Arte egipcio





El invento del:
Arte egipcio

Las pirámides egipcias
Los egipcios erigieron pirámides entre el año 2700 a.C. y el año 1000 a.C. como tumbas reales. Las pirámides de Gizeh, situadas en la orilla occidental del río Nilo, en las afueras de El Cairo, son el único testimonio de las antiguas siete maravillas del mundo que se conservan hoy día.

Arte egipcio, conjunto de edificios, pinturas, esculturas y artes aplicadas del antiguo Egipto, desde la prehistoria hasta la conquista romana en el año 30 a.C. La historia de Egipto fue la más larga de cuantas civilizaciones antiguas florecieron en torno al Mediterráneo, extendiéndose casi sin interrupción desde aproximadamente el año 3000 a.C. hasta el siglo IV d.C. La naturaleza del país, desarrollado en torno al Nilo, que lo baña y fertiliza, junto al casi total aislamiento de influencias culturales exteriores, produjo un estilo artístico que apenas sufrió cambios a lo largo de sus más de 3.000 años de historia. Todas las manifestaciones artísticas estuvieron destinadas, básicamente, al servicio del Estado, la religión y el faraón, considerado como un dios sobre la Tierra. Desde los primeros tiempos, la creencia en una vida después de la muerte dictó la norma de enterrar al muerto con sus mejores pertenencias para asegurar su tránsito hacia la eternidad. La regularidad de los ciclos naturales, la crecida e inundación anual del río Nilo, la sucesión de las estaciones y el curso solar que provocaba el día y la noche fueron considerados como regalos de los dioses a los habitantes de Egipto. El pensamiento, la moral y la cultura egipcias estuvieron arraigadas en un profundo respeto por el orden y el equilibrio. El arte quería ser un arte útil; no se hablaba de piezas u obras bellas, sino eficaces o eficientes. El cambio y la novedad nunca fueron considerados como algo importante por sí mismos; así, el estilo y los convencionalismos representativos del arte egipcio establecidos desde un primer momento continuaron prácticamente invariables durante más de 3.000 años. Para el espectador contemporáneo el lenguaje artístico egipcio puede parecer rígido y estático (hieratismo); su intención fundamental, sin embargo, no fue la de crear una imagen real de las cosas tal como aparecían, sino captar para la eternidad la esencia de la persona, animal u objeto representado.
2
PERIODO PREDINÁSTICO O ARCAICO
Los primeros pobladores prehistóricos se asentaron sobre las terrazas o mesetas formadas por los sedimentos que el río Nilo iba depositando en su recorrido. Las herramientas y útiles dejados por estos primeros habitantes de Egipto muestran su paulatina evolución desde una sociedad de cazadores-recolectores seminómadas a agricultores sedentarios. El periodo predinástico abarca desde el 3200 a.C. al 2755 a.C. aproximadamente.
Se han encontrado restos de asentamientos organizados que datan de este periodo, así como diversos materiales asociados, sobre todo, a enterramientos. Tales objetos se introducían en la sepultura junto con el cadáver a fin de que su espíritu pudiera disfrutar de ellos en la siguiente vida; gracias a eso se han conservado una gran cantidad de efectos personales, cerámica, útiles diversos y armas. La cerámica se solía decorar con pinturas que reflejaban la vida y costumbres de la época. Entre los motivos representados se incluyen imágenes de los pájaros y animales característicos de las zonas próximas al Nilo, así como también, ya al final del periodo predinástico, minuciosas representaciones de embarcaciones con remeros sobre las aguas del río. El cobre forjado se utilizó, en pequeñas cantidades, para la elaboración de collares y algunas herramientas, aunque la mayoría de los elementos se obtuvieron de la piedra. Las espátulas hechas de piedra se utilizaron para pulverizar la pintura de ojos. Se tallaron pequeñas esculturas y figurillas en marfil y hueso, así como también en arcilla.
3
IMPERIO ANTIGUO
Paleta del rey Narmer
La paleta del rey Narmer (c. 3100 a.C.) de Hierakonpolis, Alto Egipto, de 62,5 cm de altura, muestra de forma simbólica la unificación del alto y bajo Egipto. Narmer está representado con la corona blanca de Aphroditopolis (emblema posterior de los reyes del Alto Egipto), a punto de sacrificar un cautivo ante el rey celeste Horus, representado por el halcón sobre un conjunto de papiros que simbolizan el Bajo Egipto. En el registro inferior tenemos dos figuras enemigas esperando la muerte.

El Imperio Antiguo de Egipto, dominado por las dinastías III a VI, abarca los cinco siglos comprendidos entre los años 2755 y 2255 a.C. Hacia el año 3100 a.C. el país se unificó bajo el mando de poderosos caudillos del sur, pero la idea de un Egipto dividido en dos zonas bien diferenciadas (Alto Egipto al sur y Bajo Egipto al norte) persistió durante algún tiempo. Es la época conocida como tinita, dominada por las dinastías I y II, y en ella destaca el rey Narmer (algunos historiadores lo identifican con el rey Menes), artífice de la unificación y fundador de la I Dinastía. En la Paleta de Narmer (c. 3100 a.C., Museo Arqueológico de El Cairo), en piedra tallada, se puede ver al propio faraón portando la corona del sur y subyugando a las gentes del norte, con dos animales entrelazados que significan la unificación de las dos zonas de Egipto bajo el mando único del faraón.
3.1
Arquitectura
Pirámides de Gizeh
Este vídeo nos ofrece un breve recorrido por una de las siete maravillas del mundo, las pirámides de Gizeh, cerca de El Cairo (Egipto), construidas para albergar la tumba de los faraones Keops, Kefrén y Mikerinos. Junto a ellas también se levanta la misteriosa figura de la Gran Esfinge, con cuerpo de león y cabeza humana.

Durante las primeras dinastías se construyeron importantes complejos funerarios para los faraones en Abidos y Saqqara, a imitación de los palacios y templos (la tumba era una síntesis de la noción de templo y de mansión privada). La gran cantidad de cerámica, trabajos en piedra y tallas de marfil o hueso encontrados en estas tumbas atestiguan el alto grado de desarrollo de esta época. Los jeroglíficos (escritura mediante dibujos), forma de escribir la lengua egipcia, se encontraban por entonces en su primer nivel de evolución, y ya mostraban su carácter de algo vivo, como el resto de la decoración.
En la III Dinastía la capital se trasladó a Menfis y los faraones iniciaron la construcción de pirámides, que sustituyeron a las mastabas como tumbas reales. El arquitecto, científico y pensador Imhotep construyó para el faraón Zoser (c. 2737-2717 a.C.) el conjunto de Saqqara; se trataba de una necrópolis integrada por una pirámide escalonada de piedra y un grupo de templos, altares y dependencias afines. La gran pirámide escalonada donde reposan los restos del faraón está compuesta de varias mastabas superpuestas, y es el ejemplo más antiguo de arquitectura monumental conservado en la actualidad; ilustra también una de las fases en el desarrollo de la pirámide como tipología arquitectónica.
Pirámide escalonada de Saqqara
La pirámide escalonada del rey Zoser, de la tercera dinastía de Egipto, fue construida en Saqqara, necrópolis de la antigua capital Menfis, hacia el 2737-2717 a.C. Fue diseñada por Imhotep, el primer arquitecto conocido de Egipto, que más tarde fue deificado. Construida con caliza local, alcanza los 61 m de altura, fue la primera tumba monumental real y una de las estructuras en piedra más antiguas de Egipto.

La arquitectura del Imperio Antiguo puede considerarse monumental, dado que la caliza y el granito locales se utilizaron para la construcción de edificios y tumbas de grandes dimensiones. Desarrollaron una extraordinaria técnica arquitectónica. Empleaban bloques colosales de piedra, que se ajustaban a la perfección sin utilizar argamasa, y empleaban medios de elevación que desconocemos. La bóveda era conocida pero no se empleaba en la arquitectura en piedra. De los templos construidos durante este periodo apenas se conservan unos pocos ejemplos.
El conjunto monumental de Gizeh, donde fueron enterrados los faraones de la IV Dinastía, pone de manifiesto la destreza y habilidad de los arquitectos egipcios a la hora de construir monumentos que han permanecido como una de las siete maravillas del mundo, y muestran el esplendor de la civilización egipcia. Snefru emprendió la construcción de la primera pirámide sin escalones. Keops fue su sucesor y artífice de la Gran Pirámide que, alcanzando los 146 metros de altura, está formada por cerca de 2,3 millones de bloques de piedra con un peso medio, cada uno, de 2,5 toneladas. Su hijo Kefrén levantó una pirámide menor, y Mikerinos fue el artífice de la tercera gran pirámide de este conjunto monumental.
El fin que se perseguía con las pirámides era preservar y proteger los cuerpos de los faraones para la eternidad. Cada pirámide formaba parte de un conjunto en el que figuraban un templo en el valle, un embarcadero y un corredor de comunicación entre unos espacios y otros, así como también un espacio reservado para realizar los ritos religiosos previos al enterramiento. Alrededor de las tres pirámides mayores de Gizeh (Keops, Kefrén y Mikerinos) creció una necrópolis (ciudad de los muertos) integrada por sepulcros denominados mastabas (en árabe mastabah, ‘banco de adobe’). De cubierta plana y paredes inclinadas, recibieron ese nombre por su semejanza con las casas egipcias de adobe en forma de pirámide truncada. Las mastabas fueron las tumbas de los miembros de la familia real, altos mandos, cortesanos y funcionarios. Exteriormente parece una pirámide truncada de planta rectangular que consta de una pequeña sala denominada sirdab, donde se guardaba la estatua del difunto, considerada como un ser vivo, y la falsa puerta que comunicaba el mundo de los muertos y de los vivos. Delante de ella se depositaban las ofrendas y se realizaba el culto funerario. Bajo tierra se encontraba la cámara sepulcral, a la que se accedía por un pasaje que se sellaba una vez depositado el cadáver.
Frente a la relativa abundancia de restos monumentales de carácter funerario conservados, apenas hay ejemplos de arquitectura doméstica y construcciones civiles de las ciudades egipcias del Imperio Antiguo; puede suponerse su disposición sobre calles bien trazadas y planificadas, tal y como se hizo en las necrópolis, pero la utilización del adobe (ladrillos de barro mezclado con heno o paja y cocidos al sol) para levantar los palacios y viviendas no ha permitido su conservación hasta nuestros días. De este modo, los templos y tumbas, edificados en piedra y construidos con una clara idea de eternidad, proporcionan la mayor y casi única información acerca de las costumbres y forma de vida de los antiguos egipcios.
3.2
Escultura
Estatua de Kefrén
La estatua en piedra de tamaño natural de Kefrén (c. 2530 a.C.) de Gizeh, fue esculpida a partir de un sólido bloque de diorita, la piedra más resistente que se podía obtener en el Egipto del Imperio Antiguo. Mide 165 cm y representa al soberano de forma idealizada, con unas fuertes líneas geométricas y unas proporciones dramáticas.

