Paul Bowles
Paul Bowles en Casablanca, en septiembre de 1989.
La literatura que surgió de la II Guerra Mundial se puede dividir en dos grupos: la de los escritores realista-naturalistas y la de los que utilizan el humor negro y una fantasía basada en el absurdo para describir el horror tecnológico de la guerra. Dos de las novelas más impresionantes de la II Guerra Mundial, referidas a la adaptación del individuo a la restrictiva vida militar, fueron De aquí a la eternidad (1951) de James Jones y Los desnudos y los muertos (1948) de Norman Mailer.
Al igual que las novelas de la II Guerra Mundial parecían subrayar la individualidad, las novelas escritas en las décadas siguientes continuaron esa tendencia. Escritores decididos a afirmar su individualidad trabajaron en una gran variedad de estilos y se ocuparon de una amplia variedad de asuntos. Entre los escritores más originales se cuentan Vladimir Nabokov y Paul Bowles. Nabokov, aunque nacido en Rusia, se convirtió en uno de los grandes maestros de la prosa de lengua inglesa. Sus novelas de ambiente estadounidense, como Lolita (1955) y Pálido fuego (1962), escritas muchos años después de que se convirtiera en ciudadano estadounidense, son dos destacados ejemplos. Tanto la primera novela de Bowles, El cielo protector (1949), que se convirtió rápidamente en un éxito de ventas, como las que le siguieron, Déjala que caiga (1952) y La casa de la araña (1955), están pobladas de personajes desencantados que escapan del convencionalismo y descubren la belleza, la pasión y la crueldad en los paisajes exóticos. La novela de la juventud rebelde, El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger, es humorística y posee observaciones agudas; escrita en 1951 sigue siendo muy popular. Lo mismo pasa con Trampa 22 (1961) de Joseph Heller, una sátira sobre la mentalidad militar de la II Guerra Mundial. Un escritor que también utiliza un estilo sardónico e imaginativo en sus diatribas contra la autoridad es Kurt Vonnegut. Basa una de sus muchas innovadoras novelas, Matadero 5 (1969), en sus experiencias como prisionero en un campo de concentración alemán durante la guerra. Alternando de modo surrealista ese ambiente y un planeta ficticio, consigue una narración en muchos niveles que combina elementos de ciencia ficción, un género que se hará popular en las décadas siguientes a la II Guerra Mundial.
Sandra Cisneros
En sus libros, la escritora estadounidense Sandra Cisneros aborda temas de singular importancia para las mujeres hispanas de Estados Unidos. Es conocida sobre todo por la novela Una casa en Mango Street (1983), sobre una niña que crece en la ciudad.
Entre los escritores sureños de posguerra que continuaron la tradición de Faulkner —a veces denominada “gótico sureña”— están Carson McCullers (El corazón es un cazador solitario, 1940), Truman Capote (Otras voces, otros ámbitos, 1948), Eudora Welty (El corazón de los Ponder, 1954) y Flannery O'Connor (Los profetas, 1960). Más conocido por su novela ganadora del Premio Pulitzer, Todos los hombres del rey (1946), una poderosa caracterización de un político sureño, Robert Penn Warren fue también un notable poeta, crítico e historiador de la literatura.
Dos de los más importantes novelistas de finales del siglo XX, John Cheever y John Updike, comparten un interés similar al abordar de un modo abiertamente satírico la vida de la clase media alta de las afueras de las ciudades del noreste estadounidense. La carrera novelística de Cheever se extiende desde la relativamente bondadosa, Crónica de los Wapshot (1957), que es la historia de una familia excéntrica, hasta la desolada narración de un fratricida, Falconer (1977). Updike probablemente sea más conocido por sus libros, que se inician en 1960, sobre un joven que huye de la desilusión; dos de la serie, Conejo es rico (1981) y Conejo descansa (1990), obtuvieron el Premio Pulitzer. Otra excelente crítica y maestra de la narración, Joyce Carol Oates, sigue siendo una de las escritoras más prolíficas y destacadas de las últimas décadas. Un jardín de delicias terrestres (1967) y Ellos (1969) son dos ejemplos importantes de su narrativa de tintes góticos, un género que continuó en Bellefleur (1980).
6.1 | La narrativa étnica y regional |
Alice Walker
En sus cuentos, poemas y novelas, la escritora estadounidense Alice Walker retrata las experiencias de las mujeres negras. Obras tales como En busca de los jardines de nuestras madres: prosa feminista (1983) y Viviendo por la palabra (1988) la convirtieron en una de las figuras más notables del movimiento feminista. Por la novela El color púrpura (1982) obtuvo en 1983 el Premio Pulitzer de ficción.
El interés por su herencia étnica y su papel en la sociedad estadounidense ha caracterizado la obra de gran número de escritores judíos y negros.
Philip Roth
La polémica novela La queja de Portnoy, autobiografía escrita en 1969, proporcionó notoriedad pública al escritor estadounidense Philip Roth. La trama se centra en la confesión del personaje, Alexander Portnoy, desde el diván del psicoanalista. El tratamiento explícito dado por Roth a las cuestiones sexuales le originó conflictos con los sectores conservadores de la sociedad, que pretendieron sacar sus libros de circulación.
Al examinar su vida como judíos en Estados Unidos del siglo XX, unas veces con desesperación y otras con humor, varios escritores han creado un destacado corpus de narrativa introspectiva a partir del periodo de posguerra. El principal, Saul Bellow, autor de Las aventuras de Augie March (1953) y Herzog (1964), entre otras notables novelas, recibió el Premio Nobel de Literatura en 1976. Otros escritores judíos importantes son Bernard Malamud y Philip Roth.
Toni Morrison
La escritora estadounidense Toni Morrison fue galardonada con el Premio Nobel de Literatura de 1993, con lo que se convirtió en la octava mujer, y la primera de color, en recibir tal distinción. Sus obras, protagonizadas por mujeres negras de su país, alaban su vitalidad y describen sus luchas. Ganó el Premio Pulitzer de 1988 por Beloved, una novela en la que meditaba sobre los efectos de la esclavitud. Otras obras suyas son La canción de Salomón y Jazz, que presentan la rica herencia cultural de la población afroamericana.
Varias novelas que se desarrollaron en el periodo entre la Gran Depresión y la II Guerra Mundial trataron a escala personal los prejuicios raciales. La autobiográfica Chico negro (1945) de Richard Wright, escrita con un estilo realista, es una de las más intensas. Una indignación apasionada sobre la experiencia de ser negro aparece en El hombre invisible (1952) de Ralph Ellison, y en Ve y dilo en la montaña (1953) de James Baldwin. La larga tradición de la escritura regional estadounidense continuó en la última parte del siglo XX. Baltimore constituye el ambiente de las narraciones de Anne Tyler. Alice Walker, en su famosa novela El color púrpura (1982), que obtuvo el Premio Pulitzer, evoca el habla de los negros campesinos del Sur. Escribiendo desde el punto de vista de mujeres y negras, muchas novelistas de talento han recreado ambientes y vidas que conmueven a un amplio público. Una de ellas, Toni Morrison, se ocupa de la experiencia de los negros del sur en Ojos azules (1970) y La canción de Salomón (1977). Su novela Beloved (1987) obtuvo el Premio Pulitzer; en 1993 recibió el Premio Nobel de Literatura.
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