Grandes inventos: Ciencia Antropología
Antropología, estudio de los seres
humanos desde una perspectiva biológica, social y humanista. La antropología se
divide en dos grandes campos: la antropología física, que trata de la evolución
biológica y la adaptación fisiológica de los seres humanos, y la antropología
social o cultural, que se ocupa de las formas en que las personas viven en
sociedad, es decir, las formas de evolución de su lengua, cultura y costumbres.
La antropología es fundamentalmente
multicultural. Los primeros estudios antropológicos analizaban pueblos y
culturas no occidentales, pero su labor actual se centra, en gran medida, en
las modernas culturas occidentales (las aglomeraciones urbanas y la sociedad
industrial). Los antropólogos consideran primordial realizar trabajos de campo
y dan especial importancia a las experiencias de primera mano, participando en
las actividades, costumbres y tradiciones de la sociedad a estudiar.
2
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HISTORIA
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Evolución del cráneo humano
La antropología física se dedica al
estudio de las características físicas del ser humano. Los antropólogos físicos
analizan los fósiles de ancestros humanos para trazar el desarrollo de la
especie, fijándose especialmente en el tamaño del cerebro, la altura y la
habilidad para caminar erguido. Como ilustra esta fotografía, los
descubrimientos arqueológicos han ayudado a conocer la evolución del cráneo
humano. Con la evolución desde el Australopithecus hasta el Homo (sapiens)
sapiens, la capacidad craneana aumentó (para ajustarse al crecimiento del
cerebro), la cara se acható, la barbilla retrocedió y disminuyó el tamaño de
los dientes. Los antropólogos también buscan útiles, como herramientas de
hueso, vasijas o pruebas de la utilización del fuego, para vincular el
desarrollo físico con el cultural. Algunos antropólogos mantienen que cuando el
cerebro adquirió una elevada capacidad para el aprendizaje y el razonamiento,
fue la evolución cultural, y no la física, la que determinó la forma de vida de
los seres humanos.
Desde tiempos remotos, viajeros,
historiadores y eruditos han estudiado y escrito sobre culturas de pueblos
lejanos. El historiador griego Herodoto describió las culturas de varios
pueblos del espacio geográfico conocido en su tiempo; interrogó a los
informantes clave, observó y analizó sus formas de vida —al igual que los
antropólogos modernos—, e informó sobre las diferencias existentes entre ellas,
en aspectos tan importantes como la organización familiar y las prácticas
religiosas. Mucho más tarde, el historiador romano Tácito, en su libro Germania
(hacia el 98 d.C.), reseñó el carácter, las costumbres y la distribución
geográfica de los pueblos germánicos.
En el siglo XIII, el aventurero
italiano Marco Polo viajó a través de China y otras zonas de Asia, aportando
con sus escritos una información muy amplia sobre los pueblos y costumbres del
Lejano Oriente.
Durante el siglo XV se
exploraron nuevos campos de conocimiento debido al descubrimiento por los
exploradores europeos de los diferentes pueblos y culturas del Nuevo Mundo,
África, el sur de Asia y los Mares del Sur, que dio como resultado la introducción
de ideas revolucionarias acerca de la historia cultural y biológica de la
humanidad.
A lo largo del siglo XVIII,
los estudiosos de la Ilustración francesa, como Anne Robert Jacques Turgot y
Jean Antoine Condorcet, comenzaron a elaborar teorías sobre la evolución y el
desarrollo de la civilización humana desde sus albores. Estos planteamientos
antropológicos y filosóficos chocaban con el relato bíblico de la creación y
con los dogmas teológicos que afirmaban que determinadas culturas y pueblos no
occidentales habían caído en desgracia divina y, por ello, habían degenerado
hacia una situación denominada peyorativamente ‘primitiva’.
El hallazgo de un fósil
en Neandertal (Alemania) en 1856 y los restos del hombre de Java (Homo
erectus) en la década de 1890, proporcionaron pruebas irrefutables del
larguísimo proceso de evolución del hombre. En la abadía Boucher de Perthes (véase
Jacques Boucher), en las proximidades de París, se descubrieron también
diversos utensilios de piedra que corroboraron que el proceso evolutivo de la
prehistoria humana tal vez se remontara a cientos de miles de años atrás. Desde
un principio, la arqueología se convirtió en una compañera inseparable de la
emergente disciplina antropológica.
