El invento de la letra A




A
La forma de la letra A procede de un jeroglífico egipcio que representaba la cabeza del buey Apis. Los fenicios y hebreos la llamaron aleph, que significa buey, porque recuerda remotamente la cabeza de ese animal. Los griegos la denominaron alpha y los romanos la nombraron como definitivamente se la conoce: A.


A, primera letra y primera vocal del alfabeto español y de la mayoría de los alfabetos de las lenguas indoeuropeas. Al parecer su forma se originó en un jeroglífico egipcio de escritura hierático-cursiva que representaba la cabeza del dios Apis. Se tiene noticia de que su primer nombre era ahom.
Los fenicios llamaron a esa letra alph (‘buey’), por su remoto parecido con la cabeza y los cuernos de ese animal. Los hebreos la llamaron aleph. En el antiguo alfabeto griego, se convierte en la letra alfa; ésta, a su vez, pasa a ser la letra A del abecedario romano cuya forma y valor se perpetuaron en todos aquellos alfabetos que se derivaron de él.
En la actualidad la a del español representa el sonido que se produce al abrir la boca, separar los labios para dejar pasar el aire y colocar la lengua ligeramente curvada y apoyada en el hueco de la mandíbula inferior, mientras vibran las cuerdas vocales. Así suena la a de ‘mamá’, ‘cual’, y ‘par’, que apenas mantiene diferencias apreciables con su pronunciación en los distintos países que hablan esta lengua.

a1. f. Primera letra del abecedario español y del orden latino internacional, que representa un fonema vocálico abierto y central. || 2. Fil. Signo de la proposición universal afirmativa. || ~ por ~ y b por b. loc. adv. punto por punto.


El invento del Diccionario geográfico




Diccionario geográfico, diccionario en el que los rasgos físicos y políticos de la Tierra aparecen ordenados alfabéticamente y en el que se da alguna información sobre ellos, generalmente de carácter descriptivo o estadístico.
El trabajo más antiguo de este tipo que se conoce fue Ethnika, probablemente de principios del siglo VI, escrito por el geógrafo Esteban Bizantino y del que sólo se conservan algunas partes. Uno de los primeros diccionarios geográficos modernos fue la Guía para ir y venir por todos los países y regiones del reino de Francia (1552), preparada por el impresor y escritor francés Charles Estienne. Durante los siglos XVII y XVIII se realizaron varios diccionarios geográficos, aunque la mayor parte de ellos contenían grandes errores. En el siglo XIX proliferaron debido al mayor conocimiento sobre geografía que se había adquirido y a la necesidad de información geográfica para el comercio internacional.


El invento del Diccionario de Filosofía




Diccionario de Filosofía, diccionario escrito por el filósofo español José Ferrater Mora. Monumental trabajo, que recoge entradas referentes a conceptos, pensadores y movimientos filosóficos de todos los tiempos, desde su aparición se convirtió en una obra de referencia fundamental en el ámbito de la filosofía hispanoamericana.
Su primera edición, en un volumen, vio la luz en 1941 en México. La sexta, publicada en 1979, constaba ya de cuatro volúmenes. En 1994, tres años después del fallecimiento de su autor, fue editada una nueva versión muy actualizada. Debe indicarse que el Diccionario de Filosofía es obra de un solo autor, lo que constituye un rasgo excepcional en las obras de referencia y muestra la gran capacidad de trabajo de Ferrater. Los diferentes artículos de la obra son, en realidad, ensayos filosóficos que dedican una especial atención a la historia de los conceptos tratados, con útiles referencias bibliográficas e índices cronológicos. La capacidad de análisis de Ferrater se muestra de forma relevante en la elaboración de algunos artículos de especial complejidad (por ejemplo: ser, sustancia, conocimiento o lenguaje). Deben resaltarse, al menos, dos aspectos importantes de esta obra. Por un lado, la decidida atención prestada a los componentes de la tradición filosófica en español y portugués. Por otro, la incorporación de los elementos fundamentales de la filosofía contemporánea, como la filosofía del lenguaje o la filosofía de la ciencia, que Ferrater conocía bien. El Diccionario de Filosofía ha marcado, en suma, la formación de generaciones enteras de filósofos y filósofas.


