El invento del:
Arte egipcio
Las pirámides egipcias
Los egipcios erigieron pirámides entre el año 2700
a.C. y el año 1000 a.C. como tumbas reales. Las pirámides de Gizeh, situadas en
la orilla occidental del río Nilo, en las afueras de El Cairo, son el único
testimonio de las antiguas siete maravillas del mundo que se conservan hoy día.
Arte egipcio, conjunto de edificios,
pinturas, esculturas y artes aplicadas del antiguo Egipto, desde la prehistoria
hasta la conquista romana en el año 30 a.C. La historia de Egipto fue la
más larga de cuantas civilizaciones antiguas florecieron en torno al Mediterráneo,
extendiéndose casi sin interrupción desde aproximadamente el año 3000 a.C.
hasta el siglo IV d.C. La naturaleza del país, desarrollado en torno al
Nilo, que lo baña y fertiliza, junto al casi total aislamiento de influencias
culturales exteriores, produjo un estilo artístico que apenas sufrió cambios a
lo largo de sus más de 3.000 años de historia. Todas las manifestaciones
artísticas estuvieron destinadas, básicamente, al servicio del Estado, la
religión y el faraón, considerado como un dios sobre la Tierra. Desde los
primeros tiempos, la creencia en una vida después de la muerte dictó la norma
de enterrar al muerto con sus mejores pertenencias para asegurar su tránsito
hacia la eternidad. La regularidad de los ciclos naturales, la crecida e
inundación anual del río Nilo, la sucesión de las estaciones y el curso solar
que provocaba el día y la noche fueron considerados como regalos de los dioses
a los habitantes de Egipto. El pensamiento, la moral y la cultura egipcias
estuvieron arraigadas en un profundo respeto por el orden y el equilibrio. El
arte quería ser un arte útil; no se hablaba de piezas u obras bellas, sino
eficaces o eficientes. El cambio y la novedad nunca fueron considerados como
algo importante por sí mismos; así, el estilo y los convencionalismos
representativos del arte egipcio establecidos desde un primer momento
continuaron prácticamente invariables durante más de 3.000 años. Para el
espectador contemporáneo el lenguaje artístico egipcio puede parecer rígido y
estático (hieratismo); su intención fundamental, sin embargo, no fue la de
crear una imagen real de las cosas tal como aparecían, sino captar para la
eternidad la esencia de la persona, animal u objeto representado.
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PERIODO PREDINÁSTICO O ARCAICO
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Los primeros pobladores prehistóricos se
asentaron sobre las terrazas o mesetas formadas por los sedimentos que el río
Nilo iba depositando en su recorrido. Las herramientas y útiles dejados por
estos primeros habitantes de Egipto muestran su paulatina evolución desde una
sociedad de cazadores-recolectores seminómadas a agricultores sedentarios. El
periodo predinástico abarca desde el 3200 a.C. al 2755 a.C.
aproximadamente.
Se han encontrado restos de
asentamientos organizados que datan de este periodo, así como diversos
materiales asociados, sobre todo, a enterramientos. Tales objetos se
introducían en la sepultura junto con el cadáver a fin de que su espíritu
pudiera disfrutar de ellos en la siguiente vida; gracias a eso se han
conservado una gran cantidad de efectos personales, cerámica, útiles diversos y
armas. La cerámica se solía decorar con pinturas que reflejaban la vida y
costumbres de la época. Entre los motivos representados se incluyen imágenes de
los pájaros y animales característicos de las zonas próximas al Nilo, así como
también, ya al final del periodo predinástico, minuciosas representaciones de
embarcaciones con remeros sobre las aguas del río. El cobre forjado se utilizó,
en pequeñas cantidades, para la elaboración de collares y algunas herramientas,
aunque la mayoría de los elementos se obtuvieron de la piedra. Las espátulas
hechas de piedra se utilizaron para pulverizar la pintura de ojos. Se tallaron
pequeñas esculturas y figurillas en marfil y hueso, así como también en
arcilla.
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IMPERIO ANTIGUO
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Paleta del rey Narmer
La paleta del rey Narmer (c. 3100 a.C.) de
Hierakonpolis, Alto Egipto, de 62,5 cm de altura, muestra de forma simbólica la
unificación del alto y bajo Egipto. Narmer está representado con la corona
blanca de Aphroditopolis (emblema posterior de los reyes del Alto Egipto), a
punto de sacrificar un cautivo ante el rey celeste Horus, representado por el
halcón sobre un conjunto de papiros que simbolizan el Bajo Egipto. En el
registro inferior tenemos dos figuras enemigas esperando la muerte.
