El invento del CALENDARIO
El calendario (del latín calenda) es una cuenta sistematizada del tiempo para la organización de las actividades humanas. Antiguamente estaba basado en los ciclos lunares. En la actualidad, los diversos calendarios tienen base en el ciclo que describe la Tierra alrededor del Sol y se denominan calendarios solares. El calendario sideral se basa en el movimiento de otros astros diferentes al Sol.
Necesario fue para el hombre medir el tiempo de acuerdo con el ciclo del día y de la noche, necesario fue también medir el tiempo en periodos más extensos, de acuerdo con el cambio de las estaciones, la posición de los astros y las ideas religiosas. Para ello tuvo que dividir el tiempo en un ciclo solar aproximado de 365 días, y estos a su vez en un ciclo lunar aproximado de 28 días, y confeccionar con esas divisiones el calendario. Confusa y complicada sería la descripción de los estudios y cálculos astronómicos que causaron la adopción de distintos calendarios y que el creciente conocimiento en las matemáticas y la astronomía fue modificando y perfeccionando. Los sumerios, desde el 3.000 A.C., dividieron el tiempo en dos períodos de 12 horas día y noche, siguiendo un calendario lunar, pero los egipcios desde el 2.500 A.C., confeccionaron un calendario solar basado en un año de 365 días, por ser éste el tiempo aproximado que le toma a la Tierra su viaje alrededor del sol. Los egipcios tomaron además en cuenta para sus cálculos, la frecuencia de los desbordamientos del Nilo, tan vitales para su economía agrícola.
Los griegos también adoptaron, alrededor del 800 A.C., un calendario de 365 días, y poco después, los babilonios, hebreos y griegos comenzaron a contar el tiempo a partir de un punto imaginario, como la creación, el descubrimiento de un astro en el firmamento, o el Diluvio Universal.
En el Nuevo Mundo, los mayas, muy avanzados en astronomía, observaban desde el 600 A.C., un calendario basado en un año de 365 días, divido en 18 unidades de 20 días más “5 días nefastos”. Los aztecas también usaron en la misma poca que los mayas, un calendario ceremonial de 260 días.
Como en realidad el verdadero año solar es de 365 días 5 horas, 48 minutos y 46 segundos, en tiempos de los romanos, se reformó el calendario de 365 días. Julio César, en el año 46 A.C., le agregó un día a cada cuarto año, creando así el año bisiesto. Los meses fueron divididos en unidades de 30 ó 31 días, excepto febrero, que en los años no bisiestos tenía 29 días nada más. Pero más tarde el emperador Augusto le puso su nombre a uno de los meses y le agrego un día, retrasándoselo a febrero. Fue en esos tiempos que se hicieron los primeros almanaques con las expresiones astronómicas de los días del año. Tolomeo, en Alejandría, los confecciono en el 200 A.C.
Como a pesar de las reformas el calendario seguía siendo inexacto, el Papa Gregorio XIII, atendiendo a las fechas de culto religioso, modifico otra vez el calendario, asignando solo 24 años bisiestos, y no 25, a cada siglo.
El calendario así reformado, al que se llamo “gregoriano”, fue acatado por casi todos los países católicos; pero otros países demoraron bastante tiempo en aceptarlo. Rusia por ejemplo, lo reconoció después de la Revolución de 1917.
Vestigios del calendario “juliano” se observaban todavía en Inglaterra, en donde el año monetario empieza el 5 de abril, comienzo del año nuevo antiguo; pero en nuestros días el calendario gregoriano ha sido adoptado universalmente.
El primer año de la era romana, denominado el Año de Rómulo, consistía en diez o doce meses, según la bibliografía que se cite. Censorino, Plutarco y otros manifestaban que al principio el año tenía doce meses, pero debe darse más crédito a Gracano, Fulvio (Nobilior), Varro, Ovidio en varios pasajes de sus Fasti (i.27, 43, iii.99, 119, 151), Gelio (Noct. Att. iii.16), Macrobio (Saturn. i.12), Solino (Polyh. i), Servio (ad Georg. i.43), y otros, que mantenían que el primer año romano tenía solo diez meses.
