El invento del:
Arte aborigen
australiano
Aborígenes australianos
Como en otras civilizaciones, el
arte aborigen australiano es inseparable de su función ritual y religiosa,
función que abarca —entre otros rasgos— la pintura de las piedras y la del
propio cuerpo.
Arte aborigen
australiano, obras artísticas producidas por los aborígenes australianos
desde la antigüedad hasta nuestros días. El arte aborigen tiene una historia de
más de 50.000 años, como demuestran las antiguas pinturas sobre corteza de
árbol localizadas en zonas del interior de Australia, que son incluso
anteriores a las pinturas rupestres de Altamira y de Lascaux.
Arte rupestre aborigen, Australia
El arte rupestre aborigen tuvo un
gran desarrollo antes de la llegada de los europeos. Alguna de las pinturas que
se han encontrado en Australia Meridional fueron realizadas hacia el 18.000
a.C. Se cree que las figuras, como las que se aprecian en la imagen, representaban
a los espíritus de los artistas.
La función y el valor
original del arte aborigen son de naturaleza sacra, al igual que la visión que
tenían de la vida los primeros habitantes de este continente. Si bien en la
actualidad se ha perdido ese carácter sacro de las primeras pinturas rupestres
para adaptarse a las exigencias de un público internacional, también la
producción aborigen contemporánea bucea en las raíces de la antigua percepción
mística del mundo.
Pinturas rupestres aborígenes
Hace más de 20.000 años, los
pueblos aborígenes de Australia realizaron pinturas y grabados en las paredes
de las cuevas. Actualmente hay más de mil lugares contabilizados en los que
aparecen dibujados motivos espirituales, figuras de cazadores y pescadores, y
representaciones de acontecimientos históricos. Los artistas aborígenes
recogieron la llegada de pueblos indonesios a finales del siglo XVIII y de los
colonos europeos 100 años más tarde. Sus obras corresponden a diferentes
estilos artísticos en los que se empleó el color desde fecha muy temprana.
El concepto de sueño está
presente también hoy día en la cultura aborigen; no se refiere solo a los mitos
de la creación, sino también al paisaje y su estrecha relación con los
aborígenes. Además, según creencias totémicas, los espíritus de los antepasados
continúan viviendo en los individuos actuales, definiendo su identidad social y
sus responsabilidades espirituales. Los sueños representan, por tanto, un nexo
de unión con el pasado, y al mismo tiempo, la fuente del saber primordial. Las
pinturas que aparecen en muchos objetos simbólicos, así como en armas,
representan estos mitos asumiendo un significado sagrado; las incisiones en
piedra y las pinturas sobre corteza o sobre el suelo testimonian que el acto de
pintar es un acto ritual.
La pintura sobre corteza
de árbol es la forma artística más característica practicada por los
aborígenes. Usada en la antigüedad para construir viviendas y decorada
normalmente con motivos y símbolos, la corteza procede normalmente del eucalipto;
se trata de un material dúctil, liso y resistente. El estilo de los diseños
varía según la zona: en ocasiones nos encontramos ante tendencias figurativas,
como en la parte oeste de la Tierra de Arnhem, mientras que al este, en la zona
de Yirrkala, los diseños tienden a una mayor abstracción y geometrización; las
pinturas sobre corteza realizadas en la isla de Groote Eylandt se distinguen,
en cambio, por el fondo negro sobre el que se recortan las figuras.
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ALBERT NAMATJIRA Y LA INTEGRACIÓN
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Con la llegada de los
primeros colonizadores blancos (siglo XVII) se inicia una nueva era del arte
aborigen, ya que esto implicó el contacto con una cultura totalmente distinta.
Los colonos imponen a
los indígenas las tradiciones europeas, ejerciendo un notable influjo en el
ámbito artístico: a finales del siglo XIX, Williams Barak y Tommy McCrae
comenzaron a usar los materiales introducidos por los colonos (papel y
lápices), llegando a ser exponentes de una tradición figurativa de
inconfundible impronta occidental y creando interesantes imágenes de la vida
aborigen destinadas al público inglés.
A comienzos del siglo
XX la construcción de las líneas de ferrocarril hizo posible el acceso a las
zonas desérticas del centro del continente, donde se fundaron numerosas
misiones. En la década de 1930 el centro luterano de Hermannsburg vio emerger
la figura de un artista de origen europeo, Rex Batterbee, que enseñó a la
población local la pintura con acuarela. El más destacado de sus discípulos fue
Albert Namatjira, quien en 1938 realizó una exposición que le dio cierta fama.
El control y el dominio
de los métodos occidentales por parte de Namatjira se utilizaron para demostrar
la potencial eficacia de la política de integración. Pero sus obras fueron solo
reconocidas por su habilidad técnica, a pesar del éxito logrado entre el
público. Recientemente la producción de Namatjira ha sido evaluada siguiendo
los criterios del arte aborigen moderno, analizando cómo la elección de sus
temas no se acercaba a los cánones europeos de belleza, sino a la relación
personal del pintor con el paisaje.
