Revolución de 1868
Alegoría de la revolución de 1868
El triunfo del levantamiento
revolucionario español de septiembre de 1868 acabó con el reinado de Isabel II
y supuso el inicio del Sexenio Democrático. Los generales Juan Prim y Francisco
Serrano, duque de la Torre, sus principales protagonistas, consiguieron el
destronamiento de la Reina y exigieron una reforma constitucional que daría
lugar al año siguiente a una nueva ley magna.
Revolución de 1868, también conocida como “la
Gloriosa”, levantamiento revolucionario español que tuvo lugar en septiembre de
1868 y supuso el destronamiento de la reina Isabel II, así como el consiguiente
inicio del periodo denominado Sexenio Democrático. Fue provocada por una crisis
económica generalizada, la división interna del Partido Moderado (en el poder
desde 1844), la discordia entre unionistas y moderados tras la muerte de sus
líderes (Leopoldo O’Donnell, en 1867, y Ramón María Narváez, en 1868) e,
incluso, por la propia conducta de Isabel II.
La Unión Liberal, dirigida por Francisco Serrano,
duque de la Torre, firmó el 30 de junio de 1867 con progresistas y demócratas, en
oposición al gobierno y la Corona, el denominado Pacto de Bruselas, que
completaba el Pacto de Ostende (signado el 16 de agosto de 1866 por los
representantes del Partido Progresista y del Partido Demócrata, con el objeto
de derrocar a la Reina). Los generales conspiradores, Francisco Serrano Bedoya
entre otros, fueron desterrados a Canarias, así como los duques de Montpensier,
para no contribuir a fomentar la conspiración. Esta política de represión
agudizó el espíritu de rebeldía. La insurrección armada estalló en Andalucía,
preparada por las juntas revolucionarias constituidas por demócratas y
progresistas, que actuaban en paralelo a una conspiración militar. Se inició en
Cádiz con el pronunciamiento militar del brigadier Juan Bautista Topete. La escuadra
sublevada tomó la plaza de acuerdo con los generales Juan Prim y el duque de la
Torre. En un manifiesto conjunto, los generales acusaban a Isabel II y
exigían una reforma constitucional y el respeto a los derechos individuales.
Las juntas revolucionarias, más radicales, exigieron por su parte la soberanía
nacional.
Mientras Topete permanecía en Cádiz al frente de la
flota sublevada, Prim recorría la costa mediterránea hasta Cataluña. Las tropas
del gobierno se mostraron muy lentas a la hora de cortar estos
pronunciamientos. Los revolucionarios las derrotaron, el 28 de septiembre, en
la batalla de Alcolea. El apoyo de Barcelona y la costa mediterránea a la
revolución fue decisivo. En tanto que el duque de la Torre se dirigía hacia
Madrid, la Reina dudaba, pero terminó por doblegarse ante los acontecimientos y
abandonó el país el 30 de septiembre, sin abdicar de sus derechos. Se
constituyó un gobierno provisional bajo el mando del general Serrano, duque de
la Torre. A partir de ese momento, se iniciaba una etapa de seis años (Sexenio
Democrático), en los que, a través de diferentes ensayos políticos, se intentó
crear un sistema democrático que desembocó en la fallida experiencia de la I
República.
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