La antropología surgió como
campo diferenciado de estudio a mediados del siglo pasado. En Estados Unidos,
el fundador de dicha disciplina fue Lewis Henry Morgan, quien investigó en
profundidad la organización social de la confederación iroquesa. Morgan elaboró
en su estudio La sociedad primitiva (1877) una teoría general de la
evolución cultural como progresión gradual desde el estado salvaje hasta la
barbarie (caracterizada por la simple domesticación de animales y plantas) y la
civilización (iniciada con la invención del abecedario). En Europa, su fundador
fue el erudito británico Edward Burnett Tylor, quien construyó una teoría sobre
la evolución del hombre que prestaba especial atención a los orígenes de la
religión. Tylor, Morgan y sus contemporáneos resaltaron la racionalidad de las
culturas humanas y argumentaron que en todas las civilizaciones la cultura
humana evoluciona hacia formas más complejas y desarrolladas.
A mediados del siglo XIX
se crearon, además, importantes fundaciones de arqueología científica, sobre
todo a cargo de arqueólogos daneses del Museo Nacional de Antigüedades,
Septentrionales en Copenhague. A partir de unas excavaciones sistemáticas
llegaron a descubrir la evolución de los utensilios y herramientas durante la
edad de piedra, la edad del bronce y la edad del hierro. El fundador de la
escuela funcionalista de antropología, Bronislaw Malinowski, afirmaba que las
organizaciones humanas debían ser examinadas en el contexto de su cultura y fue
uno de los primeros antropólogos en convivir con los pueblos objeto de su
estudio, los habitantes de las islas Trobriand, cuya lengua y costumbres
aprendió para comprender la totalidad de su cultura.
La antropología aplicada nació
en el siglo XIX con organizaciones como la Sociedad Protectora de los
Aborígenes (1837) y la Sociedad Etnológica de París (1838). Estas instituciones
se preocuparon por despertar en Europa una conciencia contraria al tráfico de
esclavos y a la matanza de pueblos indígenas americanos y australianos.
3
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ANTROPOLOGÍA FÍSICA
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La antropología física se ocupa
principalmente de la evolución del hombre, la biología humana y el estudio de
otros primates, aplicando métodos de trabajo utilizados en las ciencias
naturales.
3.1
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Evolución del hombre
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Familia Leakey
Louis y Mary Leakey, a la izquierda, y
su hijo Richard, a la derecha, son notables paleoantropólogos, cuyas
investigaciones en la garganta de Olduvai (este de África) significaron un
avance en el estudio de la evolución humana. Descendientes de una familia
inglesa, vivieron y llevaron a cabo su investigación en Kenia, dedicándose
durante muchos años a la recopilación de fósiles por todo el este de África.
Hasta los descubrimientos de los Leakey en los años 1940 y 1950, se pensaba que
los seres humanos actuales descendían de una cadena evolutiva única que se
desarrolló en el este de África. Los Leakey descubrieron una serie de fósiles
que indicaban la coexistencia de diferentes tipos de homínidos en esa región.
Esto puso en duda la teoría de la cadena evolutiva única.
Una de las ramas de la
antropología física tiene como objetivo reconstruir la línea evolutiva del
hombre. En la década de 1960 los paleoantropólogos Louis Seymour Bazett Leakey,
su esposa Mary Douglas Leakey y su hijo Richard Erskine Leakey encontraron una
serie de fósiles en la garganta de Olduvai, África oriental, que desencadenó
una revisión profunda de la evolución biológica de los seres humanos. Los
restos fósiles desenterrados a finales de 1970 y 1980 proporcionaron después
pruebas adicionales, en el sentido de que el género Homo coexistió en África
oriental con otras formas evolucionadas de hombre-simio conocidas como
australopitecinos hace más de 4 millones de años. Estos dos homínidos son al
parecer descendientes de un fósil etíope, el Australopithecus afarensis,
que tiene una antigüedad datada entre 3 y 3,7 millones de años —la famosa Lucy,
descubierta en 1974, es uno de los fósiles encontrados. Estos antiguos
antecesores del hombre tenían las piernas y el cuerpo adaptados para caminar
erguidos (véase Bipedación), lo cual dejaba sus manos libres para
manipular diversos utensilios. Más tarde, investigadores de la Universidad de
California descubrieron numerosos fósiles en la garganta de Olduvai, lo que
reforzó aún más la tesis de la irregularidad del proceso de evolución humana.
Este nuevo fósil tenía aproximadamente 1,8 millones de años de antigüedad,
presentaba huesos de los brazos y las piernas que confirmaban una locomoción
vertical relativamente evolucionada, pero su capacidad craneana reducida y
marcadas diferencias de estatura entre hombres y mujeres no diferían demasiado
de Lucy.
