La LITERATURA ESPAÑOLA ACTUAL, el invento de la literatura






Javier Marías
El escritor Javier Marías, considerado por la crítica como uno de los valores más sólidos de la narrativa española actual, ha obtenido el éxito también entre los lectores con obras como El hombre sentimental, Todas las almas, Corazón tan blanco o Mañana en la batalla piensa en mí.

Con la llegada de la democracia (véase Transición española), la literatura española se hace cosmopolita, se desprende de la censura, se enriquece con los escritores que regresan del exilio y se contagia del boom de la novela hispanoamericana. La pluralidad es la característica más sobresaliente en la literatura que se hace en la España de los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI. Tendencias como el experimentalismo y la renovación de géneros clásicos se mezclan, mientras que llama la atención la presencia de numerosas escritoras, en relación con épocas anteriores, que muestran la óptica de la nueva mujer española.
6.1
Poesía
A partir de 1980 —por marcar una referencia— la poesía española se ha hecho individual, fuera de grupos y escuelas. Cada creador se afirma y busca su expresión lingüística y estética, pero sin enfrentamientos con las generaciones y tendencias anteriores; es el caso de Blanca Andreu, Luisa Castro o César Antonio Molina, cuyas obras se aproximan en ocasiones al surrealismo. Aunque dentro de esta libertad creadora individualista, también surgen los poetas que miran atrás, que intentan acercarse a los clásicos, sin olvidar las innovaciones de la poesía contemporánea, como Antonio Colinas, Luis Antonio de Villena, Andrés Trapiello o Antonio Carvajal. A pesar de este individualismo, quizá sí se pueda hablar de una corriente relativamente extendida en estos años, la poesía de la experiencia, caracterizada por la expresión de vivencias cotidianas personales, utilizando, por lo general, un lenguaje coloquial y un tono irónico. Algunos de sus principales representantes son Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes o Fanny Rubio. Destacan, asimismo, otros nombres, como Jon Juaristi y su poética de conciencia social; Julio Llamazares, creador de una poesía de carácter épico; Ana Rossetti, que ha cultivado la poesía de carácter erótico; y entre los poetas más recientes, Vicente Gallego, Almudena Guzmán, Leopoldo Alas, Miriam Reyes, Julieta Valero, José Luis Gómez Toré, Eva Chinchilla, Álvaro Tato o Elena Medel.
6.2
Novela
Eduardo Mendoza
Desde que en 1975 publicara su primera novela, La verdad sobre el caso Savolta, Eduardo Mendoza ha ocupado un lugar prominente en la narrativa española actual.

Los temas tratados, las técnicas utilizadas y las tendencias que se desarrollan en estos años son heterogéneos, desde la orientación existencial a la evocación o la reflexión, pasando por la novela histórica, el género policiaco o el relato fantástico. El panorama narrativo español presenta, asimismo, una nómina de autores variada. Junto a nombres consagrados —Cela, Delibes, Torrente Ballester…—, desarrolla su actividad una generación de escritores nacidos alrededor de 1950, influidos por la instauración de la democracia y el mayo francés del 68 más que por la posguerra —Julio Llamazares, Manuel de Lope, Luis Landero, Rosa Montero…— además de narradores tan destacados de la literatura española del siglo XX como Francisco Umbral, Carmen Martín Gaite, Juan Benet, Álvaro Pombo o Juan Goytisolo. En estos años el cuento vive un momento de gran desarrollo, en gran parte por la influencia de autores hispanoamericanos como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar o Augusto Monterroso, siendo algunos de los escritores españoles que cultivan este género José María Merino, Enrique Vila-Matas o, en sus inicios, Juan Manuel de Padra.
Lucía Etxebarria
La escritora vizcaína Lucía Etxebarria, colaboradora habitual en diversos medios de comunicación, ha sido galardonada con prestigiosos premios literarios, como el Premio Nadal, el Premio Primavera de Novela y el Premio Planeta.

Asimismo, entre los autores importantes de la narrativa actual, sin que ello suponga detrimento para los no nombrados, cabe citar a Mercedes Salisachs, que ha ido desarrollando su carrera literaria durante varias décadas sin perder vigencia; Eduardo Mendoza, que en sus novelas, localizadas casi todas ellas en Barcelona, combina el humor con el misterio y la descripción magistral de personajes; el escritor y periodista Juan José Millás; Juan Eslava Galán; Adelaida García Morales; Arturo Pérez-Reverte, reconocido por sus novelas de misterio con base histórica; Almudena Grandes; Antonio Muñoz Molina, uno de los grandes talentos, autor de novelas como El invierno en Lisboa o Separad; Gustavo Martín Garzo o Javier Marías, autor de una prosa rica y precisa. De los narradores más actuales cabe destacar a Luisa Castro, Suso de Toro, Clara Sánchez, Lucía Etxebarria, el autor de novelas de viajes Javier Reverte, Carlos Ruiz Zafón o la prematuramente desaparecida Dulce Chacón, que dejó un legado literario comprometido con las mujeres, los inmigrantes y los desfavorecidos. Además, el panorama narrativo español continúa incorporando cada día nuevos autores a su nómina, como son Ray Loriga, José Ángel Mañas, Benjamín Prado o Pedro Maestre.
6.3
Teatro
Antonio Gala
El escritor español Antonio Gala se dió a conocer como autor dramático, alcanzó gran notoriedad con sus novelas en la década de 1980 y en la década de 1990 ha conseguido un éxito de público inaudito en la historia de las letras españolas como poeta.