Desde las primeras figuras de arcilla, hueso y marfil del periodo predinástico, la escultura egipcia se desarrolló con gran rapidez. En la época de Zoser (2737-2717 a.C.) se hicieron grandes estatuas de los faraones y gobernantes sobre las que debían reposar los espíritus que perpetuaran la memoria de los difuntos. Hieratismo, rigidez, formas cúbicas y frontalidad son las características esenciales de la escultura egipcia. Primero se tallaba un bloque de piedra de forma rectangular, y después se dibujaba en el frente y en las dos caras laterales de la piedra la figura objeto de representación. La estatua resultante era, en consecuencia, una figura destinada a ser vista principalmente de frente (ley de la frontalidad). No había necesidad, pues, de esculpir la figura por todos sus lados, ya que el objetivo era crear una imagen eterna que representara la esencia y el espíritu de la persona retratada, para lo cual bastaba una composición frontal de la misma.
El artista egipcio no buscaba la representación del movimiento. Desde los primeros tiempos del periodo dinástico se tenía un perfecto conocimiento de la anatomía humana, pero se le daba una forma idealizada. La estatua sedente del faraón Kefrén (c. 2530 a.C. Museo Arqueológico de El Cairo), artífice de la segunda pirámide más grande del conjunto funerario de Gizeh, engloba en sí misma todas las características que hicieron memorable a la escultura egipcia de carácter regio. El faraón aparece sentado sobre un trono decorado con el emblema de las tierras unificadas, con las manos sobre las rodillas, la cabeza erguida, rígida y de frente, y los ojos mirando al infinito. El halcón que representa al dios Horus aparece detrás de la cabeza de Kefrén, simbolizando que es él, el faraón, el ‘Horus viviente’. La estatua, tallada en diorita, presenta en su conjunto una gran unidad y equilibrio, creando una potente imagen de la majestad divina.
Las representaciones de individuos y personajes particulares ofrecen diversos modelos y formas. Además de las figuras individuales sedentes o en pie se hicieron otras emparejadas y también formando grupos escultóricos en los que el difunto aparece con los miembros de su familia. Los materiales utilizados fueron la piedra, la madera y, en menor proporción, el metal. Las superficies se pintaban; los ojos eran piezas incrustadas de otro tipo de material, como el cristal de roca, que realzaba la apariencia de realidad que pretendía transmitir la estatua. Tales representaciones iban destinadas exclusivamente a los personajes importantes; existió otro tipo de obras, no obstante, que representaban a los trabajadores en sus diversos oficios y a las mujeres ocupadas en sus tareas domésticas. Todas tenían un destino común: la tumba del difunto. A finales de la IV Dinastía se introdujo una tercera posición escultórica, tan asimétrica y estática como las dos anteriores (de pie y sentadas): la del escriba sentado en el suelo con las piernas cruzadas. Otra invención del Imperio Antiguo es el retrato de busto.
La escultura en relieve servía a dos propósitos fundamentales: en los muros de los templos para glorificar al faraón; en las tumbas para preparar al espíritu en su camino hacia la eternidad. En las cámaras funerarias de las tumbas privadas es frecuente la decoración con escenas del muerto ocupado en las actividades cotidianas que desarrolló en vida. La forma de representación del cuerpo humano en dos dimensiones (frente y perfil), tanto en relieve como en pintura, vino determinada por el deseo de preservar la esencia de lo representado. Se buscaba, por encima de todo, la eternidad frente a lo transitorio. Como resultado de esto, se combina en las figuras la disposición de perfil para la cabeza y extremidades inferiores con la frontal de los ojos y el torso. Esta regla o canon se aplicó a los faraones y miembros de la nobleza, mientras que para los sirvientes y campesinos no se llegó a utilizar de manera tan exhaustiva. Los relieves solían pintarse para dar una mayor sensación de realidad, siendo frecuente la inclusión en ellos de diversos detalles sólo pintados, sin necesidad de haberlos tallado previamente en la roca. La pintura de carácter meramente decorativo aparece muy raras veces en las piezas del Imperio Antiguo que se han descubierto hasta el momento presente.
El conocimiento que poseemos sobre la mayor parte de las costumbres y modo de vida de los egipcios se ha conseguido gracias a estos relieves de las tumbas. Las variedades de comida y sus formas de elaboración, los métodos de pastoreo, la caza de animales salvajes, la construcción de embarcaciones y muchos otros oficios están perfectamente representados en estos relieves. Dispuestos en la pared por medio de bandas o registros, podían leerse fácilmente como una narración continuada; tales representaciones no fueron concebidas tanto como acontecimientos acaecidos en un momento determinado, sino como ocupaciones y oficios en general, con un claro carácter de atemporalidad y eternidad. Para la escultura en relieve, al igual que para la exenta o de bulto redondo, los escultores trabajaron formando equipos o talleres con diferentes niveles de trabajo asignado a los distintos integrantes del grupo.
3.3
Artes decorativas
Estatua de Pepi I
La estatua de tamaño natural de Pepi I (c. 2300 a.C.), fue encontrada en Hierakonpolis, Egipto. Se cree que es la estatua en metal más antigua que existe. Parece que fue realizada martilleando láminas de cobre sobre un núcleo de madera.

En la cerámica, la rica decoración del periodo predinástico se reemplazó por bellas piezas no decoradas, de superficies pulimentadas y dentro de una gran variedad de formas y modelos destinados a servir de objetos para uso cotidiano. En la antigüedad, la cerámica servía para los mismos propósitos para los que hoy utilizamos el cristal, la loza, el metal, la porcelana o el plástico; en consecuencia, el abanico de posibilidades abarca desde vasijas y recipientes para comer y beber hasta grandes envases y contenedores de almacenaje o incluso depósitos o cubos para la fermentación de bebidas.
Las joyas se hicieron en oro y piedras semipreciosas, incorporando formas y diseños animales y vegetales. En toda la historia de las artes decorativas de Egipto hubo una gran predilección por tales asuntos o motivos artísticos. Se han conservado pocos ejemplos por lo que se refiere al mobiliario, pero la abundante presencia de los mismos en las imágenes de las tumbas nos proporciona abundante información sobre el diseño de sillas, camas, escabeles, sillones y mesas. Generalmente los diseños fueron simples, sencillos, incorporando formas vegetales y garras de animales para rematar los acabados inferiores de los muebles (patas de sillas y mesas, por ejemplo). No se utilizaban clavos, sino que las piezas se unían mediante espigas y mortajas o se pegaban. Destacan los cabezales rodeados de genios para proteger el sueño. El más bello conjunto de muebles del Imperio Antiguo es el de la tumba de la reina Heteferes, madre de Keops, que destaca por su grandiosidad y sobriedad.
Al finalizar la VI Dinastía el poder centralista de Egipto había disminuido; los gobernantes locales decidieron emplazar sus sepulcros en sus propias provincias en lugar de enterrarse cerca de las necrópolis de los faraones a quienes servían. De esta dinastía data la estatua en metal más antigua que se conoce en Egipto: una imagen en cobre (c. 2300 a.C. Museo Arqueológico de El Cairo) de Pepi I (reinó c. 2395-2360 a.C.). El primer periodo intermedio (VII a X dinastías) fue una época de anarquía y agitación. Hubo un débil intento por mantener las tradiciones artísticas de la edad de oro del Imperio Antiguo, pero hasta la reunificación del país con los faraones de Tebas, en el sur, no se pudo reanudar la actividad artística para igualarla a su anterior época de esplendor.
4
IMPERIO MEDIO
Mentuhotep II, faraón de la XI Dinastía, reinó entre los años 2061 y 2010 a.C., y fue el primer faraón del nuevo Egipto unificado del Imperio Medio (2134-1570 a.C.). Creó un nuevo estilo o una nueva tipología de monumento funerario, probablemente inspirado en los conjuntos funerarios del Imperio Antiguo. En la orilla oeste de Tebas, al otro lado del Nilo, en el lugar denominado Dayr al-Bahari, construyó un templo en el valle conectado por un largo camino real a otro templo que se encontraba adosado a la ladera de la montaña. Formado por una mastaba coronada por una pirámide y rodeado de pórticos a dos niveles, los muros fueron decorados con relieves del faraón en compañía de los dioses.
4.1
Arquitectura
La arquitectura del Imperio Medio no está bien representada, dada la escasez de ejemplos conservados. No obstante, una pequeña construcción vinculada a Sesostris I (1962-1928 a.C.), faraón de la XII Dinastía, ha sido recuperada de uno de los últimos pilonos (puertas monumentales) del templo de Karnak, para el que se utilizaron sus ladrillos como material de relleno. Esta pequeña capilla puede considerarse como el ejemplo típico del estilo de la época. Esencialmente cúbica en su diseño y construida bajo un riguroso sistema de pilares y estructuras adinteladas, este pequeño edificio tiene una pureza de líneas y unas proporciones tan equilibradas que le otorgan sin lugar a dudas un carácter de eternidad. Los entrepaños están decorados con bellos relieves del faraón y divinidades egipcias.
4.2
Escultura
La escultura del Imperio Medio se caracteriza por su inclinación hacia el realismo. Las primeras obras de este periodo imitan claramente los ejemplos del Imperio Antiguo en un intento por restablecer las viejas tradiciones, pero la escultura de la XII Dinastía muestra un renovado interés por la realidad. Los retratos de faraones como Amenemes III y Sesostris III son muy diferentes de aquellos otros faraones del Imperio Antiguo.
Durante la XII Dinastía las imágenes del faraón no se idealizan hasta el punto de convertirlo en dios. La gravedad e importancia de su alto rango se reflejan de forma clara en el rostro. La estructura ósea se insinúa bajo una superficie rígida, produciendo un tipo de realismo que nunca se había dado con anterioridad en el arte egipcio. Las estatuas de personajes privados tienden, como en todas las épocas, a imitar el estilo de las de los faraones; así lo vemos, por ejemplo, en los retratos de la nobleza de la XII Dinastía, tendentes también hacia el realismo.
4.3
Pintura
La costumbre entre los nobles de enterrarse en tumbas construidas en sus propios centros de influencia en lugar de hacerlo en la capital, se mantuvo vigente. Aunque muchas de ellas estuvieron decoradas con relieves, como, por ejemplo, las tumbas de Asuán, en el sur, otras como las de Beni-Hassan, en el Egipto Medio, fueron por regla general decoradas exclusivamente con pinturas. Los ejemplos conservados muestran el trabajo de los artistas y artesanos locales en su intento por adherirse a los modelos de los talleres regios. Aparecen algunas novedades en los tipos y formas representativas, aunque los viejos modelos todavía servían de guía para muchos temas y composiciones. La pintura también decoraba los sarcófagos rectangulares de madera típicos de este periodo. Los dibujos eran muy lineales y reflejan una gran minuciosidad en los detalles.
4.4
Artes decorativas
Pectoral egipcio
Esta joya egipcia fue hallada en la tumba del faraón Tut Anj Amón, que reinó durante la decimoctava dinastía (c. 1330 a.C). Es un pectoral con forma de buitre en oro, esmalte tabicado y piedras semipreciosas.

El Imperio Medio fue también una época en la que se produjeron magníficos trabajos en artes decorativas, en particular joyas realizadas en metales preciosos con incrustación de piedras de colores. En este periodo aparece la técnica del granulado. El barro vidriado alcanzó gran importancia para la elaboración de amuletos y pequeñas figuras. Quizá lo más conocido fueron los hipopótamos de barro vidriado en color azul decorados con pinturas de plantas acuáticas.
5
IMPERIO NUEVO
La XIII Dinastía tuvo faraones débiles e ineficaces, alcanzándose un número de unos 50 en 120 años. El segundo periodo intermedio (XIII a XVII dinastías) fue de nuevo para Egipto una época de gobierno dividido. Los hicsos, pueblos venidos del Asia occidental, entraron en Egipto proclamándose a sí mismos faraones. Impusieron su poder gracias a la utilización de caballos y carros de guerra. Esta circunstancia tuvo una prolongada influencia, ya que los hicsos llevaron a Egipto nuevas tecnologías a la vez que también proporcionaron una visión más amplia de su lugar en el mundo mediterráneo. Una vez más, sin embargo, Tebas instigó la reunificación del país, los extranjeros fueron expulsados y se restableció el poder central de la monarquía. El Imperio Nuevo (1570-1070 a.C.) comenzó con la XVIII Dinastía, y fue una época de gran poder, riqueza e influencia, como lo evidencia su importante comercio exterior y sus conquistas en el extranjero.
5.1
Arquitectura
Templo en Luxor
El templo de Amenofis se construyó a partir de otro templo anterior consagrado también a Amón. Estuvo unido al templo de Karnak por una avenida de 3,5 km de largo, flanqueada por cientos de esfinges. Una vez al año la imagen del dios Amón se transportaba por barco desde Karnak a Luxor, como parte de un enorme festival.

