Asia siembra las semillas de la globalización
Los Ensayos Históricos de Encarta reflejan el conocimiento y la visión de destacados historiadores. En este ensayo, Craig A. Lockard, de la Universidad de Wisconsin, opina que el comercio de larga distancia y las interacciones que tuvieron lugar en Asia entre los siglos XI y XVI sembraron las semillas de la globalización actual.
Asia siembra las semillas de la globalización
Por Craig A. Lockard
El término "globalización" designa la creciente interconexión de naciones y pueblos que se ha venido produciendo en todo el mundo a través del comercio, las inversiones, los viajes, la cultura popular u otras formas de interacción. Muchos historiadores han calificado la globalización como un fenómeno del siglo XX que está asociado al crecimiento de la economía internacional bajo el dominio de Occidente. Sin embargo, la amplia interacción entre pueblos remotos y los viajes a través de largas distancias por diferentes regiones del mundo ya habían existido durante muchos siglos en el pasado. En el siglo XI, las semillas de la globalización ya habían echado raíces en el hemisferio oriental, especialmente en las tierras que bordeaban el océano Índico y el mar de la China meridional. En aquella época estas eran las regiones más dinámicas y con mayor interacción del mundo.
Para entender cómo la globalización echó por primera vez sus raíces entre los siglos XI y XVI es necesario centrar la atención en los contactos mantenidos entre pueblos distantes de Asia, especialmente en los contactos derivados del comercio de larga distancia. El comercio interregional ha sido siempre un factor importante en la historia mundial porque fomenta otras formas de intercambio, incluida la difusión de religiones, culturas y tecnologías. Durante muchos siglos el ejemplo más sobresaliente de interacción por tierra fue la Ruta de la Seda a través de Asia central, aunque también floreció el comercio marítimo que convirtió al océano Índico en el núcleo de la red comercial marítima más amplia del mundo preindustrial. Los comerciantes islámicos dominaban esta red, a través de la cual difundían al máximo su religión. La expansión islámica dio lugar a una inmensa región cultural que se extendía por todo el hemisferio oriental. Puertos comerciales tales como Malaca, en la península homónima, se convirtieron en activos centros globalizados de comercio y cultura internacional. Los navíos chinos seguirían más tarde esta red comercial para llevar a cabo las mayores exploraciones oceánicas de la historia mundial hasta ese momento. Estas exploraciones confirmaron el papel crucial de este comercio marítimo afro-eurasiático y el dinamismo de algunas civilizaciones asiáticas. Los intercambios a través de Asia en aquella época, incluida la expansión del islam, fueron suficientemente significativos como para que podamos hablar de una globalización de la economía y de la cultura.
Comercio y contacto interregional
Una característica de la globalización de la edad moderna ha sido la expansión del comercio entre países de todo el mundo. Sin embargo, las raíces de este fenómeno se retrotraen mucho tiempo atrás en la historia. Las rutas comerciales de larga distancia sobrepasaron los sistemas de transporte desarrollados debido a la necesidad de mover recursos por tierra y por mar. A su vez, el comercio y la expansión produjeron un mayor contacto entre diferentes civilizaciones y sociedades, contacto que permitió la expansión de la influencia india, incluida la del budismo, por rutas comerciales terrestres y marítimas hasta Asia Central, Tíbet, China, Japón y el Sureste asiático entre el 200 a.C. y 1500 d.C.
Entre aproximadamente el 200 a.C. y 1000 d.C. el ejemplo más significativo de interacción y comercio de larga distancia fue la Ruta de la Seda, que discurría a lo largo del centro y el suroeste asiático, uniendo China a la India, Asia occidental y el Mediterráneo. A lo largo de la Ruta de la Seda, productos, personas e ideas viajaban miles de millas entre China, la India y Europa. Productos como la seda, la porcelana o el bambú procedentes de China eran transportados hacia occidente a través de desiertos, montañas y praderas hasta Bagdad y los puertos del este del Mediterráneo para, a continuación, ser embarcados hacia Roma.