El principio del año romano no era enero, como es en la actualidad; era en marzo, y llegaba hasta diciembre. Esto es confirmado por el hecho del encendido del fuego sagrado en el templo de Vesta, en el primer día del año, el primero de marzo. Los diez meses del calendario eran llamados Martius, Aprilis, Maius, Iunius, Quinctilis, Sextilis, September, October, Nouember, December. La duración de los meses era de treinta y un días para cuatro de ellos (Martius, Maius, Quinctilis y October) y treinta días para los demás, de tal manera que la duración de los meses quedaba en orden sucesivo: 31, 30; 31, 30; 31, 30, 30; 31, 30, 30; con la duración total del año de 304 días.
Más tarde, se instauró el año de Numa, con doce meses y 355 días. Este año fue creado alrededor del 700 a. C. por el segundo rey de Roma, Numa Pompilio. Censorino (c20) cuenta que al año de Rómulo se le adhirieron cincuenta y un días: “se les quitó un día a cada uno de los meses huecos antes nombrados, que entonces sumados hacían 57 días, de los cuales se formaron dos meses, Ianuarius con 29, y Februarius con 28 días. Así todos los meses eran de este modo plenos, y contenían un número impar de días, salvo Februarius, que era el único hueco, y por eso considerado más desafortunado que el resto.", quedando el año de la siguiente manera: Martius, 31 días; Aprilis, 29 días; Maius, 31 días; Iunius, 29 días; Quinctilis, 31 días; Sextilis, 29 días; September, 29 días; October, 31 días; Nouember, 29 días; December, 29 días; Ianuarius, 29 días; y Februarius, 28 días.
Aún de esta manera el año quedaba corto once días respecto al año solar, por lo que Numa Pompilio ordenó que se le añadiera un mes cada dos años de 22 días en el segundo y sexto años, y de 23 días en el cuatro y octavo, haciendo un ciclo de ocho años. El mes intercalar era llamado Mercedonius (Plutarco, Numa, 19; Caes. 59). El año romano estaba basado en los ciclos lunares y, según Livio, la relación con los años solares se daba cada 19 años. Este ciclo fue introducido en el 432 a. C. y, aunque este conocimiento carecía de uso popular, era utilizado por los pontífices para los cultos de los dioses.
En 45 a. C. Julio César encargó al astrónomo alejandrino Sosígenes la elaboración de su calendario. Este fijó la duración del año en 365 días y seis horas, cálculo asombrosamente exacto dados los rudimentarios instrumentos de la época, ya que su margen de error fue sólo de 11 minutos y 9 segundos al año, es decir, menos de un segundo por día, pero con el fin de evitar complicaciones, se tomó de 365 días de duración, añadiendo diez días al año de 355 días. Censorino escribió el siguiente texto al respecto: “La confusión fue al final llevada tan lejos que C. César, el Pontifex Maximus, en su tercer consulado, con Lépido como colega, insertó entre noviembre y diciembre dos meses intercalares de 67 días, habiendo ya recibido el mes de febrero una intercalación de 23 días, e hizo así que el año completo consistiera en 445 días. Al mismo tiempo proveyó contra una repetición de errores similares al renunciar al mes intercalar, y al adaptar el año al curso solar. Para ello, a los 355 días del año previamente existente, añadió diez días, que distribuyó entre los siete meses que tenían 29 días, de tal forma que Enero, Sextilis y Diciembre recibieron dos cada uno, y los otros sólo uno; y estos días adicionales los colocó al final de cada mes, sin duda con el deseo de no mover los diversos festivales de aquellas posiciones en cada uno de los meses que durante tanto tiempo habían ocupado. Así, en el presente calendario, aunque hay siete meses de 31 días, los cuatro meses que originalmente poseían ese número aún son distinguibles al tener sus nonas en el quinto día del mes. Por último, en consideración por el cuarto de día que él consideraba que completaba el año, estableció la regla de que, al final de cada cuatro años, un único día debía ser intercalado donde el mes había sido anteriormente insertado, esto es, inmediatamente después de los Terminalia; ese día es ahora llamado el Bisextum.". Bissextum viene de bis-sexto. El 24 de febrero era llamado por los romanos "ante diem sextum Kalendas Martias"; en los años bisiestos, el día 25 era llamado "ante diem bis sextum Kalendas Martias" y no "ante diem quintum Kalendas Martias" como en los años normales. De ahí viene el nombre de Bisiesto ("bis sextum", esto es, dos veces sexto).