Los faraones de las dinastías XVIII a XX fueron grandes constructores de arquitectura religiosa. Tras el restablecimiento de la capital en Tebas la realeza divina de los faraones se asoció al dios local Amón, que llegó a ser la divinidad suprema más importante de Egipto y reinaba sobre los dioses secundarios. Casi todos los faraones del Imperio Nuevo se preocuparon por ampliar y hacer nuevos añadidos en el conjunto de templos de Karnak, centro del culto a Amón, convirtiéndose así en uno de los más impresionantes complejos religiosos de la historia. El mayor de todos ellos es el de Karnak; sus gigantescos pilonos, la gran sala hipóstila, los vestíbulos plagados de columnas, los obeliscos y las estatuas dispuestas en numerosos lugares, llevan directamente a pensar en el poder y majestuosidad del faraón y el Estado de aquella época. Próximo a este conjunto destaca también el templo de Luxor, con una fachada compuesta de dos enormes muros macizos que flanquean la entrada y conducen al patio. Ya en el interior encontramos una serie de recintos y capillas, dispuestos simétricamente, que albergan el sanctasanctórum, una sala cuadrada con cuatro columnas.
En la ribera occidental del Nilo, cerca de la necrópolis de Tebas, se construyeron templos para el culto y honras fúnebres de los faraones. Durante el Imperio Nuevo, los cuerpos de estos faraones se enterraron en tumbas excavadas en la roca en el entorno denominado Valle de los Reyes, ya en pleno desierto, con los templos funerarios o mortuorios a cierta distancia fuera del valle. De estos templos, uno de los primeros y más insólitos fue el de la reina Hatshepsut en Dayr al-Bahari, levantado por el arquitecto Senemut (muerto hacia el año 1428 a.C.). Situado frente a los acantilados del río Nilo, junto al templo de Mentuhotep II, de la XI Dinastía, y probablemente inspirado en él, el templo es una extensa terraza con numerosas capillas para los dioses y relieves representando los éxitos logrados por Hatshepsut a lo largo de su reinado. Otros faraones no siguieron este precedente, y construyeron sus templos al borde de las tierras fértiles, lejos de los escarpados riscos del desierto.
Templo de Abu Simbel
El gigantesco templo de Abu Simbel en Nubia, Bajo Egipto, fue construido por mandato de Ramsés II, faraón de Egipto de 1279 a 1212 a.C. Está tallado en la blanda arenisca de la montaña. La entrada al templo está señalada por cuatro estatuas de Ramsés II, esculpidas también en la propia roca.

Las tumbas del Valle de los Reyes fueron excavadas en el interior de la roca, en un esfuerzo —casi nunca conseguido— por ocultar los sepulcros donde reposaban las momias de los faraones. Largos pasajes y corredores, escaleras y cámaras funerarias fueron decoradas con relieves y pinturas de escenas de textos religiosos destinados a proteger y amparar el espíritu del difunto para su próxima vida.
Durante la XIX Dinastía, en época de Ramsés II, uno de los más importantes faraones del Imperio Nuevo, se levantaron los gigantescos templos de Abu Simbel, en Nubia, al sur de Egipto. Fueron excavados en el interior de la roca, sobre la falda de una montaña y con las fachadas custodiadas por cuatro figuras monumentales del faraón y su esposa respectivamente. Entre 1964 y 1968 ambos templos tuvieron que ser desmontados en bloques y trasladados a un lugar más elevado con el fin de salvarlos de su inmersión bajo las aguas de la nueva presa de Asuán.
Como en todas las épocas, la arquitectura doméstica y palaciega se hizo fundamentalmente con materiales más baratos que la piedra, como el adobe. No obstante, se han conservado los suficientes restos como para dar una idea aproximada de la planificación de los palacios y sus múltiples estancias con pinturas y decoraciones diversas en suelos, paredes y techos. Las viviendas de las clases privilegiadas formaban amplios conjuntos urbanos integrados por edificios residenciales y para el servicio. Ejemplos de casas modestas para los obreros pueden aún encontrarse, agrupadas junto a los pueblos, muchas veces como las del Egipto actual.
5.2
Escultura
Nefertiti
Los estudios arqueológicos sobre el antiguo Egipto disponen de una excelente fuente de información gracias al gran número de objetos y documentos que se conservan. Los retratos encontrados, tales como el de Nefertiti, esposa de Ajnatón, hacen más tangible un periodo fascinante de la historia de la civilización.

Durante el Imperio Nuevo la escultura alcanzó una nueva dimensión. La rigurosa y severa estilización del Imperio Antiguo y el áspero realismo del Imperio Medio fueron reemplazados por un estilo cortesano en el que se combinaban perfectamente la elegancia y la cuidadosa atención hacia los detalles más delicados. Iniciado durante los reinados de Hatshepsut y Tutmosis III, este estilo alcanzará su madurez en tiempos de Amenofis III. Los retratos de los faraones y de los cortesanos fueron obras plenas de gracia y sensibilidad.
Ajnatón y Nefertiti
La estatua de piedra caliza policromada de Ajnatón, soberano de Egipto durante el periodo Amarna (c. 1350-1334 a.C.), y de su esposa Nefertiti, muestra el interés del arte egipcio de ese momento por el presente, más que por la otra vida o el más allá, creándose un estilo escultórico más naturalista que, aunque mantiene la posición frontal, no idealiza sus representaciones.

Amenofis IV, hijo de Amenofis III, fijó la nueva capital en Ajtatón (ahora Tell el-Amarna), en la orilla oriental del Nilo. El hallazgo casual en 1887 de unas 400 tablillas de arcilla con escritura cuneiforme acadia procedentes de los archivos reales, sacó a la luz los restos de esta antigua ciudad. El arte de este periodo, de un realismo inusual para el momento, refleja la revolución religiosa promovida por el faraón. Amenofis adoraba a Atón, dios solar, e imaginó y proyectó una línea artística encaminada hacia esta nueva dirección, es decir, a eliminar el hieratismo tradicional del arte egipcio. Al comienzo de su reinado se utilizó un realismo casi caricaturesco, pero poco a poco fue derivando hacia un estilo de sutil belleza y profunda ternura, cualidades perfectamente ejemplificadas en la cabeza de piedra caliza pintada de su esposa, la reina Nefertiti (c. 1360 a.C. Staatliche Museen, Berlín).
5.3
Pintura
Pintura mural de Tebas
El banquete es un fragmento de una pintura mural de Tebas, fechado hacia el 1400 a.C. durante el periodo del Imperio Nuevo. Las figuras están representadas en su posición típica, es decir, de perfil. La parte superior muestra a los nobles de la corte con sus esposas atendidos por esclavos, mientras esperan que les sirvan la comida que está situada a la derecha. Las figuras del registro inferior representan probablemente a mujeres de la corte.

Mientras que el relieve se utilizó en el Imperio Nuevo principalmente para la decoración de edificios religiosos, la pintura predominará en la decoración de las tumbas privadas. La necrópolis de Tebas es una rica fuente de información sobre la lenta evolución de la tradición artística, así como también de excelentes ilustraciones de la vida de aquella época.
El medio pictórico permitió mayores posibilidades que el escultórico, al conceder al artista la posibilidad de crear coloristas imágenes de la vida alrededor del Nilo. Los funcionarios aparecen representados inspeccionando los exóticos tributos llevados a Egipto desde todos los rincones del mundo conocido. Los oficios de los talleres regios están representados con meticuloso detallismo ilustrando la elaboración de todo tipo de objetos, desde grandes esculturas a delicadas joyas. Los ritos funerarios, desde el cortejo fúnebre hasta las últimas plegarias elevadas a los espíritus, también se representan. Uno de los elementos comunes en la pintura de las tumbas tebanas, conocido ya en el Imperio Antiguo, es la representación del difunto cazando y pescando entre los papiros de las marismas, entretenimientos y actividades de las que desearía gozar durante toda la eternidad.
5.4
Artes decorativas
Máscara funeraria de Tut Anj Amón
La tumba inviolada de Tut Anj Amón, faraón de Egipto desde aproximadamente 1334 a 1325 a.C., ofrece una idea del esplendor de los ajuares funerarios del periodo del imperio nuevo. Su cuerpo momificado fue introducido en un sólido féretro de oro dentro de un segundo colocado dentro de un tercero. Su rostro fue cubierto con una máscara de oro (en la imagen), revestida con lapislázuli y cornalina. La cámara de enterramiento y algunas otras habitaciones se llenaron con joyas, armas, carros, muebles y otros utensilios.

Durante el Imperio Nuevo las artes decorativas, al igual que la pintura y la escultura, alcanzan las más elevadas cotas de perfección y belleza. Los objetos de uso cotidiano utilizados por la corte real y la nobleza fueron exquisitamente diseñados y elaborados con gran destreza técnica. No hay mejor ejemplo para ilustrar esta afirmación que el ajuar funerario de la tumba (descubierta en 1922) de Tut Anj Amón, donde con ricos materiales —alabastro, ébano, oro, marfil y piedras semipreciosas— se crearon múltiples objetos de consumada habilidad artística. La cerámica del Imperio Nuevo ofrece también este mismo gusto decorativo, con sus superficies frecuentemente pintadas con motivos vegetales. En esta época se produce el apogeo del vidrio, técnica en la que los artesanos mostraron una gran originalidad. En general, y a tenor de los restos conservados, se puede decir que los egipcios de esta época encontraron un particular deleite en la riqueza ornamental y en los vivos colores de las pinturas y artes decorativas.
6
ÉPOCA TARDÍA
A los poderosos faraones de las dinastías XVIII, XIX y parte de la XX les reemplazaron débiles monarcas que sumieron al país en una nueva etapa de crisis y decadencia, con continuas usurpaciones del poder. Ramsés III, fundador de la XX Dinastía (1198-1166 a.C.), levantó un enorme templo funerario en Madinat Habu, cerca de Tebas, en la orilla occidental del Nilo, cuyos restos son de los mejor conservados en la actualidad. La existencia de un palacio junto al templo indica que el faraón frecuentó y habitó aquel lugar en bastantes ocasiones. Escenas de batallas relatando las campañas de Ramsés III contra los invasores extranjeros (pueblos del mar) aparecen representadas con gran viveza en relieves distribuidos por los muros del templo.
Las dinastías XXI a XXIV están consideradas como el tercer periodo intermedio, un lapso de tiempo de más de 350 años en el que diversos monarcas se establecieron paralelamente en Sais, Tanis y Bubastis, capitales del delta del Nilo, en un momento de división política del país. La reunificación llegó con los faraones de la XXV Dinastía; éstos fueron etíopes que penetraron desde Nubia avanzando hacia el delta y ocupando Tebas. Respetaron las creencias y divinidades egipcias, asumiendo también sus costumbres con la idea de ser ellos quienes tenían la obligación de restablecer la gloria y el esplendor de Egipto. Restauraron los viejos templos y construyeron otros nuevos dedicados a sus dioses. Tomaron los nombres de los antiguos faraones y en sus producciones artísticas copiaron e imitaron escenas y motivos de épocas pasadas. Recuperaron la tipología de la pirámide como lugar de enterramiento. Durante su reinado, los asirios, acaudillados por Asaradón, llegaron hasta Tebas en el año 671 a.C., pero fueron rechazados.
Poco después de este primer intento fallido, el rey asirio Assurbanipal conquista Egipto convirtiéndolo en provincia asiria, hasta que Samético I (664-610 a.C.) libera al país de la dominación asiria y crea una nueva dinastía, la XXVI, denominada saíta. Continuando la labor de restauración de viejas tradiciones iniciada por los etíopes, durante el periodo saíta tiene lugar un florecimiento de las artes. Destacan los trabajos escultóricos en bronce, de gran suavidad y blandura en el modelado, con tendencia hacia formas contorneadas. Tuvieron contacto con los griegos, algunos de los cuales habían servido en el ejército egipcio como mercenarios. También con los judíos, a través de una colonia que éstos poseían en el sur, cerca de Asuán. El arte de la XXVI Dinastía utilizó muchas formas y modelos del pasado, copiando a veces literalmente los motivos de los antiguos monumentos.
La XXVI Dinastía acaba con la invasión del Imperio persa, y, salvo breves periodos, Egipto nunca recuperó su libertad de manos de la dominación extranjera. La conquista del país por parte de Alejandro III el Magno en el 332 a.C., y por los romanos en el año 30 a.C., introdujo a Egipto dentro de la órbita del mundo clásico, aunque persistieron sus antiguas tradiciones artísticas. Alejandro (que había fundado la ciudad de Alejandría, que se convirtió en un importante foco de la cultura helenística) y sus sucesores aparecen representados en los muros de los templos como si fueran auténticos faraones en un claro estilo egipcio. Los templos construidos durante el periodo tolemaico (la dinastía fundada por Alejandro el Magno) repiten los modelos arquitectónicos tradicionales de Egipto.
El arte egipcio ejerció también una poderosa influencia sobre las culturas de sus invasores. En los primeros artistas griegos se reconoce una clara deuda con Egipto. Los romanos también mostraron gran interés por el arte de este país, se llevaron a Roma piezas originales extraídas de los templos y tumbas, e imitaron su estilo en numerosas esculturas realizadas por artistas romanos. La influencia de Egipto, su cultura y su arte, así como la fascinación que despiertan sus antigüedades, ha persistido hasta nuestros días.

