El invento del:
Arte y arquitectura precolombinas
Arte y arquitectura
precolombinas, arte y arquitectura de las civilizaciones
indígenas de Mesoamérica y los Andes y de las culturas vecinas anteriores al
siglo XVI d.C. (para el arte de las antiguas culturas indígenas del norte de
México, véase Indígenas americanos).
Durante 3.000 años, antes
de la exploración y colonización del hemisferio occidental por parte de los
europeos, los pobladores nativos de la América precolombina desarrollaron un
conjunto de civilizaciones cuyos logros artísticos e intelectuales podían
rivalizar con los de la antigua China, de la India, Mesopotamia y el mundo
mediterráneo. Estos logros resultan aún más sorprendentes si tenemos en cuenta
que la mayoría de las técnicas de las civilizaciones del hemisferio oriental no
eran conocidas en el Nuevo Mundo. La rueda, por ejemplo, se usaba en
Mesoamérica solamente en los juguetes y nunca llegó a aplicarse a la alfarería,
a la construcción de carretas o como sistema de arrastre. El uso de
herramientas de metal no era frecuente y, además, no empezaron a utilizarse
hasta las últimas etapas de la historia precolombina. Los mayas realizaban
elaboradas esculturas y complejos ornamentos de jade golpeando una piedra con
otra.
Arqueólogos e historiadores
culturales agrupan las culturas precolombinas por zonas geográficas. Aunque en
algunos casos no se ponen de acuerdo sobre la extensión precisa de esas zonas,
suele aceptarse una división geográfica básica. En este artículo se considera
que la zona de Mesoamérica, una de las regiones culturales de mayor
importancia, abarca los actuales países de México, Belice, Guatemala, Honduras
y El Salvador. La otra región cultural de gran importancia la constituyen Perú
y Bolivia, que forman el área central andina. La zona intermedia la integran la
parte sur de América Central y el norte de los siguientes países de América del
Sur: Venezuela, Colombia y Ecuador. La zona periférica comprende el resto de
América del Sur y las islas del Caribe. Aunque en un principio se consideraba
que estas zonas eran entidades culturales separadas unas de otras, recientes
investigaciones arqueológicas demuestran que existe una importante
interrelación cultural entre ellas. Y, por lo tanto, en la actualidad se
investigan las semejanzas culturales tanto como en el pasado se investigaban
las diferencias. Para la búsqueda de vestigios o semejanzas entre las distintas
civilizaciones precolombinas muchos antropólogos, arqueólogos e historiadores
del arte estudian las culturas indígenas actuales de Iberoamérica.
Tradicionalmente se ha
establecido una división cronológica de tres periodos u horizontes que
comprenden las fases más importantes: el preclásico o de formación,
(c. 1500 a.C.-c. 300 d.C.); el clásico o de florecimiento,
(c. 300-c. 900); y el posclásico (c. 900-1540). Aunque el
término clásico da a entender que en ese periodo se alcanzó el punto
máximo del desarrollo cultural, los expertos actuales niegan el supuesto,
antaño vigente, de que lo mejor del arte y la arquitectura precolombinas se
produjera en el periodo clásico. El arte y la arquitectura de cuatro
civilizaciones posclásicas, la mixteca y la azteca en México, así como la chimú
y la inca en Perú, son igual de relevantes que las de sus predecesoras
clásicas, y difieren únicamente en gusto y propósito.
En el periodo preclásico
pueden apreciarse ya algunos de los rasgos del desarrollo pleno de la
civilización precolombina. En ese periodo temprano América estaba conformada
por jefaturas tribales aisladas y reinos pequeños cuyas respectivas culturas se
desarrollaron, en su mayor parte, independientes unas de otras. Sin embargo,
existen pruebas de la amplia difusión de algunas ideas religiosas y motivos
visuales. Tanto la civilización olmeca de México, como la cultura de San
Agustín en Colombia y la cultura chavín en Perú adoraban a una deidad felina, y
todas compartían una iconografía artística similar.
Durante el periodo clásico
se desarrollaron imperios muy complejos. Sus dirigentes eran generalmente
sacerdotes, en lugar de los sacerdotes-guerreros que gobernaron las
civilizaciones posclásicas, y las culturas se difundían o asimilaban más
rápidamente. Aunque suele considerarse un periodo pacífico, los estudios
arqueológicos más recientes han demostrado que la mayoría de las civilizaciones
del periodo clásico eran guerreras. Las conquistas y el comercio extensivo
produjeron una riqueza que se utilizó para la construcción de centros
ceremoniales o ciudades, así como para la creación de efectos personales cada vez
más lujosos y objetos funerarios o rituales de gran calidad.
El periodo posclásico
se caracteriza por las frecuentes guerras provocadas por presiones
socioeconómicas como el aumento de la población y el desarrollo técnico. Las
culturas y civilizaciones de este periodo son las mejor documentadas, debido a
que los cronistas españoles recogieron sus impresiones personales o recopilaron
historias de los conquistados.
Las civilizaciones precolombinas
eran principalmente agrícolas. El cultivo del maíz se convirtió en el alimento
principal en Mesoamérica, como lo fue la papa o patata en la zona andina de
Perú y Bolivia. Hasta la relativa secularización que se dio en el periodo
posclásico, la religión fue primordial en la configuración y el desarrollo de
la cultura precolombina. Sin embargo, las creencias y ritos religiosos estaban
muy condicionados por preocupaciones relacionadas con la fertilidad de la
tierra y la productividad de las cosechas que suelen dominar las sociedades
agrícolas. Por lo tanto, gran parte del arte y la arquitectura precolombinas
está relacionada con la astronomía, a través de la cual los indígenas
americanos establecían las épocas más apropiadas para plantar y recoger la
cosecha.
Se desarrollaron dos tipologías
urbanas. Una era el centro ceremonial, de estructura compleja constituida
principalmente por edificios religiosos y administrativos que se construían
alrededor de plazas y que carecía de viviendas y calles. Se cree que en estos
centros solamente vivían los gobernantes seglares y religiosos con sus cortes,
mientras que la mayoría de la población residía en granjas pequeñas en una zona
suburbana circundante. La otra tipología, similar a lo que conocemos
actualmente como ciudades, tenía calles que separaban las residencias de las
diferentes clases sociales, así como templos y edificios administrativos
orientados hacia la plaza central. Los proyectos arqueológicos recientes que
estudian los trazados en emplazamientos mesoamericanos ponen de manifiesto que
lo que se creían centros ceremoniales albergaban poblaciones de plebeyos,
semejándose a verdaderas ciudades. Tanto los complejos ceremoniales como las
verdaderas ciudades servían como centros religiosos, gubernamentales y
comerciales. El comercio no sólo era importante para el suministro de bienes
necesarios y superfluos, sino también como medio de transmisión de ideas y
técnicas, así como de formas y motivos artísticos.
Los aspectos más sobresalientes
del desarrollo artístico precolombino se encuentran en la arquitectura, la
escultura, las pinturas murales y las artes decorativas como la cerámica, la
metalistería y los tejidos.
Los edificios precolombinos
más antiguos estaban construidos en madera, juncos trenzados, esteras de fibra
o paja, y otros materiales perecederos. Las estructuras permanentes o
monumentales construidas en piedra o adobe (ladrillos de barro secado al sol)
se desarrollaron principalmente en Mesoamérica y en la zona central andina.
