El invento del Urbanismo
Urbanismo, desarrollo unificado
de las ciudades y de sus alrededores. Durante la mayor parte de su historia el
urbanismo se centró, sobre todo, en la regulación del uso de la tierra y en la
disposición física de las estructuras urbanas en función de los criterios
estipulados por la arquitectura, la ingeniería y el desarrollo territorial. A
mediados del siglo XX el concepto se amplió, para incluir el asesoramiento
general del entorno físico, económico y social de una comunidad. Entre los
elementos característicos del urbanismo moderno se encuentran los siguientes:
1) planes generales que resumen los objetivos (y limitaciones) del desarrollo
urbano; 2) controles de subdivisión y de división en zonas que especifican los
requisitos, densidades y utilizaciones del suelo permitidos en lo que a calles,
servicios públicos y otras mejoras se refiere; 3) planes para la circulación y
el transporte público; 4) estrategias para la revitalización económica de áreas
urbanas y rurales necesitadas; 5) estrategias para ayudar a grupos sociales
menos privilegiados; y 6) directrices para la protección medioambiental y la
conservación de recursos escasos.
El urbanismo se lleva
a cabo tanto por iniciativa pública (estatal, provincial o municipal), como por
grupos privados. Es también objeto de estudio universitario.
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HISTORIA DEL URBANISMO
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Las excavaciones arqueológicas
de ciudades antiguas ya revelan la existencia de alguna planificación
deliberada: la disposición de las casas en formas regulares y rectangulares y
la preeminente localización de los edificios cívicos y religiosos a lo largo de
las vías principales.
2.1
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El urbanismo en Grecia y Roma
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Vista aérea del centro de Atenas |
La configuración simétrica y
geométrica tuvo un gran papel en la planificación urbanística de las antiguas
Grecia y Roma. Los urbanistas proyectaron zonas residenciales, comerciales, de
diversión y religiosas separadas entre sí y las distribuyeron por toda la
ciudad. Las urbes seguían un modelo rectilíneo, como el que desarrolló
Hipodamo, padre del urbanismo. Muchas ciudades fueron rodeadas de altas
murallas. El modelo de cuadrícula de Hipodamo se mantiene en numerosas ciudades
griegas, como se observa en esta fotografía de la moderna Atenas.
La relevancia del urbanismo
ya se manifestaba en las civilizaciones griega y romana. El arquitecto griego
Hipódamo de Mileto planificó importantes asentamientos griegos como Priene y El
Pireo. Considerado como el padre del urbanismo, defendió el diseño geométrico
de las ciudades. Las ciudadelas religiosas y cívicas se orientaron de forma que
proporcionaran un sentido de equilibrio estético, se trazaron calles siguiendo
un sistema en cuadrícula y las viviendas se integraron en las instalaciones
culturales, comerciales y defensivas.
Los romanos continuaron
estos principios. Sus diseños de arcos, gimnasios, foros y templos monumentales
constituyen ejemplos clásicos de urbanismo basado en una estricta observación
de la geometría. Sus ciudades coloniales, planificadas como campamentos
militares llamados castra en singular (castrum), estaban
dispuestas formando una rejilla de calles rodeadas por murallas defensivas
rectangulares o cuadradas. Tras la caída del Imperio romano, la población e
importancia de las ciudades disminuyó. Entre los siglos V y XIV la Europa
medieval planificó sus ciudades alrededor de castillos, iglesias y monasterios
sin seguir un modelo concreto en la distribución de sus calles.