Con la llegada de la democracia, el panorama teatral español recupera obras y autores hasta entonces proscritos por la censura; se revitaliza la actividad de ciertos grupos de teatro independiente, como Comediants, La Fura dels Baus o Els Joglars, al tiempo que continúan estrenando con cierta regularidad autores como Antonio Gala. Asimismo, en estos años se desarrolla un teatro social y experimental, cuyo ejemplo más destacado es la obra de Francisco Nieva, a la vez que se representan obras en tono de comedia con gran éxito comercial, como las de Juan José Alonso Millán. Entre los dramaturgos más importantes de esta etapa, destacan, junto a Nieva, José Sanchis Sinisterra, autor de la pieza de carácter histórico ¡Ay, Carmela! (1986); José Luis Alonso de Santos, que revitalizó el género costumbrista con obras como La estanquera de Vallecas (1981), o Fermín Cabal, creador de piezas con gran carga satírica. De los dramaturgos más actuales, merecen ser nombrados, entre otros, Ernesto Caballero, Paloma Pedrero, Yolanda Pallín, Juan Mayorga o Ignacio García May.


El SIGLO XX en el invento de la literatura española




Antonio y Manuel Machado
El poeta español, nacido en Sevilla, Antonio Machado (1875-1939), es una de las figuras de la generación del 98, un grupo de escritores preocupados por España y su regeneracionismo político y cultural. Machado empezó como poeta modernista, al igual que su hermano Manuel, gran poeta de fina sensibilidad y que también aparece en la fotografía (de pie), pero poco a poco fue abandonando las formas esteticistas de este movimiento por una obra más social y comprometida. El primer fragmento del soneto 'Retrato' del libro Campos de Castilla es lo que aquí recita un actor.

El siglo XIX español se cierra con el llamado desastre del 98, la pérdida de las últimas colonias de Ultramar. La historia de España a partir de ese momento y hasta el estallido de la Guerra Civil (1936) vive un periodo de gran actividad: reinado de Alfonso XIII, dictadura de Primo de Rivera y II República española.
5.1
Literatura de preguerra
Pedro Salinas
¿Reflexiona sobre lo que va a decir o recuerda tiempos pasados? Este poeta, Pedro Salinas (1891-1951), que antes de publicar su primer libro de poemas ya era catedrático universitario, actividad docente que nunca dejó, siempre será recordado por un poemario de amor, La voz a ti debida, en el que se interpreta la experiencia amorosa como algo intelectual y universal. Su nombre está asociado a la generación del 27, un grupo de poetas españoles que llevó la poesía española a las cotas más altas, comparable sólo a la del Siglo de oro.

En estos años (1898-1936) el desarrollo de la cultura alcanza un gran esplendor. La enorme calidad y el protagonismo de los intelectuales, literatos y artistas de la época, así como la presencia de destacadas instituciones culturales como la Residencia de Estudiantes o la Institución Libre de Enseñanza, han hecho que a esta etapa se la conozca como la edad de plata de la cultura española. Los protagonistas de estos años de actividad cultural suelen ser clasificados en grupos o generaciones: modernismo, generación del 98, novecentismo o generación de 1914, vanguardias y generación del 27.
Los miembros de la generación del 98 y los de la corriente modernista comparten el afán renovador y la necesidad de mostrar su disconformidad con la realidad que los rodea. Los primeros llevarían a cabo una profunda transformación del estilo y las técnicas literarias españolas y mostrarían su disconformidad de forma analítica, a través de la crítica y la oposición directas. Los modernistas, preocupados esencialmente por la estética, tenderían a la evasión.
Jorge Guillén
El poeta y crítico literario Jorge Guillén, uno de los máximos representantes de la generación del 27, obtuvo el Premio Cervantes en 1976. El poemario Cántico es uno de sus libros más importantes.