Las técnicas de construcción
precolombinas eran rudimentarias. La mayor parte de las estructuras se
construían con el sistema de pilastra y dintel o de vigas horizontales sin
arcos, aunque la cultura chavín del Perú y la maya de Mesoamérica emplearon el
arco falso o bóveda de piedra salediza, que consiste en colocar una piedra
sobre otra para conseguir una forma de arco. Utilizaban más herramientas de
piedra que de metal, y tanto el transporte como la construcción de edificios
como las pirámides, palacios, tumbas y templos sobre basamentos escalonados, se
llevaban a cabo manualmente sin ayuda de ningún tipo de maquinaria.
La pirámide precolombina
era considerada como algo diferente a su equivalente egipcia, ya que no estaba
construida con fines funerarios sino como residencia de una deidad. Sin
embargo, excavaciones recientes confirman de modo reiterado que solían
incorporarse tumbas a las pirámides. Los pictogramas de los códices, (véase Paleografía)
permiten suponer que las pirámides tenían gran importancia cívica y cultural.
El símbolo azteca para representar la conquista era una pirámide en llamas en
la que el calli, o casa del dios (el templo mayor), había sido derribado
por el conquistador. Para hacerlas aún más monumentales e incrementar así el
prestigio del gobernante, muchas de las pirámides mesoamericanas se
reconstruían periódicamente sobre una estructura ya existente si bien esta
práctica se relacionaba con cada cambio de era y se conmemoraba construyendo
una pirámide nueva encima de las anteriores.
La mayor parte de las
esculturas precolombinas que se conservan son figurillas de barro o arcilla y
efigies con forma de vasija. Las esculturas de piedra se encuentran
principalmente en Mesoamérica y, con menos frecuencia, en las áreas intermedias
y centroandinas, que son regiones en las que la metalurgia se desarrolló antes
y se utilizó más ampliamente. Aunque la técnica de trabajar los metales estaba
muy evolucionada, seguían utilizando los instrumentos de piedra para tallar.
Las excavaciones arqueológicas
siguen sacando a la luz nuevos ejemplos de pinturas murales. En Teotihuacán,
México, tanto las paredes interiores como las exteriores de los edificios se
cubrían con una capa gruesa de estuco en la que se pintaban diseños decorativos
o escenas narrativas. En Bonampak y Chichén Itzá, también en México, los mayas
y los maya-toltecas pintaban el interior de los templos con frescos realistas
en los que representaban hechos históricos. Entre las pinturas murales
descubiertas más recientemente están las de Cacaxtla, en Tlaxcala, con su
impresionante descripción de las jerarquías divinas, sacerdotales y guerreras.
Aunque las primeras pinturas murales se encontraron en Mesoamérica, también se
han descubierto en el área intermedia diseños geométricos en tumbas
subterráneas en Tierradentro, Colombia, y murales con representaciones
mitológicas en Panamarca, Perú. También en Perú, las vasijas de moche con forma
de estructuras arquitectónicas nos indican que el exterior de los edificios se
pintaba a menudo con motivos simbólicos.
La refinada habilidad
para la pintura y el dibujo de muchos de los pueblos precolombinos puede
apreciarse en la escritura pictográfica de los códices mayas, mixtecas y
aztecas. Las páginas de estos libros, hechas de piel de venado, fibras
vegetales o cortezas de diferentes árboles, y plegadas a manera de biombo,
estaban cubiertas con figuras y símbolos de gran riqueza cromática y meticuloso
dibujo que registraban hechos históricos o mitológicos. Los códices fueron
destruidos durante el siglo XVI por los misioneros españoles, por considerarlos
instrumentos del mal e inducir a la idolatría, (véase Movimientos
misioneros). Entre los pocos que se conservan, todos ellos del periodo
posclásico, están tres códices mayas (actualmente en Dresde, París y Madrid, en
la Biblioteca Nacional), el Códice Nuttall de los mixtecos (actualmente en el
Museo Británico, Londres), y algunas obras aztecas.
También se encuentran
muestras de la pintura precolombina en la decoración de vasijas. La cerámica
maya, la moche y la peruana de Nazca proporcionan algunos de los ejemplos más
excepcionales sobre diseños y técnica.
Muchos de los objetos
procedentes de excavaciones precolombinas están relacionados con lo funerario y
tienen una función más utilitaria o ceremonial que decorativa. Aún sin contar
con las ventajas de técnicas mecánicas básicas, son objetos de una calidad de
ejecución y diseño equiparable a cualquier ejemplo artístico destacado de
cualquier parte del mundo preindustrial.
De todo el mundo precolombino
son los objetos de cerámica los que en mayor número han llegado hasta nuestros
días. Se cree que la cerámica surgió en Colombia o Ecuador y que sustituyó a
las canastas y vasijas de calabaza seca utilizadas como recipientes. Se hacían
objetos de cerámica y arcilla tanto a mano como utilizando moldes para luego
decorarse con diseños estampados mediante un bloque de terracota o piedra,
relieves o bajorrelieves y diferentes técnicas de pintura y pulido. Aunque
existen algunos ejemplos de cerámica policromada, la mayor parte estaba pintada
con uno o dos colores o se dejaba sin pintar.
Desde su supuesto origen
en el norte de la zona central andina alrededor del 700 a.C., el trabajo
del metal se extendió hacia el área intermedia y alcanzó Mesoamérica alrededor
del 1000 d.C. Debido a la insaciable sed de oro y plata de los europeos
durante la conquista y después de ella, la mayoría de los objetos que no
estaban enterrados o escondidos fueron fundidos por los conquistadores
españoles y transportados como lingotes a España. Aunque las culturas
prehispánicas no conocían el hierro ni el acero, habían trabajado mucho el
cobre y habían descubierto la aleación del bronce alrededor del 1000 d.C.
La tumbaga, una aleación de cobre y oro, se utilizó en Perú, Colombia y
Ecuador. Se aplicaron muchas técnicas para trabajar el metal, que iban desde la
cera perdida, hasta la soldadura, el repujado y el grabado. Los trabajos en
metal solían estar grabados, chapados en oro o decorados con incrustaciones de
piedras y conchas de mar.
Gracias a su clima extremadamente
seco, la costa de Perú es la única región de la que se conservan ejemplos
importantes de tejidos de periodos precolombinos tempranos. Enterrados en
tumbas del desierto, especialmente en la península de Paracas, se han
conservado en perfecto estado piezas que tienen una antigüedad de 2.500 años.
La fibra más común utilizada para tejer vestidos era el algodón, aunque en la
zona central andina también se usaba la lana de llama, alpaca y vicuña. A
menudo se coloreaban dichos materiales con tintes minerales y vegetales. Las
telas presentaban diseños e imágenes que se incorporaban directamente al
tejerlas, o que se pintaban, estampaban, bordaban o aplicaban posteriormente.
En el periodo posclásico en Perú y Mesoamérica también se utilizaban plumas
para hacer mosaicos y otros objetos como escudos y tocados (véase Tejidos
latinoamericanos).
La mayor parte de los
emplazamientos mesoamericanos precolombinos se encuentran en lo que actualmente
es México.
Las culturas preclásicas
más importantes de México fueron la olmeca y las culturas occidentales de
Colima, Jalisco y Nayarit.