Julio César añadió un día a julio, mes de su nacimiento, para engrandecerse. Augusto hizo lo mismo con agosto, pues él no iba a ser menos que su antecesor. Ambos días fueron retirados de febrero, que pasó a tener 28. Ante la disminución de este mes con respecto a los otros, el día añadido de los años bisiestos se le concedió a él.
La imperfección del Calendario Juliano dio pie para que en el año 1582 el Papa Gregorio XIII encargara a Luis Lilio y al jesuita alemán Christopher Clavius la reforma que dará vida al conocido como Calendario Gregoriano
El papel es una delgada hoja elaborada mediante pasta de fibras vegetales que son molidas, blanqueadas, desleídas en agua, secadas y endurecidas posteriormente; a la pulpa de celulosa, normalmente, se le añaden sustancias como el polipropileno o el polietileno con el fin de proporcionar diversas características. Las fibras están aglutinadas mediante enlaces por puente de hidrógeno. También se denomina papel, hoja o folio a su forma más común como lámina delgada.
Según la crónica de los tiempos de las dinastías Han en China, la escritura se hacia originalmente sobre bambú o pedazos de seda, hasta que un cortesano del palacio pensó en utilizar corteza de árbol, fibra de cáñamo y trapos, y confeccionar cierto tipo de papel, por lo cual fue altamente elogiado por el Emperador.
Eso ocurría en China alrededor del año 90 A.C. en otras partes del mundo fueron cambiando los materiales sobre los cuales se escribía, por ser engorrosos, como las tabletas de barro Babilonia y las hojas de palma en la India.
En Egipto se usaban, desde2900 A.C., las fibras del papiro, que pegaban en dos hojas, una sobre otra, ofreciendo un producto tan flexible y apropiado para la escritura, que se llego a exportar a otras regiones, se estima que la mayor parte de la literatura clásica griega fue escrita en papiros. No obstante en Grecia se continuó usando la piel de animales, especialmente de ovejas y cabras, en cuya preparación se distinguieron artesanos del reino griego de Pérgamo, de donde esta especie de papel tomo el nombre “Pergamino”. El uso del pergamino predomino sobre el papiro, aunque este último se siguió empleando ampliamente en Egipto.
El papel que más se acercaba al que conocemos hoy en día, siguió sien una especialidad china. Los chinos lo llevaron a Samarkanda. De ahí pasó posteriormente su manufactura y uso a Bagdad, Damasco y el resto del mundo musulmán. Pronto llego a El Cairo, donde desplazo ó casi completamente al papiro.
El proceso de elaboración del papel, basado principalmente en la maceración de trapos para obtener la pulpa, es el que produce el papel de hilo. En la actualidad se usa pulpa de madera y otros derivados.
En documentos muy antiguos, aparece descrito un instrumento de escribir que consistía en una pieza de plomo metida en una varilla de madera. En 1765, la Familia Faber inicio una fabricación de lápices hechos con grafito, en Nuremberg. Más tarde otros también los fabricaron, y su uso se generalizo rápidamente, aunque nunca llegaron a sustituir a la pluma de ganso como instrumento de escritura tradicional. Hoy en día existe una enorme variedad de lápices, para muy diversos usos. Desde lápices especiales para marcar metales hasta lápices muy suaves para las cejas de las damas.
Una pluma estilográfica, también denominada estilográfica, estilógrafo, pluma fuente o simplemente pluma o estilo, es una herramienta de dibujo técnico y escritura, que contiene un depósito de tinta líquida compuesta principalmente de agua. La tinta se queda en este depósito gracias a la presión atmosférica hasta que es utilizada.
La tinta alimenta al plumín, la pieza metálica final, a través de un canal por la combinación de la gravedad y la capilaridad. Para rellenar el depósito hay varios métodos, incluyendo reemplazar el depósito por otro, rellenarlo con un cuentagotas o succionar la tinta desde un tintero.
Los patentes de las primeras plumas con receptáculos para la tinta, fueron solicitados en Inglaterra en 1809. En esas plumas, la tinta no fluía hacía el punto; el que escribía con ellas debía apretar un pequeño émbolo de vez en cuando, para mojar la punta del estilo. Alrededor de 1903, un vendedor de seguros americanos, Lewis Waterman, invento un bolsita de goma dentro de un estuche cilíndrico, que podía llenarse succionando la tinta al comprimirla y descomprimirla. La tinta fluía hacia el punto por capilaridad. El uso de este tipo básico de pluma perdura hasta después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se popularizo la pluma de bolígrafo, mucho más práctica y barata que la de fuente tradicional.