El Imperio Antiguo de Egipto, dominado
por las dinastías III a VI, abarca los cinco siglos comprendidos entre los años
2755 y 2255 a.C. Hacia el año 3100 a.C. el país se unificó bajo el
mando de poderosos caudillos del sur, pero la idea de un Egipto dividido en dos
zonas bien diferenciadas (Alto Egipto al sur y Bajo Egipto al norte) persistió
durante algún tiempo. Es la época conocida como tinita, dominada por las
dinastías I y II, y en ella destaca el rey Narmer (algunos historiadores lo
identifican con el rey Menes), artífice de la unificación y fundador de la I
Dinastía. En la Paleta de Narmer (c. 3100 a.C., Museo Arqueológico de
El Cairo), en piedra tallada, se puede ver al propio faraón portando la corona
del sur y subyugando a las gentes del norte, con dos animales entrelazados que
significan la unificación de las dos zonas de Egipto bajo el mando único del
faraón.
3.1
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Arquitectura
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Pirámides de Gizeh
Este vídeo nos ofrece un breve recorrido por una de
las siete maravillas del mundo, las pirámides de Gizeh, cerca de El Cairo
(Egipto), construidas para albergar la tumba de los faraones Keops, Kefrén y Mikerinos.
Junto a ellas también se levanta la misteriosa figura de la Gran Esfinge, con
cuerpo de león y cabeza humana.
Durante las primeras dinastías se
construyeron importantes complejos funerarios para los faraones en Abidos y Saqqara,
a imitación de los palacios y templos (la tumba era una síntesis de la noción
de templo y de mansión privada). La gran cantidad de cerámica, trabajos en
piedra y tallas de marfil o hueso encontrados en estas tumbas atestiguan el
alto grado de desarrollo de esta época. Los jeroglíficos (escritura mediante
dibujos), forma de escribir la lengua egipcia, se encontraban por entonces en
su primer nivel de evolución, y ya mostraban su carácter de algo vivo, como el
resto de la decoración.
En la III Dinastía la capital se
trasladó a Menfis y los faraones iniciaron la construcción de pirámides, que
sustituyeron a las mastabas como tumbas reales. El arquitecto, científico y
pensador Imhotep construyó para el faraón Zoser (c. 2737-2717 a.C.) el
conjunto de Saqqara; se trataba de una necrópolis integrada por una pirámide
escalonada de piedra y un grupo de templos, altares y dependencias afines. La
gran pirámide escalonada donde reposan los restos del faraón está compuesta de
varias mastabas superpuestas, y es el ejemplo más antiguo de arquitectura
monumental conservado en la actualidad; ilustra también una de las fases en el
desarrollo de la pirámide como tipología arquitectónica.
Pirámide escalonada de Saqqara
La pirámide escalonada del rey Zoser, de la tercera
dinastía de Egipto, fue construida en Saqqara, necrópolis de la antigua capital
Menfis, hacia el 2737-2717 a.C. Fue diseñada por Imhotep, el primer arquitecto
conocido de Egipto, que más tarde fue deificado. Construida con caliza local,
alcanza los 61 m de altura, fue la primera tumba monumental real y una de las
estructuras en piedra más antiguas de Egipto.
La arquitectura del Imperio Antiguo
puede considerarse monumental, dado que la caliza y el granito locales se
utilizaron para la construcción de edificios y tumbas de grandes dimensiones.
Desarrollaron una extraordinaria técnica arquitectónica. Empleaban bloques
colosales de piedra, que se ajustaban a la perfección sin utilizar argamasa, y
empleaban medios de elevación que desconocemos. La bóveda era conocida pero no
se empleaba en la arquitectura en piedra. De los templos construidos durante
este periodo apenas se conservan unos pocos ejemplos.
El conjunto monumental de Gizeh, donde
fueron enterrados los faraones de la IV Dinastía, pone de manifiesto la
destreza y habilidad de los arquitectos egipcios a la hora de construir
monumentos que han permanecido como una de las siete maravillas del mundo, y
muestran el esplendor de la civilización egipcia. Snefru emprendió la
construcción de la primera pirámide sin escalones. Keops fue su sucesor y
artífice de la Gran Pirámide que, alcanzando los 146 metros de altura, está
formada por cerca de 2,3 millones de bloques de piedra con un peso medio, cada
uno, de 2,5 toneladas. Su hijo Kefrén levantó una pirámide menor, y Mikerinos
fue el artífice de la tercera gran pirámide de este conjunto monumental.
El fin que se perseguía con las
pirámides era preservar y proteger los cuerpos de los faraones para la
eternidad. Cada pirámide formaba parte de un conjunto en el que figuraban un
templo en el valle, un embarcadero y un corredor de comunicación entre unos
espacios y otros, así como también un espacio reservado para realizar los ritos
religiosos previos al enterramiento. Alrededor de las tres pirámides mayores de
Gizeh (Keops, Kefrén y Mikerinos) creció una necrópolis (ciudad de los muertos)
integrada por sepulcros denominados mastabas (en árabe mastabah, ‘banco de
adobe’). De cubierta plana y paredes inclinadas, recibieron ese nombre por su
semejanza con las casas egipcias de adobe en forma de pirámide truncada. Las
mastabas fueron las tumbas de los miembros de la familia real, altos mandos,
cortesanos y funcionarios. Exteriormente parece una pirámide truncada de planta
rectangular que consta de una pequeña sala denominada sirdab, donde se guardaba
la estatua del difunto, considerada como un ser vivo, y la falsa puerta que
comunicaba el mundo de los muertos y de los vivos. Delante de ella se
depositaban las ofrendas y se realizaba el culto funerario. Bajo tierra se
encontraba la cámara sepulcral, a la que se accedía por un pasaje que se
sellaba una vez depositado el cadáver.