Instalados en la región
costera central del golfo de México, los olmecas desarrollaron la primera
civilización mesoamericana importante, entre aproximadamente el 1500 y el
600 a.C. En las cuencas pantanosas y selváticas de los actuales estados
mexicanos de Veracruz y Tabasco había grandes centros ceremoniales como La
Venta, Tres Zapotes y San Lorenzo. Muchos de los elementos más característicos
de la civilización mesoamericana se originaron con los olmecas, como ha quedado
demostrado especialmente en La Venta, que es la capital administrativa y ceremonial
más conocida de esta cultura.
La Venta, al igual que
muchos emplazamientos mesoamericanos posteriores, está planificada siguiendo un
eje norte-sur. En el centro de esa disposición axial de templos, plataformas y
plazas se construyó una pirámide rectangular con tierra apisonada de 30 m
de altura, que es una de las primeras de Mesoamérica. Este trazado se
convertiría en algo común en los centros ceremoniales mesoamericanos que se
construyeron posteriormente. Los olmecas fueron los primeros en utilizar la
piedra en arquitectura y escultura, a pesar de la dificultad de su extracción y
transporte desde las montañas de Los Tuxtlas a 97 km al oeste. Fueron
también los primeros creadores de mosaicos en piedra de América.
Los objetos olmecas más
impresionantes son las cabezas colosales de piedra, de alrededor de 2,7 m
de altura que, por su realismo, parecen retratos. Se han descubierto relieves
de gran tamaño y detalle que representan deidades o hechos mitológicos, al
igual que estatuillas de basalto y de jade talladas de modo exquisito. Sin
embargo, a pesar de su importancia, la escultura no se combinó con la
arquitectura como en civilizaciones mesoamericanas posteriores. Se erigieron
estelas de piedra o lápidas de roca aisladas, posiblemente para conmemorar
hechos significativos, y se grabaron con inscripciones de símbolos
iconográficos, precursores de la escritura mesoamericana posterior.
El arte olmeca, como el
de los mayas, se caracteriza por un alto grado de naturalismo. Predomina lo
curvilíneo por encima de lo rectilíneo, lo cual crea formas rítmicas y fluidas
que parecen mantener una armonía con un entorno tropical, en contraste con el
arte estilizado y anguloso que suele encontrarse en los valles relativamente
austeros de las montañas del centro y sur de México.
La esfera de influencia
de los olmecas se extendió desde su centro en el golfo de México a través de la
altiplanicie mexicana, el valle de México conocido como Anáhuac, la región de
Oaxaca, y por el oeste hacia el estado de Guerrero. Aunque la cerámica olmeca
que se elaboró en el centro es de menor importancia, en los emplazamientos
olmecas de la altiplanicie, Tlatilco y Tlapacoya, se han encontrado estatuillas
huecas de arcilla que son, probablemente, las primeras de Mesoamérica y se
cuentan entre los mejores ejemplos de escultura en cerámica mesoamericana. La
cultura indígena de Tlatilco produjo también una gran cantidad de estatuillas
de mujeres con elaborados peinados y una ornamentación corporal muy detallada
que se conocen genéricamente como ‘mujeres bonitas’. Los rasgos femeninos
exagerados de su anatomía parecen indicar que se utilizaban como símbolos de la
fertilidad tanto para la fecundidad humana, como para la de la tierra puesto
que se enterraban en los campos de cultivo.
En los estados mexicanos
de Morelos y Guerrero, se aprecia la influencia olmeca en las figurillas de
barro de Xochipala, en la pintura de la cueva de Oxtotitlán, en Guerrero, y en
los bajorrelieves de las paredes de la cueva de Chalcatzingo, en Morelos. Estos
dos últimos lugares estaban consagrados al culto de una divinidad encarnada en
el jaguar, cuyo poder y relación con los jefes gobernantes constituía el tema
de la mayor parte del arte olmeca. Véase Arte olmeca.
6.1.2
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Colima, Jalisco y Nayarit
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A finales del periodo
preclásico y principios del clásico se desarrollaron importantes culturas en la
zona occidental de México. Aunque antaño se denominaron tarascas por error,
actualmente se les conoce con los nombres de los estados mexicanos donde se encuentran
los emplazamientos: Colima, Jalisco y Nayarit.
No se construyeron emplazamientos
arquitectónicos importantes y se realizó muy poca escultura en piedra, pero de
allí provienen algunas de las figurillas de barro y vasijas en forma de efigie
mejor realizadas de Mesoamérica. En Ixtlán del Río, Nayarit, los artesanos
crearon esculturas de género muy detalladas, llegando incluso a la caricatura,
en las que se representaban todos los aspectos de la vida urbana. Estas escenas
pintadas en negativo (dejando en reserva el tema, protegiéndolo con cera, que
se derrite en el momento de la cocción de la pieza) poseen la claridad e
inmediatez de la fotografía. Aunque menos dinámicas y espontáneas en su
naturalismo, las figurillas de Colima son también realistas, pero de un
realismo con formas más monumentales y contornos más redondeados. Las más
conocidas son las de los perros techichi o tepescuintli, que se
modelaban en todas las formas y posturas imaginables. Las estatuillas de
Jalisco son las más ingenuas de estilo aunque se caracterizan por su llamativa
presencia. El realismo vital de las esculturas de barro de la zona occidental
mexicana las ha convertido en los ejemplos más conocidos del arte precolombino.
Gracias a haber sido enterradas en tumbas con cámaras huecas, se ha conservado
una cantidad de piezas inusualmente elevada.
Teotihuacán, las ciudades
mayas, el centro zapoteca en Monte Albán y la cultura clásica de Veracruz
fueron las civilizaciones dominantes en el horizonte clásico.
A unos 40 km al noroeste
de la ciudad de México se encuentra Teotihuacán (Lugar de los dioses). Allí se
desarrolló la primera civilización auténticamente urbana de Mesoamérica; fue la
primera ciudad del hemisferio occidental e inició su crecimiento urbanístico
antes del comienzo de la era cristiana, continuando su florecimiento hasta
alrededor del 700 d.C., época en la que había alcanzado una población
cercana a los 125.000 habitantes. En Teotihuacán se desarrolló una estética
clásica, basada en el orden y el refinamiento. La elegancia austera y el diseño
estilizado caracterizan el arte monumental, que produce el efecto de una serena
sencillez y una noble grandeza. Los edificios, por ejemplo, se diseñaron con el
sistema de talud y tablero formando plataformas escalonadas. Mediante este
sistema de construcción se lograba controlar y unificar totalmente los
elementos horizontales y los verticales, así como las partes salientes y las
recesivas, los efectos de luz y sombra, además de la ornamentación ilustrativa
y geométrica.
La arquitectura de Teotihuacán
es de escala monumental. La pirámide del Sol es por su tamaño la segunda edificación
precolombina existente, sólo superada por la pirámide de Quetzalcóatl en
Cholula. Si se tiene en cuenta la superficie y el volumen que ocupan, ambas
estructuras son más grandes que cualquiera de las pirámides de Egipto. Los
palacios de Teotihuacán estaban organizados alrededor de plazas y constituyen
algunos de los ejemplos más impresionantes de edificios residenciales
precolombinos. Al principio se cubrían todas las edificaciones de Teotihuacán
con una gruesa capa de estuco, que solía pintarse. Los ejemplos mejor
conservados de pinturas murales son los frescos que decoran el interior de los
palacios de Teotihuacán. Se distinguen tres estilos de murales: diseños
decorativos de significado simbólico, estilizadas imágenes conceptuales de
deidades y criaturas mitológicas y escenas narrativas en una línea más realista
que abstracta o esquemática.