El sistema marítimo establecido en el océano Índico cobró mayor importancia entre 1000 y 1500, sobrepasando incluso en importancia al comercio terrestre. Las rutas oceánicas entre el Sureste asiático y Oriente Próximo sufrieron una considerable expansión. Comerciantes de Arabia, Persia y la India visitaban la costa oriental africana y muchos asiáticos y africanos gozaron de un largo periodo de intercambio comercial marítimo muy lucrativo y relativamente libre.
La Ruta de la Seda y el Imperio mongol
Entre 1250 y 1350 los mongoles establecieron y controlaron el mayor imperio terrestre de la historia mundial que se extendía desde Corea hasta Viena, situando un inmenso bloque de la población mundial bajo su control. Los mongoles conquistaron brutalmente Siberia, Tíbet, Corea, Rusia, gran parte de Europa oriental, Afganistán, Persia, Turquía y algunas zonas de la civilización árabe en Oriente Próximo. Los europeos occidentales se encontraban demasiado lejos y subdesarrollados como para que valiese la pena su conquista y, por lo tanto, no llegaron a sufrir los saqueos experimentados por otros pueblos. En 1279 China, un adversario más importante y un premio más tentador que Europa occidental, fue incorporada a los dominios gobernados por los mongoles.
No debe subestimarse la importancia de la era mongol en la historia mundial o su papel en el establecimiento de una forma inicial de globalización. En el siglo XX la globalización permitió a la tecnología occidental llegar a otras partes del mundo. Algunos historiadores consideran a los mongoles como los grandes compensadores de la historia porque durante su gobierno permitieron la transferencia de tecnología desde Asia oriental, más desarrollada, hacia Europa occidental, más atrasada, y lo consiguieron reabriendo y protegiendo la Ruta de la Seda, aunque sólo fuera por un breve periodo de tiempo. Durante la era mongol llegaron a Europa invenciones chinas tales como la pólvora, la imprenta, el horno de fundición, la maquinaria para la elaboración de la seda, el papel moneda o el juego de cartas, así como múltiples descubrimientos médicos o frutas cultivadas como la naranja o el limón. Los mongoles prepararon el camino para una mayor comunicación global, abriendo las puertas de China al mundo. Un monje chino, cristiano nestoriano, fue el primer asiático oriental que visitó Roma, Inglaterra y Francia. También otros chinos decidieron asentarse en Persia, Irak y Rusia. Este movimiento fue más fácil que nunca gracias a los viajes entre un extremo y otro de Eurasia.
Los mongoles provocaron inconscientemente cambios que más tarde permitirían a Europa alcanzar e incluso sobrepasar a China. Algunos de estos cambios consistieron en la mejora por parte de Europa de invenciones chinas tales como la imprenta, la pólvora, el timón de codastre y la brújula magnética. Así, hacia 1050 los chinos habían inventado el tipo móvil; sin embargo, más tarde los europeos mejoraron esta tecnología y en la década de 1450 Johann Gutenberg con el tipo móvil pudo producir impresiones múltiples de la Biblia. Otro ejemplo fue la invención china del primer lanzallamas, que más tarde en el siglo XIII se convertiría en la primera escopeta. La existencia de este arma fue una de las principales causas de que a los mongoles les costase mucho más tiempo conquistar China que otras civilizaciones. Durante la era mongol estas armas fueron traídas a Europa, donde a continuación fueron mejoradas. A finales de la edad media la guerra europea era mucho más mortífera que lo había sido nunca.
Actualmente el mundo globalizado se caracteriza por una fuga de talentos desde diferentes continentes hacia Europa y Norteamérica. En el siglo XIV el mundo ya había presenciado el mismo fenómeno, aunque en este caso el flujo era en sentido contrario, de Occidente hacia Oriente. En China la administración mongol estaba basada en la admisión de un gran número de extranjeros que llegaban para servir en lo que realmente era un servicio civil internacional. Entre los extranjeros se encontraban gran número de musulmanes de Asia central y occidental así como algunos europeos que se sentían atraídos por la mítica Catay. Una de ellos fue el viajero y escritor italiano Marco Polo, quien afirmaba haber pasado 17 años en China, la mayor parte sirviendo al gobierno. Marco Polo volvió a su país para relatar a los incrédulos europeos los milagros que había visto o que había oído de boca de otros viajeros. Los relatos de Marco Polo parecían increíbles porque en aquel tiempo China se encontraba en muchos aspectos muy por delante de otras civilizaciones eurasiáticas.