2.2
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El urbanismo en el Lejano Oriente
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China y su zona de influencia
desarrolló una gran cultura urbana, gracias a la utilización de las ciudades
como brazos administrativos del gobierno central chino. El modelo de urbanismo
lo constituyó Chang'an (hoy Xi'an), capital de las dinastías Han y Tang. A
finales del siglo VI contaba con una disposición cuadricular rodeada por una
muralla de tierra apisonada de unos 36,7 km de circunferencia, amplias avenidas
de hasta 155 m de anchura que recorrían la ciudad de norte a sur y de este a
oeste, una ciudad palaciega independiente en su parte norte y zonas
residenciales divididas en 108 recintos amurallados (o distritos) que quedaban
cerrados tras el toque de queda. Este plan fue copiado para ciudades de muchos
otros países que se encontraban bajo la influencia de China, y en especial por
la capital imperial japonesa Heian (hoy Kioto), establecida en el 794. El
desarrollo del comercio y el surgimiento de una economía monetaria bajo la
dinastía Song potenciaron el crecimiento de las ciudades, que tendieron en su
mayoría a seguir el mismo plan urbanístico. No obstante, otros países del este
asiático modificaron a menudo la cierta rigidez del modelo chino.
2.3
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El renacimiento y las épocas posteriores
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Viena |
El diseño de la ciudad renacentista
se aparta con claridad de las urbes medievales. Mientras las ciudades
construidas en la edad media tenían por lo general calles estrechas y curvas,
las renacentistas se construyeron alrededor de amplios bulevares. Los
urbanistas renacentistas utilizaron a menudo estatuas y fuentes como puntos
focales por toda la ciudad, configurando una planificación radial. Esta pintura
del siglo XIX, Vista de Viena, muestra algunos de los efectos del urbanismo
renacentista.
La emulación del clasicismo
grecorromano que se produjo durante el renacimiento reavivó el patrón clásico
en los esfuerzos urbanistas. La plaza de la Basílica de San Pedro de Roma y la
plaza de San Marcos de Venecia representan un ideal de grandiosidad para los
lugares públicos y las estructuras cívicas. En un marcado contraste con las
calles estrechas e irregulares de los asentamientos medievales, la
planificación renacentista hizo hincapié en calles amplias que respondían a un
patrón radial o circunferencial regular, es decir, calles que formaban círculos
concéntricos en torno a un punto central, con otras calles que partían desde
ese punto como si fuesen radios de una rueda. Entre otros ejemplos estarían
también el diseño urbano del Plan para Londres (1666) elaborado por el
arquitecto inglés Christopher Wren y las calles de Mannheim y Karlsruhe, en
Alemania.
Estos diseños del urbanismo
renacentista fueron los utilizados en las ciudades españolas y británicas
establecidas en el Nuevo Mundo en los siglos XVI y XVII, como se puede ver en
Savannah (Georgia), Williamsburg (Virginia), Ciudad de México y Lima, en Perú.
Ciudad de México había quedado destruida durante la conquista, pero fue el
mismo Hernán Cortés quien ordenó su reconstrucción. La llegada casi inmediata
del primer virrey de Nueva España, don Antonio de Mendoza en 1535 fue crucial
para el urbanismo en tierras de América. Mendoza, que había estudiado las
doctrinas urbanísticas de Leon Battista Alberti, renacentista italiano, las
aplicó con radicalidad, tanto en México como en Perú, a donde se trasladó en
1550.
'La ciudad ideal' renacentista,
una cuadrícula abierta que, en el caso español se abría en torno a un espacio
central o Plaza Mayor, fue el modelo que aplicó en los dominios hispanos,
siguiendo las reglas recogidas en las 'Leyes de Indias' (1573). La labor de
urbanización llevada a cabo fue inmensa, sólo comparable con la realizada con
antelación por el Imperio romano.
En sus inicios, el urbanismo
estadounidense reflejó también la preferencia por las avenidas y edificios
públicos grandiosos. Un ejemplo significativo sería, en 1791, el diseño del
Distrito de Columbia por el ingeniero francoestadounidense Pierre Charles
L'Enfant. Su plan establecía una red de amplias calles que convergían en
importantes parques, paseos y otros espacios al aire libre, y en estructuras
públicas como el Capitolio y la Casa Blanca. Sin embargo, la mayor urbe del
mundo al final del siglo XVIII, Edo (hoy Tokio), en Japón, que contaba con más
de un millón de habitantes, prescindía de la planificación geométrica, en favor
de una forma orgánica en espiral.
