Arte degenerado





El invento del
Arte degenerado

Arte degenerado, término genérico peyorativo utilizado en Alemania por el movimiento nacionalsocialista para designar las obras de arte y las diferentes tendencias del arte moderno prohibidas por razones ideológicas.
La campaña de política cultural nacionalsocialista contra el arte moderno cobra forma con la exposición de Arte degenerado organizada en 1937 en Munich, donde se exhibieron 650 de las 16.000 pinturas, grabados y esculturas confiscadas a los museos alemanes por no cumplir el ideal estético de la “grandeza de la raza aria” exigido por los nacionalsocialistas.
Esta exposición, que atrajo a más de dos millones de visitantes, resultó un extraordinario éxito propagandístico. Reunió a casi todos los artistas importantes de finales del siglo XIX y de principios del siglo XX, desde Paul Cézanne, Vincent van Gogh y Paul Gauguin hasta Otto Dix, George Grosz, Pablo Picasso, Marc Chagall, Max Liebermann, los artistas del grupo Die Brücke, August Macke, Wassily Kandinsky, Max Beckmann, Käthe Kollwitz o Emil Nolde, miembro del partido al comienzo del nacionalsocialismo.
En la misma línea represiva, el gobierno apartó de su puesto de trabajo en la enseñanza pública a personalidades como Paul Klee o Max Pechstein y en 1933 exigió el cierre de la Bauhaus dirigida por Walter Gropius.
En 1939 algunas de las piezas más importantes son subastadas en Lucerna (Suiza). Numerosas obras pertenecientes al “arte neurótico de algunos desequilibrados”, como las definía el partido, desacreditadas en aquella época, no han vuelto a ser nunca más encontradas. Probablemente fueron quemadas en 1939 en el “auto de fe” que se celebró de forma espectacular ante el cuartel de los bomberos de Berlín.
El término “degeneración” se aplicó igualmente a la nueva música, especialmente a la producida por la segunda escuela vienesa, a la que pertenecían autores como Arnold Schönberg, Anton von Webern y Alban Berg, o a la de Paul Hindemith, Ernst Krenek y Franz Schreker.


Arte de Teotihuacán





El invento de

Avenida de los Muertos
La Avenida de los Muertos o Miccaotli, nombre que recibió de los aztecas, es uno de los dos ejes principales de la red urbana de la antigua ciudad de Teotihuacán, a la cual atraviesa de norte a sur. Jalonada por diversas edificaciones a lo largo de sus 2.000 m de longitud, en uno de sus extremos se halla la pirámide de la Luna (desde cuya parte superior está tomada esta fotografía), junto a la del Sol (que se observa al fondo de la imagen) uno de los más representativos monumentos de este centro, ubicado a pocos kilómetros de la ciudad de México.

Arte de Teotihuacán, conjunto de manifestaciones artísticas desarrolladas por la primera gran civilización de la región central de México (200 a.C.-700 d.C.). Su capital, Teotihuacán, situada a 45 km de la actual ciudad de México, se convirtió en la ciudad más importante de Mesoamérica. Las mejoras en las técnicas agrícolas, basadas fundamentalmente en la canalización de las aguas, hicieron posible una gran concentración de población que serviría de sostén económico de la ciudad y de mano de obra para las grandes construcciones públicas. El arte teotihuacano expresa por primera vez de forma grandiosa la concepción estatal mesoamericana que encontraría eco en lugares tan alejados como Monte Albán, El Tajín, Kaminaljuyú o Tikal.
La mayor contribución de Teotihuacán fue establecer las características definitorias de la ciudad sagrada. Toda ella constituye un gran teatro propagandístico donde la escenografía es espectacular y conmovedora. La amplia Avenida de los Muertos con las grandes pirámides del Sol y la Luna constituían un eje monumental, en torno al cual se levantaban construcciones palaciegas y templarias, mientras las áreas habitacionales se situaban en los barrios de las afueras (Atetelco, Tetitla, Tepantitla). Su grandiosidad es tal que cuando varios siglos después los aztecas tuvieron que elegir un lugar para situar la creación del mundo se decidieron por Teotihuacán. Un creciente comercio llevó su influjo hasta los lugares más distantes de Mesoamérica: por el norte hasta los desiertos de Sonora y Sinaloa y, por el sur, hasta Uaxactún y Tikal en las tierras bajas mayas. El resultado fue un enorme crecimiento de los sectores artesanales y un perfeccionamiento técnico de todas las artes como nunca antes se había conocido.
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ARQUITECTURA
Pirámide del Sol en Teotihuacán
La pirámide del Sol de Teotihuacán, en México, se erigió entre los años 50 y 200 de la era cristiana. Está construida con adobes recubiertos de piedra y alcanza una altura de 61 metros. Se compone de cinco cuerpos construidos con el sistema de talud y tablero que flanquean una escalera ceremonial que conduce a su cima, donde se alzaba un templo. Está orientada al este, por lo que el sol se pone exactamente frente a ella en el solsticio de verano.