El imperio mongol fue uno de los principales imperios terrestres de la historia. Pero a pesar del éxito de la civilización mongol durante el siglo XIII, su imperio tendría una duración breve. A diferencia de otros imperios, los mongoles nunca se aprovecharon del comercio marítimo que florecía en aquel tiempo.
La globalización del islam y el sistema comercial marítimo del océano Índico
Entre los siglos VIII y XV, el islam se aventuró fuera de sus territorios árabes hacia Oriente Próximo para convertirse en la religión dominante en muchas partes de África, Asia y la península Ibérica. En puntos tan diferentes y separados geográficamente como China y los Balcanes surgieron grupos musulmanes. Durante este proceso, se desarrolló un mundo islámico interconectado que recibió el nombre de dar al-Islam (‘la morada del islam’), mundo que estaba unido tanto por una fe común como por conexiones comerciales. El dar al-Islam se extendía desde Marruecos hasta Indonesia.
Esta islamización global llevó nombres, palabras, alfabeto, arquitectura, actitudes sociales y valores culturales árabes a pueblos de todo el mundo. Ibn Batuta, gran viajero marroquí del siglo XIV, pasó décadas visitando el amplio dar al-Islam. Viajó desde Malí, África, y España en occidente hasta el Sudeste asiático y los puertos de las costas chinas en oriente. Mientras que el cristiano Marco Polo siempre se consideró un extranjero en sus viajes, sin embargo Ibn Batuta durante sus viajes encontraba siempre gentes que compartían su visión general del mundo y sus valores sociales.
Las rutas comerciales dominadas por los musulmanes, que al final abarcaban desde el Sahara y España hasta el mar de la China meridional, fomentaban los viajes que favorecían un comercio marítimo muy complejo y cada vez más integrado por todo el océano Índico. Esta red comercial unía China, Japón, Vietnam y Camboya en el este a través de la península de Malaca y el archipiélago indonesio, desde allí cruzaba a India y Ceilán, desde donde se dirigía hacia el oeste a Persia, Arabia y por la costa oriental africana hacia el sur hasta Mozambique o por el Mediterráneo oriental hasta llegar finalmente a Venecia y Génova.
El estrecho de Ormuz en el golfo Pérsico y el estrecho de Malaca en el Sureste asiático fueron los principales pilares de lo que llegaría a convertirse en el sistema mercantil más importante del mundo preindustrial. Fue a través de este sistema mercantil que las especias de Indonesia y el este africano, el oro y el estaño de Malaca, el batik y las alfombras de Java, los tejidos de India, el oro de Zimbabue y las sedas, la porcelana y el té de China llegaron hasta los mercados más distantes. Cuando muchos de estos productos llegaron a Europa, muchas personas decidieron ir en busca de sus fuentes en el Este, iniciando así la era europea de las exploraciones. El comercio marítimo floreció, especialmente en el siglo XIV después de la caída del imperio mongol y de que la peste negra, la plaga bubónica, se extendiera por toda Eurasia interrumpiendo el comercio terrestre. La red marítima alcanzó su máximo esplendor en los siglos XV y XVI, cuando decaía el poder político musulmán pero su poder económico y cultural aún seguía siendo fuerte.