Algunos utensilios de piedra sin
tallar, hallados con ciertos fósiles de Homo en yacimientos del este de
África, demuestran que hace casi 3 millones de años ya eran capaces de fabricar
herramientas. Esta habilidad técnica contribuyó al aparente éxito evolutivo del
Homo habilis. En comparación con los australopitecinos vegetarianos, los
antecesores modernos de los seres humanos, tipo Homo habilis, parecen
haber evolucionado al incorporar la carne como parte esencial de su dieta
alimenticia, a juzgar por la disposición de los dientes y la utilización de
ciertas herramientas.
A medida que han ido aumentando
los descubrimientos de fósiles homínidos, al parecer fue en África, y no en
Asia, donde se produjo la primera hominización. Los fósiles de Homo habilis
apuntan hacia una criatura de unos 91 cm de estatura, con una capacidad
craneana de unos 600 cm3. Sin embargo, se han hallado en África
oriental restos de una especie mayor de Homo con capacidad craneana
superior a los 800 cm3, de unos 1,5 millones de años de antigüedad.
Este protohumano mayor, denominado generalmente Homo erectus, se
extendió desde África hacia Europa y Asia hace aproximadamente un millón de
años, y desarrolló una gama más completa de herramientas.
Cráneos de hombres prehistóricos
La especie Neandertal, que vivió en
Europa y África del Norte entre el 100.000 y 40.000 a.C., son ancestros
primitivos de la especie humana actual, pero corresponden a una línea evolutiva
distinta. Eran cazadores-recolectores y tenían el cerebro algo más grande que
el de los seres humanos de hoy. Los primeros en encontrar fósiles de la especie
Neandertal fueron los antropólogos alemanes Johann Fuhlrott y Hermann
Schaaffhausen en 1856, en el valle del río alemán Neander (cerca de Düsseldorf,
Alemania). Aquí se muestra el cráneo de un Neandertal entre el de un
Pithecantropus (izquierda) y el de un hombre de Cro-Magnon (derecha).
Los restos más conocidos
del Homo erectus son el célebre hombre de Java, que antes se conocía
técnicamente como Pithecanthropus, así como el igualmente famoso hombre
de Pekín, una colección de componentes de esqueletos hallados en Zhoukoudian,
cerca de Pekín (China), y que en principio recibió el nombre de Sinanthropus
pekinensis. Ambos son mucho más recientes que los yacimientos que conforman
el Homo habilis de África oriental, y se remontan a 750.000 y 300.000
años. Los fósiles del hombre de Pekín son especialmente interesantes, ya que el
tamaño del cerebro es incluso mayor que el de Java, con un promedio superior a
los 1.050 cm3, y cuyo cráneo y otros elementos óseos son ligeramente
más modernos. También se han hallado fósiles de Homo erectus en Europa y
en África junto a numerosos utensilios de piedra y otras herramientas, que
prueban la existencia de una sociedad de cazadores-recolectores muy básica. En
Zhoukoudian, los arqueólogos se encontraron con el testimonio más antiguo del
uso del fuego por el hombre, así como algunos indicios de canibalismo.
Hay antropólogos que consideran
como antepasados directos del hombre a los ejemplares de Neandertal y a las docenas
de fósiles emparentados; otros opinan que sólo son una ramificación del Homo
sapiens que se extinguió hace decenas de miles de años. Se calcula que hace
entre 100.000 y 35.000 años, los hombres de Neandertal ya eran una población de
cazadores-recolectores extendida por gran parte de Europa y de Oriente Próximo;
de constitución robusta y cejas espesas, con capacidad craneana de unos 1.500
cm3, mayor que la de gran parte de los Homo sapiens sapiens,
especie a la que pertenecemos los seres humanos modernos. Se han encontrado
fósiles que algunos consideran intermedios entre los de Neandertal y el Homo
sapiens sapiens. Estos restos podrían ser la prueba del cruce de los
Neandertal con los antepasados directos del hombre, o simplemente reflejan una
multitud de variantes dentro de la misma población de Homo sapiens (las
tesis más modernas se inclinan hacia el primer supuesto). Desde las últimas
fases de los periodos glaciales, en Europa, África y otros muchos lugares se
han sucedido los hallazgos de un sinfín de restos fósiles que se asemejan al
hombre moderno.