Está estrechamente relacionada con el urbanismo. La planificación urbanística de la ciudad no sólo se encuentra en el centro, sino que toda ella responde a un reticulado muy preciso. Además del eje principal de la ciudad, que corre de norte a sur, la avenida Este (este-oeste) divide el centro en cuatro partes. La ciudad se extiende por 20 km2 y debió tener una población de 100.000 habitantes. Alcanzó su mayor auge en la fase Xolalpan (450-650 d.C.) cuya superficie abarcó 24 km2 llegando a tener 250.000 habitantes. Las grandes pirámides del Sol y la Luna, el templo del Quetzalpapálotl y la Ciudadela son los elementos más característicos. La pirámide del Sol, que mide 64 m de altura, pesa alrededor de un millón de toneladas y ocupa 45.225 m2. El carácter cortesano de las construcciones se pone de manifiesto con la gran importancia que adquiere la Ciudadela. Se trata de una enorme plataforma de 400 m de largo que sostiene pirámides, templos y altares. Al fondo del patio principal se levanta el palacio de Quetzalcóatl, una estructura de seis cuerpos con tablero-talud, que más tarde se ornamentaría con imágenes de los dioses Quetzalcóatl (la Serpiente Emplumada) y Tláloc (dios de la lluvia) y con numerosos elementos marinos y conchas.
La utilización del sistema constructivo tablero/talud para cubrir los edificios alcanzó en Teotihuacán su máxima expresión difundiéndose después por toda Mesoamérica. Los materiales básicos de construcción eran de origen local. Se trituraban las rocas volcánicas de los afloramientos del valle y se mezclaban con tierra y cal para obtener una especie de hormigón resistente a la humedad que se utilizaba en las cimentaciones de los muros, que se hacían de adobe o de piedra sujeta con mortero. Los suelos y el revestimiento de los muros solían acabarse con un revoco que se pulimentaba cuidadosamente. El estilo geométrico y severo manifestado en su planificación y en el revestimiento de sus edificios fue suavizado por los relieves y murales que los cubrían.
Yacimiento arqueológico de Teotihuacán
Contiene los restos de la ciudad más antigua del continente americano, situados en el municipio mexicano de Teotihuacán. La ciudad ocupaba una superficie muy amplia, 21 km², y llegó a estar poblada por 125.000 habitantes. Sus notables monumentos incluyen las pirámides del Sol y de la Luna, unas de las edificaciones más grandes jamás construidas, la Ciudadela, el templo de Quetzalcóatl y la avenida de los Muertos.

Las construcciones neurálgicas de la ciudad eran sagradas. Toda la capital fue concebida como un proyecto sagrado, el centro cósmico donde se creó el mundo que habitamos. Los barrios de las afueras constituían verdaderos conjuntos de apartamentos unifamiliares. Las habitaciones se disponían hacia el patio interior y las paredes exteriores eran altas. Los edificios fueron estucados y pintados de vivos colores, mientras el interior era decorado con murales de gran riqueza técnica y simbólica. Es muy probable que los ocupantes de estos recintos estuvieran relacionados primariamente por lazos de parentesco, pero también por una común especialización artesanal.
En la fase Metepec (650-700 d.C.) se inició la decadencia de la ciudad. Aparecen fortificaciones en algunos lugares y las representaciones de guerreros en los murales se hacen abundantes. La deforestación del área, el estrangulamiento social y, lo más importante, la fuerte presión de poblaciones seminómadas procedentes del norte, dieron al traste con la ciudad en la que se empiezan a detectar vestigios de incursiones bélicas.