Pese a que los miembros de la generación del 98, que incluye a figuras tan dispares como Miguel de Unamuno, Antonio Machado, José Martínez Ruiz (Azorín), Pío Baroja y Ramiro de Maeztu, poseían estilos muy diferentes, tenían en común, como consecuencia de su actitud crítica, una conciencia de la necesidad de liberalizar y modernizar España, así como una noción sentida y profunda de la idiosincrasia española. Los escritos de Unamuno, en concreto sus vigorosos ensayos y poemas, expresan una filosofía que tiene ciertas similitudes con el existencialismo. El paisaje, la historia, las gentes y el espíritu de Castilla reciben la expresión más auténtica de los últimos tiempos en los poemas de Antonio Machado, así como en los artículos y ensayos de Azorín. Pío Baroja, autor de los 20 volúmenes que componen las Memorias de un hombre de acción, es, para algunos, el mejor novelista español después de Pérez Galdós. Jacinto Benavente —autor de Los intereses creados (1907)— recibió el Premio Nobel de Literatura en 1922 y fue el dramaturgo español más distinguido de su época. Asimismo, el filólogo Ramón Menéndez Pidal, en sus trabajos críticos, comparte con los autores anteriores una misma visión de España.
En este grupo suele incluirse a Ramón del Valle-Inclán, por su perspectiva del tema de España. Sus obras, que expresan la actitud artística conocida como esteticismo, es decir, la concesión de importancia primordial a la belleza, anteponiéndola a los aspectos intelectuales, religiosos, morales o sociales, hacen que Valle-Inclán sea considerado también uno de los más brillantes representantes del modernismo español.
Federico García Lorca
Sin ninguna duda, el poeta español del siglo XX más universal es Federico García Lorca (1898-1936). A ello han contribuido circunstancias extraliterarias, como el hecho de que fuera asesinado en los primeros días de la Guerra Civil española por elementos franquistas; y literarias, en especial, el Primer romancero gitano, ejemplo genial de poesía compuesta a partir de materiales populares, y que ofrece una visión de Andalucía de carácter mítico por medio de unas metáforas deslumbrantes y símbolos, como la luna, los colores, los caballos, el toro, el agua, destinados a transmitir sensaciones de amor y muerte, es decir, pasión española.

Fue el poeta nicaragüense Rubén Darío el introductor de la corriente modernista en España. Su obra se caracterizó por la gran originalidad de sus imágenes, ritmos y rimas, aunque cada poeta modernista adoptaría una voz propia y original; así Manuel Machado y Francisco Villaespesa fueron los más próximos al modernismo hispanoamericano, mientras que Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez desarrollaron un lenguaje más personal y una temática diferenciadora. Algunas obras de otros escritores como Emilio Carrere o Rafael Cansinos Assens se incluyen también en esta corriente.
En la segunda década del siglo XX surge un grupo de autores alrededor del pensador José Ortega y Gasset que comparten la preocupación por España de la generación anterior, pero con una mentalidad más europeísta y racional. Son los novecentistas, también conocidos como generación de 1914, por la importancia que en ellos tuvo la I Guerra Mundial. Las ideas que Ortega expuso en sus obras Meditaciones del Quijote e Ideas sobre la novela influyeron directamente sobre este grupo de jóvenes escritores, al que pertenecen nombres tan importantes de la literatura española como los del novelista, poeta y crítico Ramón Pérez de Ayala; el novelista y ensayista Gabriel Miró; el novelista, dramaturgo y crítico Ramón Gómez de la Serna —creador del género de las greguerías—, que fue el máximo exponente del vanguardismo y el expresionismo literario en España; el crítico y ensayista Eugeni d’Ors; el médico y ensayista Gregorio Marañón; y el poeta Juan Ramón Jimenez, impulsor de la poesía pura, referencia de la literatura posterior y maestro de la poesía española contemporánea, quien obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1956. Otros escritores de este periodo son el ensayista Salvador de Madariaga y el político, ensayista y novelista Manuel Azaña.
José Ortega y Gasset
Este retrato de José Ortega y Gasset, obra de Ignacio Zuloaga, muestra al que está considerado uno de los más influyentes filósofos españoles del siglo XX. El profundo pensamiento expuesto en sus obras, así como su labor docente, fueron determinantes en José Gaos, Manuel García Morente o Julián Marías, por citar a algunos de sus más destacados discípulos.