El invento del Diccionario de datos




Diccionario de datos, en informática, base de datos acerca de la terminología que se utilizará en un sistema de información. Para comprender mejor el significado de un diccionario de datos, puede considerarse su contenido como 'datos acerca de los datos'; es decir, descripciones de todos los demás objetos (archivos, programas, informes, sinónimos...) existentes en el sistema. Un diccionario de datos almacena la totalidad de los diversos esquemas y especificaciones de archivos, así como sus ubicaciones. Si es completo incluye también información acerca de qué programas utilizan qué datos, y qué usuarios están interesados en unos u otros informes. Por lo general, el diccionario de datos está integrado en el sistema de información que describe.


El invento de los diccionarios




Diccionario, recopilación de las palabras de un idioma, por lo general ordenadas alfabéticamente, que proporciona su significado, etimología, ortografía y en el caso de ciertas lenguas fija su pronunciación y separación silábica. Hay diccionarios que certifican el significado de las palabras mediante una cita literaria. El término además sirve para nombrar todo listado alfabético referido a determinados aspectos parciales de un idioma, como la lengua usual, los términos sinónimos, la procedencia etimológica, las abreviaturas, el argot u otra categoría que se desee definir. No hace mucho que existen diccionarios dedicados a las ciencias, la historia, la geografía, la literatura, el derecho, las religiones, el cine o la filosofía. También existen los diccionarios bilingües, recientes para algunas lenguas, y de gran tradición en el caso de otras.
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LOS PRIMEROS DICCIONARIOS
Elio Antonio de Nebrija
Esta miniatura, que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid, representa, y lleva como título, Elio Antonio de Nebrija impartiendo su magisterio. A este humanista se debe la primera gramática castellana, editada en 1492.

Los primeros diccionarios que se conocen pertenecieron al rey asirio Assurbanipal, y se encontraron en Nínive; se trata de unas tablillas de escritura cuneiforme que contienen lo más importante de la cultura mesopotámica y datan del siglo VII a.C. Existen algunos más que parecen escritos con posterioridad al siglo V, entre los que se hallan los diccionarios en sánscrito sobre botánica, medicina y astronomía, así como también unos repertorios léxicos en varias lenguas: sánscrito, tibetano, mongol y chino.
Parece que el primer intento de catalogar todas las palabras árabes dentro de una sola obra se debe a Khalil ibn Ahmad, nacido en Omán, quien empleó unos determinados criterios fonéticos y filológicos para realizar su trabajo. La compilación del hebreo, espoleada por el ejemplo del árabe, podría fecharse en torno al siglo X (aunque hay quien sitúa los inicios de la lexicografía hebrea entre los siglos VI y VIII, cosa muy razonable si se tiene en cuenta la obra de san Isidoro de Sevilla, Etimologías, a la que cabría denominar primer diccionario enciclopédico, que pertenece al siglo VI).
Los griegos y los romanos no concibieron una obra que contuviera todas las palabras de su idioma ni de ningún otro; los primeros diccionarios no pasaron de ser meros repertorios de palabras y frases poco corrientes. El primer repertorio griego, un lexicón, fue obra del filósofo Apolonio y data del siglo III a.C. Se trata de un listado de las palabras que empleara Homero. Uno de los primeros trabajos de la lexicografía latina es De verborum significatum (Sobre el significado de las palabras), obra de Q. V. Flaccus; en él las palabras están ordenadas alfabéticamente y contiene una gran información sobre el conocimiento y la gramática de su tiempo. Entre los primeros diccionarios bilingües, sin tener en cuenta los repertorios que del árabe, hebreo, latín y castellano se elaboran en la Escuela de traductores de Toledo entre los siglos XI al XIII, se encuentran: la obra del monje italiano Ambrosio Calepino, que originariamente reunió un Lexicón (1502) del latín y el griego y que después extendió al italiano, español y francés; el Vocabulario bilingüe latín-español, español-latín de Elio Antonio Nebrija y los repertorios anexos a la Biblia Políglota Complutense (1501).
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LOS GRANDES DICCIONARIOS EUROPEOS
Diccionario panhispánico de dudas
El Diccionario panhispánico de dudas, editado por la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española, fue publicado en noviembre de 2005. En la imagen aparecen el rey Juan Carlos I y, a la izquierda, Víctor García de la Concha, director de la Real Academia Española, durante su presentación.

