mordedura se halla en una extremidad, se debe aplicar un torniquete de 5 a 8 cm por encima de la mordedura. Este torniquete no debe ser demasiado compresivo, pues es importante que la sangre siga manando de la mordedura en pequeñas cantidades.
Otro método para retardar la circulación del veneno es mantener en declive la parte mordida. Para aliviar el dolor se puede aplicar sobre la herida hielo o agua fría. La herida debe lavarse con abundante agua y jabón y secarse con mucho cuidado. Después debe aplicarse un apósito estéril o, en su defecto, limpio. Lo ideal es la inyección precoz de la antitoxina correspondiente.


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