El invento del Teatro africano
Teatro africano, formas de representación teatral presentes en los países del África negra o subsahariana. El teatro subsahariano comprende representaciones sacras o rituales; narraciones dramatizadas; dramas literarios, y fusiones modernas de textos teatrales y técnicas de espectáculos tradicionales. Véase también Arte y arquitectura africanas; Literatura africana.
Dada la multitud de lenguas y culturas de los distintos países que componen el continente africano, existe una gran variedad de tradiciones teatrales, que muchas veces incorporan elementos de la tradición oral y mitológica. Danza, música, diálogo, máscaras y vestuario son parte de la misma representación, y no existe separación entre escenario y público. La primera compañía teatral profesional documentada se debe a los alarinjo, que desarrollaron sus espectáculos en los siglos XVI y XVII en el reino yoruba de Oyo, en la actual Nigeria, y que usaban máscaras de Egungun (espíritu ancestral).
Durante la dominación colonial en África, numerosas formas artísticas indígenas fueron eliminadas por misioneros occidentales que buscaban difundir el mensaje cristiano mediante dramas bíblicos y representaciones sacras, que muy pronto fueron asumidos por los africanos, adaptándolos a sus propias tradiciones.
En 1915, en Ghana, Kobina Sekyi, con su drama satírico The Blinkards, atacó a los fanti (nuevos ricos de la costa), quienes “habían renunciado a la magia de ser ellos mismos” para aceptar las reglas europeas. En 1922, otro ghanés, Bob Johnson, recuperó con éxito el concert party (género compuesto de una introducción musical, seguida de la representación de una historia tradicional, para acabar con una discusión sobre el tema con el público), creando su propia compañía, Los ocho versátiles. Esta forma teatral está todavía hoy muy difundida en el África francófona.
El más notable exponente del teatro nigeriano, Hubert Ogunde, fundó en la década de 1930 la primera compañía teatral itinerante, la Yoruba Opera, cuyo repertorio, destinado a áreas urbanas, incluía dramas bíblicos y actuales, en particular relacionados con el colonialismo.
En Sudáfrica, la pedagogía colonial inglesa animaba a la población negra que había recibido una educación británica a componer dramas inspirados en los modelos europeos. Así, a partir de la década de 1920 florecieron, en forma de drama, numerosas sátiras sociales sobre la vida local, en las lenguas xosa (xhosa) y zulú.
Después de la II Guerra Mundial, muchos países africanos consiguieron la independencia, y los jóvenes Estados pasaron a ser gobernados por una nueva clase burguesa. Esta situación política se vio reflejada en el teatro, que presenció cómo se multiplicaron los dramas de autores africanos, que insertaban las tradiciones locales en las típicas estructuras europeas.
Uno de los autores más fecundos es el nigeriano Wole Soyinka, cuya producción es en lengua inglesa. Su drama La danza del bosque (1960) fue censurado por las autoridades, ya que presagiaba la guerra civil que en 1966 estallaría entre los grupos étnicos yoruba e ibo; otro de sus dramas, El león y la perla (1963), está ambientado en la Nigeria rural. Su compatriota John Pepper Clark fue el primer autor africano en hacer notar las similitudes entre la tragedia griega y los rituales africanos, en Canto de una cabra (1963). Por otro lado, Ola Rotimi transcribió a la lengua yoruba el Edipo de Sófocles, con el título Los dioses no tienen la culpa (1968).
En algunos países la independencia y las reformas sociales empujaron a los autores a colaborar con las nuevas clases dirigentes, las cuales, en más de un caso, usaron el teatro para sostener sus reformas políticas. Ejemplo de esto es el caso de la ghanesa Efua Sutherland, que para apoyar la política del presidente Kwame Nkrumah, fundó el Ghana Drama Studio. Sutherland, en sus trabajos, transfirió a la tradición europea moderna los temas propios de la tradición étnica ashanti. En otros países, el teatro fue usado como arma contra los regímenes dictatoriales o las políticas basadas en la discriminación social.
En Sierra Leona, Raymond Sarif Easmon atacó fuertemente los prejuicios étnicos y las desigualdades sociales en The New Patriots (1966). Los ugandeses Robert Serumaga (A Play, 1967) y Byron Kawadwa expresaron sobre el escenario su oposición a los regímenes dictatoriales de Apollo Milton Obote y de Idi Amin Dada. De Uganda fue también la primera compañía teatral que obtuvo un éxito internacional, con Renga Moi (1972), una pieza de Robert Serumaga.