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ARTE MURAL
Se localiza en los muros de varios palacios situados en el perímetro urbano de la gran metrópoli. Ejemplifica muy bien la concepción sagrada de la ciudad. Las escenas están presididas por figuras de dioses o por sacerdotes ataviados con sus atributos. El más representado es el dios de la lluvia, Tláloc, protagonista de numerosas ceremonias relacionadas con la tierra y la fertilidad. El Tlalocan, o paraíso del dios Tláloc, es el mural más conocido. Situado en el barrio de Tepantitla nos muestra a quienes se hallan en ese paraíso disfrutando felices de los dones de la naturaleza. A mediados del siglo V, y coincidiendo con la expansión de la cultura teotihuacana a otros territorios, los murales se llenan de escenas y motivos militares, con guerreros armados con escudos, dardos y propulsores, jaguares y coyotes comiendo corazones humanos y diferentes signos calendáricos asociados con registros dinásticos. Otros murales en Atetelco, Zacuala o Teopancaxco, arrojan información sobre otros dioses, sobre el calendario, el comercio y las actividades guerreras.

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CERÁMICA
Fue uno de los elementos más característicos de la cultura teotihuacana. Una vez cubiertas las piezas por una fina capa de estuco se pintaban sobre ellas temas geométricos y escenas naturalistas que incluían dioses, sacerdotes, jeroglíficos, animales y plantas. El tipo más difundido fue el cilindro trípode con tapadera, decorado con pintura, relieve e incisión. La cerámica llamada ‘naranja fina’ alcanzó una gran difusión utilizándose como elemento de cambio hasta los confines del Imperio.
Coincidiendo con la aparición de escenas militaristas encontramos una cerámica antropomorfa, realizada a molde, que representa hombres desnudos en actitud de movimiento o sentados a la manera oriental. Su rostro es triangular, con deformación craneana, predominando la concepción lineal del cuerpo.

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ESCULTURA
No alcanzó entre los teotihuacanos la importancia que tuvo entre pueblos anteriores (olmecas) y posteriores (toltecas y aztecas). En términos generales podríamos decir que se limita a reforzar el mensaje ideológico de las elites. Son geométricas y de apariencia pesada. La pieza más singular es una cariátide utilizada como elemento arquitectónico y asociada con la pirámide de la Luna que parece ser un antecedente de la estatua azteca de la diosa del agua (Chalchiuhtlicue). El marcador de juego de pelota de La Ventilla es el único ejemplo notable que poseemos. Dignos de mención son también las esculturas que sobresalen en los muros del templo de Quetzalcóatl: efigies de Tláloc, serpientes emplumadas, caracolas y conchas.

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ARTE LAPIDARIO
Tuvo un gran desarrollo. Se conservan excelentes máscaras realizadas en piedras duras, como el ónice, la diorita y las serpentinas, enriquecidas con mosaicos de coral y obsidiana. Aunque todas las máscaras están descontextualizadas parece que existe un acuerdo respecto a su carácter marcadamente funerario.
El arte teotihuacano sentó las pautas de lo que luego sería el arte mesoamericano. Como sistema de expresión simbólica no tuvo parangón con ningún otro, llevando su influencia a lugares que nunca más volvieron a estar relacionados de forma tan estrecha. Lo imponente de su arquitectura, la gravedad de sus formas y lo delicado de sus artesanías hacen de Teotihuacán la ciudad sagrada por excelencia.

Arte de pesca





El invento del
Arte de pesca

Artes de pesca
En la ilustración se muestran tres artes de pesca: una red de arrastre, una red de cerco y un palangre.