En el continente americano,
sin embargo, ningún rastro humano tiene más de 15.000 años, y los únicos
ejemplares óseos que cuentan algunos miles de años pertenecen todos al Homo
sapiens sapiens. Por tanto, parece que la evolución biológica que derivó en
el hombre moderno tuvo lugar en el Viejo Mundo.
3.2
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Biología humana
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Otra de las ramas importantes
de la antropología física la constituye el estudio de los pueblos
contemporáneos y de sus diferentes rasgos biológicos. Gran parte de los
estudios y discusiones de antaño se centraron en la identificación, número y
características de las razas principales. A medida que se fueron desarrollando
técnicas más perfectas para medir el color de la piel y los ojos, la textura
del cabello, el tipo sanguíneo, la capacidad craneana y demás variables, la
clasificación de las razas se hizo más compleja. Los teóricos modernos
mantienen que cualquier idea sobre las denominadas ‘razas puras’ o arquetipos ancestrales
es engañosa y errónea. Todos los seres humanos actuales son Homo sapiens
sapiens y descienden de los mismos orígenes universales y complejos. Los
rasgos genéticos siempre han variado con la geografía según la respuesta
biológica de su adaptación al entorno, pero en cada región la herencia genética
produce una gama de variedades tipo y combinaciones intermedias. Por tanto, la
asimilación de las personas a categorías según posibles razas es más un
planteamiento social y político que biológico. Los calificativos ‘asiático’,
‘negro’, ‘hispano’ o ‘blanco’ obedecen a definiciones sociales que conllevan
una gran mezcla de características genéticas y culturales.
Después de que los antropólogos
biológicos centraran su atención en los complejos patrones de la genética
humana, estudiaron la interacción de las adaptaciones genéticas y las
adaptaciones (no genéticas) fisiológicas y culturales, en relación con la
enfermedad, la desnutrición y la presión del entorno, así como las grandes
altitudes y los climas calurosos. Los médicos y antropólogos especialistas en
nutrición combinan los enfoques biológicos y genéticos con datos culturales y
sociales, ya sea para estudiar enfermedades como la hipertensión y la diabetes
o para investigar el crecimiento y el desarrollo en diferentes condiciones de
alimentación y salud.
El médico estadounidense,
galardonado con el Premio Nobel, Daniel Carleton Gajdusek, adquirió especial
renombre por su descubrimiento de que el kuru (‘temblores’), enfermedad
debilitante que sólo existe entre pueblos aislados de las montañas de Nueva
Guinea, estaba causada por un agente infeccioso lento denominado prión (que
consiguió aislar e identificar) transmitido a través de la antropofagia (véase
Canibalismo). Algunos antropólogos biológicos han detectado los esquemas
genéticos de otras enfermedades, como la anemia de células falciformes,
talasemia y diabetes.
3.3
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Estudio de los primates
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Debido a que los seres
humanos son primates emparentados genéticamente con otros simios y monos el
estudio de la conducta, la dinámica de la población, los hábitos alimenticios y
otras cualidades de los mandriles, chimpancés, gorilas y primates análogos,
constituye una dimensión comparativa esencial de la antropología. La etóloga
británica Jane Goodall y sus colegas dedicaron años a la observación de los
chimpancés en una reserva del lago Tanganica (Tanzania) y descubrieron que
estos animales son capaces de usar útiles simples —sobre todo, pequeños palos
para conseguir termitas y hormigas— y lanzar de forma eficaz piedras; en uno de
los experimentos se observó a los chimpancés usando palos gruesos para apalear
a un leopardo disecado. Además se comunican entre sí tanto vocal como
físicamente. Estudios realizados acerca de los esquemas de comunicación y de la
vida en grupo de los simios y los monos, facilitan la comprensión del pasado
remoto del hombre.
4
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ANTROPOLOGÍA SOCIAL Y CULTURAL
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Gran parte de la investigación
antropológica se basa en trabajos de campo llevados a cabo con diferentes
culturas. Entre 1900 y 1950, aproximadamente, estos estudios estaban orientados
a registrar cada uno de los diferentes estilos de vida antes de que
determinadas culturas no occidentales experimentaran la influencia de los
procesos de modernización y occidentalización. Los trabajos de campo que
describen la producción de alimentos, la organización social, la religión, la
vestimenta, la cultura material, el lenguaje y demás aspectos de las diversas culturas,
engloban lo que hoy se conoce por etnografía. El análisis comparativo de estas
descripciones etnográficas, que persigue generalizaciones más amplias de los
esquemas culturales, las dinámicas y los principios universales, es el objeto
de estudio de la etnología.