Frente a la relativa abundancia
de restos monumentales de carácter funerario conservados, apenas hay ejemplos
de arquitectura doméstica y construcciones civiles de las ciudades egipcias del
Imperio Antiguo; puede suponerse su disposición sobre calles bien trazadas y
planificadas, tal y como se hizo en las necrópolis, pero la utilización del
adobe (ladrillos de barro mezclado con heno o paja y cocidos al sol) para
levantar los palacios y viviendas no ha permitido su conservación hasta
nuestros días. De este modo, los templos y tumbas, edificados en piedra y
construidos con una clara idea de eternidad, proporcionan la mayor y casi única
información acerca de las costumbres y forma de vida de los antiguos egipcios.
3.2
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Escultura
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Estatua de Kefrén
La estatua en piedra de tamaño natural de Kefrén (c.
2530 a.C.) de Gizeh, fue esculpida a partir de un sólido bloque de diorita, la
piedra más resistente que se podía obtener en el Egipto del Imperio Antiguo.
Mide 165 cm y representa al soberano de forma idealizada, con unas fuertes
líneas geométricas y unas proporciones dramáticas.
Desde las primeras figuras de
arcilla, hueso y marfil del periodo predinástico, la escultura egipcia se
desarrolló con gran rapidez. En la época de Zoser (2737-2717 a.C.) se
hicieron grandes estatuas de los faraones y gobernantes sobre las que debían
reposar los espíritus que perpetuaran la memoria de los difuntos. Hieratismo,
rigidez, formas cúbicas y frontalidad son las características esenciales de la
escultura egipcia. Primero se tallaba un bloque de piedra de forma rectangular,
y después se dibujaba en el frente y en las dos caras laterales de la piedra la
figura objeto de representación. La estatua resultante era, en consecuencia,
una figura destinada a ser vista principalmente de frente (ley de la
frontalidad). No había necesidad, pues, de esculpir la figura por todos sus lados,
ya que el objetivo era crear una imagen eterna que representara la esencia y el
espíritu de la persona retratada, para lo cual bastaba una composición frontal
de la misma.
El artista egipcio no buscaba la
representación del movimiento. Desde los primeros tiempos del periodo dinástico
se tenía un perfecto conocimiento de la anatomía humana, pero se le daba una
forma idealizada. La estatua sedente del faraón Kefrén (c. 2530 a.C.
Museo Arqueológico de El Cairo), artífice de la segunda pirámide más grande del
conjunto funerario de Gizeh, engloba en sí misma todas las características que
hicieron memorable a la escultura egipcia de carácter regio. El faraón aparece
sentado sobre un trono decorado con el emblema de las tierras unificadas, con
las manos sobre las rodillas, la cabeza erguida, rígida y de frente, y los ojos
mirando al infinito. El halcón que representa al dios Horus aparece detrás de
la cabeza de Kefrén, simbolizando que es él, el faraón, el ‘Horus viviente’. La
estatua, tallada en diorita, presenta en su conjunto una gran unidad y
equilibrio, creando una potente imagen de la majestad divina.
Las representaciones de individuos y
personajes particulares ofrecen diversos modelos y formas. Además de las
figuras individuales sedentes o en pie se hicieron otras emparejadas y también
formando grupos escultóricos en los que el difunto aparece con los miembros de
su familia. Los materiales utilizados fueron la piedra, la madera y, en menor
proporción, el metal. Las superficies se pintaban; los ojos eran piezas
incrustadas de otro tipo de material, como el cristal de roca, que realzaba la
apariencia de realidad que pretendía transmitir la estatua. Tales
representaciones iban destinadas exclusivamente a los personajes importantes;
existió otro tipo de obras, no obstante, que representaban a los trabajadores
en sus diversos oficios y a las mujeres ocupadas en sus tareas domésticas.
Todas tenían un destino común: la tumba del difunto. A finales de la IV
Dinastía se introdujo una tercera posición escultórica, tan asimétrica y
estática como las dos anteriores (de pie y sentadas): la del escriba sentado en
el suelo con las piernas cruzadas. Otra invención del Imperio Antiguo es el
retrato de busto.