Arte de pesca, cualquier utensilio que sirva para la captura de peces, entre otros, redes, cables, ganchos, líneas o poleas. Las diferentes artes de pesca requieren distintas técnicas de trabajo y se pueden clasificar en fijas y móviles.
Las artes fijas son aquellas que una vez caladas operan ancladas al fondo o a las orillas, manteniéndose en la misma posición hasta que se recogen. A esta clase pertenecen las almadrabas, los corrales, las betas, los emballos, la volanta, el palangre de fondo, el trasmallo, etc. Las artes fijas pueden, a su vez, diferenciarse en artes de trampa y artes de enmalle. Las artes de trampa (como las almadrabas y los corrales) consisten en una serie de redes dispuestas en forma de laberinto que dirigen al pez hasta una cámara final en la que es imposible el retroceso, quedando entonces atrapado. Las artes de enmalle pueden actuar propiamente por enmallado o por embolsamiento, como la volanta o el trasmallo que se utilizan en la captura pasiva, para lo que han de mimetizarse con el entorno, por lo que se les dota de una coloración que se confunda fácilmente con el mismo. El enmalle se produce por el choque del pez con la red, que introduce la cabeza pero no consigue atravesar el tronco quedando encajado en la red. Si el pez intenta, entonces, retroceder para liberarse del enganche, el hilo de la malla suele engancharse en los opérculos al introducirse bajo ellos. El atrapamiento por embolsamiento se produce cuando el pez, al atravesar la malla externa, más amplia, se topa con la red interior, pudiendo enredarse en ésta o quedar embolsado entre ambos paños. El trasmallo puede constar de dos o de tres paños superpuestos: tendrá dos cuando se pretenda capturar a los peces que se sabe van a topar con el trasmallo por un lado concreto (se intercepta el paso del banco de peces), y tendrá tres cuando se opere de un modo más aleatorio.
Se llama artes móviles a las que pueden ser arrastradas por la embarcación o ser dejadas a la deriva, aunque esto no excluye que puedan ser aseguradas también a la embarcación para evitar un excesivo alejamiento o su pérdida. Las artes móviles dirigidas aúnan a las artes de arrastre las de saco o copo, las de cerco, el curricán, etc. Las artes móviles de deriva comprenden a la denominada propiamente red de deriva (que puede también ser de tipo trasmallo), al palangre de deriva, al sardinal, y a la bonitera o corredera.
Las artes de arrastre son remolcadas por una o dos embarcaciones con cuyo movimiento pretenden atravesar el banco de peces, realizándose la captura al apresar a éstos en el copo. Estas artes se diferencian en artes de arrastre de fondo o bentónicas, de gran abertura vertical, y de profundidad regulable, según la zona en que operen, y en artes de cerco, que se emplean para rodear a los cardúmenes de peces pelágicos (que nadan cerca de la superficie) de modo que se les impide escapar de una zona cada vez más reducida, a medida que el cerco se estrecha de modo progresivo una vez que se ha cerrado. Así, los peces son capturados después en un espacio reducido donde han sido obligados a concentrarse.
Las de deriva son artes pasivas que se caracterizan porque no están en contacto con el fondo a través de ninguno de sus componentes, quedando a merced de corrientes, mareas y vientos. Las artes de deriva deben ser caladas a la profundidad adecuada a la especie que se pretenda capturar, ya sea en superficie o entre dos aguas. Como en las artes fijas pasivas (de enmalle o de embolsamiento), se cuida que la coloración de las redes enmascare su presencia.
Las artes de playa constituyen una familia de artes peculiares que se calan desde embarcación y se maniobran desde tierra.
Pueden clasificarse también, entre otras, como artes pelágicas, de fondo o bentónicas, según la forma o la zona en que operan.
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EL ARTE DE LAS ISLAS MENORES DE MELANESIA
El arte de las islas del Almirantazgo, especialmente en la isla de Manus, está casi enteramente reservado a objetos de uso práctico, que a veces son usados para intercambiar con otras poblaciones: camas, gongs, platos o armas presentan decoraciones pictóricas de figuras humanas o animales, frecuentemente cocodrilos. Se prefiere el color rojo, completando la decoración con pequeños motivos geométricos blancos y negros.
En Nueva Irlanda predomina el estilo malanggan, denominación que se refiere tanto a los ritos fúnebres como a las esculturas y las máscaras con relieves usados en las ceremonias del mismo nombre; en particular, las esculturas, antropomorfas o zoomorfas, son los ejemplos más característicos del arte de Oceanía. Típicos de la altiplanicie central son los uli, grandes figuras de hermafroditas que tienen una función conmemorativa y que no pueden ser mirados por las mujeres.
En el suroeste de Nueva Irlanda y en el sur de Nueva Bretaña son frecuentes las estatuas en piedra, las grandes esculturas en madera, los bastones para la danza y las máscaras cónicas de rasgos estilizados, pintadas en blanco y negro.
Los bajorrelieves del sur de las islas Salomón representan normalmente figuras humanas estilizadas, mientras que la producción artística en la parte central de estas islas está caracterizada por el predominio del color negro y el uso de conchas marinas. Las esculturas más características son las figuras de los espíritus protectores (nguzu nguzu), originariamente situadas en las proas de las canoas de guerra. En el sureste de las islas los motivos decorativos típicos son los peces y los pájaros, representados normalmente sobre los platos ceremoniales. Las construcciones sobre las que apoyan las canoas tienen paneles con relieves tallados donde se representan figuras de distintas divinidades.
Entre las poblaciones del archipiélago de Vanuatu, durante los ritos sagrados se usan máscaras y figuras conmemorativas, generalmente realizadas en madera o materiales poco duraderos. Las esculturas de las islas Banks se caracterizan por actitudes muy dramáticas, además de por un cierto desequilibrio en las proporciones corporales: cabezas enormes, con narices prominentes y ojos que ocupan casi todo el rostro.
En Nueva Caledonia los ejemplos artísticos se limitan a un número reducido de esculturas, adornadas con pelucas y vestidos de plumas. Estas esculturas constituyen la decoración arquitectónica de las casas cónicas ceremoniales, con decoraciones incisas de motivos antropomorfos y geométricos.
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EL ARTE DE MICRONESIA
Micronesia, al norte de Nueva Guinea, comprende numerosos archipiélagos formados por pequeñas islas. En las islas Carolinas, que constituyen el sector occidental, las casas son espaciosas y están decoradas con frontones pintados con figuras femeninas. Pequeños amuletos, ornamentos para la proa de las embarcaciones y vasijas decoradas con conchas destacan en estas islas, además de una notable producción de cerámica y tejidos.

