Arte indio





El invento del:
Arte indio

Siva, señor de la danza
Siva, señor de la danza

Esta escultura de bronce (1000 d.C.) que representa a Siva como Nataraja (Señor de la Danza) es una de las numerosas esculturas que de este dios hindú se realizaron en la India durante el gobierno de la dinastía Chola (siglos X-XIII). Muestra a Siva danzando dentro de un círculo de fuego. Una de sus manos sostiene una llama, mientras que la otra golpea un tambor. Su pie descansa sobre el demonio de la ignorancia.

Arte indio, arte y arquitectura del subcontinente indio desde el III milenio a.C. hasta nuestros días. Se caracteriza por un gran sentido del dibujo, patente tanto en sus formas modernas como en las tradicionales. La cultura india suele manifestar la voluptuosidad con una libertad de expresión poco habitual en Occidente.
El arte de la India debe ser comprendido y juzgado en el contexto de las pretensiones y necesidades ideológicas, estéticas y rituales de su civilización. Estas pretensiones tomaron forma ya en el siglo I a.C. y han hecho gala de una notable tenacidad a lo largo de los siglos. La visión hindú-budista-jainí del mundo depende de la resolución de la paradoja central de toda existencia, según la cual el cambio y la perfección, el tiempo y la eternidad, la inmanencia y la trascendencia funcionan como partes de un único proceso. En esta situación no se puede separar a la creación del creador, y el tiempo debe ser entendido sólo como una matriz de la eternidad. Este concepto, aplicado al arte, divide el universo de la experiencia estética en tres elementos distintos, aunque relacionados entre sí: los sentidos, las emociones y el espíritu. Estos elementos dictan las normas para la arquitectura, como un instrumento para cerrar y transformar el espacio, y para la escultura, en su volumen, plasticidad, modelado, composición y valores estéticos. En lugar de representar la dicotomía entre la carne y el espíritu, el arte indio, por medio de una sensualidad y voluptuosidad deliberadas, funde ambas a través de un complejo simbolismo que, por ejemplo, trata de transformar la carnosidad de un cuerpo femenino en un misterio perenne de sexo y creatividad, en el cual la momentánea esposa se revela como la madre eterna.

Cabeza de Buda

Cabeza de Buda

Esta cabeza de estuco de Buda, de Gandhara, antigua región de India y actualmente en su mayor parte en Pakistán, muestra claras influencias griegas. El arte de Gandhara estuvo influenciado por su contacto con Grecia y otros países occidentales después de que Alejandro Magno conquistara la India en el siglo IV a.C. Este contacto alentó el desarrollo de una escuela de escultura greco-budista que llegó a su máximo esplendor en el siglo II.

El artista indio utiliza de forma acertada algunos motivos, como la figura femenina, el árbol, el agua, el león y el elefante, en una composición determinada; aunque el resultado sea a veces inquietante en lo relativo a los conceptos, en lo que se refiere a la vitalidad sensual, el sentido de lo terrenal, la energía muscular y el movimiento rítmico permanecen inconfundibles. Todos los elementos que conforman la pintura india, como la forma del templo, los contornos de los cuerpos de los dioses hindúes, la luz, la sombra, la composición y el volumen están encaminados a glorificar el misterio que resuelve el conflicto entre la vida y la muerte, entre el tiempo y la eternidad.

Gran stupa de Sanchi

La gran stupa de Sanchi, en el estado de Madhya Pradesh, India central, fue construida entre el siglo III a.C. y principios del siglo I d.C. El sólido templo está rodeado por un muro de piedra con toranas (puertas) en los cuatro lados. Los devotos rodean la cúpula que representa a la montaña del mundo. El recinto de cuatro lados o harika en la cima de la cúpula representa a los cielos, y rodea al yasti, o espiral con tres chatras (discos) que aluden a los ejes del Universo.