Los ideales de grandiosidad
pública y de calles radiales y circunferenciales se extendieron hasta el siglo
XIX, tal y como se puede ver en el plan seguido para la reconstrucción de París
(1850-1874) por el administrador francés Barón Georges Eugène Haussmann.
Durante este siglo, en plena Revolución industrial, los pocos modelos que
fueron introducidos dejaron con frecuencia de lado las consideraciones físicas
y estéticas. A finales del siglo XIX, el crecimiento descontrolado de las
grandes ciudades desembocó en un grave problema de superpoblación y en una
multitud de problemas derivados. La reacción ante estas condiciones sentó las
bases de una nueva era dentro del urbanismo.
2.4
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El urbanismo en el siglo XX
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Las naciones anglosajonas
respondieron de forma similar a la necesidad de mejorar las condiciones de vida
de las ciudades. Empezaron por regular las condiciones sanitarias y la densidad
de las casas de vecindad. Surgió entonces un movimiento a favor de una postura
más global y a largo plazo, y de un proceso de urbanismo que examinara y
controlara las muchas fuerzas que afectan a las ciudades modernas.
A principios del siglo
XX se tomaron importantes medidas para formalizar leyes que siguieron
principios urbanísticos. En 1909 Gran Bretaña aprobó una Ley de Urbanismo que
autorizaba a las autoridades locales a preparar programas que controlaran el
desarrollo urbano. También en 1909 se celebró en los Estados Unidos el Primer
Congreso Nacional sobre Urbanismo, ejemplo que pronto siguieron la mayoría de
países desarrollados.
Durante la depresión económica
de la década de 1930 los gobiernos nacionales y regionales intervinieron de
forma más enérgica en la planificación urbana. Para fomentar el desarrollo
económico de las regiones más necesitadas, el Reino Unido autorizó el
nombramiento de una serie de comisarios especiales con amplios poderes. Gran
Bretaña, Francia, los Países Bajos, España y otros países europeos llevaron a
cabo muchos e importantes proyectos de viviendas. En los Estados Unidos, el
presidente Franklin Delano Roosevelt, en su programa del New Deal,
estableció una Oficina de Obras Públicas para estudiar las inversiones, un
Comité de Planificación Nacional para coordinar el desarrollo a largo plazo y
un programa que dio como resultado tres ciudades de cinturón verde. En España,
durante la II República, a partir de 1931, se alentaron planes de renovación
urbanística, que transformaron el aspecto en numerosos barrios y distritos,
especialmente en Madrid y Barcelona.
2.5
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Tras la II Guerra Mundial
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La necesaria reconstrucción
física a la que se vieron sometidas las ciudades tras la II Guerra Mundial
aportó un nuevo desarrollo al urbanismo. En 1947 Gran Bretaña promulgó su
significativa Ley de Planificación Urbana y Provincial, que dejaba todas las
cuestiones relativas al desarrollo bajo control regional y fomentaba la
construcción de nuevas ciudades. La fundación de nuevas comunidades había
tenido en Gran Bretaña como pionero al urbanista británico sir Ebenezer Howard
a principios del siglo XX. Las ciudades jardín de Letchworth (1903) y Welwyn
(1920), construidas según sus ideas, habían sido diseñadas como ciudades autosuficientes
protegidas de la invasión urbana por cinturones verdes o zonas agrícolas. En
las décadas de 1950 y 1960, la expansión de las new towns (nuevas
ciudades) británicas recibió un nuevo ímpetu al convertirse en la política
oficial, lo que originó la construcción de un gran número de nuevas
comunidades, muchas de ellas en los alrededores de Londres.