Arte del renacimiento





El invento del:
Arte del renacimiento
Virgen con el Niño
El monje Fra Filippo Lippi pintó hacia 1455 esta tabla al temple conocida como Virgen con el Niño. Una de sus características más destacadas es el empleo de transparencias —capas de pigmento superpuestas— para obtener efectos lumínicos.

Arte del renacimiento, estilo artístico que se manifiesta en pintura, escultura y arquitectura en toda Europa aproximadamente desde 1400 hasta 1600. Los dos rasgos esenciales de este movimiento son la imitación de las formas clásicas, originariamente desarrolladas en la antigüedad griega y romana, y la intensa preocupación por la vida profana que se expresa en un creciente interés por el humanismo y la afirmación de los valores del individuo. El renacimiento se corresponde en la historia del arte con la era de los grandes descubrimientos, impulsados principalmente por el deseo de examinar todos los aspectos de la naturaleza y del mundo.
Durante el renacimiento, los artistas no eran considerados más que meros artesanos, al igual que en la edad media, pero por vez primera fueron vistos como personalidades independientes, comparables a poetas y a escritores. Es en este momento cuando empiezan a reivindicar una consideración social superior e inician una actitud intelectual diferente, la del artista como teórico además de ejecutor, que se reforzará progresivamente a lo largo del renacimiento. Buscaban nuevas soluciones a problemas visuales y formales, y muchos de ellos realizaron experimentos científicos. En este contexto, se desarrolló la perspectiva lineal, donde las líneas paralelas se representan como convergentes en un punto de fuga. En consecuencia, los pintores comenzaron a ser más exigentes con el tratamiento del paisaje, por lo que prestaron mayor atención a la manera de representar los árboles, las flores, las plantas, la distancia de las montañas y los cielos con sus nubes. Los artistas estudiaron el efecto de la luz natural, así como el modo en el que el ojo percibe los diversos elementos de la naturaleza. Desarrollaron la perspectiva aérea, según la cual los objetos perdían sus contornos y su color a tenor de la distancia que los alejaba de la vista. Los pintores del norte de Europa, especialmente los flamencos, eran más avanzados que los artistas italianos en la representación del paisaje y contribuyeron al desarrollo del arte en toda Europa al introducir el óleo como una nueva técnica pictórica.
Aunque el retrato se consolidó como género específico a mediados del siglo XV, los pintores renacentistas alcanzaron la cima con otro tipo de pintura, histórica o narrativa, en la que las figuras contextualizadas en un paisaje o en un marco de fondo, relatan pasajes de la mitología clásica o de la tradición judeo-cristiana. Dentro de un contexto, el pintor representaba hombres, mujeres y niños en diferentes poses, que además mostraban diversas reacciones emocionales y estados anímicos.
El renacimiento de las artes coincide con el desarrollo del humanismo, en el que sus seguidores estudiaban y traducían textos filosóficos. Se revitalizó el uso del latín clásico. También fue un periodo de descubrimientos de nuevas tierras; las embarcaciones se hicieron a la mar en busca de nuevas rutas hacia Asia, que dieron como resultado el descubrimiento de América. Pintores, escultores y arquitectos sentían las mismas ansias de aventura y el deseo de ampliar sus conocimientos y obtener nuevas soluciones; tanto Leonardo da Vinci como Cristóbal Colón fueron, en cierto sentido, descubridores de mundos completamente nuevos.
2
EL RENACIMIENTO EN ITALIA
Iglesia de Santa Maria Novella en Florencia
La fachada de Santa Maria Novella (1456-1470) en Florencia es una de las obras más importantes de Leon Battista Alberti. Con esta composición geométrica de mármol de colores completó la antigua iglesia gótica.

El primer centro donde surgió el renacimiento fue Italia. El substrato proporcionado por la antigüedad grecorromana fue una constante en el mundo italiano, que vio evolucionar su lenguaje, recogido en un código en el año 1300, desde el latín de los romanos. Italia era el depósito de un gran elenco de ruinas clásicas. Se encontraron restos de arquitectura romana prácticamente en casi todas las ciudades. La escultura romana, especialmente los sarcófagos de mármol decorados con relieves, se convirtieron en los ejemplos más comunes.
2.1
Escultura del quattrocento
El sacrificio de Isaac
El sacrificio de Isaac (1401-1402) es el bajorrelieve de bronce con el que Brunelleschi participó en el concurso para realizar las puertas del baptisterio de la catedral de Florencia, que ganó su rival Ghiberti.

Las primeras manifestaciones artísticas del renacimiento, en los comienzos del siglo XV, se dan en el campo de la escultura. Tres orfebres florentinos realizaron algunas innovaciones que supusieron una ruptura con las convenciones del estilo gótico. El primero fue Filippo Brunelleschi, precursor de la perspectiva lineal. Convertido en arquitecto, fue el primer constructor del renacimiento. Diseñó la enorme cúpula octogonal de la catedral de Florencia, terminada en el año 1436, para lo que estudió a fondo la arquitectura clásica, especialmente el colosal panteón de Agripa. Dicha cúpula está considerada como una proeza tanto desde el punto de vista artístico como del de la ingeniería desde los tiempos de los romanos. Brunelleschi, que estudió en Roma, fue el responsable de este resurgir clásico en la arquitectura. Introdujo nuevas fórmulas de racionalización del espacio aplicadas tanto a las construcciones públicas como privadas que se convirtieron en únicas dentro del estilo renacentista.
La Virgen y el Niño con san Antonio
La Virgen y el Niño con san Antonio, de Donatello, forma parte del conjunto de la iglesia de San Antonio en Padua (Italia). Esta escultura de bronce refleja el nuevo interés por el individuo y el realismo que caracterizaron a los artistas del renacimiento.

Lorenzo Ghiberti representa el prototipo de artista de esta primera etapa renacentista; fue arquitecto, escultor, pintor y, además, comentarista de arte. Sobre todo es conocido por los relieves que realizó en bronce dorado para la puerta del baptisterio de San Giovanni, Florencia; ilustran temas del Antiguo Testamento y fueron muy elogiados por Miguel Ángel, quien la denominó la Puerta del Paraíso (1425-1452), nombre con el que se conoce desde entonces.
Donato di Niccolò di Betto Bardi, más conocido como Donatello, fue uno de los artistas más influyentes del renacimiento no sólo por la fuerza expresiva de sus figuras sino porque, a pesar de ser florentino, trabajó en Venecia, Padua, Nápoles y Roma y, de ese modo, sirvió como vehículo de difusión de innovaciones artísticas en Italia, sobre todo en lo que se refería a la perspectiva. Sus esculturas representan la figura humana en su infinita diversidad de edades, gestos, actitudes y movimientos. Entre sus principales obras destacan el bronce del David (c. 1430-1435, Florencia, Museo del Bargello), que representa al héroe bíblico con la cabeza de Goliat a sus pies. La figura semidesnuda, concebida para ser rodeada por otras, fue la primera escultura exenta realizada desde la antigüedad. Otras grandes obras maestras son la Cantoria o Galería de niños cantores (c. 1433-1439, Florencia, Museo dell´Opera del Duomo), realizada para la catedral de Florencia, y la escultura ecuestre del condotiero Gattamelata (1446-1450, Padua), inspirada directamente en la escultura ecuestre del emperador romano Marco Aurelio. Donatello, que trabajó en terracota y madera, hizo uso de la perspectiva de Brunelleschi para ejecutar sus relieves. Sus esculturas exentas y expresivas a menudo representan a santos que fueron el modelo de los escultores de la siguiente centuria.
2.2
La pintura del quattrocento
La expulsión del Paraíso
El artista italiano Masaccio pintó en el siglo XV La expulsión del Paraíso junto con otros cinco frescos en la capilla Brancacci de la iglesia de Santa Maria del Carmine (Florencia). Es una de las primeras muestras de pintura renacentista, y en ella se observa el interés de Masaccio por la perspectiva científica.

El primer gran pintor del renacimiento italiano fue Masaccio, creador de un nuevo concepto de naturalismo y expresividad en las figuras, así como de la perspectiva lineal y aérea. Su pintura es realista, sobria y claramente definida, y se adelanta en casi cien años a la maniera grande de los pintores del siglo XVI. A pesar de que tuvo una carrera corta (murió a la edad de 27 años) la obra de Masaccio tuvo una enorme repercusión en el curso del arte posterior. Los frescos (c. 1427) que representan episodios de la vida de san Pedro pintados para la capilla Brancacci en la iglesia de Santa Maria del Carmine en Florencia, muestran el carácter revolucionario de su obra, sobre todo en lo que se refiere al empleo de la luz. En una de las escenas más famosas, El tributo de la moneda, Masaccio reviste las figuras de Cristo y de los apóstoles con un nuevo sentido de dignidad, monumentalidad y refinamiento. Los frescos de la capilla Brancacci sirvieron de inspiración a pintores posteriores, entre ellos el propio Miguel Ángel. En el fresco de la Santísima Trinidad (c. 1420-1425, Santa Maria Novella, Florencia) Masaccio, aplicando algunos de los descubrimientos de Brunelleschi relativos a la perspectiva lineal, creó por primera vez la ilusión espacial.
La Anunciación
El monje dominico Fra Angelico pintó a lo largo del siglo XV varias versiones de La Anunciación. Al fondo, Adán y Eva son expulsados del paraíso. Esta tabla se conserva en el Museo del Prado de Madrid.