El arte indio manifestado en la arquitectura, la escultura, la pintura, la joyería, la cerámica, la metalistería y los tejidos se extendió por todo Oriente con la difusión del budismo y del hinduismo y ejerció una gran influencia sobre el arte de China, Japón, Myanmar, Tailandia, Camboya y Java. Estas dos religiones, con sus ramificaciones, predominaron en la India hasta que el islam cobró fuerza entre los siglos XIII y XVIII. La religión musulmana prohíbe la representación de la figura humana en los contextos religiosos, por lo que la decoración pasó a representar motivos geométricos.
2
ARQUITECTURA
La primera muestra de arquitectura india fue la construcción de edificios de ladrillo, al tiempo que se levantaban estructuras de madera. Estas últimas fueron desapareciendo a lo largo de los siglos, pero fueron imitadas por construcciones de piedra que aún siguen en pie.
2.1
Estilos primitivo indio y primitivo budista
Los restos arquitectónicos más antiguos de la India son los edificios de ladrillo quemado encontrados en las ciudades de Mohenjo-Daro y Harappa (actual Pakistán), que datan de c. 2500-1750 a.C. El subsiguiente periodo védico, que antecede al comienzo de los estilos históricos, está representado por los túmulos funerarios de Lauriya Nandangarh, en el estado de Bihar, y por las tumbas excavadas en la roca de Malabar, estado de Kerala.
La época clásica primitiva comenzó hacia el año 250 a.C. durante el reinado del monarca Asoka (273-232 a.C.), quien prestó al budismo el patrocinio imperial y, en consecuencia, la mayoría de los monumentos que se construían en la época estaban relacionados con esta religión. La construcción budista característica es la stupa, o templete para reliquias en honor de Buda. Su forma más corriente es semiesférica, dispuesta sobre uno o varios pisos de basamento circulares o cuadros. La stupa es una construcción absolutamente maciza, recubierta de piedra. En la cima de la cúpula se encuentra una superestructura rectangular a modo de balaustrada (harika), que tiene encima una columna o mástil que sostiene de tres a nueve parasoles. En torno al recinto de la stupa se alza una balaustrada de piedra (vedika), con portales (toranas) en cada uno de los puntos cardinales. Las reliquias, que se depositaban en un relicario, se guardan en el interior de la stupa, donde también se depositaban ofrendas de oro, joyas y monedas. El mejor ejemplo de estas estructuras destinadas a presentar a Buda como el eje y señor del mundo es la de Sanchi, que fue comenzada por el emperador Asoka y ampliada en épocas posteriores.
Otro tipo de monumento búdico son los chaitya o templos rupestres. La construcción de esas salas de culto se extiende entre el siglo III a.C. y el siglo I d.C. El término chaitya designaba en un principio todo lugar sagrado o de culto. Pero posteriormente se llamó así a los santuarios budistas, excavados en las paredes de la roca en colinas solitarias dedicadas a tal uso. En los detalles arquitectónicos, como capiteles y molduras, se aprecia la influencia de los estilos procedentes de Oriente y de Grecia. En el estado de Mahārāshtra hay numerosos ejemplos, como el de Karli (principios del siglo II), con su fachada primorosamente esculpida y la nave formada por un túnel abovedado, y varios templos y monasterios en Ajanta y Ellora.
2.2
Estilos jainí e hindú

Templo Jaya Sthamba, Ranakpur
El templo jainí de Jaya Sthamba, Ranakpur, tiene unas torres o sikharas talladas cuidadosamente en piedra con florones en sus extremos superiores. La decoración de los templos jainíes, junto a la miniatura, constituye una de las cumbres del arte indio.

A partir del siglo V se produjo el ocaso del budismo con el auge del hinduismo y el jainismo. Los estilos inherentes a estas dos religiones se mezclaron para dar lugar a los elaborados motivos que constituyen el distintivo de la arquitectura india y que aparecen tallados repetidamente formando cenefas. Los jainíes solían hacer construcciones gigantescas coronadas por cúpulas puntiagudas construidas a base de ménsulas de piedra escalonadas. Han aparecido restos diseminados en lo alto de colinas muy separadas unas de otras en tres estados, en la colina de Parasnath, en Bihar, en el monte Abu, en Rājasthān, y en Satrunjaya, en Gujarāt. En las colinas se congregaban numerosos templos pequeños, siendo uno de los grupos más antiguos el del monte Abu. Entre las torres conmemorativas del estilo jainí destaca la Jaya Stambha, o torre de la Victoria, de nueve pisos, ricamente ornamentada.
El estilo hindú está estrechamente relacionado con el jainí. Se divide en tres categorías generales: el septentrional, que abarca desde el año 600 hasta la actualidad; el central, desde el 1000 hasta el 1300; y el meridional, o dravidiano, desde 1350 hasta 1750. En los tres periodos el estilo está marcado por el exceso de ornamentación y por los tejados piramidales. Las cúpulas en espiral se terminan en delicados florones. Otros rasgos que caracterizan este estilo arquitectónico son las complicadas gopuras, o puertas de gran tamaño, y los choultries, o salones ceremoniales. Cabe destacar los templos del sur, en Belur y en Halebid, Tiruvarur, Thanjavur y Ramesvaram en el estado de Tamil Nadu; los del norte, en Benarés de Uttar Pradesh y el templo del Sol en Konarak, en el estado de Orissa.
2.3
Estilo indo-islámico

Taj Mahal, Āgra
El Taj Mahal, levantado en el siglo XVII como tumba para la esposa de un emperador mogol, fue construido en Āgra, una ciudad del norte de la India, entre 1632 y 1643 por aproximadamente 20.000 trabajadores. La estructura cupulada fue realizada en el estilo indoislámico, utilizando mármol blanco con piedras preciosas incrustadas. En cada uno de sus lados destaca un minarete (torre de oración), y sus muros exteriores están decorados con pasajes del Corán, libro sagrado musulmán. Los cuerpos del emperador y su esposa permanecen en un panteón bajo el edificio.

La arquitectura islámica de la India abarca desde el siglo XIII hasta nuestros días. Llegó de la mano de los primeros conquistadores musulmanes y pronto perdió su pureza original incorporando elementos de la arquitectura autóctona, como los patios rodeados de columnas, los balcones sujetos por ménsulas y, sobre todo, la decoración. El islam, por su parte, aportó la cúpula, los motivos geométricos, los mosaicos y los minaretes. A pesar de las diferencias conceptuales fundamentales, ambos estilos arquitectónicas se fundieron de forma armónica y dieron lugar a nuevos estilos regionales.

Fatehpur Sikri
Construido en su totalidad en arenisca roja, el palacio de Fatehpur Sikri está considerado como uno de los mejores ejemplos de arquitectura mogola que existen actualmente. La ciudad, fundada en 1570 por el emperador mogol Akbar, fue declarada, en 1986, Patrimonio de la Humanidad.