Entre los grandes diccionarios del renacimiento que ya no estaban en latín, sino en las lenguas vernáculas, merecen mención el italiano Vocabolario degli Accademici della Crusca (Vocabulario de la Academia de la Crusca, 1582) y el Diccionario de la recién creada Academia Francesa (1634), que fue evolucionando, como la lengua misma. El tomo segundo del Dictionnaire de l’Académie Française (Diccionario de la Academia Francesa en su 8ª edición de 1931-1935) es un excelente diccionario de la literatura francesa. En esa misma lengua las obras más recientes que contienen un mayor cuerpo léxico son la reimpresión de la obra de Paul Émile Littré que publicara por primera vez entre 1863-1878 y que se conoce por Dictionnaire de la Langue Française (Diccionario de la Lengua Francesa, 7 volúmenes, 1956-1958) y el popular Grand Larousse de la Langue Française (7 volúmenes, 1971-1978).
El alemán Deutsches Wörterbuch (Diccionario alemán, 16 volúmenes, 1854-1960; edición revisada de 1965) fue iniciado por los hermanos Grimm, filólogos ambos, y constituye el gran diccionario normativo del alemán. Para el ruso son imprescindibles dos diccionarios: los cuatro volúmenes del Slovar’ russkogo iazyka (1957-1961), que es el más popular, y los diecisiete volúmenes del Slovar’sovremennogo russkogo literaturnogo iazyka (1950-1965), para la lengua culta y literaria.
El primer diccionario moderno del español fue redactado en la Universidad Complutense y tuvo por base la traducción de un amplio léxico bilingüe latín-español, español-latín. A principios del siglo XVII, Sebastián de Covarrubias publicó el Tesoro de la lengua castellana o española (1611), primer diccionario de la lengua que contiene cuanta información histórica y sincrónica había disponible en el momento de su publicación, que sirvió de consulta obligada hasta la publicación del diccionario de la Real Academia Española. Pocos años después Gonzalo Correas elaboró otro diccionario temático que denominó Vocabulario de refranes y frases populares (1627), y que podría calificarse de diccionario del lenguaje usual.
En el siglo XVIII se publica el Diccionario de la Lengua Española entre los años 1726 y 1736, primera obra y edición de la Real Academia Española. Entre los primeros proyectos de esta institución se encontraba elaborar un diccionario moderno basado en el criterio de autoridad de los autores literarios de más reconocido prestigio. Constaba de seis volúmenes con un total de más de cuatro mil páginas y se realizó en veinte años. Esta obra se ha visto complementada con numerosas ediciones y redacciones por parte de la Real Academia a lo largo de los siglos; tiene un carácter normativo, en ella cada entrada va precedida por la etimología conocida de las palabras y seguida de la definición de cada término, señalando, cuando es preciso, el distinto empleo de ellos en América. En 1995 se empezó a distribuir en un soporte electrónico CD-ROM, siendo posible en la actualidad consultarlo también a través de Internet. Su última edición, la vigésima segunda, es del año 2001 y en su elaboración participaron la Real Academia Española y el conjunto de los miembros de la Asociación de Academias de la Lengua Española.
En el año 2005, ambas instituciones, la Real Academia y la Asociación de Academias, publicaron el Diccionario panhispánico de dudas, que establece la norma común que los hispanohablantes deben seguir en los puntos conflictivos del idioma, respetando las normas regionales. De este modo, en este diccionario se resuelven las dudas más habituales que pueden plantearse en los distintos niveles lingüísticos: el fonográfico (pronunciación y ortografía), el morfológico, el sintáctico y el lexicosemántico (corrección de impropiedades léxicas y orientación sobre uso de neologismos y extranjerismos).
Una obra de gran valor es la realizada por la ilustre lexicógrafa española María Moliner, quien, ante la necesidad de redactar un diccionario del español usual, compiló y redactó el Diccionario de uso del español (1ª edición, 1966), obra en dos volúmenes que contiene etimología, información gramatical, términos sinónimos, antónimos, expresiones coloquiales, modismos y campos semánticos emparentados, todo ello certificado bien por criterio de autoridad, bien con locuciones y frases de uso cotidiano, pero de nivel lingüístico correcto. En 1998 se publicó la segunda edición de este diccionario, y en 2007, la tercera. En ambas se realizó una destacada labor de revisión, incluyendo nuevos términos, actualizaciones y cambios formales importantes. También existe en CD-ROM.
En español también son imprescindibles otras obras de carácter más restringido: se trata del Diccionario Ideológico de la Lengua Española de Julio Casares, obra sistemática del vocabulario español, reunido en unos dos mil grupos, que contienen “cuantas palabras guardan relación con una idea determinada”; su primera edición es de 1949 y la última reedición de su segunda edición pertenece al año 1992. El segundo trabajo sistemático lo representa el Diccionario Crítico Etimológico de la Lengua Castellana, de Joan Corominas, cuya primera edición es de 1954-1957; consta de cuatro volúmenes y supuso una puesta al día sobre los étimos y la historia de las palabras castellanas. Pero este autor realizó además un esfuerzo importante por aplicar la lexicografía al ámbito del catalán y los diversos dialectos relacionados con él en estudios de gran rigor científico. En 1999 apareció el Diccionario del español actual, de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, con términos aún no incorporados al Diccionario de la Real Academia Española y citas de textos literarios y periodísticos que esclarecen el uso de cada palabra en su contexto.
Junto a estos diccionarios académicos, redactados de acuerdo con criterios diacrónicos y científicos, existen otros muchos bilingües, con diversos grados de fiabilidad, adecuados para quienes aprenden un idioma y que, por lo general, se limitan a la traducción de las palabras, pero no prestan demasiada atención a la pronunciación ni al origen de los términos.
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DICCIONARIOS EN INGLÉS
Noah Webster
La obra de Noah Webster, An American Dictionary of the English Language (1828), fue el diccionario más amplio y con mayor cantidad de vocablos de su tiempo. Fue también el primer diccionario que diferenció el uso estadounidense del inglés.