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EL ARTE DE POLINESIA
El arte en Polinesia está considerado como el más homogéneo de toda Oceanía. Las figuras antropomorfas están simplificadas, decoradas con pequeños motivos geométricos. La forma arquitectónica más significativa es el marae, un recinto sagrado que se eleva sobre una plataforma de piedra. La producción artística está relacionada con el orden social, que en toda Polinesia es muy jerárquico y se encuentra perpetuado a través de las generaciones.
En los archipiélagos occidentales de Samoa, Fiji y Tonga las esculturas son escasas; excepción son en Tonga unas pequeñas figurillas de marfil. Entre los objetos de uso cotidiano, las armas y los reposacabezas son sumamente elegantes, en ocasiones realizados en marfil. En las ceremonias rituales de Fiji se usan copas con forma humana o animal, produciéndose además una gran cantidad de tapa, que se pinta o estampa con distintos motivos decorativos.
La Polinesia central, que comprende las islas Cook, las Australes, las de la Sociedad y las Gambier, es rica en esculturas que representan sobre todo a distintas divinidades. Las de aspecto más natural son la que provienen de Mangareva, en las islas Gambier, mientras que las que provienen de Aitutaki y Rarotonga en las islas Cook, las de las islas de la Sociedad y las de las Australes tienden a una mayor estilización. Las divinidades de Rarotonga son dioses bastones con grandes cabezas estilizadas y decorados con figuras abstractas.
En las islas Marquesas las esculturas están enteramente cubiertas por motivos geométricos, estilo derivado probablemente de la costumbre local de tatuar todo el cuerpo. Figuras parecidas se encuentran en la Polinesia central, con ornamentos de marfil para las orejas y diademas hechas con conchas o caparazones de tortuga.
Las esculturas monumentales más celebres son las de la isla de Pascua: estas cabezas colosales, llamadas moais, fueron esculpidas en roca volcánica que procedía del cráter que se encuentra en el centro de la isla. La madera era usada solo para pequeñas figuras, que representan personajes masculinos de extrema delgadez, en ocasiones con cabeza de lagarto o pájaro.
Por último, cabe destacar las grandes estatuas procedentes de los templos de las islas Hawai, esculturas en madera perfectamente conservadas y caracterizadas por su aspecto agresivo. Típico del arte local es también el uso abundante de plumas de numerosos colores, que forman diseños vivaces en vestidos y estatuas.

Arte de Oceanía





El invento del
Arte de Oceanía

Arte de Oceanía, producción artística y arquitectónica de Oceanía, entendida como el conjunto de las regiones de los grandes archipiélagos de Melanesia, Micronesia y Polinesia. A pesar de la variedad y diversidad de las manifestaciones locales, el arte de estas zonas presenta numerosas consonancias, debido en parte a un pasado común o a intercambios culturales; por este motivo puede ser afrontado como una tradición única. Técnicas, materiales, modelos estilísticos y gustos decorativos distintos caracterizan, sin embargo, el arte maorí de Nueva Zelanda y el arte aborigen de Australia, a los cuales se debe dedicar un estudio independiente.
En los primeros dos siglos de contacto con Occidente, todas las poblaciones indígenas de Oceanía conservaron sus propias tradiciones artísticas, transmitidas desde tiempos prehistóricos, aunque los restos conservados son escasos debido a que las condiciones climáticas tropicales causan un rápido deterioro de los materiales usados (madera, conchas, plumas y arcilla). Cuando los occidentales hicieron su aparición a mediados del siglo XVIII, las poblaciones oceánicas se encontraban en un estadio de desarrollo clasificable como neolítico: los utensilios eran de piedra, hueso y conchas, y las técnicas de trabajo del metal eran desconocidas.