El islam y el auge de Malaca
Muchos estados alrededor del océano Índico y el mar de la China meridional estaban fuertemente ligados al comercio marítimo y así, por ejemplo, ciudades-estado del este de África tales como Mombasa y Kilwa, con su cultura mixta afroárabe-swahili, prosperaron durante muchos siglos. Comerciantes de la India, entre ellos muchos judíos y árabes, mantenían estrechos vínculos con Asia occidental, el norte y el este de África, el Sureste asiático y China. Ningún poder político dominaba la ruta comercial marítima y su vigor dependía de ciudades portuarias cosmopolitas tales como Ormuz en la costa persa, Cambay en el noroeste de India, Calicut en la costa sudoeste de India y Malaca cerca del extremo meridional de la península homónima. De todas estas ciudades, los historiadores de la que tal vez tienen más referencias es de Malaca, ciudad que ilustra bien los modelos preindustriales de globalización. El Sureste asiático había sido durante mucho tiempo una región cosmopolita donde se mezclaban personas, ideas y productos. Algunos gobernantes de los estados costeros de la península de Malaca y del archipiélago indonesio, ansiosos de atraer a los comerciantes musulmanes que dominaban el comercio marítimo interregional y atraídos por la universalidad del islam, adoptaron su fe.
La llegada del islam al Sureste asiático coincidió con el auge de Malaca, que se convertiría en el poder político y económico de la región, en la principal base de expansión del islam en el archipiélago y en la última parada en el extremo oriental de la red comercial del océano Índico. El papel estelar de Malaca en el comercio mundial quedó confirmado por un viajero portugués de principios del siglo XVI, quien escribió que no tenía “parangón en el mundo” y afirmó su importancia para pueblos y modelos comerciales tan alejados como los de Europa. "Malaca es una ciudad que ha sido creada para el comercio y es la más adecuada del mundo…” escribió. “Todo el comercio entre naciones alejadas miles de leguas debe pasar por Malaca.… El dueño de Malaca tiene sus manos sobre el cuello de Venecia".
Durante el siglo XV Malaca era un puerto comercial floreciente que atraía a comerciantes de muchos países de Asia y África. En el puerto de Malaca atracaban más barcos que en cualquier otro puerto del mundo y los comerciantes que viajaban por mar se sentían atraídos por su gobierno estable y su libre política comercial. La población de Malaca, de entre 100.000 y 200.000 personas, contaba con aproximadamente 15.000 comerciantes extranjeros, entre los que se encontraban árabes, egipcios, persas, turcos, judíos, armenios, etíopes, africanos orientales, birmanos, vietnamitas, javaneses, filipinos, chinos, japoneses e indios de todo el subcontinente. En las calles de la ciudad se podían oír más de 84 lenguas.
Malaca tenía una conexión especial con el puerto de Gujerat en Cambay, a unas 3.000 millas, porque los comerciantes de Gujerat en el noroeste de India eran la comunidad extranjera más influyente de Malaca. Todos los años barcos comerciales procedentes del Oriente Próximo y del sur de Asia se reunían en Cambay y Calicut para viajar hasta el lejano Malaca. Estos barcos transportaban grano, artículos de lana, armas, productos de cobre, tejidos y opio para su intercambio por otros productos. Malaca se había convertido en una de las principales ciudades comerciales del mundo, un centro multiétnico de cultura y comercio globalizado, comparable a lo que actualmente podría ser Nueva York, Los Ángeles o Hong Kong.
La China Ming y el mundo
El grado de globalización de principios del siglo XV puede observarse en los grandes viajes chinos de exploración. El emperador de la dinastía Ming, Yonglo (Yung-lo), envió varias importantes expediciones marítimas al sur de Asia e incluso a lugares más distantes, expediciones que fueron las mayores nunca vistas en el mundo. El almirante Zheng He (Cheng Ho), un musulmán cuyo padre había visitado Arabia, dirigió siete viajes entre 1405 y 1433. Estos viajes eran enormes empresas con una flota compuesta por 62 barcos y cerca de 28.000 hombres (a título comparativo, algunas décadas después, Cristóbal Colón saldría de la península Ibérica con tres pequeños navíos tripulados por unos cien hombres). Las sólidas embarcaciones de junco chinas eran muy superiores a cualquier otro barco de la época. De hecho, el mundo nunca había visto antes una hazaña marina a gran escala de este tipo.