Las vanguardias, íntimamente relacionadas con los novecentistas por su afán de cambio estético y ético, entran en España de la mano de Gómez de la Serna y adquieren su mayor impulso con la llegada de Vicente Huidobro en 1918. A partir de entonces se configuran en España dos movimientos principales: el ultraísmo, con Rafael Cansinos-Assens y Guillermo de Torre, y el creacionismo, representado por Huidobro, Juan Larrea y Gerardo Diego.
El contacto con corrientes vanguardistas, con lo mejor de la tradición simbolista, así como la lectura de los clásicos castellanos y la lírica tradicional, enriquecerán el lenguaje y la visión de una brillante generación de poetas, conocida como la generación del 27, que floreció a finales de la década de 1920 y durante toda la de 1930. El más conocido de estos poetas es Federico García Lorca, quien dio expresión al espíritu popular de España en sus poesías y obras teatrales con un lenguaje abiertamente simbólico y surrealista que se funde con el habla cotidiana del pueblo. La personalidad arrolladora de García Lorca, junto con la potencia y la riqueza de su inspiración, lo convirtieron en una de las máximas figuras de la literatura en España. Otros poetas destacados de esta generación son Pedro Salinas, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Jorge Guillén, Luis Cernuda, Rafael Alberti y Vicente Aleixandre. Asimismo, los nombres de los poetas Manuel Altolaguirre y Emilio Prados también se encuentran vinculados a este movimiento. La obra de Guillén se agrupa, bajo el título de Aire nuestro, en tres libros: Cántico, Clamor y Homenaje. Guillén tuvo que exiliarse por motivos políticos en 1939, y sus versos reflejan un pesimismo creciente. Aleixandre, que obtuvo el Premio Nobel en 1977, ejerció una considerable influencia sobre otros poetas españoles. Su obra poética, que comienza con Ámbito (1928), adapta con inmensa creatividad la experiencia renovadora del surrealismo. La influencia de esta formación generacional se reflejó en poetas del otro lado del Atlántico, como el peruano César Vallejo y los chilenos Pablo Neruda y Vicente Huidobro, entre otros.
A caballo entre la generación del 27 y una voz propia, imposible de clasificar, está el poeta alicantino Miguel Hernández, quien fue elogiado de forma unánime tras la publicación de El rayo que no cesa (1936). Su trayectoria poética y su amistad con el grupo del 27 lo sitúan entre ellos, como ‘genial epílogo del grupo’, como lo calificó Dámaso Alonso. Nacido en una familia muy humilde, su formación autodidacta no le impidió elevarse como uno de los poetas más leídos en España. Algunas de sus obras, casi siempre comprometidas políticamente con el bando republicano que luchó durante la Guerra Civil, son Viento del pueblo y Cancionero y romancero de ausencias.
Además de Benavente, representante de la comedia burguesa, en estos años destacan dramaturgos como Eduardo Marquina y su teatro poético, Carlos Arniches, Pedro Muñoz Seca y los hermanos Álvarez Quintero, autores costumbristas.
5.2
Literatura de posguerra
Camilo José Cela
El premio Nobel español, Camilo José Cela, se inició en el estilo conocido como tremendismo, de claras connotaciones taurinas, con la novela La familia de Pascual Duarte, obra de crudo realismo que supuso la incorporación de las letras españolas a la narrativa europea moderna.

La corriente literaria iniciada por la generación del 98 se trunca durante la Guerra Civil (1936-1939), cuando la mayoría de los intelectuales fueron silenciados u obligados a tomar el camino del exilio. La literatura recuperó su vigor después de la II Guerra Mundial, con una generación nueva que tomó el relevo de la desaparecida. Véase Literatura española del exilio.
En el campo poético, la Guerra Civil provocó la ruptura y el aislamiento de los poetas españoles con el resto de la intelectualidad europea. Los poetas exiliados continuaron su obra fuera de España y otros se entregaron a un exilio interior que les permitía expresar sus sentimientos con una cierta libertad y sin temor a represalias por parte del régimen. Algunos poetas, que ya habían iniciado su carrera antes de la guerra, como Leopoldo Panero, Luis Rosales, Dionisio Ridruejo, José García Nieto o Luis Felipe Vivanco, optan por una recuperación de la tradición renacentista. Otros poetas, por lo general más jóvenes, buscan temas más humanos y llegan, en algunos casos, a formar una poesía de protesta social. Es el caso de Gabriel Celaya, Blas de Otero, Carlos Bousoño o José María Valverde. La generación del 36 se caracteriza por la expresión de su fe religiosa y por su intimismo. Fueron poetas disconformes con la situación política y social creada tras la Guerra Civil española, pero que en vez de enfrentarse con el régimen establecido optaron por una poesía personal y sincera sobre la naturaleza, la fe religiosa y otros temas íntimos. En estos años destacan otros nombres como los de Eduardo Chicharro y Carlos Edmundo de Ory, fundadores del grupo vanguardista conocido como postismo, así como los de los poetas Victoriano Crémer, Rafael Morales, Vicente Gaos o Eugenio de Nora.
Antonio Buero Vallejo
El dramaturgo español Antonio Buero Vallejo supuso la renovación de la escena española tras la guerra civil. Su postura posibilista le llevó a plantear un teatro activo pero sorteando los resquicios de la censura. Su obra plantea los problemas humanos existenciales; en ella siempre hay una gran crítica social, pero dejando la puerta abierta a la esperanza.

En la década de 1950 aparece una serie de poetas que dan una gran importancia al sentido social de la poesía y a los valores de la vida cotidiana. Con estos puntos en común surge, alrededor de Carlos Barral, el llamado ‘grupo de Barcelona’, al que pertenecen José Agustín Goytisolo o Jaime Gil de Biedma. Paralelamente, se desarrolla la trayectoria de otros poetas ilustres, como Ángel González, José Ángel Valente, Claudio Rodríguez, Francisco Brines o José Manuel Caballero Bonald, conocido posteriormente también por su obra narrativa. Asimismo, hay que mencionar a José Hierro, cuyos versos representan el antiesteticismo, el compromiso social y la preocupación por España que caracterizan a otros poetas del momento. Entre los numerosos poetas surgidos a partir de la década de 1960 cabe destacar a Antonio Colinas, Jaime Siles o Luis García Montero, así como a los jóvenes poetas incluidos en la antología de José María Castellet Nueve novísimos poetas españoles (1970), conocidos, por ello, como el grupo de los novísimos: José María Álvarez, Félix de Azúa, Pere Gimferrer, Antonio Martínez Sarrión, Vicente Molina Foix, Guillermo Carnero, Ana María Moix, Leopoldo María Panero y Manuel Vázquez Montalbán, poetas que en aquella época significaban fundamentalmente modernidad e intuición estética. Aunque algo más jóvenes, en estos años comienzan a destacar también Luis Alberto de Cuenca, Andrés Sánchez Robayna y Luis Antonio de Villena, que ha desarrollado también una importante obra narrativa.
Rafael Sánchez Ferlosio
El novelista y ensayista español Rafael Sánchez Ferlosio comenzó su labor literaria publicando relatos en revistas en la década de 1940. El reconocimiento literario le llegó con la publicación de la novela El jarama, que narra las vivencias de un grupo de jóvenes durante una excursión a orillas del río Jarama, y que fue reconocida con el Premio Nadal en 1955. Sánchez Ferlosio fue galardonado en 2004 con el prestigioso Premio Cervantes.