La escultura en relieve servía a dos
propósitos fundamentales: en los muros de los templos para glorificar al
faraón; en las tumbas para preparar al espíritu en su camino hacia la
eternidad. En las cámaras funerarias de las tumbas privadas es frecuente la
decoración con escenas del muerto ocupado en las actividades cotidianas que
desarrolló en vida. La forma de representación del cuerpo humano en dos
dimensiones (frente y perfil), tanto en relieve como en pintura, vino
determinada por el deseo de preservar la esencia de lo representado. Se
buscaba, por encima de todo, la eternidad frente a lo transitorio. Como
resultado de esto, se combina en las figuras la disposición de perfil para la
cabeza y extremidades inferiores con la frontal de los ojos y el torso. Esta
regla o canon se aplicó a los faraones y miembros de la nobleza, mientras que
para los sirvientes y campesinos no se llegó a utilizar de manera tan
exhaustiva. Los relieves solían pintarse para dar una mayor sensación de
realidad, siendo frecuente la inclusión en ellos de diversos detalles sólo
pintados, sin necesidad de haberlos tallado previamente en la roca. La pintura
de carácter meramente decorativo aparece muy raras veces en las piezas del
Imperio Antiguo que se han descubierto hasta el momento presente.
El conocimiento que poseemos sobre la
mayor parte de las costumbres y modo de vida de los egipcios se ha conseguido
gracias a estos relieves de las tumbas. Las variedades de comida y sus formas
de elaboración, los métodos de pastoreo, la caza de animales salvajes, la
construcción de embarcaciones y muchos otros oficios están perfectamente
representados en estos relieves. Dispuestos en la pared por medio de bandas o
registros, podían leerse fácilmente como una narración continuada; tales
representaciones no fueron concebidas tanto como acontecimientos acaecidos en un
momento determinado, sino como ocupaciones y oficios en general, con un claro
carácter de atemporalidad y eternidad. Para la escultura en relieve, al igual
que para la exenta o de bulto redondo, los escultores trabajaron formando
equipos o talleres con diferentes niveles de trabajo asignado a los distintos
integrantes del grupo.
3.3
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Artes decorativas
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Estatua de Pepi I
La estatua de tamaño natural de Pepi I (c. 2300
a.C.), fue encontrada en Hierakonpolis, Egipto. Se cree que es la estatua en
metal más antigua que existe. Parece que fue realizada martilleando láminas de
cobre sobre un núcleo de madera.
En la cerámica, la rica
decoración del periodo predinástico se reemplazó por bellas piezas no
decoradas, de superficies pulimentadas y dentro de una gran variedad de formas
y modelos destinados a servir de objetos para uso cotidiano. En la antigüedad,
la cerámica servía para los mismos propósitos para los que hoy utilizamos el
cristal, la loza, el metal, la porcelana o el plástico; en consecuencia, el
abanico de posibilidades abarca desde vasijas y recipientes para comer y beber
hasta grandes envases y contenedores de almacenaje o incluso depósitos o cubos
para la fermentación de bebidas.
Las joyas se hicieron en oro y piedras
semipreciosas, incorporando formas y diseños animales y vegetales. En toda la
historia de las artes decorativas de Egipto hubo una gran predilección por
tales asuntos o motivos artísticos. Se han conservado pocos ejemplos por lo que
se refiere al mobiliario, pero la abundante presencia de los mismos en las
imágenes de las tumbas nos proporciona abundante información sobre el diseño de
sillas, camas, escabeles, sillones y mesas. Generalmente los diseños fueron
simples, sencillos, incorporando formas vegetales y garras de animales para
rematar los acabados inferiores de los muebles (patas de sillas y mesas, por
ejemplo). No se utilizaban clavos, sino que las piezas se unían mediante
espigas y mortajas o se pegaban. Destacan los cabezales rodeados de genios para
proteger el sueño. El más bello conjunto de muebles del Imperio Antiguo es el
de la tumba de la reina Heteferes, madre de Keops, que destaca por su
grandiosidad y sobriedad.
Al finalizar la VI Dinastía el
poder centralista de Egipto había disminuido; los gobernantes locales
decidieron emplazar sus sepulcros en sus propias provincias en lugar de
enterrarse cerca de las necrópolis de los faraones a quienes servían. De esta
dinastía data la estatua en metal más antigua que se conoce en Egipto: una
imagen en cobre (c. 2300 a.C. Museo Arqueológico de El Cairo) de Pepi
I (reinó c. 2395-2360 a.C.). El primer periodo intermedio (VII a X
dinastías) fue una época de anarquía y agitación. Hubo un débil intento por
mantener las tradiciones artísticas de la edad de oro del Imperio Antiguo, pero
hasta la reunificación del país con los faraones de Tebas, en el sur, no se
pudo reanudar la actividad artística para igualarla a su anterior época de
esplendor.