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EL ARTE DE MELANESIA: NUEVA GUINEA
Nueva Guinea, la mayor de las islas de Melanesia, representa un tercio de las tierras de Oceanía y alberga la población más numerosa. Entre sus muchos estilos artísticos, se puede trazar una distinción entre los desarrollados en las tierras altas, las regiones montañosas del centro de la isla, y en las zonas de la llanura y de la costa.
Los habitantes de la cadena montañosa central, que alcanza alturas superiores incluso a los 5.000 metros, practican una forma de decoración corporal espectacular: destacan los sombreros de plumas y los signos pintados sobre la cara, siendo la utilización de máscaras escasa. Por otro lado, los edificios son más bien modestos.
En la zona septentrional de Papúa (antes Irian Jaya), la producción de manufacturas está influida por la de Indonesia. Las proas de las canoas y los distintos objetos domésticos están decorados con relieves y motivos en espiral perforados, los mismos que aparecen sobre las pequeñas figuras de madera (korwar) a las que se atribuyen poderes sobrenaturales.
El área este del golfo de Irian Jaya está caracterizada por la presencia de monumentales esculturas antropomórficas, en ocasiones como decoración para arquitecturas en complejos de grandes dimensiones. Las pinturas sobre tapa (una especie de papel obtenido batiendo y prensando la corteza de algunos árboles) se distingue por sus rigurosos diseños en espiral y composiciones libres de animales y plantas.
En la costa meridional de Nueva Guinea algunas tribus decoran sus canoas con relieves elaborados en las proas, además de con estatuas de bulto redondo a tamaño natural. Para otras tribus, en cambio, los relieves decoran principalmente ricos frisos de distintos materiales que simbolizan los espíritus creadores.
Al este, en torno al gran golfo de Papúa, las máscaras y los relieves son expresiones significativas del arte local. Algunas máscaras se realizan con cuerdas entrelazadas; otras, con corteza de bambú, y otras, con el caparazón de las tortugas. Las esculturas en madera son numerosas, de muy distintos estilos.
La zona central de Nueva Guinea es famosa por la riqueza de sus tradiciones artísticas. En los territorios occidentales se producen máscaras con corteza y tapa, y con unas dimensiones que pueden llegar a los 6 metros de altura. El gusto refinado es evidente en cada uno de los objetos de uso cotidiano o ritual, siempre con relieves o pinturas. En general, las formas antropomorfas y zoomorfas son seminaturalistas, a excepción de las clásicas máscaras oceánicas de largas narices. La arquitectura es de notables dimensiones: en los territorios de algunas tribus se encuentran grandes edificios, en cuyos extremos se levantan torres decoradas con esculturas; también son frecuentes los complejos arquitectónicos con frontones enteramente recubiertos con vivaces pinturas sobre corteza. En el campo de las artes aplicadas son célebres los elegantes platos con relieves de los habitantes de las islas Tami.