Durante la segunda mitad
del siglo XX, la etnología (que hoy se suele conocer como antropología
cultural) comenzó a relacionar su campo de estudio con el de la antropología
social, desarrollada por los científicos británicos y franceses. En un breve
periodo se debatió intensamente si la antropología debía ocuparse del estudio
de los sistemas sociales o del análisis comparativo de las culturas. Sin
embargo, pronto se llegó a la conclusión de que la investigación de las formas
de vida y de las culturas casi siempre están relacionadas, de donde procede el
nombre actual de antropología sociocultural.
4.1
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Parentesco y organización social
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Uno de los descubrimientos
importantes de la antropología del siglo XIX ha sido que las relaciones de
parentesco constituyen el núcleo principal de la organización social en todas
las sociedades. En muchas de ellas, los grupos sociales más importantes
comprenden clanes y linajes. Cuando la pertenencia a dichas corporaciones de
parentesco se asigna a las personas sólo por la línea masculina, el sistema se
denomina de descendencia patrilineal (véase Patrilinaje). Antes del
desarrollo del comercio y de la urbanización a gran escala, muchos pueblos
europeos estaban organizados desde el punto de vista económico y político como
grupos de filiación patrilineal.
Las sociedades matrilineales, en
las que el parentesco se transmite por línea femenina (véase Matrilinaje),
son menos comunes hoy día. Herodoto fue el primer erudito en describir este
tipo de sistema social, que detectó entre los habitantes de Licia, en Asia
Menor.
La organización de parentesco
bilateral, en la que se tiene en cuenta la parte materna y la paterna, es la
que predomina en las sociedades más sencillas de cazadores-recolectores (tales
como los pueblos san en el sur de África o los inuit de las regiones ártica y
subártica). El antropólogo británico Robert Stephen Briffault defendió un
concepto relacionado, el matriarcado, y afirmó que este tipo de organización
social se encontraba latente en gran parte de las sociedades más primarias.
En las sociedades basadas
en el parentesco, los miembros de un linaje, clan o demás grupos afines suelen
ser descendientes de un antepasado común. Este concepto es un factor
unificador, pues dota a grandes masas de individuos de cierta cohesión para
afrontar actividades guerreras o rituales, lo que les hace sentirse diferentes
de sus vecinos y enemigos. Por ejemplo, entre las hordas centroasiáticas que
durante siglos atacaron a las sociedades europeas, o entre los aztecas o
mexicas del continente americano, la compleja organización militar se
sustentaba en el parentesco patrilineal.
4.2
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La evolución de los sistemas político-sociales
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Las sociedades humanas que, en
principio, se consideraron más simples son los grupos de
cazadores-recolectores, como los inuit, san, pigmeos y aborígenes australianos.
En estos pueblos se agrupa un pequeño número de familias para formar bandas o
grupos nómadas de 30 a 100 individuos, relacionados por parentesco y asociados
a un territorio concreto.
Los grupos supervivientes de
cazadores-recolectores (en zonas de África, India y Filipinas) nos permiten
conocer el estado de la organización social y cultural de casi toda la
experiencia histórica de la humanidad. Sus relaciones de parentesco, ideas
religiosas, métodos sanitarios y características culturales no sólo ilustran
las raíces culturales de la humanidad moderna, sino que se nos presentan a
escala reducida y resultan más fáciles de analizar. Las culturas de
cazadores-recolectores que aún perduran ponen de manifiesto las adaptaciones
que son necesarias para sobrevivir en entornos hostiles e inhóspitos.
Los sistemas sociales y
económicos de mayor complejidad no surgieron hasta que no se presentaron las
condiciones favorables que permitieron a las primeras sociedades asentarse en
comunidades estables y permanentes durante todo el año. Se produjo entonces el
avance crucial hacia la agricultura y la cría de animales.
La transición neolítica —es
decir, los inicios de la aclimatación de los recursos alimenticios— se produjo
de forma independiente en el Oriente Próximo y en Asia oriental hace unos
12.000 años, según las pruebas arqueológicas más recientes. Con las grandes
concentraciones de población y los asentamientos permanentes, surgieron las
organizaciones sociopolíticas que entrelazaban a diferentes grupos locales. Los
nuevos sistemas locales, que a menudo comprendían grupos de individuos
procedentes de comunidades aisladas, estaban unidos en la celebración de
ceremonias religiosas, en el intercambio de alimentos y en los rasgos
culturales.