El estilo indo-islámico se suele dividir en tres fases: el pathan, el provincial y el mogol. Como ejemplo de construcciones del pathan primitivo cabe destacar las de piedra de Ahmadābād, en el estado de Gujarāt, y las de ladrillo en Gaur, en el estado de Bengala Occidental. Estas estructuras se acercan mucho a los modelos hindúes, pero son más simples y no hay estatuas de figuras humanas. La cúpula, el arco y el minarete son características constantes de este estilo, al que pertenece el famoso mausoleo de Gol Gunbad (1660), en Bijapur, estado de Mysore, cubo perfecto sobre el que se alza una cúpula que tiene un diámetro de 43 m, casi como el de la basílica de San Pedro de Roma. Destaca también la torre de cinco pisos, de piedra y mármol, llamada el Qutb-Minar (siglo XII), de Delhi.

Qutb Minar, Delhi
Al sur de la ciudad india de Delhi destaca esta torre de cinco pisos, de piedra y mármol, llamada Qutb Minar, construida en el siglo XII.

El estilo provincial reflejaba la permanente rebelión de las provincias contra el estilo imperial de Delhi. El mejor ejemplo de esta fase se encuentran en Gujarāt, donde, durante casi dos siglos, las sucesivas dinastías erigieron monumentos de diferentes estilos, hasta 1572, fecha en que el emperador Akbar conquistó por fin la región. Las construcciones más notables de esa etapa se encuentran en la capital, Ahmadābād, destacando la mezquita de Jama Masjid (1423), única en la India, de inspiración musulmana pero puramente hindú en cuanto a la disposición de las tres naves, las casi 300 columnas y a la decoración.
La fase mogol del estilo indo-islámico, entre los siglos XVI y XVIII, fomentó el uso de materiales lujosos, como el mármol. El ejemplo culminante de este estilo es el mausoleo del Taj Mahal, en Āgra. Está coronado por una cúpula y realizado en mármol blanco con incrustaciones de piedras preciosas y fue construido entre 1632 y 1643 por el emperador mogol Sha Jahan para albergar los restos de su amada esposa. Se levanta sobre una plataforma adornada por cuatro esbeltos minaretes y se refleja en un estanque poco profundo. A este estilo pertenecen también la mezquita de la Perla, en Āgra, estado de Uttar Pradesh, las fortalezas de los palacios de Āgra y Delhi y las grandes mezquitas de Delhi y de Lahore (actual Pakistán).
2.4
Estilos modernos
A partir del siglo XVIII, la construcción de grandes edificios en la India ha mantenido las formas indígenas históricas o bien se ha regido por los modelos europeos introducidos por los británicos. Entre los edificios públicos, fábricas, hoteles y edificios de viviendas hay numerosas muestras de los estilos occidentales de los siglos XVIII, XIX y XX. El ejemplo más notable de arquitectura moderna lo constituye la ciudad de Chandīgarh, capital conjunta de Haryāna y Punjab, diseñada por el arquitecto francés de origen suizo Le Corbusier en colaboración con arquitectos indios. El trazado general de la ciudad quedó terminado a principios de la década de 1960 y el conjunto arquitectónico presenta características notables, de las que destacan: la estructura abovedada, rematada por un tejado de hormigón en forma de paraguas, que constituye el palacio de Justicia; la disposición de cubos de hormigón rematados por una sombrilla del mismo material, que es el palacio del Gobernador, y el uso de salientes, huecos, torres de escaleras y otros elementos de contraste para romper la monotonía de las largas fachadas del edificio de las oficinas, que miden 244 metros. La moderna arquitectura india ha incorporado los estilos occidentales adaptándolos a las tradiciones y necesidades locales, como ha ocurrido en la estación de ferrocarril de Alwar, en el estado de Rājasthān.
3
ESCULTURA
La escultura prehistórica primitiva se realizaba en piedra, arcilla, marfil, cobre y oro.
3.1
Periodo primitivo
En el valle del Indo, entre los restos de los edificios de ladrillo quemado de Mohenjo-Daro, han aparecido objetos del III milenio a.C. entre los que hay figuras de alabastro y mármol, figurillas representando a diosas desnudas y animales en terracota y loza fina, un modelo de una carreta en cobre y numerosos sellos cuadrados de marfil y loza con animales y pictografías. La similitud de estos objetos con las obras de Mesopotamia en cuanto a los temas y a las formas estilizadas indica la existencia de una relación entre las dos culturas y un posible origen común (véase Arte y arquitectura de Mesopotamia). No hay pruebas de que hubiera contactos con la cultura de Oriente Próximo en la época védica y posterior. A la fase más antigua de este periodo pertenece una figurilla de oro, del siglo IX, que representa a una diosa, y que ha sido encontrada en Lauriya Nandangarh. Entre los objetos posteriores, pertenecientes al periodo en torno al 600 a.C. hay discos de piedras pulidas y ornamentadas, y monedas que representan diferentes tipos de animales y símbolos religiosos.
3.2
Escultura budista