Necesario fue para el hombre medir el tiempo de acuerdo con el ciclo del día y de la noche, necesario fue también medir el tiempo en periodos más extensos, de acuerdo con el cambio de las estaciones, la posición de los astros y las ideas religiosas. Para ello tuvo que dividir el tiempo en un ciclo solar aproximado de 365 días, y estos a su vez en un ciclo lunar aproximado de 28 días, y confeccionar con esas divisiones el calendario. Confusa y complicada sería la descripción de los estudios y cálculos astronómicos que causaron la adopción de distintos calendarios y que el creciente conocimiento en las matemáticas y la astronomía fue modificando y perfeccionando. Los sumerios, desde el 3.000 A.C., dividieron el tiempo en dos períodos de 12 horas día y noche, siguiendo un calendario lunar, pero los egipcios desde el 2.500 A.C., confeccionaron un calendario solar basado en un año de 365 días, por ser éste el tiempo aproximado que le toma a la Tierra su viaje alrededor del sol. Los egipcios tomaron además en cuenta para sus cálculos, la frecuencia de los desbordamientos del Nilo, tan vitales para su economía agrícola.
Los griegos también adoptaron, alrededor del 800 A.C., un calendario de 365 días, y poco después, los babilonios, hebreos y griegos comenzaron a contar el tiempo a partir de un punto imaginario, como la creación, el descubrimiento de un astro en el firmamento, o el Diluvio Universal.
En el Nuevo Mundo, los mayas, muy avanzados en astronomía, observaban desde el 600 A.C., un calendario basado en un año de 365 días, divido en 18 unidades de 20 días más “5 días nefastos”. Los aztecas también usaron en la misma poca que los mayas, un calendario ceremonial de 260 días.
Como en realidad el verdadero año solar es de 365 días 5 horas, 48 minutos y 46 segundos, en tiempos de los romanos, se reformó el calendario de 365 días. Julio César, en el año 46 A.C., le agregó un día a cada cuarto año, creando así el año bisiesto. Los meses fueron divididos en unidades de 30 ó 31 días, excepto febrero, que en los años no bisiestos tenía 29 días nada más. Pero más tarde el emperador Augusto le puso su nombre a uno de los meses y le agrego un día, retrasándoselo a febrero. Fue en esos tiempos que se hicieron los primeros almanaques con las expresiones astronómicas de los días del año. Tolomeo, en Alejandría, los confecciono en el 200 A.C.
Como a pesar de las reformas el calendario seguía siendo inexacto, el Papa Gregorio XIII, atendiendo a las fechas de culto religioso, modifico otra vez el calendario, asignando solo 24 años bisiestos, y no 25, a cada siglo.
El calendario así reformado, al que se llamo “gregoriano”, fue acatado por casi todos los países católicos; pero otros países demoraron bastante tiempo en aceptarlo. Rusia por ejemplo, lo reconoció después de la Revolución de 1917.
Vestigios del calendario “juliano” se observaban todavía en Inglaterra, en donde el año monetario empieza el 5 de abril, comienzo del año nuevo antiguo; pero en nuestros días el calendario gregoriano ha sido adoptado universalmente.
El primer año de la era romana, denominado el Año de Rómulo, consistía en diez o doce meses, según la bibliografía que se cite. Censorino, Plutarco y otros manifestaban que al principio el año tenía doce meses, pero debe darse más crédito a Gracano, Fulvio (Nobilior), Varro, Ovidio en varios pasajes de sus Fasti (i.27, 43, iii.99, 119, 151), Gelio (Noct. Att. iii.16), Macrobio (Saturn. i.12), Solino (Polyh. i), Servio (ad Georg. i.43), y otros, que mantenían que el primer año romano tenía solo diez meses.
El principio del año romano no era enero, como es en la actualidad; era en marzo, y llegaba hasta diciembre. Esto es confirmado por el hecho del encendido del fuego sagrado en el templo de Vesta, en el primer día del año, el primero de marzo. Los diez meses del calendario eran llamados Martius, Aprilis, Maius, Iunius, Quinctilis, Sextilis, September, October, Nouember, December. La duración de los meses era de treinta y un días para cuatro de ellos (Martius, Maius, Quinctilis y October) y treinta días para los demás, de tal manera que la duración de los meses quedaba en orden sucesivo: 31, 30; 31, 30; 31, 30, 30; 31, 30, 30; con la duración total del año de 304 días.