Aunque los grupos más
pequeños carecían, en muchos casos, de un gobierno central, el aumento de la
población y de las fuentes de alimentos crearon la necesidad, y la viabilidad,
de la centralización política. Las jefaturas representan los sistemas sociales
a pequeña escala, en los que los alimentos y el acatamiento político confluyen
en un dirigente central, o jefe, que a su vez redistribuye los alimentos y es
respetado por los miembros de la comunidad.
4.3
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El auge de las naciones-estado
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Vista aérea de Machu Picchu
En esta imagen podemos vislumbrar en
todo su esplendor el conjunto arquitectónico de Machu Picchu. Este reducto del
Imperio inca, acerca de cuya historia se desconocen muchos datos, pervivió
aislado tras la invasión española gracias a la inaccesibilidad que le
proporcionaban las altas cotas de la cordillera andina en las que estaba
ubicado. La foto muestra la distribución urbanística de esta antigua ciudad, de
la que han pervivido restos de más de 150 edificios que incluyen desde
viviendas hasta centros religiosos en los que sus habitantes adorarían a las distintas
divinidades incaicas.
Los orígenes de las naciones-estado
han sido objeto de grandes controversias. En el antiguo Oriente Próximo, por ejemplo,
las primeras ciudades-estado aparecieron cuando el aumento de la población
provocó una mayor demanda de alimentos, facilitada por el desarrollo de
cultivos de regadío para atenderla. Esto motivó la expansión de sistemas
militares que protegieran dichos recursos. En otros casos, la ubicación en
rutas comerciales estratégicas —por ejemplo, Tombuctú en la ruta sahariana del
comercio de la sal— favoreció la centralización militar y administrativa.
Los estudios etnológicos y
arqueológicos apoyan la tesis de que los estados o reinos nacieron de forma
ligeramente distinta en situaciones históricas y ecológicas diferentes; sin
embargo, presentan en casi todas partes los mismos esquemas de desarrollo. En
sus primeros momentos de existencia, los estados manifiestan una tendencia
universal a anexionar las regiones vecinas, para explotarlas económicamente y
someter a sus enemigos potenciales. En las primeras civilizaciones urbanas —en
el Oriente Próximo, Egipto, el norte de India, el sureste de Asia, China, México
y Perú— aparecieron pronto las fortificaciones militares, por lo general
acompañadas de templos y rituales religiosos que manifestaban el auge y mayor
poder del sacerdocio. Sin embargo, la estratificación social, con una reducida
minoría militar-religiosa y una gran población subordinada de campesinos, fue
consecuencia inevitable.
4.4
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Desarrollo de los sistemas religiosos
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Chamanismo
El chamán de este grupo de mexicanos (a
la derecha) emplea técnicas de curación durante una ceremonia. Los chamanes
ocupan un lugar importante en muchas culturas, donde ejercen sus facultades de
sanar a los enfermos y comunicarse con los espíritus. Ostentan una posición
especial al actuar como sacerdotes, curanderos y visionarios.
Los sistemas religiosos de las
sociedades cazadoras-recolectoras pueden ser muy complejos en relación con el
mundo sobrenatural, las fuerzas de la naturaleza y el comportamiento de los
espíritus y los dioses. Estas sociedades pequeñas, relativamente igualitarias,
suelen carecer de los recursos necesarios para mantener una clase sacerdotal.
Sin embargo, todos los grupos humanos, ya sean grandes o pequeños, poseen en un
momento determinado de su evolución algún tipo de especialización similar a los
chamanes o curanderos, hombres o mujeres de quienes se cree mantienen contacto
directo con los seres y fuerzas sobrenaturales, y que reciben poderes
especiales para solucionar problemas como las enfermedades. El chamán es muchas
veces la única persona con un papel religioso especializado en este tipo de
sociedades.
Por ejemplo, en las sociedades
pequeñas que practican la agricultura, los sistemas religiosos comunales
implican al pueblo en prácticas rituales complejas, y con frecuencia se produce
una rotación de las responsabilidades sacerdotales. Cuando los grupos de
parentesco constituyen los elementos principales de la solidaridad social, las
ceremonias religiosas tienen como centro la familia y el parentesco.
El auge de los sistemas
sociales centralizados, con un sistema de clases estratificado, casi siempre ha
ido acompañado del desarrollo de los sistemas religiosos que implicaban la
existencia de sacerdotes dedicados únicamente a las funciones religiosas,
rituales para toda la población y una mayor tendencia a legislar tanto en el
plano moral como político. Estos sistemas religiosos casi nunca eliminaban las
prácticas del chamanismo individualizado (sobre todo para curar las
enfermedades).