Con la llegada del budismo en el siglo III a.C. tiene lugar la evolución de una arquitectura monumental en piedra, que se complementa con escultura en bajo y altorrelieve. La figura de Buda no estaba presente en el arte primitivo indio y se recurría a símbolos y a escenas de su vida, a representaciones de deidades budistas y de leyendas edificantes. En aquella época —como a lo largo de toda la historia de la escultura— las figuras y la ornamentación se disponían en complicadas composiciones. Los monumentos más destacados de este periodo son los capiteles con formas de animales de los pilares de arenisca para los edictos del rey Asoka, y las barandillas de mármol que rodean las stupas de Bharhut, en Madhya Pradesh, cuyos relieves parecen estar comprimidos entre la superficie y el fondo. También son notorias las puertas de la stupa de Sanchi (construida entre el siglo III a.C. y el I d.C.), cuyos relieves tienen la delicadeza y la minuciosidad del tallado en marfil.
En el noroeste de la India, en una región que antaño se llamaba Gandhara y que ahora comprende Afganistán y parte del Punjab, surgió una escuela de escultura greco-budista que combinaba la influencia de las formas griegas con los temas budistas y que alcanzó su auge en el siglo II de nuestra era. Aunque el estilo Gandhara influyó notablemente en la escultura del Asia central, e incluso de China, Corea y Japón, no tuvo ninguna repercusión en el resto de la India, si bien es probable que sus obras llegaran a Mathura, hoy en Uttar Pradesh, donde se desarrolló una importante escuela de escultura entre los siglos II a.C. y VI de nuestra era. Los vestigios de las obras tempranas pertenecientes a esta escuela denotan también una estrecha relación con el estilo escultórico de Bharhut. Más tarde, en los siglos I y II, la escuela de Mathura desechó los antiguos símbolos de Buda y empezó a representarle con figuras reales; esta innovación fue adoptada en las sucesivas fases de la escultura india.
En el periodo gupta, que abarca desde el año 320 hasta más o menos el 600, se realizaron figuras de Buda con líneas claramente definidas y depurados contornos, envueltas en vestiduras diáfanas que se pegaban al cuerpo como si estuvieran mojadas. Estas figuras eran frecuentemente de gran tamaño.
3.3
Escultura hindú
Durante el periodo gupta se produjo también el desarrollo de la escultura hindú. Se tallaron relieves para adornar los santuarios excavados en la roca de Udayagiri, Madhya Pradesh (400-600) y los templos de Garhwal, cerca de Allahābād y Deogarh. Numerosas escuelas florecieron entre el siglo VII y el IX. A ellas pertenecen el estilo de Pallavas, de alto nivel arquitectónico, buen ejemplo del cual es la obra de Kānchipuram, Tamil Nadu; el estilo Rastrakuta, cuyas mejores muestras son un colosal relieve y el busto de tres cabezas de Siva con forma de elefante, cerca de Bombay, y el estilo Cachemira.
Desde el siglo IX hasta la consolidación del poder musulmán a principios del siglo XIII, la escultura india fue poco a poco volviéndose hacia formas lineales, más de contornos pronunciados que de volúmenes. Cada vez se utilizaba con más frecuencia como decoración, subordinándola al entorno arquitectónico. Era rica en intrincados detalles y se caracterizaba por figuras de múltiples brazos sacadas del panteón de los dioses hindúes y jainíes, que venían a sustituir a las sencillas figuras de los dioses budistas, y a la multiplicidad de formas había que añadir la importancia del dominio técnico.
La escultura de aquella época procedía de tres zonas: del norte y el este, de Rajputana (actualmente parte de los estados de Gujarāt, Madhya Pradesh y Rājasthān) y de las regiones sur-centro y occidentales. Bihar —sobre todo el monasterio y la universidad de Nalanda— y Bengala eran el centro de una de las principales escuelas de la zona del norte y del este bajo la dinastía Pala (750-1200). Se utilizaba sobre todo la pizarra negra, y los temas, aún budistas al principio, fueron adquiriendo paulatinamente el carácter hindú. La escuela de Orissa realizaba obras típicamente hindúes, entre las que se cuentan los elefantes y los caballos monumentales y los frisos eróticos del templo del Sol en Konarak. El estilo local de Rajputana queda patente en el templo de arenisca de Khajuraho, literalmente cubierto de esculturas hindúes. Las escuelas centro-meridionales y occidentales produjeron notables obras en Mysore, Halebid y Belur. Los templos se embellecían con frisos, pilares y ménsulas tallados en fina piedra oscura.
Cuando los musulmanes se hicieron con el poder en el siglo XIII, adoptaron muchos de los motivos nativos para sus ornamentaciones. Las tradiciones se han mantenido hasta la época actual, sobre todo en el sur, donde el arte aún conserva su pureza indígena.
4
PINTURA

Radha y Krishna en un pabellón
Radha y Krishna en un pabellón (c. 1760) es un ejemplo del estilo de la miniatura india predominante entre los siglos XVI al XIX. La miniatura está llena de simbolismo y el uso del espacio plano y el tipo de dibujo están claramente influenciados por el estilo de la miniatura persa anterior. Esta pieza, procedente de la India, representa la historia tradicional del dios Krishna con su amante Radha.