En cuanto a la novela de esta época, en los primeros años de la posguerra encontramos a autores como Juan Antonio de Zunzunegui y otros que representan la estética falangista imperante, como Rafael Sánchez Mazas, Max Aub o Gonzalo Torrente Ballester, que se dio a conocer en este momento, aunque su obra se extiende a lo largo de los años. Su trilogía llamada Los gozos y las sombras podría considerarse uno de los primeros éxitos de ventas de la literatura española. Después con La saga/fuga de J.B. abre el camino de fantasía y realidad entremezcladas que seguiría Álvaro Cunqueiro. Una de las mejores novelas de Francisco Ayala, crítico y sociólogo además de novelista, es Muertes de perro (1958), que describe el mundo esperpéntico de una dictadura americana. Las novelas La familia de Pascual Duarte (1942), de Camilo José Cela, y Nada (1944), de Carmen Laforet, figuran entre las más destacadas de un nuevo tipo de realismo conocido como tremendismo, que se caracteriza por la presencia del antihéroe y la insistencia en los aspectos más sórdidos y desagradables de la vida. Cela, galardonado con el Premio Nobel en 1989, escribió novelas de estilos muy diferentes y es también conocido por sus libros de viajes. La colmena (1951) es, para algunos, su mejor novela. En la década de 1950 hay que mencionar también a los narradores Ignacio Aldecoa, Carmen Martín Gaite y Juan García Hortelano.
Una variante más tradicional de realismo es la que representan las obras de escritores como José María Gironella, autor de Los cipreses creen en Dios (1953), que inauguró una saga de conflictos familiares que simbolizan las disputas políticas que condujeron a la Guerra Civil española. Miguel Delibes destaca por sus libros de viajes y novelas realistas, entre las que sobresalen La sombra del ciprés es alargada (1948) y Cinco horas con Mario (1966). Ana María Matute, que ingresó en la Real Academia Española en 1996, y que suele emplear un realismo exagerado pese a sus arranques líricos, encuentra en la infancia uno de sus temas habituales y es autora de libros como Los niños tontos (1956) y Primera memoria (1959). El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio, es una novela objetiva en extremo, de estilo innovador en su época que su autor no tardaría en abandonar. Las novelas de Juan Goytisolo abordan problemas existenciales y son un alegato contra el vacío histórico de la sociedad española; entre sus obras más famosas se encuentran Reivindicación del conde don Julián (1970) y Paisajes después de la batalla (1982). Entre las novelas de Ramón J. Sender, considerado por algunos como el novelista más importante de esta generación, se incluyen Mr. Witt en el cantón (1935), Crónica del alba (1942) y Réquiem por un campesino español (1960). En 1962, Luis Martín Santos con su novela Tiempo de silencio desmontó la novela tal y como se conocía hasta entonces, y Juan Marsé, con Últimas tardes con Teresa (1965) abrió un camino hacia la novela crítica y creativa. Por otro lado, merecen destacarse algunos nombres en el terreno del ensayo, como los de los filósofos Julián Marías, José Gaos o María Zambrano, discípulos de Ortega y Gasset, el del escritor y crítico literario Ricardo Gullón y el del filólogo e historiador Américo Castro.
El mismo proceso que siguió la poesía posbélica se puede observar en la narrativa de este periodo. Pero en este caso las influencias foráneas desde James Joyce a William Faulkner, John Dos Passos, Franz Kafka o André Gide supusieron innovaciones temáticas y estilistas, cuyo resultado fue una rica diversidad de obras y autores, de tal manera que se puede afirmar que de “los cinco millones de procedimientos que hay para contar una historia —según Henry James— se están empleando todos”. Así, la experimentación y la búsqueda de nuevas técnicas y formas de expresión dominan la narrativa en los primeros años de la década de 1970, para, posteriormente, ir dando paso a enfoques más intimistas e incluso líricos. Algunos de los narradores mas destacados de estos años son Manuel Vázquez Montalbán, que a pesar de darse a conocer como poeta, se convirtió en uno de los principales representantes de la novela policiaca y de intriga; Eduardo Mendoza, autor de La verdad sobre el caso Savolta (1975), considerada punto de partida de la narrativa actual española; Luis Mateo Díez, o Soledad Puértolas.
En relación al teatro, dejando a un lado las tragedias líricas y simbólicas de García Lorca, durante la posguerra se prolonga la comedia intrascendente y el drama. Algunos de sus creadores son José María Pemán o Edgar Neville. La comedia encuentra sus máximos representantes en Enrique Jardiel Poncela y más tarde en Miguel Mihura. Cabe citar también a Alejandro Casona, de cuyo simbolismo es muestra La dama del alba (1944), y a Antonio Buero Vallejo, cuya Historia de una escalera (1949) es un buen ejemplo de su teatro realista con alusiones existencialistas. La producción más comercial viene de la mano del prolífico Alfonso Paso y de sus comedias de enredo. También son dignos de mención Alfonso Sastre (Escuadra hacia la muerte, 1953), Lauro Olmo (La camisa, 1962), y Fernando Arrabal, representante del llamado teatro pánico, que revolucionó la escena española de la década de 1960. En los años posteriores desarrollaron su actividad dramática autores como Ana Diosdado, José Ruibal o José Matilla. 