En 1440 el monje dominico de Norfolk conocido por Geoffrey el Gramático compiló el Promptorium Parvulorum sive Clericorum (Compendio para niños o clérigos) y nueve años después imprimió lo que pudiera denominarse primer diccionario inglés. Constaba de diez mil palabras latinas con su correspondiente equivalencia en inglés, una obra básica para varias generaciones. Le siguió la Bibliotheca (1538), que era un diccionario de inglés-latín, obra de Thomas Elyot. Robert Cawdry compuso A Table Alphabetical... of Hard Usual Wordes (Una lista alfabética... de las palabras difíciles de uso frecuente, 1640), primer diccionario que proporcionaba las definiciones en inglés de las palabras inglesas.
Quien empleó por vez primera la palabra diccionario fue Henry Cockeram para su The English Dictionarie (El diccionario inglés, 1623). Thomas Blount dio a conocer en 1656 su Glossographia, que, redactada completamente en inglés, proporcionaba “...las palabras difíciles explicadas, así como los términos de la Divinidad, Ley, Física, Matemáticas y otras Artes y Ciencias”. Esas primeras obras se limitaron a las “palabras difíciles” y las expresiones que no se comprendían del todo bien, porque el vocabulario corriente no precisaba de aclaración alguna.
Samuel Johnson
Es el autor del Diccionario de la lengua inglesa, llamado irónicamente Diccionario Johnson y El gran Khan de la Literatura. Johnson fue también el protagonista de una de las mejores biografías de la literatura mundial, Vida de Samuel Johnson, del escritor escocés James Boswell.

The New English Dictionary (El nuevo diccionario inglés, 1702), de John Kersey, rompió con la tradición de las palabras difíciles al incluir un listado de palabras usuales e inusuales.
El primer ensayo para normalizar la pronunciación y la escritura del inglés lo representa el Dictionary of the English Language (Diccionario de la lengua inglesa), repertorio léxico en dos volúmenes (1755) del lexicógrafo, ensayista y crítico literario Samuel Johnson, que más tarde fue ampliado con citas de autoridades y que ha servido de modelo para la lexicografía inglesa durante más de un siglo.
La primera contribución estadounidense a la lexicografía está representada por el volumen A New and Accurate Standard of Pronunciation (Una nueva normalización de la pronunciación, 1783), obra conocida popularmente como el Webster’s Spelling Book (Vocabulario elemental de Webster). Es la primera parte de la obra Grammatical Institute of the English Language (Normas gramaticales de la lengua inglesa, 1783-1785), del lexicógrafo y pedagogo Noah Webster. Aunque no se trataba de un auténtico diccionario, se convirtió en texto de referencia obligada para todo el país, dado que prestaba atención al inglés americano, tanto en su pronunciación como en su simplificación gramatical. La contribución más importante de este autor a la lexicografía es su obra An American Dictionary of the English Language (Diccionario americano de la lengua inglesa), iniciada en 1807 y publicada en 1828, en la que trataba el uso auténticamente estadounidense para distinguirlo del británico.
Con la publicación en 1961 del Webster’s Third International Dictionary of the English Language, conocido como Diccionario de Webster, la lexicografía estadounidense trata de incorporar y reflejar el uso actual del idioma, añadiendo muchas palabras coloquiales, numerosos términos técnicos y las normas de pronunciación dialectales.


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