Disolvente, sustancia
líquida que disuelve o disocia a otra sustancia en una forma más elemental, y
que normalmente está presente en mayor cantidad que esa otra sustancia. El
agua, por ejemplo, es un disolvente de la sal común. Una cantidad de sal común
(cloruro de sodio) mezclada con agua se disocia en sus componentes, iones sodio
y cloro, que acaban por dispersarse en el agua. En este caso, el agua es el
disolvente, la sal es el soluto y la mezcla es la disolución. Sin embargo, el
soluto no es sólo un componente pasivo o inerte de la disolución. Tanto el
disolvente como el soluto se pueden considerar activos. Un disolvente puede
poseer una composición compleja, por ejemplo, el alcohol utilizado para
fabricar las llamadas tinturas contiene siempre un 5% o más de agua. Los
disolventes tienen un valor comercial particular. Son un componente importante
de las pinturas, lacas y productos farmacéuticos, y se utilizan para producir
materiales sintéticos.
Seleccionando el
disolvente adecuado, se puede separar un ingrediente o grupo de ingredientes de
un sustancia compleja. Este proceso se llama extracción con disolventes. Por
ejemplo, un disolvente puede extraer una fragancia o sabor de una planta o
sustancia animal. Una vez disuelta, se puede concentrar la fragancia o sabor
evaporando el disolvente. En un proceso de extracción con disolventes bien
diseñado, el disolvente se recupera y se vuelve a utilizar una y otra vez.
Los sistemas de
extracción por medio de disolventes deben ser diseñados y manejados con mucho
cuidado. Por ejemplo, el sabor de una fruta no se debe a una sustancia
individual, sino a una combinación compleja de sustancias. La esencia de fresas
tiene más de 80 componentes, y el sabor de naranja más de 90. Si las
proporciones de esos componentes cambian debido al proceso de extracción con
disolventes, el aroma o el sabor pueden ser alterados indebidamente.
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