Otros países europeos
dieron también mucha importancia a la planificación urbana tras la II Guerra
Mundial, llevando a cabo considerables reconstrucciones urbanas en ciudades
como Rotterdam, en los Países Bajos, Hamburgo, en Alemania Occidental (hoy
parte de la República Federal unificada de Alemania), y Helsinki, en Finlandia,
además de otros lugares. Se construyeron también nuevas ciudades, como Tapiola
(en Finlandia) y Melun Senart, en las afueras de París. A su vez, las nuevas
ciudades europeas fomentaron la planificación y construcción de comunidades
parecidas en otras partes del mundo, como Brasilia (en Brasil) y Ashdod, en
Israel. Brasilia, la nueva capital del Brasil, fue construida por Oscar
Niemeyer, que levantó los edificios públicos más representativos, siguiendo los
planos del arquitecto Lucio Costa. Se inauguró en 1960 y su forma es la de un
arco tendido con una flecha, un avión o pájaro. Sus alas forman el dibujo de
los barrios residentes y la flecha, que va de Este a Oeste, el eje monumental.
Los edificios más representativos son la Plaza de los Tres Poderes, el Palacio
de la Alborada y la Catedral.
3
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EL URBANISMO MODERNO
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A finales de la década
de 1960 la orientación del urbanismo fue más allá del aspecto físico. En su
forma moderna, el urbanismo es un proceso continuo que afecta no sólo al diseño
sino que cubre también temas de reglamentación social, económica y política. Como
tejido de organización humana, una ciudad constituye un complejo entramado. Por
una parte, exige la disposición de barrios, industrias y comercios según
criterios estéticos y funcionales y en proporcionar los servicios públicos que
éstos necesiten. Por otra parte, quizás más importante, debe tener presente
también: 1) el origen, educación, trabajo y aspiraciones de sus residentes; 2)
el funcionamiento general del sistema económico al que pertenecen, además de
los cargos que ocupan en este sistema y de las recompensas que éste les
proporciona; y 3) su aptitud para tomar parte en las decisiones que afectan a
su vida cotidiana.
Visto desde esta perspectiva,
el urbanismo requiere algo más que un minucioso especialista que sea capaz de
desarrollar y aplicar un plan físico en la ciudad. Se necesitan también
capacidades y actividades más generales: 1) la recogida y análisis de datos
sobre la ciudad y su población; 2) el estudio de las necesidades de servicios
sociales, y de la disponibilidad de éstos; 3) el desarrollo, evaluación,
coordinación y administración de programas y horarios que cubran estos
servicios; 4) programas de desarrollo económico y de viviendas que, además de
la planificación, conllevaría la adopción de medidas financieras y la
aplicación de esos programas de desarrollo, favoreciendo el establecimiento de
asociaciones públicas y privadas, y de otros tipos de organización; y 5) el uso
efectivo de la actividad política y de la participación ciudadana para
influenciar y apoyar los programas de desarrollo.
3.1
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El plan global
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El documento básico de
urbanismo es un plan general adoptado y mantenido con revisiones periódicas. En
su expresión cotidiana el plan se traduce en una serie de documentos legales
—controles de urbanismo, regulaciones de las subdivisiones, así como códigos de
construcción y vivienda— que estipulan los criterios de utilización del terreno
y la calidad de la construcción. El plan global responde a numerosos objetivos:
aúna los análisis de las características sociales, económicas y físicas (como
la distribución de la población, industria, negocios, espacios abiertos e
instalaciones públicas) que dieron origen al plan; examina oportunidades y
problemas especiales que presenta la ciudad y establece los objetivos del
desarrollo de la comunidad; coordina el desarrollo del terreno con el
transporte, el suministro de agua, las escuelas y otras instalaciones; sugiere
formas de lograr estos objetivos coordinados en el transcurso del tiempo;
relaciona el plan con su impacto en los ingresos y gastos públicos, y propone
reglamentaciones, políticas y programas para aplicarlo. El plan global
constituye la guía para realizar las decisiones diarias en materia de
desarrollo en función de sus consecuencias a largo plazo.