En la década de 1950, antes de su salida de la Commonwealth, Sudáfrica conoció un momento de relativa libertad cultural. Gracias a aquella situación, se llevaron a cabo numerosas colaboraciones entre artistas y productores blancos y negros: Athol Fugard, uno de los mayores dramaturgos africanos blancos, fundó el The Rehearsal Room, una compañía de teatro experimental que contaba con intelectuales negros, como Bloke Modisane, Lewis Nkosi y Nat Nakasa, para la realización de No Good Friday (1958) y King Kong (1951).
5 | | EL TEATRO AFRICANO FRANCÓFONO |
El África francófona comprende 16 ex colonias de lengua francesa. Actores y autores dramáticos de estos países tuvieron un éxito notable en París. Además, el Festival International des Théâtres Francophones, de Limoges, que viene celebrándose desde 1984, garantiza periódicamente el encuentro de autores de lengua francesa de todo el mundo. El núcleo de su producción dramática está constituido por obras que evocan acontecimientos histórico-mitológicos de los distintos países como una forma de afirmación de la propia identidad cultural.
En los últimos años se ha producido un florecimiento de formas teatrales en lenguas autóctonas mezcladas con el francés. Algunos ejemplos son: Qui a mangé Madame D'Avoie Bergota? (1988), de Sony Labou Tansi; Les cloches (1988), de la escritora Were Were Liking, que critica como obsoleto y retórico el recurso a la antigua ritualidad; la comedia La Tortue qui chante (1987), de Senouvo Agbota Zinsou.
6 | | EL TEATRO POPULAR Y POLÍTICO |
En la década de 1970 la actividad de los dramaturgos expresó principalmente la oposición a los regímenes militares, como los de Mobutu Sese Seko en la República Democrática del Congo, Idi Amin Dada en Uganda, Jean Bédel Bokassa en la República Centroafricana, o bien al apartheid en Sudáfrica. Así, Ebrahim Hussein, de Tanzania, compuso en swahili algunas obras, como Kinjeketile (1970), impregnadas de la lucha por una sociedad más justa, una utopía que pareció realizarse con el ‘socialismo africano’ del presidente Julius Nyerere.
En Sudáfrica, desafiando el apartheid, artistas del teatro negro continuaron colaborando con intelectuales blancos, creando nuevas formas de teatro de protesta. Los grupos Town Theatre, Black Consciousness Movement, Phoenix Players, Fugard's Serpent Players y Workshop 71 desarrollaron una forma de drama que utilizaba técnicas documentales y que incorporaba canto, danza y diálogos.
También en esos años, los dramaturgos nigerianos crearon sátiras feroces contra la dictadura. Bode Sowande profundizó en los temas de la corrupción en Afamako The Workhorse (1978) y Flamingoes (1982), mientras Babafemi Osofisan, en The Chattering and the Song (1977) y Eshu and the Vagabond Minstrels (1991), denunció la incapacidad para aplicar el concepto brechtiano de teatro al contexto africano, adoptando entonces una estructura narrativa realista, con tramas derivadas de tradiciones y leyendas, que contenían además mensajes revolucionarios.
La forma teatral que ha obtenido un mayor éxito en la últimas décadas es el llamado ‘teatro del desarrollo’, menos implicado políticamente, pero más en relación con la tradición étnica. Los temas son problemas reales que, después del saqueo y el abandono por parte de las grandes potencias, deben afrontar los africanos. En Uganda existen numerosas pequeñas compañías teatrales, como la Bakayambara Dramactors, que tratan temas como el sida, el tráfico de animales o el desempleo. En Lesoto, durante las décadas de 1970 y 1980, tuvo mucho éxito la compañía Marhatoli, que abordaba asuntos como la rehabilitación de los presos.
Desde la independencia en 1980, Zimbabue se transformó en un fértil centro de experimentación, intercambio y colaboración panafricana. En 1982, les fue encargado a los dramaturgos Ngugi wa Miri y Ngugi wa Thiong'o la creación del drama The Trial of Dedan Kimathi sobre el movimiento Mau-mau.
En los primeros años de la década de 1990 el teatro africano ha continuado su desarrollo, a pesar de las enormes dificultades económicas y políticas. Muchos autores han tenido que exiliarse, como Wole Soyinka, Ngugi wa Thiong'o y Senouvo Agbota Zinsou. En ciertos países, un clima más tolerante ha consentido una cierta libertad de expresión, como por ejemplo en Sudáfrica, donde se ha creado una gran programación teatral en el Civic Theatre de Johannesburgo.