Se conservan unos pocos
ejemplos monumentales de escultura en piedra. De estas esculturas la más famosa
es un monolito arquitectónico dedicado a la diosa del agua, de la fecundidad y
del maíz Chalchiuhtlicue. Por su parte, los ejemplos más característicos del
tallado en piedra en Teotihuacán son las estilizadas máscaras antropomorfas.
Se produjeron dos tipos
diferentes de cerámica. Una cerámica anaranjada de moldeado fino y delicado
(llamada cáscara de naranja), que se comercializó mucho en toda Mesoamérica, y
los objetos ceremoniales hechos con cerámica recubierta con una capa delgada de
estuco que se trabajaba con la técnica del campeado y se pintaba después de
modo parecido a los murales de los edificios ceremoniales. Inventaron el vaso
trípode (una vasija de caras planas apoyada en tres vástagos planos) que fue
uno de los objetos que más produjeron los ceramistas de Teotihuacán. También
crearon figurillas, muchas de ellas retratos de gente de la época y otras
representaciones de los espíritus de los muertos. Véase Arte y
arquitectura de Teotihuacán.
La civilización maya dominó
el sur de Mesoamérica durante la segunda mitad del primer milenio de nuestra
era. Aunque se originó en el periodo preclásico, la cultura maya alcanzó su
apogeo artístico e intelectual durante la última etapa clásica, desde alrededor
del año 600 hasta aproximadamente el 900. En la época de la conquista española
ya se encontraba en decadencia.
Ninguna otra civilización
precolombina igualó a los mayas en la variedad y calidad de su arquitectura.
Los emplazamientos mayas clásicos se fundaron en un principio en las zonas de
las tierras bajas tropicales. Comparados con la cultura de Teotihuacán, dichos
emplazamientos parece que prestaron mayor atención a los aspectos ceremoniales
y dedicaron menos interés a los urbanos. La mayoría de las ruinas mayas están
en México. Entre ellas se puede mencionar Palenque, Yaxchilán y Bonampak y en
la península de Yucatán, Chichén Itzá, Cobá, Dzibilchaltún, Edzná, Hochab,
Kabah, Labná, Sayil, Uxmal y Xpuhil. Otros emplazamientos importantes son los
de Copán, en Honduras, y los de Guatemala: Piedras Negras, Quiriguá y Tikal, el
mayor de todos los centros ceremoniales mayas. Su arquitectura se caracteriza
por un sentido exquisito de la proporción y el diseño, así como por su
refinamiento estructural y la sutileza de los detalles. Los mayas utilizaron la
escultura más ampliamente en la decoración arquitectónica que todas las demás
civilizaciones precolombinas. La bóveda de saledizo se empleó no sólo para
cubrir espacios interiores sino también para construir arcos apuntados o
trilobulados. También construyeron caminos pavimentados que conectaban los
centros administrativos y religiosos más importantes. Se cree que se utilizaban
sobre todo para procesiones ceremoniales y como símbolo de lazos políticos.
El arte maya es el más
refinado y elegante de todos los desarrollados por las civilizaciones
precolombinas. Es digno y majestuoso, exuberante y sensual, y presenta una
ornamentación espléndida.
Las estelas con relieves
figurativos e inscripciones son los ejemplos más característicos de las
esculturas conmemorativas exentas realizadas en piedra por los mayas. Los
ejemplos más elaborados se encuentran en Copán, donde la maleabilidad de la
piedra permitió una exuberancia ornamental barroca. La mayor parte de los
emplazamientos importantes cuenta con una evolucionada tradición en la
realización de paramentos de piedra decorados con relieves. En Palenque se
utilizó el estuco para crear relieves de gran complejidad que decoraban los
templos y palacios, como las célebres cabezas de la cripta de la pirámide de
las Inscripciones.
Los mayas dominaron todas
las formas artísticas precolombinas conocidas, menos el trabajo en metal.
Aunque no se conservan telas tejidas por los mayas, su calidad y decoración
pueden apreciarse a través de las representaciones en pinturas, figurillas y
esculturas. Tallaban con maestría el jade, la madera, el hueso y las conchas,
pero fue en los trabajos realizados con arcilla donde más destacaron. Sus
figurillas de un realismo extraordinario (especialmente las provenientes de la
isla de Jaina, Campeche) y su cerámica policromada en la que se representan
escenas mitológicas o de la vida cotidiana (producida en champlevé,
Guatemala) se cuentan entre las mejores piezas de cerámica pintada
precolombina.
Ejemplos de frescos mayas
particularmente excepcionales se han hallado en Bonampak, Palenque y Tikal.
También produjeron códices con escritura jeroglífica. De los códices mayas que
se conservan, el códice de Dresde (Sachsische Landesbibliothek, Dresde,
Alemania) es el que mejor ilustra el uso descriptivo y formalmente dinámico de
los signos por parte de los mayas. Véase Arte y arquitectura mayas.
La cultura zapoteca (también
denominada cultura de Monte Albán) dominó el valle de Oaxaca. Se originó en el
periodo preclásico (comenzó c. 1500 a.C.) y alcanzó su apogeo entre el año
300 d.C., aproximadamente, y el 700 d.C. En Monte Albán (fl.
alrededor del 500 a.C. y el 500 d.C.), que es el mayor conjunto
urbano zapoteca, se aprecia que esta civilización mantuvo lazos primero con los
olmecas y después con Teotihuacán. Dado que concedían gran importancia a la
adoración de sus antepasados más ilustres, los zapotecas tienen una gran
producción artística relacionada con los ritos funerarios. Las tumbas de Monte
Albán y de toda la zona de Oaxaca poseen elaboradas urnas funerarias con
figuras que representan divinidades asociadas con fuerzas naturales como la lluvia
y el viento.
En los templos de Monte
Albán se aprecia la influencia del sistema de talud y tablero utilizado en la
arquitectura de Teotihuacán, al igual que en las espaciosas plazas rodeadas de
escaleras monumentales que conducen a los basamentos de los templos. También
hay estelas con relieves e inscripciones jeroglíficas diseminadas por la zona.
Las tumbas tenían antecámaras y numerosos nichos y estaban decoradas con
frescos que denotan la influencia de los murales de Teotihuacán.
6.2.4
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Cultura clásica de Veracruz
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A lo largo del golfo de
México se desarrolló una cultura que en el pasado se denominó erróneamente
totonaca, y que actualmente conocemos como cultura clásica de Veracruz. Recibe
su nombre del actual estado mexicano de Veracruz, que corresponde
aproximadamente a la zona donde se concentró la actividad de dicha cultura. En
El Tajín, principal centro ceremonial, se encuentran siete edificaciones para
el juego de pelota, que indican la importancia que tenía para la cultura
clásica de Veracruz el juego de pelota mesoamericano, un deporte alegórico de
carácter ritual, el tlachtli. Muchos de los relieves más importantes de
esa civilización decoran las edificaciones destinadas a este juego, y en
algunos se representa el sacrificio ritual de los participantes.