Más tarde, se instauró el año de Numa, con doce meses y 355 días. Este año fue creado alrededor del 700 a. C. por el segundo rey de Roma, Numa Pompilio. Censorino (c20) cuenta que al año de Rómulo se le adhirieron cincuenta y un días: “se les quitó un día a cada uno de los meses huecos antes nombrados, que entonces sumados hacían 57 días, de los cuales se formaron dos meses, Ianuarius con 29, y Februarius con 28 días. Así todos los meses eran de este modo plenos, y contenían un número impar de días, salvo Februarius, que era el único hueco, y por eso considerado más desafortunado que el resto.", quedando el año de la siguiente manera: Martius, 31 días; Aprilis, 29 días; Maius, 31 días; Iunius, 29 días; Quinctilis, 31 días; Sextilis, 29 días; September, 29 días; October, 31 días; Nouember, 29 días; December, 29 días; Ianuarius, 29 días; y Februarius, 28 días.
Aún de esta manera el año quedaba corto once días respecto al año solar, por lo que Numa Pompilio ordenó que se le añadiera un mes cada dos años de 22 días en el segundo y sexto años, y de 23 días en el cuatro y octavo, haciendo un ciclo de ocho años. El mes intercalar era llamado Mercedonius (Plutarco, Numa, 19; Caes. 59). El año romano estaba basado en los ciclos lunares y, según Livio, la relación con los años solares se daba cada 19 años. Este ciclo fue introducido en el 432 a. C. y, aunque este conocimiento carecía de uso popular, era utilizado por los pontífices para los cultos de los dioses.
En 45 a. C. Julio César encargó al astrónomo alejandrino Sosígenes la elaboración de su calendario. Este fijó la duración del año en 365 días y seis horas, cálculo asombrosamente exacto dados los rudimentarios instrumentos de la época, ya que su margen de error fue sólo de 11 minutos y 9 segundos al año, es decir, menos de un segundo por día, pero con el fin de evitar complicaciones, se tomó de 365 días de duración, añadiendo diez días al año de 355 días. Censorino escribió el siguiente texto al respecto: “La confusión fue al final llevada tan lejos que C. César, el Pontifex Maximus, en su tercer consulado, con Lépido como colega, insertó entre noviembre y diciembre dos meses intercalares de 67 días, habiendo ya recibido el mes de febrero una intercalación de 23 días, e hizo así que el año completo consistiera en 445 días. Al mismo tiempo proveyó contra una repetición de errores similares al renunciar al mes intercalar, y al adaptar el año al curso solar. Para ello, a los 355 días del año previamente existente, añadió diez días, que distribuyó entre los siete meses que tenían 29 días, de tal forma que Enero, Sextilis y Diciembre recibieron dos cada uno, y los otros sólo uno; y estos días adicionales los colocó al final de cada mes, sin duda con el deseo de no mover los diversos festivales de aquellas posiciones en cada uno de los meses que durante tanto tiempo habían ocupado. Así, en el presente calendario, aunque hay siete meses de 31 días, los cuatro meses que originalmente poseían ese número aún son distinguibles al tener sus nonas en el quinto día del mes. Por último, en consideración por el cuarto de día que él consideraba que completaba el año, estableció la regla de que, al final de cada cuatro años, un único día debía ser intercalado donde el mes había sido anteriormente insertado, esto es, inmediatamente después de los Terminalia; ese día es ahora llamado el Bisextum.". Bissextum viene de bis-sexto. El 24 de febrero era llamado por los romanos "ante diem sextum Kalendas Martias"; en los años bisiestos, el día 25 era llamado "ante diem bis sextum Kalendas Martias" y no "ante diem quintum Kalendas Martias" como en los años normales. De ahí viene el nombre de Bisiesto ("bis sextum", esto es, dos veces sexto).
Julio César añadió un día a julio, mes de su nacimiento, para engrandecerse. Augusto hizo lo mismo con agosto, pues él no iba a ser menos que su antecesor. Ambos días fueron retirados de febrero, que pasó a tener 28. Ante la disminución de este mes con respecto a los otros, el día añadido de los años bisiestos se le concedió a él.