En dos localidades se conservan restos de pinturas indias anteriores al año 100 de nuestra era. Los fantásticos murales de las cuevas de Ajanta cubren el periodo comprendido entre los años 200 a.C. y 650 d.C. Los más antiguos representan figuras indígenas de noble aspecto y fuerte sensualidad. Las pinturas de la cueva de Jogimara en Orissa pertenecen a dos periodos, al siglo I a.C. y a la época medieval, las primeras de dibujo más vigoroso y mejor calidad que las segundas.
En el periodo gupta se alcanzó la fase clásica del arte indio, a la vez sereno y enérgico, espiritual y voluptuoso. El arte era el medio explícito de dar a conocer los conceptos espirituales y, por medio de la pintura sobre rollos, se representaba la recompensa del bien y las hazañas del maligno en el mundo. En tres de las cuevas de Ajanta se conservan pinturas pertenecientes a este periodo, entre las que hay representaciones de budas, mujeres dormidas y escenas de amor. En Bamian, Afganistán, se ha encontrado otro grupo de murales budistas en los que queda patente la destreza de los artistas para representar cualquier postura humana. Los temas van desde lo sublime a lo grotesco y denotan una fuerza enfática y apasionada. Las pinturas de la primera y segunda cuevas de Ajanta datan de principios del siglo VII y tienen un estilo muy similar a las del periodo gupta. Representan bacanales del género que se repite en el arte budista desde el periodo Kusana en adelante. Igualmente interesantes son las pinturas de Jain Pallava (siglo VII) descubiertas recientemente en una capilla rupestre de Sittanavasal, en el estado de Tamil Nadu. En Ellora se han encontrado restos de murales de finales del siglo VIII, cuyos temas, como un jinete cabalgando sobre un león y parejas de figuras flotando entre las nubes, se anticipan a los temas característicos del estilo medieval.
Los únicos documentos pertenecientes a la escuela de Pala (750-1200) que se conservan son dos manuscritos ilustrados realizados en hojas de palma (Biblioteca de la Universidad de Cambridge, Reino Unido), de principios y de mediados del siglo XI respectivamente, con un total de 51 miniaturas, que representan divinidades budistas y escenas de la vida de Buda. Se trata evidentemente de réplicas de composiciones tradicionales.
En Lalitpur, Gujarāt, se conserva un Kalpa Sutra (manual de liturgia religiosa) del año 1237, ilustrado en hoja de palma. La gran variedad de escenas representadas aporta un valioso testimonio de los usos, costumbres y vestidos de la cultura de Gujarāt, cuya pintura era una continuación del estilo primitivo occidental indio; los frescos de Ellora representan una etapa intermedia de desarrollo.
La pintura rajputa floreció en Rajputana, Bundelkhand (actualmente parte de Madhya Pradesh), y en el Punjab entre los siglos XVI y XIX. Se basaba en la iluminación de manuscritos con motivos decorativos planos, de brillantes colores, que se parecían a la pintura persa y mogola del mismo periodo. Es una pintura popular refinada y lírica que ilustra las epopeyas hindúes tradicionales, sobre todo la vida del dios Krishna.
La pintura mogola, derivada de la sofisticada tradición persa, era un arte cortesano patrocinado por los emperadores. Reflejaba un interés exclusivo por la vida seglar y se basaba esencialmente en el retrato y en la crónica histórica. Los manuscritos o las hojas de álbum sueltas están realizados con un detalle realista de gran precisión y denotan la influencia occidental. Las obras iban firmadas por sus autores, de los que se conocen hasta 100 nombres.
Hacia finales del siglo XIX la pintura tradicional india estaba desapareciendo; los artistas se limitaban a copiar los estilos occidentales, ya que bajo el mandato británico se habían empezado a filtrar las influencias europeas. A principios del siglo XX se reavivó el interés por los estilos antiguos (estimulados por los estudios arqueológicos que se habían iniciado en la India a mediados del siglo anterior). Surgieron centros artísticos en Bombay, y sobre todo en Bengala, donde muchos artistas se adhirieron a la Escuela de Arte de Calcuta y a Visva-Bharati, la universidad fundada en 1921 por el poeta y pintor Rabindranath Tagore para reconciliar las tradiciones indias y occidentales. Se practicaban multitud de estilos desde los de Ajanta, rajputa y mogol hasta el impresionismo, el postimpresionismo y el surrealismo. Algunos artistas, entre los que se contaba Nandolol Bose, se inspiraron en el arte de Ajanta; otros, como Jamini Roy, encontraron su fuente de inspiración en el arte popular bengalí. Hacia mediados del siglo XX, la pintura india había adquirido aroma internacional y los artistas indios utilizaban diferentes lenguajes en sus obras.
5
JOYERÍA, CERÁMICA Y TEXTILES
La joyería es, entre las artes decorativas indias, la más bella y la que más interés despierta universalmente. Las técnicas de la filigrana y del granulado, que desaparecieron en Europa después de la caída del Imperio romano y que no volvieron a emplearse hasta su introducción por los árabes en el siglo XV, no se han perdido nunca en la India.
Las características especiales que distinguen la mejor cerámica india son la estricta subordinación del color y de la ornamentación a la forma, y la repetición de formas naturales en la decoración. En toda la India se trabaja la cerámica sin vidriar, aunque en varias provincias se fabrican distintas variedades de piezas decorativas, con fines comerciales, pintadas, doradas y vidriadas. Los azulejos vidriados que se pusieron de moda con la conquista musulmana, después del siglo XI, ofrecen un exquisito colorido y bellas combinaciones. En la rama de la metalistería artística destacan las armas y pertrechos de los militares de alta graduación.
Cachemira es notable por sus chales de lana de rico colorido; Surat, en Gujarāt, es famosa por sus sedas estampadas; y Ahmadābād y Vārānasi (antes Benarés), junto con Murshidabad, en Bengala Occidental, producen suntuosos brocados. India ha destacado siempre por sus tejidos de seda y de algodón, estampados y bordados, y por sus tapices.