Los objetos más importantes
de la cultura clásica de Veracruz son las hachas, yugos y palmas, todos ellos
realizados en piedra. Aunque se asocian con el juego de pelota, la función
precisa de esos instrumentos ha sido objeto de grandes controversias. Sin
embargo, la mayoría de los expertos creen que les eran concedidos a los mejores
jugadores, que no los utilizaban durante el juego sino en celebraciones y
procesiones ceremoniales. Las hachas también podrían haberse utilizado para
delimitar las zonas del juego. Destacan asimismo las figuras de barro que
representan a los jugadores ataviados con todos sus atributos, desde los
complicados peinados, las faldas con símbolos distintivos y gruesos cinturones,
hasta el calzado y todos los accesorios como rodilleras, coderas y elementos
necesarios para practicar el deporte sagrado del juego de pelota.
Existe también una amplia
producción de figurillas de barro de gran calidad, especialmente en la región
de Remojadas, famosa por sus estatuillas de rostro amplio y sonriente conocidas
como ‘caritas sonrientes’. Las figurillas huecas, de gran realismo, producidas
en su totalidad o en parte utilizando moldes, se cuentan entre las esculturas
de barro a gran escala más significativas del periodo precolombino. Los rasgos
y los detalles ornamentales de las llamadas ‘caritas sonrientes’ se
caracterizan por estar resaltados con la aplicación de chapopote (asfalto)
después de la cocción.
Probablemente por estar
ubicada en las rutas comerciales y entre otras culturas mexicanas, la clásica
de Veracruz era una cultura ecléctica. Su arte y arquitectura, especialmente
los de Cerro de Las Mesas, denotan influencias olmeca, de Teotihuacán, zapoteca
y maya.
Durante el periodo posclásico
se desarrollaron varias culturas importantes: la tolteca, la purépecha o
tarasca, la huasteca y totonaca, la mixteca y la azteca.
6.3.1
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Toltecas y maya-toltecas
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Tula, situada a unos 64 km
al norte de la ciudad de México, era la capital de los militaristas toltecas,
que establecieron su imperio a principios del periodo posclásico, en el siglo X
d.C. Se trataba de una sociedad austera de guerreros pragmáticos, que parecían
más interesados por la función que por la forma, de modo que produjeron pocos
objetos lujosos. La cerámica más apreciada, por ejemplo, fue la llamada plomiza
o plumbate y la anaranjada fina importada de artesanos no toltecas que vivían
en la costa del Pacífico, cerca de la actual frontera entre México y Guatemala.
La cerámica plomiza, única cerámica vidriada de Mesoamérica, tiene una
superficie metálica, habitualmente gris verdosa resultado de la vitrificación
de una barbotina de arcilla durante la cocción para obtener el brillo.
La arquitectura y la escultura
toltecas reflejan la influencia de la cercana Teotihuacán. Sin embargo, los
estetas toltecas pretendían inspirar temor en vez de aspirar a la armonía
espiritual que perseguía la civilización de Teotihuacán. El templo que se
encuentra en la cima de la pirámide de Tlahuizcalpantecuhtli o de la Estrella
Matutina en Tula tiene unas columnas de 4,6 m de alto, modeladas como
imponentes guerreros rígidos, llamados atlantes, que guardan el recinto
sagrado. Alrededor de la base de esta pirámide existen palacios y recintos
ceremoniales, probablemente para la elite militar. Al pie de la cara norte de
la pirámide hay un elemento arquitectónico ideado por los toltecas que puede
haber servido para encerrar un espacio ceremonial secreto que se denomina coatepantli
o muralla de serpientes. El coatepantli consiste en un friso labrado en piedra
que muestra una sucesión de serpientes que persiguen y devoran esqueletos. Otro
elemento arquitectónico tolteca fue el tzompantli, o altar de cráneos,
una plataforma baja, cercana a la pirámide principal, provista de soportes para
apilar o ensartar las cabezas cercenadas de los sacrificados. El recio arte
tolteca muestra una faceta de vigor en las formas que anuncian el predominio
del guerrero sobre el sacerdote, una visión que se mantendría a lo largo del
horizonte posclásico mesoamericano.
Según narraciones mítico-históricas
posteriores, los toltecas invadieron la península de Yucatán alrededor del
1000 d.C. y establecieron su capital en la ciudad maya de Chichén Itzá.
Una parte importante de la arquitectura e iconografía de este lugar refleja la
fusión de la cultura maya tardía con la cultura tolteca temprana. Algunos
elementos arquitectónicos encontrados en Tula, como las columnas con forma de
serpiente que aluden a Quetzalcóatl (la serpiente emplumada) y al Chac-mool
(una figura reclinada que sostiene vasijas para las ofrendas en los
sacrificios) se repiten en Chichén Itzá. Hay frescos con imágenes del
asentamiento de un grupo tolteca. La calidad del diseño y del arte en Chichén
Itzá es superior a los de Tula, lo cual refleja el mayor grado de evolución de
la capacidad artística de los arquitectos y artesanos mayas además de la
influencia que ejercieron sobre ellos las numerosas culturas con las que
tuvieron contacto.
Hacia el año 1250 se estableció
una nueva capital maya en Mayapán, Yucatán: una ciudad amurallada en lugar del
centro abierto construido por los mayas clásicos. Tulum es otra ciudad
amurallada maya del periodo posclásico. Ubicada sobre la costa del Caribe
mexicano, fue la primera ciudad mesoamericana descrita por los españoles.
6.3.2
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Purépechas o tarascos
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La cultura purépecha o
tarasca floreció en el oeste de México desde comienzos del periodo posclásico
hasta la conquista española. En su capital, Tzintzuntzan, sobre el lago de
Pátzcuaro, se han encontrado las yácatas (templos circulares y
escalonados dispuestos en línea sobre un basamento rectangular). Se cree que
los purépechas fueron los primeros que trabajaron el metal en Mesoamérica. Es
probable que aprendieran las técnicas de la metalurgia gracias al comercio con
las civilizaciones de América Central y las andinas a través del océano
Pacífico. Los ornamentos de cobre, oro, bronce y otras aleaciones hechos por
los purépechas eran tan apreciados como sus trabajos con plumas y sus telas.
6.3.3
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Huastecas y totonacas
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En la época de la conquista
española, la cultura huasteca estaba asentada en la costa norte del golfo de
México, mientras que la costa central estaba ocupada por los totonacas, cuya
ciudad principal era Zempoala. Los huastecas eran conocidos por sus esculturas
en piedra y por trabajar las conchas con intrincados dibujos recortados.
Hacia el siglo X, los
mixtecos (habitantes del país de las nubes) provenientes de la altiplanicie,
penetraron en parte del territorio vecino de los zapotecas, en los valles de
Oaxaca, por medio de guerras o de matrimonios mixtos. Utilizaron Monte Albán
como necrópolis, o ciudad de los muertos, y se asentaron en ciudades
fortificadas como Yagul y Mitla, que fue un importante centro religioso. Las
edificaciones mixtecas están decoradas con unos mosaicos geométricos de piedra
que son característicos.
La pictografía (ejemplificada
en el códice Nuttall), los murales y la cerámica pintada de los mixtecos
demuestran la habilidad artística de esa cultura. También fueron los más
destacados en el trabajo de metalurgia en Mesoamérica, y la cerámica que se
hacía en Cholula al estilo mixteco-poblano era la más apreciada en México
durante los siglos XIV y XV. En las tumbas de Monte Albán han aparecido
ofrendas extraordinarias compuestas por vasijas de tecali (mármol),
copas de cristal de roca, collares, perlas, objetos de ópalo, ágata, jade,
ámbar, turquesa y elaborada joyería de filigrana de plata y oro. Los mixtecos
sobresalieron también en la decoración de máscaras, cuchillos ceremoniales y
otros objetos con incrustaciones de coral, conchas, turquesa, obsidiana y otras
piedras. Se especializaron en el labrado de la madera, destinado principalmente
a las complejas decoraciones de los átlatl (instrumento utilizado para
lanzar flechas) y en el tallado de los teponaztli (instrumentos
horizontales de percusión de forma cilíndrica y ahuecados), de uso ceremonial.