La imperfección del Calendario Juliano dio pie para que en el año 1582 el Papa Gregorio XIII encargara a Luis Lilio y al jesuita alemán Christopher Clavius la reforma que dará vida al conocido como Calendario Gregoriano
EL invento del PAPEL
El papel es una delgada hoja elaborada mediante pasta de fibras vegetales que son molidas, blanqueadas, desleídas en agua, secadas y endurecidas posteriormente; a la pulpa de celulosa, normalmente, se le añaden sustancias como el polipropileno o el polietileno con el fin de proporcionar diversas características. Las fibras están aglutinadas mediante enlaces por puente de hidrógeno. También se denomina papel, hoja o folio a su forma más común como lámina delgada.
Según la crónica de los tiempos de las dinastías Han en China, la escritura se hacia originalmente sobre bambú o pedazos de seda, hasta que un cortesano del palacio pensó en utilizar corteza de árbol, fibra de cáñamo y trapos, y confeccionar cierto tipo de papel, por lo cual fue altamente elogiado por el Emperador.
Eso ocurría en China alrededor del año 90 A.C. en otras partes del mundo fueron cambiando los materiales sobre los cuales se escribía, por ser engorrosos, como las tabletas de barro Babilonia y las hojas de palma en la India.
En Egipto se usaban, desde2900 A.C., las fibras del papiro, que pegaban en dos hojas, una sobre otra, ofreciendo un producto tan flexible y apropiado para la escritura, que se llego a exportar a otras regiones, se estima que la mayor parte de la literatura clásica griega fue escrita en papiros. No obstante en Grecia se continuó usando la piel de animales, especialmente de ovejas y cabras, en cuya preparación se distinguieron artesanos del reino griego de Pérgamo, de donde esta especie de papel tomo el nombre “Pergamino”. El uso del pergamino predomino sobre el papiro, aunque este último se siguió empleando ampliamente en Egipto.
El papel que más se acercaba al que conocemos hoy en día, siguió sien una especialidad china. Los chinos lo llevaron a Samarkanda. De ahí pasó posteriormente su manufactura y uso a Bagdad, Damasco y el resto del mundo musulmán. Pronto llego a El Cairo, donde desplazo ó casi completamente al papiro.
El proceso de elaboración del papel, basado principalmente en la maceración de trapos para obtener la pulpa, es el que produce el papel de hilo. En la actualidad se usa pulpa de madera y otros derivados.
EL invento del LÁPIZ
En documentos muy antiguos, aparece descrito un instrumento de escribir que consistía en una pieza de plomo metida en una varilla de madera. En 1765, la Familia Faber inicio una fabricación de lápices hechos con grafito, en Nuremberg. Más tarde otros también los fabricaron, y su uso se generalizo rápidamente, aunque nunca llegaron a sustituir a la pluma de ganso como instrumento de escritura tradicional. Hoy en día existe una enorme variedad de lápices, para muy diversos usos. Desde lápices especiales para marcar metales hasta lápices muy suaves para las cejas de las damas.
EL INVENTO DE LA LA PLUMA DE FUENTE
Una pluma estilográfica, también denominada estilográfica, estilógrafo, pluma fuente o simplemente pluma o estilo, es una herramienta de dibujo técnico y escritura, que contiene un depósito de tinta líquida compuesta principalmente de agua. La tinta se queda en este depósito gracias a la presión atmosférica hasta que es utilizada.
La tinta alimenta al plumín, la pieza metálica final, a través de un canal por la combinación de la gravedad y la capilaridad. Para rellenar el depósito hay varios métodos, incluyendo reemplazar el depósito por otro, rellenarlo con un cuentagotas o succionar la tinta desde un tintero.
Los patentes de las primeras plumas con receptáculos para la tinta, fueron solicitados en Inglaterra en 1809. En esas plumas, la tinta no fluía hacía el punto; el que escribía con ellas debía apretar un pequeño émbolo de vez en cuando, para mojar la punta del estilo. Alrededor de 1903, un vendedor de seguros americanos, Lewis Waterman, invento un bolsita de goma dentro de un estuche cilíndrico, que podía llenarse succionando la tinta al comprimirla y descomprimirla. La tinta fluía hacia el punto por capilaridad. El uso de este tipo básico de pluma perdura hasta después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se popularizo la pluma de bolígrafo, mucho más práctica y barata que la de fuente tradicional.
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