Durante estos extraordinarios viajes, barcos con la bandera china se desplazaban por las rutas comerciales marítimas por el Sureste asiático hacia la India, el golfo Pérsico, el mar Rojo y Arabia, bajando por la costa oriental africana hasta Kilwa en Tanzania. Malaca se convirtió en su base meridional, y los gobernantes de Malaca realizaban viajes ocasionales a China para reforzar su alianza. Si los barcos chinos hubieran seguido navegando, hubieran podido llegar alrededor de África hasta Europa; sin embargo, Europa ofrecía pocos productos de valor para los chinos. Las expediciones chinas expresaban la exuberancia de una era de gran vitalidad. A pesar de que la mayoría de las veces los comerciantes chinos viajaba en son de paz, manteniendo sólo ocasionalmente enfrentamientos militares, su país consiguió que otros 36 países, incluidos algunos de Asia occidental, le juraran fidelidad. En este periodo, China se había constituido en la máxima potencia en un hemisferio en plena globalización.
Todavía los historiadores no tienen claras las razones que impulsaron los grandes viajes de Zheng He. Algunos piensan que su principal objetivo era de tipo diplomático para obtener el reconocimiento de países extranjeros y reafirmar la posición de su emperador. Otros apuntan hacia motivos comerciales, dado que los viajes se produjeron en un momento en que los comerciantes chinos estaban en plena actividad en el Sudeste asiático. A comienzos del periodo Ming, China era la civilización más avanzada del mundo. Vibrante desde el punto de vista comercial y con miras hacia el exterior, la China Ming podía haber establecido una mayor comunicación entre los continentes y haberse convertido en la potencia mundial dominante mucho más allá del este de Asia. Pero, sin embargo, nunca lo hizo. Los grandes viajes a occidente y la pujanza comercial en el Sureste asiático se vieron interrumpidos de forma súbita cuando el emperador Ming ordenó una vuelta al aislacionismo, haciendo volver a toda la población china residente fuera del imperio.
¿Cómo se puede explicar este sorprendente cambio de postura que, bajo la perspectiva de la historia posterior, parece tan contraproducente? Tal vez los viajes eran demasiado costosos incluso para el acaudalado gobierno Ming. Los viajes no resultaban rentables porque los barcos volvían principalmente con mercancías exóticas, tales como jirafas africanas para el zoo imperial, en lugar de recursos minerales u otros productos valiosos. Parece que los líderes chinos no eran conscientes de todas las posibilidades que ofrecía la globalización. Además, en el sistema social chino los comerciantes carecían de estatus. Y a diferencia de la Europa cristiana, China tenía poco interés en difundir su religión y cultura. Al mismo tiempo los mongoles se estaban reagrupando en Asia central, y la corte Ming se vio obligada a desplazar allí sus recursos para defender sus fronteras septentrionales. Como resultado, los océanos quedaron abiertos a los europeos occidentales, quienes mejoraron la tecnología naval y militar china y árabe y pronto pudieron desafiar a árabes, indios y asiáticos del sureste y hacerse con la supremacía del sistema comercial del océano Índico.
El fin del primer sistema globalizado
A finales del siglo XV ya había llegado hasta Europa la fama de ciudades como Malaca, Cantón, Calicut y Ormuz como centros de lujo asiático. Ansiosos de acceder directamente al comercio asiático, los portugueses llegaron finalmente a India en 1498 y a Malaca en 1509, instaurando una nueva era de actividad europea en la historia de Asia. Realmente los portugueses conquistaron Malaca en 1511. A pesar de la superioridad de Portugal en cuanto a navíos y armas, su nivel de vida era probablemente inferior al de las sociedades más desarrolladas de Asia, lo que contribuyó sin duda a que los europeos tuvieran que usar la fuerza armada para alcanzar sus fines comerciales y políticos. Esta tendencia propició que en los cinco siglos siguientes la globalización del mundo se encontrase bajo los auspicios de los cristianos occidentales en lugar de musulmanes, indios y chinos, quienes entre 1000 y 1500 habían establecido su marco básico.
Acerca del autor: Craig A. Lockard es titular de la Cátedra Ben y Joyce Rosenberg de Historia en el Departamento de Cambio y Evolución Social de la Universidad de Wisconsin, en Green Bay. Es autor del libro "Dance of Life": Popular Music and Politics in Modern Southeast Asia.
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