4
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IMPERIO MEDIO
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Mentuhotep II, faraón de la XI Dinastía,
reinó entre los años 2061 y 2010 a.C., y fue el primer faraón del nuevo
Egipto unificado del Imperio Medio (2134-1570 a.C.). Creó un nuevo estilo
o una nueva tipología de monumento funerario, probablemente inspirado en los
conjuntos funerarios del Imperio Antiguo. En la orilla oeste de Tebas, al otro
lado del Nilo, en el lugar denominado Dayr al-Bahari, construyó un templo en el
valle conectado por un largo camino real a otro templo que se encontraba
adosado a la ladera de la montaña. Formado por una mastaba coronada por una
pirámide y rodeado de pórticos a dos niveles, los muros fueron decorados con
relieves del faraón en compañía de los dioses.
4.1
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Arquitectura
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La arquitectura del Imperio Medio no
está bien representada, dada la escasez de ejemplos conservados. No obstante,
una pequeña construcción vinculada a Sesostris I (1962-1928 a.C.), faraón
de la XII Dinastía, ha sido recuperada de uno de los últimos pilonos (puertas
monumentales) del templo de Karnak, para el que se utilizaron sus ladrillos
como material de relleno. Esta pequeña capilla puede considerarse como el
ejemplo típico del estilo de la época. Esencialmente cúbica en su diseño y
construida bajo un riguroso sistema de pilares y estructuras adinteladas, este
pequeño edificio tiene una pureza de líneas y unas proporciones tan
equilibradas que le otorgan sin lugar a dudas un carácter de eternidad. Los
entrepaños están decorados con bellos relieves del faraón y divinidades
egipcias.
4.2
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Escultura
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La escultura del Imperio Medio se
caracteriza por su inclinación hacia el realismo. Las primeras obras de este
periodo imitan claramente los ejemplos del Imperio Antiguo en un intento por
restablecer las viejas tradiciones, pero la escultura de la XII Dinastía
muestra un renovado interés por la realidad. Los retratos de faraones como
Amenemes III y Sesostris III son muy diferentes de aquellos otros faraones del
Imperio Antiguo.
Durante la XII Dinastía las imágenes
del faraón no se idealizan hasta el punto de convertirlo en dios. La gravedad e
importancia de su alto rango se reflejan de forma clara en el rostro. La
estructura ósea se insinúa bajo una superficie rígida, produciendo un tipo de
realismo que nunca se había dado con anterioridad en el arte egipcio. Las
estatuas de personajes privados tienden, como en todas las épocas, a imitar el
estilo de las de los faraones; así lo vemos, por ejemplo, en los retratos de la
nobleza de la XII Dinastía, tendentes también hacia el realismo.
4.3
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Pintura
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La costumbre entre los nobles de
enterrarse en tumbas construidas en sus propios centros de influencia en lugar
de hacerlo en la capital, se mantuvo vigente. Aunque muchas de ellas estuvieron
decoradas con relieves, como, por ejemplo, las tumbas de Asuán, en el sur,
otras como las de Beni-Hassan, en el Egipto Medio, fueron por regla general
decoradas exclusivamente con pinturas. Los ejemplos conservados muestran el
trabajo de los artistas y artesanos locales en su intento por adherirse a los
modelos de los talleres regios. Aparecen algunas novedades en los tipos y
formas representativas, aunque los viejos modelos todavía servían de guía para
muchos temas y composiciones. La pintura también decoraba los sarcófagos
rectangulares de madera típicos de este periodo. Los dibujos eran muy lineales
y reflejan una gran minuciosidad en los detalles.
4.4
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Artes decorativas
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Pectoral egipcio
Esta joya egipcia fue hallada en la tumba del faraón
Tut Anj Amón, que reinó durante la decimoctava dinastía (c. 1330 a.C). Es un
pectoral con forma de buitre en oro, esmalte tabicado y piedras semipreciosas.
El Imperio Medio fue también una
época en la que se produjeron magníficos trabajos en artes decorativas, en
particular joyas realizadas en metales preciosos con incrustación de piedras de
colores. En este periodo aparece la técnica del granulado. El barro vidriado
alcanzó gran importancia para la elaboración de amuletos y pequeñas figuras.
Quizá lo más conocido fueron los hipopótamos de barro vidriado en color azul
decorados con pinturas de plantas acuáticas.
5
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IMPERIO NUEVO
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La XIII Dinastía tuvo faraones
débiles e ineficaces, alcanzándose un número de unos 50 en 120 años. El segundo
periodo intermedio (XIII a XVII dinastías) fue de nuevo para Egipto una época
de gobierno dividido. Los hicsos, pueblos venidos del Asia occidental, entraron
en Egipto proclamándose a sí mismos faraones. Impusieron su poder gracias a la
utilización de caballos y carros de guerra. Esta circunstancia tuvo una
prolongada influencia, ya que los hicsos llevaron a Egipto nuevas tecnologías a
la vez que también proporcionaron una visión más amplia de su lugar en el mundo
mediterráneo. Una vez más, sin embargo, Tebas instigó la reunificación del
país, los extranjeros fueron expulsados y se restableció el poder central de la
monarquía. El Imperio Nuevo (1570-1070 a.C.) comenzó con la XVIII Dinastía,
y fue una época de gran poder, riqueza e influencia, como lo evidencia su
importante comercio exterior y sus conquistas en el extranjero.
