Construcción ignífuga,
término que se utiliza para designar la utilización de los distintos materiales
de construcción y conseguir edificios que resistan el poder devastador del
fuego y prevenir su propagación. Los edificios propiamente ignífugos no
existen, ya que la mayor parte de los materiales no combustibles empleados en
su construcción sufren daños bajo la acción del calor y las llamas. Un edificio
llamado ignífugo o a prueba de incendios, construido con materiales no
combustibles como acero, ladrillo, yeso y hormigón puede quedar destrozado por
completo si se produce un fuego intenso en un edificio adyacente. También puede
ser devastado por un fuego interior, aunque éste se alimente sólo de los
muebles, ya que se propaga por todo el edificio si no ha sido diseñado de
manera adecuada.
Las dos
consideraciones más importantes en la construcción resistente al fuego son el
diseño y el empleo de los materiales. El edificio debe estar subdividido
mediante tabiques, paredes y suelos resistentes al fuego para limitar su
propagación. Los huecos de escaleras y ascensores así como otras estructuras
verticales deben aislarse también, ya que las cavidades verticales actúan como
una chimenea y aumentan la intensidad del fuego. Los huecos de escalera
continuos se aíslan con muros anchos y resistentes al fuego. Pueden ser muy
sólidos; si son huecos deben construirse compartimientos horizontales o
cortafuegos. Todas las puertas deben poder cerrarse; en algunos casos se
cierran automáticamente si hay un incendio. Los materiales utilizados en la
estructura principal deben presentar de una a tres horas de resistencia al
fuego. Los materiales de los acabados interiores deben impedir la propagación
de las llamas. También hay que considerar las sustancias venenosas que
desprenden ciertos materiales al quemarse; estas sustancias pueden ser más
peligrosas que el propio fuego.
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