3.2
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Controles del desarrollo
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Una vez adjudicado el
terreno, las actividades privadas se coordinan con las instalaciones públicas
por medio de ordenanzas de división zonal y reglamentaciones de subdivisiones.
Una reglamentación urbanística o una ordenanza de división en zonas delimita
cómo puede utilizarse el terreno, así como el tamaño, tipo y número de
estructuras que pueden ser construidas en él. Todo el terreno que se encuentra
dentro de una ciudad aparece dividido en distritos o zonas. En estos distritos
se permiten por derecho ciertos usos del terreno y se especifican las
restricciones generales en lo relativo a la altura, tamaño y uso de la
construcción. Las reglamentaciones llevan a cabo las asignaciones del terreno
recomendadas en el plan global. Se proporcionan emplazamientos específicos para
distintos tipos de residencias, industrias y negocios, junto a cifras
específicas relativas a la altura de los edificios, la ocupación del solar y la
densidad estipuladas, y se especifican para cada área los usos del terreno
permitidos, incluidas las condiciones especiales, como puede ser el
estacionamiento fuera de la vía pública. Si se cumplen los requisitos
especificados se concederá el permiso. Otras reglamentaciones proporcionan
criterios generales de considerable flexibilidad en lo referente a la mezcla de
usos de los edificios o al diseño de la construcción, aunque para ser aprobadas
necesitan un estudio más exhaustivo.
La conversión de un vacío
urbano (la construcción en un terreno no desarrollado antes) está controlada
por las reglamentaciones de subdivisiones y por el examen del plan del terreno.
Estas ordenanzas establecen los parámetros del desarrollo del terreno por medio
de la regulación de factores como la anchura de la calle, los requisitos del
alcantarillado, la circulación viaria y las dimensiones del predio. Las
reglamentaciones de subdivisiones y el examen del plan permiten un desarrollo
ordenado, protegen tanto a los residentes ya existentes como a los futuros
inquilinos contra la construcción de nuevos edificios o distritos comerciales
con un nivel de calidad insatisfactorio, y aseguran que la mayor parte de los
gastos producidos por la conversión del terreno sean cubiertos por quienes se
benefician de este desarrollo, o lo que es lo mismo, por el promotor y los
futuros residentes.
Las normativas de construcción
y vivienda rigen la calidad y seguridad de la construcción de los nuevos
edificios, además de su posterior mantenimiento. En la mayoría de los casos,
estas normativas especifican los materiales que se han de utilizar, su calidad
mínima y los componentes de construcción con los que debe contar una estructura
adecuada para la ocupación humana.
3.3
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Política social, económica y medioambiental
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Rehabilitación de South Street Seaport |
Durante la década de 1940 las
ciudades emprendieron programas de rehabilitación urbana para mejorar las
condiciones de barrios que llevaban años abandonados. Arquitectos e ingenieros
reconstruyeron las fachadas de los edificios, pavimentaron las calles de nuevo
y estabilizaron las estructuras de los edificios. Esto se realiza a menudo sin
tener en cuenta a las personas que viven allí, muchas de las cuales se ven
obligadas a buscar casa en otras zonas porque los costes de las obras elevan el
precio de las viviendas. Hoy los urbanistas tienen en cuenta los aspectos
medioambientales y vecinales antes de ejecutar programas de rehabilitación. En
las fotografías, South Street Seaport, de Nueva York, antes y después de la
rehabilitación urbana.
Aunque la apariencia física
y el funcionamiento de la ciudad constituyen el objeto tradicional del
urbanismo, la población y los recursos económicos de la ciudad son también
elementos importantes a considerar. Es por esto que el urbanismo contemporáneo,
además de seguir ocupándose del diseño físico, aborda de la misma forma las
muchas decisiones socioeconómicas de largo alcance que deben tomarse.