La dirección que marcó Masaccio fue seguida por contemporáneos suyos como Paolo Uccello, quien imprimió más potencia a la perspectiva lineal. Entre sus mejores obras destacan las tres versiones que realizó de la Batalla de san Romano, realizadas a fines de 1456 para el palacio Medici en Florencia, en las cuales las figuras muestran bruscos escorzos. Estas obras se hallan en la Galería de los Uffizi (Florencia); National Gallery (Londres) y el Louvre (París). También pintó un gran fresco (1436, catedral de Florencia) que simula un monumento ecuestre en bronce, un medio con precedentes romanos y que resurgió en las esculturas exentas de Donatello. Otro maestro del mismo periodo es Fra Angelico, fraile dominico cuyo estilo refinado alterna con formas aún incipientes del nuevo renacimiento resueltas con un delicado tratamiento del color. Su obra se caracteriza por su dulce y elegante espiritualidad religiosa que, aún siendo de espíritu medieval, se reviste de formas renacentistas, como refleja en sus anunciaciones (La Anunciación, 1430-1432, Museo del Prado, Madrid). Fra Angelico fue especialmente innovador en la representación de paisajes. Su obra incluye una serie de frescos pintados en los años 1430 y 1440 ayudado por sus compañeros dominicos en el convento de San Marco en Florencia.
El bautismo de Cristo
El bautismo de Cristo es una tabla pintada por Piero della Francesca hacia 1445. En ella se contemplan las características del renacimiento primitivo, como la intención perspectiva y la composición geométrica. Este cuadro de 167,6 x 116,2 cm se conserva en la National Gallery de Londres.

Florencia fue el epicentro del renacimiento artístico de Italia, aunque otras regiones sirvieron también de escenario de importantes maestros a lo largo de este periodo. Pisanello, natural de Verona, trabajó para varios de los pequeños ducados como el de los Gonzaga en Mantua o el de Este en Ferrara. Poseía un alto refinamiento en su estilo más lírico y más fluido que Masaccio. Entre sus realizaciones se encuentran la serie de medallas de retratos en bronce, muy cotizadas entre sus mecenas aristocráticos. Jacopo Bellini es considerado unánimemente como el introductor del renacimiento en Venecia, que más tarde se transformó en el centro artístico rival de Florencia. Aunque nos quedan pocas obras de él, se conservan sus dibujos, considerados únicos por su número y por su complejidad. Jacopo fue el padre de dos maestros del renacimiento, Gentile y Giovanni Bellini, y suegro de otro de ellos, Andrea Mantegna.
Otro pintor del quattrocento, olvidado durante mucho tiempo y considerado en la actualidad como uno de los pintores más importantes de ese momento, es Piero della Francesca, quien escribió tratados sobre la perspectiva y las matemáticas. Aunque es probable que viviera en Florencia de joven, desarrolló su carrera en otras ciudades italianas. El estilo de Piero se puede apreciar en el ciclo de frescos que pinta en torno al año 1453 para el coro de San Francesco en Arezzo, La leyenda de la cruz. Su estilo mesurado y geométrico se hace eco de la monumentalidad del arte de Masaccio, pero, a diferencia de éste, es más abstracto y distante; sus composiciones están construidas con una perfección matemática que imprime a sus cuadros una sensación de solidez y estatismo. Al final de su carrera, comenzó a alternar el temple con el óleo. Su influencia posterior ha sido muy grande, y todavía hoy pintores contemporáneos como Balthus lo han considerado un modelo de referencia.
El arte del quattrocento se resume en gran medida por medio del trabajo del humanista y latinista Leon Battista Alberti, que se formó en el norte de Italia después de que su familia fuera expulsada de Florencia. Tuvo una experiencia directa con la pintura y con la escultura y también fue un ingenioso arquitecto. Su arquitectura se caracteriza por el modo riguroso de componer los elementos clásicos, proporcionando una base racional a la nueva concepción del espacio y del edificio. Entre sus diseños más sugerentes se encuentra la fachada de Santa Maria Novella en Florencia, terminada en el año 1458, en donde Alberti desarrolló el sistema de fachada aplanada, de amplia repercusión posterior. También diseñó varias iglesias como la de Sant´Andrea en Mantua (terminada en el año 1494). De igual importancia que sus construcciones son sus escritos teóricos sobre pintura, escultura y arquitectura. Prolífico escritor, en sus libros, Alberti sintetizó todas las innovaciones de sus contemporáneos e incluyó también algunos ejemplos de la antigüedad. Destaca su tratado sobre arquitectura titulado De Re Aedificatoria (1453-1485). Como resultado de sus escritos, las nuevas ideas fueron difundidas dentro y fuera de Italia. Dedicó su libro Della Pittura (1436) a Brunelleschi, así como a Ghiberti, Donatello, Luca della Robbia y Masaccio.
2.3
Segunda generación de artistas del renacimiento
San Sebastián
San Sebastián, una tabla del artista italiano del siglo XV Andrea Mantegna, muestra un sorprendente dramatismo debido a la severidad de las imágenes y a la cualidad escultórica de la figura central, que recuerda las obras de Donatello. El cuadro mide 68 x 30 centímetros.

En las últimas décadas, las innovaciones principales del arte renacentista —como el dominio de la perspectiva aérea y lineal, la importancia del paisaje, la representación de la figura de modo individual y la rigurosa elaboración de la composición— fueron consolidadas y superadas. En Florencia, artistas como Antonio del Pollaiuolo y Andrea del Verrocchio observaron la complejidad de la anatomía humana, estudiando de forma directa el cuerpo humano. Tanto escultores como pintores ponen especial énfasis en la musculatura, y así lo ejemplifica la obra de Pollaiuolo el Martirio de san Sebastián (1475, Londres, National Gallery). Pollaiuolo realizó también dos importantes tumbas en bronce para dos papas: la tumba de Sixto V (1484-1493) y la tumba de Inocencio VIII (1493-1497), ambas en la basílica de San Pedro en Roma. Las preocupaciones de Pollaiuolo y de Verrocchio fueron más tarde recogidas por el gran discípulo de este último Leonardo da Vinci, cuyas investigaciones científicas y artísticas se encuentran entre las más importantes del renacimiento. El polifacético Leonardo cultivó todas las artes así como otras disciplinas.
David
El pintor y escultor florentino Andrea del Verrocchio es uno de los principales escultores del primer renacimiento italiano. Esta figura en bronce, que representa al rey David, realizada a principios de la década de 1470, se encuentra en el Museo Nacional del Barguello, Florencia, Italia.

Entre los pintores más representativos de la segunda generación del norte de Italia, destacan Andrea Mantegna, en Padua, y Giovanni Bellini, en Venecia. Mantegna, que trabajó tanto en Verona como en Roma por algún tiempo, pasó la mayor parte de su carrera trabajando gracias al mecenazgo de la familia Gonzaga en Mantua. La decoración al fresco de la cámara de los Esposos (1465-1474) en el palacio ducal está considerada como una de las obras maestras. Amplió los límites de la pintura cubriendo las paredes y el techo con un esquema compositivo unificado, por lo que da la impresión de ser un espacio mucho mayor. La distinción entre lo real y lo ilusorio se vuelve borrosa y confusa. Sus trampantojos fueron muy imitados por dos pintores murales en las dos centurias siguientes, especialmente en los grandes techos barrocos de iglesias y de palacios.
La Virgen rodeada de santos
Giovanni Bellini pintó La Virgen rodeada de santos para la iglesia de San Zaccaria de Venecia en el apogeo de su carrera, en 1505. Es el más destacado de todos los retablos que el artista realizó a lo largo de su vida, un enorme conjunto de 4,92 x 2,32 metros.

El severo estilo de Mantegna, de trazado nervioso, rico modelado y atrevido uso de la perspectiva, influyó en el arte de su cuñado Giovanni Bellini, quien trabajó exclusivamente en Venecia. Bellini influyó inmensamente, no sólo mediante el testimonio de sus magníficos cuadros, sino también como maestro de algunos pintores de generaciones posteriores, como Sebastiano del Piombo, Giorgione y Tiziano. Los colores brillantes, ricos y fuertes que Bellini introdujo en su paleta se convirtieron en la característica esencial que identifica a la siguiente generación veneciana. El brillante colorido veneciano es el contrapunto del estilo lineal del arte florentino. El altar de san Giobbe (1488, Academia, Venecia) es una de las mejores obras de Bellini. El vivo colorido, los contornos difuminados y las figuras representadas dentro de una atmósfera de luz casi dorada son características de este último estilo. También fue un consumado pintor de paisajes, género que enseguida se convirtió en la especialidad de los pintores venecianos. Fue nombrado pintor oficial del palacio del Dux en Venecia, convirtiéndose en el principal retratista de estos magistrados. Un excepcional ejemplo es su retrato del Dux Leonardo Loredanum (1501, National Gallery, Londres). Su prestigio rebasó las fronteras hasta el punto de atraer a Venecia a Alberto Durero, con quien intercambió ideas y obras. Bellini promovió la pintura al óleo en lienzo, en contraposición a la pintura al temple sobre la pared; la pintura al óleo se convirtió en el siglo XVI en la técnica más común.
El nacimiento de Venus
Lorenzo de Medici encargó en 1482 a Sandro Botticelli este cuadro conocido como El nacimiento de Venus. La imagen combina los temas astrológicos y la mitología clásica con ciertos elementos cristianos. Su estilo lineal y aéreo ayuda a conseguir el efecto delicado y sutil de la composición.

La segunda generación de pintores está representada por Sandro Botticelli, un artista que disfrutó del mecenazgo de la familia de los Medici en Florencia. Su estilo es lírico, fluido y a menudo decorativo y abarca tanto temas religiosos como paganos. Sus pinturas están muy influidas por el pensamiento neoplatónico, según el cual las ideas cristianas podían conciliarse con las clásicas. Sus dos obras más famosas, ambas en la Galería de los Uffizi, son el Nacimiento de Venus (después de 1482) y la Primavera (c. 1478). El modelo de la figura del Nacimiento de Venus está tomado de la escultura antigua, pero aquí la diosa se muestra de pie emergiendo de un pálido mar azul. Botticelli realza el contorno de las figuras con una línea que les proporciona una singular elegancia; por el contrario, sólo en contadas ocasiones utiliza el claroscuro.
2.4
Artistas del cinquecento
Mona Lisa
El retrato de Mona Lisa (1503-1506), de Leonardo da Vinci, más conocido como La Gioconda en referencia al apellido de su esposo, el banquero Francesco del Giocondo, se conserva en el Museo del Louvre de París. El amplio fondo que aparece tras la figura de medio cuerpo es típico de la pintura renacentista.

Los artistas de la siguiente generación fueron los responsables de elevar el arte a su expresión más noble. Este periodo, que comprende el siglo XVI, se inició con Leonardo da Vinci cuando regresó de Milán a Florencia en el año 1500. Allí, encontró al joven Miguel Ángel que realizaría la famosa escultura del David (1501-1504, Academia, Florencia). Esta emblemática obra pronto se convirtió no sólo en el símbolo de la ciudad de Florencia, sino también en el del cinquecento. David como representación del poder y de la fuerza lo tiene todo, pero Miguel Ángel lo eligió precisamente para mostrar su autocontrol en el momento antes del encuentro con Goliath, como Leonardo hizo con las figuras de los apóstoles en La última cena (1495-1497, Santa María, Milán) al elegir el momento justo después del que Cristo dijo a los presentes que uno de ellos le traicionaría. Durante el cinquecento, los artistas intentaron reducir sus temas a la más pura esencia; las características secundarias, los detalles o las anécdotas captaban la atención del espectador para conducirle a la esencia real del tema.
El epicentro artístico durante este periodo fue Roma y la corte de Julio II, que contrató a los artistas y arquitectos más importantes para sus ambiciosos proyectos. Donato Bramante fue el arquitecto más relevante de este periodo aunque se inició como pintor siguiendo las pautas de Piero della Francesca. Después de una larga estancia en Milán, durante la cual coincidió con Leonardo, Bramante se estableció en Roma. Allí produjo obras como el Tempietto (1502), una representación a menor escala del clásico tholos griego situado en el patio de San Pietro in Montorio; una serie de palacios privados que incluían la casa de Rafael (destruida en el siglo XVII), y, como su proyecto más notable, el diseño de la nueva basílica de San Pedro (c. 1506). Para la primera iglesia de la cristiandad católica, Bramante trazó una planta de cruz griega, con cúpula. Miguel Ángel tomó parte en la construcción realizando algunos cambios que modificaban la nueva estructura arquitectónica pero respetando el diseño original de Bramante, que ejerció una fuerte influencia en los arquitectos del cinquecento, como sucedió con el sienés Baldassare Peruzzi, que construyó la villa Farnesina (1509-1511) en Roma para la familia Chigi, la primera villa privada de comienzos del siglo XVI.
David, de Miguel Ángel
El David es una escultura de mármol realizada entre 1501 y 1504 por el artista italiano Miguel Ángel. Al contrario que sus precedentes, triunfales sobre Goliat, el David de Miguel Ángel espera con furia y miedo a su gigantesco oponente. Esta obra, influida por la antigüedad clásica, muestra una intensidad dramática desconocida hasta el renacimiento.