Arte inca





El invento del:
Arte inca

Vista aérea de Machu Picchu
En esta imagen podemos vislumbrar en todo su esplendor el conjunto arquitectónico de Machu Picchu. Este reducto del Imperio inca, acerca de cuya historia se desconocen muchos datos, pervivió aislado tras la invasión española gracias a la inaccesibilidad que le proporcionaban las altas cotas de la cordillera andina en las que estaba ubicado. La foto muestra la distribución urbanística de esta antigua ciudad, de la que han pervivido restos de más de 150 edificios que incluyen desde viviendas hasta centros religiosos en los que sus habitantes adorarían a las distintas divinidades incaicas.

Arte inca, supuso el momento culminante de un largo proceso social y político que se había iniciado varios milenios antes. Más que un conjunto de formas innovadoras, sus manifestaciones artísticas supusieron una continuidad con las tradiciones anteriores, siendo las más elaboradas los textiles, la orfebrería, el trabajo en piedra y la cerámica. A partir de una experiencia local modesta, los incas desarrollaron un arte sencillo al que fueron incorporando las técnicas y la habilidad de los pueblos conquistados. Respondiendo a las necesidades derivadas de un Estado tan complejo como el inca, sus manifestaciones artísticas se convirtieron en un arma propagandística de una gran importancia.
2
ARQUITECTURA
Al margen de las obras agrícolas, los incas desplegaron una intensa actividad constructiva que perseguía objetivos políticos, de conquista y de unificación.
2.1
Características
La arquitectura inca fue fundamentalmente lítica, pero con su pragmatismo se adaptaron en la costa a las formas tradicionales de la construcción con adobe. Los paramentos de piedra se diferencian según la finalidad de la construcción y el tipo de material empleado. Por ejemplo, los muros de corrales y de habitaciones campesinas se realizaban con piedra sin trabajar, superpuestas y ajustadas con piedrecillas; es la pirca. Se cubrían con techos a dos aguas de ichu, la hierba dura de la puna, sostenido por un armazón de palos.
Para la gran arquitectura se utilizaban piedras seleccionadas y bien talladas. Para fortalezas se prefería el aparejo poligonal, trabajando cada piedra de forma individual para que sus ángulos encajasen perfectamente con los de sus vecinas. En las bases de estos muros aparecen verdaderas piedras ciclópeas, de varias toneladas de peso, cuyo ejemplo más conocido es la fortaleza del Sacsahuamán.
Los palacios y edificios religiosos se hacían con piedras regulares, colocadas en perfectas hiladas horizontales que presentan siempre un aspecto completamente liso al exterior. En los muros curvos el ajuste y la colocación de las piedras seguía siendo perfecto, sin haber el menor resquicio entre las mismas. El acabado final se conseguía por frotamiento de arena humedecida. Un tipo de aparejo muy característico es el de piedras almohadilladas, utilizado tanto para andenerías de cultivo como para edificios, que bajo la dura luz del altiplano produce un interesante efecto visual.
Los edificios incaicos tienen además otra serie de características peculiares que le confieren un estilo inconfundible. Los muros se hacían siempre con un ligero talud, que proporciona un cierto aspecto macizo. Los vanos tienen forma trapezoidal y en el interior de las habitaciones aparecen nichos u hornacinas de la misma forma. A pesar de la magnificencia de los muros líticos, los tejados se techaban con madera, hasta el templo mayor del Cuzco se cubrió así.
2.2
Urbanismo

Pisac
En el departamento peruano de Cuzco, en el este de la cordillera Vilcabamba, se encuentran las ruinas de la antigua ciudad-fortaleza inca de Pisac, parte de las cuales aparecen en esta imagen.