Una ciudad presenta necesidades
sociales y cuenta con un determinado capital económico. El gobierno local actúa
como agente comprador para muchos de los servicios que los residentes y los
negocios necesitan: educación, suministro de agua, protección policial,
servicio de bomberos y entretenimiento, entre otros. La calidad, carácter y
eficacia de estos servicios requieren que la planificación ajuste las
necesidades y los deseos con el cambio tecnológico y con los objetivos de
desarrollo físico.
El urbanismo, además,
debería intentar proporcionar una vivienda digna (y una mínima ayuda económica)
a los habitantes que no puedan cubrir esta necesidad básica. Cuando las
viviendas locales son deficientes y los recursos económicos permiten
mejorarlas, el departamento de urbanismo puede inspeccionar las condiciones de
las viviendas y coordinar los fondos para financiar su desarrollo y
rehabilitación.
El desarrollo económico
de la ciudad queda también englobado dentro del ámbito del urbanismo. Los
planes de desarrollo económico se valen de una mezcla de incentivos, asistencia
técnica y publicitaria para crear empleos, establecer nuevas industrias y
negocios, ayudar a las empresas ya existentes a prosperar, rehabilitar lo que
es salvable y dar una nueva orientación a lo que no se puede salvar. El
desarrollo económico, sin embargo, debe ir más allá de la empresa y de la
facilidad de llegar a los trabajadores. En un entorno tecnológico de rápida
evolución, con frecuentes cambios globales en las relaciones laborales, los
trabajadores cualificados necesitan nuevas capacidades y el personal no
cualificado necesita algún tipo de preparación. La formación laboral constituye
una parte necesaria dentro de la estrategia del desarrollo, en especial en lo
que a los ciudadanos pobres y sin empleo se refiere.
La programación de las
inversiones es el instrumento presupuestario que utilizan los urbanistas para
fijar la construcción y financiación de las obras públicas. Proyectos como la
mejora de la red viaria, la iluminación de las calles, los parkings públicos, y
la compra de terreno destinado a espacios al aire libre, deben ser estudiados y
clasificados en función de sus prioridades. Un programa anual establece las
prioridades para los años siguientes entre los proyectos necesarios para poner
en práctica el plan global y reemplazar la infraestructura obsoleta. En
regiones que están experimentando un rápido periodo de crecimiento, los
urbanistas se topan constantemente con instalaciones públicas inadecuadas para
futuros programas de desarrollo.
En las zonas deprimidas
la rehabilitación económica es una cuestión de vital importancia. Antes de que
se programe cualquier inversión deben estudiarse las condiciones y viabilidad
del barrio y adoptarse algunas estrategias. Algunos barrios en decadencia
necesitan un vigoroso desarrollo público, otros podrían dejarse en manos del
desarrollo privado.
El movimiento de renovación
urbana que tuvo lugar tras la II Guerra Mundial no tomó en consideración los
altibajos cíclicos de los barrios urbanos. Desde esa época hasta la década de
1960 se pensó que si una función económica como el comercio o la industria
fallaba, todo lo que se necesitaba era eliminar lo existente y limpiar el
terreno para una posterior utilización. En muchos casos el nuevo desarrollo
nunca se produjo. Se hizo caso omiso de las múltiples fuerzas que afectan a
este tipo de cambios, o bien dichas fuerzas no fueron analizadas de forma
convincente. Los urbanistas de hoy entienden que una ciudad se ve afectada por
fuerzas económicas regionales, interregionales, nacionales e internacionales y
que la efectividad de los planes para producir la viabilidad económica de una
ciudad depende del correcto análisis e interpretación de estas fuerzas. He aquí
la lección aportada por las variaciones a las que los modelos económicos
suburbanos, no metropolitanos e interregionales se vieron sometidos en las
décadas de 1960 y 1970.