Las pruebas arqueológicas de las
primeras ciudades-estado corroboran los estrechos vínculos que existían entre
los dirigentes religiosos y los dirigentes comerciales y políticos, poniendo de
relieve el aspecto conservador de la religión. Por otro lado, los movimientos
de reforma social radical han sido religiosos y en las sociedades con niveles
cambiantes de desarrollo tecnológico aparecen con regularidad nuevas formas
religiosas. Por tanto, la religión unas veces está al servicio de la situación
establecida y otras actúa como fuerza de un cambio radical.
4.5
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Evolución de la cultura
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Margaret Mead
La antropóloga estadounidense Margaret
Mead dedicó muchos años a estudiar la influencia de la cultura en la
personalidad de los individuos. Vivió entre los samoanos entre 1925 y 1926 para
observar su forma de vida y los tipos de personalidad más comunes entre ellos.
Su libro Adolescencia y cultura en Samoa, publicado en 1928, provocó un gran
debate entre los antropólogos sociales y culturales, en cuanto al método y la
interpretación del trabajo de campo. El enfoque de Mead, centrado en los
individuos y los grupos con los que vivió, se ganó las críticas de aquellos antropólogos
que defendían que la investigación debía estar basada en datos estadísticos
entre distintas culturas. Margaret Mead aparece en la imagen al lado de una
madre manus y su hijo, en la visita que realizó en 1953 a las islas Admiralty
(Papúa-Nueva Guinea).
Los esquemas más bien
simples de evolucionismo cultural propuestos durante el siglo XIX han sido
objeto de discusiones elaboradas y modificadas a la luz de los nuevos datos
arqueológicos y etnológicos. Destacados antropólogos de principios del siglo
XX, como el germano-estadounidense Franz Boas y el estadounidense Alfred Louis
Kroeber, adoptaron puntos de vista bastante antievolucionistas, ya que
mantenían que los procesos culturales y sociales han sido tan dispares en todo
el mundo que es difícil discernir algún proceso o tendencia general.
Existen dos posturas radicalmente
diferentes para explicar la evolución cultural. Los evolucionistas del siglo
pasado defendían que en las distintas sociedades se producen procesos muy
similares de desarrollo cultural debido a la unidad psíquica fundamental de
toda la humanidad. Así, los procesos paralelos hacia la estratificación social
y las minorías gobernantes se explican como efectos de las cualidades psíquicas
y mentales de los individuos. Claude Lévi-Strauss fue un defensor tardío de
este enfoque, sin hacer hincapié en el carácter evolucionista.
La postura contraria encuentra
la clave en las condiciones materiales de vida: en las fuentes de energía, las
tecnologías y los sistemas de producción de los grupos humanos; además, resalta
las influencias ambientales en el desarrollo de los complejos sistemas
culturales, ya que se han visto favorecidos por determinadas características
geográficas y climáticas. Por ejemplo, el Oriente Próximo prehistórico era rico
en animales de caza y plantas silvestres que resultaron especialmente aptos
para su domesticación y aclimatación.
5
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MÉTODOS Y APLICACIONES
|
Los métodos de investigación
en antropología son tan variados como los distintos temas de estudio.
5.1
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Investigación arqueológica
|
Para los arqueólogos resulta
fundamental establecer esquemas cronológicos a partir de los restos y fósiles
que descubren en sus excavaciones. Entre los modernos métodos de datación
arqueológicos, la técnica del carbono radiactivo tal vez sea la más utilizada.
Este método se basa en que las plantas y los animales vivos contienen unas
proporciones fijas de una variedad radiactiva del carbono, denominada carbono
14, que se va degradando a ritmo constante hasta convertirse en carbono no
radiactivo. La medición de los restos del radiocarbono en madera carbonizada,
restos de plantas, fibras de algodón, madera y otras sustancias, permite
determinar con bastante precisión edades de hasta 60.000 y 70.000 años de
antigüedad.
La edad de los antiguos
yacimientos fósiles en África oriental, que datan de hace varios millones de
años, se ha podido fijar con ayuda de otra potente herramienta radiológica: el
método del potasio-argón —el potasio radiactivo, potasio 40, se degrada con
enorme lentitud para convertirse en argón 40.