El urbanismo inca encuentra su mejor ejemplo en su capital: el Cuzco. Fue remodelada por Pachacutec Inca Yupanqui a mediados del siglo XV. La ciudad se estructura sobre la base de dos diagonales que se cruzan en la plaza central formando así cuatro barrios. Del centro de la ciudad partían las rutas que conducían a las cuatro regiones del Imperio. En el norte dominaba la fortaleza del Sacsahuamán, donde residía el centro político-militar del Estado y cuyo plano se ha identificado con la cabeza de un puma o de un halcón con las plumas erizadas, mientras que el resto de la ciudad sería el cuerpo del animal. La asociación del felino con el halcón se remonta a tiempos formativos y responde a una interpretación simbólica del espacio.
El otro gran ejemplo fue la ciudad de Machu Picchu, quizá la que ha generado más literatura. Se adhiere a una escarpada cima montañosa bajo la protección de un elevado pico, el Huayna Picchu. Se encuentra situada en una curva del río Urubamba, rodeada de precipicios que caen verticalmente. Terrazas, palacios, recintos sagrados, habitaciones, forman un impresionante conjunto que, a pesar de haber sido sometido a una feroz reconstrucción turística, sigue conservando un aspecto imponente y majestuoso.
Como ejemplo impresionante en el que el urbanismo se conjuga con un imponente escenario natural es el de las andenerías de Pisac. Situada en una escarpadura rocosa perpendicular al valle del río Vilcanota, forma un gigantesco conjunto de terrazas colgantes a gran altura, junto con palacios, fortificaciones, reservorios de agua y templos.
Los palacios cuzqueños son innumerables y constituyen, hoy día, los cimientos de la ciudad colonial. Destaca también en ellos la perfección y sobriedad de su construcción, reduciéndose los elementos decorativos a los típicos nichos y a algunas decoraciones en relieve de pumas y serpientes.
2.3
Arquitectura civil
La arquitectura civil gira en torno a las exigencias del Imperio. Encontramos caminos y calzadas para la rapidez de las comunicaciones y la movilidad de las tropas. Depósitos y almacenes desde donde se distribuía todo lo necesario para el correcto desenvolvimiento de la vida cotidiana.
2.4
Arquitectura religiosa
La arquitectura religiosa está representada por la huaca del Sol o Coricancha. Su recinto sagrado estaba delimitado por un muro con una especie de proa curvilínea. Encerraba una roca sagrada, el usnu, llamado por algunas fuentes el intihuatana, el lugar del Sol. Se le han atribuido funciones astronómicas, pero parece más bien que poseía carácter mágico-religioso por el que, a través del sacrificio, se ponía en relación la divinidad solar con los seres humanos. Todavía subsisten parte de los edificios originales, entre los que destacan cuatro construcciones rectangulares, colocadas dos a dos, siguiendo un perfecto eje de simetría y que, según los cronistas españoles del siglo XVI, estuvieron recubiertas de placas de oro y pedrería. El Coricancha era también el mausoleo de los soberanos incas y allí se guardaban las momias a las que su linaje rendía culto. Parece que en el exterior hubo un jardín artificial de oro en el que, según las descripciones españolas, los terrenos eran de oro fino, así como las mazorcas de maíz, el ganado e incluso los pastores que lo guardaban. En la actualidad el antiguo Coricancha se ha convertido en la iglesia de Santo Domingo.
2.5
Arquitectura militar
La arquitectura militar está representada por el Sacsahuamán. Esta antigua fortaleza estuvo formada por una serie de edificaciones de las que no quedan más que los cimientos, pero de la que todavía permanecen tres enormes murallas que, de forma escalonada y siguiendo tres niveles, se enlazan armoniosamente formando una imponente obra de defensa. Sus edificios revelan todo tipo de funciones, desde palaciegas hasta defensivas, pasando por las de almacenamiento. Debió ser un centro de poder desde el que el Inca, rodeado de una esplendorosa majestad, impartía órdenes a todos los confines del Imperio. Constituía el símbolo más importante del poder militar de los incas siendo, a demás, un lugar muy idóneo para refugiarse en caso de rebelión o invasión.
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TEJIDOS

Tejido inca
Los incas utilizaron el diseño geométrico para decorar sus tejidos, de gran valor simbólico y religioso. En la imagen, tejido del siglo XV en algodón y vicuña, decorado con formas geométricas de felinos en tonos rojos y dorados.

Conocieron un desarrollo espectacular. En primer lugar se daba a las fibras (lana y algodón) un tinte con colorantes naturales, para a continuación ser hiladas con la ayuda de ruecas y después tejidas en diversos tipos de telares rudimentarios. El más corriente, todavía se sigue utilizando en los Andes, consistía en dos lienzos colocados sobre un plano horizontal, uno fijado a un árbol o a un poste y el otro atado a una correa que el tejedor pasaba alrededor de los riñones. Las técnicas conocidas eran muy variadas, pero para producir tejidos destinados a fines ceremoniales se utilizaba el brocado, el bordado y la tapicería, siendo las piezas salidas de los talleres de Paracas las más apreciadas. Estas magníficas telas podían alcanzar hasta 20 metros de longitud y estaban decoradas con una perfecta maestría y buen gusto con motivos zoomorfos policromos, marcando, sin duda, uno de los más brillantes momentos del arte universal del tejido. Además de estas piezas, de clara inspiración foránea, los incas dieron paso a un variado universo propio con vistosos diseños geométricos de gran colorido. Dividen el espacio en franjas y cuadrados donde expresan un complejo mundo de símbolos presidido por la disposición geométrica. Durante este periodo la producción textil adquirió un carácter masivo siendo los templos del Sol los lugares destinados al abastecimiento del Inca y su corte.
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METALISTERÍA
Máscara del sol inca
En el Imperio inca los objetos dorados y de otros metales preciosos se asociaban a la nobleza, la riqueza y el poder político. Esta máscara solar inca se expone en el Museo del Banco Central en Quito, Ecuador.