En la actualidad, los
urbanistas se preocupan cada vez más de las cuestiones medioambientales. La
planificación medioambiental coordina el desarrollo necesario para cumplir los
objetivos de pureza fijados para el aire y el agua, la recogida de residuos, ya
sean tóxicos o no, el reciclaje de recursos, la conservación de la energía, la protección
de playas, montes, áreas agrícolas, bosques y zonas aluviales, y la
preservación de la fauna, reservas naturales y ríos. La conservación histórica
pretende que edificios y lugares importantes sigan formando parte del entorno
permanente, a la vez que se vale de ellos para financiar los costes de
mantenimiento.
Aunque los urbanistas
puedan depender de regidores, alcaldes, administradores municipales u otros
funcionarios, sus verdaderos clientes son los habitantes y empresas de la
ciudad. Los planes que elaboren deben reflejar los intereses y prioridades de
estos dos grupos, y los programas aplicados deben, al mismo tiempo, ayudar a la
ciudad a sobrevivir y mantener la calidad de vida que estos grupos desean. Se
necesita astucia política para conseguir que los funcionarios municipales y
estatales perciban de forma adecuada los programas y prioridades de los
barrios, y que dichos programas y prioridades tengan la posibilidad de ser
llevados a cabo.
4
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EL FUTURO DE LAS CIUDADES Y DEL URBANISMO
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El urbanismo de las últimas
décadas del siglo XX se preocupa cada vez más de establecer o ejecutar
políticas de servicios públicos y de proporcionar estos servicios. Como es
obvio que los recursos son limitados y que los acontecimientos globales afectan
al futuro de cada comunidad, el urbanismo debe actuar dentro de un marco de
planificación nacional e internacional con el fin de lograr un desarrollo
sostenible por ambas partes.
Las infraestructuras económicas
de muchas ciudades antiguas necesitan ser sustituidas. Las escuelas públicas y
los hospitales urbanos son un reducto de las instituciones dominantes en un
tiempo pasado en la ciudad. Durante medio siglo el público se sintió fascinado
por las zonas limítrofes de las áreas metropolitanas. El poder de esta
atracción ha sido tan fuerte que cuando las distancias al lugar de trabajo,
situado en el centro urbano, se hicieron excesivas, los empresarios decidieron
trasladarse a las afueras. A finales del siglo XX, sin embargo, la última
generación de adultos, más joven que la mayoría de los habitantes de la ciudad,
con más movilidad, a menudo sin hijos, y con una mayor libertad en sus
relaciones, se ha sentido cautivada por la vida de la ciudad. Como respuesta,
las ciudades están proporcionando servicios públicos y encauzando inversiones
hacia una mejor calidad de vida en esas zonas que ofrecen atractivos
incomparables para esta nueva población.
En este escenario, diversos
grupos de ciudadanos han alcanzado una mayor sofisticación en la búsqueda de
sus intereses. Están mejor informados, conocen las leyes y los procedimientos
jurídicos, tienen más habilidad política y son más militantes y persistentes.
Han aprendido que la planificación conlleva un orden dentro del cambio y
quieren influir en ella. Por su parte, los urbanistas están intentando
equilibrar las demandas de intereses enfrentados para convertirlos en un
consenso comunitario dinámico que posibilite la toma de decisiones. Además, las
reacciones en contra de una planificación central y a favor del desarrollo
privado que se han producido a lo largo de las décadas de 1980 y 1990 han
desembocado en ambiciosos experimentos con el objetivo de reducir los controles
urbanísticos, a veces, con resultados desiguales.
En el futuro, el urbanismo
continuará trabajando en condiciones de escasos recursos económicos para la
ciudad y tendrá que seguir enfrentándose siempre con intereses paralelos de
colonias y barrios, grupos de interés, empresas y residentes. La determinación
y mejoras de servicios públicos adecuados plantearán serios problemas en los
últimos años del siglo XX. A medida que las ciudades intenten redefinir el
papel que desempeñan, se irán viendo sometidas a ajustes periódicos. Será pues
labor del urbanismo minimizar el impacto que estos cambios cíclicos tengan
sobre los habitantes y las empresas de la ciudad.
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