5.1
|
Arquitectura
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Templo en Luxor
El templo de Amenofis se construyó a partir de otro templo
anterior consagrado también a Amón. Estuvo unido al templo de Karnak por una
avenida de 3,5 km de largo, flanqueada por cientos de esfinges. Una vez al año
la imagen del dios Amón se transportaba por barco desde Karnak a Luxor, como
parte de un enorme festival.
Los faraones de las dinastías
XVIII a XX fueron grandes constructores de arquitectura religiosa. Tras el
restablecimiento de la capital en Tebas la realeza divina de los faraones se
asoció al dios local Amón, que llegó a ser la divinidad suprema más importante
de Egipto y reinaba sobre los dioses secundarios. Casi todos los faraones del
Imperio Nuevo se preocuparon por ampliar y hacer nuevos añadidos en el conjunto
de templos de Karnak, centro del culto a Amón, convirtiéndose así en uno de los
más impresionantes complejos religiosos de la historia. El mayor de todos ellos
es el de Karnak; sus gigantescos pilonos, la gran sala hipóstila, los
vestíbulos plagados de columnas, los obeliscos y las estatuas dispuestas en
numerosos lugares, llevan directamente a pensar en el poder y majestuosidad del
faraón y el Estado de aquella época. Próximo a este conjunto destaca también el
templo de Luxor, con una fachada compuesta de dos enormes muros macizos que
flanquean la entrada y conducen al patio. Ya en el interior encontramos una
serie de recintos y capillas, dispuestos simétricamente, que albergan el
sanctasanctórum, una sala cuadrada con cuatro columnas.
En la ribera occidental del Nilo,
cerca de la necrópolis de Tebas, se construyeron templos para el culto y honras
fúnebres de los faraones. Durante el Imperio Nuevo, los cuerpos de estos
faraones se enterraron en tumbas excavadas en la roca en el entorno denominado
Valle de los Reyes, ya en pleno desierto, con los templos funerarios o
mortuorios a cierta distancia fuera del valle. De estos templos, uno de los
primeros y más insólitos fue el de la reina Hatshepsut en Dayr al-Bahari,
levantado por el arquitecto Senemut (muerto hacia el año 1428 a.C.).
Situado frente a los acantilados del río Nilo, junto al templo de Mentuhotep
II, de la XI Dinastía, y probablemente inspirado en él, el templo es una
extensa terraza con numerosas capillas para los dioses y relieves representando
los éxitos logrados por Hatshepsut a lo largo de su reinado. Otros faraones no
siguieron este precedente, y construyeron sus templos al borde de las tierras
fértiles, lejos de los escarpados riscos del desierto.
Templo de Abu Simbel
El gigantesco templo de Abu Simbel en Nubia, Bajo
Egipto, fue construido por mandato de Ramsés II, faraón de Egipto de 1279 a
1212 a.C. Está tallado en la blanda arenisca de la montaña. La entrada al
templo está señalada por cuatro estatuas de Ramsés II, esculpidas también en la
propia roca.
Las tumbas del Valle de los
Reyes fueron excavadas en el interior de la roca, en un esfuerzo —casi nunca
conseguido— por ocultar los sepulcros donde reposaban las momias de los
faraones. Largos pasajes y corredores, escaleras y cámaras funerarias fueron
decoradas con relieves y pinturas de escenas de textos religiosos destinados a
proteger y amparar el espíritu del difunto para su próxima vida.
Durante la XIX Dinastía, en época de
Ramsés II, uno de los más importantes faraones del Imperio Nuevo, se levantaron
los gigantescos templos de Abu Simbel, en Nubia, al sur de Egipto. Fueron
excavados en el interior de la roca, sobre la falda de una montaña y con las
fachadas custodiadas por cuatro figuras monumentales del faraón y su esposa
respectivamente. Entre 1964 y 1968 ambos templos tuvieron que ser desmontados en
bloques y trasladados a un lugar más elevado con el fin de salvarlos de su
inmersión bajo las aguas de la nueva presa de Asuán.
Como en todas las épocas, la
arquitectura doméstica y palaciega se hizo fundamentalmente con materiales más
baratos que la piedra, como el adobe. No obstante, se han conservado los
suficientes restos como para dar una idea aproximada de la planificación de los
palacios y sus múltiples estancias con pinturas y decoraciones diversas en
suelos, paredes y techos. Las viviendas de las clases privilegiadas formaban
amplios conjuntos urbanos integrados por edificios residenciales y para el
servicio. Ejemplos de casas modestas para los obreros pueden aún encontrarse,
agrupadas junto a los pueblos, muchas veces como las del Egipto actual.