La última civilización
mesoamericana importante fue la de los aztecas, también llamados mexicas (de
donde proviene el nombre de México). Entre 1428 y 1521 los aztecas produjeron y
reunieron, a través de los tributos imperiales, objetos que hoy constituyen
algunos de los mejores ejemplos del arte precolombino que ha llegado hasta
nuestros días.
En la época de la conquista
española, el corazón del Imperio azteca era Tenochtitlan, ubicada donde está
hoy la ciudad de México, era probablemente la población más grande y una de las
más hermosas del mundo. Construida en el lago de Texcoco sobre islas naturales
y artificiales llamadas chinampas, la Gran Tenochtitlan se parecía en su
concepción a la ciudad italiana de Venecia. Las calles eran básicamente canales
y el medio principal de transporte eran las canoas. Hoy día, la plaza central
(el zócalo) de la capital mexicana se extiende encima del principal centro
ceremonial azteca. Excavaciones recientes, llevadas a cabo por arqueólogos
mexicanos en el templo Mayor de los aztecas, han sacado a la luz algunos de los
hallazgos arqueológicos más espectaculares de este siglo en México.
Los aztecas produjeron
esculturas exentas en piedra con carácter monumental. En ellas utilizaron tanto
expresiones abstractas como realistas para revelar el carácter interno y
externo de la divinidad, persona o animal retratados. La mayor parte de la
escultura en piedra se utilizó para la decoración arquitectónica y las
representaciones de dioses. También se empleó en los altares para sacrificios
humanos, en los cuauhxicalli (recipientes para la sangre y el corazón),
calendarios de piedra y otros objetos ceremoniales importantes. Ejemplos
ilustrativos de la monumentalidad de la escultura mexicana son la
extraordinaria figura de la diosa Coatlicue, símbolo de la dualidad que
caracterizaba las religiones mesoamericanas; el enorme disco labrado de la
Coyolxauhqui desmembrada y el universalmente conocido calendario azteca o
Piedra del Sol.
La calidad de la concepción
y ejecución de los códices aztecas es excepcionalmente alta. Sólo unos pocos
sobrevivieron a la destrucción de las bibliotecas mexicanas durante las guerras
que culminaron con la caída del imperio en 1521. Véase Arte azteca.
El florecimiento de las
culturas, como sucedió en Mesoamérica, va acompañado por el desarrollo de las
técnicas de cerámica que preceden a la evolución de las ciudades, no obstante,
en el área central andina la arquitectura monumental es anterior a las primeras
cerámicas hechas en la región.
Alrededor del 2500 a.C.
se construyeron túmulos ceremoniales de carácter monumental en Huaca Prieta, en
el Valle de Chicama, que está al norte de la costa peruana. En el mismo sitio
también fueron hallados tejidos de algodón de técnica muy evolucionada y
calabazas labradas con estilizados motivos geométricos. Otro emplazamiento del
periodo precerámico en la costa norte es Las Haldas, donde tal vez fueran
levantadas las primeras pirámides y basamentos de templos de toda América.
Estos fueron construidos con tierra y datan de alrededor del 1800 a.C. El
Paraíso o Chuquitanta, en la zona central de la costa peruana, es el lugar de
mayores dimensiones del periodo precerámico en el que se han realizado
excavaciones. Había varios complejos residenciales construidos con piedra y
arcilla, compuestos de habitaciones y terrazas superpuestas. En Kotosh, otro
centro importante del periodo precerámico, ubicado en la altiplanicie del norte
del Perú, se levantaron templos con terrazas en piedra revestida de arcilla y
decorados con relieves de manos cruzadas, realizados también en arcilla.
En el Perú se desarrollaron
dos culturas importantes durante el periodo preclásico, la de Chavín y la de
Paracas.
Entre aproximadamente
el 1200 y el 200 a.C., floreció en el norte del altiplano peruano, en el
centro ceremonial de Chavín, una civilización paralela en muchos sentidos a su
contemporánea mesoamericana de los olmecas. Ambas fueron importantes culturas
dentro de sus áreas arqueológicas, y ambas usaron imágenes felinas en sus
iconografías religiosas. Parece ser que la influencia artística de Chavín no se
extendió a través de conquistas sino por difusión religiosa y cultural. Pueden
encontrarse muestras de la influencia artística e iconográfica de la cultura
Chavín en emplazamientos que van desde Ecuador hasta el sur de la costa
peruana.
Chavín de Huantar está
compuesto por una serie de plataformas y templos con arcos saledizos en algunos
corredores. Los ejemplos más sobresalientes de escultura en piedra dentro del
área central andina se encuentran en Chavín de Huantar o en emplazamientos
relacionados con la cultura chavín como Cerro Blanco y Cerro Sechín. Sin
embargo, a diferencia de la cultura olmeca y otras culturas mesoamericanas, la
chavín y otras civilizaciones peruanas posteriores produjeron muy pocas
esculturas exentas en piedra o figurillas de barro. El relieve plano chavín
alcanzó su apogeo en el estilizado diseño rectilíneo de la estela conocida como
Raimondi, que debe su nombre al naturalista y profesor italiano Antonio
Raimondi, estudioso de Perú desde que llegó en 1849.
La vasija de asa de estribo,
o caño estribo (un recipiente cerrado que tiene un asa hueca en forma de U
coronada por un pico tubular), se originó probablemente en el norte del Perú y
se convirtió en la vasija más característica de la cerámica chavín. Al igual
que la olmeca, la buena cerámica chavín se hacía en enclaves alejados de los
principales centros ceremoniales. En Cupisnique, Chongoyape y Tembladera,
situados en los valles costeros del norte del Perú, se hacían vasijas de gran
calidad en forma de efigie, con diseños abstractos y realistas.
Con el desarrollo de la
metalurgia, la civilización chavín destacó en la elaboración de adornos
corporales en oro repujado. Las piezas más características son las placas
decorativas para adornar la ropa y las altas coronas cilíndricas con relieves
de tema mitológico que usaba la nobleza chavín.
Entre el año 900 y el
400 a.C. floreció otra civilización en la costa sur del Perú, la de
Paracas. La cultura de Paracas es conocida sobre todo por sus tejidos, que se
han conservado en perfecto estado gracias a la extrema aridez de la zona. Los
muertos eran amortajados con telas y enterrados en tumbas, en las que la
sequedad del aire momificaba los cuerpos. Dichas mortajas son de gran interés
arqueológico ya que las telas están bordadas, tejidas o pintadas de forma muy
elaborada con motivos felinos claramente relacionados con los de Chavín de
Huantar, en el altiplano. También se aprecia una clara influencia chavín,
especialmente en lo relacionado con la utilización de la iconografía felina, en
las vasijas con forma de efigie halladas en la necrópolis de Paracas (véase Tejidos
latinoamericanos).