El Realismo en el invento de la literatura española




El joven Pérez Galdós
Considerado por muchos como el mejor novelista español desde Miguel de Cervantes, Benito Pérez Galdós es célebre por su ciclo de 46 novelas que, en su conjunto, recibieron el título de Episodios nacionales (1873-1879 y 1898-1912). Cronista de la historia de la España del siglo XIX, Pérez Galdós desarrolló un estilo de narrativa histórica basada en una meticulosa investigación destinada a recrear los acontecimientos del pasado. Una segunda serie de obras, las Novelas españolas, giraban en torno a asuntos religiosos y sociales de su época.

En la segunda mitad del siglo XIX, se produce un cambio en el pensamiento y la cultura españoles que tuvo su traducción en un nuevo movimiento literario: el realismo. En los orígenes de la novela realista española hay que situar a Fernán Caballero, seudónimo con el que se conocía a la escritora Cecilia Böhl de Faber, autora de La gaviota. El realismo español alcanzó su máximo esplendor con la obra de Benito Pérez Galdós, quien figura entre los grandes novelistas europeos de todos los tiempos. En una serie de 46 relatos históricos agrupados bajo el título de Episodios nacionales (1873-1879 y 1898-1912), Galdós interpreta la historia del siglo XIX de España en forma novelada. Por otra parte, Galdós escribió novelas de tesis en las que se abordan los problemas religiosos, sociales o políticos. Su tesis principal —la maldad de la intolerancia religiosa— es desarrollada con vigor en su novela Doña Perfecta (1876), pero sus obras maestras son una serie de novelas realistas, entre las que destaca Fortunata y Jacinta (1887), que retratan la sociedad madrileña.
Otros novelistas describieron la vida en diversas regiones españolas: José María de Pereda retrató la vida de Santander; Pedro Antonio de Alarcón y Juan Valera, la de Andalucía; y la condesa Emilia Pardo Bazán, la de Galicia. Pardo Bazán y Clarín (seudónimo del novelista Leopoldo Alas) adoptaron las técnicas del naturalismo. Mención especial merece la única novela larga que escribió Clarín, La regenta, considerada la mejor novela española del siglo XIX. Valera, por el contrario, se distingue de los realistas por su afán de perseguir la belleza más que la exactitud. Los otros dos novelistas de este periodo que adquirieron renombre internacional son Armando Palacio Valdés y Vicente Blasco Ibáñez, que en sus novelas retrata la realidad más dura de los trabajadores de la huerta valenciana.

El Romanticismo en el invento de la literatura española




Gustavo Adolfo Bécquer
Del escritor romántico español Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) se recuerdan tanto sus Rimas, que marcaron el punto de partida de la poesía moderna española, como las Leyendas, unas composiciones en prosa etéreas y misteriosas. Las Rimas, una colección de setenta y seis poesías, publicadas con el título inicial de El libro de los gorriones, poseen una cualidad esencialmente musical y una aparente sencillez que contrasta con la sonoridad un tanto hueca del estilo de sus predecesores. Un fragmento de la Rima 39 es lo que recita un actor. El retrato de la ilustración fue pintado por su hermano Valeriano.

Pese a que el siglo de oro español había servido de inspiración y modelo a escritores románticos de otros países, España no alumbró autores románticos significativos hasta la década de 1830. Aunque en la fase inicial del romanticismo se encuentra la obra del escritor y político Francisco Martínez de la Rosa, fue Ángel Saavedra, duque de Rivas, el que introdujo con éxito este movimiento en el teatro español, con su obra Don Álvaro o la fuerza del sino (1835). Discípulo del duque de Rivas fue el poeta y dramaturgo José Zorrilla, quien comparte con aquel el mérito de haber recuperado los temas legendarios e históricos en brillantes poemas narrativos. Otro nombre a destacar es el del dramaturgo Juan Eugenio Hartzenbusch. El espíritu romántico de rebeldía está representado por José de Espronceda, considerado por algunos críticos como el mejor poeta español de este periodo. Para muchos, sin embargo, la obra de Espronceda se ve superada por la de Gustavo Adolfo Bécquer, quien, además de su obra en prosa dedicada a resucitar el gusto por lo sobrenatural y el misterio de épocas remotas titulada Leyendas, asentó su fama sobre su obra poética, Rimas, que fue componiendo a lo largo de su vida. Las Rimas son composiciones breves y generalmente con rima asonante que tratan diversos temas, desde el motivo de la poesía y sus fundamentos, hasta el amor y la soledad.
Duque de Rivas
Dos obras caracterizan el teatro romántico español, Don Juan Tenorio de José Zorrilla, y Don Álvaro o la fuerza del sino de Ángel Saavedra, duque de Rivas (1791-1865). Se considera esta segunda obra como el paradigma del teatro romántico español por sus grandes pasiones, muertes trágicas y escenarios exóticos. Su autor fue un aristócrata andaluz, liberal y que participó activamente en la política de su tiempo.