Rafael, nacido en la región italiana de Umbría, se encuentra entre los pintores asentados en Roma. Discípulo de Perugino, Rafael estudió en Florencia al mismo tiempo que estaban allí Leonardo y Miguel Ángel, dando forma al lenguaje artístico del cinquecento. Rafael se trasladó a Roma en el año 1508 y allí se quedó hasta su muerte en el año 1520. Se convirtió en el pintor más célebre y abrió un próspero estudio en el que trabajaban muchos ayudantes. Como complemento a las series de retratos de distinguidos personajes que realizó, el del papa Julio II y otros notables, Rafael realizó nuevos trabajos como la decoración al fresco de las estancias vaticanas, una serie que decora las cuatro estancias del palacio Vaticano. La más importante es la estancia de la Signatura, que contiene La disputa, una complicada explicación de la doctrina del sacramento de la Eucaristía. Los hombres de iglesia discuten en torno a la doctrina en la parte inferior; sobre ellos, Cristo aparece acompañado en semicírculo de un grupo de ángeles. En el otro lado de la estancia se encuentra la Escuela de Atenas, que representa la filosofía clásica, haciendo pareja con La disputa, que permanece de pie junto a la teología cristiana. Aquí, la representación es horizontal, más centrada en la tierra que en el cielo. El punto de fuga se sitúa detrás de las figuras centrales de Platón y Aristóteles, rodeados por célebres pensadores del pasado. Muchas de estas figuras son retratos de artistas contemporáneos de Rafael. Rara vez la pintura ha alcanzado la claridad y la perfección de la Escuela de Atenas. Como fuente de inspiración pudieron servirle a Rafael los inmensos frescos de la capilla Sixtina pintados por Miguel Ángel.
Templete de San Pietro in Montorio, Roma
El templete o tempietto del convento de San Pietro in Montorio (1502), proyectado por Donato Bramante, es uno de los mejores ejemplos arquitectónicos del alto renacimiento. Está compuesto como un espacio circular cubierto por una cúpula y rodeado de una columnata de orden toscano.

Después de haberse establecido en Venecia Giovanni Bellini, Giorgione inauguró su escuela de pintura. Su estilo se caracteriza por suaves contornos, colores fuertes (a menudo enigmáticos) y también por temas personalizados. Su obra más famosa, La tempestad (c. 1505, Academia, Florencia), representa un paisaje idílico de fondo tormentoso en el que se puede contemplar a un hombre joven que guarda a una mujer acunando a su niño.
Venus de Urbino
Tiziano pintó esta Venus de Urbino en 1538. La postura de la modelo está inspirada en las pinturas primitivas del Giorgione y en los desnudos clásicos. En el cuadro se aprecia la riqueza cromática y tonal característica del artista italiano.

Tiziano, alumno de Bellini y un incipiente seguidor de Giorgione, fue el pintor más dotado del cinquecento en Venecia, así como el rival de Rafael y de Miguel Ángel. Entre sus obras más admiradas se encuentra El amor divino y el amor profano (c. 1515, Galería Borghese, Roma) en una pintura alegórica en la cual dos mujeres, una desnuda (el amor sacro) y la otra completamente vestida (el amor profano), están sentadas de manera opuesta; esta obra evoca la serenidad del mundo misterioso del Giorgione. La asunción de la Virgen (1516-1518) forma parte del retablo principal de Santa Maria dei Frari en Venecia y está considerada una de las obras maestras de Tiziano. La figura de la Virgen está situada encima de los apóstoles moviéndose hacia la figura de Dios Padre, mostrada en lo alto del cuadro. Tonos cálidos, rojos y dorados dominan la composición. Tiziano aborda también temas clásicos como lo atestiguan su Baco y Ariadna (1520-1523, National Gallery, Londres) o La ofrenda a Venus (1518-1519, Museo del Prado, Madrid), ambos realizados para el duque de Ferrara. Pintó diversos cuadros de Venus recostadas y otras obras de carácter mitológico, como Dánae recibiendo la lluvia de oro (1553, Museo del Prado, Madrid), obras ambivalentes de una intencionalidad sensual.
Basílica de San Pedro
Los primeros proyectos para la basílica de San Pedro en el Vaticano muestran el interés de los arquitectos por imponer el modelo de iglesia centralizada, considerada más antropocéntrica que la tipología medieval de cruz latina. Bramante fue el autor de las primeras trazas, y Miguel Ángel modificó parcialmente los planes de su antecesor y consiguió construir los tres ábsides de la cabecera y la cúpula. Sin embargo, debido a la influencia de la contrarreforma, los arquitectos posteriores prolongaron la nave de ingreso y transformaron la iglesia en una basílica longitudinal.

En su larga trayectoria artística, Tiziano produjo obras importantes para su mecenas, el emperador Carlos V, quien le concedió el título de pintor. Entre los encargos del emperador se encuentran algunos retratos, incluido Carlos V y la batalla de Mühlberg (1548, Museo del Prado). Su retrato ecuestre se convirtió en el prototipo de retratos de altos dignatarios durante las dos siguientes centurias. Tiziano continuó pintando incluso a edad avanzada y su característica pincelada fluida y libre, su paleta viva y sus figuras monumentales, así como los paisajes idealizados, continuaron marcando el estilo de su arte. Ello se hace evidente en su Coronación de espinas (c. 1570, Alte Pinakothek, Munich), en donde las formas parecen disolverse por un laberinto de luz pura, color y pigmento.
Escuela de Atenas
Escuela de Atenas (1510-1511) es uno de los numerosos frescos que pintó Rafael para la Stanza della Segnatura en el Vaticano. La escena representa a Platón y Aristóteles (en el centro de la composición) departiendo con otros filósofos griegos y sus discípulos. Esta obra se considera la culminación del estilo desarrollado por este artista durante su estancia en Roma (1508-1520).

Correggio fue otro destacado pintor de gran fuerza del cinquecento. Pasó la mayor parte de su vida trabajando en Parma, donde se instaló en 1518. Hizo numerosos ciclos de frescos para la catedral de Parma y para la iglesia de San Juan Evangelista. Tomando como punto de referencia a Miguel Ángel, Rafael y Tiziano, el arte del Correggio delata su familiaridad con el estilo monumental que venía realizándose en Roma y en Venecia. La influencia de Leonardo puede apreciarse, pero Correggio supo crear su propio estilo. Su pintura se caracteriza por una gran habilidad en los escorzos; su rechazo al equilibrio clásico anticiparía el estilo manierista, definido por colores sensuales y plateados y por una tendencia a retratar estados de éxtasis espirituales y físicos. Como la mayoría de los artistas de este periodo la producción de Correggio se divide en obras clásicas, frescos religiosos y altares para iglesias. En el convento de San Pablo de Parma, pintó una sala con frescos que representan la diosa Diana rodeada de referencias alegóricas de gran complejidad. En su obra, Correggio demuestra que fue una figura dominante del cinquecento.
2.5
Manierismo
Villa Barbaro en Maser
Andrea Palladio proyectó la villa Barbaro en Maser hacia 1560. En ella se observan algunos rasgos característicos en la obra de este arquitecto, como las fachadas clasicistas y las combinaciones de arcos y dinteles.

Mientras Miguel Ángel, Tiziano y Rafael trabajaban en un estilo figurativo, otros pintores adoptan un lenguaje más lírico y decorativo, no tan vinculados a los cánones de la antigüedad clásica. El trabajo de estos maestros demuestra el comienzo del manierismo, un estilo que heredó el cambio propiciado ya en los momentos finales del cinquecento.
Supone el rechazo del equilibrio y la claridad del renacimiento en busca de composiciones más dramáticas y complejas, y el deseo de efectos más emotivos, de mayor movimiento y contraste. En este aspecto, anticipó el barroco, que se desarrollaría hacia el año 1600.
Descendimiento de la cruz, de Pontormo
Jacopo da Carucci, llamado Il Pontormo, es uno de los artistas más representativos del estilo manierista en Italia. En esta obra, titulada Descendimiento de la cruz, se aprecia su estilo refinado, que se caracteriza por la delicadeza y la utilización de colores suaves, aunque irreales.
Scala/Art Resource, NY
Salero para Francisco I
Benvenuto Cellini fue un excepcional orfebre, aunque su única obra conservada es este salero que realizó para el rey francés Francisco I. El pequeño grupo escultórico representa a Anfitrite (la tierra) y Neptuno (el mar), de cuya unión surge la sal. La pieza se conserva en el Kunsthistorisches Museum de Viena.

3
EL RENACIMIENTO EN EL NORTE DE EUROPA
En el norte de Europa, las manifestaciones artísticas del gótico tardío fueron coetáneas con los descubrimientos y con el cambio de visión del mundo producidos en Italia. En el norte, países como Alemania, los Países Bajos e Inglaterra fueron menos receptivos a la hora de aceptar el incipiente renacimiento.
Las primeras obras del siglo XV fueron menos significativas y a escala menor que las que se produjeron en Italia. Al mismo tiempo, la miniatura de la obra Las muy ricas horas del duque de Berry (c. 1416, Musée Condé, Chantilly), realizada por los hermanos Limbourg, pone de manifiesto un interés por el detalle naturalista y por lo anecdótico desconocido en Italia. También son notables en esta obra la delicadeza y la minuciosidad con que están tratados todos los elementos del paisaje.
3.1
El renacimiento en los Países Bajos
Retrato de Margarita de Austria
El artista flamenco Bernard van Orley pintó, en 1518, este retrato de Margarita de Austria, hija del emperador Maximiliano I y de María de Borgoña.

El pintor flamenco Jan van Eyck fue el fundador de la pintura renacentista en Flandes y en Holanda. Su estilo es una síntesis del naturalismo de los hermanos Limbourg más las innovaciones en el uso de la luz de otro pintor, Robert Campin, conocido como el maestro de Flémalle. Van Eyck combina, con talento y habilidad, un estilo que es el contrapunto del arte que Masaccio realiza en esos momentos en Italia. Su obra El cordero místico (terminada en el año 1432, San Bavón, Gante) es una de las más extraordinarias obras del renacimiento. Consta de dos alas, pintadas por ambas caras, que se abren para mostrar la tabla central dispuestas en dos niveles. Probablemente, fue realizado en parte con la ayuda de su hermano Hubert van Eyck. La parte central del piso inferior contiene la Adoración del Cordero, con hileras de figuras colocadas en un paisaje articulado que representa claramente el paraíso. Encima se encuentra la figura del Padre de Dios entronizado, coronado como un Papa con tiara y flanqueado por la Virgen María y San Juan Bautista. Van Eyck se manifiesta a sí mismo en esta obra como un agudo observador del mundo visual. Casi por intuición, concibe el sistema de perspectiva lineal y usa mínimamente la perspectiva aérea en algunas partes del paisaje de fondo. Van Eyck fue también consciente de la atracción en el espectador de los elementos de la naturaleza muerta e integró numerosos detalles en la compleja iconografía de sus obras. Lo que marca la diferencia de su arte y el de finales del siglo XV en el norte de Europa con el de sus contemporáneos italianos es la completa ausencia de alusiones a la antigüedad clásica.
El hombre del turbante
El hombre del turbante, pintado por Jan van Eyck en 1433, se considera un autorretrato del artista. Esta obra se caracteriza por el realismo inusual en su época, obtenido en gran medida gracias a los efectos lumínicos que proporcionan las transparencias.