5.2
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Escultura
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Nefertiti
Los estudios arqueológicos sobre el antiguo Egipto
disponen de una excelente fuente de información gracias al gran número de
objetos y documentos que se conservan. Los retratos encontrados, tales como el
de Nefertiti, esposa de Ajnatón, hacen más tangible un periodo fascinante de la
historia de la civilización.
Durante el Imperio Nuevo la escultura
alcanzó una nueva dimensión. La rigurosa y severa estilización del Imperio Antiguo
y el áspero realismo del Imperio Medio fueron reemplazados por un estilo
cortesano en el que se combinaban perfectamente la elegancia y la cuidadosa
atención hacia los detalles más delicados. Iniciado durante los reinados de
Hatshepsut y Tutmosis III, este estilo alcanzará su madurez en tiempos de
Amenofis III. Los retratos de los faraones y de los cortesanos fueron obras
plenas de gracia y sensibilidad.
Ajnatón y Nefertiti
La estatua de piedra caliza policromada de Ajnatón,
soberano de Egipto durante el periodo Amarna (c. 1350-1334 a.C.), y de su
esposa Nefertiti, muestra el interés del arte egipcio de ese momento por el
presente, más que por la otra vida o el más allá, creándose un estilo
escultórico más naturalista que, aunque mantiene la posición frontal, no
idealiza sus representaciones.
Amenofis IV, hijo de Amenofis
III, fijó la nueva capital en Ajtatón (ahora Tell el-Amarna), en la orilla
oriental del Nilo. El hallazgo casual en 1887 de unas 400 tablillas de arcilla
con escritura cuneiforme acadia procedentes de los archivos reales, sacó a la
luz los restos de esta antigua ciudad. El arte de este periodo, de un realismo
inusual para el momento, refleja la revolución religiosa promovida por el
faraón. Amenofis adoraba a Atón, dios solar, e imaginó y proyectó una línea
artística encaminada hacia esta nueva dirección, es decir, a eliminar el
hieratismo tradicional del arte egipcio. Al comienzo de su reinado se utilizó
un realismo casi caricaturesco, pero poco a poco fue derivando hacia un estilo
de sutil belleza y profunda ternura, cualidades perfectamente ejemplificadas en
la cabeza de piedra caliza pintada de su esposa, la reina Nefertiti
(c. 1360 a.C. Staatliche Museen, Berlín).
5.3
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Pintura
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Pintura mural de Tebas
El banquete es un fragmento de una pintura mural de
Tebas, fechado hacia el 1400 a.C. durante el periodo del Imperio Nuevo. Las
figuras están representadas en su posición típica, es decir, de perfil. La
parte superior muestra a los nobles de la corte con sus esposas atendidos por
esclavos, mientras esperan que les sirvan la comida que está situada a la
derecha. Las figuras del registro inferior representan probablemente a mujeres
de la corte.
Mientras que el relieve se utilizó en
el Imperio Nuevo principalmente para la decoración de edificios religiosos, la
pintura predominará en la decoración de las tumbas privadas. La necrópolis de
Tebas es una rica fuente de información sobre la lenta evolución de la
tradición artística, así como también de excelentes ilustraciones de la vida de
aquella época.
El medio pictórico permitió mayores
posibilidades que el escultórico, al conceder al artista la posibilidad de
crear coloristas imágenes de la vida alrededor del Nilo. Los funcionarios
aparecen representados inspeccionando los exóticos tributos llevados a Egipto
desde todos los rincones del mundo conocido. Los oficios de los talleres regios
están representados con meticuloso detallismo ilustrando la elaboración de todo
tipo de objetos, desde grandes esculturas a delicadas joyas. Los ritos
funerarios, desde el cortejo fúnebre hasta las últimas plegarias elevadas a los
espíritus, también se representan. Uno de los elementos comunes en la pintura
de las tumbas tebanas, conocido ya en el Imperio Antiguo, es la representación
del difunto cazando y pescando entre los papiros de las marismas,
entretenimientos y actividades de las que desearía gozar durante toda la
eternidad.
5.4
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Artes decorativas
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Máscara funeraria de Tut Anj Amón
La tumba inviolada de Tut Anj Amón, faraón de Egipto
desde aproximadamente 1334 a 1325 a.C., ofrece una idea del esplendor de los
ajuares funerarios del periodo del imperio nuevo. Su cuerpo momificado fue
introducido en un sólido féretro de oro dentro de un segundo colocado dentro de
un tercero. Su rostro fue cubierto con una máscara de oro (en la imagen),
revestida con lapislázuli y cornalina. La cámara de enterramiento y algunas
otras habitaciones se llenaron con joyas, armas, carros, muebles y otros
utensilios.