Los objetos de metal constituyen, sin duda, la realización más llamativa de todas cuantas llevaron a cabo los incas. La tradición orfebre, muy antigua en la costa peruana, ocupó un capítulo muy importante dentro de su ajuar. Trabajaron el cobre, el bronce, la plata y el oro, siendo el repujado y calado de láminas el procedimiento más utilizado. Las decoraciones son eminentemente geométricas, aunque los motivos antropomorfos y zoomorfos, representados frontalmente conforme a los principios de hieratismo y simetría axial, son bastante frecuentes. Los alfileres y prendedores para sujetar las prendas de vestir, tupu en lengua quechua, fueron elementos muy corrientes aunque de tipología poco variada. El remate solía ser una lámina muy desarrollada, de forma variable, que en el caso poco habitual de ir decorada, presentaba motivos geométricos muy simples dispuestos en bandas o cenefas. El alfiler de cabeza laminar o circular fue el modelo cuzqueño que alcanzó más difusión y popularidad, pudiéndolo encontrar tanto en Cuzco como en los últimos confines del Imperio.
Otras culturas del periodo intermedio tardío (Chancay, chimú, ica-chincha) desarrollaron un arte figurativo muy rico a base de prendedores rematados por figuras humanas o zoomorfas. Colgantes, collares, aretes, anillos, brazaletes y pulseras son otros tantos objetos fabricados según las técnicas descritas. Los vistosos y ricos tocados que adornaban las cabezas de reyes y nobles (donde confluían materiales como el tejido, la plumería y los metales preciosos) son otros tantos ejemplos de la riquísima orfebrería inca. Encontramos también objetos rituales, utilizados como amuletos u ofrendas, que representan animales y figuras humanas, de bulto redondo, entre los que merece la pena destacar las figuras antropomorfas desnudas con una estilización y geometrización muy señalada, y los estereotipos más comunes de llamas y vicuñas. Los objetos de metal se encontraban a menudo incrustados de piedras preciosas o semipreciosas. A veces se coloreaban con un ácido natural que bruñía el cobre haciendo salir, de este modo, el brillo del oro o la plata con que estaba aleado. La producción se orientó hacia fines ornamentales. El Inca, la corte y los dignatarios del Estado iban ataviados con pectorales, brazaletes y collares, que ponían de manifiesto su inmenso poder.
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CERÁMICA

Cerámica nazca
Entre los siglos II y VI d.C. se desarrolló la cultura nazca, una de las más representativas del periodo preincaico en Perú. Su cerámica se caracteriza por la policromía y la inclusión de figuras humanas de difícil interpretación.

La ausencia del torno hacía que el alfarero tuviera que modelar la vasija a mano, y la pasta, presentada generalmente en forma de rulos alargados, se enroscaba sobre sí misma para construir las paredes de la pieza. Además de esta antigua técnica andina, la utilización del molde permitió la fabricación en serie, de tal forma que la producción se incrementó notablemente. Debemos distinguir entre el menaje doméstico y la vajilla de uso ritual. Mientras que en el primer caso las formas y tamaños derivaban de las necesidades cotidianas, en el segundo, su desarrollo estuvo directamente condicionado por el mundo de las creencias.
Estilísticamente encontramos la cerámica tipo killke, con una cronología que va del 1200 al 1450 d.C., y la cerámica policroma tipo Cuzco desde 1450 hasta la colonia. Las primeras aparecen decoradas con motivos geométricos muy sencillos en tonos rojos y negros mientras las segundas, decoradas de igual forma, denotan una elaboración técnica más cuidada. No sólo se plasmaba sobre sus paredes una rica iconografía, sino que las piezas mismas eran colocadas como ofrendas en las sepulturas.
Los alfareros incas no inventaron ninguna técnica que fuera desconocida en épocas anteriores y su cerámica se caracterizó, fundamentalmente por formas equilibradas, un pulimento notable y la preponderancia de los motivos geométricos. Los tipos más característicos y propios fueron el aríbalo, una vasija globular de base cónica, cuello cilíndrico de borde evertido con un apéndice zoomorfo en la base del cuello y dos asas en forma de lazo; el kero, un vaso de uso ceremonial utilizado por el Inca y la nobleza; y una gran variedad de cuencos y platos de muy diversas formas y decoraciones.
Los keros y pajchas merecen una mención especial. Realizados a partir de maderas muy duras como la chonta y utilizados para libaciones rituales a la tierra, se ornamentaban mediante incisiones o decoración labrada sobre las que luego se aplicaban pastas resinosas coloreadas. Los temas solían ser escenas figurativas dispuestas en franjas o frisos horizontales que proporcionan una riquísima información sobre la vida incaica, tanto en época prehispánica como en tiempos de la conquista española (encontramos escenas cortesanas, de guerra y rituales). Estas tipologías siguieron vigentes durante la época colonial, aunque incorporando en sus composiciones numerosos elementos ornamentales de raíz hispana y mayores dosis de dinamismo y profusión decorativa.
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ESCULTURA
Los trabajos realizados en piedra constituyen el otro gran conjunto de realizaciones incaicas que merece la pena destacar. Suele limitarse a representaciones zoomorfas de auquénidos (llamas, vicuñas y alpacas) y fitomorfas (mazorcas de maíz), que son conocidas como conopas, y a numerosos cuencos y recipientes llamados popularmente morteros.
Entroncados en las tradiciones artísticas andinas, los incas supieron imprimir un carácter propio y original a sus obras que se basó en una simplificación de las formas por medio de volúmenes geométricos sencillos y una esquematización de los motivos decorativos muy próxima a una concepción estética geometrizante y cubista. El arte inca se caracterizó por la sobriedad, la geometría y la síntesis, tendiendo más a lo práctico y funcional que a lo formal.

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