Las secuencias temporales de los
restos arqueológicos se determinan todavía de forma bastante primaria mediante
la observación meticulosa de la estratigrafía, depósito secuencial de
sustancias terrestres orgánicas y de restos de la actividad humana. Estos
depósitos van creciendo poco a poco y cubren cada una de las fases previas de
cualquier asentamiento humano. Las técnicas utilizadas para determinar las
secuencias estratigráficas incluyen el análisis del suelo, los estudios
geológicos y el estudio de restos animales y vegetales, así como la laboriosa
tarea de unir restos de suelos, fosas de almacenamiento y demás construcciones.
5.2
|
Investigación social y cultural
|
En la antropología social y
cultural, la investigación se ampara en la idea fundamental de la observación
participante dentro del seno de una comunidad o sistema social. El antropólogo
se introduce primero en la vida de la comunidad y, a través de los contactos y
las observaciones cotidianas, es aceptado por ella. Esta primera fase de la
investigación de campo requiere semanas, incluso meses, sobre todo si hay que
aprender la lengua local. Los primeros etnógrafos obtenían los datos a partir
de entrevistas en profundidad con algunos informantes clave, personas expertas
en la cultura y en el sistema social local. Estos datos se verificaban y
cruzaban con los de otros informantes y con las observaciones directas del
propio trabajador de campo.
Sin embargo, la investigación
de las distintas sociedades y pueblos exige hoy otras herramientas
metodológicas. Las entrevistas estructuradas (con muestreo) se utilizan de
forma rutinaria para la obtención de una información; por ejemplo, el consumo
de alimentos, el comportamiento sanitario, los recursos económicos, los
movimientos migratorios laborales, el tiempo libre y otros aspectos. Para
analizar la conducta económica hay que registrar con minuciosidad las transacciones
en el mercado, las horas de trabajo, las capturas de peces y animales de caza,
así como los rendimientos de las cosechas. Cuando se tratan de estudiar los
aspectos de la personalidad se utilizan pruebas psicológicas. También se
someten a análisis los posibles datos de los registros parroquiales, los textos
locales, los informes gubernamentales y otras fuentes escritas.
A medida que los datos
son más complejos e intrincados, y se hace necesario el tratamiento rutinario
de miles o incluso cientos de miles de fragmentos de información, los
arqueólogos han recurrido a las computadoras y equipos informáticos para
dibujar las secuencias temporales, las relaciones espaciales y demás esquemas.
Las tendencias del cambio cultural, la interacción entre las actividades
económicas y sociales, las interrelaciones étnicas y otros patrones complejos
se comprueban hoy mediante avanzados métodos estadísticos.
Estos métodos técnicos y
cuantitativos en la investigación no han sustituido a los estilos tradicionales
de investigación de campo. Al contrario, las entrevistas en profundidad a los
informantes clave, así como el complejo análisis cualitativo de los sistemas
simbólicos, las ceremonias y otras prácticas culturales, constituyen todavía
una parte esencial de la metodología holística (doctrina epistemológica que
hace hincapié en el estudio de los elementos desde su totalidad).
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TENDENCIAS ACTUALES
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La antropología moderna se está
convirtiendo poco a poco en una ciencia aplicada, ya que los investigadores se
están concentrando en aspectos sociales como la sanidad, la educación,
protección del entorno y el desarrollo urbano. Hoy son muchos los antropólogos
contratados por organismos públicos, empresas de investigación, grupos
independientes de presión, organizaciones indigenistas y agencias sanitarias
para realizar trabajos de campo en entornos culturales, ya sean proyectos
educativos, sanitarios o programas de desarrollo agrícola a gran escala en
regiones rurales.
El desplazamiento hacia el
estudio de sistemas heterogéneos y diversificados, así como el auge de los
métodos cuantitativos de investigación han promovido la necesidad de la
investigación en equipo. Anteriormente, una investigación, por lo general, sólo
implicaba a un trabajador de campo que se aislaba durante meses en algún
poblado remoto; hoy, por el contrario, la mayor parte de los proyectos de campo
necesitan el apoyo de diferentes profesionales, incluidos los asesores
estadísticos, biólogos, sociólogos y estudiantes colaboradores.
Por cuestiones de metodología,
los antropólogos han desarrollado vínculos sociales con las comunidades objeto
de estudio. Estas relaciones muchas veces han pasado a ser verdaderas
asociaciones que, en la mayoría de los casos, han beneficiado a estas
comunidades. A cambio, la aplicación pragmática de estos métodos ha abierto
nuevos caminos en la teoría social y biocultural.
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