A mediados del siglo XV, Van Eyck fue considerado por un estudioso italiano como el pintor más significativo de su época. Su famoso retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa (1434, National Gallery, Londres) es la representación de los esponsales de un banquero italiano. En la pared del fondo, detrás de la pareja, hay un espejo convexo que refleja la habitación en la que los esposos permanecen en pie y en la que el artista se autorretrata. Van Eyck dejó constancia de su firma y fechó la obra. Este magnífico pintor también produjo pequeños retratos de grupo de un extraordinario realismo.
La Anunciación, de Bouts
Este panel sobre el tema bíblico de La Anunciación, forma parte del tríptico La prueba de fuego (c. 1473, Reales Museos de Bruselas, Bélgica). Su autor, el artista flamenco Dirk Bouts, fue uno de los primeros pintores del renacimiento en utilizar la perspectiva.

Rogier van der Weyden, pintor de Tournai (Flandes), fue quien, a diferencia de Jan van Eyck, realizó un viaje a Italia en el año 1450. Su obra fue muy admirada en Italia e incluso pudo haber influido en la escuela de Ferrara. La obra más importante de Van der Weyden es El descendimiento de la cruz (1435, Museo del Prado, Madrid) pintado por encargo de un gremio de artesanos de Lovaina. El dolor que reflejan sus personajes, aún desconocido para el arte italiano, se plasma en sus expresiones faciales y en las posturas de sus cuerpos. Como Van Eyck, Rogier tuvo gran destreza para el retrato, pero infundió a sus figuras una dimensión emocional añadida.
El jardín de las delicias
El jardín de las delicias, pintado entre 1505 y 1510 por El Bosco, es un tríptico en el que el artista representa sus visiones particulares del Cielo y el Infierno. En el centro está representado el mundo dominado por los pecados, la hoja izquierda es la creación y la derecha el Infierno. En el tríptico cerrado se describe la creación del mundo. A finales del siglo XVI también se conocía como La pintura del madroño.

La siguiente generación de pintores flamencos, que recogen la herencia de Van Eyck y de Van der Weyden, está representada por Dirk Bouts, uno de los primeros artistas que utilizaron la perspectiva. Hugo van der Goes imprimió una huella personal y emocional a sus pinturas religiosas, que combinaron aspectos del arte de los precursores. Su obra más conocida es el Retablo Portinari (c. 1476, Uffizi, Florencia), realizado para un mecenas florentino, que finalmente llegó a Italia alrededor de 1480. La llegada de este cuadro de gran formato causó sensación entre los artistas locales, quienes se quedaron sorprendidos por el exacerbado realismo del recién nacido que yace en el suelo, así como por la magnífica representación de los objetos que le rodean. Van der Goes se volvió loco hacia mediados de su vida. En algunas ocasiones sus obras alcanzaron una gran intensidad expresiva. Su coetáneo Hans Memling, aunque nacido en Alemania, parece ser que se formó en Flandes y en los Países Bajos, donde transcurrió la mayor parte de su vida. A pesar de que no fue un pintor particularmente innovador, Memling se conformó con emular los hallazgos de sus predecesores, pero ejecutó su obra con una extraordinaria destreza.
El banquete de boda
Pieter Brueghel el Viejo pintó hacia 1566 o 1567 este óleo sobre tabla conocido como El banquete de boda. En él se aprecia la precisión técnica del artista, su madurez y su capacidad de observación de la naturaleza humana. En el siglo XVI sólo acudían a los banquetes nupciales unos veinte invitados, por lo tanto, el resto de los personajes que se agrupan en la puerta debían ser meros espectadores.

Sin duda, el artista más original de este periodo fue El Bosco que fue quien menos dependió de la pasada tradición flamenca. Casi todas sus obras fueron totalmente anticonvencionales. El jardín de las delicias, también conocido como La pintura del madroño (1510-c. 1515, Museo del Prado), es una obra alegórica del pecado y de la redención, en la que se muestra un mundo surreal e imaginario donde el pasado, el presente y el futuro se despliegan en imágenes de pesadilla. Su extrema originalidad conduce al arte de Pieter Brueghel, el Viejo, quien realizó ya en el siglo XVI una serie de grabados titulados Los siete pecados capitales (1557) que en su imaginación fantasmagórica demuestran la poderosa influencia de El Bosco. Al tiempo que muchos de sus contemporáneos acogieron las novedades italianas, Brueghel quiso rendir un homenaje al estilo de los primeros pintores de los Países Bajos y flamencos en sus propias obras y grabados, que a menudo ilustraban proverbios folclóricos, con frecuencia en clave satírica.
Los manieristas holandeses y flamencos, incluidos Bernard van Orley, Lucas van Leyden y Jan van Scorel, recogieron la herencia de Miguel Ángel y de Rafael a través de grabados, o por medio de obras de primera mano de los artistas. Además, las aportaciones de Alberto Durero, el maestro alemán, sirvieron de estrecho vínculo entre los estilos italianos y el viejo estilo holandés.
Si los pintores de los Países Bajos se han distinguido durante el renacimiento, los escultores fueron menos innovadores, guardando una conexión más cercana con la tradición gótica del pasado. Las formas arquitectónicas casi no se vieron alteradas por el renacimiento.
3.2
El renacimiento en Francia
Los franceses fueron reacios a aceptar las innovaciones que se habían producido en el arte en Italia, aunque durante el siglo XVI fueron finalmente adoptadas en Francia, como consecuencia de la presencia de muchos artistas italianos en la corte de Francisco I. Leonardo da Vinci viajó a Francia en 1516 a petición del propio rey, pero debido a su avanzada edad, murió antes de que pudiera realizar trabajos de importancia. La obra del palacio de Fontainebleau se convirtió en el punto central del arte renacentista francés.
3.3
El renacimiento en Alemania
El diluvio según Baldung
Figura notable del renacimiento alemán, Hans Baldung ilustró el episodio del Diluvio en una obra que se conserva en Bamberg. Las imágenes en movimiento y con violentas ráfagas de luz constituyen una característica frecuente de la obra del artista.

La pintura en Alemania tuvo una ilustre tradición durante el renacimiento, gracias a varias personalidades artísticas que dominaron el panorama. El arte alemán estuvo muy vinculado al pasado gótico, pero muchos de sus artistas fueron capaces de fundir la herencia medieval con los nuevos descubrimientos. Konrad Witz fue uno de ellos. Parte del gran altar El milagro de los peces, también conocido como Cristo andando sobre las aguas (1441, Museo de Arte e Historia, Ginebra), refleja un paisaje real con referencias específicas a elementos del paisaje suizo de los Alpes y que expresan la conciencia de Witz respecto a la aceptación de los avances artísticos italianos. Los artistas alemanes encabezaron el desarrollo del arte del grabado, como lo demuestran las publicaciones de libros, que en este periodo florecieron por todas partes.
Retablo del altar Isenheim
Concierto de ángeles es una de las tablas del Retablo del altar Isenheim (c. 1512-c. 1515, Museo de Unterlinden, Colmar). El autor de esta obra, Matthias Grünewald, es una de las figuras más importantes del renacimiento en Alemania.

Alberto Durero, un veterano pintor y grabador, introdujo en Alemania, prácticamente sin ayuda, la corriente del arte renacentista. Niño prodigio, se formó primeramente como orfebre pero pronto se estableció en su ciudad natal de Nuremberg como pintor y grabador. Sus magníficas series de grabados, las tres versiones de la pasión y de la vida de la Virgen, difundieron su estilo a través de toda Europa. Se había instruido en la perspectiva y comprendía la ciencia en toda su complejidad. Durero visitó Italia en dos ocasiones, la primera en el año 1494, y de nuevo desde 1505 hasta 1507. Se le asoció con los círculos humanistas y filosóficos y realizó grabados sobre asuntos alegóricos o clásicos, así como sobre temas religiosos. Durero realizó numerosos viajes durante toda su vida; durante un memorable recorrido por Flandes y los Países Bajos entre 1520 y 1521, realizó un diario ilustrado, que aún se conserva. Al igual que muchos artistas de su época, Durero se sintió atraído por el pensamiento teórico y escribió los Vier Bücher von menschlicher Proportion (cuatro libros sobre las proporciones humanas, publicado póstumamente en 1528). Ningún artista de su época tuvo una imaginación tan fértil, como lo prueban los grabados de El caballero, la Muerte y el Diablo (1513) y el de La melancolía (1514). El gran humanista del norte de Europa Erasmo de Rotterdam (de quien Durero realizó un grabado) le puso el sobrenombre de ‘el Apeles de las líneas negras’ en alusión al famoso pintor griego del siglo IV a. C. Las pinturas de Durero estaban a menudo repletas de imágenes ricas en detalles y extremadamente coloreadas; un ejemplo lo constituye la Adoración de la Trinidad (1508-1511, Kunsthistorische Museum, Viena). Los autorretratos predominan en su obra. Una de sus últimas es Los cuatro apóstoles (c. 1526, Alte Pinakothek) pintada en un doble panel; presenta la grandeza simplificada del estilo italiano, combinado con una intensidad de expresión característica del arte del norte de los Alpes.
La melancolía
La melancolía (1514) es un grabado de Alberto Durero que trata las relaciones entre las ideas intelectuales, la moral y la teología. La figura de la melancolía representa al artista que posee la destreza para realizar una obra pero depende del soplo de la inspiración, que en este caso no llega hasta él.

Mientras Durero fue un consumado hombre moderno, comprometido con las nuevas formas e ideas que halló en Italia, Matthias Grünewald, su coetáneo, realizó una de las obras más sorprendentes de su época, el Retablo del altar de Isenheim (c. 1512-1515, Museo de Unterlinden, Colmar), un enorme políptico con dos estratos pintados que se repliegan hacia el lugar sagrado. La escena principal de estos laterales, la crucifixión, es una composición severa, con el cuerpo de Cristo desfallecido, casi como un cadáver, contemplado por la Virgen María de luto, san Juan Evangelista, san Juan Bautista como testigo y María Magdalena, todos atormentados por el dolor y situados en un paisaje totalmente árido. Esta evocadora y original obra de Grünevald se puede enmarcar dentro del estilo manierista.
4
EL RENACIMIENTO EN ESPAÑA
Monasterio de El Escorial
La fachada de la basílica del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, obra de Juan de Herrera, domina majestuosamente la entrada meridional a través del patio de los Reyes. En la imagen se aprecia la austeridad del conjunto semejante a una inmensa piedra berroqueña.

En España, los pintores renacentistas nunca llegaron a alcanzar el nivel artístico de Italia y los países del norte de Europa, aunque su arte estaba muy ligado a ambas tradiciones. Los mecenas españoles confiaron a pintores y escultores extranjeros sus obras de arte más importantes. Incluso en el siglo XVI, Tiziano fue el pintor de la corte española, a pesar de que no siempre permaneció en el país. En arquitectura, no se construirían edificios en estilo renacentista hasta finales del siglo XVI. Un ejemplo es el monasterio de El Escorial, complejo arquitectónico construido por deseo del rey Felipe II cerca de Madrid. En su construcción intervinieron dos arquitectos: el primero, Juan Bautista de Toledo, se había formado en Italia y había trabajado a las órdenes de Miguel Ángel. A su muerte en 1567, el encargado de continuar con las obras fue su ayudante Juan de Herrera. Comprende un monasterio, un seminario, un palacio y una iglesia (comenzada en el año 1563). Aunque en deuda con el estilo renacentista, la austera majestuosidad y la desnudez decorativa de esta estructura, en la que no existe ornamentación que distraiga, marcaron un nuevo estilo dentro del panorama de la arquitectura española denominado estilo herreriano.
4.1
Arquitectura
Palacio de Carlos V
El soberano español Carlos V mandó construir junto a la Alhambra de Granada un edificio renacentista que sirviera de puerta al palacio Nazarí. El edificio, de planta cuadrada, contiene un hermoso patio porticado circular rodeado por 32 columnas de mármol. El exterior del palacio mide 63 metros de lado por 17,5 metros de alto.