Otra representante de este periodo de renovación es Rosalía de Castro, que escribe tanto en castellano como en su lengua materna, el gallego, y en una etapa que podría considerarse posromántica, se sitúa el poeta Ramón de Campoamor.
Rosalía de Castro
Rosalía de Castro (1837-1885) renovó la lírica tanto en lengua gallega como castellana y fue una de las artífices, junto con Gustavo Adolfo Bécquer de la moderna poesía española. Sus poemas, desprovistos de cualquier esperanza, suponen un punto de partida de la lírica moderna. Rompen con las formas métricas de su tiempo y presentan unas imágenes religiosas inquietantes y muy poco tradicionales. Una actriz recita en gallego los primeros versos de Cantares galegos.

La prosa romántica de más calidad se encuentra en los escritos de los costumbristas, autores que describieron al pueblo y sus costumbres desde una nueva perspectiva y que a menudo desarrollan su labor desde las páginas de los periódicos. Uno de los autores más destacados del costumbrismo es Mariano José de Larra, cuyos artículos satíricos describen una sociedad a la que critica sin pudor, con una prosa directa y moderna. Su novela El doncel de Don Enrique el Doliente sigue la moda de la novela histórica impuesta por Walter Scott y continuada en España principalmente por Enrique Gil y Carrasco, autor de El señor de Bembibre. Otro representante destacado de la corriente costumbrista es Ramón de Mesonero Romanos, cuya obra se desarrolla en la ciudad de Madrid. La narrativa, por el hecho de aparecer también en los periódicos, experimenta un crecimiento de lectores, especialmente la novela de folletín que aparece por entregas o capítulos a lo largo de varios días o semanas en la prensa.

El Neoclasicismo en la literatura española






Durante el reinado del ilustrado Carlos III (1759-1788), la influencia francesa en España condujo a la adopción de formas artísticas neoclásicas y a una nueva manera de ver e interpretar el mundo. Estas tendencias, que no llegaron a ser aceptadas por el pueblo, fueron introducidas en la literatura dramática española por Nicolás Fernández de Moratín y más tarde por su hijo Leandro Fernández de Moratín, cuya obra más famosa es El sí de las niñas (1806). Por otra parte, don Ramón de la Cruz continuó la tradición española con sus sainetes (comedias de un solo acto sobre temas populares).
Los neoclásicos españoles demuestran por lo general un conocimiento muy limitado del arte del siglo de oro; su poesía lírica refleja influencias tanto extranjeras como de ciertos poetas renacentistas españoles, en especial fray Luis de León, y emplean la métrica tradicional española.
Las contribuciones más duraderas a la literatura durante este periodo se encuentran en las obras de Nicolás Fernández de Moratín y de su hijo Leandro, de Gaspar Melchor de Jovellanos y de Juan Meléndez Valdés. José Cadalso destaca tanto por su poesía y su obra dramática como por sus ensayos, entre los que se incluyen las Cartas Marruecas (publicadas sueltas en el Correo de Madrid de 1788 a 1789 y en volumen en 1793), que ofrecen una visión crítica de la sociedad española. Un género característico de este siglo y que alcanzó cierta relevancia es la fábula, narración en verso o prosa con fines didácticos, cultivado entre otros por Félix María Samaniego y por Tomás de Iriarte. En esta época merece también destacarse los nombres de Diego de Torres Villarroel, en cuya obra se nota un claro influjo de Quevedo; Nicasio Álvarez de Cienfuegos, poeta de la escuela de Menéndez Valdés; José Francisco de Isla, autor de la novela Historia del famoso fray Gerundio de Campazas, y el dramaturgo Vicente García de la Huerta.
La invasión napoleónica (1808) y el régimen absolutista (1814-1833) de Fernando VII coartaron la actividad literaria durante las tres primeras décadas del siglo XIX. Los mejores poetas de este periodo, como Manuel José Quintana, expresaron actitudes románticas en obras de forma clásica.