El estilo general de los
objetos producidos en la región costera del sur del Perú se inclina más por los
motivos sencillos y angulares que se aprecian en los tejidos de Paracas, que
por el detallado realismo y las formas redondeadas de las esculturas de arcilla
y de metal características del arte de la zona norte peruana. Por lo tanto, la
decoración de la cerámica de Paracas es muy estilizada, con diseños realizados
mediante incisiones, y policromada con colores brillantes. Las vasijas suelen
ser de doble pico y base redondeada, en lugar de tener asa de estribo y fondo
plano como las de la costa norte.
El periodo clásico estaba
dominado por las culturas moche y Nazca, y posteriormente las culturas de
Tiahuanaco y las relacionadas con Huari.
La sociedad militarista
moche o mochica floreció entre los años 200 a.C. y 700 d.C. en la
costa norte de Perú. Toma el nombre del principal centro ceremonial y
administrativo de esta cultura, aunque también se la ha denominado mochica en
referencia a su lengua. La ciudad de Moche, una de las más antiguas y
monumentales concentraciones urbanas de Perú, se extendía alrededor de dos
grandes pirámides gemelas de adobe llamadas huaca del Sol y de la Luna.
A pesar de que la cultura
moche era una sociedad militar, poseía un gusto artístico muy refinado. En sus
tumbas se han hallado objetos de cerámica y orfebrería que superan en
delicadeza y perfección a los de otras regiones del área central andina.
La cerámica moche es una
de las más populares de Perú por su realismo y carácter escultórico que la
sitúa entre las más refinadas del periodo precolombino. Los llamados jarros
retrato, son recipientes en los que el ceramista ha modelado los rasgos
faciales y psicológicos de una persona. En otras piezas se representan escenas
de la vida religiosa y militar, pintadas en finos tonos siena y rojos sobre
fondo amarillo. La cerámica erótica moche es una de las más abundantes del
periodo precolombino. Se cree que tenía una finalidad ceremonial, y mediante
ella se establecía un verdadero código moral.
Los trabajos en metal
de los moches eran más elaborados y de una técnica más avanzada que los de
civilizaciones precolombinas anteriores. Los adornos corporales realizados con
oro, plata, cobre y aleaciones solían tener incrustaciones de turquesas y
lapislázuli. Los motivos eran geométricos y mitológicos, especialmente de la
deidad felina.
La cultura Nazca, del
sur de la costa peruana, en el valle del río Nazca, era casi coetánea de la de
los moches. Como sus predecesores, los paracas, los Nazca produjeron pocas
obras arquitectónicas pero destacaron en los tejidos y la cerámica de diseños
estilizados y colores brillantes, totalmente diferente a la del norte del Perú,
de diseño realista y colores sobrios. La cerámica Nazca es de exuberante
policromía y con diseños y decoración audaces. Ya no utiliza incisiones
profundas como la de Paracas y el color se aplica antes de la cocción y no
después de ella. Aunque tanto los moches como los Nazca hicieron vasijas en las
que combinaban elementos modelados y dibujados, los primeros preferían la
cerámica escultural y los segundos la pintada.
Uno de los vestigios más
enigmáticos del legado precolombino son las líneas dibujadas en el desierto de
Nazca. Conocidos como los dibujos zoomorfos, fueron realizadas arrancando las
piedras de la superficie oscura para dejar al descubierto un sustrato más
claro. Los dibujos representan, a una escala enorme, formas geométricas,
animales, pájaros y peces que sólo pueden apreciarse en su totalidad desde el
aire. Se asemejan a las imágenes pintadas de la cerámica Nazca y se cree que
probablemente tuvieran una función ceremonial o astronómica.
Tiahuanaco es un emplazamiento
boliviano próximo al lago Titicaca, en el sur del altiplano central andino, que
data de fecha tan temprana como el año 200 a.C. Aproximadamente entre el
200 y el 600 d.C., este complejo urbanístico se convirtió en el centro de
otra importante civilización del periodo preclásico.
El arte y la arquitectura
de Tiahuanaco concedían mayor importancia al hecho de que las obras fueran
austeras y perdurables. Los motivos decorativos y las imágenes religiosas son
de gran rigidez. Tanto las edificaciones como las esculturas se caracterizan
por su aspecto monolítico y monumental. La Puerta del Sol de Tiahuanaco, hecha
de un solo bloque de piedra y decorada con relieves de espléndida ejecución,
tiene 3 metros de altura y 4 de ancho, y debe su monumentalidad a la
grandiosidad del diseño. Diseminadas por toda la zona de Tiahuanaco hay
estatuas monolíticas antropomórficas que alcanzan alturas de más de 6 metros y
están decoradas con bajorrelieves. Fue una de las pocas culturas del área
central andina que utilizó la piedra de forma masiva en arquitectura, escultura
y objetos ceremoniales.
La civilización huari
(o wari), aunque tenía la misma religión e iconografía que la civilización de
Tiahuanaco, presentaba características socioeconómicas distintas.
Aproximadamente entre el año 750 y el 1000 el imperio huari puso fin al
regionalismo cultural en Perú, preparando así la unificación cultural del
periodo inca.
Al igual que la moche,
la huari era una sociedad guerrera que apreciaba el arte y el diseño. Las
culturas huari costeras (conocidas antaño como tiahuanacos de la costa)
produjeron tejidos de la más alta calidad. Muchos de los diseños, especialmente
el de los ponchos, eran abstracciones de los motivos pintados en la cerámica de
Tiahuanaco. Aunque menos refinada que ésta, la cerámica huari se caracteriza
por su solidez, lo audaz de sus diseños y la riqueza de la policromía.
Durante el periodo posclásico
la civilización más preeminente de la Sudamérica precolombina era la inca, sólo
comparable a la chimú.
Desde el año 1000, aproximadamente,
hasta el 1470, el norte de Perú estuvo dominado por los chimú. La capital
imperial, Chan Chan, estaba compuesta por grupos de edificaciones con paredes
de adobe que recuerdan los primeros asentamientos huari. Chan Chan es el
emplazamiento urbano más grande de la zona andina y una verdadera ciudad,
compuesta de diez o doce divisiones de planta octogonal, cada una de las cuales
contiene un recinto ceremonial, residencias, mercados, talleres, depósitos de
agua y de alimentos y jardines. Las edificaciones están decoradas con mosaicos
hechos con ladrillos de adobe o con bajorrelieves moldeados en un enlucido de
arcilla, que representan animales, pájaros y figuras mitológicas.
Aunque Chan Chan no estaba
fortificada, los chimú defendieron su imperio construyendo fortalezas en las
fronteras. Paramonga, que defendía la frontera sur, está considerada como una
obra de arte de ingeniería militar, al igual que la fortaleza de Sacsahuamán,
más allá de Cuzco.
La cerámica chimú se producía
principalmente usando moldes. Su característico color negro se obtenía
sofocando prácticamente la llama al reducir la cantidad de oxígeno del horno
durante la cocción. Se decoraba con relieves hechos en moldes y, después de
cocida, la superficie de la vasija se pulía para darle un reflejo plateado.
Los orfebres chimús producían
objetos mediante técnicas muy variadas como el martillado, de origen
colombiano, la soldadura o la cera perdida. Comparada con la cerámica, la
metalistería chimú resulta más original en lo que se refiere al diseño y
ejecución artística. Típicas de este trabajo son las máscaras, los antebrazos,
los collares, los aretes e los incluso vestidos con incrustaciones de oro.
Los tejidos ofrecen características
similares a los demás productos chimú en cuanto a calidad y cantidad.