Dentro de esta manifestación artística existen dos tendencias: el plateresco (término acuñado en el siglo XVII por Ortiz de Zúñiga cuando comparaba la menuda y rica decoración de las fachadas con las labores de plateros), que abarca los tres primeros tercios del siglo XVI, y el purismo, más sobrio y centrado en el último tercio del siglo.
En el primero, se funden elementos propios del estilo gótico con el mudéjar y con las innovaciones renacentistas, por lo que el resultado es muy personal y los elementos como columnas, pilastras o bóvedas se utilizan con mucha libertad. Desde el punto de vista de las construcciones destacan los paramentos almohadillados, el uso de dos balaustradas con capiteles compuestos, bóvedas, bien de crucería, bien de medio cañón con casetones, y el arco de medio punto. En cuanto a la ornamentación, se utilizan las cresterías góticas y la decoración de grutescos aplicada a las pilastras, así como los medallones con retratos o decoración fantástica. Destacan varios centros con sus propias peculiaridades. En Toledo sobresale el hospital de Santa Cruz, encargado por el cardenal Mendoza, y el estilo conocido como cisneros en honor al cardenal Cisneros, que decora los interiores con artesonados y los muros con yeserías de ritmo geométrico. Es importante añadir que en el año 1526 se publicó, en Toledo, el libro de Diego de Sagredo, Medidas del romano, primer tratado teórico escrito fuera de Italia. En Salamanca la catedral nueva y la casa de las Conchas representan lo más importante del renacimiento salmantino religioso y civil, y en Burgos, la escalera Dorada, obra de Diego de Siloé, resuelve magistralmente la angostura del espacio.
La arquitectura purista presenta una decoración más sobria; sus edificios son en general monumentales y equilibrados, y sus elementos constructivos, mucho más clásicos. Destacan la fachada de la Universidad de Alcalá de Henares y el palacio de Monterrey en Salamanca, ambas obras de Rodrigo Gil de Hontañón. No obstante, la obra más importante de este periodo se debe a Pedro Machuca, el palacio de Carlos V en Granada; se trata de un edificio de planta cuadrada que incorpora un patio circular con bóveda anular en su interior y con alternancia de órdenes superpuestos.
4.2
Escultura
Santo Entierro
En el Museo Nacional de Escultura de Valladolid se conserva el Santo Entierro (1539-1544), un grupo escultórico tallado por Juan de Juni para la capilla sepulcral del obispo de Mondoñedo. Considerada una de las obras más famosas de su autor, destaca por el profundo sentimiento dramático con el que están tratadas las seis figuras que rodean al Cristo yacente.

En cuanto a la escultura, las características generales son el predominio de lo religioso con el consiguiente rechazo de temas profanos, el gusto por lo directo, lo expresivo y el realismo, y el uso de la madera policromada, tanto para retablos como para imágenes. En el primer tercio del siglo XVI destacan en España algunos artistas italianos y algunos escultores españoles como Vasco de Zarza o Bartolomé Ordóñez, introductor del canon idealista de belleza. En el segundo tercio sobresalen dos figuras: Alonso Berruguete, que se define por su gusto por lo inestable, por el canon alargado y el movimiento de las figuras (el retablo de San Benito y El sacrificio de Isaac), y en el polo opuesto Juan de Juni, de posible origen francés, que se caracteriza por la teatralidad de sus grupos escultóricos, las formas amplias y musculosas, y el perfeccionismo unido a la búsqueda de un profundo dramatismo. El Santo Entierro (1539-1544) o La Virgen de los cuchillos son dos de sus obras más notables. Finalmente, el último tercio del siglo XVI está representado por los Leoni, familia de escultores milaneses que se establecieron en El Escorial al servicio de Felipe II y para el que realizaron los cenotafios de Carlos V y de Felipe II, con sus respectivas familias, para el altar mayor de la basílica del monasterio. La obra de Leon y Pompeyo Leoni es exponente de preciosismo técnico y de la idealización de sus personajes.
4.3
Pintura
Alejandro Farnesio, duque de Parma
Hijo de Octavio Farnesio y de Margarita de Parma, heredó en 1586 los ducados italianos de Parma y Plasencia. Tras participar en 1571 en la batalla de Lepanto, su tío paterno, el rey español Felipe II, le nombró gobernador de los Países Bajos siete años después. Continuó desde ese cargo la llamada guerra de los Países Bajos, en la cual conquistó varias ciudades y recuperó para la Monarquía Hispánica, entre otras, las de Bruselas y Amberes. Más tarde colaboró con la Liga Santa, enfrentada a Enrique de Navarra (el futuro rey francés Enrique IV), en las llamadas guerras de Religión. El artista español Alonso Sánchez Coello le representó en este retrato juvenil que se conserva en la Galería Nacional de la ciudad italiana de Parma.

La pintura también es religiosa en su mayoría (son escasos los temas profanos y los mitológicos). El primer tercio del siglo XVI presenta una fuerte influencia del realismo y de la minuciosidad flamenca, manifestada por el gusto hacia lo concreto y hacia temas naturalistas. Fernando Yánez de la Almedina es uno de los mejores representantes de la escuela valenciana, que introduce el rafaelismo en la pintura, mientras que Castilla cuenta con Pedro Berruguete, que asume también la corriente flamenca, junto a la idealización italiana sin prescindir de muchas reminiscencias decorativas mudéjares. El segundo tercio acusa más la influencia clasicista del renacimiento italiano, de la mano de artistas como Juan de Juanes en Valencia, quien introduce la técnica del sfumato leonardesco y el equilibrio compositivo, además de Juan Correa de Vivar, que supone el anticipo del manierismo por el estilo de sus composiciones, o Luis Morales, cuya pintura conecta con la corriente mística.
Carlos de Austria
En 1543, el rey español Felipe II contrajo su primer matrimonio con su prima María Manuela de Avís, más conocida como María de Portugal, quien falleció en julio de 1545 tras dar a luz al primogénito, Carlos de Austria. Recluido en el Alcázar de Madrid por orden de su padre desde enero de 1568, el príncipe falleció en julio de ese año. Este retrato de Carlos de Austria es obra del pintor español de la corte de Felipe II, Alonso Sánchez Coello, y se conserva en el madrileño Museo del Prado.

Finalmente, el último tercio se caracteriza por la irrupción de los italianos Pellegrino Tibaldi, Federico Zuccaro y Luca Cambiasso en la corte de El Escorial, en la que destacan también pintores españoles como Juan Fernández de Navarrete, el Mudo, y sus discípulos, que anticipan el barroco con sus intensos claroscuros y su pintura dramática. Sin embargo, la escuela de retratistas integrada por Alonso Sánchez Coello (alumno de Antonio Moro, de quien aprende la técnica) junto a Juan Pantoja de la Cruz o Bartolomé Ordóñez, caracterizan el último tercio del siglo XVI. Los retratistas oficiales de la corte madrileña presentan como rasgos en común la minuciosidad y la penetración psicológica en el personaje, al que retratan con severa altivez y cuyo modelo es alarde de preciosismo por sus atuendos y sus joyas, del que es buena muestra el retrato que Sánchez Coello hizo de la infanta Isabel Clara Eugenia, actualmente en el Museo del Prado, Madrid.
5
EL RENACIMIENTO EN LATINOAMÉRICA
Capilla posa del convento de Huejotzingo
La capilla posa es una tipología arquitectónica originaria de América Latina y que alcanza su máximo esplendor durante el siglo XVI en México. Tradicionalmente se construían en las esquinas de los atrios y entre las más hermosas están las cuatro del convento de Huejotzingo, en el estado mexicano de Puebla. En esta imagen podemos contemplar una de ellas.

La llegada de los españoles al continente americano a finales del siglo XV trajo consigo las primeras manifestaciones arquitectónicas de influencia europea que, aunque en un principio contenían elementos del gótico tardío, pronto adquirieron rasgos típicos del renacimiento español y más concretamente del plateresco. El primer monumento de este estilo que se conserva en América Latina es la catedral de Santo Domingo. Fundada en 1523, destaca por el delicado trabajo de su portada obra del arquitecto Rodrigo Gil de Liendo. También en Santo Domingo se encuentra la iglesia del hospital de San Nicolás de Bari.
Catedral de México
La Plaza Mayor de la ciudad de México, conocida como del Zócalo por el basamento que se colocó en el centro al inicio de su construcción, y sobre el que se pensaba levantar un monumento a la Independencia, constituyó el núcleo de la antigua Tenochtitlan. En uno de los flancos de esta plaza porticada, y junto a las ruinas del templo mayor azteca, se alza la catedral, iniciada en 1573, según los planos del arquitecto Claudio de Arciniega, con una planta rectangular de tres naves, pilares de columnas y cubierta abovedada, que sirvió de modelo para otras catedrales mexicanas.

En América alcanzaron gran desarrollo tres tipologías arquitectónicas que habían tenido escasa aplicación en el Viejo Mundo: el templo-fortaleza, la capilla abierta y las ‘posas’, una especie de pequeñas capillas situadas en las esquinas de los atrios abiertos. La primera tiene su origen en la España medieval y es de carácter defensivo. Uno de los ejemplos más representativos de este tipo de edificios es el convento de Yanhuitlán, en Oaxaca, México, que conserva, por razones funcionales, la estructura masiva y vertical de las construcciones defensivas medievales. La capilla abierta tuvo gran aceptación en México por razones de culto, ya que permitía oficiar la misa en un amplio espacio abierto al que tenía acceso la gran masa de nuevos catecúmenos.
En la segunda mitad del siglo XVI se empiezan a construir grandes catedrales en Latinoamérica. La austeridad compositiva de la catedral de Jaén, en España, proyectada por el arquitecto Andrés de Vandelvira, sirve de modelo a un buen número de templos del Nuevo Mundo, especialmente a aquellos diseñados por Francisco Becerra. La llamada ‘estructura salón’, creada por Vandelvira, se mantiene en las catedrales peruanas de Lima y Cuzco, proyectadas ambas por Becerra. La disposición en tres naves, el crucero sin brazos y la ausencia de ábside, girola y cúpula, proporcionan al exterior un volumen cúbico casi perfecto. En México destacan de forma especial dos catedrales, la de Puebla, también de Becerra, y la de la ciudad de México, cuyas trazas pertenecen a Claudio de Arciniega. En Colombia se observa la influencia del español Juan de Herrera en los remates en bola de las pirámides superiores de la portada de la catedral de Tunja. Por último, en Quito, Ecuador, se encuentra la catedral de San Francisco, quizá uno de los ejemplos más hermosos de manierismo en América.
En el terreno de la escultura alcanzaron especial renombre, por el refinamiento y la calidad técnica de sus obras, Juan de Aguirre y Quirio Cataño. La pintura, por el contrario, estuvo durante este periodo más supeditada a la herencia europea. El iniciador de la tradición de la pintura de caballete en América fue el flamenco Simón Pereyns durante el segundo tercio del siglo XVI. Sin embargo, la manifestación artística más genuina de este periodo fue la pintura al fresco. Algunos de los ejemplos más destacados de esta técnica se encuentran en los conventos de Actopan (Hidalgo), Huejotzingo (Puebla) y San Agustín de Acolman (estado de México). En Quito se desarrolló por iniciativa de la orden de San Francisco la primera escuela dedicada a la enseñanza de las artes decorativas, cuyo principal representante fue fray Pedro Bedón, fundador de la escuela quiteña.

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