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PAPUNYA
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En la década de 1970 se
consolidó como primer centro de producción del arte aborigen el asentamiento de
Papunya, cercano a la ciudad de Alice Springs, en medio del vasto desierto. En
1971 llegó a la escuela de Papunya Geoffrey Bardon, un joven profesor de origen
europeo, encargado de impartir las lecciones de arte a los niños. Pronto
entabló amistad con numerosos aborígenes adultos, a los que enseñó a usar las
pinturas acrílicas y con los que decoró los muros de la escuela, según el
estilo y la iconografía de las pinturas rupestres tradicionales. De este modo
los aborígenes comenzaron a pintar sobre mesas y otras superficies. Un año
después esta actividad había generado una serie de interesantes obras que
reproducían diseños ceremoniales en el estilo de puntos y círculos.
La producción artística
de esta comunidad obtuvo en poco tiempo importantes reconocimientos. Después de
que las pinturas adquirieran valor, se fundó una cooperativa que se encargó de
la comercialización de las obras y que hoy, además de regentar una galería en
Alice Springs, está en contacto con otras organizaciones internacionales.
Ciudades como Londres, París, Frankfurt o Los Ángeles han sido sede de
distintas exposiciones organizadas por los pintores de Papunya, que han creado
de este modo un ejemplo para la comunidad aborigen, como la de los centros de
Mount Allan y Napperby.
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OTROS CENTROS DE PRODUCCIÓN
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La comunidad de Yuendumu,
situada a unos 120 kilómetros al norte de Papunya, conoció un singular
desarrollo artístico en la década de 1980. La mayor parte del trabajo lo
llevaban a cabo mujeres que realizaban dibujos de pequeñas dimensiones sobre
tela, los cuales suscitaron un gran interés por parte de los antropólogos y
lingüistas europeos. También los hombres se acercaron a la pintura decorando
escuelas y telas, además de mesas y otros objetos. En 1985 los artistas de
Yuendumu fundaron una sociedad para la venta de sus obras de arte.
A principios de la década
de 1980, en una zona todavía más remota del desierto occidental, la comunidad
aborigen de Balgo Hills inició otro movimiento pictórico, que fundía los temas
cristianos con la tradición aborigen y las representaciones de la antigua edad
del sueño. Este arte está caracterizado por el uso de minúsculos puntos y de
las tonalidades púrpura, rosa, naranja y azul.
La comunidad de Lajamanu,
en el otro extremo del desierto occidental, es uno de los asentamientos más
aislados de Australia. El principal obstáculo al desarrollo de un estilo
pictórico local no fue, sin embargo, su situación desfavorable, sino la
oposición de sus ancianos. Cuando esta resistencia disminuyó, Lajamanu se
transformó en un importante centro artístico del que provienen obras de notable
interés. Las pinturas más interesantes, que reproducen elaborados arabescos,
fueron realizadas usando una gama cromática limitada a los colores blanco,
negro y verde.
Las pinturas de color
ocre de la comunidad warmun de Turkey Creek, en el Kimberley oriental, han
pasado a ser famosas después de su participación en la Bienal de Venecia, con
artistas como Queenie McKenzie, Freddie Timms y Rover Thomas.
Ngukurr es una pequeña
comunidad aborigen situada en el límite septentrional de la Tierra de Arnhem,
que se distingue de los otros centros artísticos por no seguir la tradición de
la pintura sobre corteza, sino que prefiere las pinturas acrílicas sobre tela.
Willie Gudjipi, que forma parte de esta comunidad, se centra en la
representación de ceremonias de iniciación y de ritos fúnebres. Las imágenes
muestran armas, utensilios, antepasados con forma humana o animal, así como
distintos tipos de flores. Las formas sinuosas de las serpientes y el uso de
pequeños puntos para definir los contornos de las figuras aparecen también en
las pinturas de otras comunidades del sur.
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LA PRODUCCIÓN EN LOS CENTROS URBANOS
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El florecimiento del arte
local que tuvo lugar en el último cuarto del siglo XX no fue solo obra de
comunidades aborígenes aisladas, sino también de las que, viviendo en centros
urbanos, han descubierto su propia identidad a través del arte, imponiéndose a
un contexto social que los marginaba. Las fuentes de las que obtienen la
inspiración son variadas: estilísticamente, las obras reproducen elementos de
la tradición europea mezclados con los de la tradición aborigen, dando vida a
un lenguaje atento a los problemas sociales y políticos.
La atención del público
internacional se centra sobre todo en dos fotógrafos, Brenda Croft y Michael
Riley. Los retratos de los aborígenes realizados por Riley ponen luz en la
belleza y en la dignidad de los individuos, en oposición a las imágenes
anónimas de sabor etnográfico todavía difundidas.
La producción artística
aborigen, que suscita hoy en el mundo occidental un creciente interés, ha
favorecido el renacimiento de una cultura local, atrayendo la atención de la
comunidad internacional hacia la cultura aborigen y sus tradiciones.
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