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EL ARTE DE LAS ISLAS MENORES DE MELANESIA
El arte de las islas del Almirantazgo, especialmente en la isla de Manus, está casi enteramente reservado a objetos de uso práctico, que a veces son usados para intercambiar con otras poblaciones: camas, gongs, platos o armas presentan decoraciones pictóricas de figuras humanas o animales, frecuentemente cocodrilos. Se prefiere el color rojo, completando la decoración con pequeños motivos geométricos blancos y negros.
En Nueva Irlanda predomina el estilo malanggan, denominación que se refiere tanto a los ritos fúnebres como a las esculturas y las máscaras con relieves usados en las ceremonias del mismo nombre; en particular, las esculturas, antropomorfas o zoomorfas, son los ejemplos más característicos del arte de Oceanía. Típicos de la altiplanicie central son los uli, grandes figuras de hermafroditas que tienen una función conmemorativa y que no pueden ser mirados por las mujeres.
En el suroeste de Nueva Irlanda y en el sur de Nueva Bretaña son frecuentes las estatuas en piedra, las grandes esculturas en madera, los bastones para la danza y las máscaras cónicas de rasgos estilizados, pintadas en blanco y negro.
Los bajorrelieves del sur de las islas Salomón representan normalmente figuras humanas estilizadas, mientras que la producción artística en la parte central de estas islas está caracterizada por el predominio del color negro y el uso de conchas marinas. Las esculturas más características son las figuras de los espíritus protectores (nguzu nguzu), originariamente situadas en las proas de las canoas de guerra. En el sureste de las islas los motivos decorativos típicos son los peces y los pájaros, representados normalmente sobre los platos ceremoniales. Las construcciones sobre las que apoyan las canoas tienen paneles con relieves tallados donde se representan figuras de distintas divinidades.
Entre las poblaciones del archipiélago de Vanuatu, durante los ritos sagrados se usan máscaras y figuras conmemorativas, generalmente realizadas en madera o materiales poco duraderos. Las esculturas de las islas Banks se caracterizan por actitudes muy dramáticas, además de por un cierto desequilibrio en las proporciones corporales: cabezas enormes, con narices prominentes y ojos que ocupan casi todo el rostro.
En Nueva Caledonia los ejemplos artísticos se limitan a un número reducido de esculturas, adornadas con pelucas y vestidos de plumas. Estas esculturas constituyen la decoración arquitectónica de las casas cónicas ceremoniales, con decoraciones incisas de motivos antropomorfos y geométricos.
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EL ARTE DE MICRONESIA
Micronesia, al norte de Nueva Guinea, comprende numerosos archipiélagos formados por pequeñas islas. En las islas Carolinas, que constituyen el sector occidental, las casas son espaciosas y están decoradas con frontones pintados con figuras femeninas. Pequeños amuletos, ornamentos para la proa de las embarcaciones y vasijas decoradas con conchas destacan en estas islas, además de una notable producción de cerámica y tejidos.

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EL ARTE DE POLINESIA
El arte en Polinesia está considerado como el más homogéneo de toda Oceanía. Las figuras antropomorfas están simplificadas, decoradas con pequeños motivos geométricos. La forma arquitectónica más significativa es el marae, un recinto sagrado que se eleva sobre una plataforma de piedra. La producción artística está relacionada con el orden social, que en toda Polinesia es muy jerárquico y se encuentra perpetuado a través de las generaciones.
En los archipiélagos occidentales de Samoa, Fiji y Tonga las esculturas son escasas; excepción son en Tonga unas pequeñas figurillas de marfil. Entre los objetos de uso cotidiano, las armas y los reposacabezas son sumamente elegantes, en ocasiones realizados en marfil. En las ceremonias rituales de Fiji se usan copas con forma humana o animal, produciéndose además una gran cantidad de tapa, que se pinta o estampa con distintos motivos decorativos.
La Polinesia central, que comprende las islas Cook, las Australes, las de la Sociedad y las Gambier, es rica en esculturas que representan sobre todo a distintas divinidades. Las de aspecto más natural son la que provienen de Mangareva, en las islas Gambier, mientras que las que provienen de Aitutaki y Rarotonga en las islas Cook, las de las islas de la Sociedad y las de las Australes tienden a una mayor estilización. Las divinidades de Rarotonga son dioses bastones con grandes cabezas estilizadas y decorados con figuras abstractas.
En las islas Marquesas las esculturas están enteramente cubiertas por motivos geométricos, estilo derivado probablemente de la costumbre local de tatuar todo el cuerpo. Figuras parecidas se encuentran en la Polinesia central, con ornamentos de marfil para las orejas y diademas hechas con conchas o caparazones de tortuga.
Las esculturas monumentales más celebres son las de la isla de Pascua: estas cabezas colosales, llamadas moais, fueron esculpidas en roca volcánica que procedía del cráter que se encuentra en el centro de la isla. La madera era usada solo para pequeñas figuras, que representan personajes masculinos de extrema delgadez, en ocasiones con cabeza de lagarto o pájaro.
Por último, cabe destacar las grandes estatuas procedentes de los templos de las islas Hawai, esculturas en madera perfectamente conservadas y caracterizadas por su aspecto agresivo. Típico del arte local es también el uso abundante de plumas de numerosos colores, que forman diseños vivaces en vestidos y estatuas.

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