Durante el Imperio Nuevo las artes
decorativas, al igual que la pintura y la escultura, alcanzan las más elevadas
cotas de perfección y belleza. Los objetos de uso cotidiano utilizados por la
corte real y la nobleza fueron exquisitamente diseñados y elaborados con gran
destreza técnica. No hay mejor ejemplo para ilustrar esta afirmación que el
ajuar funerario de la tumba (descubierta en 1922) de Tut Anj Amón, donde con
ricos materiales —alabastro, ébano, oro, marfil y piedras semipreciosas— se
crearon múltiples objetos de consumada habilidad artística. La cerámica del Imperio
Nuevo ofrece también este mismo gusto decorativo, con sus superficies
frecuentemente pintadas con motivos vegetales. En esta época se produce el
apogeo del vidrio, técnica en la que los artesanos mostraron una gran
originalidad. En general, y a tenor de los restos conservados, se puede decir
que los egipcios de esta época encontraron un particular deleite en la riqueza
ornamental y en los vivos colores de las pinturas y artes decorativas.
6
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ÉPOCA TARDÍA
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A los poderosos faraones de las
dinastías XVIII, XIX y parte de la XX les reemplazaron débiles monarcas que
sumieron al país en una nueva etapa de crisis y decadencia, con continuas
usurpaciones del poder. Ramsés III, fundador de la XX Dinastía
(1198-1166 a.C.), levantó un enorme templo funerario en Madinat Habu,
cerca de Tebas, en la orilla occidental del Nilo, cuyos restos son de los mejor
conservados en la actualidad. La existencia de un palacio junto al templo
indica que el faraón frecuentó y habitó aquel lugar en bastantes ocasiones.
Escenas de batallas relatando las campañas de Ramsés III contra los invasores
extranjeros (pueblos del mar) aparecen representadas con gran viveza en
relieves distribuidos por los muros del templo.
Las dinastías XXI a XXIV están
consideradas como el tercer periodo intermedio, un lapso de tiempo de más de
350 años en el que diversos monarcas se establecieron paralelamente en Sais,
Tanis y Bubastis, capitales del delta del Nilo, en un momento de división
política del país. La reunificación llegó con los faraones de la XXV Dinastía;
éstos fueron etíopes que penetraron desde Nubia avanzando hacia el delta y
ocupando Tebas. Respetaron las creencias y divinidades egipcias, asumiendo
también sus costumbres con la idea de ser ellos quienes tenían la obligación de
restablecer la gloria y el esplendor de Egipto. Restauraron los viejos templos
y construyeron otros nuevos dedicados a sus dioses. Tomaron los nombres de los
antiguos faraones y en sus producciones artísticas copiaron e imitaron escenas
y motivos de épocas pasadas. Recuperaron la tipología de la pirámide como lugar
de enterramiento. Durante su reinado, los asirios, acaudillados por Asaradón,
llegaron hasta Tebas en el año 671 a.C., pero fueron rechazados.
Poco después de este primer
intento fallido, el rey asirio Assurbanipal conquista Egipto convirtiéndolo en
provincia asiria, hasta que Samético I (664-610 a.C.) libera al país de la
dominación asiria y crea una nueva dinastía, la XXVI, denominada saíta.
Continuando la labor de restauración de viejas tradiciones iniciada por los
etíopes, durante el periodo saíta tiene lugar un florecimiento de las artes.
Destacan los trabajos escultóricos en bronce, de gran suavidad y blandura en el
modelado, con tendencia hacia formas contorneadas. Tuvieron contacto con los
griegos, algunos de los cuales habían servido en el ejército egipcio como
mercenarios. También con los judíos, a través de una colonia que éstos poseían
en el sur, cerca de Asuán. El arte de la XXVI Dinastía utilizó muchas formas y
modelos del pasado, copiando a veces literalmente los motivos de los antiguos
monumentos.
La XXVI Dinastía acaba con la
invasión del Imperio persa, y, salvo breves periodos, Egipto nunca recuperó su
libertad de manos de la dominación extranjera. La conquista del país por parte
de Alejandro III el Magno en el 332 a.C., y por los romanos en el año
30 a.C., introdujo a Egipto dentro de la órbita del mundo clásico, aunque
persistieron sus antiguas tradiciones artísticas. Alejandro (que había fundado
la ciudad de Alejandría, que se convirtió en un importante foco de la cultura
helenística) y sus sucesores aparecen representados en los muros de los templos
como si fueran auténticos faraones en un claro estilo egipcio. Los templos
construidos durante el periodo tolemaico (la dinastía fundada por Alejandro el
Magno) repiten los modelos arquitectónicos tradicionales de Egipto.
El arte egipcio ejerció también una
poderosa influencia sobre las culturas de sus invasores. En los primeros
artistas griegos se reconoce una clara deuda con Egipto. Los romanos también
mostraron gran interés por el arte de este país, se llevaron a Roma piezas
originales extraídas de los templos y tumbas, e imitaron su estilo en numerosas
esculturas realizadas por artistas romanos. La influencia de Egipto, su cultura
y su arte, así como la fascinación que despiertan sus antigüedades, ha
persistido hasta nuestros días.