Masa de hielo sobre el Ártico en 1979 y 2005
La temperatura anual media en el Ártico ha aumentado casi dos veces más que el promedio global. Los satélites han hecho mediciones en el hielo ártico desde 1978. La extensión del hielo ha disminuido aproximadamente un 8,5 por ciento por década, desde la extensión que tenía en 1979 (imagen superior). Desde 2002 los registros obtenidos por los satélites han revelado los excepcionalmente tempranos inicios de los deshielos de primavera en las regiones del norte de Alaska y Siberia, así como una menor recuperación del hielo durante la estación de invierno. En 2005 (imagen inferior) los satélites mostraron una extensión menor del hielo ártico.
Desde su formación hace aproximadamente 4.650 millones de años, la Tierra se ha calentado y enfriado muchas veces. Los cambios climáticos globales dependían de muchos factores, como las erupciones volcánicas masivas que incrementaron el dióxido de carbono en la atmósfera, los cambios en la intensidad de la energía emitida por el Sol y las variaciones de la posición de la Tierra respecto al Sol, tanto en su órbita como en la inclinación de su eje de rotación.
Las variaciones en la posición de la Tierra, conocidas como ciclos de Milankovitch, se combinan para producir cambios cíclicos en el clima global. Se cree que estos ciclos son responsables de los repetidos avances y retrocesos de los glaciares y placas de hielo durante el pleistoceno, cuando la Tierra entró en ciclos bastante regulares de periodos glaciales más fríos (también conocidos como edades de hielo) y periodos interglaciales más calurosos. Los periodos glaciales aparecían a intervalos de 100.000 años aproximadamente.
Hace 10.000 años se inició un periodo interglacial cuando la última edad de hielo llegó a su fin. Antes de esa edad de hielo hubo un periodo interglacial hace unos 125.000 años.
Durante los periodos interglaciales los gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono y el metano, aumentaron de forma natural en la atmósfera debido al incremento de la vida animal y vegetal. Pero desde el año 1750 estos gases han aumentando de forma preocupante, alcanzando niveles nunca detectados, como consecuencia del rápido crecimiento de la población humana y del desarrollo de la tecnología y la agricultura. Las actividades humanas son, en la actualidad, un factor relevante que influye en la dinámica del clima en la Tierra.
El hielo presente en las regiones polares proporciona datos sobre la composición de la antigua atmósfera de la Tierra. Los núcleos de hielo analizados por los científicos, procedentes de las placas de hielo de Groenlandia y de la Antártida, ofrecen información sobre la temperatura y los gases de efecto invernadero presentes en la atmósfera de hace cientos de miles de años. Las capas de estos núcleos de hielo formadas por las nevadas estacionales permiten a los científicos determinar la edad del hielo en cada núcleo. Mediante el estudio de las pequeñas burbujas atrapadas en el hielo y de las propiedades del propio hielo, los investigadores pueden determinar la temperatura y la cantidad de gases de efecto invernadero presentes en la antigua atmósfera de la Tierra en el momento en que se formó cada capa. Basándose en estos datos, los científicos saben que los gases de efecto invernadero han alcanzado en la actualidad mayores niveles que en los últimos 650.000 años.
Los gases de efecto invernadero y las temperaturas están aumentando. Antes de finales del siglo XIX, la temperatura media de la Tierra era de casi 15 grados centígrados. A lo largo de los últimos 100 años, la temperatura media de la superficie terrestre ha subido alrededor de 0,7 ºC , con una subida más pronunciada a partir de la década de 1970. Los científicos han relacionado este aumento con numerosos cambios producidos en todo el mundo, como el deshielo de los glaciares de montaña y del hielo polar, el aumento del nivel del mar, las sequías más importantes y prolongadas, las tormentas más intensas, las olas de calor más frecuentes y los cambios en los ciclos vitales de muchas plantas y animales. El calentamiento ha sido más acusado en el Ártico, donde las temperaturas han llegado a aumentar incluso el doble de la media global.
3 | EL CALENTAMIENTO GLOBAL EN EL FUTURO |
Oso polar
Los osos polares y otros animales que viven en las regiones polares son especialmente vulnerables a los efectos del calentamiento global, como la disminución de las placas de hielo en el mar. Estos animales únicamente están adaptados a estos hábitats y para ellos la migración a otras regiones no es posible. Los animales de regiones más cálidas pueden desplazarse hacia los polos o hacia terrenos más elevados como respuesta al aumento de las temperaturas.
Los científicos prevén que el calentamiento global continuará a un ritmo sin precedentes en la historia de la Tierra y prevén un calentamiento todavía mayor en el siglo XXI, que dependerá de las futuras emisiones de gases de efecto invernadero. En un supuesto con emisiones más altas, en el que las emisiones continúan incrementándose a un nivel significativo a lo largo del siglo, los científicos prevén para el año 2100 un calentamiento de 2,4 a 6,4 grados centígrados. En cambio, en un supuesto con menos emisiones, en el que estas crecen despacio hasta llegar a un máximo en 2050 para descender después, los científicos pronostican un calentamiento de 1,1 a 2,9 ºC para el año 2100.
El deshielo de los polos y de los glaciares, así como el calentamiento de los océanos, ocasionaría un aumento del volumen del océano y, por tanto, una elevación del nivel del mar, lo que provocaría una inundación de las zonas costeras e incluso de islas enteras. Se espera que los patrones de lluvias cambien y se prevén más lluvias en altitudes más altas (más cerca de los polos) y menos en las zonas subtropicales (como el Mediterráneo y el sur de África). Los cambios en las temperaturas y en las precipitaciones podrían dañar las cosechas, alterando la producción de alimentos en algunas partes del mundo. Las especies vegetales y animales se trasladarán a los polos o a lugares de mayor altura buscando temperaturas más frías y aquellas que no sean capaces de hacerlo se extinguirán. El incremento de los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera también provoca un aumento de la acidez de los océanos, dañando los ecosistemas marinos.
Las consecuencias que puede acarrear este fenómeno son tan preocupantes que muchos líderes científicos y cada vez más también los políticos, los hombres de negocios y otros ciudadanos, piden la cooperación internacional y una acción inmediata para contrarrestar el problema.
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