Especialmente sobresaliente es el arte plumario y sus ponchos decorados con
plumas de pájaros tropicales estaban considerados como una de las vestimentas
más lujosas del periodo posclásico.
Desde su capital, Cuzco
o Cosco, en quechua ‘ombligo del mundo’, los incas dirigieron un imperio que se
extendía por el área central andina desde Ecuador hasta Chile. Ellos se
autodenominaban tahuantinsuyo, y el nombre de incas significaba en
quechua ‘señor’ o ‘alteza’. No sólo los objetos sino también toda la estructura
de la civilización inca sufrió una suerte similar a la de los aztecas de
México. El fervor religioso y la codicia por los metales preciosos son
responsables de la destrucción de gran parte de los objetos incas de oro y
plata, que fundidos y convertidos en lingotes, fueron embarcados rumbo a
Europa.
De todos modos, gracias
a que los españoles entablaron contacto directo con este pueblo americano, la
suya es la civilización de Sudamérica que mejor se conoce actualmente. Era un
pueblo guerrero del altiplano, cuyo arte y arquitectura se caracteriza por la
simplicidad de formas, la escasa decoración y la funcionalidad. Las
edificaciones incas, que presentaban una de las estructuras más logradas de
todo el periodo precolombino, estaban construidas con aparejo de piedra,
trabajada y engastada con gran precisión y sin ninguna decoración posterior.
Eran características las puertas y ventanas trapezoidales.
Los incas no produjeron
estatuas exentas de gran tamaño ni esculturas ornamentales. Las figurillas de
metal y las pequeñas vasijas de piedra ceremoniales con representaciones de
llamas y alpacas constituyen los ejemplos más destacados de su escultura.
La cerámica, al igual
que la chimú, se producía mediante moldes, aunque no era de tanta calidad. La
pieza más característica fue el aribalo, recipiente policromado para
transportar líquidos. Tanto en los textiles como en la metalurgia los incas
continuaron la tradición centroandina de alta calidad en el diseño y la
ejecución. Véase Arte y arquitectura incas.
En el sur de Centroamérica,
en Colombia y Ecuador, también se desarrollaron estilos artísticos y
arquitectónicos notables.
En Costa Rica y Nicaragua
se encuentran esculturas de piedra monumentales y de magnífica realización.
Además de las estatuas de dioses que reflejan la influencia mesoamericana, las
culturas de Centroamérica realizaron metates ceremoniales de piedra
(superficies para moler el maíz y otros granos) con diseños muy elaborados y
hachas ceremoniales de jade muy trabajado.
La metalistería, de amplia
difusión, refleja la influencia del norte de Sudamérica. Entre los ejemplos más
destacados se cuentan los objetos de adorno corporal de la cultura panameña de
Veraguas y la de Chiriquí, de Panamá y sur de Costa Rica.
Audaz en colorido y diseño,
la cerámica coclé de Panamá muestra un parecido sorprendente con los modernos molas,
o apliques invertidos, que los cuna de la cordillera de San Blas cosen en sus
telas, por sus dibujos de ritmo dinámico. La cultura chorotega produjo los
mejores jarros retrato policromados de toda Centroamérica en la península
costarricense de Nicoya.
En Colombia se han descubierto
pocos emplazamientos arquitectónicos. El yacimiento arqueológico más antiguo y
más extenso de la zona se halla ubicado en San Agustín, lugar en el que abundan
esculturas exentas en piedra, relacionadas muchas de ellas con el culto a
divinidades felinas. También hay templos y tumbas subterráneas. En
Tierradentro, se han hallado tumbas ricamente decoradas, excavadas en la roca.
En Tairona, en la zona del Caribe, hay restos de calles empedradas y cimientos
de casas circulares, también de piedra.
El trabajo del oro era
el arte mayor de Colombia. Las culturas de los calimas, quimbayas, taironas,
tolimas, sinues, darienes y chibchas o muiscas desarrollaron diferentes estilos
de trabajar los metales según cada región, así como diferentes piezas y
símbolos iconográficos. Aunque refleja la influencia centroandina, la
orfebrería colombiana suele ser más innovadora en sus técnicas y diseños.
La cerámica colombiana
rara vez alcanzó el nivel estético de la orfebrería, excepto en culturas como
la quimbaya, cuyas robustas figurillas y vasijas de barro eran de tan alta
calidad como los objetos que hacían en oro.
En Ecuador se encuentra
una cerámica de mejor calidad que en Colombia. Los expertos no se ponen de
acuerdo sobre si la cerámica más antigua del hemisferio occidental procede de
la zona de Valdivia (c. 3000 a.C.) en Ecuador o de Puerto Hormiga en
la costa septentrional de Colombia, que es de la misma época. En Chorrera,
Guangala, Bahía, Jama Coaque, La Tolita, Mantano y Carchi se elaboraron
figurillas y jarros retrato.
Apenas se hallan restos
de esculturas de piedra, ni exentas ni integradas en la arquitectura. Los
mejores ejemplos se encuentran en los bajorrelieves de Manta, en Cerro
Jaboncillo. También de este periodo (850-1500 d.C.) son las banquetas manabí,
unos asientos de piedra en forma de V cuyo pie está formado por una figura de
jaguar o atlante, son los objetos en piedra más característicos de Ecuador.
Existen, asimismo, buenos ejemplos de trabajos en metal.
En la cuenca amazónica
se han encontrado objetos de cerámica en diversos yacimientos arqueológicos, y
en la zona del Caribe los arawak y los taínos desarrollaron una cultura y un
arte propios.
La mayor parte del arte
amazónico se realizaba con materiales perecederos como la madera, las plumas y
las fibras vegetales. La cerámica precolombina más importante de esta región se
ha encontrado en Brasil, en el delta del río Amazonas. En Santarém se han
descubierto vasijas que datan de 1250 al 1500 d.C. aproximadamente, con
elaboradas formas figurativas. De los túmulos fechados entre el año 1000 y el
1250 de la isla de Marajó se han extraído objetos de cerámica pintada,
decorados con incisiones y complicados dibujos, así como enormes urnas
funerarias. En la isla de Maracá se han encontrado jarros retrato de hombres
sentados.
La mayor parte de los
objetos precolombinos de la zona caribeña proceden de las islas antillanas de
Puerto Rico, Jamaica, Haití y República Dominicana. Estas islas estaban
habitadas principalmente por los arawak, procedentes de la desembocadura del
río Orinoco en Venezuela. Por esa razón su arte está íntimamente relacionado
con el del norte de Sudamérica. Los arawak se establecieron en Puerto Rico
alrededor del 200 d.C. y su cultura perduró hasta la conquista española.
Los objetos característicos de este pueblo están hechos de hueso, madera y
piedra. Incluyen espátulas para provocar el vómito como purificación por
motivos religiosos, dijos o bancos ceremoniales de madera tallada para
los sacerdotes o jefes, y los cemíes o trigonolitos, piedras
triangulares labradas con figuras de animales o seres humanos que representan a
los dioses más importantes y espíritus de la naturaleza. Dentro de la cerámica
aparecen vasijas decoradas con incisiones que forman dibujos geométricos y
jarros antropomorfos.
El complejo arquitectónico
de mayor monumentalidad se encuentra en Utuado, Puerto Rico, donde hay un
trazado de diez manzanas delimitado por piedras con incisiones, lo cual indica
que el tlachtli, juego ceremonial de pelota mesoamericano, procedente de
México, se había introducido allí.