El Teatro en el invento de la literatura española




Lope de Vega
El dramaturgo español y creador del teatro nacional, Lope de Vega (1562-1635), abruma en su grandeza; Miguel de Cervantes le llamó "monstruo de la Naturaleza" con cierta envidia y desprecio aunque también reconoció que había logrado "el cetro de la monarquía teatral". La fecundidad literaria de Lope de Vega es impresionante; cultivó todos los géneros vigentes en su tiempo, dando además forma a la comedia. Escribió unas 1.500 obras teatrales, muchas de ellas perdidas, entre las que se encuentran auténticas joyas de la literatura universal como El caballero de Olmedo. El fragmento leído corresponde al final del acto III, cuando Tello encuentra a su señor moribundo.

En el siglo de oro español, el teatro fue el género literario que más tardó en alcanzar su pleno desarrollo. En sus orígenes se sitúan Juan del Encina, vinculado aún a la tradición medieval y considerado iniciador del poema dramático castellano, Lucas Fernández y Bartolomé Torres Naharro, introductor de elementos característicos del teatro del siglo XVII. Entre las primeras piezas teatrales se encuentran las obras líricas escritas a principios del siglo XVI por el fundador del teatro clásico portugués, el poeta y dramaturgo Gil Vicente, que escribió parte de su obra en español. En la dramática de este primer periodo destacan también los entremeses de Lope de Rueda y de Cervantes. El poeta y dramaturgo Juan de la Cueva escribió dramas históricos de concepción clásica. Otro dramaturgo importante del siglo de oro fue Guillén de Castro, cuya obra más conocida es Las mocedades del Cid (1618).
Nadie representa mejor la dramaturgia española que Lope de Vega. Toda su obra, incluida la poesía, la narrativa y en especial su abundante producción dramática, rezuma el encanto y la naturalidad del arte popular, aunque Lope de Vega fuera un hombre de letras muy admirado por su magistral dominio de la técnica literaria.
Pedro Calderón de la Barca
El dramaturgo español Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) es el máximo representante del auto sacramental, una representación dramática alegórica sobre la Eucaristía, en la que se dramatizan conceptos abstractos de la teología católica convirtiéndolos en personajes, para que al público le resulten más concretos. En escena aparece Dios, la Discreción, la Hermosura y otros entes abstractos. Escribió unos ochenta, entre los más conocidos se encuentran El gran teatro del mundo y La vida es sueño.

La ‘comedia nueva española’, definida y perfeccionada por Lope, es una obra en tres actos que combina elementos de la comedia y de la tragedia. Está escrita en verso utilizando diferentes estructuras métricas y se desentiende de los preceptos clásicos de la construcción dramática. Más dinámico y poético que psicológico o filosófico, este tipo de teatro pretendía agradar a todas las clases sociales, desde las más doctas hasta las más incultas. Aunque las obras de Lope se sirven de una enorme variedad de temas y argumentos, la mayoría de ellas abordan asuntos históricos derivados del romancero, temas rurales y conflictos relativos a la afirmación de la dignidad personal. Se conservan unas 500 obras teatrales de Lope de Vega, aunque probablemente escribió muchas más. Algunas de las más conocidas son Fuenteovejuna (1612-c. 1614), Peribáñez y el Comendador de Ocaña (1614-c. 1616) y El caballero de Olmedo (1620-1625).
Tirso de Molina
Lo culto y lo popular se combinan perfectamente con la acción en las comedias de Tirso de Molina, uno de los comediógrafos más reconocidos del siglo de oro español. La ilustración es un retrato anónimo del siglo XVII que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid (España).

Algunos aspectos de la comedia nueva española fueron perfeccionados por aventajados discípulos de Lope de Vega, como Tirso de Molina —El burlador de Sevilla y convidado de piedra (1627) fue la primera obra literaria formal en la que aparece como personaje el legendario seductor Don Juan— y Juan Ruiz de Alarcón, que dio un contenido moral a sus comedias corteses de costumbres.
El teatro del siglo de oro alcanza su esplendor con Calderón de la Barca, el gran poeta dramático del barroco. Sus obras teatrales tienen estructuras simétricas y complejas, y un grado de coherencia que falta en las piezas de Lope de Vega. En la obra más conocida del teatro español y una de las más importantes —La vida es sueño (1635)—, Calderón hace ver lo efímero de la existencia y, al mismo tiempo, demuestra el origen divino de la vida. El alcalde de Zalamea es el ejemplo perfecto de drama rural centrado en un conflicto de honor. Calderón es asimismo el maestro indiscutible de una de las creaciones más interesantes del siglo de oro, los autos sacramentales, que es una forma de drama religioso basada en el uso de la alegoría. Entre los escritores influidos directamente por Calderón cabe citar a Francisco Rojas Zorrilla y a Agustín Moreto.
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SIGLOS XVIII Y XIX
España comenzó a declinar en el plano político y económico en el siglo XVII; hacia finales del siglo comenzó a decaer también en el terreno de la creatividad artística. La decadencia continuó a lo largo de la guerra de Sucesión (1702-1714) y durante los reinados de los primeros monarcas borbónicos (1700-1759). El único escritor español de auténtico mérito durante la primera mitad del siglo XVIII fue Benito Jerónimo Feijoo. Auténtico paladín de la libertad, la razón y el conocimiento científico, Feijoo combatió de una forma radical con sus ensayos la ignorancia y la estrechez de miras de sus contemporáneos.

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