Revolución
Industrial, proceso de evolución que conduce a una sociedad
desde una economía agrícola tradicional hasta otra caracterizada por procesos
de producción mecanizados para fabricar bienes a gran escala. Este proceso se
produce en distintas épocas dependiendo de cada país. Para los historiadores,
el término Revolución Industrial es utilizado exclusivamente para comentar los
cambios producidos en Inglaterra desde finales del siglo XVIII; para referirse
a su expansión hacia otros países se refieren a la industrialización o
desarrollo industrial de los mismos.
Algunos autores para referirse
al desarrollo capitalista en el último tercio del siglo XX, con nuevas
organizaciones empresariales (trusts, holdings, cárteles), nuevas
fuentes energéticas (electricidad, petróleo) y nuevos sistemas de financiación
hablan de Segunda Revolución Industrial.
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LA EXPERIENCIA
BRITÁNICA
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Máquina de Newcomen
Entre 1705 y 1725,
el inventor Thomas Newcomen desarrolló una máquina de vapor que bombeaba agua.
Este ingenio quedó obsoleto a finales de ese mismo siglo por la máquina de
vapor de James Watt.
La primera Revolución
Industrial tuvo lugar en Reino Unido a finales del siglo XVIII; supuso una
profunda transformación en la economía y sociedad británicas. Los cambios más
inmediatos se produjeron en los procesos de producción: qué, cómo y dónde se
producía. El trabajo se trasladó de la fabricación de productos primarios a la
de bienes manufacturados y servicios. El número de productos manufacturados
creció de forma espectacular gracias al aumento de la eficacia técnica. En
parte, el crecimiento de la productividad se produjo por la aplicación sistemática
de nuevos conocimientos tecnológicos y gracias a una mayor experiencia
productiva, que también favoreció la creación de grandes empresas en unas áreas
geográficas reducidas. Así, la Revolución Industrial tuvo como consecuencia una
mayor urbanización y, por tanto, procesos migratorios desde las zonas rurales a
las zonas urbanas.
Se puede afirmar que los
cambios más importantes afectaron a la organización del proceso productivo. Las
fábricas aumentaron en tamaño y modificaron su estructura organizativa. En
general, la producción empezó a realizarse en grandes empresas o fábricas en
vez de pequeños talleres domésticos y artesanales, y aumentó la especialización
laboral. Su desarrollo dependía de una utilización intensiva del capital y de
las fábricas y maquinarias destinadas a aumentar la eficiencia productiva. La
aparición de nuevas máquinas y herramientas de trabajo especializadas permitió
que los trabajadores produjeran más bienes que antes y que la experiencia
adquirida utilizando una máquina o herramienta aumentara la productividad y la
tendencia hacia una mayor especialización en un proceso acumulativo.
División del
trabajo en la industria
La división del
trabajo es un principio básico de la industrialización. En la división de
trabajo, cada trabajador es asignado a un cometido diferente, o fase, en el
proceso de fabricación, y como resultado, la producción total aumenta. Como
muestra la ilustración, si una persona realiza las cinco fases en la
fabricación de un producto puede hacer una unidad al día. Cinco trabajadores,
cada uno especializado en una de las cinco fases, pueden hacer 10 unidades en
el mismo tiempo.
La mayor especialización
y la aplicación de bienes de capital a la producción industrial creó nuevas
clases sociales en función de quien contratara y tuviera la propiedad sobre los
medios de producción. Los individuos propietarios de los medios de producción
en los que invertían capital propio se denominaron empresarios. Cuando
invierten capital en una empresa sin participar directamente en ella se
denominan capitalistas.
Como la Revolución Industrial
se produjo por primera vez en Gran Bretaña, este país se convirtió durante
mucho tiempo en el primer productor de bienes industriales del mundo. Durante
gran parte del siglo XVIII Londres fue el centro de una compleja red comercial
internacional que constituía la base de un creciente comercio exportador
fomentado por la industrialización. Los mercados de exportación proporcionaban
una salida para los productos textiles y de otras industrias (como la
siderurgia), cuya producción aumentaba rápidamente gracias a la aplicación de
nuevas tecnologías. Los datos disponibles sugieren que la tasa de crecimiento
de las exportaciones británicas se incrementaron de forma considerable a partir
de la década de 1780. La orientación exportadora y el aumento de la actividad
comercial favorecieron aún más el desarrollo de la economía: los ingresos
derivados de las exportaciones permitían a los productores británicos importar
materias primas para crear productos industriales; los comerciantes que
exportaban bienes adquirieron una importante experiencia que favoreció el
crecimiento del comercio interior. Los beneficios generados por ese desarrollo
comercial fueron invertidos en nuevas empresas, principalmente en mejora de la
tecnología y de la maquinaria, aumentando de nuevo la productividad,
favoreciendo la dinámica del proceso.
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LA EXPANSIÓN DEL
PROCESO INDUSTRIALIZADOR
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Industrialización
en Francia
A medida que la
Revolución Industrial se extendió en Francia durante la primera mitad del siglo
XIX, las fábricas y demás instalaciones manufactureras se multiplicaron por
todo el país. En 1850 la producción de hierro era ya la principal industria
pesada francesa, y las fundiciones como la que aparece en la imagen eran cada
vez más comunes.
Gran Bretaña no fue el
único país que experimentó una Revolución Industrial. Los intentos de fechar
ese desarrollo industrial en otros países están sujetos a fuertes
controversias. No obstante, los estudiosos parecen estar de acuerdo en que
Francia, Bélgica, Alemania y Estados Unidos experimentaron procesos parecidos a
mediados del siglo XIX; en Suecia y Japón se produjo a finales del siglo; en
Rusia y en Canadá a principios del siglo XX; en algunos países de
Latinoamérica, Oriente Próximo, Asia central y meridional y parte de África a
mediados del siglo XX.
Antigua planta
industrial
Cuando la
Revolución Industrial se extendió en Estados Unidos aparecieron plantas como
esta factoría textil. La producción de bienes para la exportación y la
reducción de la importación de manufacturas convirtieron a Estados Unidos en la
mayor potencia industrial del mundo a finales del siglo XIX.
Cada proceso de industrialización
tiene características distintas en función del país y la época. Al principio,
la industria británica no tenía competidores. Cuando se empezaron a
industrializar otros países tuvieron que enfrentarse a la ventaja acumulada por
Gran Bretaña, pero también pudieron aprovecharse de su experiencia. En cada
caso, el éxito del proceso industrializador dependía del desarrollo de nuevos
métodos de producción, pero también de la modificación de las técnicas
utilizadas para adaptarlas a las condiciones imperantes en cada país y de la
propia legislación vigente, que favoreciera la implantación de maquinaria
barata gracias a una disminución de los aranceles, lo que, en ocasiones, podría
perjudicar a otros sectores sociales, como los campesinos, que veían cómo sus
productos debían competir con otros más baratos. Aunque la intervención pública
para favorecer la industrialización fue importante en el caso británico, el
papel del Estado fue mucho mayor en el caso alemán, ruso, japonés y en casi
todos los países industrializados durante el siglo XX.
Por definición, la industrialización
aumenta la renta per cápita nacional. También implica cambios en la
distribución de la misma, en las condiciones de vida y laborales y en los
valores sociales. La Revolución Industrial supuso, al principio, una reducción
del poder adquisitivo de los trabajadores y una pérdida de calidad en su nivel
de vida. Más tarde, se tradujo en un aumento de la calidad de vida de toda la
población del país industrializado. Estos aspectos siguen siendo objeto de
importantes trabajos de investigación.
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